LAS 2001 NOCHES Nº 81

XV CONGRESO INTERNACIONAL
GRUPO CERO
LA MUJER Y YO
PSICOANÁLISIS DE LAS RELACIONES DE PAREJA
EL CUERPO ERA UNA VERDAD
INCUESTIONABLE
ELLA ME BUSCA, SIEMPRE
TODO EL DÍA
DEL 20 AL 23 DE JUNIO DE 2005
HOTEL CROWNE PLAZA
SALÓN IMPERIAL
Plaza España, S/N
Información: 91 758 19 40
CUANDO ELLA ME ATACABA SIN MOTIVOS SOCIOS DE HONOR
MIGUEL OSCAR MENASSA HOY ME ACUESTO CON UNA ILUSIÓN FERIA DEL LIBRO DE MADRID
POCO A POCO FUI CREYENDO TODO LO QUE VEÍA ELLA, A LA MAÑANA TEMPRANO, AL DESPERTARME, ME DICE NO DEBEMOS CALMAR
EL HAMBRE NUNCA
UNA VEZ, ELLA ME INTIMIDÓ CON SUS PREGUNTAS A VECES, ELLA ABRÍA LAS COMPUERTAS
DEL ODIO
DE MUTUO ACUERDO
NOS MIRÁBAMOS A LOS OJOS Y NOS DECÍAMOS CUANDO ESTÁBAMOS CON GENTE, ELLA CIERRE DE LA MUESTRA DE ÓLEOS
"FRUTOS DE PRIMAVERA"
ESTA NOCHE VIENEN A VISITARNOS SUFRIR, SEGÚN LOS PENSAMIENTOS QUE ELLA TRAÍA PRESENTACIÓN DEL LIBRO
MITOS AZULES

125.001 ejemplares: NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA


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MIGUEL OSCAR MENASSA
Argentina, 1940


POCO A POCO FUI CREYENDO
TODO LO QUE VEÍA

Poco a poco fui creyendo todo lo que veía,
al tiempo ya no podía distinguir lo que veía
de la realidad, pero tampoco de los sueños.

Era de aquí, de allá, de donde fuera,
hubo noches que hacía la vida con pasión
y hubo días enteros donde sólo podía soñar.

Hacía el amor o el desamor a cada instante
y, cuando nadie me miraba, era ciega.

Hay en ella cuando se trata de mí
cosas que se repiten inalterables
su manera de besarme la boca
cuando canto alegre mis poemas.

Después, también, es cierto,
ella vuela conmigo haciendo giros
que en el aire simulan una danza
y después, cuando caemos juntos,
nos reímos del amor en primavera
y ella gira en la tierra como en el aire
y muta y es cambiante y olvida.
Es capaz de dar la cara al universo y,
al mismo tiempo, dar la espalda al mundo.

Cuando me besa siempre igual,
de la misma manera siempre,
es para sostener
el reinado de sus besos
en mis palabras.

Después es divertida,
se ríe con los chistes,
ama las sedas y el carmín
y puede ser virtuosa
y ama de aquí y de allí
en varias lenguas y en silencio
y quiere educar a todo el mundo
y prefiere que las mujeres
se amen entre sí
y llora y nieva sobre el alba
y goza, ligera, sin posarse siquiera.
Pero cuando dice adiós
se cierra el corazón de la noche
cruje la montaña sensible al dolor
y mujeres y dioses enamorados
piden que no lo haga.

Mas ella, ya estuvo arrepentida,
ahora
lo único que quiere del amor
es la libertad,
por eso cuando dice adiós,
aunque nos ame, es para no volver.

Adiós, amado,
y es como cuando la muerte
se desata solemne y despiadada
sobre los amantes en silencio.
Adiós, amado,
y en esta desesperación
que me aleja para siempre de ti,
te amo hasta el delirio de sentirme
la reina de tu boca en cada verso.


 

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UNA VEZ, ELLA ME INTIMIDÓ
CON SUS PREGUNTAS

Una vez, ella me intimidó con sus preguntas:
¿Has tenido alguna vez pasiones verdaderas?
¿Alguna mujer, una idea, algún vicio, el poema?
Quedé como tocado por la nieve, helado.

Venirme a preguntar, precisamente, a mí,
si alguna vez, apasionadamente, entregué mi canto
a la mujer amada o a mis vicios secretos
y sorprendido me pregunté ¿Y ella me lo pregunta?

Ella, que transformó en virtud todos mis vicios
y se quedó a mi lado y, libre, amó todo mi amor.
Pero se fue poniendo triste de sí misma
triste de gozar de la vida y comenzó a sufrir.

