SUMARIO
El papel del coordinador en los talleres de poesía
1. Acerca de lo grupal
2. El dispositivo grupal (I)
2. El dispositivo grupal (II)
3. Lo grupal en los grupos de creación
4. ¿Grupo o Escuela? ¿Grupo y Escuela?
Santa Teresa de Jesús
Coloquio de amor
Sobre aquellas palabras
Gabriela Mistral
La memoria divina
Norma Menassa
Los que se quedaron
Olga Orozco
Sol en piscis
Socios de Honor
Recital de Menassa en Camarma de Esteruelas
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La puesta permanente en cuestión de todo pensamiento grupal ha de ser una constante del funcionamiento para mantener alejado al grupo de la comodidad intelectual que las apreciaciones de los sentidos sensibles indican.

Un pensamiento que reclame la zozobra de todo pensamiento es en verdad el primer paso en el camino de lo poético.

Así, sin pensamientos previos, la voz y la mirada pondrán en escena significantes que al ser escuchados por el coordinador generarán el sentido de la experiencia y esto es de vital importancia remarcarlo, que sin la escucha del coordinador la voz sólo produciría parloteos sin sentido y la mirada no abandonaría nunca el campo de la oscuridad.

Es decir, que la escucha del coordinador permite que voz y mirada, como funciones, constituyan sus campos respectivos abriendo dimensiones, mansiones del dicho, que darán a ver un producto sin entrar en la dialéctica de los órganos perceptuales que la hacen posible, el ojo, el oído. Serán otra cosa que lo visto y lo escuchado, pues el coordinador situado en el lugar de causa del deseo, hará entrar a cada elemento del grupo en una búsqueda donde se pondrá en juego, más allá de todo sentido, dar a oír, dar a ver.

Entrar en la dialéctica del deseo inconsciente será producir un goce tal que sea condición de creación no sólo artística, sino creación del instante en lo cotidiano y, para que esto sea posible, la puesta en acto de la diacronía parlante del hacerse oír de los elementos del grupo debe ser escuchada por el coordinador en su sincronía significante.

Sabemos que nadie es en soledad, nadie es en individualidad, por eso que podemos decir que hasta los síntomas se constituyen en el seno del lenguaje. Y no se trata de hablar, dar a oír, mucho o poco sino que la escucha del coordinador haga entrar en el juego del parloteo las paradojas pulsionales.

Lo diremos de una manera sencilla y directa: si se trata de escribir, identificarse al síntoma de la escritura será poder hacer del síntoma un goce, pervertir la situación hasta tal punto que sea casi natural, mientras la escritura sea el síntoma, gozar de ello.

La venus del espejo de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo, 40x30 cm.

Remansos de Miguel Oscar Menassa. Óleo sobre lienzo, 40x30 cm.

Y cuando hablamos de goce, hablamos de un placer con paradoja de vida y muerte. Cada poema, cada creación, para serlo, tendrá una apariencia de final aunque siempre recomience, habrá puntos, caídas, espacios de silencio.

Cada integrante, cual un planeta, girará en torno del agujero significante que es lo grupal, a la par que rota sobre su eje, participando en la vía de desarrollo de todos los presentes en tanto camina por su propio camino de creación.

Se tratará de entrar en una dialéctica tal donde los lazos temporales que plantea un grupo puedan llegar a ser vividos como lazos de sangre y esto sólo es posible en una dimensión más allá de los vínculos familiares, más allá de ser ese ciudadano de ese Estado, más allá de la clase social en donde he sido socializado y, fundamentalmente, más allá del placer de la inercia de lo conocido.

Toda experiencia poética es sorpresiva e imponderable sobre todo para quien la genera.

 

 

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