SUMARIO
Editorial
Mary Oliver
Gansos salvajes
Notas de Dirección
Carmen Salamanca
Piedad Bonnett
El comienzo de las cosas
Las cicatrices
Los imperturbables
Charles Bukowski
El genio de la multitud
Manuel del Cabral
Sexo cumpliendo
Luis de Góngora
¿No me bastaba el peligro...?
E. E. Cummings
La mentira del no
Herman Hesse
Lobo estepario
Gabriel García Márquez
Soneto matinal a una colegiala ingrávida
Silvia Plath
Aprensiones
Charles Baudelaire
La giganta
Raúl González Tuñón
Baudelaire
Julio Cortázar
El encubridor
Adelanto del libro
“ANTOLOGÍA POÉTICA”
de Miguel Oscar Menassa
Puesta en escena
Aforismos
Agenda Grupo Cero

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Piedad Bonnett

Colombia, 1951

EL COMIENZO DE LAS COSAS

Perturbador es el comienzo todo de las cosas
del amor
ese incrédulo milagro
del síntoma
que abre su boca y lanza su enferma bocanada
de lo que adentro tiembla
mientras se rompe el huevo silencioso
Ya en el latir primero
-cuando aquello que empieza es apenas anuncio-
como ondas concéntricas alrededor del gozo
vibra el miedo
pues la felicidad siempre husmea su muerte
Y cuando es ésta
la que a distancia emite sus señales
la raíz obcecada apura su alimento
se aferra a lo que vive
adentro de la tierra que ya empieza a picarla.

 

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LAS CICATRICES

No hay cicatriz, por brutal que parezca,
que no encierre belleza.
Una historia puntual se cuenta en ella,
algún dolor. Pero también su fin.
Las cicatrices, pues, son las costuras
de la memoria,
un remate imperfecto que nos sana
dañándonos. La forma
que el tiempo encuentra.

 


Primera fase del encuentro de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 100x81 cm.

LOS IMPERTURBABLES

Un sentimiento incómodo la compasión
ése que se levanta
al ver que el joven con el que nos cruzamos
el de la frente gacha
tiene los ojos húmedos
o que un anciano ciego tropieza y manotea
con los anteojos rotos y las rodillas rotas
y la cara turbada de los abandonados
que una multitud huye
cargando sus gallinas y el peso de sus muertos
La compasión confunde
(nos hace odiar y amar al mismo tiempo)
desata nuestras culpas
adensa entre las manos la moneda
con la que consolamos la impotencia
y nos convierte en frágiles
seres sentimentales
tan oscuros a veces a las puertas del sueño
e incapaces de ir firmes y rotundos
como esos otros
los imperturbables.

NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA