SUMARIO
Editorial
Pablo Neruda
Las causas
Notas de Dirección
Carmen Salamanca
Konstantino Cavafis
Fin
En la calle
Días de 1903
Vicente Aleixandre
El poeta se acuerda de su vida
Walt Whitman
Una araña paciente y silenciosa
Gonzalo Rojas
Perdí mi juventud en los burdeles
Charles Baudelaire
La voz
León Felipe
Misterio
¡Oh Memoria, Memoria!
Robert Desnos
Como una mano
Cesare Pavese
La casa
Oliverio Girondo
Espantapájaros (18)
Aimed Cesaire
Entre otras masacres
Hakima Abdoun
Cuerpo con vagina
Victoria Santa Cruz
¡Me gritaron negra!
Miguel Oscar Menassa
Cumplir 62 años
Agenda Grupo Cero

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Cesare Pavese

Italia, 1908

LA CASA

El hombre solo escucha la voz apacible
con la mirada entornada, como si una respiración
alentase sobre su rostro, una respiración amistosa
que resurge, increíble, del tiempo ya ido.

El hombre solo escucha la antigua voz
que sus padres oyeron, en tiempos, clara
y recogida, una voz que, como el verde
de los estanques y de los cerros, se oscurece al anochecer.

El hombre solo conoce una voz de sombra,
acariciante, que fluye en los sosegados tonos
de un secreto manantial: la bebe, absorto,
con los ojos cerrados, y no parece que la tenga a su lado.

Es la voz que, un día, detuvo al padre
de su padre y a todos los de su estirpe muerta.
Una voz de mujer que suena, secreta,
en el umbral de la casa, cuando caen las sombras.


Sueño y realidad de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 100x81 cm

Oliverio Girondo

Argentina, 1891

ESPANTAPÁJAROS
18

Llorar a lágrima viva. Llorar a chorros. Llorar la digestión. Llorar el sueño. Llorar ante las puertas y los puertos. Llorar de amabilidad y de amarillo.

Abrir las canillas, las compuertas del llanto. Empaparnos el alma, la camiseta. Inundar las veredas y los paseos, y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.

Asistir a los cursos de antropología, llorando. Festejar los cumpleaños familiares, llorando. Atravesar el África, llorando.

Llorar como un cacuy, como un cocodrilo... si es verdad que los cacuies y los cocodrilos no dejan nunca de llorar.

Llorarlo todo, pero llorarlo bien. Llorarlo con la nariz, con las rodillas. Llorarlo por el ombligo, por la boca.

Llorar de amor, de hastío, de alegría. Llorar de frac, de flato, de flacura. Llorar improvisando, de memoria. ¡Llorar todo el insomnio y todo el día!

Aimed Cesaire

Martinica, 1913

ENTRE OTRAS MASACRES

Con todas sus fuerzas chocan
el sol y la luna
las estrellas caen para atestiguar
la moral
con una carga de nervios grises

no tengas temor atiende a las crecidas
aguas que desbordan el límite de
los espejos

han salpicado el lodo en mis ojos
y veo yo veo terriblemente veo en
todas las montañas en todas las islas
que no queda nada más que algunos
malditos colmillos de la
impenitente saliva del mar

w w w . l a s 2 0 0 1 n o c h e s . c o m