SUMARIO
Editorial
Miguel Hernández
Para la libertad
Notas de dirección
Carmen Salamanca
Miguel Oscar Menassa
Buenos Aires, la reina del Plata, adiós
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
XII
Madrid, 1976
Carta para las fiestas de fin de año -I-
Madrid, 1976
Carta para las fiestas de fin de año -II-
Madrid, 1976
Carta para las fiestas de fin de año -III-
Madrid, 1976
Carta para las fiestas de fin de año -IV-
Madrid, 1976
Carta para las fiestas de fin de año -V-
Madrid, 1976
Carta para las fiestas de fin de año -VI-
Madrid, 1976
Carta para las fiestas de fin de año -VII-
Lo digo antes de que me lo pregunten
Poema dedicado al gobierno español
Para que algo nazca, algo tiene que dejar de vivir o La nueva ley de extranjería
Después nací a la libertad
Frescores
Norma Menassa
El realismo (II)
Exposición de Pintura en Las Rozas "Obra reciente" de Miguel Oscar Menassa
Descargar nº 136
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MIGUEL OSCAR MENASSA

Argentina, 1940

V

Frente a tu muerte han de venir,
los cálidos estúpidos,
los hambrientos,
a preguntar por tu salud.
Esta vez les diré que estás muerto,
que se acabó la joda de tu cuerpo,
que te mató la vida,
la ausencia de palabras.

Te prometo buscar entre las mujeres amadas,
los misteriosos hongos de tu piel.
Les pediré que hablen de tu fuerza,
les pediré que hablen de tu imbecilidad.

Amigo
el vino no será suficiente.
Amigo,
muero de tu misma muerte:
No creo en nada.

VI

Tenemos para decir cosas de casi todo el mundo.
La mayoría de nosotros habla por lo menos dos idiomas.

A los 35 años se tienen los recuerdos
y sólo
algunas posibilidades.

El reino de los estúpidos está cerca.
Ellos tienen pasiones exageradas.
Son peligrosos.
Solamente estas posibilidades y no otras,
no significa
ni que sean pocas
ni que tengo pensado luchar mucho por ellas.
Yo sé
que un hombre,
una mujer,
alguna vez,
tendrán mis mismas intenciones.
Ese día corregiré mis defectos.
El cielo es gris en estos días cerca de la primavera.
Los espejismos acechan
y el que no sufre porque tiene,
sufrirá porque no sabe,
y nada es mejor.

El viento suave de primavera y los primeros soles,
ahondarán el dolor.
Un cuerpo acribillado por la noche no tiene misterios.
Los misterios son necesarios para el amor.
Cuando el amor muere,
el sol,
ilumina,
todos los misterios.

Despojarnos de todas las máscaras es en definitiva
un gesto sin sentido.


Improvisando los encuentros Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 61x50 cm.

VII

A los 35 años se aman tiernamente el ocio y la locura,
y no los arrebatos acerca del ocio y la locura

La noche es alta en nuestros corazones
cuando el que muere nos pertenece.
Definitivo asombro en aquel lugar de mi ser
donde ya nada florecerá.
Opaca persistencia.
Reino del horror,
donde la imagen infinita serán tus ojos claros y tu cuerpo,
temblando cerca de mi cuerpo.

Yo sé
que nunca más,
podré escuchar tu voz y sin embargo,
giros endemoniados de mi ser proponen,
sin cesar,
un posible encuentro.
Ahuyento
estas claras proposiciones de muerte y de dolor,
y juro en falso.

www.elblogmaravilloso.com

 


La mujer del remolino de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 73x60 cm.

VIII

Conozco bien a una mujer.
Morena,
abierta como el mar,
pequeña y madre,
opaca en la violencia.

Descuidada en ciertos gestos de amor.

Magnolia triste ciertas tardes de otoño
cuando sus fantasmas particulares
le recuerdan los muertos por la patria.
Capaz
de hacer el amor hasta sentirse un animal feroz
o un tulipán abierto por el lento calor de nuestros cuerpos
o un inmundo batracio.
Posee como don, la crueldad del silencio.
Esa mujer dice mi nombre,
Miguel, cada mañana
y el sol le brilla en la cabeza.
Ama de mí,
mi cuerpo,
la savia de mi ser.
Desea con su carne mi pija,
amada pija mi Miguel,
matame, teneme compasión.

Esa mujer no es mi mujer.

Ella se pasea por la casa como si lo fuera.
Ama regar las plantas,
bailar el tango con su macho el cantor,
el que no sabe cantar,
el que siempre tiene desordenados los sentidos,
el que tiene 35 años y un solo dolor:
NADA NOS PERTENECE
ni el hambre, ni el horror,
ni los olores de la menta en Pompeya creciendo entre mis
manos.

Fatal
la guerra al fin será fatal.
El hombre perderá sus sentidos,
el hombre embrollará su corazón para siempre.
Y no tendrán clemencia,
nos matarán uno por uno a todos.
El hombre está perdido.
Tiene sus pies atados a la tierra,
su cabeza en el cielo,
sus brazos extendidos a la nada.

IX

Yo soy,
para que ustedes sepan definitivamente,
uno de los extraños casos del hombre
y la bestia.
Paso mis días girando locamente
entre las pieles femeninas y los olores de mi infancia.
Amo sin fe
las tardes donde el sol apacigua mis transformaciones.
Como un sereno amante
amo de mí,
los miserables territorios donde mi ser se arrastra
como lejana y tímida babosa,
pidiendo un día más,
un hálito de goce o de dolor.

Cuando la bestia se apodera de mí
-sopla mi corazón o muerde ferozmente mis sentidos-
todo es azul y generoso como la leche del verano.

Arduo es el oficio de la convivencia.

Mi pobre hombre ama la muerte y la locura.
Su destino es morir y sin embargo,
tiene en su corazón el recuerdo de las viejas pasiones.

Sigilosa
sumergida entre los desperdicios y la sangre
-con la crueldad que da el silencio-
La bestia ama la soledad.
La bestia no se rinde.
espera las catástrofes.

 

 

NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA