Hoy como nunca
amé mi cuerpo en soledad.
Hoy como ayer
fui el amante infernal.
Hoy no llegué muy lejos.
Caminé todo el día
dando vueltas
adentro de mi pieza.
Mi padre
cantaba en árabe
con voz alta
hermosa.
Ensayé algunos pasos.
Movía con ternura mis manos
por delante de mi cara.
Mis movimientos
eran sensuales y ligeros.
Arranqué de la higuera
las pequeñas brevas marinas
y me tendí al sol.
Dejé que el desierto
invadiera mi pieza.
Yo era el camello azul que galopaba
sin agua y sin amor por el desierto.
Arena fugaz y seguía galopando,
el tiempo
se encorvaba sobre mis espaldas
y después
un paso de baile
aquel movimiento
como una ceremonia
y dejaba caer
una joya a tus pies
señora locura
y tú prisionera
envilecida en mi mirada
te arrastrabas
entre las cadenas
mis lágrimas,
acero y piedra
y no podías
salir de este poema.
Me arrastré
contigo a tu compás.
Después forcejeando
nos caímos
por la ventana abierta
hacia los cielos
y nos estrellamos
como se estrellan
los grandes hombres
las grandes mujeres contra la tierra.
Y nos besamos y reímos,
de nuestra torpeza para volar.