SUMARIO
Jorge Luis Borges
La luna
Olga Orozco
Con esta boca, en este mundo
Enrique Molina
El amor a lo lejos
Louis Aragon
Habitaciones
Pedro Calderón de la Barca
La vida es sueño (fragmento)
Rafael Alberti
La soledad
El perro rabioso
Jacques Prévert
Mañana de domingo
Miguel Oscar Menassa
La mujer y yo (42)
Socios de Honor
Presentación de la muestra de Momgallery
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RAFAEL ALBERTI

España, 1902

En un rincón, la escoba se aburre. Hace ya un mes
que no lavo las sábanas… Tan sólo,
enganchada de un clavo del muro de la alcoba,
sigue la nueva colcha de los pájaros.
Llega el otoño ya.
Mi mujer no ha venido. Yo no la conocía…
No la conocí nunca.
Era joven. Lo sé.
Unos veintidós años…
Aquí tengo su carta…
Yo he cumplido sesenta…
El polvo… El calor… Tal vez tantos kilómetros…
¡Vaya usted a saber!

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EL PERRO RABIOSO

1

Muero porque las pulgas me inoculen
la sangre de los perros más rabiosos,
me vuelvan los colmillos venenosos
y el hombre que hay en mí me lo estrangulen.

Que ni el odio y la furia disimulen
cuanto de hirientes, graves, peligrosos
son mis serios arranques rencorosos,
sin puños que los frenen y regulen.

Época es de morder a dentelladas,
de hincar hundiendo enteras las encías,
contagiando mi rabia hasta en la muerte.

Revolcándose, mira inoculadas
aullar las horas de los malos días,
por morderlas ¡oh Tiempo! y por morderte.

2

Mordido en el talón rueda el dinero,
y se retuerce ya en su sepultura,
con la Iglesia y el hambre, la locura
del juez, del militar y del banquero.

Mordida y por el mismo derrotero
va la familia, llaga que supura,
en una interminable calentura,
jugo de muladar y estercolero.

Huele a rabia, a saliva, a gente seca,
contaminando un humo corrompido
la luz que ya no alumbra, que defeca.

El cadáver del Tiempo está podrido,
y sólo veo una espantable mueca,
una garganta rota, un pie mordido.

 


Pensamiento transparente de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo, 81x65 cm.

 

GRUPO CERO
Buenos Aires

Talleres de poesía

Lucía Serrano (Tigre)
Tel.: 4749 6127

 

www.miguelmenassa.com

LA SOLEDAD

ESCENA I

Vendrá.
Vendrá.
Lo ha escrito.
La semana que viene.
Mientras, blanqueo la casa,
arreglo la cocina,
termino de pintar el techo de la alcoba.
Ahora
tengo una nueva cama,
dos sillas de nogal,
una cómoda, un buen palanganero,
una mesa que no se tambalea…
Somos dos solamente… ¿Qué más puedo querer?
Afuera,
en mitad del jardín,
engordan los tomates…
Hay acelgas, lechugas,
rábanos, zanahorias…
Las patatas,
reventando en la tierra,
sólo están esperando su llegada.
Las ramas del durazno se doblan… El ciruelo
no puede aguantar más… Cuando los miro,
parece que me dicen: "No nos toques. Ya viene."
Tengo un gallo cantor
y hasta siete gallinas ponedoras…
Todo está preparado.
Vendrá. Pienso que el martes…
si no, a lo más tardar,
la mañana del miércoles…
o quizás en la noche… Sí, mejor… ¡En la noche!

ESCENA II

Vendrá.
Vendrá.
Lo ha escrito.
Ya pasó una semana.
Viene desde muy lejos…
De allá del norte… En tren…
Casi dos mil kilómetros…
Muy lejos… Malos trenes…
Y el calor… Y el polvo
que entra por todas partes…
La casa está ya lista: una paloma blanca
de cal pura… Lucientes,
más brillantes que el oro,
la sartén, el perol, la cacerola… Y luego,
la cama grande, grande… cubierta de una colcha
de colores, con pájaros…
Pero muchos kilómetros sin nadie… Eso me han
dicho…
Y el calor… Y el polvo…
Tendrá sed… Aquí, el agua
no falta casi nunca… Va a gustarle esto mucho…
Poco trabajo para ella… Yo
lo haré todo. Soy fuerte todavía…
¿Ella? Bueno. Veremos.
Es mi mujer… no quiero que se canse.
"Trae aquí esos tomates... Mira, aquéllos de allá,
tan colorados…" Nunca los ha visto.
Dirá que no… "¿Lechugas como éstas,
tan blancas? ¿Y los rábanos? ¡tampoco!
Vamos, mujer… Te esperan las gallinas…
¿Qué más quieres? El postre
ahí lo tienes colgado del ciruelo.
Extiende el delantal y sacude una rama…"
Ya es muy tarde. Le tomo la cintura…
Se sonríe… ¡Qué hermosa!
Apagamos la luz…
Así. ¡Cuántos kilómetros!
Hoy es miércoles ya… Vendrá esta noche.

ESCENA III

¿Vendrá?
Puede que venga.
Lo dice en esta carta que aquí llevo.
Se está yendo el verano… Y llueve. Las patatas…
¡cuántas ya se han podrido!
Los tomates se hincharon de tal modo
que rodaron por tierra, derramándose.
La fruta se acabó. Nunca los pájaros
comieron más duraznos y ciruelas.
Las acelgas… ¡Qué viejas y amarillas
están ya! ¡Qué buen tonto
sería si plantara de nuevo más lechugas!
Las gallinas cloquean por los muertos sembrados.
La lluvia ha enverdecido el banco de la casa.
La cocina está negra de hollín… Miro las sillas…
Una está sin usar… la otra ya tiene
partido un palo… El suelo
cruje sucio de tierra.

125.001 ejemplares: NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA