MIGUEL OSCAR MENASSA
Argentina, 1940 |
I
Ahora que el sexo y las drogas están de moda, es hora
de partir.
Cantemos
la muerte ha llegado y vive entre nosotros.
Goce infinito para quien olvide,
las cálidas ideas del sol y de las certidumbres.
Morías
mi pequeño animal
para que me fuera dada la muerte.
Aprehensible,
cotidiana también ella,
como una puta o como una mirada.
Morías
mi pequeño animal
envuelto en el invierno.
El calor de tu cuerpo
resquebrajó la helada.
El calor de tu cuerpo
resquebrajó mi ser.
II
Sé que las realizaciones no bastan.
Sé que hice todos los deberes mal.
Quiero volver desesperado
a los lugares
donde empezó el error.
Sé que no podré,
y sin embargo las idas y vueltas
hacia el pasado,
son mi regocijo y mi calma.
Nos matarán
sé que nos matarán y sin embargo,
miro dulcemente hacia los días donde ya no estaré,
y escribo para aquel hombre que sin saber quien habla,
escuchará mi voz.
III
Te escribo desde una mañana,
desde una mañana verdaderamente gris,
una mañana que se hizo gris a causa de la muerte.
No tengo en mi mirada nada de luz.
Amo los archipiélagos nocturnos,
y los lugares donde el hombre renuncia
definitivamente
a vivir.
Distraigo mi ser con las palabras de mis hijos.
Ellos me recuerdan que lo terrible ya sucedió.
Todo es el desorden de la fiebre.
Fiebre y locura,
castigos esperados,
castigos del alma.
Y ahora, por fin,
definitivamente locos,
nos dejaremos hacer el bien.
¿Qué imaginación puede tener un hombre que vive entre
cuatro paredes?
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IV
Morir es fácil, quién será el próximo.
Y entonces vi el horror.
Sólo su muerte
podía ser más importante que mi poesía.
Sólo el final de su plan
más importante que mis acercamientos a la verdad.
Veníamos a darnos cuenta,
precisamente el día de tu muerte,
que la fe era necesaria,
que ciertas palabras
-aunque sepamos no significan nada-
deben significarlo todo.
Pensé y lloré todo el tiempo,
pensé en la libertad de mis alondras,
en la libertad de mis pájaros celestiales.
Tu carne era mi carne.
Brisa de mar, atlántico de noche.
Tu carne era mi palabra en la tierra.
Tu muerte es el lugar donde mi mente estalla.
No habrá tiempo más justo para el hombre,
ni libertad,
ni nada.
Estamos encadenados.
Misteriosa y cruel es la palabra que no pronunciaremos.
Además,
la justicia terminaría con nosotros.
Imaginemos las mujeres iguales a los hombres.
Probemos el horror, hagamos la revolución a fondo:
borremos
las diferencias de los rasgos.

Metamorfosis de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 60x60 cm.

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