SUMARIO
Vicente Aleixandre
Los poetas
El brazo
A ella muerta
La noche
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Para quien escribo
Al amor
Mina
Paisaje
Nadie
Al hombre
La selva y el mar
Ezra Pound
Salutación tercera
Portrait d'une femme
Rebelión
La buhardilla
Frescores:
Cesare Pavese
La flor
Socios de Honor
La noche en Blanco
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VICENTE
ALEIXANDRE

España, 1898


En la selva de Miguel Oscar Menassa. Óleo sobre lienzo, 60x81 cm.

EL BRAZO

I

Primero fue desde el tronco la aventura,
el proyecto,
la insinuación lentísima y robusta: el hombro duro.
Un empujón de la materia solo;
dentro, cerrado, poroso, decidido,
un surtidor de hueso puro: el húmero.

En seguida la llave, el giro delicado,
la posibilidad abierta, destinada y útil
al mismo tiempo: el suavísimo codo numerario,
casi infinitamente móvil
frente a la redondez del horizonte.
Luego el enlace más fino, dúo de voluntad así logrado,
así disparado,
doble relámpago de hueso
en suspensión sin fin: cúbito, radio.
Y dando en el blanco, deteniéndose, vibrando
en la palma, su prolongada vibración suavísima:
los dedos.
Onda casi invisible que perdura
todavía, estrellada y dispersa, con materia
y origen reconocibles.
Desde el hombro a la uña: una herramienta
del mundo, un prodigio de voluntad
material. Un suceso sin fin.
¡El brazo humano!

II

Pero no. Todo es solo la misma
carne o masa
obedecida, que como una ola pura
cubrió la arena o hueso de ese brazo.
Hasta llegar caliente, viva a la mano extendida
y allí doblar como una onda que muere
salpicando, ya rota entre los dedos.

El brazo así completo nació y puso
su peso mineral sobre la tierra.
Movió el agua, plantó el árbol, quebró el cerco
de la masa uniforme: el mundo inerte.
Hizo el fuego, tejió el lino imprevisto,
forjó el hierro, fundó la rosa viva.
Izó la rosa viva, el faro vivo.
Rasgó la tierra y derramó los trigos
como un océano verde sobre el mundo.

Se alzó, en su fin la mano, y otra mano
desde el confín llegó, estrechó: cercaban
la redondez entera del planeta.
¡Dos manos estrechadas, con su brazo,
rodeándola,
eran límite vivo de la tierra!

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A ELLA MUERTA

Hecha carne te tengo
bajo mis pasos en la tierra,
camino que has venido
sin que yo me moviera.
Te has hecho paso tú
y alfombra y viva tierra
y mis pies has rozado
para que yo siguiera.
Yo estaba aquí sentado
sin luces y sin vera,
sin paso y sin medida,
sin sombra y sin bandera.
Te has hecho carne y polvo,
hoy nunca más concreta,
en barro, al pie, y en sangre,
imagen ya, materia.

 

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LOS POETAS

¿Los poetas, preguntas?

Yo vi una flor quebrada
por la brisa. El clamor
silencioso de pétalos
cayendo arruinados
de sus perfectos sueños.
¡Vasto amor sin delirio
bajo la luz volante,
mientras los ojos miran
un temblor de palomas
que una asunción inscriben!
Yo vi, yo vi otras alas.
Vastas alas dolidas.
Ángeles desterrados
de su celeste origen
en la tierra dormían
su paraíso excelso.
Inmensos sueños duros
todavía vigentes
se adivinaban sólidos
en su frente blanquísima.
¿Quién miró aquellos mundos,
isla feraz de un sueño,
pureza diamantina
donde el amor combate?
¿Quién vio nubes volando,
brazos largos, las flores,
las caricias, la noche
bajo los pies, la luna
como un seno pulsando?
Ángeles sin descanso
tiñen sus alas lúcidas
de un rubor sin crepúsculo
entre los valles verdes.
Un amor, mediodía,
vertical se desploma
permanente en los hombros
desnudos del amante.
Las muchachas son ríos
felices; sus espumas
-manos continuas- atan
a los cuellos las flores
de una luz suspirada
entre hermosas palabras.
Los besos, los latidos,
las aves silenciosas,
todo está allá, en los senos
secretísimos, duros,
que sorprenden continuos
a unos labios eternos.
¡Qué tierno acento impera
en los bosques sin sombras,
donde las suaves pieles,
la gacela sin nombre,
un venado dulcísimo,
levanta su respuesta
sobre su frente al día!
¡Oh, misterio del aire
que se enreda en los bultos
inexplicablemente,
como espuma sin dueño!
Ángeles misteriosos,
humano ardor, erigen
cúpulas pensativas
sobre las frescas ondas.
Sus alas laboriosas
mueven un viento esquivo,
que abajo roza frentes
amorosas del aire.
Y la tierra sustenta
pies desnudos, columnas
que el amor ensalzara,
templos de dicha fértil,
que la luna revela.
Cuerpos, almas o luces
repentinas, que cantan
cerca del mar, en liras
casi celestes, solas.

¿Quién vio ese mundo sólido,
quién batió con sus plumas
ese viento radiante
que en unos labios muere
dando vida a los hombres?
¿Qué legión misteriosa,
ángeles en destierro,
continuamente llega,
invisible a los ojos?
No, no preguntes; calla.
La ciudad, sus espejos,
su voz blanca, su fría
crueldad sin sepulcro,
desconoce esas alas.

Tú preguntas, preguntas...

125.001 ejemplares: NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA