LAS
2001 NOCHES Nº 79 |
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LA GUERRA ¡¡¡QUÉ MIERDA!!!
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VICENTE
ALEIXANDRE
España, 1898
SONIDO DE
LA GUERRA
EL
SOLDADO
Aquí llegué.
Aquí me quedo. Es triste
saber que el día en noche encarna. Eterna
miré la luz en unos ojos bellos.
¡Cuán lejos ya! Aquí en la selva acato
la única luz, y vivo. Pues ignoro
aquí de dónde vengo. Son las aves
tenaces las que sobreviven, las que
sobrevuelan. Aquí a mis pies lianas
bullen, y sienten que tierra es todo, y nada
es diferente. El cielo no es distinto.
El ave es tierra y vuela.
Lo mismo garza que alcotán. ¡Qué pájaros
fantasmas, qué chirridos
fantasmas! El agua pasa y cunde.
Aquí mi cuerpo mineral hoy puede
vivir. Soy piedra pues que existo.
EL BRUJO
Solo quedé.
Arrasada está la aldea.
Ah, el miserable
conquistador pasó. Metralla y, más, veneno
vi en la mirada horrible. Y eran jóvenes.
Cuántas veces soñé con un suspiro
como una muerte dulce. En mis brebajes
puse el beleño de no ser, y supe
dormir, terrible ciencia última.
Mas hoy no me valió. Con ojo fijo
velé y miré, y seco
un ojo vio la lluvia, y era roja.
Pálido y seco,
y ensangrentado en su interior, cegó.
EL
SOLDADO
No estoy
dormido. No sé si muero o sueño.
En esta herida está el vivir, y ya
tan sólo ella es la vida.
Tuve unos labios que significaron.
Un cuerpo que se erguía, un brazo extenso,
como unas manos que aprehendieron: cosas,
objetos, seres, esperanzas, humos.
Soñé, y la mano dibujaba el sueño,
el deseo. Tenté. Quien tienta vive. Quien conoce ha muerto.
Sólo mi pensamiento vive ahora.
Por eso muero. Porque ya no miro,
pero sé. Joven lo fui. Y sin edad, termino.
EL BRUJO
Pues vi
miré. La sangre no era un río,
sino su pensamiento doloroso.
La sangre vive cuando presa pugna
por surtir. Pero si surte, muere.
Como un castillo donde prisionera
está la bella y un dulce caballero
abre el portón, y sale: la luz mata.
Así la sangre, en que el destino yerra,
pues si fulgura muere. Ah, qué misterio
increíble. Sólo sobre unos labios coloridos,
como tras celosía, se adivina
el bulto de la sangre. Y el amante
puede besar y presentir, ¡sin verla!
XV CONGRESO
INTERNACIONAL
GRUPO CERO
"LA MUJER Y YO II"
se realizará en Madrid
Del 20 al 23 d e Julio de 2005
Teléfono:
91 758 19 40 |
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EL PÁJARO
¿Quién habla
aquí en la noche? Son venenos
humanos. Soy ya viejo y oigo poco,
mas no confundo el canto de la alondra
con el ronco trajín del pecho pobre.
Miro y en torno casi ya no hay aire
para mis alas. Ni rama para mi descanso.
¿Qué subversión pasó? Nada conozco.
Naturaleza huyó. ¿Qué es esto? Y vuelo
en un aire que mata.
Letal ceniza en que bogar, y muero.

EL
SOLDADO
Qué sed
horrible. En tierra seca, nada.
Tendido estoy y sólo veo estrellas.
El agujero de mi pecho alienta
como brutal error. Pienso, no hablo.
Quizás hoy
siento porque estoy muriendo.
Y la postrer palabra sea: Sentí.
EL BRUJO
Camino a
tientas. ¿Entre piedras ando
o entre miembros dispersos? ¿Frío un talón o es una frente rota?
Qué rumoroso un trozo que está solo:
Más allá de la muerte vive algo,
un resto, en vida propia. Y ando, aparto
esa otra vida a solas que no entiendo.
EL
SOLDADO
Si alguien
llegase... No puedo hablar. No
puedo gritar. Fui joven y miraba, ardía,
tocaba, sonaba. El hombre suena. Pero mudo, muero.
Y aquí ya las estrellas se apagaron,
pues que mis ojos ya las desconocen.
Sólo el aire del pecho suena. El estertor
dentro de mí respira por la herida,
como por una boca. Boca inútil.
Reciente, y hecha sólo
para morir.
EL BRUJO
La guerra
fue porque está siendo. Yerran
los que la nombran. Nada valen y son sólo palabras
las que te arrastran, sombra polvorosa,
humo estallado, humano que resultas
como una idea muerta tras su nada.
¿Dónde el beleño de tu sueño, zumo
para dormir, si todo ha muerto y veo
sólo que la luz piensa? No, no hay vida,
sino este pensamiento en que yo acabo:
El pensamiento de la luz sin hombres.
LA
ALONDRA
Todo está
quieto y todo está desierto.
Y el alba nace, y muda.
Pasé como una piedra y fui a la mar. |
125.001
ejemplares: NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA |
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BERTOLT
BRECHT
Alemania, 1898
CATÓN DE GUERRA ALEMÁN
...
LOS DE
ARRIBA DICEN: LA PAZ Y LA GUERRA
son de naturaleza distinta.
Pero su paz y su guerra
son como viento y tormenta.
La guerra nace de su paz
como el hijo de la madre.
Tiene
sus mismos rasgos terribles.
Su guerra mata
lo que sobrevive
a su paz.
CUANDO EL
PINTOR DE BROCHA GORDA HABLA DE PAZ
POR LOS ALTAVOCES,
los trabajadores miran el grueso firme
de las autopistas que están haciendo,
y ven
que es para tanques pesados.
El pintor de brocha gorda habla de paz.
Irguiendo sus espaldas doloridas,
las grandes manos apoyadas en cañones,
le escuchan los fundidores.
Los pilotos de los bombarderos aminoran la marcha de los
[motores
y oyen
hablar de paz al pintor de brocha gorda.
Los leñadores están a la escucha en los bosques silenciosos,
los campesinos dejan los arados y se llevan la mano a la oreja,
se detienen las mujeres que les llevan la comida:
hay un coche con altavoces en el campo de labor. Por ellos
se oye al pintor de brocha gorda exigir la paz.
CUANDO LOS
DE ARRIBA HABLAN DE PAZ
el pueblo llano sabe
que habrá guerra.
Cuando los de arriba maldicen la guerra,
ya están escritas las hojas de movilización.
LOS DE
ARRIBA
se han reunido en una sala.
Hombre de la calle:
abandona toda esperanza.
Los gobiernos
firman pactos de no agresión.
Hombre pequeño:
escribe tu testamento.
HOMBRE DE
CHAQUETA RAÍDA:
en las fábricas textiles
están tejiendo para ti un capote
que nunca romperás.
Hombre que vas al trabajo caminando durante horas
con tus zapatos destrozados: el coche
que te están fabricando
llevará una coraza de hierro.
En tu hogar hace falta un envase de leche
y estás fundiendo una gran botella, fundidor,
que no será para leche. ¿Quién
beberá en ella?
ES DE NOCHE
Las parejas
van a la cama. Las mujeres jóvenes
parirán huérfanos.
EN EL MURO
HABÍAN ESCRITO CON TIZA:
quieren la guerra.
Quien lo escribió
ya ha caído.
LOS DE
ARRIBA DICEN:
éste es el camino de la gloria.
Los de abajo dicen:
éste es el camino de la tumba. |
LA GUERRA
QUE VENDRÁ
no es la primera. Hubo
otras guerras.
Al final de la última
hubo vencedores y vencidos.
Entre los vencidos, el pueblo llano
pasaba hambre. Entre los vencedores
el pueblo llano la pasaba también.
LOS DE
ARRIBA DICEN: EN EL EJÉRCITO
todos somos iguales.
Por la cocina sabréis
si es verdad.
En los corazones
debe haber el mismo valor. Pero
en los platos hay
dos clases de rancho.
LOS TÉCNICOS
ESTÁN
inclinados sobre las mesas de dibujo:
una cifra equivocada, y las ciudades del enemigo
se salvarán de la destrucción.
DE LAS
BIBLIOTECAS
salen los asesinos.
Estrechando contra sí a los niños,
las madres vigilan el cielo con terror
a que aparezcan en él los descubrimientos de los sabios.
EN EL
MOMENTO DE MARCHAR, MUCHOS NO SABEN
que su enemigo marcha al frente de ellos.
La voz que les manda
es la voz de su enemigo.
Quien habla del enemigo,
él mismo es enemigo.
GENERAL, TU
TANQUE ES MÁS FUERTE QUE UN COCHE
Arrasa un bosque y aplasta a cien hombres.
Pero tiene un defecto:
necesita un conductor.
General, tu bombardero es poderoso.
Vuela más rápido que la tormenta y carga más que un elefante.
Pero tiene un defecto:
necesita un piloto.
General, el hombre es muy útil.
Puede volar y puede matar.
Pero tiene un defecto:
puede pensar.
CUANDO
EMPIECE LA GUERRA,
quizá vuestros hermanos se transformen
hasta que no se reconozcan ya sus rostros.
Pero vosotros debéis seguir siendo los mismos.
Irán a la guerra, no
como a una matanza, sino
como a un trabajo serio. Todo
lo habrán olvidado.
Pero vosotros no debéis olvidar nada.
Os echarán aguardiente en la garganta,
como a los demás.
Pero vosotros debéis manteneros serenos.
EL FÜHRER OS
DIRÁ: LA GUERRA
dura cuatro semanas. Cuando llegue el otoño
estaréis de vuelta. Pero
vendrá el otoño y pasará,
vendrá de nuevo y pasará muchas veces, y vosotros
no estaréis de vuelta.
El pintor de brocha gorda os dirá: las máquinas
lo harán todo por vosotros. Sólo unos pocos
tendrán que morir. Pero
moriréis a cientos de miles, nunca
se habrá visto morir a tantos hombres.
Cuando me digan que estáis en el Cabo Norte,
y en Italia, y en el Transvaal, sabré
dónde encontrar un día vuestras tumbas.
CUANDO EL
TAMBOR EMPIECE SU GUERRA,
vosotros debéis continuar la vuestra.
Verá ante sí enemigos, pero,
al volverse, deberá ver también
enemigos detrás;
cuando empiece su guerra
no debe ver sino enemigos en torno.
Todo aquel que avance
empujado por los agentes de las S.S.,
debe avanzar contra él.
Las botas serán malas, pero aunque fueran |
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del mejor
cuero, son sus enemigos
quienes deben marchar dentro de ellas.
Vuestro rancho será poco, pero aunque fuera abundante,
no os debe gustar.
Que los agentes de las S.S. no puedan dormir.
Que tengan que controlar arma a arma
para ver si están cargadas. Y que tengan que controlar
si controlan sus controladores.
Todo lo que vaya hacia él debe ser destruido, y todo
lo que venga de él, contra él hay que volverlo.
Valeroso será quien combata contra él.
Sabio será quien frustre sus planes.
Sólo quien le venza salvará a Alemania.

WALT
WHITMAN
Estados Unidos, 1819
REDOBLES
DE TAMBOR
¡BATID,
BATID, TAMBORES!
¡Batid,
batid, tambores! ¡Sonad, clarines, sonad!
Irrumpid como una fuerza implacable a través de
puertas y ventanas,
Dispersad a los fieles en el templo solemne,
Entrad en la escuela en que el alumno estudia;
Perturbad la calma y la felicidad del novio con su
prometida,
La paz del granjero que ara la tierra o cosecha el grano,
Redoblad con violencia, tambores, sonad estridentes,
clarines.
¡Batid,
batid, tambores! ¡Sonad, clarines, sonad!
Sobre el tránsito de las ciudades, sobre el rechinar de
las ruedas en las calles;
¿Están las camas dispuestas para recibir a quienes
dormirán en ellas?, nadie debe dormir en esas camas,
Ni comerciar los comerciantes durante el día... ¿acaso han
de continuar los comisionistas y los especuladores?
¿Acaso han de continuar las pláticas de los que platicaban?
¿Acaso el cantante intentará cantar?
Entonces, vibrad con más fuerza aún, tambores, sonad
más alto aún, clarines.
¡Batid,
batid, tambores! ¡Sonad, clarines, sonad!
Sin parlamentos, sin deteneros a discutir con nadie,
Sin preocuparos por el tímido ni por el que llora o el
que reza,
Sin preocuparos por la súplica del anciano al joven,
Acallad las voces de los niños, acallad los ruegos de las
madres,
Agitad a los muertos en sus ataúdes mientras
aguardan la carroza fúnebre,
Batid con fuerza, oh terribles tambores, sonad alto, clarines.
GRUPO CERO
GETAFE
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JORGE
LUIS BORGES
Argentina, 1899
POEMA CONJETURAL
El doctor Francisco Laprida, asesinado
el día
22 de setiembre de 1829 por los montoneros
de Aldao, piensa antes de morir.
Zumban las balas en la tarde última.
Hay viento y hay cenizas en el viento,
se dispersan el día y la batalla
deforme, y la victoria es de los otros.
Vencen los bárbaros, los gauchos vencen.
Yo, que estudié las leyes y los cánones,
yo, Francisco Narciso de Laprida,
cuya voz declaró la independencia
de estas crueles provincias, derrotado,
de sangre y de sudor manchado el rostro,
sin esperanza ni temor, perdido,
huyo hacia el Sur por arrabales últimos.
Como aquel capitán del Purgatorio
que, huyendo a pie y ensangrentando el llano,
fue cegado y tumbado por la muerte
donde un oscuro río pierde el nombre,
así habré de caer. Hoy es el término.
La noche lateral de los pantanos
me acecha y me demora. Oigo los cascos
de mi caliente muerte que me busca
con jinetes, con belfos y con lanzas.
Yo que anhelé ser otro, ser un hombre
de sentencias, de libros, de dictámenes,
a cielo abierto yaceré entre ciénagas;
pero me endiosa el pecho inexplicable
un júbilo secreto. Al fin me encuentro
con mi destino sudamericano.
A esta ruinosa tarde me llevaba
el laberinto múltiple de pasos
que mis días tejieron desde un día
de la niñez. Al fin he descubierto
la recóndita clave de mis años,
la suerte de Francisco de Laprida,
la letra que faltaba, la perfecta
forma que supo Dios desde el principio.
En el espejo de esta noche alcanzo
mi insospechado rostro eterno. El círculo
se va a cerrar. Yo aguardo que así sea.
Pisan mis pies la sombra de las lanzas
que me buscan. Las befas de mi muerte,
los jinetes, las crines, los caballos,
se ciernen sobre mí... Ya el primer golpe,
ya el duro hierro que me raja el pecho,
el íntimo cuchillo en la garganta.
GRUPO CERO
ALCALÁ DE HENARES
DEPARTAMENTO DE CLÍNICA
Tel. 91 883 02 13
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ENRIQUE
MOLINA
Argentina, 1910
LA PRISIONERA
Perro
no toques esos senos donde las más delicadas violetas orgánicas
serán un hervidero de escorpiones un ladrido baldío
era la ribera caliente de esa sirvienta de las hojas
que ha
trabajado tanto para esas flores enormes del martirio
para
los azorrales
con el gatillo del pantano al rojo vivo del silencio y la terrible
prisionera
no cae no cede únicamente insulta
con su gemido de supliciada
Perro
no toques ese pelo mordido por la lluvia entre las lentas
pantallas del follaje
en la sombra de la injusticia
ella
la empecinada la desnuda
entre las hojas cómplices
No toques
ese cuerpo conectado a las fibras de un pueblo
de dientes fulgurantes conectado a la savia y a la luna que
recoge esos muertos de una negra cosecha al grito del amor
y del monzón
al alarido del soldado consumido por un soplo de gelatina
ardiente
Esa presa es tantálica
como el país sin sueño que defiende
ese país de plantaciones de odio que se contagia de hoja
en hoja
Esa presa es tantálica
INFORMACIÓN
Metralla:
son ligeras costillas las que muerdes frágiles costillas de
bambú palpitantes jaulas toráxicas
donde un globo de sueños se llena de súbito de hormigas
un bello corazón rojo de la manigua torturada
esos terribles cetros de insania
a llamaradas entre los helechos
Es un nido de venas una garganta´
donde corría el vino de unos cantos rituales el viento dulzón y
denso del verano
de un país de arrozales y plumas
las fornicaciones
como una urdiumbre suspirante del trópico en la dulzura
humana
de amantes entre la espuma lunar sobre sus sábanas de arena
ese lugar de flores usurpadas
de pájaros tatuados por el fuego
todo el horror desnudo de unos muertos que encienden
en la sombra
una brasa humillada y vengadora
CESARE
PAVESE
Italia, 1908
TÚ NO CONOCES LAS COLINAS
Tú no
conoces las colinas
donde se derramó la sangre.
Todos huimos,
todos arrojamos
el arma y el nombre. Una mujer
nos miraba al huir.
Sólo uno de nosotros
se paró con el puño cerrado,
vio el cielo vacío,
inclinó la cabeza y murió
bajo el muro, callando.
Ahora no es más que un guiñapo de sangre
y su nombre. Una mujer
nos espera en las colinas.
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VICENTE
HUIDOBRO
Chile, 1893
EDAD NEGRA
La muerte atravesada de truenos vivos
Atravesada de fríos humanos
La muerte de sobra llamando tierra por la tierra
Y de subida en los rostros amargos
La marea apresurada
Sobre los ojos y las piedras
Cómo decir al mundo si es necesario tanto hielo
Si exige el tiempo tal suplicio
Para futuras voces nuevas
¿En dónde estás flor de las tumbas
Si todo es tumba en el reino infinito?
Sólo se oye la lengua del sepulcro
Llamando a grandes gritos
Las campanas secretas
En su misterio de memorias a la deriva
Semejantes al temblor eterno
Que se separa de los astros
No hay sacrificio demasiado grande
Para la noche que se aleja
Para encontrar una belleza escondida en el fuego
Perderlo todo
Perder los ojos y los brazos
Perder la voz el corazón y sus monstruos delicados
Perder la vida y sus luces internas
Perder hasta la muerte
Perderse entero sin un lamento
Ser sangre y soledad
Ser maldición y bendición de horrores
Tristeza de planeta sin olor de agua
Pasar de ángel a fantasma geológico
Y sonreír al sueño que se acerca
Y tanto exige para ser monumento al calor de las manos
Penan los astros como sombras de lobos
muertos
En dónde está esa región tan prometida y tan buscada
Penan las selvas como venganzas no cumplidas
Con sus vientos amontonados por el suelo
Y el crujir de sus muebles
Mientras el tiempo forja sus quimeras
Debo llorar al hombre y al amigo
La tempestad lo arroja a otras comarcas
Más lejos de lo que él pensaba
Así dirá la Historia
Se debatían entre el furor y la esperanza
Corrían a encender montañas
Y se quemaban en la hoguera
Empujaban ciudades y llanuras
Flanqueaban ríos y mares con la cabeza ensangrentada
Avanzaban en medio de la sombra espía
Caían desplomados como pájaros ilusos
Sus mujeres ardían y clamaban como relámpagos
Los caballos chocaban miembros en el fango
Carros de hierro aviones triturados
Tendidos en el mismo sueño
Guárdate niño de seguir tal ruta
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MIGUEL
OSCAR MENASSA
Argentina, 1940
LA
MUERTE DEL HOMBRE
31 de Diciembre de 1976
Es otra vez
de noche
y en general
la casa duerme.
Una voz en
la radio
dice últimas palabras.
Me entretengo con el humo
y me ocurren mil fantasías
y ninguna tiene que ver
con recostarme
tranquilamente en la cama
y dormir.
Entre tantos papeles
terminaré siendo un escritor
y fijo mi mirada en la lejanía
y dejo que la historia del hombre
irrumpa
con la violencia de su sino
mi noche.
Enciendo
cigarrillos a mansalva
uno detrás de otro como si fueran
centelleantes granadas contra los opresores.
Desde hace
millones de años
el hombre vive de rodillas.
Las
granadas estallan en mi rostro.
Primitivas
presencias
pueblan mi noche de salvajes ritos.
Ceremonias
donde la muerte
siempre es una canción
sublime y misteriosa.
Bestias indomables
semejantes al hombre
por la torpeza
de sus movimientos
danzan a mi alrededor
iracundos
silvestres.
En un mal
castellano
me dicen que su jefe
quiere charlar conmigo.
Sentado en
mi cama escribiendo
pido que dejen de rugir tambores
que cese la danza
que me dejen escribir este poema.
El hombre
tiene hambre y sed desde milenios.
Somos ese
hombre hambriento y sediento poeta
cantad con nosotros:
Venimos de la Mesopotamia
y del Caribe
y buscando la perfección hemos llegado
hasta los mundos que se esconden
por encima del cielo
y no hemos encontrado nada.
Siempre hay
un hombre que tiene hambre.
Siempre hay un hombre que se muere de sed.
Aquí mismo
poeta
en tu casa
anidan el opresor y el oprimido.
Sentado
sobre mi cama escribiendo
les digo a los salvajes
que ya es noche tarde
que por favor dejen de danzar
que necesito
hundirme entre las letras
mi hambre
mi única sed.
Dejaron de
danzar
y el que se destacaba
|
por su
tremenda humanidad
me fulminó con su mirada.
¿Quién es
más cruel?
Poeta
¿Quién más salvaje?
El que muere peleando
por un trozo de pan
o el que no muere nunca.
Quién producirá el exterminio
poeta.
Mis armas o tus versos.
Y ahora
poeta deja la pluma
echa a andar y piensa.
Sentado
sobre mi cama
escribiendo
le digo al salvaje
que no quiero irme de mi pieza
y que siempre supe que pensar
no era necesario y que deseo
es la última vez que se lo digo
seguir escribiendo este poema.
Antes de
continuar me detengo
en la inteligencia del salvaje:
habla bien y mientras habla
deja escapar entre las palabras
el aliento
para que todo suene vital
desgarrador.
Yo soy el
hombre
grita la bestia encadenada.
Y tú poeta
¿eres el hombre?
Escribir para quién
dónde los amigos
y dónde los enemigos.
Dime poeta
¿tu canto
necesita del futuro
para ser?
Ese poema que escribes
contra todo
a quién le servirá.
A ver poeta
un verso
que me diga ahora mismo
¿qué es el hombre?
Sentado
sobre mi cama escribiendo
me doy cuenta
que la inteligencia del salvaje
terminará quemando
todos mis papeles escritos
en esa hoguera
que fueron construyendo
a mi alrededor
sus palabras.
Dejo de
escribir
lo miro fijamente a los ojos
y murmuro sus propias palabras
en un solo verso un hombre
en un solo verso un hombre
y me decido a escribir ese verso.
Sostengo
con mi mirada
la mirada del salvaje
y con rápidos movimientos
tomo la ametralladora
y disparo varias ráfagas
sobre el cuerpo del salvaje
que con los ojos desorbitados
por el asombro
cae
para morir y desaparecer.
Sentado
sobre mi cama escribo ahora
con la seguridad
de quien ha llegado a la cima:
Un poeta
asesinó su hombre
para escribir este poema
y eso
es un hombre. |
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GERMÁN
PARDO GARCÍA
Colombia, 1902
PEQUEÑA
BIOGRAFÍA DE UN
HOMBRE CONTEMPORÁNEO
Entre
dos guerras deflagró mi vida.
Entre dos apogeos del estrago.
Dos
guerras grandes cual el mundo mismo.
Antes de la primera yo fui blanco.
Después
de la segunda ya tenía
el color de la pólvora tatuado.
