Edgar Bayley
Argentina, 1919 |
ABRIR LA PUERTA
Me pregunto
y es una pregunta inmoral
si servirá de algo abrir esa puerta
que da al patio
a la tierra
al viento del mundo
a los pasos de la gente
me pregunto
si servirá de algo escribir
a estas horas de la noche
en el silencio de mi habitación
con la puerta cerrada
sería tan sencillo
me digo
abrir por fin la puerta
y asomarme y mirar
dejando que me lleven
los pasos y las sombras del camino
me pregunto si servirá de algo explicar
por qué no explico
cuando tanta palabra y confidencia
intentaron traducirme
y ponerme al descubierto
si servirá de algo abrir la puerta
me pregunto
y andar por el patio
por el mundo entre la gente
abrir de par en par la puerta
para que todo pueda cumplirse
como la hoja de un cuchillo al extremo de un puente
como la red y el roble que salvan la alegría al final
del espectáculo
como el canto de las aguas y el susurro de la siesta
como la playa en sombras y el lecho infinito de los amantes
reencontrados
para que todo pueda cumplirse
la luz la noche la inocencia
el nombre que pasa entre las ramas
la puerta se abrirá enteramente
se abrirá por fin la puerta
por si alguno
quiere volver a entrar o salir
o curiosear entre mis cosas
o esperarme mientras vuelvo
y si tardo y no regreso
salir al viento
y olvidarme

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Olga Orozco
Argentina, 1920 |
OPERACIÓN NOCTURNA
Alguien sopla.
Sopla contra mi casa una envoltura de cortinajes negros,
una niebla sedienta que husmea como hiena en los rincones,
unas sombras que incrustan trozos de pesadilla en la pared.
Alguien sopla y convoca los poderes sin nombre.
Mi guarida se eriza,
se agazapa en el foso de las fieras,
resiste con su muestrario de apariencias a los embates
de la mutación.
Alguien sopla y arranca de sus goznes mi precaria morada,
las maquinarias de su remota realidad.
Ahora es otra y no es y apenas vuelve a ser en más
o en menos,
tan amenazadora y tan falaz como una escena blanca
espejeando en la nieve
o la ventana que se enciende y se apaga en la espesura
del tapiz.
Pero igual la sofocan en su temblor final con una funda
helada,
la separan de sus mansas costumbres,
le quitan una a una sus misericordiosas pertenencias
con un duro escalpelo.
La convierten en la trampa feroz sobre las bocas del abismo
que viene.
¡Y yo que reclamaba solamente un lugar de pequeñas
alianzas como chispas,
solamente un lugar para oficiar la luz en torno de mis
huesos!
¿No había para mí nada más que esta cárcel,
estos muros aviesos, fatales hacia abajo,
esta tensa tiniebla que me arroja de subsuelo en subsuelo? 
Las promesas de la música de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 100x73 cm.
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