SUMARIO
Editorial
Dámaso Alonso
Sobre la libertad humana
Notas de dirección
Carmen Salamanca
Carilda Oliver Labra
Elegía por Mercedes
Tres sonetos por una despedida
La ceiba me dijo tú
De paso por el sueño
Vicente Aleixandre
El escarabajo
Soy el destino
Dylan Thomas
Al principio
Aforismos
Miguel Oscar Menassa
Adelanto del libro "Antología poética"
Límite uno: el amor
Límite otro: la locura
La pasión: la poesía
Frescores
Norma Menassa
El vanguardismo (I)
Socios de honor
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FRESCORES

EL VANGUARDISMO - (Primera Parte)

El término Vanguardias surge en Francia durante los años de la Primera Guerra [1914-1917]. Su origen está precisamente en el vocablo francés avant-garde, término de origen militar y político, que venía a reflejar el espíritu de lucha, de combate y de confrontación que el nuevo arte del siglo oponía frente al llamado arte decimonónico o académico.

El capitalismo había recibido ya, desde los románticos, críticas severas, que sin embargo servían a la restauración de las viejas formas de dominación social, que habían producido un mundo aparentemente unitario y compacto.

De esta concepción romántico-restauradora, se nutrirá el decadentismo contemporáneo, no la vanguardia. Pero ambos dentro de la última etapa del ciclo burgués en la cultura, surgieron a partir de un mismo hecho histórico, la pérdida de la aparente "armonía natural" de la sociedad. El fracaso de esta experiencia revolucionaria por conseguir sus metas, o algún acuerdo de paz, determinará un repliegue del intelectual y algunos adherirán al nacimiento del movimiento cultural que más ha influido en la cultura occidental, el llamado vanguardismo.

El vanguardismo fue posible, como fenómeno cultural, por el vacío creado entre la desintegración de las corrientes culturales identificadas con los grupos dominantes de la estructura burguesa y la ausencia de una poderosa corriente de masas que encarase los rumbos de una renovación total de esa estructura, transformándose en un estímulo seguro para la intelectualidad. Esto también trajo aparejado la presencia protagónica del proletariado industrial, en búsqueda también de una liberación. El intelectual menos ligado a la cultura oficial rompe sus lazos con el grupo dominante y adhiere a los grupos sociales que cuestionan la hegemonía.

Pero sin embargo la vanguardia se mantuvo siempre en las posiciones del punto de vista burgués, dentro de los límites de la burguesía.

En cuanto a su aspecto de ruptura con la dirección cultural burguesa, aún conservando el punto de vista burgués como guía de ese desajuste, cabe decir que fue a partir de ahí donde la vanguardia logró sus méritos mayores. Ese desajuste le alcanzó para manifestarse como revuelta contra el orden constituido orientando al intelectual a la adhesión espontánea hacia las fuerzas que proponían la modificación total de las estructuras.

En relación y contra el decadentismo, fue oscilando de acuerdo con los fracasos y los éxitos del pueblo. Ante cada acontecimiento de ascenso social, el intelectual de vanguardia intentó la ruptura de la ambigüedad y la vinculación con el elemento dinámico de la historia. Estos conflictos históricos que permitieron aperturas hacia una mayor conciencia de lo real, tuvieron enorme influencia en el arte contemporáneo, pensemos en la Revolución Rusa, o en la guerra civil española.
La vanguardia significó la vocación de ruptura con una sociedad intrínsecamente enemiga de toda forma de arte. Pero la crítica a este sistema, aunque poderosa, se realizó desde el interior del propio sistema, es decir sin rompimiento con lo esencial del mismo.

No es ninguna casualidad que el surgimiento de los vanguardismos artísticos y literarios esté relacionado íntimamente con el periodo de mayor intensidad social, ideológica, en definitiva histórica, del siglo XX: el periodo que va desde la Primera guerra del 14 al inicio de la Segunda en 1939. En esos 15 ó 20 años cuajan las experiencias del nuevo arte: unas pasarán rápidamente, otras quedarán incorporadas al arte para siempre, pero la revolución de las formas y de los contenidos se producirá, sin duda, a partir de aquellas vanguardias de los años 20.

La vanguardia se presenta como voluntad de desacreditar el arte que la precede: se burla de él, lo critica ferozmente e invita al abandono de las prácticas artísticas que considera caducas.
Se ve a sí misma como algo más que una doctrina estética y, normalmente, proclama formas de vida y compromisos totales como una actitud renovadora de la que el artista es profeta. De ahí lo llamativo y escandaloso de muchas de sus manifestaciones que, aparentemente, son ajenas a su programa, pero que, de hecho, son parte fundamental de su concepción. Su instrumento es la palabra y la fantasía ilimitada. Por medio de la palabra se destruye la realidad y transforma al objeto en idea pura, en esencia espiritual, en juego de ensueños plurivalentes. La sugestión sonora y asociativa del lenguaje importa más que su significado, los versos suenan e insinúan, más que dicen. La palabra tiene múltiples ecos y se carga de contenidos misteriosos, de significados equívocos, no unívocos, de reflejos interiores. Suele asumir posiciones políticas radicalizadas, se propone romper con la estructura tradicional del lenguaje y postula el sueño y la locura como fuentes inspiradoras del arte. Es una búsqueda permanente y, por esta razón, acepta su propia transitoriedad. En este sentido, cuenta con que será destronada por otro movimiento distinto, incluso antagónico, y de ahí deriva muchas veces su peculiar sentido lúdico e irónico del arte: todo es efímero y, si se acepta el aplauso común, el arte se convierte en algo académico, cosa odiada por el vanguardista.

 

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La vanguardia inevitablemente ambigua, no pudo librarse de asimilar elementos, de la ideología del decadentismo. Definida como revuelta, no alcanza por sí misma a la verdadera revolución, pero no se confunde con el decadentismo. Desde el principio, el arte vanguardista adquiere una impronta provocadora contra lo antiguo, lo naturalista o lo que se relacionara con el arte burgués. No será causalidad que todas las primeras manifestaciones de estos vanguardismos estén repletos de actos y gestos de impacto social, como expresión de un profundo rechazo a la llamada cultura burguesa. La Primera Guerra, como expresión del afán imperialista y del profundo fracaso de esa burguesía por conseguir la paz, será el período en que, junto a actitudes diversas de rechazo a la guerra, afloren todas estas manifestaciones artísticas extraordinarias con una versatilidad y agilidad desconocidas hasta entonces. Los llamados ismos se sucederán uno tras otro. Entre sus principales manifestaciones cabe incluir el surrealismo, el futurismo, el vorticismo, el imaginismo, la literatura de absurdo y el movimiento poético que en los países de habla inglesa se denomina modernismo.

Norma Menassa
Psicoanalista
normenassa@hotmail.com


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