Silvia Plath
Estados Unidos, 1932 |
LAS VOCES
Primera voz
Soy lenta como la Tierra. Soy muy paciente,
Cumplo mi ciclo, soles y estrellas
Me miran con atención.
El celo de la luna es más personal:
Pasa y vuelve a pasar, luminosa como una enfermera.
¿Lamenta ella lo que me va a suceder?
I don't know. Está simplemente asombrada
ante la fecundidad.
Cuando salgo, soy un gran suceso.
No tengo necesidad de pensar o de prepararme.
Lo que sucede en mí tendrá lugar
de todos modos.
El faisán se yergue sobre la colina:
Se alisa las plumas pardas.
Sonrío a mi pesar a todo lo que conozco.
Hojas y pétalos me acompañan.
Estoy lista.
Segunda voz
Cuando la vi por vez primera,
esta pequeña hemorragia, no lo creí.
Veía a los hombres andar a mi alrededor, en la oficina.
¡Estaban tan tranquilos!
Algo había de cartón en ellos, después comprendí
Esta banalidad tan vacía, la que engendra las ideas,
las destrucciones,
Los buldozers, las guillotinas, las habitaciones blancas
llenas
De aullidos. Y las abstracciones. Estos arcángeles fríos.
Yo estaba sentada ante mi máquina de escribir,
en sastre y tacones altos.
Cuando el hombre para el que trabajo me dijo
sonriente: "¿Vio un fantasma?
De pronto está usted tan pálida". No dije nada.
No alcanzaba a creer. ¿Es que es tan difícil
Para el espíritu concebir una cara, una boca?
Los pedidos salen de las teclas negras y las teclas negras
salen
De mis dedos alfabéticos, ellas ordenan las piezas.
Y aún las piezas, los pabilos, los engranajes,
toda una multiplicidad brillante.
Muero sentada. Pierdo una dimensión.
En mis oídos hay trenes que rugen, salen, salen.
La huella plateada del tiempo se devana en la distancia.
El cielo blanco se vació de sus promesas como un dolor.
Esta resonancia mecánica producida por mis pies.
Tap, tap, tap, tobillos de acero. Siento una insuficiencia. |
Es una enfermedad que llevo conmigo, es una muerte.
Una vez más, es una muerte.
¿Es el aire, las partículas mortales que aspiro? ¿Soy un
pulso
Que se debilita cada vez más ante el arcángel frío?
¿Es él mi amante? ¿Esta muerte, es ella otra muerte?
Cuando fui niña, amé un nombre corroído por el liquen.
¿Sería entonces el único pecado, este viejo amor
muerto de la muerte?
Tercera voz
Recuerdo el instante en que realmente lo supe.
Los sauces perdían su calor,
El rostro en el estanque era bello, pero
no era el mío,
Tenía un aire importante, como todo el resto,
Y no veía más que peligros:
palomas, palabras,
Estrellas y lluvias de oro - ¡concepciones,
inseminaciones! -
Recuerdo un ala blanca y fría.
Y el gran cisne, con su mirada terrible,
viniendo a mí, como un castillo, de río crecido.
Hay una serpiente en los cisnes.
Ella resbaló cerca de mí; su ojo contenía un mensaje
sombrío,
Vi el mundo en ella -pequeño, mezquino y sombrío.
Cada pequeña palabra enganchada a otra, los actos a los
actos.
Algo había brotado de ese día cálido y azul.
No estaba lista. Las nubes blancas
se precipitaron.
Por los cuatro sentidos.
Ellas me descuartizaron.
No estaba lista.
Carecía de respeto.
Creía poder negar las consecuencias.
Pero ya era demasiado tarde.
Era demasiado tarde,
y el rostro se tornó más nítido,
amoroso, como si yo estuviera lista.

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