Antes
de la primera iba desnudo,
animal inocente por los llanos
frumentales. Después de la segunda,
cota de malla y corazón blindado.
Olía el
musgo a semen de leones.
Los arroyos a orines de caballo.
Antes
de la primera no tenía
temor del fuego, del rescoldo humano.
Durante
la segunda, intensamente
los tuétanos salidos me quemaron.
Pude
sobrevivir arrebatándole
a un muerto su rincón. Y así, empujándolo
como a
un costal de carcomidos huesos,
lo eché del foso y me escondí en su cárcamo.
Después
clamaban a millar de voces
que yo era un resurrecto. Y me apedrearon.
Antes
de la primera, humildemente
como se brinda un pan daba la mano.
Después
de la segunda la escondía.
Antes de la primera, noble el paso.
El de
un hombre sencillo que confiara.
Después de la segunda, brinco largo
de
tigre hambriento. Vida bifurcada.
Ni siquiera me duele recordarlo.
Carezco
de dolor. No tuve triunfos
ni dignidad y soy uno de tantos
delincuentes que nombran las noticias
cotidianas. Un nadie. Un ser castrado.
Lo
demás que pudiera referiros
es aún más torpe, sórdido y extraño.
Intimidad inverecunda y podre.
Mi rostro no es auténtico. Es el falso
que ya
todos tenemos; y conmigo
porto un papel. En uno de sus ángulos
mi
única dirección. No es verdadera.
Teléfono ficticio y un retrato
lleno
de arrugas; máscara de un hombre
deliberadamente equivocado.
Alma y
figura, nombre y domicilio,
todo simulación, todo bastardo.
Lo que
sé y lo que ignoro y lo que nunca
podré saber. El sueño y lo insoñado.
La
inmunda cabellera hasta la espalda.
Un infeliz andrógino barbado.
Mas
pudieran valerme estas señales
si algún día vulgar, un día amargo
sin
fecha, como hay muchos en la vida;
sin prodigalidad, un día avaro,
yo me
muero en la calle como muere
bajo la oscuridad un perro anciano. |
PEDRO
SALINAS
España, 1891
EL
VIENTO Y LA GUERRA
La guerra.
El extraordinario.
En mudos signos escasos
-seis signos negros-, espantos,
aún más negros que este negro,
espantos sin fin se apiñan.
Aún fría, recién nacida,
encima ya pero abstracta,
sin hombres, sin horizontes,
sin salirse aún de los mapas,
la guerra, seca, de enormes
letras siniestras, sin sangre.
Su noticia, contubernio
de seis signos con la tinta,
ya para siempre manchó
aquel candor de una hoja,
tan sin empleo, tan pura,
que pudo haber anunciado
las pulseras de pedida,
la llegada de los barcos
que vienen de las Antillas,
los nuevos discos de baile,
las tiendas de las floristas.
Pero su blancura fue
condenada a lo peor,
y una mano
no quiso seguir tocándola,
y al aire la abandonó.
Ahora,
sola, ya sin ojos,
a quien henchir de dolor,
se arrastra y gime. Gemido
grotesco de unos papeles,
rozando el sueño;
confusa sombra, alimaña,
alfabético el pelaje,
acosada
por las justicias del aire.
El gran aire que se alza,
en las ciudades inmensas,
en las calles sin un alma,
allá en la alta madrugada,
de día, precisamente,
que la guerra se declara.
La empuja el aire, la corre,
calle arriba,
sobre el asfalto llovido,
sobre rieles de tranvía,
calle abajo; la arrincona
contra muros sin salida.
Triste bandada de hojas,
acuciadas por la ira
del aire ajusticiador
huir querría,
falsas alas de papel,
tomar vuelo. Pero el peso
de la cuenta de los muertos,
el lastre de las arengas,
la carga de telegramas
de mal agüero, le niegan
hasta el primer escalón
del aire, escala del cielo.
Y allí en la tierra -ni tierra,
en el asfalto- acosada,
viento arcángel la flagela
blandiendo sus mismas páginas.
Tres faroles, altaneros,
jueces de fría mirada,
testifican el tormento.
Y algún reló, historiador,
desde su torre, metálico,
a la agonía le cuenta
sus estertores, las tres,
las tres y media, las cuatro.
Arcángeles,
revestidos
de túnicas de chubasco,
sus espadas de agua hincan
en la carne de espantajo
del monstruo de la noticia.
A desgarrarse ya empiezan,
de papel, sus miembros flacos,
van por el aire, hechos trizas,
los más fatídicos párrafos, |
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y las
frases se desbandan,
como cuervos espantados.
Y al fin, justicia total,
los signos se desajustan,
los seis signos del vocablo.
La gran cosa atroz, la guerra,
se va quedando
sin palabra que la miente;
y anónima ya, no existe,
con su nombre se ha olvidado.
Y cuando se estrena el alba
en la calle, todo está
limpio, no ha ocurrido nada.
Los ojos salen del sueño,
felices, a otra mañana,
por unos minutos más
en santísima ignorancia.
Y lenta, pasa, muy lenta
-lo mismo que la mirada
de amante que muere amando
sobre el rostro que se deja
atrás-, lentísima pasa
la última hora de la paz,
sobre la ciudad en calma.
RAFAEL
ALBERTI
España, 1902
LOS ÁNGELES BÉLICOS
(NORTE, SUR)
Viento
contra viento.
torre sin mando, en medio.
Remolinos de ciudades
los desfiladeros.
Ciudades del viento sur,
me vieron.
las neveras, rodando,
pueblos.
Pueblos que yo desconozco,
ciudades del viento norte,
no me vieron.
Gentío de mar y tierra,
nombres, preguntas, recuerdos,
a frente.
Balumbas de frío encono,
cuerpo a cuerpo.
torre sin mando, en medio,
torre colgada
almas muertas que me vieron,
no me vieron.
Viento contra viento.
NOCTURNO
Cuando
tanto se sufre sin sueño y por la sangre
escucha que transita solamente la rabia,
en los tuétanos tiembla despabilado el odio
las médulas arde continua la venganza,
palabras entonces no sirven: son palabras.
Balas. Balas.
Manifiestos, artículos, comentarios, discursos,
humaredas perdidas, neblinas estampadas,
dolor de papeles que ha de barrer el viento,
tristeza de tinta que ha de borrar el agua!
Balas. Balas.
Ahora sufro lo pobre, lo mezquino, lo triste,
desgraciado y muerto que tiene una garganta
cuando desde el abismo de su idioma quisiera
lo que no puede ser imposible, y calla.
Balas. Balas.
Siento esta noche heridas de muerte las palabras. |
JACQUES
PRÉVERT
Francia, 1900
BÁRBARA
Acuérdate
Bárbara
Llovía sin cesar sobre Brest aquel día
Y caminabas sonriente
Abierta radiante empapada
Bajo la lluvia
Acuérdate Bárbara
Llovía sin cesar sobre Brest
Y me crucé contigo calle de Siam
Sonreías
Y yo sonreía también
Acuérdate Bárbara
Tú a quien no conocía
Tú que no me conocías
Acuérdate
Acuérdate sin embargo de aquel día
No olvides
Un hombre se cobijaba en un portal
Y gritó tu nombre
Bárbara
Y corriste a su encuentro bajo la lluvia
Empapada radiante abierta
Y te echaste en sus brazos
Acuérdate de eso Bárbara
Y no te enfades si te tuteo
Tuteo a todos los que amo
Aunque sólo les haya visto una vez
Tuteo a todos los que se aman
Aunque no les conozca
Acuérdate Bárbara
No te olvides
Esta lluvia quieta y feliz
Sobre tu rostro feliz
Sobre esta ciudad feliz
Esta lluvia sobre el mar
Sobre los astilleros
Sobre el barco de Ouessant
Oh Bárbara
Qué estupidez la guerra
Qué será de ti ahora
Bajo esa lluvia de hierro
De fuego de acero de sangre
Y aquel que te abrazaba
Amorosamente
¿Ha muerto? ¿Ha desaparecido? ¿O aún está vivo?
Oh Bárbara
Llueve sin cesar sobre Brest
Como llovía antes
Pero ya no es lo mismo y todo está estropeado
Es una lluvia de duelo terrible y desolada
No es ni siquiera la tormenta
De hierro de acero de sangre
Sencillamente nubes
Que revientan como perros
Perros que desaparecen
Con el agua sobre Brest
Y van a pudrirse lejos
Lejos muy lejos de Brest
De la cual no queda nada. |
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MIGUEL
HERNÁNDEZ
España, 1910
GUERRA
Todas las
madres del mundo
ocultan el vientre, tiemblan,
y quisieran retirarse
a virginidades ciegas,
el origen solitario
y el pasado sin herencia.
Pálida, sobrecogida
la fecundidad se queda.
El mar tiene sed y tiene
sed de ser agua la tierra.
Alarga la
llama el odio
y el amor cierra las puertas.
Voces como lanza vibran,
voces como bayonetas.
Bocas como puños vienen,
puños como cascos llegan.
Pechos como muros roncos,
piernas como patas recias.
El corazón se revuelve,
se atorbellina, revienta.
Arroja
contra los ojos
súbitas espumas negras.
La sangre enarbola el mundo
precipita la cabeza
y busca un hueco, una herida
por donde lanzarse afuera.
La sangre
recorre el mundo
enjaulada, insatisfecha.
Las flores se desvanecen
devoradas por la hierba.
Ansias de matar invaden
el fondo de la azucena.
Acoplarse con metales
todos los cuerpos anhelan:
desposarse, poseerse
de una terrible manera.
Desaparecer: el ansia
general, creciente, reina.
Un fantasma de estandartes,
una bandera quimérica,
un mito de patrias: una
grave ficción de fronteras.
Músicas
exasperadas,
duras como botas, huellan
la faz de las esperanzas
y de las entrañas tiernas.
Crepita el alma, la ira.
El llanto relampaguea
¿Para qué quiero la luz
si tropiezo con tinieblas?
Pasiones
como clarines,
coplas, trompas que aconsejan
devorarse ser a ser,
destruirse, piedra a piedra.
Relinchos. Retumbos. Truenos.
Salivazos. Besos. Ruedas.
Espuelas. Espadas locas
abren una herida inmensa.
Después, el
silencio, mudo
de algodón, blanco de vendas,
cárdeno de cirugía,
mutilado de tristeza.
El silencio. Y el laurel
en un rincón de osamentas.
Y un tambor enamorado,
como un vientre tenso, suena
detrás del innumerable
muerto que jamás se aleja.
Celebramos el día del libro
el 22 de abril de 2005
La
Editorial Grupo Cero regalará un libro a todo aquel que
se acerque por su sede desde las 9.30 hasta las 20.00
horas
EDITORIAL GRUPO CERO
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PABLO
NERUDA
Chile, 1904
LA
MUERTE DEL MUNDO
La
muerte iba mandando y recogiendo
en lugares y tumbas su tributo:
el hombre con puñal o con bolsillo,
a mediodía o en la luz nocturna,
esperaba matar, iba matando,
iba enterrando seres y ramajes,
asesinando y devorando muertos.
Preparaba sus redes, estrujaba,
desangraba, salía en las mañanas
oliendo sangre de la cacería,
y al volver de su triunfo estaba envuelto
por fragmentos de muerte y desamparo,
y matándose entonces enterraba
con ceremonia funeral sus pasos.
Las
casas de los vivos eran muertas.
Escoria, techos rotos, orinales,
agusanados callejones, cuevas
acumuladas con el llanto humano.
-Así debes vivir -dijo el decreto.
-Púdrete en tu substancia -dijo el jefe.
-Eres inmundo -razonó la Iglesia.
-Acuéstate en el lodo -te dijeron.
Y unos cuantos armaron la ceniza
para que gobernara y decidiera,
mientras la flor del hombre se golpeaba
contra los muros que le construyeron.
El
cementerio tuvo pompa y piedra.
Silencio para todos y estatura
de vegetales altos y afilados.
Al fin estás aquí, por fin nos dejas
un hueco en medio de la selva amarga,
por fin te quedas tieso entre paredes
que no traspasarás. Y cada día
las flores como un río de perfume
se juntaron al río de los muertos.
Las flores que la vida no tocaba
cayeron sobre el hueco que dejaste.
JUAN-JACOBO
BAJARLÍA
Argentina, 1914
YO ERA TODOS LOS HOMBRES
¿Quién
era yo?
¿Quién era aquél que al amanecer transitaba las calles
deshilachadas buscando al
hombre que juntaba mujeres
como monedas de oro para
desmenuzar?
¿Quién era el dueño de la corrupción que abría caminos en los
viejos prostíbulos para
instalar las oficinas del hambre?
¿Quién, desde lo alto de las paralelas, arrojaba la sal de la
muerte
para sazonar otras vidas que se
arrastraban como una
anfisbena de dos cabezas?
¿Quién era aquél que barajaba hombres como barajas en el juego
inacabable de la vida y la
muerte?
Yo me levanté desde un hospital donde el juego también es a
morir y vi las camas insomnes
donde los enfermos pedían
por la vida cuando ya estaban
muertos.
Yo amanecí sin voz y sin ideas y vi las mesas donde se
consultaban los pactos con el
Diablo.
Y yo vi a los hacedores de vida que intercambiaban palabras con
pócimas a la espera de que el
muerto hablara del milagro
y luego se durmiera en esa otra
vida que no está en la vida.
Corrí por oscuros laberintos donde el dolor festejaba la muerte
para aplacar el infierno que
caída lentamente de un gotero.
Y vi los monstruos del día final filtrados desde las botellitas
numeradas que yacían al lado de
las camas.
Y al Diablo que también caída desde el gotero para festejar
el triunfo que espera todos los
días desde el amanecer.
La vida y la muerte es un juego de cubiletes que el Diablo agita
con su pulso incandescente.
Yo era entonces todos los hombres.
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EL CRUCE EN EL INFINITO
Alguien
descendía buscando las tinieblas,
el fin que acumulaba los deseos
y el espejismo que encendía los triunfos
y decretaba la caducidad del tiempo
mientras éste crecía para
devorarse a sí mismo.
Alguien descendía buscando la sima,
la razón que apuntalaba el ser
y la ecuación que rodeaba el misterio.
Entretanto
alguien ascendía
desde los cúmulos de luz
que se expandían en la creación
y envolvían las estrellas y el nuevo mundo,
en cuyo signo se exaltaba
un nombre que se abría a los enigmas
rodeado de otro fuego que fundaba el ser.
Fue el cruce de las paralelas:
entre la vida y la muerte
sólo punto indescifrable.

RAÚL
GONZÁLEZ TUÑÓN
Argentina, 1905
LA LIBERTAD
I
De pronto
entró la Libertad.
La Libertad
no tiene nombre,
no tiene estatua ni parientes.
La Libertad
es feroz.
La Libertad es delicada.
La Libertad es simplemente
la Libertad.
Ella se
alimenta de muertos.
Los Héroes cayeron por Ella.
Sin angustia no hay Libertad,
sin alegría tampoco.
Entre ambas la Libertad
es el armonioso equilibrio.
Nosotros
tenemos vergüenza,
la Libertad no la tiene,
la Libertad anda desnuda.
(Y el señor Jesucristo dijo
que el reino de Dios vendrá
cuando andemos de nuevo desnudos
y no tengamos vergüenza.)
Hermanos,
nosotros sabemos,
pero la Libertad no sabe.
II
Hay que ser
piedra o pura flor o agua,
conocer el secreto violeta de la pólvora,
haber visto morir delante del relámpago,
conocer la importancia del ajo y el espliego,
haber andado al sol, bajo la lluvia, al frío,
haber visto a un soldado con el fusil ardiente,
cantando, sin embargo, la Libertad querida.
Viva el
amor, la vida poderosa,
la muerte creadora de olores penetrantes
y eso porque uno muere y resucita,
|
la luz
sobre los techos de la aurora,
sobre las torres del petróleo,
sobre las azoteas de las parvas,
sobre los mástiles del queso y el vino,
sobre las pirámides del cuero y el pan,
la gente retornando,
una ventana con la bandera en familiar bordado
y la exacta ambulancia, con heridos,
cantando, sin embargo, la Libertad querida.
Hay que
ser como el puente necesario,
natural como el lirio, como el toro,
saber llegar al fondo del silencio,
al subsuelo del brote y a la raíz del grito,
hay que haber conocido el miedo y el valor,
haber visto una mano que agita una linterna
de noche, hacia el distante nido de la metralla,
hay que haber visto a un muerto cicatrizado y solo
cantando, sin embargo, la Libertad querida.
III
De
pronto entró la Libertad.
Estábamos todos dormidos,
algunos bajo los árboles,
otros sobre los ríos,
algunos más entre el cemento,
otros más bajo la tierra.
De
pronto entró la Libertad
con una antorcha en la mano.
Estábamos todos despiertos,
algunos con picos y palas,
otros con una pantalla verde,
algunos más entre libros,
otros más arrastrándose, solos.
De
pronto entró la Libertad
con una espada en la mano.
Estábamos todos dormidos,
estábamos todos despiertos
y andaban el amor y el odio
más allá de las calaveras.
De pronto entró la Libertad,
no traía nada en la mano.
La
Libertad cerró el puño.
¡Ay! Entonces...
AFORISMOS
SUN
TZU
China, 500 a.C.
- Toda
guerra se basa en el engaño. Por ende, cuando esté en
condiciones de atacar, finja incapacidad. Cuando realice
movimientos de tropas, finja inactividad. Cuando esté cerca del
enemigo, hágale creer que está muy lejos. Cuando esté lejos,
hágale creer que está cerca. Disponga de señuelos para despistar
al enemigo.
-
Golpee al enemigo cuando está en desorden. Prepárese contra el
enemigo cuando está seguro en todos los puntos. Evítelo por el
momento cuando es más fuerte. Si su oponente es de carácter
colérico, trate de irritarlo. Si es arrogante, trate de
estimular su egocentrismo.
Si las
tropas enemigas están bien preparadas después de su
reorganización, trate de desgastarlas. Si están unidas, trate de
sembrar la discordia entre ellas. Ataque al enemigo cuando no
está preparado, y aparezca allí donde no es esperado. Para un
estratega, éstas son las claves de la victoria. No es posible
formularlas por adelantado.
Lo que
se valora en una guerra es la victoria, y no operaciones
prolongadas.
Someter
al enemigo sin luchar es la suprema excelencia.
Lo que
tiene importancia en la guerra es atacar la estrategia del
enemigo.
- Por
lo general, el manejo de una gran fuerza armada es el mismo
que el de una fuerza pequeña. Es un problema de organización.
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- Cuando el
enviado del enemigo habla en términos humildes, pero el ejército
continúa sus preparativos, eso significa que avanzará.
Cuando su
lenguaje es fuerte y el enemigo avanza pretenciosamente,
pueden ser señales de que el enemigo se retirará.
- Cuando
sus tropas están en desorden, el general carece de prestigio.
- Si los
oficiales están de mal genio, están agotados.
-
Recompensas demasiado frecuentes señalan que el general está
agotando sus recursos; los castigos demasiado frecuentes indican que
está en agudo peligro. Si los oficiales comienzan tratando a los
hombres con violencia y luego les temen, eso demuestra una falta
total de inteligencia.
- Si las
tropas son castigadas antes de tener la seguridad de que son leales,
serán desobedientes.
- Si las
tropas han quedado ligadas con usted, pero no se puede imponer la
disciplina, no pueden ser empleadas. Por ende, déles órdenes con
cortesía pero manténgalas bajo control con una disciplina de hierro,
y se puede decir que la victoria es segura.
- Es
necesario detectar a los espías del enemigo que hayan llegado
para efectuar operaciones de espionaje contra usted, con el fin
de sobornarlos y ponerlos a su servicio.
- Quien no
es sabio y experto, humano y justo, no puede usar
espías.
KARL
VON CLAUSEWITZ
Prusia, 1780
La guerra es un acto de fuerza destinado a obligar a nuestro enemigo
a hacer nuestra voluntad.
La defensa
es una forma de lucha más fuerte que el ataque.
La guerra
no es un pasatiempo; no es sólo la alegría de apostar y ganar, no
cabe en ella el entusiarmo irresponsable.
Cuando
sociedades enteras van a la guerra, la causa está siempre en alguna
situación política, y el conflicto está siempre al servicio de
alguna finalidad política. La guerra, pues, es un acto de política.
Pero la
guerra no es un simple acto de política, sino un genuino instrumento
político, una continuación de las relaciones políticas, proseguidas
con otros medios.
Cuanto más
poderosos y estimulantes sean los motivos que llevan a la guerra,
tanto más afectarán a las naciones beligerantes y cuanto más
extremadas sean las tensiones que preceden al estallido, tanto más
se aproximará la guerra a su concepción abstracta, tanto más
importante será la destrucción del enemigo, con tanta mayor
exactitud coincidirán los objetivos militares y el objeto político
de la guerra y, en definitiva, tanto más militar y menos político
parecerá el conflicto.
La guerra
es el reino de la incertidumbre.
Se exige un
juicio sensato y perspicaz; una inteligencia entrenada en desvelar
la verdad. Una inteligencia que, hasta en las horas más negras,
conserve algún destello de la luz interior que conduce a la verdad;
y en segundo lugar, el valor de seguir esta débil luz, lleve adónde
lleve.
En la
guerra, el soldado con experiencia reacciona como el ojo humano en
la oscuridad: la pupila se dilata para la poca luz reinante, los
objetos se van perfilando poco a poco hasta que, por fin, se ven con
claridad. Por el contrario, el inexperto se hunde en la más profunda
noche.
El valor y
la moral de un ejército siempre han acrecentado su fortaleza física
y siempre la acrecentarán.
Cuando el
lado más débil se ve obligado a luchar en condiciones desfavorables,
su falta de efectivos debe compensarse con la tensión interna y el
vigor que inspira el peligro. Cuando ocurre lo contrario, cuando la
desesperación engendra el abandono en lugar del heroísmo, el arte de
la guerra ha terminado.
Sin duda,
el agotamiento o, para ser más precisos, la fatiga del más fuerte,
con frecuencia ha tenido como resultado la paz. La razón estriba en
la manera poco entusiasta en que normalmente se hace la guerra.
LA JUVENTUD
GRUPO CERO
“Versos y trazos”
realizados por los
integrantes de los
Talleres de Poesía y Pintura Grupo Cero.
Sábado 16 de abril de 2005 a las 18:00 hrs.
Contaremos con el grupo INDIOS GRISES que
tocarán temas de su último disco
El Artista Creador
CASA DE LA JUVENTUD
Avda. del Val 2 – Alcalá de Henares |
LAS 2001 NOCHES
DIRECTOR:
Miguel Oscar Menassa.
SECRETARIA DE REDACCIÓN PARA EUROPA:
Carmen Salamanca Gallego.
DUQUE DE OSUNA, 4.º (locales).
28015 MADRID (ESPAÑA).
Teléfono: 91 758 19 40
SECRETARIA
DE REDACCIÓN PARA AMÉRICA:
Inés
Barrio
C/
Mansilla 2686 - Planta Baja
Dpto. 1- Clínica
Dpto. 2 - Escuela y Editorial
Buenos Aires
Telf.: 00 5411 4966 1710 Escuela
00 5411 4966 1713 Editorial
LAS 2001 NOCHES DIGITAL:
MADRID: grupocero@grupocero.org
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20
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Ichka
León Deloupy (Madrid) |
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Mónica
López Bordón (Madrid) |
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Fabián
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Manuel
Menassa de Lucia (Madrid) |
12
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12
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Fernando
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12
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Ángela Gallego
(Madrid) |
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Mariela Malugani (Ibiza) |
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Mónica
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Jorge
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(Brasil) |
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