Friedrich Hölderlin
Alemania, 1770 |
DIÓTIMA
Ven y apacíguame, tú que supiste calmar elementos,
luz de las musas celestes, del caos el siglo,
guía la lucha feroz con celestial armonía,
hasta ver en el pecho mortal lo disperso agruparse,
y la antigua índole humana, tranquila, valiente,
ver serena del vórtice del tiempo, y fuerte, surgir.
¡Vuélve al alma indigente del pueblo, radiante belleza!
¡Torna a la hóspite mesa, y al templo torna otra vez!
Pues que Diotima vive, como leve brote de invierno,
y aunque rica en su espíritu propio, busca la luz.
Pero ya el sol del espíritu, ya el bello mundo se oculta,
y en la noche glacial sólo hay fragor de huracanes.
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Aimed Cesaire
Martinica, 1913 |
SE ANUNCIAN BALAZOS
En la orilla del mundo estoy esperando
a los-viajeros-que-nunca-llegarán
denme la leche del infante el pan de lluvia las
harinas de la medianoche el baobab
mis manos se espinaron entre matorrales de astros
pero fueron curadas por la espuma
y desatadas por el tiempo
la imagen de la prisión y
la fulminante geometría trigonométrica
para mi sueño con manecillas de reloj retrasado
para mi rencor hundido por la carga
para mis gigantescos árboles de Tasmania
para mi fortaleza de Papúa
para mis auroras boreales mis hermanas
amantes
mi amiga mi mujer mi foca
oh todas mis maravillosas amistades
mi amiga mi amor
mi muerte mi reposo mis furias
mis jaurías
mis malditas sienes
y las minas de uranio soterradas en la profundidad
de mis inocencias
se desgranarán
en comederos de pájaros
(y las estrellas etéreas serán el nombre común
de los leños recolectados en los aluviones de
las venas cantantes nocturnas)
en el minuto 61 de la última hora
la bailarina invisible disparará
a nuestro corazón
con infernales balas rojas y flores
por vez primera
a la derecha de los días descarnados sin ojos
sin desconfianza sin lagos
a la izquierda los fuegos que se ubican en días
cortos y avalanchas
en el pabellón negro de dientes blancos con
Vómito-Negro
será levantado y sostenido durante tiempo
ilimitado
por el fuego salvaje de la fraternidad |
Gioconda Belli
Nicaragua, 1948 |
CASTILLOS DE ARENA
Por qué no me dijiste que estabas construyendo
ese castillo de arena?
Hubiera sido tan hermoso
poder entrar por su pequeña puerta,
recorrer sus salados corredores,
esperarte en los cuadros de conchas,
hablándote desde el balcón
con la boca llena de espuma blanca y transparente
como mis palabras,
esas palabras livianas que te digo,
que no tienen mas que el peso
del aire entre mis dientes.
Es tan hermoso contemplar el mar.
Hubiera sido tan hermoso el mar
desde nuestro castillo de arena,
relamiendo el tiempo
con la ternura
honda y profunda del agua,
divagando sobre las historias que nos contaban
cuando, niños, éramos un solo poro
abierto a la naturaleza.
Ahora el agua se ha llevado tu castillo de arena
en la marea alta.
Se ha llevado las torres,
los fosos,
la puertecita por donde hubiéramos pasado
en la marea baja,
cuando la realidad esta lejos
y hay castillos de arena
sobre la playa…
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