LAS 2001 NOCHES Nº 76

LÍMITE UNO: EL AMOR PEDRO SALINAS SOCIOS DE HONOR
MIGUEL OSCAR MENASSA JORGE LUIS BORGES AFORISMOS
VICENTE ALEIXANDRE ALFONSINA STORNI EXPOSICIÓN DE PINTURA
"COPIANDO EN CASA 2004"
CESAR VALLEJO VICENTE HUIDOBRO FRESCORES
ALMAFUERTE NAZIM HIKMET INDIOS GRISES
CD - EL ARTISTA CREADOR-
 YA A LA VENTA
CARILDA OLVIER LABRA EDGAR BAYLEY INDIOS GRISES EN CONCIERTO
OLIVERIO GIRONDO JUAN L. ORTIZ PRESENTACIÓN DE LOS LIBROS
EL OJO DE CRISTAL
A PLENA PLUZ
SAIN-JOHN PERSE ANA ROSSETTI CONOZCA LA OBRA DE MIGUEL OSCAR MENASSA

LÍMITE UNO: EL AMOR LÍMITE UNO: EL AMOR

MIGUEL OSCAR MENASSA
Argentina, 1940 y España, 1976


LÍMITE UNO: EL AMOR

Recuerdo
tu vientre de pantera
destrozado.
Mis dientes.
Tus garras
hechas cenizas en mi rostro.
Tu ferocidad perfecta detenida
en mi belleza perfecta.

Recuerdo el agudo violín
entre tus piernas
sexo desesperado,
intentando
los sonidos del cielo
tensando infinitamente
hasta no poder más
tu cuerpo en el espacio
para alcanzar
los bordes de mi voz.

Yo cantaba
como si fuera natural
en el hombre cantar.

Registrar lo sublime
y tu música
alta como las cumbres
que nacen
por encima de las cumbres
nieve dolorosa y eterna
tu música
se detenía para caer
sinfonía final
descuartizada bruscamente
tragada por el temblor
oscuro de mi canto.

Yo tocaba el tambor
y la volvía loca.
Cuando se volvía loca
y no le importaba
ya la música
se perfumaba para mí
y conversábamos
de lo difícil que es cantar.

Bebíamos alcoholes
bebíamos alcoholes y fumábamos
lentamente nuestras miserias.

Ella me decía y yo le decía:

Quiero inundar
con mi locura el universo.

Y más allá ¿qué harás?
después del universo.

Ella se quedaba en silencio
y yo le decía:

Esta mañana te hizo mal jugar
a ver quién llegaba más alto
con su canto.
Le acaricio la frente y le digo
ni te llegué a ganar
dejaste de jugar a lo sublime
asustada por el temblor
de esos tambores de la selva,
sonando en pleno cielo.

Ella hacía una mueca
y yo me quedaba en silencio.

El viento rozaba
levemente nuestros cabellos
y ninguno de los dos
conocía el desenlace.
Cuando no sabíamos qué hacer
fumábamos
y era divertido cuando fumábamos
ver cómo el humo
formaba a su alrededor,
delgadas columnas de cristal
varas finísimas
de mimbre y de marfil
para que su cuerpo
tuviera esa presencia
iluminada y cantarina
y a la vez esa lejanía.

Ella me decía y yo fumaba,
para que no faltase el humo
en la construcción de su grandeza.

Cuando fumamos
te pones como un idiota,
no haces otra cosa que mirarme
y me avergüenzo
y deseo escuchar
el estallido de mi deseo
y te veo ahí
tan callado en tus ojos
y soy atrapada
por el leve murmullo de tus versos
como cuando jugábamos esta mañana
a lo sublime y no lo puedo creer.

Dime ¿quién eres?
la calma del mimbre
o la belleza del marfil.
Orangután sin voz
o cristalino
canto inolvidable.
Y se agarraba la cabeza
con las dos manos
y se zambullía en mí
como en el mar
gritando
almeja delirante
no puedo más.
Se retorcía en mi vientre,
buscando pez compañero
divinidad marítima
que le mostrara
los secretos del mar.

Se alimentaba con mi semen
y a ratos
levantaba la cabeza para decir:
Todo es hermoso. Gracias.

Yo
iba saliendo de mi sopor
como podía.
Ella
acurrucada pequeña
grandiosa en mi vientre.
Su belleza perfecta
detenida
en mi ferocidad perfecta.

Yo le decía
mientras ella agonizaba:
Ahora que estás muerta
quiero que bailes como bailan
los peces en el mar
las noches que lo poético
invade sus entrañas.

Ahora que estás muerta
quiero que bailes para mí
una danza de amor
y nada de vuelos nocturnos
hoy
nos quedaremos
a dormir en casa.

La sacudo
para que abra sus ojos
la levanto en mis brazos
y la tiro contra el techo
de la habitación
y ella
cae varias veces
pesadamente al suelo.
Se terminó el juego
me digo
ella está muerta.

Y comienzo a buscar
con mi boca en su cuerpo,
el diamante perdido.
Y sus movimientos
vuelven a ser como de camelias
y frente a mi sorpresa aúlla
y en ese aullido
toca los confines del cielo
y esta vez lo sé
no habrá poema
que contenga ese grito.
Cuando volvía,
despeinada y maltrecha
me decía:
Eres un tonto
me veías volar y ni siquiera
intentabas alcanzarme.
Así cualquiera vuela alto.

Cuando volaba,
te veía sobre la cama esperándome
y cada vez más alto
me volvía más loca.
Inmensidad cerca del cielo
en esa soledad más que gozar,
el espanto se anudaba en mis ojos
y aterricé rápidamente
y ahora te prometo
volar siempre contigo
y en ese gesto
una vez más
moría.

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125.001 ejemplares: NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA


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VICENTE ALEIXANDRE
España, 1889


CUERPO DE AMOR

Volcado sobre ti,
volcado sobre tu imagen derramada bajo los altos
álamos inocentes,
tu desnudez se ofrece como un río escapando,
espuma dulce de tu cuerpo crujiente,
frío y fuego de amor que en mis brazos salpica.
Por eso, si acerco mi boca a tu corriente prodigiosa,
si miro tu azul soledad, donde un cielo aún me teme,
veo una nube que arrebata mis besos
y huye y clama mi nombre, y en mis brazos se esfuma.
Por eso, si beso tu pecho solitario,
si al poner mis labios tristísimos sobre tu piel incendiada
siento en la mejilla el labio dulce del poniente apagándose,
oigo una voz que gime, un corazón brillando,
un bulto hermoso que en mi boca palpita,
seno de amor, rotunda morbidez de la tarde.
Sobre tu piel palabras o besos cubren, ciegan,
apagan su rosado resplandor erguidísimo,
y allí mis labios oscuros celan, hacen, dan noche,
avaramente ardientes: ¡pecho hermoso de estrellas!
Tu vientre níveo no teme el frío de esos primeros vientos,
helados, duros como manos ingratas,
que rozan y estremecen esa tibia magnolia,
pálida luz que en la noche fulgura.
Déjame así, sobre tu cuerpo libre,
bajo la luz castísima de la luna intocada,
aposentar los rayos de otra luz que te besa,
boca de amor que crepita en las sombras
y recorre tu virgen revelación de espuma.
Apenas río, apenas labio, apenas seda azul eres tú, margen dulce,
que te entregas riendo, amarilla en la noche,
mientras mi sombra finge el claroscuro de plata
de unas hojas felices que en la brisa cantasen.
Abierta, penetrada de la noche, el silencio
de la tierra eres tú: ¡oh mía, como un mundo en los brazos!
No pronuncies mi nombre: brilla sólo en lo oscuro.
Y ámame, poseída de mí, cuerpo a cuerpo en la dicha,
beso puro que estela deja eterna en los aires.

 

CÉSAR VALLEJO
Perú, 1892



SETIEMBRE

Aquella noche de setiembre, fuiste
tan buena para mí... hasta dolerme!
Yo no sé lo demás; y para eso,
no debiste ser buena, no debiste.
Aquella noche sollozaste al verme
hermético y tirano, enfermo y triste.
Yo no sé lo demás... y para eso,
yo no sé por qué fui triste... tan triste...!
Sólo esa noche de setiembre dulce,
tuve a tus ojos de Magdala, toda
la distancia de Dios... y te fui dulce!
Y también fue una tarde de septiembre
cuando sembré en tus brasas, desde un auto,
los charcos de esta noche de diciembre.

 

ALMAFUERTE
Argentina, 1854


PASIÓN

Tú tienes, para mí, todo lo bello
Que cielo y tierra y corazón abarcan;
La atracción estelar - ¡de esas estrellas
Que atraen como tus lágrimas!
La sinfonía sacra de los seres,
Los vientos y los bosques y las aguas,
En el lenguaje mudo de tus ojos
Que, mirándome, hablan;
Los atrevidos rasgos de las cumbres
Que la celeste inmensidad asaltan,
En las gentiles curvas de tu seno...
¡Oh, colina sagrada!
Y el desdeñoso arrastre de las olas
Sobre los verdes juncos y las algas,
En el raudo vagar de tu memoria
Por mi vida de paria.
Yo tengo, para ti, todo lo noble
Que cielo y tierra y corazón abarcan;
El calor de los soles -¡de los soles
Que, como yo, te aman!
El gemido profundo de las ondas
Que mueren a tus pies sobre la playa,
En el tapiz purpúreo de mi espíritu
Abatido a tus plantas;
La castidad celeste de los besos
De tu madre bendita, en la mañana,
En la caricia augusta con que tierna
Te circunda mi alma.
¡Tú tienes, para mí todo lo bello;
Yo tengo para ti, todo lo que ama;
Tú, para mí, la luz que resplandece,
Yo, para ti, sus llamas!
 

CARILDA OLVIER
LABRA Cuba, 1924


RECADO

Amor, amor de aquí: pásame el brazo
por la cintura. Amor, toca esta frente,
di una frase vulgar, casi inocente,
ríe, ríe después... Tengo un retazo
de sol bajo la tela de mi hombro.
Arráncalo de ahí, dáselo a un nido.
Llora como si ya te hubieras ido,
y cállate en el punto en que te nombro.
Amor, amor, ¡sujétame esta gota!
(¿Verdad que se parece a la mar rota?)
Mi corazón para la luz se cierra.
Al sur de todo vengo abandonada.
Deténme: estoy muriéndome por nada,
arrepentida de mirar la tierra.
 

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OLIVERIO GIRONDO
Argentina, 1891



SE MIRAN, SE PRESIENTEN,
SE DESEAN

Se miran, se presienten, se desean,
se acarician, se besan, se desnudan,
se respiran, se acuestan, se olfatean,
se penetran, se chupan, se demudan,
se adormecen, despiertan, se iluminan,
se codician, se palpan, se fascinan,
se mastican, se gustan, se babean,
se confunden, se acoplan, se disgregan,
se aletargan, fallecen, se reintegran,
se distienden, se enarcan, se menean,
se retuercen, se tiran, se caldean,
se estrangulan, se aprietan, se estremecen,
se tantean, se juntan, desfallecen,
se repelen, se enervan, se apetecen,
se acometen, se enlazan, se entrechocan,
se agazapan, se apresan, se dislocan,
se perforan, se incrustan, se acribillan,
se remachan, se injertan, se atornillan,
se desmayan, reviven, resplandecen,
se contemplan, se inflaman, se enloquecen,
se derriten, se sueldan, se calcinan,
se desgarran, se muerden, se asesinan,
resucitan, se buscan, se refriegan,
se rehuyen, se evaden y se entregan.

SAINT-JOHN PERSE
Guadalupe (Colonia Francesa), 1902


ARIDEZ

-Fragmento-

¡Revienta, oh savia sin destetar! El amor se difunde por todas partes, hasta bajo el hueso y bajo el cuerno. La tierra misma cambia de corteza. ¡Que venga el celo, que venga la brama! Y una vez más, el hombre, todo abismo, se asoma sin queja a la noche de su corazón. Escucha, oh corazón fiel, ese latido bajo tierra de un ala inexorable... El sonido se despierta y salva el enjambre sonoro de su colmena; y el tiempo enjaulado nos deja oír a lo lejos su martilleo de pájaro carpintero. ¿Las ocas salvajes
acudirán al señuelo del grano en las orillas muertas de los arrozales, y los graneros públicos cederán una tarde bajo el empuje de las marejadas populares?... Oh tierra de la consagración y del prodigio –tierra todavía pródiga para el hombre hasta en sus fuentes submarinas honradas por los Césares-, ¡cuántas maravillas suben aún hacia nosotros desde el abismo de tus noches! Así en tiempos de incubación de la tormenta -¿de verdad
lo sabíamos?- los pequeños pulpos de las profundidades emergen por la noche hacia la faz tumefacta de las aguas...
 

PEDRO SALINAS
España, 1891


AQUÍ

Aquí,
en esta orilla blanca
del lecho donde duermes,
estoy al borde mismo
de tu sueño. Si diera
un paso más, caería
en sus ondas, rompiéndolo
como un cristal. Me sube
el calor de tu sueño
hasta el rostro. Tu hálito
te mide la andadura
del soñar: va despacio.
Un soplo alterno, leve,
me entrega ese tesoro
exactamente: el ritmo
de tu vivir soñando.
Miro. Veo la estofa
de que está hecho tu sueño.
La tienes sobre el cuerpo
como coraza ingrávida.
Te cerca de respeto.
A tu virgen te vuelves
toda entera, desnuda,
cuando te vas al sueño.
En la orilla se paran
las ansias y los besos:
esperan, ya sin prisa,
a que abriendo los ojos
renuncies a tu ser
invulnerable. Busco
tu sueño. Con mi alma
doblada sobre ti,
las miradas recorren,
traslucida, tu carne
y apartan dulcemente
las señas corporales
por ver si hallan detrás
las formas de tu sueño.
No lo encuentran. Y entonces
pienso en tu sueño. Quiero
descifrarlo. Las cifras
no sirven, no es secreto.
Es sueño y no misterio.
Y de pronto, en el alto
silencio de la noche,
un soñar mío empieza
al borde de tu cuerpo;
en él el tuyo siento.
Tú dormida, yo en vela,
hacíamos lo mismo.
No había que buscar;
tu sueño era mi sueño.

JORGE LUIS BORGES
Argentina, 1899



EL ENAMORADO

Lunas, marfiles, instrumentos, rosas,
lámparas y la línea de Durero,
las nueve cifras y el cambiante cero,
debo fingir que existen esas cosas.
Debo fingir que en el pasado fueron
Persépolis y Roma y que una arena
sutil midió la suerte de la almena
que los siglos de hierro deshicieron.
Debo fingir las armas y la pira
de la epopeya y los pesados mares
que roen de la tierra los pilares.
Debo fingir que hay otros. Es mentira.
Sólo tú eres. Tú, mi desventura
y mi ventura, inagotable y pura.
 


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ALFONSINA STORNI
Suiza, 1892



ME ATREVERÉ A BESARTE

Tú, de las manos fuertes con dureza de hierro
Y los ojos sombríos como un mar en tormenta,
Toda suerte o ventura en tus manos se asienta;
La fortuna te sigue, la fortuna es tu perro.

Mírame aquí a tu lado; tirada dulcemente
Soy un lirio caído al pie de una montaña.
Mírame aquí a tu lado... esa luz que me baña,
Me viene de tus ojos como de un sol naciente.

¡Cómo envidio tus uñas insertas en tus dedos
Y tus dedos insertos de tu mano en la palma,
Y tu ser todo inserto en el molde de tu alma!
¡Cómo envidio tus uñas insertas en tus dedos!

A tus plantas te llamo, a tus plantas deliro...
Oh, tus ojos me asustan... Cuando miran el cielo
Le hacen brotar estrellas. Yo postrada en el suelo
Te llamo humildemente con un leve suspiro.

Acoge mi pedido: oye mi voz sumisa,
Vuélvete a donde quedo, postrada y sin aliento,
Celosa de tus penas, esclava de tu risa,
Sombra de tus anhelos, y de tu pensamiento.

Acoge este deseo: dame la muerte tuya,
Tu postrera mirada, tu abandono postrero,
Dame tu cobardía; para tenerte entero,
Dame el momento mismo en que todo concluya.

Te miraré a los ojos cuando empiece la sombra
A rondarte despacio... Cuando se oiga en la sala
Un ruido misterioso que ni es paso ni es ala,
Un ruido misterioso que se arrastra en la alfombra.

Te miraré a los ojos cuando la muerte abroche
Tu boca bien amada que no he besado nunca,
Me atreveré a besarte cuando se haga la noche
Sobre tu vida trunca.
 

LA EDITORIAL GRUPO CERO
PRESENTA LOS LIBROS
PREMIO PABLO MENASSA DE LUCIA
“A PLENA LUZ”
María Chévez
“EL OJO DE CRISTAL”
Carmen Salamanca Gallego
Fecha 11 de noviembre de 2004 a las 19 h
GRUPO CERO -
c/Duque de Osuna, 4 - locales

VICENTE HUIDOBRO
Chile, 1893


ECUATORIAL
-Fragmento-

                                  Primavera - Al lado izquierdo - 30 minutos
Pasa el tren lleno de flores y de frutos

El Niágara ha mojado mis cabellos
Y una neblina nace en torno de ellos

Los ríos
          Todos los ríos de las nacientes cabelleras
Los ríos mal trenzados
Que los ardientes veranos han besado
Un paquebot perdido costeaba
Las islas de oro de la Vía Láctea
La Cordillera Andina
                              Veloz como un convoy
Atraviesa la América Latina

El Amor
                                                           El Amor
En pocos sitios lo he encontrado
Y todos los ríos no explorados
Bajo mis brazos han pasado

Una mañana
               Pastores alpinistas
Tocaban el violín sobre la Suiza

Y en la estrella vecina
Aquel que no tenía manos
Con las alas tocaba el piano

Siglo embarcado en aeroplanos ebrios
                                                 A DÓNDE IRÁS
Caminando al destierro
El último rey portaba al cuello
Una cadena de lámparas extintas

Y ayer vi muerta entre las rosas
La amatista de Roma
ALFA
                                               OMEGA
              DILUVIO
                                                                ARCO IRIS
Cuántas veces la vida habrá recomenzado

Quién dirá todo lo que en un astro ha pasado
              Sigamos nuestra marcha
              Llevando la cabeza madura entre las manos

BUENOS AIRES
INDIOS GRISES
en Concierto

Viernes, 5 de noviembre de 2004
a las 0,30 hs.
BAR CELTA
(Sarmiento y Rodríguez Peña)
Entrada $2
EL ARTISTA CREADOR
en directo


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NAZIM HIKMET
Turquía, 1902


CARTAS Y POEMAS
(1942-1946)

I

Mi única en el mundo:
"Estalla mi cabeza, mi corazón flaquea.
-dices en tu última carta-.
"Me moriría,
               si llegan a colgarte,
                            si te pierdo."

Tú vivirás, mujer,
Y mi recuerdo, igual que una humareda
Se perderá en el viento.
Tú vivirás, hermana del leonado cabello que tanto amo.
Los muertos no preocupan más de un año
A los que viven en el Siglo XX.

La muerte...
Un hombre que se mece colgado de una cuerda:
A semejante muerte
                  mi corazón no puede resignarse.
Pero, querida,
              tranquilízate:
Si la mano velluda de algún oscuro cíngaro
Termina echándome la soga al cuello,
Ellos en vano mirarán
               en los ojos azules de Nazim
                           para ver allí el miedo.
En el alba de mi última mañana
Veré a todos, a ti y a mis amigos,
Y llevaré tan sólo bajo tierra
La pesadumbre de un canto inconcluso.

Mujer,
Abeja mía del corazón de oro,
La de más dulces ojos que la miel:
¡Para qué te habré escrito que pedían mi muerte!...

El proceso recién ha comenzado.
No se arranca, nomás, la cabeza de un hombre
Como se arranca un rábano.
Vamos, no te preocupes:
Tal posibilidad es muy lejana.
Si tienes unos pesos,
Cómprame un par de calzoncillos largos,
Pues todavía sufro de aquel reuma en la pierna.
Y no olvides que la mujer de un preso
No debe tener negros pensamientos.

II

He grabado tu nombre con la uña
En la correa de mi brazalete.
Tú bien sabes que aquí, donde me encuentro,
No hallas ni un cortaplumas de mango de carey
-"Prohibido usar objetos contundentes"-
Ni un abeto que hunda su cabeza en el cielo.
Antes hubo en el patio un arbolito
Pero... se prohíbe tener la cabeza en las nubes.
¿Que cuántos habitamos esta casa?
No sé nada de eso.
Me encuentro solo, aislado de los otros,
Que se reúnen separados de mí.
No se me deja hablar más que conmigo.
Y es eso lo que hago.
Pero cuando mis charlas me resultan insípidas,
Canto, mujer.
Y... ¡vieras!
Mi voz, que tú conoces,
Esta rústica voz desentonada
Me conmueve a tal punto
Que se me parte el corazón.
Y, como el huerfanito de los cuentos de niños
Que camina descalzo por la nieve
De los largos caminos solitarios,
Siente mi corazón deseos de llorar
Restregándose lágrimas y mocos.
Llorar...
      no para que se pare en el camino
 

     el jinete del zaino colorado;
Llorar...
     no para que se borren en su oído
     los gritos de los negros pájaros carniceros;
Llorar tiritando en el viento,
Llorar sin esperar nada de nadie,
Llorar en soledad, para mí mismo.
Y decir
Que no siento vergüenza por ese estado de mi corazón,
Que no me ruborizo
De verlo con su pobre cabeza pensativa
Refugiarse en sí mismo,
De sentirlo tan débil y egoísta,
Tan simplemente humano.
Puede ser una crisis.
Puede ser que haya en esto
Razones psicológicas, fisiológicas, lógicas...
O puede ser a causa de las dos ventanitas con barrotes,
De la sartén, del cántaro de barro
Y estas cuatro paredes
Que me impiden oír, desde hace meses,
Otras voces humanas que la mía.
Son las cinco de la tarde, querida.
Allá afuera,
La sed, mil extraños rumores, remolinos de tierra
Y ese caballo flaco y estropeado
       que está quieto en mitad del infinito...
Allá afuera,
Toda la industria, con sus baratillos,
Con todo lo que, en fin, es necesario
Para volverlo loco al ser humano.
Allá afuera,
Todo enrojece en la extensión sin árboles:
Una tarde de estepa es la que cae.
Pronto será la noche.
Bruscamente, una luz reemplazará
Al caballito flaco y estropeado
Y, entonces, esta pobre
Naturaleza desesperanzada,
Que está tirada, ahí,
          como si fuera un muerto de endurecidos rasgos,
Cubrirá con estrellas, en seguida,
          su indigencia de árboles.
Será el tan conocido final del viejo asunto.
Vale decir que todo estará preparado,
Cada cosa en su sitio, sin faltar una sola,
Para suntuosidad de la nostalgia.

III

Voy a decirte una cosa
De capital importancia:
El hombre cambia de gustos
cuando cambia de lugar.
Aquí, me gusta dormir,
Me gusta terriblemente
Porque, con su mano amiga,
Viene el sueño a abrir mi celda
O derriba las paredes
Que me tienen encerrado.
Como en la frase vulgar,
Yo me dejo ir por el sueño
Como la luz se desliza
Sobre las tranquilas aguas.
Son magníficos mis sueños:
Siempre estoy en libertad,
Allí es claro y lindo el mundo,
Ninguna vez todavía
Me han llevado a la prisión,
Ninguna vez todavía,
Durante el sueño, caí
De la montaña al abismo.
-"¡Qué terribles despertares!",
Dirás tú.
         No, mujer mía:
Tengo bastante coraje
Para distinguir y dar
Al sueño lo que es del sueño.

IV

Si con el señor Nuri, aquel comisionista,
Mi ciudad, Estambul, me remitiera
Un cofre de ciprés, de los de bodas,
Cuando lo abriera, sonaría schinnnn...
La campanita de la cerradura.
Dos piezas de tejidos procedentes de Chile,
Dos pares de camisas,
Unos pañuelos blancos con bordados de plata,
Las flores de lavanda en saquitos de tul
Y tú.
     Y cuando de allí dentro tú salieras,
Yo te haría sentar al borde de mi lecho,
Tendería a tus pies mi piel de lobo


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Y, ante ti, quedaría
Las manos juntas, la cabeza gacha...
Te miraría -¡oh júbilo!-, te miraría hechizado:
¡Qué hermosa eres, mi Dios, qué hermosa eres!
De Estambul, mi ciudad,
La atmósfera y el agua jugando en tu sonrisa,
Su voluptuosidad en tu mirada...
¡Oh, mi sultana, mi Señora!
Y, si lo permitieras
Y tu esclavo Nazim se decidiera,
Sería como si él aspirara
      y besara a Estambul en tu mejilla.
Pero, ¡cuidado!
Cuidado con decirme "Acércate":
Creo que si tocaras mi mano con tu mano,
Sobre el piso de pórtland me caería muerto.

V

En el llano los árboles se encienden
               con la lumbre postrera:
Destellos de oro
               y cobre,
                     de bronce y de madera.

Las pezuñas del buey blandamente se hunden
             en la húmeda tierra.
Y las montañas grises y mojadas
             se pierden en la niebla.

VI

Por lo visto,
Parece que hoy se terminó el otoño.
Las bandadas de patos silvestres pasan raudas,
Hacia el lado de Iznik, seguramente.
En la atmósfera hay algo de frescura,
         algo que huele a humo.
En la atmósfera está el olor a nieve...

Estar afuera, ahora, estar afuera,
          galopando a caballo
                   con rumbo a las montañas.
-Si no sabes andar a caballo, me dirás...

No te burles de mí... Ni te pongas celosa:
Me hice de un nuevo amor en la prisión.
Amo, tanto o casi como a ti,
             a la naturaleza.
Y ustedes dos, las dos, están lejanas...

VII

Cuando salgamos de esta fortaleza
              para enfrentar la muerte,
Contemplando por última vez a la ciudad,
Le podremos decir, amada mía:
-Si bien tú raramente nos diste una alegría,
Nosotros hemos hecho lo mejor que pudimos
               por volverte dichosa.
Tu marcha hacia la dicha continúa,
Continúa la vida...
Tenemos la conciencia bien tranquila.
En el alma tenemos el sabor
              de tu pan bien ganado.
Tenemos en el alma la tristeza
             de abandonar tu claridad.
Henos aquí, llegados y partidos:
¡Que seas muy feliz, ciudad de Alepo! (1)
(1- Dicho popular turco)

VIII

El viento pasa y se va:
Nunca el mismo viento agita
Dos veces la misma rama de cerezo.
Los pájaros en el árbol
Están cantando, pero hay
Alas que quieren volar.
La puerta está ahí, cerrada:
La cuestión es violentarla,
La cuestión es verte, amada,
Que la vida sea hermosa como tú,
Que sea amiga y amada como tú.
Ya sé que no ha terminado
La orgía de la miseria,
Pero se terminará...

IX

Miro la tierra, de rodillas.
Miro la hierba
Y el insecto.

Miro el florido instante, tan azul.
Y como tú recuerdas la tierra en primavera,
Te miro en todo lo que miro.
Acostado de espaldas, veo el cielo,
Veo los árboles, las ramas,
Veo volar a las cigüeñas...
Y, como te pareces al cielo en primavera,
Te veo en todo lo que veo.

Hice fuego de noche, a campo abierto.
Siento el calor del fuego
Y el del agua,
El de mis ropas,
El de mi dinero.
Y, evocada al calor del vivac en la noche,
Te siento en todo lo que siento.

Yo estoy entre los hombres. Yo los amo.
Yo amo la acción
Y el pensamiento.
Yo amo la lucha
Y, como encarnas todo lo que yo amo luchando,
Te amo en todo lo que amo.

X

La noche y el otoño
Me evocan tu palabra.
Tus palabras eternas como el tiempo
Y como la materia.
Palabras rudas como ciertas manos,
Palabras temblorosas como estrellas
Desde tu corazón, tu cerebro, tu carne,
Me llegaban entonces tus palabras,
Tus palabras cargadas de ti misma,
Tus palabras de madre,
Tus palabras de mujer
Y de amiga.
Eran amargas, tristes,
Eran alegres, llenas de esperanza,
Combativas, heroicas,
Me parecían hombres, tus palabras.

XI

Nos han atrapado.
Somos dos los presos:
Yo entre cuatro muros
Y tú fuera de ellos.
Pero eso ¡qué importa!
Es mucho peor
Llevar dentro de uno mismo la prisión.
Conscientes o no,
¡Cuántos hombres sufren esa situación!
Cuántos hombres justos,
Laboriosos, buenos,
Dignos de quererse
Como yo te quiero.

XII

Dicen que es indescriptible la miseria en Estambul:
Que el hambre diezma a la gente,
Que se la traga la tisis,
Que andan chiquillas así,
Por los baldíos, los cines...

Malas noticias, pues, de mi ciudad lejana,
La de la gente pobre, laboriosa y honesta,
Mi Estambul verdadero,
La ciudad que tú habitas,
La que cargo a mi espalda, en mi maleta,
De destierro en destierro, de prisión en prisión,
Y que en mi corazón es un puñal,
Lo mismo que tu imagen en mis ojos.

XIII

Aún queda en las macetas uno que otro clavel.
Pero ya en la llanura se ha labrado la tierra,
Se está sembrando el grano,
Se recoge la oliva


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Y, en los preparativos del invierno,
Se cavan espaldones
Para los vástagos de primavera.
Mientras que yo, colmado de tu ausencia,
Cargado
De la impaciencia de los grandes viajes,
Espero como un barco anclado en Brusa.

XIV

Por sobre los tejados de mi ciudad lejana,
Desde el confín del Mármara,
Más allá de las tierras del otoño,
Me ha llegado
                 tu voz madura y húmeda.
Tres minutos, apenas,
Y naufragó el teléfono.

XV

De repente, sin que nos demos cuenta,
La nieve cae por la noche.
La mañana comienza con los cuervos
Que vuelan de las ramas enteramente blancas.
Sobre el llano de Brusa,
Hasta perderse de nuestra mirada,
Se ha extendido el invierno
Como si el infinito se volviera visible.
Lo mismo, amiga mía,
Pasa en todas las luchas prolongadas,
Esas que llegan hasta la raíz:
Cambia de golpe la estación
Pero, por bajo tierra,
Laboriosa y heroica,
La vida sigue andando.

XVI

Nosotros dos, querida, lo sabemos muy bien:
Tan sólo nos enseñan
A tener hambre y frío,
A deslomarnos trabajando
Y a vivir separados.
No hemos sido obligados a matar todavía
Y no nos ha tocado todavía morir.
Nosotros dos, querida, lo sabemos muy bien:
Podemos enseñar a los demás
A luchar por los nuestros,
A amar un poco más todos los días
Y, cada día, un poco mejor.

XVII

Acaban de sonar
las nueve de la noche.
Las puertas de las celdas pronto van a cerrarse.
Se hace largo, esta vez, un poco largo:
con sus noches,
sus días
y sus tardes.
Pero si el hecho de vivir, querida,
Significa que esto ha de prolongarse,
Vivir, querida mía,
Tiene tanta importancia como amarte.

XVIII

Templados y vibrantes,
Como sangre que brota de una vena,
Comenzaron los vientos de Lodós a soplar.
Pero advierto que ahora
Su pulso se sosiega.
Debe de estar nevando por las cumbres de Uluda.
Y, allá arriba, los osos
Dormirán arrobados y soberbios
Sobre hojarasca roja de castaños.
Los álamos del llano desnudan.
Los gusanos de seda
                van a encerrarse de un momento a otro.
Terminará el otoño ya, de un momento a otro.
También la tierra, de un momento a otro,
Caerá en los sueños del alumbramiento.
Y nosotros tendremos que pasar
Todavía otro invierno
Alrededor del fuego de nuestra inmensa cólera
Y de nuestra magnífica esperanza.

XIX

Nuestro hijo está enfermo.
Su padre está en la cárcel.
Tu pesada cabeza
Se dobla entre tus manos fatigadas.

Nos pasa lo que hoy pasa en nuestro mundo.
Conducirán los hombres a los hombres
Desde los días malos a los días mejores.
Sanará nuestro hijo.
Saldrá de la prisión su padre.
Tú, desde el fondo de tus ojos claros,
Sonreirás limpiamente.
Nos pasa lo que pasa en nuestro mundo.

XX

El más bello de los mares
Es aquel que no hemos visto.
La más linda criatura
Todavía no ha nacido.
Nuestros días más hermosos
Aún no los hemos vivido.
Y lo mejor de todo aquello que tengo que decirte
Todavía no lo he dicho.

XXI

¿Qué estará haciendo, ahora,
Ahora, a esta hora?

¿En su casa, en la calle,
En el trabajo?
¿Reclinada? ¿De pie?
¿O levantando el brazo?
¡Oh, mi rosa:
Cómo descubre ese ademán, de pronto,
Tu blanca muñeca redonda!
¿Qué estará haciendo ahora,
Ahora, a esta hora?

Acaricia un gatito
Que dormita en su falda.
O, a lo mejor, camina.
Claro: si es su paso el que avanza...
¡Oh, tus pies, pies queridos,
Que caminan en mi alma!
Tus pies, que me iluminan
Estas negras jornadas.

¿En qué pensará ella?
¿Pensará en mí? O... acaso
Pensará en los porotos que no quieren cocerse.
Tal vez esté pensando
Por qué, sobre la tierra, tantos hombres
Serán tan desdichados...

¿Qué hará, qué hará ella, ahora,
A esta hora?

XXII

¡Qué bueno es pensar en ti,
Rodeado de rumores de muerte y de victoria!
Pensar en ti, cuando se está en prisión
Y cuando se ha pasado los cuarenta.

¡Qué bueno es pensar en ti!
Ver tu mano olvidada sobre una tela azul
O, entre tu cabellera,
La molicie violenta de Estambul, de mi tierra.
Igual que si en mí mismo
Encontrara de pronto un compañero
Me resulta la dicha de quererte.

¡Qué bueno es pensar en ti!
Escribir para ti.
Contemplarte acostada de espaldas
En mi celda.
Recordar una cosa que dijiste,
Tal día, en tal lugar:
No la palabra misma
Sino aquella manera que tenías
De encerrar todo un mundo.

¡Qué bueno es pensar en ti!
De nuevo quiero hacer para ti algunas cosas:
Tallar una cajita, cincelar un anillo,
Tejer algunos metros de seda
Y, de repente,
Poniéndome de pie,
Pegado a los barrotes de mi celda,
Gritar al cielo azul, al de la libertad,
Todo lo que yo escribo para ti.

¡Qué bueno es pensar en ti,
Rodeado de rumores de muerte y de victoria!
Pensar en ti, cuando se está en prisión
Y cuando se ha pasado los cuarenta.


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EDGAR BAYLEY
Argentina, 1919



MI AMADA ESTANQUE AZUL
HUERTO CABELLOS

Mi amada estanque azul huerto cabellos
fulgurante viva fluvial origen buscada reencontrada
como un islote un puente una manzana un tatuaje
en la noche hendida en la marmita en la estrella marina
en la mano párpado llamado reflejo de mi amada
en forma de estanque azul
de miel
de estornino
de gota de agua
de cabellos
regresamos una y otra vez al centro del fuego
del dolor
del huerto
la distancia la desgarrada higuera
y eternamente otra y eternamente igual
en la corriente en el llanto
salitre otoño alba rota soledad escondido silencio brisa furia
años sombra desventurado niño simiente
paredes de olvido lluvia y grito y casa
roja estancia andenes
te doblegas te curvas en tu fiebre antigua en tu costado
los dos solos devorando toda noche toda celda
súbito amanecer canal del sueño
lengua que disuelvo en mi silencio en mis dos puertos
tibio cuerpo llegada partida del mar polo irremediable
y humedecido y nadando entre cataclismos y lámparas y brazos
sin memoria sin nombre
abierto al dios que nos recrea
en cada espasmo de labios azules de piedras azules
en la nuca en la espuma en el purísimo rescoldo
desciendo al día primero a la primera mañana al aviso inicial
por tus ojos por tu boca por tu sexo penetro me despido
pierdo altura razón vidamuerte te tomo me disuelvo
y otra vez te amo soy el día cerca de tus hojas
un río una voz

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JUAN L. ORTIZ
Argentina, 1896



AH, MIS AMIGOS,
HABLÁIS DE RIMAS...

Ah, mis amigos, habláis de rimas
y habláis finamente de los crecimientos libres...
en la seda fantástica que os dan las hadas de los leños
con sus suplicios de tísicas
sobresaltadas
de alas...

¿Pero habéis pensado
que el otro cuerpo de la poesía está también allá, en el Junio de
crecida,
desnudo casi bajo las agujas del cielo?

¿Qué haríais vosotros, decid, sin ese cuerpo
del que el vuestro, si frágil y si herido, vive desde "la división",
despedido del "espíritu", él, que sostiene oscuramente sus juegos
con el pan que él amasa que debe recibir a veces,
en un insulto de piedra?
¿Habéis pensado, mis amigos,
que es una red de sangre la que os salva del vacío,
en el tejido de todos los días, bajo los metales del aire,
de esas manos sin nada al fin como las ramas de Junio,
a no ser una escritura de vidrio?

Oh, yo sé que buscáis desde el principio el secreto de la tierra,
y que os arrojáis al fuego, muchas veces, para encontrar el secreto...
Y sé que a veces halláis la melodía más difícil
que duerme en aquellos que mueren de silencio,
corridos por el padre río, ahora, hacia las tiendas del viento...
Pero cuidado, mis amigos, con envolveros en la seda de la poesía
igual que en un capullo...
No olvidéis que la poesía,
si la pura sensitiva o la ineludible sensitiva,
es asimismo, o acaso sobre todo, la intemperie sin fin,
cruzada o crucificada, si queréis, por los llamados sin fin
y tendida humildemente, humildemente, para el invento del
amor...

ANA ROSSETTI
España, 1950



LA ANUNCIACIÓN
DEL ÁNGEL

Muriérame yo, gladiador, arcángel, verte avanzar
abierta la camisa, tenue vello irisado
por tu pecho de cobre.
Brazos, venas,
latido, curva, élitros de insectos
bajo el músculo o velas de navío.
Muriérame yo en ellos, cautiva la cintura,
amenazante dardo presentido,
pálido acónito,
igual que una fragancia, preciso, me traspase.
Muriérame yo en tu ancho hombro
doblada mi cabeza. Empapado y oscuro
indeciso resbala por tu frente el acanto
y mi mejilla roza, y cubre y acaricia.
Muriérame, sí, pero no antes
de saber qué me anuncia este desasosiego,
rosa gladiolo o en mi vientre ascua.
No antes que, febriles, mis dedos por tus ropas
desordenándolas las desabotonen,
se introduzcan y lleguen
y puedan contemplar, averiguarte,
con su novicio tacto.

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AFORISMOS

Ama, y haz lo que quieras; si callas, callarás con amor; si gritas,
gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas,
perdonarás con amor. Si está dentro de ti la raíz del amor, ninguna
otra cosa sino el bien podrá salir de tal raíz.

SAN AGUSTÍN

Hay dos cosas imposibles de ocultar: la embriaguez y el amor.

ANTÍFANES

El amor es así como el fuego: suelen ver antes el humo los que
están fuera que las llamas los que están dentro.

JACINTO BENAVENTE

La causa de amar es amar; el fruto de amar es amar; el fin de amar
es amar; amo porque amo; amo para amar.

SAN BERNARDO

¿El arte de amar? Saber unir a un temperamento de vampiro la
discreción de una anémona.

EMILE MICHEL CIORAN

Cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana.

THOMAS FULLER

El amor no tiene nada que ver con lo que esperas conseguir, sólo
con lo que esperas dar; es decir, todo.

KATHERINE HEPBURN

Lo único peor que estar enamorado es no estar enamorado.

PAUL HURGAN

Amor es aquello que a los que están libres reduce a esclavitud, y a los esclavos pone en libertad.

RAMÓN LLULL

Tened en cuenta que, en general, mientras el hombre se tortura
pensando cuáles serán las reacciones de la mujer amada, ella se tortura
pensando por qué tarda tanto él en manifestarse.

ANDRÉ MAUROIS

No es precisamente la razón la que dicta sus normas al amor.

MOLIÉRE

¿Qué harás cuando odies, si así hieres cuando amas?

OVIDIO

¿Cómo salimos de este enredijo? El Amor, palabra, palabra vacía, es lo óptimo. El amor, acto, el amor encarnado, es lo pésimo. La Iglesia y la sociedad sólo toleran el acto del amor oculto, disfrazado de sacramento y de contrato: el matrimonio. Únicamente así el amor es limpio y legítimo; de otra suerte es pecado y delito. Pero, el amor acto, el hecho del amor, es el mismo con matrimonio que sin matrimonio.

RAMÓN PÉREZ DE AYALA

Sé amo de quien no te quiere y esclavo de quien te ama.

PROVERBIO TURCO

Los hombres han hablado mucho más de todo, y también del amor. Hablar del amor es una conquista pendiente por parte de las mujeres.

SOLEDAD PUÉRTOLAS

Un día surgirá la joven; surgirá la mujer. Y esas palabras, joven, mujer, no significarán solamente lo contrario del varón, sino algo propio, con un valor en sí; no un simple complemento, sino una forma completa de la vida; la mujer en su auténtica humanidad. Ese progreso transformará la vida amorosa hoy tan llena de errores (y eso, pese al hombre, que al principio será superado). El amor ya no será la relación de un hombre y de una mujer, sino el de una humanidad con otra.

RAINER M. RILKE

No se puede ser sabio cuando se ama, ni amar cuando se es sabio.

PUBLILIO SIRO

Donde hay amor no hay señor,
que todo lo iguala amor.

LOPE DE VEGA

Los hombres aspiran siempre a ser el primer amor de una mujer.
Tal es su burda vanidad. Nosotras, las mujeres, poseemos un instinto
más sutil de la realidad. Lo que nosotras queremos es ser el último
amor de un hombre.