Y nada le alcanzaba para seguir sufriendo.
Se ataba a los postes telefónicos,
para escuchar todas las conversaciones
y se metía en la vida de todo el mundo
pero ¡oh! singular mujer, ella,
no estaba en el mundo.

Y se engañaba a sí misma todo el tiempo,
se miraba en el espejo y se decía:
Soy una mujer, y se engañaba a sí misma,
cuando decía: soy una mujer independiente.

Y cuando se daba cuenta hasta con dolor
que no era ella misma la mujer de sus sueños
y que, ella misma, no era para nada independiente
dijo con pasión: Así es la vida, siempre nos engaña.

Hubo mujeres a mi lado
por decir algo, dije,
a quienes les bastaba
que yo tuviera sexualidad,
yo vivía y ellas se conformaban
mirándome vivir.

Esos días, cuando jugábamos a existir
terminábamos destrozados, sin fe
gritándole a la luna nuestro fracaso:
Existir no es posible, ni siquiera jugando.

Soy este trozo oculto para mí,
me decía ella llorando arrebatada
y tú no existes
a menos que esta mujer que soy
lo quiera.
Y el sol existe porque nos da vida
y de tanto nombrarlo lo hemos hecho posible
y nuestro amor, ¿qué sería nuestro amor
sin el beso o la frase de mañana,
que lo irán produciendo?

A mí no me gustaba filosofar,
yo era un hombre concreto
hecho de cal, de arena, de cemento
por eso que, cuando ella hablaba
tratando de eludir en el hablar
el compromiso de poder hacerlo,
yo la amaba por ese desparpajo,
por esa insolencia casi ingenua.

Hablaba del mundo como si ella
no estuviera en el mundo.
A mí me maravillaba su cordura,
su indiferencia, su disociación.
Hablaba de los hombres de las otras mujeres
como si ella fuera extraterrestre o divina
y a mí, hoy quiero confesarlo totalmente,
me enamoraba de ella esa pasión de soledad.

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NOS MIRÁBAMOS A LOS OJOS
Y NOS DECÍAMOS

Nos mirábamos a los ojos y nos decíamos
"Hoy daremos la vuelta al mundo en 80 besos"
y nos aferrábamos a cualquier ilusión
y volábamos más allá de las nubes
hacia el centro galáctico del amor
y surgía el poema.

Después, cuando volvíamos,
volvíamos cayendo
a velocidades inauditas.
El choque de los cuerpos
contra el viento veloz
nos ponía contentos
y algo nos excitaba.
Después, caíamos sin más
en un amor cualquiera.
Éste es un amor terrestre,
decíamos sorprendidos,
un amor vulgar, sin límites,
por eso es que no existe.

Después de los viajes al cielo y de las estrepitosas caídas,
quedábamos impresionados de nosotros mismos:
¿Quién, en nosotros, pudo ese amor sublime?
¿Quién fue en mí el fuego de tus besos?
¿Quién en ti, amada, voló tan alto como el cielo?
¿Quién diluyó nuestros cuerpos en la palabra amor?
¿Qué fue lo que pasó en el mundo
mientras nosotros hacíamos el amor?
Tal vez, un eslabón del hombre
se ha roto para siempre.

Seguramente, amado, le dije,
con ternura incipiente,
alguien murió de más,
alguien vivió de menos.
Seguramente, te darás cuenta
que mientras hacíamos el amor
fueron condenados los hombres justos
y fueron puestos en libertad los gobernantes.

A él, hubo un momento en que mis reflexiones
le parecieron un poco exageradas
y sin mirarme francamente a los ojos
intentó decirme:
Hubo gobernantes que fueron condenados
y hubo hombres justos que, luchando,
consiguieron su propia libertad
y, mirándome con algo de desprecio,
hombres como yo que lo dieron todo
para la libertad y no me quejo
ni simulo estar demasiado vivo,
pasó lo que pasó y nuestro amor
fue la raíz del tiempo.

 

PRESENTACIÓN DEL LIBRO
DE POESÍA:

AUTORAS:
Mónica López Bordón y
Carmen Ortigosa Martín

DIA 18 DE JUNIO
A LAS 20,00 HORAS

Casa de Grupo Cero
c/ Duque de Osuna, 4
 

ESTA NOCHE VIENEN
A VISITARNOS

Esta noche vienen a visitarnos
mis dos mejores amigas de la juventud,
así que mejor pensamos cómo recibirlas,
quiero verlas felices aunque sea una noche.

¿Y yo qué tengo que ver en los festejos?
son tus amigas, yo no las conozco,
mejor me voy al bar o escribo y,
además, cuando las mujeres hablan
entre sí, de sus cosas, no las aguanto.

Ella, como mimosa, me dijo dulce:
Nada, tú no tienes que ver nada,
son mis amigas
pero yo soy la única de las tres
que consiguió casarse y tú,
querido, eres el único marido
que conseguimos entre las tres
y, ahí, algo que ver, un poco, tienes.

Nuestro único pecado, haber seguido fieles
al infinito beso y esas cosas que nos diste,
a las tres juntas como si nos amaras juntas
el día de nuestra boda ¿lo recuerdas?

Aquí nos tienes, somos las tres en una,
tres pero con la misma consigna, amarte
como si fuera posible amar los huracanes,
haz con nosotras lo que puedas sostener
con tu palabra, tu sexo o tu dinero,
entonces, además de nuestro cuerpo aquí,
contigo, conseguirás, aunque no exista,
nuestro amor ferviente, iluminado y,
cada vez que en el poema digas mujer,
o mi mujer, o la mujer del viento
o la terrible muerte traicionera,
siempre seremos tres, tres ataduras,
tres vertientes oceánicas en tu piel
y por sobre todas las cosas
miles de historias de celos y dolor
para tu poesía, para todo el color.

Yo me dejé estar en versos compañeros,
y la vida que no se acaba nunca,
recorrí el camino recorrido y me detuve
y me caí mil veces y todo era hermoso
mis palabras habían tocado cada lágrima,
cada sonrisa, toda la belleza del porvenir.

Apuesto mi vida, les dije,
a la inteligencia de mis manos
porque mi hombre no se hizo viviendo
todo lo que toqué de humano y de verdad
lo conseguí escribiendo versos míos y ajenos.
Ahora querida, me toca vivir,
vivir, simplemente, sin hacer nada.
Una que otra conversación, agregó ella,
un tango, por las dudas,
alguna mujer te lo pidiera.
Eso mismo, le dije
y una mujer para bailar el tango
y los juegos de azar
y los compromisos revolucionarios
que tanto bien le hacen a la poesía.
A tu lado yo me sentía siempre
el súper Lázaro, el resucitador,
ponía levemente mi mano
sobre las heridas del alma
y éstas, las pobres, cicatrizaban
para dar paso al amor.
Qué valentía, dijo ella, qué gesto solidario.

A veces nos reuníamos en bandadas
para averiguar quién era el amor
y nunca hubo tanto viento
tanto viento sobre tanta nube.

Pero qué valentía, qué belleza.

Todo se evaporaba entre las manos,
el amor era imposible ser y eso,
precisamente, nos mantenía unidos,
creyendo, tal vez, que algún día...
Hasta que, resignados, escribimos:
En el ejemplo de vivir, vivir es el ejemplo.

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EL CUERPO ERA UNA VERDAD
INCUESTIONABLE

El cuerpo era una verdad incuestionable
pero nadie encontraba la manera de decirlo.
Venía, se imponía sobre todo y, al partir,
dejaba un temblor en el ambiente
que nadie podía reconocer como propio.

La tiranía de nuestro cuerpo
sobre nuestra vidas, no tenía límites.
Cuando estaba presente
lo rompía todo con su prepotencia.
Ahora a comer, ahora a cagar, ahora a follar,
ahora, ya mismo, ahora,
comer aunque no haya comida
cagar mil veces ese montón de nada
y follar en un momento inoportuno
y, siempre, con quien no corresponde.

Y cuando el cuerpo no está,
ahí, el hombre, comprende su esclavitud.
Ni siquiera un alma fortalecida
por el deseo de amar y la amistad,
puede vivir sin cuerpo.
Recapitulemos, amada,
tú me concedes una gracia y me la chupas,
por decirlo de alguna manera, me haces un favor.
Con la vida que llevamos en el mundo moderno,
yo gozo lo que puedo y te agradezco.
Pero esta noche me quedé pensando.
¿Su boca gozará?
Fui recorrido por un escalofrío,
cuando llegué a decirme
tal vez, sólo su boca te ama,
tal vez, sólo su boca te desea,
por qué no conformarme con su boca,
por qué no hacer de esa boca
que chupa y que desea todo el tiempo,
un monumento histórico y tirar,
a los perros hambrientos,
con mucho amor, todo el resto.

CUANDO ELLA ME ATACABA
SIN MOTIVOS

Cuando ella me atacaba sin motivos,
yo, casi siempre, pensaba lo peor:
celos o dolor o falta de dinero
o la muerte de un familiar querido
o la central eléctrica que saltó en mil pedazos,
una guerra imprevista, la fortuna extraviada
o millones de niños muriéndose de hambre.

Mas ella dijo: No, hoy no me pasa nada,
hoy te ataco porque tengo motivos.
Pero aclararte quiero que, para el dolor,
alcanza un solo ser, querido, muerto.

No busco, especialmente, casi nada.
Cuando me llevo por delante lo que buscaba
algo encuentro pero vuelvo a perderlo
en el próximo paso, la próxima frase,
el polvo próximo, la poesía ahí.

Hablar con ella y hacer el amor con ella
eran dos tareas absolutamente diferentes:
Cuando hablábamos, ella quería decirlo todo,
cuando hacíamos el amor, ella quería que yo
lo hiciera todo, deseo y baile, todo para mí.

La primera vez que la interrumpí
para poder decir mis cosas
me dijo que no fuera machista
que la dejara hablar libremente,
que la dejara desarrollar su vida.

La primera vez que le dije
que fuera más activa sexualmente,
ella me dijo casi sin inmutarse:
¿Porqué no contratas una bailarina?
O, mejor todavía, un profesor de danza
o una masajista clónica y acelerada
y con tanto movimiento no habría poesía
así que calla y come y luego descansa,
ama con pasión esta quietud y escribe.

   

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HOY ME ACUESTO
CON UNA ILUSIÓN

Hoy me acuesto con una ilusión,
dije en voz alta pero para mí,
a partir de mañana he de vivir
como un artista, un escritor distinto.

Ella dijo en voz alta, pero para ella:
Qué simple es nuestro amor
tenemos motivos para amarnos
y son tan poderosas las razones
que nada puede alterar nuestra armonía.

Nuestros dramas, ciertos anocheceres,
alcanzaban la cúspide del horror.
Ella era muy caprichosa y yo también.

Estaba hablando, le dije,
de poder vivir como lo que soy,
un artista del verbo, un poeta del color
y eso, en principio, carece de armonía
y si los finales existen en el amor
o en la escritura, no es que nada termine,
es que el hombre ha de dormir un día,
un día ha de morir.

La vida para mí es muy sencilla:
vives conmigo, me mantienes, me amas,
cuando me besas, me deseas
cuando no me besas, no me deseas,
así de sencillo,
el arte es el arte y la vida es la vida.

Ninguno de los dos pensaba,
exactamente, lo que decía.
Cada uno, montado en sus palabras,
defendía con uñas y dientes
su propio capricho.

La vida será muy sencilla,
reflexioné en voz alta,
pero es el verso el que la hace.
Y en el amor, querida mía,
cuando nos pasa lo increíble,
lo nunca visto o escuchado,
quiero decirte que esa escena
que parece tan nuestra,
ha salido de un verso
escrito hace mil años.
Pero, entonces, preguntó ella con seriedad,
de mí ¿qué amas, con qué te diviertes?

Me divierten tus desplantes,
tus depresiones,
tus alegrías exageradas.
Nada de lo tuyo me es indiferente,
tu tesón me hace ir a trabajar,
tu deseo de vivir con un gran hombre
me fue haciendo escritor
y tus celos, disparatados y casi sin motivos,
despertaban en mí deseos no aceptados,
vínculos que jamás hubiera establecido
nacían y se robustecían con tus celos.
Te amo por todo eso, ¿te parece poco?
Ella, esta vez, dejó las cosas como estaban
pero entre sueños murmuró:
No entiendo porqué este hombre
se conforma con tan poca cosa...


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ELLA, A LA MAÑANA TEMPRANO,
AL DESPERTARSE, ME DICE

Ella, a la mañana temprano, al despertarse, me dice:
El hombre nuevo requiere un escritor como tú.

Tengo que tener paciencia, quise contestarle,
el mundo es mío pero en la página,
cuando trazo la diagonal de una mirada
de fuego infinito, tú, bien amada, estás aquí,
exactamente, donde te he colocado,
hermosa como nunca esperando mis besos,
el infierno, que es como decir
el fuego eterno de mis besos.

Cuando nos encontramos en el parque,
es difícil mirarte, sostenidamente,
o tocarte o tenerte o dejarte partir.

Tú no me dices nada pero yo lo escucho,
veo las palabras saliendo de tus labios:
Ve, escribe versos, ámame hasta el hartazgo
hasta el límite donde lo perverso
hiere nuestra vida con su goce fatal.

Hazme tuya en un verso prolongado,
sin mirada, sin carne, para siempre.

Ave de luz, dirás, ave de luz,
y yo apareceré,
sobre el papel en blanco
y te llamaré, animal,
para que puedas sobre mi cuerpo
con tus propias manos, amado,
escribir ese verso de amor
donde el poeta deja caer la pluma
para acariciar el cuerpo de la bella.

Y el poeta deja que se vuelen sus escritos
y deja que se escape su dinero
y todo lo bebe del cuerpo de la bella
y ella, antes de morir, dirá sus cosas:
Hoy moriré, tal vez, tragada por la bestia,
esa sed insaciable del amor del poeta
pero en este verso, estaré viva para siempre.
Al darme cuenta que sus razonamientos
eran muy impactantes y poco comerciales
pude decirle, amparándome en el pan:
Alguna cosa escribiré pero, después,
haremos el amor en plena libertad
y si alcanzamos, gozando, alguna cúspide,
con ternura, infinita, te leeré el poema.

A VECES, ELLA ABRÍA
LAS COMPUERTAS DEL ODIO

A veces, ella abría las compuertas del odio
y de su boca,
como si fuera la cloaca mayor de la ciudad,
salían toneladas de mierda que caían,
inexorablemente, sobre todo el mundo.

Llamaba piojosa a la única amiga que amaba,
le decía impotente al hombre con el cual
hacía el amor, apasionada, todos los días
y miserable al hombre que la mantenía.
Después, descuartizaba en pedazos pequeños,
desde el Presidente de Gobierno y su mujer,
hasta el camarero del mesón de la esquina
y de los hombres decía, llena de amor por ellos:
Los hombres siguen siendo, hoy día,
tan machistas como el siglo anterior
y, ahora, además, el siglo XX, los hizo,
a casi todos, un poco maricones.

Y miraba con firmeza a quien estuviera a su lado
y le decía:
No me vengas, ahora, con que Freud
lo hubiera hecho mejor que yo,
porque Freud está muerto
y me miraba con intensidad y desprecio
como si yo fuera el amante de la muerte.

Detente, le dije un día, detente
o te daré una patada en el coño
que te dejaré seca, ahí, para siempre.

¿A mí, me vas a pegar, a mí?
A mí, marica, no me pegó ningún hombre.

Se nota, dije casi sin decir,

y me senté en el borde de la cama
y me quedé quieto pensando la frase,
maravillosa y siniestra,
que me permitiera pegarle.

Y ella, al grito de muerte al traidor,
como si lo que pasaba fueran los celos,
se abalanzó con rabia y fuerza
contra las ideas que nos permitían vivir
y dijo, con todo el odio acumulado en 100 años:
A mí, no serás tú el que me haga una mujer,
yo necesito un macho que tú nunca serás
y me pegó dos cachetadas como si yo
fuera, exactamente, un niño y, ahí,
fue cuando se hizo la frase:
Ningún hombre te ha pegado nunca
pero yo soy un marica, y, ahí mismo,
le acomodé un derechazo en la mandíbula
y le partí la cara en dos pedazos desiguales
y luego con la izquierda le rompí el hígado.
Cuando la vi cayendo y no podía
alcanzarla con mis puños, le di
cuatro o cinco patadas en el culo
y luego le pisé la cabeza.

Al otro día, los dos en el hospital,
yo con un ataque de depresión,
seguramente, por la culpa inconsciente
por haberle pegado y, después,
en el suelo, cuando ella estaba toda rota
hicimos el amor al estilo clásico.
Y ella, toda vendada y entablillada,
por un agujerito que le quedaba sano
al costado de la boca enrojecida
pudo decirme: Hoy te amo,
ayer estuve con un macho verdadero.
Yo me sonrojé frente a la enfermera
y, como no deseaba pasar
el resto de mi vida en la cárcel,
esa misma mañana comencé
un tratamiento psicoanalítico.

CUANDO ESTÁBAMOS
CON GENTE, ELLA

Cuando estábamos con gente, ella
hacía de cuenta que nos llevábamos bien.

Cuando otra mujer hablaba de mí,
ella, condescendiente, aprobaba y sonreía.
Cuando un hombre me besaba en la boca,
ella se acercaba con picardía a sus amigas
y les decía, "Vieron es un hombre completo,
un verdadero artista moderno"
y las amigas reían a carcajadas y yo
comenzaba a sentir que ella y sus amigas
me estaban condimentando para comerme.

No es que me diera miedo, exactamente,
pero sus risas siempre me inquietaban
porque me habían contado cuando pequeño
que las mujeres lloran, se quejan, reivindican
todo el tiempo o casi todo el tiempo,
pero cuando una mujer comienza a reír
es porque el amor rompió en su crecimiento
la celda oscura de su corazón
y llegó, encendido,
al centro de su cuerpo.
Es por eso que cuando ríen y ríen
las veo haciendo de mi cuerpo una caricia
y siento, sin comprender los alcances,
que miles de bocas, miles de manos femeninas,
atraviesan todos mis verbos al unísono
y ahí, es cuando caigo, sí señores, caigo,
golpeado por el dolor de lo que nunca seré:
Una mujer riendo junto a otras mujeres,
planeando divertirse con el cuerpo del hombre.

Como si de algo se diera cuenta
dejó de reír con sus amigas y me preguntó:
¿Te pasa algo, querido, te sientes bien?
Nada me pasa, amor, le dije con ternura,
y mi sentir, aunque no lo creas, es todo tuyo
mas, en verdad, estaba preguntándome,
si el movimiento de vuestras tetas al hablar
tiene que ver con alguna frase, alguna palabra
o el movimiento de vuestras tetas
es, simplemente, mientras se habla,
una recomendación de no olvidar el cuerpo.
Tú siempre queriendo sacar enseñanzas
de la nada, dijo coqueta,
mientras se abrazaba a sus amigas
y, entre todas, reían.

 


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SUFRIR, SEGÚN LOS
PENSAMIENTOS QUE ELLA TRAÍA

Sufrir, según los pensamientos que ella traía,
tal vez, desde su más delicada infancia,
a veces quedaba bien y, a veces, quedaba mal.
Por lo tanto, cuando sufrir se hacía necesario,
se debía sufrir con todas las fuerzas posibles,
con el alma y el cuerpo y, aún, los ideales.

Ella daba fe de hacerlo todo a conciencia
y mientras se culpaba del hambre de los pobres
y de la violenta prostitución en Estados Unidos,
rompía mis poemas, mis cartas, algo de dinero
y se lavaba las manos compulsivamente.

Después, también, lloraba y me decía:
¡En qué mundo vivimos!
y yo le contestaba mansamente:
No es tan malo estar vivos, y, ahí,
era donde ella se volvía loca.
Estar vivos, estar vivos, gritaba,
como si esto que vivimos fuera vida,
y cerró su frase de una manera espléndida,
siempre el mismo cobarde, igual que tu padre.

A mi padre ella no lo conocía
y las historias que yo le conté
eran esas historias donde mi padre
aparecía valiente y apuesto,
salvando a una mujer en alta mar
o cuando, solo, con un pequeño fusil
espantó al enemigo en retirada
y él solo, casi sin fuerzas, tomó la colina.
Ella, claramente, no hablaba de mi padre
más bien hablaba del padre de otro hombre.
Mientras le pegaba una hostia, simbólica,
le dije: Tienes que tener más cuidado, puta,
que hay hombres en la vida, que por celos,
son capaces, pobres bestias, de matar.

ELLA ME BUSCA, SIEMPRE,
TODO EL DÍA

Ella me busca, siempre, todo el día
pero hace de cuenta que no me busca nunca.
Cuando pasa algo entre nosotros ella, siempre,
se sorprende de que le ocurran esas cosas.
Un día me lo dijo: No sé porqué,
a pesar de que no me gusta para nada
terminamos siempre haciendo el amor.

Como si te gustara y no te dieras cuenta.
Ahí estás, otra vez, con el psicoanálisis barato,
me dijo ella entre coqueta y ofendida,
si me gustara te lo pediría, hablaría de ello,
lo hago porque a los hombres les gustan esas cosas.
Por ejemplo, tú, prosiguió valiente,
cuando no hacemos el amor, trabajas menos,
me das menos dinero, te vas con otras mujeres
y hasta eres capaz de decir que soy histérica,
por todo eso hago el amor, pero decir que me gusta,
llamar deseo a mi caridad me parece exagerado.
No te pongas así, si tienes ganas hacemos el amor,
tú te tranquilizas y yo me pongo contenta
por haber sido útil, darle un gusto a mi hombre,
pero decir que me gusta todos los días
y que, a veces, te espero con ansiedad,
es, francamente, una exageración.
Cuando ella me habla así
me deja como distante y frío
y es ahí, cuando ella arremete:
Vienes muy cansado de trabajar
y nunca tienes ganas de hacer el amor.
Me da un beso, eso sí, cariñoso y se duerme.

A la mañana siguiente, claro está,
nos levantamos excitados, torpes, nerviosos.
Ella, durante el desayuno, habla tonterías
y yo le cuento sin ningún interés,
que a la tarde viajo para Thailandia
por negocios y, también,
por drogas y por putas.
Está bien, dijo ella, esta noche,
cuando vuelvas del trabajo,
haremos el amor


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DORMÍAMOS TRANQUILAMENTE
CUANDO ELLA

Dormíamos tranquilamente cuando ella
se levantó sobresaltada y me dijo:
Hoy quiero tener una aventura
vivir lo no vivido, amar lo inexistente
y ya sé que son las tres de la mañana
pero quiero andar un camino nuevo
donde no quede un sólo rastro de mí
así que, por favor, escúchame.

Y no es que a mí, exactamente,
me guste dormir de noche
pero estaba dormido, soñando
tonos del ocre sobre el negro.
Primero tuve ganas de decirle:
"déjame de joder" o bien, indiferente
"¿te parece poca aventura vivir a mi lado?"
pero le dije, dulcemente, haciendo gala
del uso calculado de mi serena voz
cuando pronuncio las vocales:
Oh Diosa, portadora del dolor, te escucho.
Soy esa oreja invencible, habla,
di al viento lo que será del viento
y nadie escuchará.
Ella, tímidamente, recogió la ofrenda
y preguntó ¿entonces puedo hablar,
decir lo que me pasa por la mente
sin convenciones, sin moral, sin castigos?
Bueno, le dije, límites hay siempre,
a fin de mes me tienes que pagar,
y ella se desmayó por primera vez en su vida
aunque por poco tiempo.
Luego se despertó y preguntaba ansiosa:
¿Qué paso, qué pasó, qué fue lo que pasó?
Nada, le contesté, tuviste un orgasmo magistral,
antes de desmayarte, te retorcías y saltabas.
Pero ¿qué estás diciendo, que yo me retorcía?
No, le dije, estoy diciendo que tuviste un orgasmo
y era hermoso ver cómo se descomponía
tu bello rostro con el goce.
¿Mi bello qué? ¿pero qué estás diciendo?

Tu bello rostro, amor mío, tu bello rostro,
esa belleza donde renace, cada vez, el goce.
En ese momento ella dijo: te amo,
cuando mi belleza reina en ti, te amo.
Y no era para menos
esas palabras que le había dicho
antes eran todas de la poesía.

Te amo, decía ella, mientras se desnudaba,
hoy haré de ti amado, mujer y bestia
alondra que deja de volar porque llega el mar,
gacela que escapa sin escapar
y se la come el viento.
Leopardo seducido por las luces
del estallido de la pólvora
que lo matará.
Te haré mi amado, te haré...
Algo avergonzado, la interrumpí
y le dije: ¿Para qué tánto?
y ella me respondió con una pregunta:
¿Amas a otra mujer? eso es lo que pasa
y entonces, desesperado al borde del abismo,
decidí darle lo que pedía cuando le dije:
Sí, estoy enamorado de otra mujer
y ella nunca dejaría de sorprenderme:
Me gustaría conocerla, dijo,
y se quedó dormida.

A la mañana siguiente, al desayuno,
antes de ir a los trabajos,
me besó agradecida y me dijo:
¡Qué aventura que tuvimos anoche!
¡Querido, qué aventura!

EN MADRID CIERRE DE LA EXPOSICIÓN
“ FRUTOS DE PRIMAVERA ”
DE LOS TALLERES DE PINTURA GRUPO CERO
52 óleos de:
CARLOS FERNÁNDEZ DEL GANSO

2 8 de junio de 2005 a las 20 h

ENTRADA LIBRE

CASA DE GRUPO CERO
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PATROCINA: Escuela de Psicoanálisis Sigmund Freud

 

A MEDIDA QUE ME ACERCO
A LOS SETENTA AÑOS

A medida que me acerco a los setenta años
comprendo con lujuria que estoy un poco solo.
Los jóvenes que crecen todo el tiempo
y los adultos que tienen problemas de dinero
y las bellas mujeres que vivirán al lado mío,
hasta que la muerte, en verdad, nos separe,
están muy ocupadas con sus cosas
con su propia vejez que se les viene encima
sin prisa pero sin ningún recato.

Así que te lo digo, a los setenta años,
conseguiré quedarme solo,
sin lazos de amor y de dolor,
solo, atado al mundo que me toca vivir
por palabras, por versos, algo de música
algún color desesperado con luz propia.
Pensando así, la verdad, amor mío
a quién no le gustaría envejecer?

A mí, me dijo ella, a mí
no me gustaría envejecer ni sola
ni mal acompañada y ya más de mil veces,
te dije, amado mío, que envejecen las plantas,
los muebles, el pavimento, las armas de guerra
pero la mujer, el sexo y la alegría no envejecen.

La sentí tan segura que llegué a pensar
que ella, de alguna manera, me decía:
Podrán envejecer hasta tus versos
pero nuestro amor, querido, no envejecerá,
aquí estoy yo, para sostenerlo,
y era tan hermosa cuando lo decía
que yo la vi diosa y desnuda,
desnuda y valiente toda para mí
y ahí fue cuando no tuve
miedo de envejecer o de morir.

Ella me habló del mar y yo lo entendí todo:
su carne esplendorosa sería la guarida
de mi vida carnal y mi palabra
y su carne, sin límites, del deseo,
la pulsión desmedida de mi canto,
será tumba de amor para mis huesos.

Palabra contra piedra, piedra contra palabra
se escribirá una historia, tal vez, de amor.

Hoy dos amantes mueren y, a la vez,
perduran en un verso de amor
donde la muerte atada por palabras
unidas entre sí al sol,
ocupada, con alguna inocencia,
de sus cosas, nos dejará
vivir un día más, un amor más,
nos dejará terminar este poema.

Y, después, dijo ella resignada,
la muerte perseguirá a los amantes
hasta alcanzarlos y algo les dirá,
algo les dirá, repitió ella, interrogándome.

Bueno, le dije yo, tranquilizándola,
si se tratara de nosotros dos
la muerte no diría nada.
Se quedaría enmudecida, pálida de dolor,
por tener que matar tanta hermosura.

Pero algún día, igual, lo hará
insistió ella, terca y ensombrecida
y yo, macho y cantor,
sin darme cuenta de mis años
le dije toda la verdad:

Tenemos como cien años, amor mío,
algún día vendrá.

SOCIOS DE HONOR EUROPA

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Pablo J. García Muñoz (Madrid) 60 €
Hernán Kozak Cino (Madrid) 60 €
Ruy Hernández (Madrid) 60 €
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Pilar Nouvilas (Madrid) 60 €
Clémence Loonis (Madrid) 50 €
Raquel Más Roberto (Madrid) 50 €
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Rosa García Rodriguez (Madrid) 30 €
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Eva Méndez (Madrid) 30 €
Eva Font García (Barcelona) 30 €
Kepa Ríos Alday (Madrid) 30 €
Ana Mercedes Albizuri Chévez  (Madrid) 20
Javier Albizuri Chévez (Madrid) 20
Julieta Álvarez Albizuri (Madrid) 20
Sergio Aparicio Erroz (Madrid) 20
Ramón Alejandro Chévez (Madrid) 20
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Ichka León Deloupy (Madrid) 20 €
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Mónica Quintana González (Madrid) 10 €
Víctor  Quintana González (Madrid) 10 €
Carles Frabregat (Ibiza) 6 €
Cristina Fernández Argudo (Madrid) 6 €
Jorge Fernández Cruz (Madrid) 6 €
Miguel Fernández Cruz (Madrid) 6 €
Marta E. Glieman (Ibiza) 6 €
Sylvie Lachaume (Ibiza) 6 €
Jorge Peribañez (Ibiza) 6 €
Violeta Clara Peribañez Malugani (Ibiza) 6 €

SOCIOS DE HONOR AMÉRICA

Miguel Oscar Menassa  (Buenos Aires) 500 us.
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Alejandra Madormo (Buenos Aires) 100 us.
Roberto Molero (Buenos Aires) 200 us.
Carmen Sílvia Presotto (Brasil) 200 us.
Lucía Serrano (Buenos Aires) 200 us.
Marcela Villavella (Buenos Aires) 200 us.
Ángela Cascini (Buenos Aires) 100 us.
Lúcia Bins Ely  (Brasil) 100 us.
Jorge Montironi (Buenos Aires) 60 us.
Cesira Cignoni (Buenos Aires) 20 us.
Barbara Corsetti (Brasil) 20 us.
Rosalba Pelle (Buenos Aires) 20 us.
Leonora Waihrich 20 us.
Norberto Demarco (Buenos Aires) 20 us.
Renato Battistel (Brasil) 10 us.
Patricia di Pinto  (Buenos Aires) 10 us.
Gustavo Escobar (Brasil) 10 us.
Cristina Müller (Brasil) 10 us.
Augusto Passolini (Buenos Aires) 10 us.
Luciano Passolini (Buenos Aires) 10 us.
Renata Passolini (Buenos Aires) 10 us.
Carolina Presotto (Brasil) 10 us.
Júlia Presotto (Brasil) 10 us.
Eloísa Tschoepke (Brasil) 10 us.
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