LAS 2001 NOCHES ÍNDICE NÚMERO 8

EDITORIAL HOMBRO DEL MUNDO SOCIOS DE HONOR
SONETOS MEDICINALES PARA VIVIR AQUÍ VICENTE ALEIXANDRE
NOTAS DE DIRECCIÓN EL MÚSICO EN  LA MÁQUINA LAS AGUILAS
DAMASCO ALONSO CUERPO A CUERPO SÓLO MORIR DE DÍA
RAICES DEL ODIO LA VOZ TOMADA MAR DE PARAISO
MUJER CON ALCUZA DURO MUNDO HUMANA VOZ
ALMA FUERTE LIBRE LIBRES AFORISMOS
EVANGELICAS OCTUBRE 4 FREIDRICH NIETZSCHE
ANTICIPO DEL LIBRO 
LAS 2001 NOCHES
LA MUCHACHA DE LAS ISLAS CANARIAS FRESCORES
RODOLFO ALONSO SOBREVIVIENTES JUAN-JACOBO BAJARLIA
PSCIANÁLISIS SILVESTRE LA JOVEN ASESINA POESÍA Y PSICOANÁLISIS
EL AMOR VICTORIOSO ORILLAS MIGUEL OSCAR MENASSA
EL OFICIO DE VIVIR SIMUN PARA OLGA EN SU 50 CUMPLEAÑOS

EDITORIAL

SONETOS MEDICINALES


                             ¡AVANTI!
Si te postran diez veces, te levantas
Otras diez, otras cien, otras quinientas...
No han de ser tus caídas tan violentas
Ni tampoco, por ley, han de ser tantas.

Con el hambre genial con que las plantas
Asimilan el humus avarientas,
Deglutiendo el rencor de las afrentas
Se formaron los santos y las santas.

Obsesión casi asnal, para ser fuerte,
Nada más necesita la criatura
y en cualquier infeliz se me figura
Que se rompen las garras de la suerte...

¡Todos los incurables tienen cura
Cinco segundos antes de la muerte!

                         ¡PIU AVANTI!
No te des por vencido, ni aún vencido,
No te sientas esclavo, ni aún esclavo,
Trémulo de pavor, piénsate bravo,
y arremete feroz, ya mal herido.

Ten el tesón del clavo enmohecido,
Que ya viejo y ruin vuelve a ser clavo; 
No la cobarde intrepidez del pavo
Que amaina su plumaje al primer ruido.

Procede como Dios que nunca llora,
O como Lucifer, que nunca reza, 
O como el robledal, cuya grandeza
Necesita del agua y no la implora...
iQue muerda y vocifere vengadora,
Ya rodando en el polvo tu cabeza!

                           ¡MOLTO PIU AVANTI! 
Los que vierten sus lágrimas amantes 
Sobre las penas que no son sus penas; 
Los que olvidan el son de sus cadenas, 
Para limar las de los otros antes;

Los que van por el mundo delirantes,
Repartiendo su amor a manos llenas,
Caen, bajo el peso de sus obras buenas
Sucios, enfermos, trágicos... ¡sobrantes!

¡Ah! ¡Nunca quieras remediar entuertos!
¡Nunca sigas impulsos compasivos!
¡Ten los garfios del odio siempre activos,
Y los ojos del Juez siempre despiertos!... 
¡Y al echarte en la caja de los muertos,
Menosprecia los llantos de los vivos! 

                        ¡MOLTO PIU AVANTI ANCORA! 
El mundo miserable es un estrado,
Donde todo es estólido y fingido,  
Donde cada anfitrión guarda escondido
Su verdadero ser, tras el tocado.
                                                                 

  
  No digas tu verdad ni al más amado;
  No demuestres temor ni al más temido;
  No creas que jamás te hayan querido
  Por más besos de amor que te hayan dado.

  Mira cómo la nieve se deslíe
  Sin que apostrofe al sol su labio yerto,
  Cómo ansía las nubes el desierto
  Sin que a ninguno su ansiedad confíe...

  ¡Trema como el Infierno; pero ríe!
  ¡Vive la vida plena, pero muerto!

             ¡MOLTISSIMO PIU AVANTI ANCORA!
  Si en vez de las estúpidas panteras
  y los férreos estúpidos leones,
  Encerrasen dos flacos mocetones
  En esa frágil cárcel de las fieras,

  No habrían de yacer noches enteras 
  En el blando pajar de sus colchones, 
  Sin esperanzas ya, sin reacciones
  Lo mismo que dos plácidos horteras;

  Cual Napoleones pensativos, graves,
  No como el tigre sanguinario y maula,
  Escrutarían palmo a palmo su aula, 
  Buscando las rendija, no las llaves...

  ¡Seas el que tú seas, ya lo sabes:
  A escrutar las rendijas de tu jaula!

                                                 ALMAFUERTE

 

NOTAS DE DIRECCIÓN

 

27 de julio de 1997, Málaga

      A veces me asombro a mí mismo, con las cosas que hago o sería capaz de hacer para que funcione la máquina, que no puedo definir muy bien, ni su funcionamiento ni sus atributos y que, por otro lado, si produce algo yo, todavía, no me he enterado bien qué.

      Sin embargo, debo reconocer un deleite cuando la veo, la escucho o la imagino funcionando. Me siento como incluido en un movimiento superior a mis fuerzas, a mis propios pensamientos, por eso nunca le pregunto hacia dónde vamos, quién viaja con nosotros.

      Acepto mansamente su mapa de ruta y sus amores. Dispuesto a compartirla con todo quien la ame, ella se  comporta conmigo dulcemente y cuando no hacemos el amor, sonreímos mirando la luna al unísono de cantos de pájaros extranjeros, para hablar de países exóticos y calientes, donde el agua de mar es una pesadilla de dolor, aullidos horribles y espectrales marcan constantemente el ruido del amor.

      No te detengas en el borde de las horas como ese horrible personaje francés.

      Cae en mis brazos, cae en la ausencia de tiempo de mis latidos de amor y desesperación por encontrar, quién sabe, la huella misma, de cada poema, grabada en piel marina, ajena luz para tus ojos nocturnos, cada poema como una huella de algún cuento infantil en la mirada de la humanidad.

      Para cada mujer habrá en mis versos, el poema que la contenga toda, y para cada mujer, distinta será la flor y otro el poema.

  


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    Después aún, rodaremos escenas inútiles, un corsario, vestido de payaso, muriendo de viejo y triste en el hospital de la Princesa. Haremos un documental para demostrar que las armas de fuego y su perfeccionamiento se deben a una regla ética, que diría, más o menos, así:

    Inventamos las armas de fuego para evitar por todos los medios que un millón de pequeñas hormiguitas negras se coman en quince minutos a un enorme elefante blanco.

    Dime dónde estoy, dime dónde estoy y haremos el amor sin conocernos. Ciego, a las bondades de la naturaleza, prefiero estar, cuando la niebla del deseo nos atraviesa.

    Y es un sentir oculto lo que se hace vana presencia iluminada.

    Un beso siempre muere en el beso, un verdadero gran amor, muere la misma noche que se produce. Un polvo verdadero no se recuerda nunca.

    Por eso es que te amo, extranjera, blanca extranjera mía y tan lejana. Te amo por ese mundo que se abre al perderte. Amo las alas que me diste para volar lejos de ti, oh, enamorada.

    Noches de locura donde el recuerdo de tu piel son todos los recuerdos.

    Y cómo te extendías sobre mi vida sin que ni yo me diera cuenta, tu piel aguda sombra esclarecedora de enceguecidas luces, tu piel amante de los misterios sin solución, amante loca, empecinada, ciega. Tu piel era el regazo materno para los grandes poetas milenarios.

     Cuando había canto, cuando la música sonaba al unísono  con la música, cuando toda violencia era un violín sangrando, era tu piel la que cantaba.

    En cada giro sobre ti misma, sobre la humanidad, en cada vuelta de hoja, en cada nuevo encuentro eras otra y otra más aún, pero no danzabas, te mostrabas todo el tiempo como desapareciendo, como no queriendo estar del todo en ningún sitio, no amar ninguna realidad, ningún tiempo.

    Fue entonces cuando te besé los labios con ternura, los labios, las estrellas, las cien cuentas no hechas, el salario del miedo que nunca cobraremos en metálico, las estaciones públicas, los trenes arrebatados de calor en pleno verano, las espigas de trigo, cómo se movían lentamente esas espigas doradas de trigo al compás del movimiento de tus labios. Te pedí que me besaras los ojos y moviste tus nalgas caprichosamente.

    Enseguida me dije: es el influjo del sol sobre las bestias, ahora nos buscaremos como fieras para hacer del amor las cosas de las fieras. Y te morderé el pescuezo como si fueras un animal caliente y te moverás excitada y loca, tratando de que yo crea que te quieres salvar, que mejor dejarlo para el próximo verano, y ahí, es cuando se caen las flores de la mesa, los asnos dejan de llevar la pesada carga, para cocear al viento sus antiguos pesares, todo tiembla en nosotros como si nuestros cuerpos fuesen la esencia del temblor, y aún nos queda todavía una jornada de locos y volveremos a caer junto con la caída del, sol y cada tarde se encenderá la mañana siguiente. 

    Haber vivido a plena mar estos amores hacen del tiempo sales curativas. No fue que tuve que perder mi juventud para ganar el tiempo. Como no había más remedio que perder mi juventud, amé la noche intensamente, bordé cada palabra a cientos de palabras, dije eso y lo otro, permanentemente, y nunca tuve prisa por llegar. Y así pasé gran parte de mi vida y cuando me metía en el mar lo hacía con respecto y nunca me acercaba a los volcanes y me daban tristeza los animales en cautiverio y las mujeres en cautiverio y los hombres en cautiverio y los niños en cautiverio y cuando me enteraba que alguien no había tenido su pedazo de pan, enseguida abandonaba todo lo que estaba haciendo y me ponía a pensar si tenía o no tenía solución el hambre ajena.

    Amada, amada, dónde estás, sé que te estás yendo a hurtadillas, sin llamar mi atención, como si nunca hubieras estado. Como la pequeña llama interior que nos permite el mundo, que a veces se nos apaga, sin que sea posible detectar ningún viento, ni siquiera una pequeña brisa.

    Llama de amor me digo se apaga con amor.

MIGUEL OSCAR MENASSA

DÁMASO ALONSO


  RAÍCES DEL ODIO

¡Oh profundas raíces,
amargor de veneno hasta mis labios
sin estrellas, sin sangre!
¡Furias retorcedoras
de una vida delgada en indeciso
perfume! ¡Oh yertas, soterradas furias!
¿Quién os puso en la tierra
del corazón? Que yo buscaba pájaros
de absorto vuelo en la azorada tarde,
jardines vagos cuando los crepúsculos
se han hecho dulce vena,
tersa idea divina,
si hay tercas fuentes, sollozante música,
dulces sapos, cristal, agua en memoria.
Que yo anhelaba aquella flor celeste,
rosa total -sus pétalos estrellas,
su perfume el espacio,
y su color el sueño-
que en el tallo de Dios se abrió una tarde,
conjunción de los átomos en norma,
el tibio, primer día,
cuando amor se ordenaba en haces de oro.
Y llegabais vosotras, llamas negras,
embozadas euménides, enlutados espantos,
raíces sollozantes,
vengadoras raíces,
seco jugo de bocas ya borradas.
¿De dónde el huracán,
el fúnebre redoble
del campo, los sequísimos
nervios, mientras los agrios violines
hacen crujir, saltar las cuerdas últimas?
¡Y ese lamer, ese lamer constante
de las llamas de fango,
voracidad creciente
de las noches de insomnio, negra hiedra
del corazón, mano de lepra en flecos
que retuerce, atenaza
las horas secas, nítidas,
inacabables, ay,
hozando con horrible
mucosidad,
tibia mucosidad,
la boca virginal, estremecida!
¡Oh! ¿De dónde, de dónde, vengadoras?
¡Oh vestigios! ¡Oh furias!,
Ahí tenéis el candor, los tiernos prados
las vaharientas vacas de la tarde,
la laxitud dorada y el trasluz
de la dulces ojeras,
¡ay viñas de San Juan,
cuando la ardiente lanza del solsticio
se aterciopela en llanto!
Ahí tenéis la ternura
de las tímidas manos ya no esquivas,
de manos en delicia, abandonadas
a un fluir de celestes nebulosas,
y las bocas de hierba suplicante
próximas a la música del río.
¡Ay del dulce abandono! ¡Ay de la gracia
mortal de la dormida primavera!
¡Ay palacios, palacios,
termas, anfiteatros, graderías,
que robasteis sus salas a los vientos!
¡Ay torres de mi afán, ay altos cirios
que vais a Dios por las estrellas últimas!
¡Ay del esbelto mármol, ay del bronce!


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Ay chozas de la tierra,
que dais sueño de hogar al mediodía,
borradas casi en sollozar de fuente
o en el bullir del romeral solícito,
rubio de miel sonora!
¿Pero es que no escucháis, es que no veis
cómo el fango salpica
los últimos luceros putrefactos?
¿No escucháis el torrente de la sangre?
¡Y esas luces moradas,
esos lirios de muerte que galopan
sobre los duros hilos de los vientos!
Sí, sois vosotras, hijas de la ira,
frenéticas raíces
que penetráis, que herís,
que hozáis, que hozáis con vuestros secos brazos,
flameantes banderas de victoria,
donde lentas se yerguen,
súbitas se desgarran
las afiladas testas viperinas.
Sádicamente, sabiamente,
morosamente,
roéis la palpitante,
la estremecida pulpa voluptuosa.
Lúbricos se entretejen
los enormes meandros,
las pausadas anillas;
y las férreas escamas
abren rastros de sangre y de veneno.
¡Cómo atraviesa el alma vuestra gélida
deyección nauseabunda!
¡Cómo se filtra el acre,
el fétido sudor de vuestra negra
corteza sin luceros,
mientras salta en el aire en amarilla
lumbrarada de pus, vuestro maldito
semen...!
¡Morir! ¡Morir!
¡Ay, no dais muerte al mundo, sí alarido,
agonía, estertor inacabables !
Y ha de llegar un día
en que el mundo será sorda maraña
de vuestros fríos brazos,
y una charca de pus el ancho cielo,
raíces vengadoras,
¡oh lívidas raíces pululantes,
oh malditas raíces
del odio, en mis entrañas,
en la tierra del hombre!

MUJER CON ALCUZA

¿Adónde va esa mujer,
arrastrándose por la acera,
ahora que ya es casi de noche,
con la alcuza en la mano?

Acercaos: no nos ve.
Yo no sé qué es más gris,
si el acero frío de sus ojos,
si el gris desvaído de ese chal
con el que se envuelve el cuello y la cabeza,
o si el paisaje desolado de su alma.

Va despacio, arrastrando los pies,
desgastando suela, desgastando losa,
pero llevada
por un terror
oscuro,
por una voluntad
de esquivar algo horrible.

Sí, estamos equivocados.
Esta mujer no avanza por la acera
de esta ciudad,
esta mujer va por un campo yerto, 
entre zanjas abiertas, zanjas antiguas, zanjas recientes
tristes caballones.
de humana dimensión, de tierra removida,
de tierra
que ya no cabe en el hoyo de donde se sacó,
entre abismales pozos sombríos,
y turbias simas súbitas,
llenas de barro yagua fangosa y sudarios harapientos
       del color de la desesperanza.

Oh sí, la conozco.
Esta mujer yo la conozco: ha venido en un tren,
en un tren muy largo;
ha viajado durante muchos días
y durante muchas noches:
unas veces nevaba y hacía mucho frío,
otras veces lucía el sol y remejía el viento
arbustos juveniles
en los campos en donde incesantemente estallan
       extrañas flores encendidas.
Y ella ha viajado y ha viajado,
mareada por el ruido de la conversación,
por el traqueteo de las ruedas
y por el humo, por el olor a nicotina rancia.
¡Oh,:
noches y días,
días y noches,
noches y días,
días y noches,
y muchos, muchos días,
y muchas, muchas noches.

Pero el horrible tren ha ido parando
en tantas estaciones diferentes,
que ella no sabe con exactitud ni cómo se llamaban,
ni los sitios,
ni las épocas.

 

Ella
recuerda sólo
que en todas hacía frío,
que en todas estaba oscuro,
y que al partir, al arrancar el tren
ha comprendido siempre
cuán bestial es el topetazo de la injusticia absoluta,
ha sentido siempre
una tristeza que era como un ciempiés monstruoso
   que le colgara de la mejilla,
como si con el arrancar del tren la arrancaran innumerables margaritas,
   blancas cual su alegría infantil en la fiesta del pueblo,
como si le arrancaran los días azules, el gozo de amar a Dios
   y esa voluntad de minutos en sucesión que llamamos vivir.

Pero las lúgubres estaciones se alejaban,
y ella se asomaba frenética a las ventanillas,
gritando y retorciéndose,
sólo
para ver alejarse en la infinita llanura 
eso, una solitaria estación,
un lugar
señalado en las tres dimensiones del gran espacio cósmico
por una cruz
bajo las estrellas.
y por fin se ha dormido,
sí, ha dormitado en la sombra,
arrullada por un fondo de lejanas conversaciones,
por gritos ahogados y empañadas risas,
como de gentes que hablaran a través de mantas bien espesas,
sólo rasgadas de improviso
por lloros de niños que se despiertan mojados a la media noche,
o por cortantes chillidos de mozas a las que en los túneles les pellizcan las nalgas,
...aún mareada por el humo del tabaco.


Y ha viajado noches y días,
sí, muchos días,
y muchas noches.
Siempre parando en estaciones diferentes,
siempre con un ansia turbia, de bajar ella también, de quedarse ella también,
ay,
para siempre partir de nuevo con el alma desgarrada,
para siempre dormitar de nuevo en trayectos inacabables.

 ...No ha sabido cómo.
Su sueño era cada vez más profundo,
iba cesando,
casi habían cesado por fin los ruidos a su alrededor:
sólo alguna vez una risa como un puñal que brilla un instante en las sombras,
algún chillido como un limón agrio que pone amarilla un
momento la noche.
y luego nada.
Sólo la velocidad,
sólo el traqueteo de maderas y hierro
del tren,
sólo el ruido del tren.

Y esta mujer se ha despertado en la noche,
y estaba sola,
y ha mirado a su alrededor,
y estaba sola,
y ha comenzado a correr por los pasillos del tren,
de un vagón a otro,
y estaba sola,
y ha buscado al revisor, a los mozos del tren,
a algún empleado,
a algún mendigo que viajara oculto bajo un asiento,
y estaba sola,
y a gritado en la oscuridad
y estaba sola
y ha preguntado en la oscuridad
y estaba sola,
quién conducía,
quién movía aquel horrible tren.
y no le ha contestado nadie,
porque estaba sola,
porque estaba sola.
y ha seguido días y días,
loca, frenética,
en el enorme tren vacío,
donde no va nadie,
que no conduce nadie.

 ...Y esa es la terrible,
la estúpida fuerza sin pupilas,
que aún hace que esa mujer
avance y avance por la acera,
desgastando la suela de sus viejos zapatones,
desgastando las losas,
entre zanjas abiertas a un lado y otro,
entre caballones de tierra,
de dos metros de longitud,
con ese tamaño preciso
de nuestra ternura de cuerpos humanos.
Ah, por eso esa mujer avanza (en la mano, como el atributo
   de una semidiosa, su alcuza),
abriendo con amor el aire, abriéndolo con delicadeza exquisita,
como si caminara surcando un trigal en granazón,
sí, como si fuera surcando un mar de cruces, o un bosque de cruces,
   o una nebulosa de cruces,
de cercanas cruces,
de cruces lejanas

Ella,
en este crepúsculo que cada vez se ensombrece más,
se inclina,
va curvada como un signo de interrogación,
con la espina dorsal arqueada
sobre el suelo.
¿Es que se asoma por el marco de su propio cuerpo de madera,
como si se asomara por la ventanilla
de un tren,
al ver alejarse la estación anónima
en que se debía haber quedado?
¿Es que le pesan, es que le cuelgan del cerebro
sus recuerdos de tierra de putrefacción,
y se le tensan tirantes cables invisibles
desde sus tumbas diseminadas?
¿O es que como esos almendros
que en verano estuvieron cargados de demasiada fruta,
conserva aún en el invierno el tierno vicio,
guarda aún el dulce álabe
de la cargazón y de la compañía,
en sus tristes ramas desnudas, donde, donde ya ni se posan los pájaros?
 


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 ALMAFUERTE


EVANGÉLICAS

  -En la memoria de los tontos, siempre se está mal; pero  cuando los tontos nos rinden culto, se está peor.

 -El vulgo quiere gestos, "paradas", ademanes trágicos;  porque el vulgo tiene alma de esteta, aunque rudimentaria, y las s actitudes de cuadro histórico y de estatua simbólica lo cautivan; las actitudes ésas buscan eso.

-Como las posturas demasiado elocuentes y siempre al pelo nunca son espontáneas -puesto que requieren ensayo previo-, el vulgo sabe tanto de los hombres que aclama o vitupera, como la concurrencia del teatro infantil respecto de los cómicos que la hacen reir.

-No solamente bajo los golpes, de la adversidad se quiebran caracteres; se quiebran más ruidosamente bajo los  dedazos imbecilizadores de una voluntad pública demasiado adhesiva.

 -Muy contados son los famosos que se mantienen extraños a la presión centrípeta de la curiosidad que despertaron. -Todo admirador es un amo, o pretende serIo amás te pon- gas al alcance de su adhesión.

-De cien admiradores que se acerquen, los ochenta

-Perdóneme Juan Pueblo-, son claques voluntarias que vienen a cobrar sus palmadas. Si pagas, se mofarán de ti; si no pagas, te pondrán como no te pondrían dueñas: tú elegirás.

-Hay gente que no se admira de nada y ejerce el oficio de cortejar a los admirables. También hay holgazanes que gustan de visitar al carpintero en su banco y al albañil en su andamio.

-Como en la casa de las solteronas millonarias, entre los habituales de los famosos no se encuentra un tonto ni para remedio.

-La idea de la celebridad va unida, en casi todos los cerebros, a las ideas de riqueza, de magnanimidad, de manos abiertas.

-Para resultar el hijo de todos después de la conquista de las alturas, sería muy razonable quedarse en el valle y ser la Minerva de los que suben: a veces el escalón vale más y puede más que quien lo pisa.

-Muchos de los que te frecuentan vienen a silbar al pavo real: no esponjes tus plumas por más que te silben.

-No todos los famosos son gloriosos, como no todos los que penden de una cruz honran la cruz, ni todo lo que vive da notas.

 -En la admiración femenina hay algo de entregamiento; el entusiasmo que despiertan los oradores sagrados pone en peligro sus votos.

-A veces la fama no es más que un fenómeno de farolerismo circundante: no a veces, muchas veces.

-Rechazarás al fetichismo de los que besan la orla de tu manto como quien besara tu carne viva: trátalos como a perros, porque son perros.

-Las lenguas de los que te ungen con ellas son más venenosas que las lenguas de los que con ellas te difaman. Las primeras te deprimen a tus propios ojos, las segundas a los ojos de los demás; pero las unas realizan la depresión de tu espíritu y las otras la de tu reputación; darás al calumniador el desmentido de los hechos y al adulador un puntapié.

-El amor de las multitudes es una túnica que puede incendiarse al primer movimiento indiscreto del que la lleva: tú la vestirás como una casulla de ritual; ninguna vez como prenda de abrigo.

-También es un traje cortado sin consultar las dimensiones del que ha de usarlo: está hecho a la medida del que lo cortó, que suele ser un adefesio.
                        

 

-La gente debe saber que su admiración no te hace falta. -Que de tanto esforzarla por dominar el estruendo de los aplausos o las injurias, tu conciencia no pierda la voz.

 -Los hombres superiores no ensayan posturas: obligan a las medianías que les siguen de cerca o de lejos, a bailar al son que ellos tocan.

 -Los verdaderos exponentes de un ideal--que son los internamente organizados y externamente equilibrados para la realización del ideal ése-, labraron su reputación definitiva y salvaron el ideal, poniendo a los desencantados y los desertores I entre los muertos y los idos. ( -El que cuenta los que se van, se hace esclavo de los que se quedan y da la razón a los que se van.

-Cuando la ausencia de alguien produce un vacío en tu ser y una desviación en tus ideas, es porque tú no eres tú, sino el que se fue, y porque no pensabas con tus sesos, sino con los del ausente. No me vengas, entonces, con la música de tus excelencias.

-Si eres de los que enferman en el silencio del olvido, de los que arrinconan la malquerencia general, de los que desconcierta y encoleriza la calumnia, de los que mata la ingratitud, nada se habrá perdido con tu defunción.

-El que quiera sobrenadar en el tiempo, a pesar de los siglos, ha de sobrenadar en la vida, a pesar de todo y de todos: la posteridad tiene presente la fisonomía de los vencedores y de los vencidos: pero a los que se quedaron a la vera del redondel apenas los imagina.

-A fuerza de producir desencantos, se puede llegar a ser encantador.

-La humanidad es harina viviente que quiere ser amasada: hazla pan.

-Los realmente grandes lo son por comparación con el nivel humano, como las montañas con el nivel del mar; pero no por confrontación recíproca como las aves de corral.

-Aquel que procede por emulación --que es un eufemismo
escolar de la envidia-, que vaya a parlar de su grandeza en los mentideros subalternos de la ciudad, o en la trasbotica de la farmacia de su aldea; nadie tan insignificante que no signifique algo para alguien.

-Los cerebros expresivos no estimulan a los otros cerebros: los asombran y hasta los aplastan.

-Muy pocos dicen: "Quiero ser como Dante"; todos exclaman: "iQuién fuera como Dante, como Shakespeare, como Sarmiento!.

 -No se quiere sinceramente, valerosamente, sino aquello que de alguna manera se podría obtener; por esa razón fundamental "querer es poder".

 -La envidia es planta de clima benigno: no prospera ni en las cumbres, ni en los polos, ni en los arenales tórridos. Es dolencia de escolares, de marquesas, de chulas, de soldados, de frailes: se desarrolla en las escuelas, en los conventos, en los salo- nes, en los mercados, en los cuarteles, en las capillas literarias, en las redacciones de diario. Se enferman del mal de la envidia, en el trajín de la lucha, las almas mediocres -las que no son ni sal ni azúcar-, con motivo de los triunfos de otras almas también mediocres, también insípidas.

-Para el envidioso, el mérito ajeno es lo de menos: le sobre- salta y enardece la buena suerte de sus congéneres.

-La envidia es una protesta casi siempre justa, hasta cierto punto justa; porque hay injusticia y hay crueldad en llamar a diez mil para elogiar a uno solo.

-Como caben en el juez los delitos y hasta los crímenes que son objeto de su sentencia, caben en el envidioso las cosas envidiadas: ninguno tan necio que envidie a las estrellas.

-Cuando la mujer dice que quisiera ser hombre, quisiera ser hombre para ser mujer más cómodamente.

-Los méritos que suele desenvolver la emulación duran lo que la presencia del mérito ajeno que los estimuló: se van con su originador casi tan rápidamente como las imágenes de un espejo; se deshacen al otro día como los rizos hechos a fuego en las crines de una india; son rosas de trapo impregnadas de esencia de rosas verdaderas.


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 ANTICIPO DEL LIBRO
LAS 2001 NOCHES
DE PRÓXIMA APARICIÓN, EN ESPAÑA,
ARGENTINA, CHILE, URUGUAY,
COLOMBIA Y CUBA

En las 2001 Noches también está lo que te interesa:
poesía, locuras, tardes apacibles, psicoanálisis, sexo, traición, hortalizas, exilio, grupos, huecos insondables, garche sencillo y complicados poemas de amor.

NOCHE 695

Psicoanálisis y Poesía
Iniciar algo también es morir. y si no se han hecho las cosas a fondo, podrá más la sangre que la palabra.
Sólo en el paroxismo de su ser humano, un hombre es palabras. El resto del tiempo: carne, excrementos, grandes pasiones de antiguo nivel. Hundido en esa pocilga el "hombre" puede morir de cualquier cosa, hasta de rabia.
Para que la palabra transforme algo en alguien, debe acontecer engarzada en las más altas pasiones posibles para el hombre: el amor, la creación.

NOCHE 787

La envidia, además de psicoanalizarse, debería sancionarse, al menos en ciertos niveles de formación.

NOCHE 792

Dejar que el tirano muera tirano, también es, una pequeña libertad.

NOCHE 1.165

Esta pelea infinita, esta nostalgia, este hombre por ser, siniestro soldado de la vida no va más.
Nunca más volveré a escribir mis dolorosos versos ajenos,
ahora todo me pertenece, lo único que puedo criticar lleva mi
nombre y apellido.
Yo fui el cantor y en ese ser todo perdido, fui otro que mis versos. "

NOCHE 1.368

Siempre lejanos cielos abarcan toda posible mirada .Nada hay en mis ojos para darte luz, amada. Toda mi mirada es mirada perdida.

NOCHE 1.628
Tal vez tengan razón mis escritos, tal vez, rechazando algo
pueda gozar de algo.

NOCHE 1.741

"Cuatro cosas quiero decirte" me dijo entre tormentos y después, cuando yo me dispuse a escuchar sus cuatro verdades, me dijo desconsolada: Mierda. Mierda. Mierda. Mierda.

NOCHE 1.781

Si te mato y me matas
a somos muertos del alba
caníbales de poca monta
le sepultureros sin trabajo.

NOCHE 1.922

Un hijo muerto asesinado, si no produce la energía de la venganza, produce la energía de la vida.
                                                          

A PARTIR
DE SEPTIEMBRE

45.000

EJEMPLARES DE
LAS 2001 NOCHES

•35.000 PARA EUROPA
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(1006) Buenos Aires, Tel. 322 64 00

RODOLFO ALONSO


PSICOANÁLISIS
SILVESTRE

todos somos
un hombre

áfrica asia 
américa
latina

todos somos
un hombre
solo
sentado en el dolor

EL AMOR VICTORIOSO

compañera
ya no me duele
el día

mujer

contigo nace
mi voz
rama intensa
el viento
de tu nombre

todo cae
sobre mí

el cielo
el sur
tu noche de dos alas

tu eternidad

el fuego
de esa guitarra 
que ayer
temblaba
sola

EL OFICIO DE VIVIR

no bajaremos
de aquí

HOMBRO DEL MUNDO

la amada sueña
con los ojos cerrados

mi cuerpo
la sostiene

PARA VIVIR AQUÍ

yo hablo del amor
una cosa posible

de tu amor de mi amor

en la calle
en el viento
en el mundo

dentro de la palabra

EL MÚSICO EN LA MÁQUINA

Yo compartía un país delicado y terrible; amaba todo
candor, toda barbarie.
 


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Las tormentas abrían las puertas de mi casa.
Viajero: la piedra en que tropiezas también es el mundo.

CUERPO A CUERPO

De una oscura pasión o algún esfuerzo, de un puro golpe de amor, de cierta manera de hablar y sorprenderse no podrás evadirte sin dejar una huella, algo que te descubra.

LA VOZ TOMADA

 Cuando se quiebre la lengua del amor, nos quedará todavía esta palabra ronca.

 Cuando no pueda decir, volverá todavía a mi garganta el eco de tu cuerpo.

DURO MUNDO

"Chau, Amargur a."
Roberto Artlt
)

1
ágil en medio de la mañana
de las ciudades que me condenan y el viento que me
                                                                 [inicia
tengo derecho a tanto
a la caricia al más rotundo abrazo
voy aprendiendo a respirar

2
me acuesto me levanto
voy conociendo los dedos del clima
hago mi día con los otros
y agito unas palabras como tantas

3
y me atrevo a decir estoy creciendo

y me atrevo a decir
hay que apoyar el pecho sobre el mundo
para agotar la luz de la aventura
las naves del desvelo
el paso libre a través de las leyendas

4
voy conociendo las voces de los inocentes
del primero caído del sonreír

el sabor de mis años acogidos sin destreza

5
quisiera hablar de mí
sin olvidar a nadie

6
hago el amor
el amor en las plazas y en las calles
en todos los rincones de la historia

y no conozco piedras
en el amor

7
sí hay gestos que me convocan
otros cobijan mi ternura
hay una altura dulce que conmueve mis horas

8
ella hablará por mí

9
una ciencia me tiembla en el aliento
el camino rebelde
la aurora bien nacida
y los remordimientos
sentina de mi vuelo

10
nadie se niegue a comenzar
a reir
no nos hemos conocido todavía
no hemos conocido de más
hasta que la poesía estalle
mo una verdadera palabra

11
por la noche sé permanecer
sé crecer y conocerme
o dejarme caer desprevenido
sobre mis semejantes junto a mis semejantes

12
y esto no cuesta mucho
y este cuerpo sin aire es un silencio enorme

13
he construido mi dominio
tengo el día la ciudad el pecho de la lluvia
la libertad como una mano

14
y para recordar
sé cuanto pesa la esperanza

15
la esperanza
tu mano sobre mí

mano para jugar a cómo vamos
mano comienza el tiempo

LIBRE LIBRES

yo los invito
a pasear el amor entre los indiferentes
su color sin moral su altar en armas
su identidad feroz que inauguran los niños

en asamblea previenen esta cena
ellos los esperados

OCTUBRE 4

sueles morir de amor de noche al ver la noche 
para vivir hay que saber
y es a pesar de todo el gran milagro

de juventud de rabia de bisiesto
hasta cubrir la muerte con tu fiebre

vestido desarraigas la capital del eco
el rigor de tu infancia que te bebe las palmas

has aprendido a ganar el día sin paciencia 
dejas al fin tus viejas manos tu reloj
y te sientas en el barco aIado de los jóvenes

hoy manejas tu apéndice ilusorio
en el límite
jugándote la vida al pie de tu percance

LA MUCHACHA DE LAS
ISLAS CANARIAS

la que yo amo distribuye el tiempo
conserva las raíces de las horas en sus manos
salud en sus campanas
en su muralla convertida en lluvia
en su corazón que está en declive

 

 


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en la cumbre la muerte en el fondo el amor
amor sus dos pupilas amor cabalga la certeza
y ella convive con los hombres

hoy sus islas habitan mi garganta
la nadadora negra está de pie en la orilla 
y hace jirones de pelo con el viento 

la que yo amo persiste en el invierno
se da y huye para luego volver a prosternarse
levántate esperada tu corazón es un crisol 
pero aún hay una espada en tu sonrisa 

la que yo amo está cerca de mí 
nuestra fuerza es la fuerza de los hombres 
está en mis venas y en mis músculos
caliente como el pan como la sangre como el vino

SOBREVIVIENTES 

Crece el invierno. 

Ya fue reconquistada, en lucha oscura, la ciudadela 
que ganaremos tan Iímpiamente.

Su soledad me invade. 

Ni aún con toda tu belleza se puede detener el mundo. 

LUGAR DE PERDICIÓN

Criaturas inventadas por el mundo, locas de amor
nadando en el viento difícil de la aventura.

Suya es la conquista, la huella indeleble de la ternura perdida, la libertad que aún no aprendieron a empuñar.

UN POCO DE JARDÍN

Esta noche respira.

Es vida sin usar, silencio abierto; amores que creíamos abandonar.

Mi soledad que cede.
                                                                

ELLA DE PRONTO

Vuelvo a caer en tus redes.

En el viento bajo del orgullo, en la marea del odio,
vuelvo a desconocerte.

A rodar sin perdón hacia tu belleza fácilmente aceptable.

Vuelvo a caer en la dura nostalgia.

En tus pantanos ágiles.

En el olor inmortal que te oscurece y te entrega al
hombre que canta en medio del peligro.

LA JOVEN ASESINA

Cernías en medio de tu frente las verdades forjadas por los otros, las grandes palabras devoradoras del riesgo y el temblor.

Tu presencia obligó al mundo a tomar nuestra medida, al viento a planear dulcemente sobre tu asombro.

Hasta estallar, hasta que de toda nuestra firme juventud
sólo quedó un gesto de sorpresa.

No hay consuelo para aquel que de improviso es apostado frente a su propia espalda.

No hay agua para sus maravillas ni tensión para su orgullo.

No hay tierras para él.

Dónde devolveré el resplandor con que marcaste mi aparición sobre la tierra, dónde abandonaré esta llave temible y luminosa cuyo único poder consiste en conservarse siempre tuya a lo largo del tiempo.

Tú mantenías la mirada firme en una sola dirección.

No sólo los claros años, los árboles, el aire; también la fresca seguridad de tu piel, las mareas invencibles de tu risa.

He jugado.

He perdido la flor de la aventura cuando creía cabalgar a su encuentro. 

Escucha, en la alta noche, los aullidos del solitario. El
ronda las huellas recientes de tus pasos que aún gimen en
la arena; él se ajusta a tu recuerdo, bebe el hálito acre que
has dejado vibrando en cada sitio, en cada gesto, en cada interminable noche.

Esta es la vida que admirabas.

Esta es la torre, el mar, la furia del paisaje; los abrazos violentos y obstinados, las dulces consecuencias.

Esta es la gran herida que va sorbiendo al mundo.

Duerme tranquila.

Esa sombra que en las noches te cubre y te acaricia es tu
imaginación.

ORILLAS

Nace mucha bondad en estas aguas.
Ellas sostienen el primer silencio, el pecho abierto al sol,
la ruina de angustia. , En la sombra propicia crecen los acontecimientos capaces de habitar su oscura imagen de la tierra.
Vamos a adelantar un pie sobre el absurdo.
Vamos a conocerte: mundo incierto y animal, agua madura.

Estos ríos cavan la verdad silenciosa.

Necesitamos su virtud, su falta de costumbre, su vida de aventuras.

No se les puede dar la espalda.

SIMUN

Canta, aliento irreparable.

tu mano pule las curvas ávidas del mundo, gasta el aire,
nada en su abismo sobre los desiertos más recientes
y espera dominar aún desde el pasado con una tierna oscilación.

 


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SOCIOS DE HONOR EUROPA

Miguel Oscar Menassa (Madrid) 100.000 ptas.
Amelia Díez Cuesta (Madrid) 40.000 ptas.
Stella Cino Nuñez (Madrid) 30.000 ptas.
Emilio A. González (Madrid) 25.000 ptas.
Carlos Fernández del Ganso (Madrid) 20.000 ptas.
Luis López Cabeza ( Madrid) 20.000 ptas.
Cristina Barandiarán ( Madrid) 15.000 ptas.
Olga de Lucia (Madrid) 15.000 ptas.
Lidia Andino (Madrid) 10.000 ptas.
Raúl Bravo(Madrid) 10.000 ptas.
Jose María Blasco (Madrid) 10.000 ptas.
María Chévez (Madrid) 10.000 ptas.
Claire Deloupy  (Madrid) 10.000 ptas.
Paola Duchên (Madrid) 10.000 ptas.
Pilar Iglesias (Madrid) 10.000 ptas.
Jaime Icho Kozak (Madrid) 10.000 ptas.
Miguel Martinez (Madrid)  10.000 ptas.
Norma Menasa (Buenos Aires) 10.000 ptas.
Carmen Salamanca Gallego (Madrid) 10.000 ptas.
Luis Schnitman (Madrid) 10.000 ptas.
Inés Barrio (Buenos Aires) 6.500 ptas.
Marcela Villavella (Buenos Aires) 6.500 ptas.
Alejandra Menassa de Lucia (Madrid) 6.000 ptas.
Fernando Améz (Madrid) 5.000 ptas.
Helene Barnier (Madrid) 5.000 ptas.
Bibiana Degli Esposti (Madrid) 5.000 ptas.
Emilia martínez (Las Palmas) 5.000 ptas.
Maria Victoria Márquez (Málaga) 5.000 ptas.
Rosa Puchol (Madrid) 5.000 ptas.
Montse Rovira (Ibiza) 5.000 ptas.
Karina Pueyo (BuenosAires) 4.000 ptas.
Roberto Molero (BuenosAires) 3.500 ptas.
Pilar Nouvillas (Valencia) 3.500 ptas.
Lucia Serrano (BuenosAires) 3.500 ptas.
Roberto Aquino (BuenosAires) 3.000 ptas.
Emilia Campaña (Málaga) 3.000 ptas
Ángela Casini (BuenosAires) 3.000 ptas.
Cruz González (Madrid) 3.000 ptas.
Joaquin Luzón (Ibiza) 3.000 ptas.
Alejandra Madormo (BuenosAires) 3.000 ptas.
Jorge Montinori (BuenosAires) 3.000 ptas.
Rafael Villar (Málaga) 2.001 ptas.
Rosa Alonso Fernández  (Madrid) 2.000 ptas.
Ricardo Artíguez Iglesias (Madrid) 2.000 ptas.
Mª Angela Cabañero (Madrid) 2.000 ptas.
Eleonora D´Alvia (Buenos Aires) 2.000 ptas.
Claudia García (Buenos Aires) 2.000 ptas.
Pablo J. García Muñoz (Madrid) 2.000 ptas.
Francisco García Palancar (Madrid) 2.000 ptas.
Jose García (Mallorca) 2.000 ptas.
Marta Goldin (Madrid) 2.000 ptas.
Mónica Gorember (Zaaragoza) 2.000 ptas.
Enrique Iglesias (Madrid) 2.000 ptas.
Hernán Kozak (Madrid) 2.000 ptas.
Carmen Liberal (Ibiza) 2.000 ptas.
Paula Malugani (Ibiza) 2.000 ptas.
Esperanza Ruiz de Velasco (Melilla) 2.000 ptas.
Helena Trujillo (Málaga) 2.000 ptas.
Concha Osorio (Madrid) 2.000 ptas.
Jorge Peribánez (Ibiza) 2.000 ptas.
Magdalena Salamanca (Madrid) 2.000 ptas.
Luis Barrantes (Málaga) 1.000 ptas.
12 Buckley (Londres) 1.000 ptas.
Luis Gras Tous (Madrid) 1.000 ptas.
Ruy Henríquez (Madrid) 1.000 ptas.
Mercedes Millán Esteban (Madrid) 1.000 ptas.
Javier Rueda (Madrid) 1.000 ptas.
Ana Sánchez (Málaga) 1.000 ptas.
Marta Schwarz (Salta, Argentina) 1.000 ptas.
Rafael Trujillo (Madrid) 1.000 ptas.
Gema Crespo (Madrid) 500 ptas
Pilar García Puerta (Madrid) 500 ptas
Andrés González (Madrid) 500 ptas
Sebastian González (Madrid) 500 ptas
Elisabet González (Alemania) 500 ptas.
Griselda Kozak Cino (Madrid) 500 ptas.
Pablo González (Madrid) 500 ptas.
Pilar Madariaga (Madrid) 500 ptas.
Mariela Malugani (Ibiza) 500 ptas
Fabián Menassa de Lucia (Madrid)

500 ptas.

Manuel Menassa de Lucia (Madrid) 500 ptas.
Daniel San Martín Duchên (Madrid) 500 ptas.
Javier Romero (Benidorm) 500 ptas.

 

VICENTE ALEIXANDRE

LAS AGUILAS

El mundo encierra la verdad de la vida,
aunque la sangre mienta melancólicamente
cuando como mar sereno en la tarde
siente arriba el batir de las águilas libres.

Las plumas de metal,
las garras poderosas,
ese afán del amor o la muerte,
ese deseo de beber en los ojos con un pico de hierro,
de poder al fin besar lo exterior de la tierra,
vuela como el deseo,
como las nubes que a nada se oponen,
como el azul radiante, corazón ya de afuera
en que la libertad se ha abierto para el mundo.

Las águilas serenas
no serán nunca esfinjes
nó serán sueño o pájaro,
no serán caja donde olvidar lo triste,
donde tener guardado esmeraldas u ópalos.

El sol que cuaja en las pupilas,
que a las pupilas mira libremente,
es ave inmarcesible, vencedor de los pechos
donde hundir su furor contra un cuerpo amarrado.

Las violentas alas
que azotan rostros como eclipses,
que parten venas de zafiro muerto,
que seccionan la sangre coagulada,
rompen el viento en mil pedazos,
mármol o espacio impenetrable
donde una mano muerta detenida
es el claror que en la noche fulgura.

Águilas como abismos,
como montes altísimos,
derriban majestades, troncos polvorientos,
esa verde hiedra que en los muslos
finge la lengua vegetal casi viva.

Se aproxima el momento en que la dicha consista
en desvestir de piel a los cuerpos humanos,
en que el celeste ojo victorioso
vea sólo a la tierra como sangre que gira.

Águilas de metal sonorísimo,
arpas furiosas con su voz casi humana,
cantan la ira de amar los corazones,
amarlos con las garras estrujando su muerte.

SOLO MORIR DE DÍA

El mundo glorifica sus alas.

Bosque inmenso, selva o león o nube;
pupila lentísima que casi no se mueve;
dolorosa lágrima donde brilla un lucero,
un dolor como un pájaro, iris fugaz en lluvia.

Tu corazón gemelo del mío,
aquel alto cantil desde el cuel una figura diminuta
mueve sus brazos que yo casino veo, pero que sí que escucho;
aquel punto invisible adonde una tos o un pecho que aún respira,
llega como la sombra de los brazos ausentes.

Tu corazón gemelo como un pájaro en tierra,
como esa bola huida que ha plegado las alas.

como dos labios solos que ayer se sonreían...

Una mágica luna del color del basalto
sale tras la montaña como un hombro desnudo.
El aire era de pluma, ya la piel se la oía
como una superficie que un solo esquife hiere.

iOh corazón o luna, oh tierra seca a todo,
oh esa arena sedienta que se empapa de un aire
cuando sólo las ondas amarillas son agua!

Agua o luna es lo mismo: lo impalpable a las manos,
linfa que goteando sobre la frente fría
finge pronto unos labios o una muerte escuchada.

Quiero morir de día, cuando la luna blanca,
blanca como ese velo que oculta sólo un aire,
boga sin apoyarse, sin rayos, como lámina,
como una dulce rueda que no puede quejarse,
aniñada y castísima ante un sol clamoroso.

Quiero morir de día, cuando aman los leones,
cuando las mariposas vuelan sobre los lagos,
cuando el nenúfar surte de un agua verde o fría,
soñoliento y extraño bajo la luz rosada.

Quiero morir al límite de los bosques tendidos,
de los bosques que alzan los brazos.
Cuando canta la selva en alto y el sol quema
las melenas, las pieles o un amor que destruye.

 

ESTE ESPACIOS
CUESTA 

50.000 PTAS. PARA ESPAÑA
TEL. 91 542 33 49

400 USD PARA ARGENTINA
TEL. 322 64 00

 


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MAR DEL PARAÍSO

Reme aquel frente a ti, mar; todavía...
Con el polvo de la tierra en mis hombros,
 impregnado todavía del efímero deseo apagado
   del hombre,
heme aquí, luz eterna,
vasto mar sin cansancio,
última expresión de un amor que no acaba,
rosa del mundo ardiente.

Eras tú, cuando niño,
la sandalia fresquísima para mi pie desnudo.
Un albo crecimiento de espumas por mi pierna
me engañara en aquella remota infancia de
   delicias.
Un sol, una promesa
de dicha, una felicidad humana, una cándida
 correlación de luz
con mis ojos nativos, de ti, mar, de ti, cielo,
imperaba generosa sobre la frente deslumbrada
y extendía sobre mis ojos su inmaterial palma
alcanzable,
abanico de amor o resplandor continuo
que imitaba unos labios para mi piel sin nubes.

Lejos el rumor pedregoso de los caminos oscuros
donde hombres ignoraban tu fulgor aún virgíneo
Niño grácil, para mí la sombra de la nube en la
    playa
no era el torvo presentimiento de mi vida en su polvo,
no era el contorno bien preciso donde la sangre
    un día
acabaría coagulada, sin destello y sin numen.
Más bien, con mi dedo pequeño mientras la nube
detenía su paso,
yo tracé sobre la fina arena dorado su perfil
estremecido,
cielo, arena, mar...

El lejano crujir de los aceros, el eco al fondo de
los bosques partidos por los hombres,
era allí para mí un monte oscuro pero también
hermoso.

Y mis oídos confundían el contacto heridor del
labio crudo
del hacha en las encinas
con un beso implacable, cierto de amor, en ramas.

La presencia de peces por las orillas, su plata
núbil,
el oro no manchado por los dedos de nadie,
 la resbalosa  escama de la luz, era un brillo en los
      míos.
No apresé nunca esa forma huidiza de un pez en
      su hermosura,
la esplendente libertad de los seres,
ni amenacé una vida, porque amé mucho: amaba
sin conocer el amor; sólo vivía...

Las barcas que a lo lejos
confundían sus velas con las crujientes alas
de las gaviotas o dejaban espuma como suspiros
         leves,
hallaban en mi pecho confiado un envío,
un grito, un nombre de amor, un deseo para mis
        labios húmedos,
y si las vi pasar, mis manos menudas se alzaron
y gimieron de dicha a su secreta presencia,
ante el azul telón que mis ojos adivinaron,
viaje hacia un mundo prometido, entrevisto,
al que mi destino me convocaba con muy dulce
         certeza.

Por mis labios de niño cantó la tierra; el mar
cantaba dulcemente azotado por mis manos
           inocentes. 

La luz, tenuemente mordida por mis dientes
           blanquísimos,
cantó; cantó la sangre de la aurora en mi lengua.

Tiernamente en mi boca, la luz del mundo me
           iluminaba por dentro.

Toda la asunción de la vida embriagó mis sentidos.
y los rumorosos bosques me desearon entre sus
            verdes frondas
porque la luz rosada era en mi cuerpo dicha.

Por eso hoy, mar,
con el polvo de la tierra en mis hombros,
impregnado todavía del efímero deseo apagado
del hombre,
heme aquí, luz eterna,
vasto mar sin cansancio,
rosa del mundo ardiente.
Heme aquí frente a ti, mar, todavía...

 


HUMANA VOZ

Duele la cicatriz de la luz,
duele en el suelo la misma sombra de los dientes,
duele todo,
hasta el zapato triste que se lo llevó el río.

Duelen las plumas del gallo,
de tantos colores
que la frente no sabe qué postura tomar
ante el rojo cruel del poniente.

Duele el alma amarilla o una avellana lenta,
la que rodó mejilla abajo cuando estábamos dentro 
                                                                   [del agua
y las lágrimas no se sentían más que al tacto.

Duele la avispa fraudulenta
que a veces bajo la tetilla izquierda
imita un corazón o un latido,
amada como el azufre no tocado
o las manos del muerto a quien queríamos.

Duele la habitación como la caja del pecho,
donde las palomas blancas como sangre
pasan bajo la piel sin pararse en los labios
a hundirse en las entrañas con sus alas cerradas.

Duele el día, la noche,
duele el viento gemido,
duele la ira o espada seca,
aquello que se besa cuando es de noche.

Tristeza. Duele el candor, la ciencia,
el hierro, la cintura,
los límites y esos brazos abiertos, horizonte
como corona contra las sienes.

Duele el dolor. Te amo.
Duele, duele. Te amo.
Duele la tierra o uña,
espejo en que estas letras se reflejan.

 

 

 


45.000 EJEMPLARES

¡¡SOMOS GENIALES!!

GRACIAS, SOCIOS, POR VUESTRO HONOR Y VUESTRO DINERO, QUE HACEN POSIBLE EL MUNDO

¡¡ ASOCIATE!!

30.000 para Europa
C/ Ferraz, 22,  2ºizq 28008 Madrid
Tel. 542 33 49. Fax: 548 33 01

15.000 para América
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Buenos Aires. Tel. 328 06 14/ 07 10

 


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AFORISMOS

FRIEDRICH NIETZSCHE

- La malignidad es rara. - Casi todas las personas están  demasiado ocupadas consigo mismas como para ser malignas.

-Aprender la soledad. -Oh, esos pobres pícaros que están en las grandes ciudades de la política mundial, hombres jóvenes, dotados, torturados por la ambición, que consideran su deber decir su palabra acerca de todos los sucesos- ¡Y siempre sucede algo! iQué si levantan así polvo. Y ruido creen ser el carro de la historia! iQué porque siempre están a la escucha, prestando atención al instante en que poder lanzar su palabra, pierden toda actividad auténtica! Aunque estén muy ansiosos de grandes obras: ¡nunca llega a ellos el profundo silencio del embarazo! Cual si fueran paja, el acontecimiento del día se los lleva por delante, mientras ellos piensan ser los que dan caza al acontecimiento -¡los pobres pícaros!- Si queremos hacer de héroe en el escenario no deberíamos pensar en hacer de coro, más aún, no deberíamos ni siquiera saber cómo se hace de coro.

-Quien llora quiere que se llore con él; así ejerce dominio y se alegra.

-Sollozos distintos -Algunos maridos han sollozado porque les raptaron sus mujeres; los más porque nadie ha querido raptárselas.

-Regla suprema: es preciso no «dejarse ir» ni siquiera delante de sí mismo.

-Cada época tiene su propia especie divina de ingenuidad, cuya invención le será envidiada por otras épocas -y cuánta ingenuidad, cuánta ingenuidad respetable, infantil, ilimitadamente torpe, hay en esa creencia que el docto tiene de su superioridad, en la buena conciencia de su tolerancia, en la candorosa y simplista seguridad con que su instinto trata al hombre religioso como un tipo inferior y menos valioso, más allá del cual, lejos del cual, por encima del cual ha crecido él,- él, el pequeño y presuntuoso enano y hombre de la plebe, él, el diligente y ágil obrero intelectual y manual de las «ideas», de las «ideas modernas»!

-No nos estimamos ya bastante cuando nos comunicamos. Nuestras vivencias auténticas no son en modo alguno charlatanas. No podrían comunicarse si quisieran. Es que les falta la palabra. También ocurre que hemos dejado ya muy atrás las cosas para expresar las cuales tenemos palabras. Hay en todo hablar una pizca de desprecio. El lenguaje, parece, ha sido inventado sólo para decir lo ordinario, mediano, comunicable. Con el lenguaje se vulgariza ya el que habla. -De una moral para sordomudos y otros filósofos.

-Las cosas buenas son sobremanera costosas: y siempre rige la ley de quien las tiene es distinto de quien las adquire. Todo lo bueno es herencia: lo que no es heredado es imperfecto, es un comienzo...

-Hay que apartar de nosotros el mal gusto de querer coincidir con muchos. «Bueno» deja de ser bueno cuando nuestro vecino toma esa palabra en su boca. j y cómo podría existir un «bien común» ! La expresión se contradice a sí misma: lo que puede ser común tiene siempre poco valor.
 

FRESCORES

 JUAN-JACOBO BAJARLÍA

JACQUELINE CODROLIEU
La musa de los poetas parnasianos

La imagen de Jacqueline Codrolieu consta de tres líneas que Théophile Gautier olvidó un día de 1845 en casa de Jules d'Herbois. Constituían el comienzo de un retrato que de algu- na manera salvó el recuerdo de una de las más excitantes bellezas del parnasianismo. He aquí el texto consignado en el capítulo IX de la Histoire du corps (1885) de Charlotte Gobet:

" Sus ojos, azules, más intensos que la estrella del amanecer. Su rostro, el de Afrodita. Su vientre, el que vislumbró Salomón en el Cantar de los Cantares. El pubis, una alfrombra para el deseo ".

Jacqueline Codrolieu tenía 17 años y vivía a poco trecho del Palais Royal, donde era agasajada por los mejores poetas de la época. En su casa pernoctaron muchas veces Gerard de Nerval y Pieret d' Anglemont. Allí mismo, por causas que se ignoran, posiblemente por celos, se suicidó de un tiro al paladar, Roland d'Herbois, el hermano menor de Jules.

Charlotte Gobet la describe corno una belleza sin escrúpulos que "jugaba" al voyeurismo. como diríamos ahora, con, el célebre Albert Brissot. No usaba calzones. La consideraba una prenda innoble, inventada por el hombre para proteger su "inconsulto derecho de apropiación". Protegida por el fuego en invierno, siempre estaba desnuda. Solía templarse con una copita de pemod.

Sólo se vestía cuando la visitaba Albert Brissot, porque después comenzaba la escena de voyeurismo que detalla la Gobet. Era un verdadero strip-tease, pero en el más absoluto silencio. 

Brissot se colocaba detrás de un cortinado. Jacqueline se sentaba en un sofá, a poco trecho de un lavabo. Se quitaba el chal que arrojaba a un costado, y hacía lo mismo con la chaqueta del traje sastre de color negro que hacía resaltar la refulgente blancura de su rostro.

Después se desabotonaba lentamente la blusa de donde emergían los senos fascinantes que ella misma se acariciaba rodeando con el índice los pezones y la aureola. Parecía una escultora modelando el busto de una diosa.

Brissot, temblando, lleno de ardor, observaba la escena por la abertura del cortinado, convertida en ese instante en la ventna infernal del paraíso.

Jacqueline continuaba el rito. Se levantaba y se despojaba de la falda. Luego se ponía de espaldas hacia Brissot, y se sacaba la enagua. Las nalgas de Jacqueline, sin los calzones, como era su costumbre, resplandecían, ante la mirada espectante de Brissot. Ella deslizaba la palma de su mano por las curvas, se palmeaba los muslos para enardecerlos y se tocaba finamente la hendidura. A veces se demoraba en esa profundidad como dudando de su soberbia existencia.

Después se acercaba al espejo del lavabo aprisionando sus senos con las manos. Se miraba un instante, y en seguida se tendía en el sofá para despojarse lentamente de las medias mientras mostraba, fervorosa, su sexo.
Brissot, suspirando, no perdía un detalle. Se llenaba de esa desnudez y de esas manos que se deslizaban como si estuvieran hechas de terciopelo.

Libre ya de las medias, Jacqueline alzaba sus piernas como si repitiera el rito kármico de Aruspa Devi, y se daba vuelta sobre el sofá, arqueando rítmicamente su incólume espalda y sus iluminadas nalgas. Después volvía a su posición. Levantaba otra vez las piernas, palpaba delicadamente su sexo y echaba en él un polvo perfumado que invadía de furor todo el ambiente.

Albert Brissot se derrumbaba. Luego se rehacía la corbata y dejaba cinco esterlinas de oro sobre una silla detrás del cortinado.


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POESÍA Y PSICOANÁLISIS
(1971-1991) VEINTE AÑOS DE LA HISTORIA DEL 
GRUPO CERO

Miguel Oscar Menassa 

En este libro, el número 23 de su serie, Miguel Oscar Menassa, hace alarde como un verdadero diestro de la palabra, de intentar una relación que, a decir verdad, en muchos pasajes de la obra consigue, entre la poesía, como función poética, instrumento de conocimiento y el psicoanálisis, como interpretación, como producción en acto del inconsciente.

Si bien en la recopilación no se encuentra toda la escritura del campo, Poesía y Psicoanálisis que, como tal, el autor inaugura, los escritos y las fechas no son azarosas.

En 1971 donde da comienzo el libro que nos ocupa, también da comienzo un movimiento interior a la Sociedad Psicoanalítica Internacional que, en Buenos Aires, repercute de tal grado que se produce una escisión de la estructura monolítica que hasta ese momento representaba la Asociación Psicoanalítica Argentina, dando lugar a nuevas tendencias, nuevas alianzas y la promoción de un Grupo, radicalmente diferente que, bajo la denominación de Grupo Cero, se hace cargo de procesar dentro de una epistemología materialista, nuevas formas de transmisión del psicoanálisis que si bien no abandonan la palabra hablada, el acto psicoanalítico es, esencialmente, un acto de escritura que, en todos los casos, tiene que ver con la poseía. Tiempo, donde sabemos, lo imposible se muestra sin dejar de ser imposible.

El autor en la recopilación ha cuidado muy bien los detalles a tal punto que podríamos decir que los escritos del libro conforman una historia, si no toda, por lo menos 20 años de la historia de un movimiento científico y cultural, en la pluma de su fundador con el agregado que aquel fundador es el mismo escritor que en el año 1991, es capaz de inaugurar con su escritura el Tercer Congreso de Poesía y Psicoanálisis, realizado en Madrid, fecha ésta en la que el autor decide poner el primer punto a la historia que nos cuenta.

Por primera vez en su vida como escritor, 23 libros, más infinitos poemas y escritos esparcidos por revistas de todo el mundo en diferentes idiomas, Menassa incluye estratégicamente dispuestas a lo largo de todo el libro más de 100 fotografías de él mismo y su entorno, en algunos casos, cercano y, en otros, social. Desde su madre y su padre hasta el encuentro en el Centro Cultural Conde Duque con el Alcalde de Madrid, Profesor Tierno Galván, desde el día de la finalización de sus estudios secundarios a los 18 años, hasta los festejos de sus bodas de plata a los 54 años.

Y ya para introducirnos en la lectura del libro citamos del  autor:

«Pretendo que la cosa de la carne sea una página en blanco, ahí, esperando que yo mismo deje sobre ella mis marcas personales, lo que me distingue, Poesía y Psicoanálisis; partículas de ser que, en su articulación, con el tiempo, nos darán un nombre propio.

 A veces pienso que la lengua castellana se detuvo en mí para ser interpretada, otras que el psicoanálisis enamorado de la lengua castellana, se detuvo en mí, para ser otra cosa y en el empecinamiento de las transformaciones llamo a la cosa personal, Poesía y Psicoanálisis, porque la carne me pertenece».

 

  "Y si es necesario confesarlo, lo confieso: Yo. también, fui temblando a mi primera sesión de psicoanálisis, pensando que nunca más besaría a nadie con pasión, que jamás escribiría un verso.
      Después para vengarme hube de escribir más de mil páginas y hube de besar a más de mil mujeres, esa cifra bastó para sentirme vencido por la verdad: La pasión no se termina porque no existe como tal, se genera entre las personas, entre las palabras, entre los acontecimientos.
      Estoy recordando en estos espacios los gloriosos días de mi juventud, donde hablar era una pasión, tal vez, la más poderosa pasión de mi juventud, donde hablar era una pasión, tal vez, la más poderosa pasión de mi juventud.
      Hablar era más que comer, era irse, enredando en situaciones, amores, traiciones, triunfos, derrotas que jamás hubieran sido mi vida si me hubiera faltado la palabra."

MIGUEL OSCAR MENASSA


PARA OLGA EN SU 50 CULPLEAÑOS

Cuando tenías 20 años, te conocí entre
millones de mujeres amadas y me quedé contigo.
Siempre tu piel, tus besos, tus suspiros,
me ofrecían señales de aquellas multitudes.

Y era tierno besarte, porque al abrir la boca,
salían en bandadas millones de palabras,
todas pidiendo libertad, cálidos amores,
para las pequeñas almas desnudas y sedientas.

Fuimos, lo reconozco, jóvenes, ágiles, fuertes.
Recuerdo aquellas tardes, memorables, de amor,
cuando, agarrándote en vilo de las nalgas,
te levantaba hasta 50 cm. de mi corazón,

Aquel atardecer que con el tiempo hicimos imborrable,
entre las cumbres a 7.000 metros sobre el nivel del mar, encima de los Andes más altos, de las nieves más altas,
te desnudé y me desnudé y la belleza fue infinita.

Fuimos sorprendidos por nuestra impotencia.
Tan cerca del cielo estabas extasiada y no pudiste abrir las piernas. 
Tan cerca de vos, estaba enloquecido de inmensidad, sin sexo,
y fuimos cóndores, entonces, águilas y ese fue nuestro amor.

O aquella noche entre macarras y putas aburridas,
te abracé, te metí una pierna entre tus piernas para bailar un tango,
y una vuelta y un ocho para atrás como una golondrina en pleno vuelo,
puso una sonrisa, amable, en cada puta,
puso un pájaro, inocente, en cada malandrín.

Y cuando, un poco locos, se nos daba
por hacer el amor con todo el mundo,
alcanzábamos del cuerpo los genios más espléndidos,
nadie se resistía al influjo brutal de nuestros besos.

Alquilábamos grandes salones, como el de hoy
y bebíamos de la misma copa cientos de licores
y bailábamos todos al ritmo de tus tetas aladas
y yo te amaba, porque amarte, era amar a todo el universo.

Éramos tan hermosos juntos, que nos tomábamos del brazo
y comiendo mandarinas caminábamos tardes enteras de sol,
sólo para que los paseantes nos vieran caminar con alegría
para que toda la belleza nuestra, fuera compartida.

Éramos ágiles,
yo solía volar hasta tu corazón todas las mañanas.

Éramos fuertes,
vos me subías encima tuyo y cantabas hasta quedarte sin respiración.

Éramos jóvenes, tan jóvenes,
que llegamos a desear vivir juntos, en plena libertad, más de cien años.

Después vino la guerra.

como en todos los grandes amores como el nuestro,
vino la guerra.

Pero nada, nos agarramos fuertes a los pequeños ángeles,
que nos habían nacido de tanto estar unidos.
y volando al unísono, entre las balas, entre los maldecires,
volamos sin parar hasta caer rendidos, todos juntos,
en una pequeña ciudad al sur de Europa.

Había luz, agua potable, seguridad social, impuestos.
Algo de suerte habíamos tenido,
la guerra nos había expulsado de lo más amado,
pero por suerte habíamos caído en una ciudad civilizada,
después, no fue, tampoco, para tanto.

Al principio nos costaba creer que la civilización
podía ignorar los pensamientos más modernos.
Algunos días protestamos, pero después aprendimos a hablar,
de langostinos, del punto de cocción de las judías verdes
y fuimos más normales que el viento en primavera
y nos nacieron hijos en España, desde ahí nuestra tierra.

De cualquier manera siempre vivimos asustados,
para escribir poesías nos escondíamos,
como cuando al comienzo del amor.
Después de tanto ejercitar, salíamos a la calle
y