OSCAR WILDE

¿Es sucio el sexo? Sólo si se practica correctamente.

WOODY ALLEN

El beso es un mordisco que aprendió educación.

DORIS BAND

No hay castos; sólo hay enfermos, hipócritas, maniáticos y locos.

ANATOLE FRANCE
 

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De todas las aberraciones sexuales, la más singular tal vez sea la castidad.

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El pudor es un sólido que sólo se disuelve en alcohol o en dinero.

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Es una ley inexorable en la vida de los sexos la de la acción anafrodisíaca de la costumbre.

GREGORIO MARAÑÓN

La parte de nuestro cuerpo más sana es la que más se ejercita.

SÉNECA

Freud encontró al sexo, que hacía penitencia en un cuartito, y lo trasladó al salón como huésped de honor.

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SIGMUND FREUD
Cartas de amor


Viena, lunes, 14-8-1882

Mi dulce Marty:

No he tenido ni un solo minuto libre para poder escribirte en todo el día, por esto mi carta tiene que ser nuevamente nocturna. De todos modos, hacía mucho tiempo que no me sentaba a escribirte por la noche. Como sabes, el pobre ser humano siempre siente más necesidad de cariño por las noches que por las mañanas, bueno..., hay tantas razones que sería inútil mencionar alguna de ellas.

Mi preciosa amada, después de mucho tiempo hemos ido al Prater, y no me refiero al Bund, sino más bien a mi familia. Nos convidó mi padre para contrarrestar otros momentos menos agradables. Cuando no está quisquilloso, que desgraciadamente suele ser lo más común, es de lo más optimista y más aún que cualquiera de sus familiares jóvenes. A medida que va pasando el día resucitan ante mí recuerdos agradables, mas melancólicos por lo que me sugerían. Aquí o allá donde hemos estado juntos tantos días, iba sintiendo cómo aumentaba nuestro amor respectivamente. Recordaba dónde habíamos comido y bebido cerveza, y hasta cuando nos dimos las manos y yo me quedé lleno de impaciencia esperando el momento de poder levantarme y tener nuevamente a mi niña sólo para mí.

Entonces yo había sido muy tímido, y sólo besé a mi Marty muy pocas veces, pues no entendía claramente lo que se ha convertido ahora en la única y más natural condición de mi vida: que he ganado a una muchacha única e incomparable. El Prater es un paraíso. Sólo el bosquecillo de Wandsebeck en el que estuvimos solos como Adán y Eva, exceptuando cierto número de animales (inofensivos en conjunto), algunos venerables clérigos, varias viejas inquisitivas, pero discretas, y también unos cuantos animales útiles, como las vacas que daban leche, amén de las camareras que nos servían bizcocho y mantequilla, etcétera. Eva llevaba un vestido ocre, como correspondía al tiempo desde la aparición de la vez anterior,
y se adornaba con un gran sombrero que conservaba un tímido equilibrio sobre su cabeza, y el Todopoderoso había sembrado hermosos y altos árboles bajo los cuales había bancos que teníamos a nuestra disposición, sin que se nos apareciese por parte alguna, un ángel armado con espada de fuego. A mi lado, sentado, estaba un delicado angelito con ojos color esmeralda y cuyos dulces labios se negaban a permanecer cerrados, y tenían que estarlo a fuerza de besos recibiéndolos, sólo muy raramente, porque esto sucedía por la mañana..., y aun así, todo esto resultaba perfectamente hermoso, pero aún creo que habrá cosas más bellas. ¿Te imaginas ya en el día de tu llegada? Sólo faltan quince días, y procura que no pase uno más, pues de lo contrario mi egoísmo se rebelará contra tu madre y Eli Fritz, y haré tal escándalo que todo el mundo se enterará. Que quede bien claro que cuando regreses volverás a mí, aunque tus sentimientos familiares se rebelen contra esa idea. De ahora en adelante
no eres sino un huésped de tu familia, al igual que una joya que hubiese empeñado y que recobraré en cuanto tenga el dinero para ello. Pues ¿acaso no ha sido establecido ya desde tiempos muy remotos que la mujer dejará a su padre y a su madre y seguirá al hombre amado? No debes entristecerte, Marty, ni luchar contra ello. Por mucho que ellos te quieran, no renunciaré a ti, ni creo que nadie te merece. No hay otro amor que pueda compararse con el mío.

¿Qué tal por Wandsbeck? ¿Recuerda alguien a tu admirador? ¿Existen personas que aseguran habernos visto juntos? Fuiste tan audaz, mi adorable niña... ¿Estarás dispuesta a arriesgarte también aquí? No creo que debas ser tan atrevida aquí como lo fuiste ahí, ni quiero pedírtelo; pero ocasionalmente, me imagino que podrá ocurrírsete algún pretexto. ¿Lo harás? “¡Oh, no hablemos ahora de lo que va a pasar en Viena!” Pero, niña intolerante, ¿qué quieres que haga si pienso en ello constantemente? ¿Te está gustando el concurso coral? ¿Y has podido quitarte la costumbre de darte vueltas al anillo a cada momento?

Hoy me di a mí mismo un certificado médico, útil para todos los efectos, y mañana volveré a empezar a trabajar. Los pasos son cortos y largo el camino, pero llegaremos, y entonces podremos pasearnos por las calles cogidos de la mano.

¡Qué maravilla será esto!

Me gustaría saber lo que vas a hacer en este momento. ¿Quizá detenerte en el jardín y lanzar tu mirada hacia la calle desierta? ¡Ay! ya no puedo volver a pasar por allí y oprimir tu mano. La alfombra mágica que me llevaba hasta ti está destrozada, los caballos alados guiados por hadas, y aun estas mismas dulces damas, ya no vuelven, ya no es posible conseguir poderes mágicos; el mundo es prosaico, y todo lo que se pregunta se resume en esta frase: “¿Qué es lo que quieres, hijo mío?... Lo tendrás pero, a su debido tiempo”. La única palabra mágica es: paciencia. Y al decir esto recuerda cuánto pierde cada cosa al no poder obtenerla al momento, y tenemos que pagar su precio con nuestra juventud. Buenas noches, mi querida Marty. Siempre tuyo,

Sigmund


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