LAS 2001 NOCHES Nº 65

LA MUJER Y YO

LA MONEDA DE HIERRO

EL AMENAZADO

UNA VEZ ELLA ME INTIMIDÓ CON SUS PREGUNTAS MILONGA DEL MUERTO SONETO DEL VINO
SOCIOS DE HONOR EL TRUCO EL ADVENIMIENTO
JORGE LUIS BORGES FINAL DE AÑO ELLA, A VECES, PEDÍA CADA COSA
NI SIQUIERA SOY POLVO EL REMORDIMIENTO TALLERES DE POESÍA
UN LIBRO A QUIEN ESTÁ LEYÉNDOME FORUM DEL FNAC

LA MUJER Y YO
Autor: Miguel Oscar Menassa

LIBRO + CD + CD ROM = 12 €; 14 $,
 
120 páginas


Un libro de película: Amor, sexo, lujuria, infidelidad, celos, envidia, amistad.

Viajes increíbles donde el poema, la música y la pintura hacen cine.

El autor nos dice que esto no es exactamente una novedad, ocurrieron cosas parecidas hace 5.000 años.

¿Qué es eso que, habiendo ocurrido hace tanto tiempo, resulta una novedad?

Si te gusta el cine, te gustarán estas películas, si no te gusta el cine, te gustarán estas películas, porque en ellas todo es un juego entre realidad y ficción.

Mecánicos del amor y de la guerra, espantapájaros de dios señalando caminos, hombres disfrazados de hombres que recién se levantan y quieren que la vida sea el sueño que atravesó la noche. Hombres que desean a su lado una mujer que desee.

Parecieran escenas amorosas en las que, leyendo detenidamente, veremos cómo se juegan contiendas donde quienes combaten son las palabras de ella y de él.

Y así él siempre sabe sin saber, como una mujer, y ella siempre se pregunta ¿realidad o sueño? ¿amor o muerte? ¿venganza o libertad?

Descubrimos en esta "opera prima" una manera de concebir el cine que cabe dentro de la corriente del "free cinema", que comenzó su andadura como cine "maldito", es decir, no comercial, para convertirse en la expresión del verdadero espíritu de ese invento del siglo XX que revolucionó para siempre el pasado y el futuro de la humanidad.

 

El cine produce otra lectura, ya que al utilizar otros medios de transmisión, su decir se equivoca y discurre en otra historia, que, si bien se relaciona con la anterior, produce otro tiempo.

En un diálogo de su conocida obra de teatro Luces de bohemia, Ramón del Valle-Inclán define lo que habría de representar un nuevo género literario y dramatúrgico: "El Esperpento, una tragedia, la nuestra, que no es tragedia". Según Valle- Inclán, en la voz de su personaje Max Estrella, "el esperpentismo lo ha inventado Goya", pues en sus cuadros y aguafuertes los héroes trágicos se han ido a pasear al callejón del Gato.

"Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada."

En La mujer y yo el lector percibe de manera poderosa un reflejo familiar y desconocido, esperpéntico, a fin de cuentas, de su propia vida cotidiana, de la ideología del amor y de las formas pervertidas del goce que nos rodean. Sólo una "estética sistemáticamente deformada", como la desplegada por Menassa en esta obra, puede dar cuenta de esa realidad para la que nuestros ojos no tienen mirada. Ciegos, sólo el Esperpento nos devuelve el fiel reflejo de lo que somos. Sólo en ese espejo cóncavo podemos recuperar la vista, mirarnos a la cara.

Para leer de esta manera la obra de Menassa, para tener una proximidad a la verdadera dimensión revulsiva de sus textos, nada como asistir a la proyección de los dos cortos producidos, como dos signos de admiración, antes y después del XIV Congreso Internacional Grupo Cero llevado a cabo en Buenos Aires.

Impresiona ver a Menassa interpretando y caracterizando sus propios personajes y sus diálogos. Si vemos los cortos con una mirada ingenua, se corre el riesgo de creer que raya en el ridículo, que no es más que una ópera bufa, una "trágica mojiganga" en la que los actores se han dejado contagiar y arrastrar por la fuerza dramática de los personajes.

Pero si utilizamos las mismas herramientas de lectura que usó Freud para analizar el trabajo del sueño, podemos comprender que esta representación es la única manera posible de tolerar la proximidad de lo que allí se dice, de lo que de esa manera se expresa. Se trata, pues, de una invitación a regenerar nuestra vida con un vuelo.

Taller de poesía de los sábados a las 17 h, coordinado por Carmen Salamanca Gallego

125.001 ejemplares: NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA


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Norma Menassa, Psicoanalista, leyendo su ponencia.
Buenos Aires: 4322 6400

UNA VEZ, ELLA ME INTIMIDÓ CON SUS PREGUNTAS

Una vez, ella me intimidó con sus preguntas:
¿Has tenido alguna vez pasiones verdaderas?
¿Alguna mujer, una idea, algún vicio, el poema?
Quedé como tocado por la nieve, helado.

Venirme a preguntar, precisamente, a mí,
si alguna vez, apasionadamente, entregué mi canto
a la mujer amada o a mis vicios secretos
y sorprendido me pregunté ¿Y ella me lo pregunta?

Ella, que transformó en virtud todos mis  vicios
y se quedó a mi lado y, libre, amó todo mi amor.
Pero se fue poniendo triste de sí misma
triste de gozar de la vida y comenzó a sufrir.

Y nada le alcanzaba para seguir sufriendo.
Se ataba a los postes telefónicos,
para escuchar todas las conversaciones
y se metía en la vida de todo el mundo
pero ¡oh! singular mujer, ella,
no estaba en el mundo.

Y se engañaba a sí misma todo el tiempo,
se miraba en el espejo y se decía:
Soy una mujer, y se engañaba a sí misma,
cuando decía: soy una mujer independiente.

Y cuando se daba cuenta hasta con dolor
que no era ella misma la mujer de sus                                                                       sueños
y que, ella misma, no era para nada
                                              independiente
dijo con pasión: Así es la vida, siempre nos
                                                        engaña.

Hubo mujeres a mi lado
por decir algo, dije,
a quienes les bastaba
que yo tuviera sexualidad,
yo vivía y ellas se conformaban
mirándome vivir.

Esos días, cuando jugábamos a existir
terminábamos destrozados, sin fe
gritándole a la luna nuestro fracaso:
Existir no es posible, ni siquiera jugando.

Soy este trozo oculto para mí,
me decía ella llorando arrebatada
y tú no existes
a menos que esta mujer que soy
                                                  lo quiera.
Y el sol existe porque nos da vida
y de tanto nombrarlo lo hemos hecho posible
y nuestro amor, ¿qué sería nuestro amor
sin el beso o la frase de mañana,
que lo irán produciendo?

A mí no me gustaba filosofar,
yo era un hombre concreto
hecho de cal, de arena, de cemento
por eso que, cuando ella hablaba
tratando de eludir en el hablar
el compromiso de poder hacerlo,
yo la amaba por ese desparpajo,
por esa insolencia casi ingenua.
Hablaba del mundo como si ella
no estuviera en el mundo.
A mí me maravillaba su cordura,
su indiferencia, su disociación.
Hablaba de los hombres de las otras mujeres
como si ella fuera extraterrestre o divina
y a mí, hoy quiero confesarlo totalmente,
me enamoraba de ella esa pasión de soledad.

Hay encuentros sin los cuales no se hubiera podido sobrevivir, hay preguntas sin las cuales la existencia no tendría ningún sentido.

Fue ese encuentro donde la apariencia de la intimidación con las preguntas, se transformaba en un imperativo que no era formulado como tal, era como si ella a través de las preguntas que lo desconcertaban y lo dejaban helado, tuviese que ver con un corazón vacío de todo pensamiento, como obligándole a él a nombrar lo que no se atrevía a decir, como si le estuviese implorando: Tómame, dame una forma, termíname, quiero que me nombres con un nombre nuevo, con el que ninguna mujer haya sido nombrada antes, invéntame, un te nombraré así porque eres... y los puntos suspensivos abismándose en un no saber de algo creado nuevamente, para que él vuelva a pedirle la vida y en ese mismo acto pedirle al poeta que se aleje de cualquier existencia.

Ella quería instaurar en él esa exigencia de que pueda sobrellevar lo más horrible, lo que no tiene respuesta, para que lo íntimo se anude a lo extraño, para compulsarlo a que sea el testigo de lo que se junta en discordancia, lo bello revelando sus conexiones con lo terrible.

¿Y ella me lo pregunta? ¿ésta mujer extrañada que en el momento de la pregunta se vuelve irreal?, sin vínculos con nada, que pone en movimiento la otra mitad de sus gestos mezquinos, aquellos que no estuvieron en el encuentro, en la historia tejidos y que se muestran ahora como fragmentos de dudas con el deseo, preguntas que le tira a la cara como pedazos de ella, como una serie de espectros insatisfechos que lo dejan helado.

Espectros que exigen la parte de dolor de la que fueron privados por la felicidad, como pensamientos que nunca llegaron a ser y que están ávidos de la sangre de las palabras, que el poeta tiene que agradecer a través de darles su voz.

Ella se transforma de pronto, olvidando haberlo amado y haber amado todo su amor, en una madre deshabitada, fantasmática, errante, que le pide a gritos una identificación de mujer, esa mujer que fue con él. Ella lo interroga porque se queda sin repuesta frente a la pregunta por lo femenino. No hay respuesta ni aún siendo esa madre completa a la pregunta de lo que es una mujer. Ella había pasado por la maternidad y sabía que la misma sitúa un rasgo de identificación que está muy lejos de ser femenino, que está más bien en el orden de lo masculino. Por lo tanto ese rasgo por el que gritaba ahonda una división cruel, viene a dividir a la mujer entre ella misma como la inexistencia que es como causa de deseo, y un otro materno, impersonal, persecutorio, ya que su completud, significa el fin del deseo.

Lo femenino captura un valor que el psicoanálisis coloca en el centro de su dispositivo, en su relación con la causa del deseo, con el fantasma que la mujer encarna, o en la puesta en juego del falo que ella autoriza. El amor de él la sitúa en el centro del sueño masculino, fantasma que la lleva más allá del falo, que la lleva a Otro goce. "Mujer" y esa palabra única en su género dentro de la lengua no remite a ningún punto de referencia. Esa palabra la manda a lo que los significantes sólo pueden contornear pero no ceñir, al fantasma, al sueño. Es porque "La Mujer" ocupa el lugar mismo del fantasma, que ningún significante puede definir lo que quiere decir "mujer", y deja indeterminada la identificación que se establece gracias al significante. Ella no tiene una identificación, sino identificaciones, que expresan la falta de consistencia del rasgo identificatorio y develan la imposibilidad de definir un modelo femenino.

Ella siempre es un enigma cualquiera sea la apariencia imaginaria que tome. Las modificaciones incesantes de su presentación encuentran su fundamento en la falta de fundamento y su forma evoluciona indefinidamente. Como el deseo, la femineidad escapa


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a las palabras y se sitúa en un lugar distinto al que se muestra. La femineidad se resume en la presentación de este ropaje del vacío, en el cual ella inexiste.

A Ella le queda una salida más, ¿una adecuación al ser del falo no podría darle una solución al problema de la identidad femenina?

Pero esto sería posible si esta identificación subsistiera independientemente de la mirada del otro, y he aquí la pérdida de su libertad ya que esto no sucede así. Una mujer no es el falo sino en la medida en que está capturada en el deseo del hombre, alcanza su identidad en proporción a la perversión masculina. Sólo de esta manera las insignias de lo "femenino" se superponen a una identificación con el falo, que es en principio el signo evanescente de reconocimiento del deseo. Y su narcisismo toma una dimensión trágica porque se trata de hacer existir en la mirada del hombre una identidad cuya consistencia se limita a ese reflejo.

Y a ella no le queda más que seguir escribiendo sobre su destino que no tiene sino dos salidas, la escritura o la muerte. Y vuelve el poeta después del acto sin saber a ciencia cierta lo que va a pasar y tiembla pero sigue escribiendo tal vez preguntando con qué derecho, llegaría ella a interrogarlo como si fuera un personaje que forma parte de sus peligros y que ahora lo deja zozobrando en un naufragio librado al desconcierto más profundo para que él sienta que ya ninguna obra más será posible ya que no es más que un sobreviviente de aquella historia y de aquella vida que ellos mismos conformaron.

Ella exige una prueba más, exige que exista un amor que permita vivir a costa de la separación, sobrevivir de otra manera, en la fuga, en el exilio, en la soledad forzada, porque ella siente que arriesga su libertad en la zozobra de una alineación mortal. "Ella, que transformó en virtud todos mis vicios, y se quedó a mi lado y, libre, amó todo mi amor". "Pero se fue poniendo triste de sí misma, triste de gozar de la vida y comenzó a sufrir".

Una preocupación comienza a ensombrecerla, una preocupación narcisista que aumenta en proporción a un deseo masculino, amar esta imagen, amarse en ella, pero necesitando del rodeo de la mirada del hombre, de su amor, pero este amor para serlo tiene que ser también separación, aislamiento. El precio del deseo mas allá del juego de reflejos, es una soledad insoportable. Ella no es idéntica a nada. Ella quiere el verdadero amor, amor al vacío vestido del deseo de un hombre. Ella es capaz de ir hasta el extremo de lo humano, como falo puede copular con el Otro, pero esto tiene visos de catástrofe porque allí el goce femenino se separa del Nombre.

La separación se va escribiendo en las líneas de fractura de un malentendido, el mismo malentendido del lenguaje, su poder de equívoco. Una mujer como ser hablante, está separada de la femineidad que ella encarna. En el extremo tiene que elegir entre una identidad y su goce, en este ver la identidad que encuentra está bajo la misma insignia que la de un hombre, si elige el goce pierde aunque sea momentáneamente su identidad y su nombre. En medio de tanta crueldad, puede elegir su nombre y preferirlo a su goce, y es allí cuando ella rubrica con su nombre su amor por su Otra mujer, y firma identificada con el deseo de un hombre.

Acepta perder la libertad para tener un poco de libertad, pero pagará con dolor.

"Y comenzó a sufrir": ya no tuvo abrigo, ninguna envoltura que recubra ese conjunto de órganos viscerales que iban perdiendo sus relaciones establecidas quedando sin una columna que los sostenga, columna que aparece metaforizada en el poste telefónico al que se sube, y rodeada de circuitos extraños comienza a escuchar las conversaciones ajenas a ella misma, como voces que repiten delirios fuera de cualquier lugar, en el aire, y que no tienen ningún lugar en este mundo, ella también arrastrada por el entrecruzamiento urbano va perdiendo toda conexión con el mundo y sin símbolos de la transmisión, de la sucesión de las generaciones, va perdiendo la sustancia del nombre. Nombre que sólo es de entrada el nombre de un lugar, y ella lo pierde y pierde con ella su refugio, ya no es hija de nadie, ya no es mujer de nadie, y encuentra una afinidad con un destino, destino sin rostro y sin nombre, transformándose en un escupitajo arrojado a la atmósfera del poema que la saca del mundo.

"Y se engañaba a sí misma todo el tiempo", se miraba en el espejo y se decía: soy una mujer", y se engañaba a sí misma". El espejo le hace signos, un signo para los iniciados, un signo que los despojos conocen, "soy una mujer y se engañaba a sí misma", ella sabía que su esencia de mujer, no era ninguna esencia de mujer, que cuando ella lo había amado había sido masculina, que no era cuestión de géneros sino una cuestión de pérdida, de lo que tan sólo queda después que se ha caído, como lo que queda de una fruta madura cayéndose del árbol, cuando toca la tierra en la que perderá sus jugos y vivirá su desaparición, y sabe que de ella quedará tan solo la cáscara.

Se miraba al espejo y la piel se le juntaba con la máscara, aquella de materia ósea que vivía en ella predestinándola en su mortalidad,

con su identidad humana, ahora inutilizada por la indiferencia. Y en la indiferencia, ni hombre ni mujer, no encontraba ninguna señal en la cara, quedaba al descubierto y lo intolerable de ese borramiento promovía el engaño.

"Soy una mujer independiente", se decía, soy una mujer separada, como si la cadena de lo humano se hubiese interrumpido en ese espejeante reflejo donde había entrevisto el mas allá de su condición más universal que la alejaba de la mujer de sus sueños, porque uno de los nombres del Otro había aparecido para recordarle que la vida es así, una especie de olvido profundo para poder estar en ella y después la gran revelación, el gran engaño.

Pero ella también había jugado su partida, se instituyó como separada, rechazándolo y desprestigiándolo a partir de esa intimidación del primer verso, desestimándolo con sus preguntas, cuando ella era parte de él, pero que en ese movimiento de la interrogación lo convierte en Otro y funda toda la alteridad.

Se suprime de lo íntimo para que se instaure la exterioridad, y con ella todo lo que había sido amor, aquél que transformó en virtud todos sus vicios, que hizo que se quede a su lado y amar libremente todo su amor, se convierte en fuente de sufrimiento y angustia.

Lo exterior y lo odiado son al principio idénticos, es así que lo expulsado, lo que había sido, se transforma en una pregunta extraña que no tiene ninguna respuesta, condenado a no ser nombrado, como quedando fuera de toda simbolización, en la reflexión en donde el vacío se mira, y su fantasma se hiela hasta una pureza inaudita, es que él no entiende, son palabras que lo dejan helado, como tocado por la nieve, como tocado por la extranjería.

Es por eso que aparecen los interrogantes como una violencia oscura para cubrir la ignorancia sobre esa relación que ella y él han sostenido en el tiempo, la ignorancia de la relación sexual. Las preguntas que interrogan al goce lo hacen con palabras que remiten siempre a otras palabras en un desencadenamiento que no tiene fondo.

Pero los cuerpos se juntan y la imposibilidad de saber sigue siendo la marca esencial de la relación con lo corporal. La ausencia de respuesta funda la primera unidad del cuerpo, si se puede designar así esa especie de fatalidad que se abate sobre él; estar en ese lugar donde escapa al lenguaje del cual es el centro. Esta imagen del cuerpo, tallada para habitar el lugar vacío de lo simbólico, está a su vez habitada por la causa del deseo. En relación a este cuerpo fantasmal, la imagen del espejo, o en su lugar una fotografía, serán siempre sorprendentes e inadecuadas. En la imagen falta algo. La imagen lleva así ese signo de inadecuación al lenguaje que es también el de su alianza. El cuerpo porta la huella de esta alianza, pero permanece inaccesible, está fuera de nosotros, está en el reflejo, en la mirada del otro. La verdad del cuerpo como cuerpo de goce es la primera significación que se descubre, y ella se hace reconocer en el lugar de una falta. Esta vacuidad apela al espejo, es necesario el reflejo, o la mirada de un semejante para asegurarse de una existencia tan problemática, para verificar una presencia comúnmente sumergida en el olvido completo.

El cuerpo ocupa el lugar de un agujero en el saber. El espejo o el reconocimiento del semejante permite que se afirme la idea de su totalidad y de su finitud, en el sitio en que su presencia irreflexiva no podrá conocerse jamás, si no es por las vías del sufrimiento y del goce.

 


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Toda representación de lo vivo evoca una pérdida, que es motivo de un sufrimiento inconfesable. El reconocimiento del otro como semejante la enfrentará a la mortalidad que descubrirá en él, y antes de que eso ocurra tomará el recurso de la imagen, con toda la problemática especular que indica que además de ser fuente de amor, la imagen es motivo de odio. Existe un odio que encuentra su sustancia en el lugar mismo en que el amor se originará y cuando accede a él, el amante pierde su inocencia. Con su amor aprende el gusto de la destrucción. El amor y el odio no juegan una pareja de opuestos, están el uno en el otro, la imagen del cuerpo que soporta la causa del deseo deja de ser indiferente, está hecha para soportar ser abrazada y estrechada, pero también torturada, para que después aparezca lo que oculta.

La muerte y la sexualidad, esencialmente impensables, vienen a aposentarse en ese lugar del hombre helado, vacío de toda representación.

Luego vendrán los recuerdos de otras épocas a llenarlo de mujeres: "Hubo mujeres a mi lado, por decir algo, dije, a quienes les bastaba que yo tuviera sexualidad, yo vivía y ellas se conformaban mirándome vivir". Y el lugar de los dioses acude al llamado para jugar el juego de existir que tiene que pasar por el atravesamiento de los mundos, donde el poeta lo transforma en un punto de reversión en el cual la queja se muda en encantamiento, donde la voz del dolor vibrando en el vacío se apacigua con el eco que vuelve y que los hace hablar como un hombre y una mujer que dan cuenta de lo caduco de su oposición y de su unidad secreta, ninguno de los dos existe por separado."Existir no es posible, ni siquiera jugando".

¿Existe el amor que permite vivir a costa de la separación?

¿Cómo sobrevivir de otra manera que no sea en la fuga, el exilio y la soledad, cómo ser amado, cómo amar, sin arriesgarse a ver su libertad o la libertad del otro zozobrando en una alineación mortal?

Ella tendría que habérsele declarado, en cambio ella le declara su pérdida, que ella no es él, que está ausente en él, cosa que siempre ha conocido, que siempre ha sentido. "Soy ese trozo oculto para mí, me decía arrebatada, y tú no existes a menos que esta mujer que soy lo quiera". Perdida para siempre adquiere la presencia eterna de la ausencia. Y el poeta que se dedica a ser lo que le falta al Otro, se expone fatalmente a ser él mismo Nada.

El sol aparece al ser nombrado como un existente pero también es la deslumbrante claridad del amor la que resguarda la intimidad oscura de la mujer. Convertida en una mujer libre, ella disimula cierta duplicidad, ella y su soledad y ella en relación a ese amor como resguardando esa intimidad donde trama lo peor. Aquello que no se deja iluminar por ningún reflector porque es el continente negro ante el cual todos los hombres se detienen. Es esa parte de la mujer que la hace desconocida a sí misma, siempre otra para ella misma, de una alteridad nunca abolida, nunca unida a nada. Lo peor que no se deja abordar sino por el desvío, esa parte siempre traicionada cuando ella estaba enamorada; la soledad, la escritura, el vínculo con las otras mujeres. Una traición que El ama, la que la vuelve extraterrestre, divina, y el verso precipita su confesión final diciendo: "y a mí, hoy quiero confesarlo, me enamoraba de ella, esa pasión de soledad".

La soledad es quizá, el nombre privilegiado de aquello que hace a la mujer no toda para el hombre, el goce que éste obtiene de ella la divide, haciendo de su soledad un partenaire, mientras que la unión permanece en el umbral, como decía Lacan. El goce fálico la divide, porque ella tiene también acceso a otro goce a través del cual se relaciona no ya con el falo, sino con lo Otro, lo desconocido que ella es para sí misma.

Cuando se enamora, lo peor se le revela enmascarado, como pasa con el inconsciente, con la mentira traicionando su verdad. Si la solitaria se opone a la enamorada es porque constituye su verdad inalterable. No deja de regresar nunca a la soledad, donde lejos de los hombres, niña aún ignorante de su sexo, se abandona, olvidándose del mundo. Paz profunda, tan cerca de esa muerte suave donde la dejan el olvido del hombre y de su deseo. Allí encuentra su continente negro, el lugar de ese otro goce que no le debe nada al hombre, pero que la vuelve a unir a su pasado, del cual nunca se aparta completamente. Continente negro, dejado de lado por lo simbólico, no regido por la ley fálica de la significancia, "excluido de la naturaleza de las cosas que es la naturaleza de las palabras". Un desafío se instala cuando ella se propone para recibir la pasión del amor del hombre, ¿Cómo hacerle oír a él, el eco inaudible de esa parte innombrable de lo femenino?

MUESTRA DE PINTURA
EN BUENOS AIRES
de Miguel Oscar Menassa

"EL JARDÍN DEL POETA"
En la sede de Grupo Cero,
lunes a viernes de 15 a 19 hs.

CIERRE DE LA MUESTRA

Viernes 17 de octubre a las 17 hs.
Mansilla 2686 - Bs.As. 

ENTRADA LIBRE Y GRATUITA

Tel.: 4966-1710/13 www.momgallery.com

SOCIOS DE HONOR EUROPA

Fernando Ámez Miña (Madrid) 360,€
Lidia Andino (Madrid) 360 €
José María Blasco (Barcelona) 360 €
Stella Cino Nuñez (Madrid) 360 €
María Chévez (Madrid) 360 €
Bibiana Degli Esposti (Madrid) 360 €
Claire Deloupy  (Madrid) 360 €
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Emilio A. González (Madrid) 360 €
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Alejandra Menassa de Lucia (Madrid) 360 €
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Montse Rovira (Ibiza) 360 €
Carmen Salamanca Gallego (Madrid) 360 €
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Fermín Lejarza (Bilbao) 240 €
Paula Malugani (Ibiza) 240 €
Olga de Lucia (Madrid) 180 €
Cruz González  (Madrid) 120 €
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Mº Carmen García Mateos (Salamanca) 18 €
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Javier Romero Nouvilas (Benidorm) 10 €
Rubén Broncano Martínez (Madrid) 7 €
Mónica Quintana González (Madrid) 6 €
Víctor  Quintana González (Madrid) 6 €
Violeta Clara Peribañez Malugani (Madrid) 6 €
Cristina Fernández Argudo (Madrid) 6 €

SOCIOS DE HONOR AMÉRICA

Miguel Oscar Menassa  (Buenos Aires) 500 us.
Inés Barrio (Buenos Aires) 200 us.
Mára Bellini (Brasil) 200 us.
Lúcia Bins Ely  (Brasil) 200 us.
Norma Menassa (Buenos Aires) 200 us.
Roberto Molero (Buenos Aires) 200 us.
Carmen Sílvia Presotto (Brasil) 200 us.
Marcela Villavella (Buenos Aires) 200 us.
Ángela Cascini (Buenos Aires) 100 us.
Lucía Serrano (Buenos Aires) 200 us.
Alejandra Madormo (Buenos Aires) 50 us.
Cesira Cignoni (Buenos Aires) 20 us.
Joge Montironi (Buenos Aires) 30 us.
Rosalba Pelle (Buenos Aires) 20 us.
Renato Battistel (Brasil) 10 us.
Norberto Demarco (Buenos Aires) 20 us.
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Cristina Müller (Brasil) 10 us.
Augusto Passolini (Buenos Aires) 10 us.
Luciano Passolini (Buenos Aires) 10 us.
Renata Passolini (Buenos Aires) 10 us.
Carolina Presotto (Brasil) 10 us.
Júlia Presotto (Brasil) 10 us.
Eloísa Tschoepke (Brasil) 10 us.
Marisa Wachtel (Buenos Aires) 10 us.

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JORGE LUIS BORGES
 
Argentina, 1899


NI SIQUIERA
SOY POLVO

No quiero ser quien soy. La avara suerte
me ha deparado el siglo diecisiete,
el polvo y la rutina de Castilla,
las cosas repetidas, la mañana
que, prometiendo el hoy, nos da la víspera,
la plática del cura y del barbero,
la soledad que va dejando el tiempo
y una vaga sobrina analfabeta.
Soy hombre entrado en años. Una página
casual me reveló no usadas voces
que me buscaban, Amadís y Urganda.
Vendí mis tierras y compré los libros
que historian cabalmente las empresas:
el Grial, que recogió la sangre humana
que el Hijo derramó para salvarnos,
el ídolo de oro de Mahoma,
los hierros, las almenas, las banderas
y las operaciones de la magia.
Cristianos caballeros recorrían
los reinos de la tierra, vindicando
el honor ultrajado o imponiendo
justicia con los filos de la espada.
Quiera Dios que un enviado restituya
a nuestro tiempo ese ejercicio noble.
Mis sueños lo divisan. Lo he sentido
a veces en mi triste carne célibe.
No sé aún su nombre. Yo, Quijano,
seré ese paladín. Seré mi sueño.
En esta vieja casa hay una adarga
antigua y una hoja de Toledo
y una lanza y los libros verdaderos
que a mi brazo prometen la victoria.
¿A mi brazo? Mi cara (que no he visto)
no proyecta una cara en el espejo.
Ni siquiera soy polvo. Soy un sueño
que entreteje en el sueño y la vigilia
mi hermano y padre, el capitán Cervantes,
que militó en los mares de Lepanto
y supo unos latines y algo de árabe...
Para que yo pueda soñar al otro
cuya verde memoria será parte
de los días del hombre, te suplico:
Mi Dios, mi soñador, sigue soñándome.

UN LIBRO

Apenas una cosa entre las cosas
pero también un arma. Fue forjada
en Inglaterra, en 1604,
y la cargaron con un sueño. Encierra
sonido y furia y noche y escarlata.
Mi palma la sopesa. Quién diría
que contiene el infierno: las barbadas
brujas que son las parcas, los puñales
que ejecutan las leyes de la sombra,
el aire delicado del castillo
que te verá morir, la delicada
mano capaz de ensangrentar los mares,
la espada y el clamor de la batalla.

Ese tumulto silencioso duerme
en el ámbito de uno de los libros
del tranquilo anaquel. Duerme y espera.

LA MONEDA
DE HIERRO

Aquí está la moneda de hierro. Interroguemos
las dos contrarias caras que serán la respuesta
de la terca demanda que nadie no se ha hecho:
¿Por qué precisa un hombre que una mujer lo quiera?
Miremos. En el orbe superior se entretejen
el firmamento cuádruple que sostiene el diluvio
y las inalterables estrellas planetarias.
Adán, el joven padre, y el joven Paraíso.
La tarde y la mañana. Dios en cada criatura.
En ese laberinto puro está tu reflejo.
Arrojemos de nuevo la moneda de hierro
que es también un espejo mágico. Su reverso
es nadie y nada y sombra y ceguera. Eso eres.
De hierro las dos caras labran un sólo eco.
Tus manos y tu lengua son testigos infieles.
Dios es el inasible centro de la sortija.
No exalta ni condena. Obra mejor: olvida.
Maculado de infamia ¿por qué no han de quererte?
En la sombra del otro buscamos nuestra
sombra;
en el cristal del otro, nuestro cristal recíproco.


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MILONGA
DEL MUERTO

Lo he soñado en esta casa
entre paredes y puertas.
Dios les permite a los hombres
soñar cosas que son ciertas.

Lo he soñado mar afuera
en unas islas glaciares.
Que nos digan lo demás
la tumba y los hospitales.

Una de tantas provincias
del interior fue su tierra.
(No conviene que se sepa
que muere gente en la guerra).

Lo sacaron del cuartel,
le pusieron en las manos
las armas y lo mandaron
a morir con sus hermanos.

Se obró con suma prudencia
se habló de un modo prolijo.
Les entregaron a un tiempo
el rifle y el crucifijo.

Oyó las vanas arengas
de los vanos generales.
Vio lo que nunca había visto,
la sangre en los arenales.

Oyó vivas y oyó mueras,
oyó el clamor de la gente.
Él sólo quería saber
si era o si no era valiente.

Lo supo en aquel momento
en que le entraba la herida.
Se dijo
No tuve miedo
cuando lo dejó la vida.

Su muerte fue una secreta
victoria. Nadie se asombre
de que me dé envidia y pena
el destino de aquel hombre.

EL TRUCO

Cuarenta naipes han desplazado la vida.
Pintados talismanes de cartón
nos hacen olvidar nuestros destinos
y una creación risueña
va poblando el tiempo robado
con las floridas travesuras
de una mitología casera.
En los lindes de la mesa
la vida de los otros se detiene.
Adentro hay un extraño país:
las aventuras del envido y del quiero,
la autoridad del as de espadas,
como don Juan Manuel, omnipotente,
y el siete de oros tintineando esperanza.
Una lentitud cimarrona
va demorando las palabras
y como las alternativas del juego
se repiten y se repiten,
los jugadores de esta noche
copian antiguas bazas:
hecho que resucita un poco, muy poco,
a las generaciones de los mayores
que legaron al tiempo de Buenos Aires
los mismos versos y las mismas diabluras.

FINAL DE AÑO

Ni el pormenor simbólico
de reemplazar un tres por un dos
ni esa metáfora baldía
que convoca un lapso que muere y otro que surge
ni el cumplimiento de un proceso astronómico
aturden y socavan
la altiplanicie de esta noche
y nos obligan a esperar
las doce irreparables campanadas.
La causa verdadera
es la sospecha general y borrosa
del enigma del Tiempo;
es el asombro ante el milagro
de que a despecho de infinitos azares,
de que a despecho de que somos
las gotas del río de Heráclito,
perdure algo en nosotros:
inmóvil,
algo que no encontró lo que buscaba.

 


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EL REMORDIMIENTO

He cometido el peor de los pecados
que un hombre puede cometer. No he sido
feliz. Que los glaciares del olvido
me arrastren y me pierdan, despiadados.
Mis padres me engendraron para el juego
arriesgado y hermoso de la vida,
para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los defraudé. No fui feliz. Cumplida
no fue su joven voluntad. Mi mente
se aplicó a las simétricas porfías
del arte, que entreteje naderías.
Me legaron valor. No fui valiente.
No me abandona. Siempre está a mi lado
la sombra de haber sido un desdichado.

A QUIEN
ESTÁ LEYÉNDOME

Eres invulnerable. ¿No te han dado
los números que rigen tu destino
certidumbre de polvo? ¿No es acaso
tu irreversible tiempo el de aquel río
en cuyo espejo Heráclito vio el símbolo
de su fugacidad? Te espera el mármol
que no leerás. En él ya están escritos
la fecha, la ciudad y el epitafio.
Sueños del tiempo son también los otros,
no firme bronce ni acendrado oro;
el universo es, como tú, Proteo:
Sombra, irás a la sombra que te aguarda
fatal en el confín de tu jornada;
piensa que de algún modo ya estás muerto.

EL AMENAZADO

Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir.
Crecen los muros de su cárcel, como en un
sueño atroz. La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única. ¿De
qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras, la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad, las galerías de la Biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?
Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.
Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta
a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz.
Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera
y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.
Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles.
Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.
Ya los ejércitos me cercan, las hordas.
(Esa habitación es irreal; ella no la ha visto.)
El nombre de una mujer me delata.
Me duele una mujer en todo el cuerpo.

SONETO DEL VINO

¿En qué reino, en qué siglo, bajo qué silenciosa
conjunción de los astros, en qué secreto día
que el mármol no ha salvado, surgió la valerosa
y singular idea de inventar la alegría?
Con otoños de oro la inventaron. El vino
fluye rojo y a lo largo de las generaciones
como el río del tiempo y en el arduo camino
nos prodiga su música, su fuego y sus leones.
En la noche del júbilo o en la jornada adversa
exalta la alegría o mitiga el espanto
y el ditirambo nuevo que este día le canto
otrora lo cantaron el árabe y el persa.
Vino, enséñame el arte de ver mi propia historia
como si ésta ya fuera ceniza en la memoria.

EL ADVENIMIENTO

Soy el que fui en el alba, entre la tribu.
Tendido en mi rincón de la caverna,
pujaba por hundirme en las oscuras
aguas del sueño. Espectros de animales
heridos por la esquirla de la flecha
daban horror a las tinieblas. Algo,
quizá la ejecución de una promesa,
la muerte de un rival en la montaña,
quizá el amor, quizá una piedra mágica,
me había sido otorgado. Lo he perdido.
Gastada por lo siglos, la memoria
sólo guarda esa noche y su mañana.
Yo anhelaba y temía. Bruscamente
oí el sordo tropel interminable
de una manada atravesando el alba.
Arco de roble, flechas que se clavan,
los dejé y fui corriendo hasta la grieta
que se abre en el confín de la caverna.

Fue entonces que los vi. Brasa rojiza,
crueles los cuernos, montañoso el lomo
y lóbrega la crin como los ojos
que acechaban malvados. Eran miles.
Son los bisontes, dije. La palabra
no había pasado nunca por mis labios,
pero sentí que tal era su nombre.
Era como si nunca hubiera visto,
como si hubiera estado ciego y muerto
antes de los bisontes de la aurora.
Surgían de la aurora. Eran la aurora.
No quise que los otros profanaran
aquel pesado río de bruteza
divina, de ignorancia, de soberbia,
indiferente como las estrellas.
Pisoteraron un perro del camino;
lo mismo hubieran hecho con un hombre.
Después los trazaría en la caverna
con ocre y bermellón. Fueron los Dioses
del sacrificio y de las preces. Nunca
dijo mi boca el nombre de Altamira.
Fueron muchas mis formas y mis muertes.


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Carmen Salamanca Gallego, Gerente de la Editorial Grupo Cero y Secretaria de Redacción de Las 2001 Noches, leyendo su ponencia, realizada junto con Cruz González Cardeñosa, Alumna del Seminario Sigmund Freud y responsable de la página www.poesiagrupocero.com
Madrid: 91 548 94 12 - 91 758 19 40

ELLA, A VECES,
PEDÍA CADA COSA

Ella, a veces, pedía cada cosa
que enseguida disparaba mi imaginación.
Un día me preguntó por el exilio y le dije:

Hoy he pintado de la muerte algún brillo
y la lujuria incuestionable del hambre.
No es que haya muerto o haya comido algo
fue un verde que rasgó la realidad
que atravesó los rojos y los serenos malvas
que se adueñó del centro de la vida
que fue a la vez, verde y canción,
verde y fuego y sombra y corazón
y sembró todo el mundo
de cuerpos verdes floreciendo al amor.

No fue la luna posándose en mi mano
fue el plata de mi infancia donde un río
era agua y metal, reflejo y movimiento.
Cuando la plata de mi río canta
hasta el sol se estremece tal cual un hombre,
lujurioso, frente a los brillos de la amada.

El río turbio y varón y la mujer de plata,
hacen frente a una ciudad desconsolada,
de una manera permanente, el amor.
Después, dibujo una clara princesa
en un nuevo cuaderno
y llego de esa manera a Plaza de España
y no recuerdo si no es con alegría
los primeros años del exilio.

De comer no tenía, seguí diciendo,
y el frío diferente me congelaba
pero caminar por la calle
como si fuera un huérfano,
sin techo y sin amor, me hacía bien,
no exactamente fuerte, pero más precavido:
Ningún viaje más alterará mi vida.
Me quedo aquí, al sur de Europa,
en Madrid, para siempre, escribiendo.
Sin mirar atrás, le dije mirándola a los ojos,
pero tampoco mirando hacia delante,
sin mirar, sentado y escribiendo, eso es todo.
Y ha pasado, mi amor, más de un cuarto de
siglo
y aquí me tienes, sentado y escribiendo.
Todo pasó por mí y todo se alejó.
Nunca retuve nada y nunca
dejé que nada se escapara.

Todo lo mío estaba ahí, conmigo
y fui un poema roto o siempre por hacer
una piel enamorada de sí misma o muerta
y las calandrias, eso sí, las calandrias
haciendo círculos ilusorios
sobre la piel del tiempo,
volaban a nuestro lado hasta morir.
Puedo asegurarte, mi amor, que,
exactamente, en medio del dolor,
el espectáculo de las rosas creciendo,
al paso de los años, era maravilloso.

Está bien, dijo ella,
me doy por enterada.

"El hombre, aparte de la servidumbre a la que lo encadena la pasión, se halla atado por toda una serie de relaciones necesarias. Quien no las conozca o pretenda transformarlas en amor, acabará siendo desdichado."

W. V. GOETHE

¿Por dónde empezar? me pregunto, insistentemente, frente a la tarea de escribir esta ponencia. La respuesta parece clara: lo importante no es el adverbio, sino el verbo. Hay que empezar, sea donde sea, me digo con firmeza.

Pero, una vez puesto en marcha el infinitivo, tengo que reconocer que, como enseña el psicoanálisis, las casualidades no existen.

Podemos decir que, el "dónde" de la pregunta inicial se refiere a cómo abordar el texto, pero el "sea donde sea" me obliga a darme cuenta de que estamos en Buenos Aires, lugar donde se realiza este XIV Congreso Internacional Grupo Cero, La mujer y yo. Y Buenos Aires es, también, la ciudad donde Menassa nació, escribió y vivió hasta 1976, año en que se exilió y, como dice en La patria del poeta, 1991, "sin saber porqué, caí en Madrid."

Y, por esas casualidades inexistentes, el poema que yo elegí para trabajar es el n° 23, conocido como "el del exilio".

Según el diccionario de la Real Academia Española, "exilio" es la separación de una persona de la tierra en que vive. En base a estos datos, podríamos pensar que el exilio del cual se habla en el poema se refiere a aquellos acontecimientos y que el escritor nos relata su experiencia personal al respecto. Pero las cosas encajan con demasiada facilidad y eso, tratándose de la escritura de Menassa, invita a desconfiar, es decir, a seguir trabajando.

En Diálogos con Leucó, de Cesare Pavese, Endimión le dice al Extranjero: "Estoy convencido de que si ahora caminas es porque nada tienes, salvo tu suerte." Y éste replica: "¿Quién puede decir que ha tocado jamás aquello a cuyo lado pasa?"

Frente al discurso de Endimión, donde las palabras van unidas a un significado material y concreto, el Extranjero responde enigmáticamente, de manera indirecta. Esto sucede también al comienzo del poema 23, donde la respuesta parecería que no tiene mucho que ver con la pregunta.

"Un día me preguntó por el exilio y le dije: // Hoy he pintado..."

En psicoanálisis, la causa viene del futuro, sólo desde el momento actual puedo dar cuenta de lo que pasó. Y es así como empieza el relato-contestación de Pepe (llamaremos así a este personaje), precisamente con la palabra "hoy": "Hoy he pintado de la muerte algún brillo/ y la lujuria incuestionable del hambre."

En poesía, la palabra no lleva debajo su imagen, iconográficamente representada, sino que lleva debajo otra palabra que tampoco sabe nada de ella sino en la reunión con otras palabras. Es por esto que, en el verso siguiente, puntualiza:

"No es que haya muerto o haya comido algo/..." Casi sin darnos cuenta, el autor ha definido los límites de la conversación:

Psicoanálisis y Poesía. En Freud y Lacan -hablados- 1, Menassa escribe: "Psicoanálisis y poesía tienen que ver con esa irregularidad que se produce en el ser de la palabra. Creyendo que dice las palabras para comunicarse con el otro, nada sabe que es dicho para el otro por lo que sus palabras pronunciadas se dicen entre ellas." Y, en ese afán por saber, continúa combinando palabras, creando realidades:

".../ fue un verde que rasgó la realidad/ que atravesó los rojos y los serenos malvas/ que se adueñó del centro de la vida/ que fue a la vez, verde y canción,/ verde y fuego y sombra y corazón/ y sembró todo el mundo/ de cuerpos verdes floreciendo al amor."

Habíamos dicho que exilio es la separación de una persona de la tierra en que vive pero el poeta, debemos saberlo, no es exactamente una persona. En el Discurso de América, leemos: "La vida de la escritura es la vida de la escritura y la vida del escritor es un mínimo inconveniente que la escritura supera en todos los casos."

Quizá por esta doble realidad, cuando recuerda Buenos Aires, comienza con un "no":

"No fue la luna posándose en mi mano/ fue el plata de mi infancia donde un río/ era agua y metal, reflejo y movimiento./ Cuando la plata de mi río canta/ hasta el sol se estremece tal cual un hombre,/ lujurioso, frente a los brillos de la amada.// El río turbio y varón y la mujer de plata,/ hacen frente a una ciudad desconsolada,/ de una manera permanente, el amor."


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Negación que podríamos traducir como: Sí, fue la luna (la poesía) dirigiendo la mano del poeta (su instrumento), quien utilizó la vida del escritor como hoja en blanco y transformó esa materia prima en un poema.

Y si el poeta, el psicoanalista, no es una persona sino un lugar, una función, tendremos que descubrir, entonces, qué quiere decir la palabra exilio para este escritor. ¿Tendrá que ver con algún tipo de separación? ¿O será un pre-texto para que el lector se introduzca en el texto? Veamos.

"Cada vez que pronunciamos una nueva palabra, adviene en nosotros un nuevo sentido, aunque no lo sepamos, porque es la poesía quien legisla ese saber y ese no saber", leemos en Freud y Lacan -hablados- 1. Si, además, nos permitimos jugar un poco con ellas, quizá nos sorprendamos:

Despojando la palabra exilio de sus connotaciones políticas actuales, encontramos, como sinónimo, destierro. Cuando alguien se des-tierra, se separa, sale de la tierra; si se en-tierra, por el contrario, se une a la tierra, entra en ella.. "Dejar algo, también, es abrirse a otras realidades", escribe Menassa en 1989, (Encuentro sobre el fin de análisis), frase ésta que me anima a dar un paso más porque, si entierro presupone morir, su contrario, destierro, tendrá que ver con nacer.

Sabemos que no hay posibilidad de descentramiento sin la escritura, no hay posibilidad de salirse de la realidad humana sin escritura.

Pepe lo expresa así:

"Después, dibujo una clara princesa/ en un nuevo cuaderno/ y llego de esa manera a plaza de España/ y no recuerdo si no es con alegría/ los primeros años del exilio."

Jugando con las palabras, dijimos que exilio podía ser equivalente a nacimiento. Pues bien, en este punto del poema, debo confesar mi asombro.

"De comer no tenía, seguí diciendo,/ y el frío diferente me congelaba/ pero caminar por la calle/ como si fuera un huérfano,/ sin techo y sin amor..."

Cuando Pepe recuerda, con alegría, lo hace casi como si fuera un niño. Comida, calor, techo y amor resumen las necesidades del infantil sujeto durante los primeros años de vida. Casi, puesto que la conclusión dista mucho de ser infantil:

"...me hacía bien,/ no exactamente fuerte, pero más precavido:/ Ningún viaje más alterará mi vida./ Me quedo aquí, al sur de Europa,/ en Madrid, para siempre, escribiendo."

Escribiendo, forma verbal que se repite dos veces más, en los versos siguientes, precedido por un adjetivo, sentado, que no deja lugar a dudas acerca de la posición de Pepe frente a la decisión que, pareciera libremente, ha tomado: "Ningún viaje más alterará mi

vida./ Me quedo aquí...". Y "aquí" fue Madrid, circunstancia ésta que nunca terminaré de agradecer al destino, pero el dónde, esta vez, tampoco era lo más importante.

Lo que resulta imprescindible, vital, es definir las condiciones del contrato y lo hace con una síntesis magistral en los tres versos siguientes:

"Sin mirar atrás, le dije mirándola a los ojos,/ pero tampoco mirando hacia delante,/ sin mirar, sentado y escribiendo."

"La poesía requiere la integridad de un hombre sin mirada" (La cosa de la carne), porque la mirada es el campo del amor y, para el poeta, amor es una palabra más.

"Y ha pasado, mi amor, más de un cuarto de siglo/ y aquí me tienes, sentado y escribiendo."

Porque el tiempo de la escritura no es el transcurrir del reloj. En el Discurso de América, leemos: "Y si del tiempo se trata, deberá saberse que habrá violencia en nuestras mentes y en algunos de nosotros habrá violencia en el corazón porque el tiempo será una interrupción brusca y desmedida en nuestra manera de ser."

"Tiempo es una lengua, una escritura."

"Todo pasó por mí y todo se alejó./ Nunca retuve nada y nunca/ dejé que nada se escapara."

Calipso, en Diálogos con Leucó, afirma: "Inmortal es quien acepta el instante, quien no conoce ya un mañana. 

 

¿Qué es la vida eterna sino este aceptar el instante que viene y el instante que se va?"

Y Menassa, en el Discurso de América, añade: "Y escritura es, todavía, si me animo, diferente a escribir. No es el trazo, es el tiempo del trazo, es decir, su propia temporalidad."

El poeta debe aceptar que esa vida eterna, esa inmortalidad, son características de la escritura y que sólo puede participar de ellas en la medida en que renuncie a sí mismo para ser tiempo, ese instante que viene y que se va y, del cual, sólo perdurará como producto, escritura.

En el Encuentro sobre el fin de análisis, 1989, leemos: "Tanto poeta como psicoanalista tienen como función dejar de ser para que en esa fisura de ser nazca lo Otro."

El poeta, entonces, es un des-ser, lo contrario de en-ser, que vendría a coincidir con el concepto de persona. "Hoy no he venido a preguntarme por mi ser, porque yo es Cero. (Discurso de América, 1989)

Además, los enseres, como sabemos, son muebles, accesorios, son los objetos materiales a los que se refería Endimión cuando afirmaba "nada tienes". Y, en efecto, el poeta nada tiene, salvo las palabras, y no puede decir que las ha tocado.

Decía F.V. Hebbel: "El hombre es una cosa entre dos labios que se quieren juntar y no pueden". Menassa lo expresa así: "El sujeto

no es ninguna de las palabras sino el puente indeciso de sus conjugaciones."

Por eso todo lo suyo estaba ahí, con él.

En Las 2001 Noches (noche 344R), leemos: "La vida es puro artificio.

Si me dejan la palabra, no me importaría que todo el resto sea metálico."

"Y fui un poema roto o siempre por hacer", porque sabemos que la vida no tiene sentido sino aquél, sencillo, de buscar lo imposible, lo que no se puede tener aunque se encuentre.

"Una piel enamorada de sí misma o muerta." en tanto "La piel también es un agujero y en esas heridas se petrifica el universo." (Discurso de América)

"Y las calandrias, eso sí, las calandrias/ haciendo círculos ilusorios/ sobre la piel del tiempo,/ volaban a nuestro lado hasta morir."

La palabra calandria me llama poderosamente la atención, me lleva directamente a La cosa de la carne:

"Sí, replicó Don Artemidoro, y la calandria es flor y madre galopa sin par por luces exageradamente abiertas, incapaces de penetrar espesas tinieblas..."

La calandria no es una flor, es un ave parecida a la alondra y, perfectamente, puede volar a nuestro lado hasta morir. Pero también es una máquina de cilindros para alisar, lustrar, secar o glasear papel.

Y el papel, hasta hoy, es un elemento indispensable para publicar libros, con los cuales hacer círculos ilusorios sobre la piel del tiempo.

En 1915, en Lo perecedero, Freud escribe: "También lo que resulta doloroso puede ser cierto". Y cierto es que estamos llegando al final del poema aunque, esta vez, puede no resultar doloroso porque, a mi entender, los próximos cuatro versos iluminan y dan sentido a lo escrito anteriormente y, también, a lo por escribir.

"Puedo asegurarte, mi amor, que,/ exactamente, en medio del dolor,/ el espectáculo de las rosas creciendo,/ al paso de los años, era maravilloso."

Sería ingenuo pensar que esas rosas son las del jardín, condenadas a perecer cada invierno y, por tanto, carentes de valor para el neurótico que nos habita, si no es así ¿a qué se refiere?

En un texto de 1989, La transmisión y la grupalidad, leemos: "A los 18 años, recién cumplidos, recibí el impacto de la primera interpretación.

Otro hablaba en mi hablar y, para mi sorpresa, yo no sabía lo que decía. Y, tal vez, fui afortunado, ya que ese primer acontecimiento inconsciente en mi vida se produjo en un tiempo grupal. La interpretación rozaba algo de la mujer en mí, no sabido.

Desde ese instante, todas mis producciones íntimas o sociales históricas quedaron atadas al campo de lo grupal o al campo de la mujer."


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Quedó atado a toda una serie de relaciones necesarias, como decía Goethe al principio, y fue afortunado puesto que, por haberlo escrito, las conoció y no pretendió transformarlas en amor, sino que hizo de ellas un mandato ineludible: transmitir el psicoanálisis.

Porque "no es él, el hombre, el que determina las mallas de sus relaciones sociales, no es el hombre el que elige los modos de vida dentro de su inscripción social, él es elegido por el sistema social.

No es el hombre, no soy yo el que decido las palabras que he escrito ni las palabras que pronuncio, sino que es él, el Otro, el que a mí me falta, el inconsciente, es ahí donde se generan estos pensamientos."

Pero ¿qué es transmitir el psicoanálisis, cómo se hace? Encontré varios fragmentos en los que Menassa explica:

"Quiero dejar claro que, para desear y transmitir, no ha de alcanzar la sencillez del habla ya que, si bien por ésta entramos en el juego, el habla no es historia a menos que la escriba y ella misma, por serlo, ya estaba escrita."

"Freud habla de una transmisión posible en psicoanálisis, es el deseo lo que se transmite. El deseo en Freud es la transmisión del psicoanálisis."

"Deseo inconsciente que funda y regula toda nuestra actividad en sucesos del lenguaje; para decirlo con mayor certeza, la vida del sujeto condensada en un hecho de las palabras entre sí." (El deseo en Freud y la transmisión del psicoanálisis. Madrid, 1989)

"Y estoy, también, contento porque sé que mi tarea en la transmisión del psicoanálisis recién comienza, ya que muchos de los presentes no sólo tienen fantasías de formarse como psicoanalistas sino que entre ellos se encuentran, también, quienes están capacitados para emprender, ya mismo, semejante viaje." (Encuentro sobre el fin de análisis, Madrid, 1989)

"Más allá, siempre hay un más allá, como nos enseña Freud, más allá de todo decir, en la Escuela de Psicoanálisis y Poesía Grupo Cero, se produce enseñanza del psicoanálisis y transmisión del psicoanálisis simultáneamente, porque pensamos que no se pueden producir por separado." (La Transmisión y la grupalidad, 1989)

No pueden quedar dudas respecto a qué se refiere el poeta cuando nombra las rosas pero, si necesitan un ejemplo, aquí me tienen: exactamente, en medio del dolor, creciendo al paso de los años, participando entre otras rosas, de este espectáculo maravilloso.

Freud, en La interpretación de los sueños, nos dice que la deformación que existe entre sueño soñado y sueño contado, es ínfima respecto a la deformación a la que tiene que someterse el deseo inconsciente para transformarse en el sueño soñado. De la misma manera, el exilio, el destierro, la separación de alguien de su tierra es una alteración mínima respecto a la que tiene que someterse el poeta, el psicoanalista, para ser ese des-ser.

Es por eso que,"En el poder de fundar, hemos sabido que lo exiliado queda, también, exiliado del hombre. Lo exiliado, por lo tanto, no se puede besar." (Poesía y Psicoanálisis) Hasta aquí, lo que respecta a Pepe pero no podemos olvidarnos de Ella. Su intervención es precisa, medida y estratégicamente situada: los dos primeros versos del poema y los dos últimos. Encontré dos frases atribuidas a dos mujeres que, además de actrices, fueron, cada una y por separado, calificadas como "mito sexual" de su época.

"Ella, a veces, pedía cada cosa/ que enseguida disparaba mi imaginación".

Esto lo sabía Sophia Loren cuando afirmaba: "Las mujeres no sospechan lo que deben a la imaginación de los hombres." Y yo añadiría que nosotros tampoco sospechamos lo que debemos a la imaginación del poeta.

"Está bien, dijo ella,/ me doy por enterada." Zsa Zsa Gabor dijo: "Cuando un hombre se echa atrás, retrocede de verdad. Una mujer sólo retrocede para tomar más carrerilla."

Cosa que, esperamos sea cierta en este caso, que ella, la mujer, esté dispuesta a avanzar con fuerza en el camino de la escritura. Tarea en la que Menassa lleva trabajando desde los 18 años, edad en la que comenzó su verdadero exilio.

"Y si la interpretación habrá de ser palabra o acto, es una encrucijada de los antiguos. Después de Marx, el concreto de pensamiento es palabra y es acto al mismo tiempo, se trate de una bella interpretación o de un lúcido acto." (El deseo en Freud y la transmisión en psicoanálisis, 1989)

Como punto final, la Noche 367 de repuesto: "Yo sólo cobro mi trabajo. El resto, soy del Grupo Cero y el Grupo Cero paga siempre para que haya cultura ahí donde hubiera sido casi imposible."

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GRUPO CERO PRESENTÓ SU PRIMERA VIDEOCREACIÓN
LA POESÍA NO SE ENAMORA NUNCA
EN EL FORUM DE LA FNAC EN MADRID

El día 1 de octubre, Grupo Cero Producciones Cinematográficas presentó en la FNAC de Madrid su primera videocreación.

Carmen Salamanca, representante de la Productora y Rosa García, la realizadora, presentaron el acto dando paso a la proyección.

Rosa García nos explicaba así por qué La poesía no se enamora nunca es una innovación: Cine y pintura, ya se dió con Pablo Picasso pintando para Clouzot y Alberto Giacometti en el documental del Director Jean Marie Drot.

Dalí participó en la dirección de arte de una película de Hitchcock y colaboró en el guión de "El perro andaluz" de Buñuel.

Cine y poesía tenemos varios ejemplos en videopoesía y, música y cine, tenemos toda la historia del videoclip.

La poesía no se enamora nunca es una innovación en cuanto que participa del documental, de la videopoesía, del videoclip. En sí no es ninguno de ellos. Es una videocreación absolutamente novedosa porque ensambla el conjunto de las disciplinas cine, pintura, poesía y música por primera vez en un solo producto o unidad creativa. Un conjunto en su acabado final muy bien conseguido.

Después de la proyección, se presentó al equipo que participo en su realización y se dio paso a un coloquio en el que el poeta Leopoldo de Luis intervino con su habitual tono amable y jovial, haciendo reír a la concurrencia, al tiempo que mostraba con sus palabras el trabajo que viene realizando  en el campo de las letras.

El público espectante y atento frente a la pantalla de cine en las instalaciones de la FNAC.

LA POESÍA NO SE ENAMORA NUNCA

Es una obra generada en total conjunción entre las artes plástica, poesía, música, imagen y sonido.

La narración va generando tensión en el mismo momento en que cada espectador asocia las intensidades sonoras y visuales, y así se provoca una relación dramática sensible.

Desde allí se inicia la unidad del relato, sujeto a los vaivenes de la palabra, del poema, la tensión de la interpretación, los colores de la voz. La imagen se hilvana con el discurso, por momentos romántica, por las descripciones emocionales y la dinámica del ritmo visual dando sentido a la fuerza descriptiva de las imágenes.

 

La música está compuesta en su forma como una obra integral, en evolutiva relación rítmica instrumental y de complejidad armónica a través del tiempo.

Notas que se sostienen en la misma secuencia de imagen y no cambian hasta que la imagen no cambia, espátula subiendo y bajando de acuerdo a los movimientos del pintor, y así sube o baja la melodía.

El trabajo cinematográfico es la mirada minuciosa que recoge los lugares en donde la luz se encuentra con un color inesperado. Líneas de seda, rojos ardientes, azules imposibles, colores flotando como un lujo en la exuberante seducción de las sombras. 

Poema a poema emergen del trazo del pintor, cuadros convocados por la luz del poeta. Versos brutales sobre lienzos recitados, trazos en los que un saber habla a los oídos atentos.

Una obra audiovisual para todos los tiempos.

Miguel Oscar Menassa contestando a las preguntas del público, junto a Rosa García y Carmen Salamanca.

El equipo de producción casi al completo: Ramón Chévez, Cristina Fernández, Clémence Loonis, Miguel Martínez, Rosa García, Miguel Oscar Menassa, Carmen Salamanca, Fernando Sola. No pudimos contar con la presencia del autor de la música, Ricardo Iapichino.

El público maravillado, disfrutando de la proyección.

El poeta, pintor e ideólogo de la videocreación, Miguel Oscar  Menassa saluda calidamente al poeta Leopoldo de Luis

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