SUMARIO
Editorial
Jorge Guillén
La sangre al río
Notas de Dirección
Carmen Salamanca
Silvina Ocampo
Al rencor
La visión
Juan Ramón Jiménez
Yo no soy yo
Ida Vitale
Fiesta propia
Elizabeth Azcona Cranwell
Nostalgia
César Vallejo
Quédeme a calentar la tinta en que me ahogo
Los mineros salieron de la mina
Oliverio Girondo
Rata - Sirena - Fáustica
Dónde
Silvia Plath
Lady Lázaro
Blanca Varela
Canto Vilano
Gabriel García Márquez
Si alguien llama a tu puerta
Adelanto del libro
“ANTOLOGÍA POÉTICA”
de Miguel Oscar Menassa
A mí la poesía me lo permite todo
Aforismos
Agenda Grupo Cero

Descargar nº 194 en PDF

Silvina Ocampo

Argentina, 1903

AL RENCOR

No vengas, te conjuro, con tus piedras;
con tu vetusto horror con tu consejo;
con tu escudo brillante con tu espejo;
con tu verdor insólito de hiedras.

En aquel árbol la torcaza es mía;
no cubras con tus gritos su canción;
me conmueve, me llega al corazón,
repudia el mármol de tu mano fría.

Te reconozco siempre. No, no vengas.
Prometí no mirar tu aviesa cara
cada vez que lloré sola en tu avara
desolación. Y si de mí te vengas,

que épica sea al menos tu venganza
y no cobarde, oscura, impenitente,
agazapada en cada sombra ausente,
fingiendo que jamás hiere tu lanza.

Entre rosas, jazmines que envenenas,
¿por qué no te ultimé yo en mi otra vida?
Haz brotar sangre al menos de mi herida,
que estoy cansada de morir apenas.

 


Tus garras hechas ceniza de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 100x81 cm.

LA VISIÓN

Caminábamos lejos de la noche,
citando versos al azar,
no muy lejos del mar.
Cruzábamos de vez en cuando un coche.

Había un eucalipto, un pino oscuro
y las huellas de un carro
donde el cemento se volvía barro.
Cruzábamos de vez en cuando un muro.

Íbamos a ninguna parte, es cierto,
y estábamos perdidos: no importaba.
La calle nos llevaba
junto a un caballo negro casi muerto.

Era de noche -esto será mentira.
Tal vez, pero en mis versos es verdad-.
Una arcana deidad
casi siempre nocturna que nos mira

vio que nos deteníamos y el día
suspendió sus fanáticos honores,
clausuró sus colores
pues también el caballo nos veía.

No digas que no es cierto: nos miraba.
Con la atónita piedra de sus ojos,
bajo los astros rojos,
nos vio como los dioses que esperaba.

 

NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA