SUMARIO
El oficio de poeta
Olga Orozco
Balance de la sombra
Para hacer un talismán
Detrás de aquella puerta
Esa es tu pena
Brillos, soplos, rumores
Objetos al acecho
Lo que fue; lo que no ha sido
Miguel Oscar Menassa
Límite uno: El amor
Límite otro: La locura
La pasión: La poesía
Miguel Hernández
Mi sangre es un camino
Socios de Honor
Agenda
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OLGA OROZCO

Argentina, 1920

BALANCE DE LA SOMBRA

Muchas veces, en los desvanes de la noche,
cuando la soledad se llena de ratones que vuelan o escarban
bajo el piso
para roer, tal vez, los pocos nudos que me atan a este asilo,
busco a tientas la tabla donde asirme o el lazo que todavía me
retenga.
Entonces te adelantas, aunque no sé quién eres,
sombra fugaz y sombra de mí misma, mi sombra ensimismada,
sí, tú, la más cercana pero la más extraña,
y siento que aun con tu inasible custodia me confirmas
un lugar en el mundo.
Pero ¿quién eres tú?, ¿quién eres?
Quizás seas apenas como un jirón de niebla
que copia dócilmente cada pacto de mi sustancia con el
tiempo,
como cree la luz;
o acaso estés aquí sólo para testimoniar con tu insistente
opacidad la culpa y la caída.
Compañía fatal o delatora,
yo sé que agazapada en un rincón cualquiera de los sueños
permites que la muerte se pruebe mi propio cuerpo
cuando duermo.
Y no ignoro tampoco que llegas desde el fondo de un abismo
con alas de ladrona
y escondes en tu vuelo soles negros,
humaredas de infiernos nunca vistos y recuerdos
que zumban como enjambres.
Tu cosecha de ayer; tu amenaza y promesa para hoy y mañana.
Sospecho que también tú me has contagiado
paredones roídos,
templos rotos, fisuras dolorosas y escondrijos que dan al
otro lado.
Pero también multiplicaste a ciegas las visiones del amor que no muere,
nos vestiste con noche encandilada, con fugitivos resplandores,
y hasta te vi saliendo de ti misma
y te vi propagarnos como a un eco, como a un temblor
de luces hacia la eternidad,
al paso de las aguas.
Sombra perversa y sombra protectora,
mi doble de dos caras.
Nunca tuve otra hija más que tú
y has hecho lo imposible por parecerte a mí, en mi versión
confusa,
aunque siempre aparezcas embozada en anónima y ajena,
peregrina envoltura.
Yo te confieso ahora, mientras estoy aquí,
mientras aún me anuncias o me sigues, no sé si
como emisaria o como espía,
que quienquiera que seas no querría perderte entre otras
sombras.
No me dejes entonces nunca a solas con mi desconocida:
no me dejes conmigo.


De antiguas fragancias de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo, 61x38 cm.

PARA HACER UN TALISMÁN

Se necesita sólo tu corazón
hecho a la viva imagen de tu demonio o de tu dios.
Un corazón apenas, como un crisol de brasas para la idolatría.
Nada más que un indefenso corazón enamorado.
Déjalo a la intemperie,
donde la hierba aúlle sus endechas de nodriza loca
y no pueda dormir,
donde el viento y la lluvia dejen caer su látigo en un golpe
de azul escalofrío
sin convertirlo en mármol y sin partirlo en dos,
donde la oscuridad abra sus madrigueras a todas las jaurías
y no logre olvidar.
Arrójalo después desde lo alto de su amor al hervidero de la bruma.
Ponlo luego a secar en el sordo regazo de la piedra,
y escarba, escarba en él con una aguja fría hasta arrancar
el último grano de esperanza,
Deja que lo sofoquen las fiebres y la ortiga,
que lo sacuda el trote ritual de la alimaña,
que lo envuelva la injuria hecha con los jirones de sus antiguas
glorias.
Y cuando un día un año lo aprisione con la garra de un siglo,
antes que sea tarde,
antes que se convierta en momia deslumbrante,
abre de par en par y una por una todas sus heridas:
que las exhiba al sol de la piedad, lo mismo que el mendigo,
que plaña su delirio en el desierto,
hasta que sólo el eco de un nombre crezca en él con la furia
del hambre:
un incesante golpe de cuchara contra el plato vacío.

Si sobrevive aún,
si ha llegado hasta aquí hecho a la viva imagen de tu demonio
o de tu dios;
he ahí un talismán más inflexible que la ley,
más fuerte que las armas y el mal del enemigo.
Guárdalo en la vigilia de tu pecho igual que a un centinela.
Pero vela con él.
Puede crecer en ti como la mordedura de la lepra;
puede ser tu verdugo.
¡El inocente monstruo, el insaciable comensal de tu muerte!

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DETRÁS
DE AQUELLA PUERTA

En algún lugar del gran muro inconcluso está la puerta,
aquella que no abriste
y que arroja su sombra de guardiana implacable en el revés de
todo tu destino.
Es tan sólo una puerta clausurada en nombre del azar,
pero tiene el color de la inclemencia
y semeja una lápida donde se inscribe a cada paso
lo imposible.
Acaso ahora cruja con una melodía incomparable contra
el oído de tu ayer,
acaso resplandezca como un ídolo de oro bruñido por las
cenizas del adiós,
acaso cada noche esté a punto de abrirse en la pared final del
mismo sueño
y midas su poder contra tus ligaduras como un desdichado
Ulises.
Es tan sólo un engaño,
una fabulación del viento entre los intersticios de una historia
baldía,
refracciones falaces que surgen del olvido cuando lo roza
la nostalgia.
Esa puerta no se abre hacia ningún retorno;
no la guarda ningún molde intacto bajo el pálido rayo
de la ausencia.
No regreses entonces como quien al final de un viaje erróneo
-cada etapa un espejo equivocado que te sustrajo el mundo-
descubriera el lugar donde perdió la llave y trocó por un
nombre confuso la consigna.
¿Acaso cada paso que diste no cambió, como en un ajedrez,
la relación secreta de las piezas que trazaron el mapa de toda la partida?
No te acerques entonces con tu ofrenda de tierras arrasadas,
con tu cofre de brasas convertidas en piedras de expiación;
no transformes tus otros precarios paraísos en páramos
y exilios,
porque también, también serán un día el muro y la añoranza.
Esa puerta es sentencia de plomo; no es pregunta.
Si consigues pasar,
encontrarás detrás, una tras otra, las puertas que elegiste.

125.001 ejemplares: NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA