SUMARIO
Editorial
Mario Benedetti
Tiempo sin tiempo
Notas de Dirección
Carmen Salamanca
Nâzim Hikmet
Acerca del vivir
Carilda Oliver Labra
Canto a Matanzas
Graciela Genta
Mujer americana
Octavio Paz
Entre la piedra y la flor (I y II)
Entre la piedra y la flor (III y IV)
Germán Pardo García
Cuando mis labios se cansen
Adelanto del libro
“ANTOLOGÍA POÉTICA”
de Miguel Oscar Menassa
La mujer y Yo (9)
Aforismos
Agenda Grupo Cero

Descargar nº 178 en PDF

Graciela Genta

Uruguay, 1936

MUJER AMERICANA

Soy una.

Y soy todas las mujeres de mi sufrida América.

Mi sangre son los ríos que bajan torrentosos desde el cobre y la nieve de la Cordillera.

En mí, habitan valles y montañas, la selva misteriosa y las praderas.

Es guitarra mi cuerpo entre unas manos y a veces: sonido lastimero de una quena.

Soy una, y soy todas las mujeres nacidas en la América; la india sosteniendo las ventiscas, la negra del asombro en sus ojeras, la cálida mujer del Mar Caribe, la cimbreante mujer como palmera, la tímida mujer del Altiplano y la altiva mujer que abre fronteras.

Soy una, y soy todas las mujeres de mi América.

Nacidas para modelar el barro de los días y pintarlos de luz con las estrellas.

Soy la que amasa el pan, y bebe el vino y ofrece el agasajo de su mesa.

Una y todas en una:
siempre hembras, Vientre fecundo, raíz hincada al centro de la tierra, maga de poderes sobrehumanos que hace volver de luz la sombra espesa.

Mujer de hombros gigantes sostenida por la frágil estructura de sus piernas, un corazón abierto hacia la vida, y un luto siempre a cuestas.

Soy una, y soy todas las mujeres sufridas de la América, amalgama de luces y de sombras, fusión de invierno crudo y primavera, pájaro tibio al borde de una rama, y águila planeando en las esperas. Blanca, india, negra, cristiana, musulmana, budista o atea. Soy solamente una mujer, una mujer que vive, una mujer que sueña, una y todas las mujeres sufridas de mi América.

 


El incendio alrededor de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 54x65 cm.

Octavio Paz

México, 1914

ENTRE LA PIEDRA Y LA FLOR

I
Amanecemos piedras.

Nada sino la luz. No hay nada
sino la luz contra la luz.

La tierra:
palma de una mano de piedra.

El agua callada
en su tumba calcárea.
El agua encarcelada,
húmeda lengua humilde
que no dice nada.

Alza la tierra un vaho.
Vuelan pájaros pardos, barro alado.
El horizonte:
unas cuantas nubes arrasadas.

Planicie enorme, sin arrugas.
El henequén, índice verde,
divide los espacios terrestres.
Cielo ya sin orillas.

II
¿Qué tierra es ésta?
¿Qué violencias germinan
bajo su pétrea cáscara,
qué obstinación de fuego ya frío,
años y años como saliva que se acumula
y se endurece y se aguza en púas?

Una región que existe
antes que el sol y el agua
alzaran sus banderas enemigas,
una región de piedra
creada antes del doble nacimiento
de la vida y la muerte.

En la llanura la planta se implanta
en vastas plantaciones militares.
Ejército inmóvil
frente al sol giratorio y las nubes nómadas.

El henequén, verde y ensimismado,
brota en pencas anchas y triangulares:
es un surtidor de alfanjes vegetales.
El henequén es una planta armada.

Por sus fibras sube una sed de arena.
Viene de los reinos de abajo,
empuja hacia arriba y en pleno salto
su chorro se detiene,
convertido en un hostil penacho,
verdor que acaba en puntas.
Forma visible de la sed invisible.
El agave es verdaderamente admirable:
su violencia es quietud, simetría su quietud.

Su sed fabrica el licor que lo sacia:
es un alambique que se destila a sí mismo.

Al cabo de veinticinco años
alza una flor, roja y única.
Una vara sexual la levanta,
llama petrificada.
Entonces muere.

(sigue...)

w w w . l a s 2 0 0 1 n o c h e s . c o m