CASI UNA AUTOBIOGRAFÍA
DE CASI UN PREMIO NOBEL
Miguel Oscar Menassa
PVP: 15 € (154 págs.)
INTENTO DE PRÓLOGO
Que el ordenador no funcione me obliga a no jugar con el ordenador y de esa manera ahorro dinero y para entretenerme escribo, y de esa manera ahorro vida. No está mal de vez en cuando quedarse sin ordenador. Después, me pregunto, para qué ahorrar dinero si luego el Estado o algún ladrón de turno, te lo robará, casi seguro, tu dinero ahorrado no servirá para nada. Y ahorrar vida de qué le sirve a alguien que se pasó toda su vida ahorrando vida y como sabemos, no solamente la acumulación exagerada de grasa produce enfermedades del corazón, así que a vivir, basta de ahorro.
Navego, ahora, casi sin darme cuenta, mares ajenos. Me alegra, a pesar de mis setenta años, disfrutar del trabajo realizado por otros.
Algunos poetas me dieron la vida, otros poetas me dieron la muerte, pero Freud combinó los contenidos de tal manera que desde entonces, para el ser humano, vida y muerte, según las circunstancias, son casi lo mismo.
Existen hoy día, me doy cuenta, infinitas barreras que impiden que el hombre pueda pensar su propia muerte y la misma cantidad de barreras para que el hombre pueda pensar su propia vida. El hombre no sabe lo que es morir o vivir, pero vive y muere sin darse cuenta de nada, sin dejar rastros.
Sin Cesare Pavese no hubiera conocido la estepa.
Sin Pablo Neruda no hubiera conocido el vino.
Sin Raúl González Tuñón no hubiera conocido al pueblo.
Y Saint John Perse me dio el mar donde se hundió Alfonsina.
William Faulkner me dio el inconsciente.
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Después de leer varios libros de Faulkner pude estudiar mejor a Freud, pero Freud me ofreció, y yo amé con fortaleza, la complejidad del sujeto psíquico, capaz de amar al enemigo y odiar al amado.
Freud separó para siempre al hombre del poeta.
Al dinero del ser.
Y al hijo separó de la madre.
La obra de César Vallejo es el fundamento de mi fuerza.
Vicente Huidobro y Vladimir Maiakovski me hicieron conocer la ilusión.
José Martí me dio el trabajo.
Germán Pardo García llegó a mí cuando yo cumplía treinta y cinco años y me dio todo lo que me faltaba, y esos días del encuentro sentí que ya era un gran escritor. Menos mal que Freud estaba cerca y me dijo:
-Semilla eres, así que tienes que conseguir tierra fértil y regar, regar todos los días, y si no te secarás y nadie sabrá nada de ti.
Yo comprendí que Freud me interpretaba:
-Escribe, animal, escribe todos los días de tu vida y alguien, algún día lo dirá: Menassa es un escritor, pero tú riega, riega, sigue regando, aunque el árbol tome una altura inalcanzable.
Respeté y no respeté todo lo que me enseñaron, todo lo que pude aprender. Antonio Machado me enseñó a narrar, pero también Cesare Pavese y por qué no Horacio Quiroga, y Faulkner no te digo, y Moravia y Roberto Artl (uno de mis amores eternos), y hasta Cortázar, Henry Miller, Hemingway, John Dos Pasos.
Bertolt Brecht me enseñó a luchar, pero también Tuñón, Portogalo, Alberti, Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, la Pasionaria y Evita. Hölderlin, Raúl Gustavo Aguirre, Octavio Paz me empujaron con sus escritos a escribir casi toda mi vida de la poesía, de la creación. Juan-Jacobo Bajarlía y Leopoldo de Luis me enseñaron el respeto por el trabajo y la generosidad.
Y por último, creo, Carlos Marx me enseñó a sumar y Carlos Gardel a sustituir.
Nunca me interesaron los reconocimientos que de tanto en tanto ofrece la cultura, pero ahora me lo tendré que pensar, se trata del premio Nobel.
Crepúsculo, de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 50x50 cm.
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