
Espejismos de la gloria de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo, 100x100 cm.
Odiseo: Lo haría si creyera que estás resignada. Pero también tú, que fuiste señora de todas las cosas, me necesitas a mí, un simple mortal, para que te ayude a soportar.
Calipso: Es un bien recíproco, Odiseo. No hay verdadero silencio si no es compartido.
Odiseo: ¿No te basta que esté hoy contigo?
Calipso: No estás conmigo, Odiseo. No aceptas el horizonte de esta isla. Y no te sustraes a la añoranza.
Odiseo: Lo que añoro es una parte viva de mí mismo, como lo es para ti tu silencio. ¿Qué ha cambiado para ti desde los días en que la tierra y el mar te obedecían? Sentiste que estabas sola y que estabas cansada, y olvidaste tus nombres. Nada te ha sido quitado. Eres lo que quisiste ser.
Calipso: Lo que soy es casi nada, querido. Casi mortal, casi una sombra como tú. Es un largo sueño comenzado quién sabe cuándo, y tú has entrado en este sueño como un ensueño. Temo el alba, el despertar; si te vas, es el despertar.
Odiseo: ¿Eres tú, la señora, quien habla?
Calipso: Temo el despertar como tú temes la muerte. Mira: antes estaba muerta; ahora lo sé. No quedaba de mí sobre esta isla sino la voz del mar y del viento. Oh, no era padecer. Dormía. Pero, desde que has llegado, has traído otra isla dentro de ti.
Odiseo: La busco desde hace demasiado tiempo. Tú no sabes lo que es entornar los ojos para ilusionarse cada vez que se divisa una tierra. Yo no puedo aceptar y callar.
Calipso: Sin embargo, Odiseo, vosotros, los hombres, decís que recuperar lo perdido es siempre una desgracia. El pasado no vuelve. Nada resiste el paso del tiempo. Tú que has visto el Océano, los monstruos y el Elíseo, ¿podrás reconocer todavía las casas, tus casas?
Odiseo: Tú misma dijiste que llevo la isla conmigo.
Calipso: Oh, pero cambiada, perdida, un silencio. El eco del mar entre los escollos o un poco de humo. Nadie podrá compartirla contigo. Las casas serán como el rostro de un viejo. Tus palabras tendrán un sentido diferente de las suyas. Estarás más solo que en el mar.
Odiseo: Pero sabré al menos que debo detenerme.
Calipso: No vale la pena, Odiseo. El que no se detiene ahora, ya mismo, no se detiene jamás. Lo que haces, seguirás haciéndolo siempre. Debes quebrar de una vez el destino, debes cambiar de calle y dejarte hundir en el tiempo...
Odiseo: No soy inmortal.
Calipso: Lo serás, si me escuchas. ¿que es la vida eterna sino este aceptar el instante que viene y el instante que se va? El éxtasis, el placer, la muerte, no tienen otra finalidad. ¿Qué ha sido hasta ahora tu vagar inquieto?
Odiseo: Si lo supiera, ya me hubiese detenido. Pero olvidas algo.
Calipso: Dime.
Odiseo: Aquello que busco lo tengo en el corazón, como tú.
|