Piedad Bonnet
Colombia, 1951 |
CONTABILIDAD
El debe y el haber
doble columna
que el tiempo va asentando
sobre el libro de cuentas de los días
con mano minuciosa
y rigor que no admite apelaciones.
Tarde ves el balance,
las deudas, los desfases,
las pérfidas movidas del contable
que hizo que aquel cruzara muy temprano
y este otro muy tarde por tu vida.
Y está lo que no ves,
lo consignado con miserables tintas invisibles:
la puerta que tocaste diez minutos después
de alguna despedida. La voz que nunca oíste,
la calle no cruzada, el paradero
en que tuviste miedo de bajarte.
Y en un rojo indeleble,
la cadena de tratos y pactos y traiciones,
la irreversible línea que te suma y te resta,
la que te multiplica y te divide.
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REGRESO
Callan de pronto los abrazos
pues ya no sabe nadie qué decir,
tanto ha mordido el tiempo desde entonces.
Algo entorpece el aire, algo vacila entre la vieja silla
y el gesto de la mano.
Y la sonrisa del recién llegado
es como el santo y seña de un hombre que ya ha muerto.
Hay, es verdad, una tarde fatigada de sol en la memoria,
y en el umbral de ayer
una madre doblando cada cosa,
doblando pena a pena con su casi sonrisa.
¿Pero quién dice nada, quién echa al mar las redes,
quién desata los cabos que ha ido atando el tiempo?

En plena selva virgen de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 100x81 cm.

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ESTAMOS EN EL LLANTO
Obispos buhoneros:
volved las baratijas a su sitio,
los ídolos al polvo
y la esperanza al mar.
Ya sé.
Ya sé que habéis pintado
una silla en la nube
y una llama de azufre
en el fondo del pozo.
Pero yo no he venido
a pedir un asiento en la gloria
ni a poner de rodillas el miedo.
Estoy aquí otra vez
para subrayar con mi sangre
la tragedia del mundo,
el dolor de la tierra,
para gritar con mi carne:
Ese dolor es mío también.
Y para añadir además:
Lo primero fue el llanto,
y estamos en el llanto.
—Lo primero fue el Verbo.
—El Verbo es la piqueta
que perfora en la sombra,
la palanca
que derriba las puertas,
la herramienta…
lo que esperaba el barro,
lo que aún espera el llanto
y aún espera la sombra.
El Verbo vino y dijo: Aquí está el barro;
que el barro se haga llanto
(no que se haga la luz).
Y el barro se hizo llanto.
Lo primero fue el barro,
el barro hecho llanto,
la conciencia del llanto,
el dolor de la tierra.
—¿A quien le hablas así?
—Al que tiró el huevecillo
en el barro viscoso de la charca,
al que fecundó la primera charca del mundo,
al que hizo llanto el barro.
—¿Y quien eres tú?
—El barro de la charca,
el barro hecho llanto,
tierra de lágrimas…
lo mismo que tú.
Nadie ha pasado por aquí.
Lo primero fue el llanto
y estamos en el llanto.
Porque aún no ha dicho el Verbo:
Que el llanto se haga luz.
—¿Lo dirá?
—Lo dirá, porque, si no,
¿para qué sirve el mar?
(Nuestro llanto son los ríos
que van a dar a la mar…)
¿O puede ser la vida eternamente
un lamento encerrado en una cueva?
Dios es el mar,
Dios es el llanto de los hombres.
Y el Verbo se hizo llanto
para levantar la vida.
El Verbo está en la carne
dolorida del mundo…
¡Miradlo aquí en mis ojos!
Mis ojos son las fuentes
del llanto y de la luz…
Y estamos en el llanto.
Seguimos en la era de las sombras.
¿Quién ha ido más allá?
¿Quién ha abierto otra puerta?
Toda la luz de la tierra
la verá un día el hombre
por la ventana de una lágrima…
Pero aún no ha dicho el Verbo:
¡Que el llanto se haga Luz! |