LAS 2001 NOCHES Nº 59

EL CHAPAPOTE HA LLEGADO AL AMOR

EL ÁPICE

FIN DE FANTASÍA

FRESCORES

EL CÓMPLICE

TRABAJAR CANSA

JUAN-JACOBO BAJARLÍA

LA SUMA

EL VINO TRISTE

AFORISMOS

LA TARDE

CELOS 2º

OSCAR WILDE

CESARE PAVESE

SOCIOS DE HONOR

JORGE LUIS BORGES

LOS MARES DEL SUR

NUESTROS LIBROS

UN SÁBADO

PENSAMIENTOS DE DINA

A GOLPE DE LLUVIA

AQUÉL

MANÍA DE SOLEDAD

HACIA EL POEMA

EL HACEDOR

CELOS 1º

ASOCIACIÓN PABLO MENASSA DE LUCIA

EL CHAPAPOTE HA LLEGADO AL AMOR

Ella llegó una tarde desesperada y a los gritos:
¿Viste, mi amor, lo que pasó en Galicia con el mar?
Una gran bola negra de mierda y de dolor,
en alta mar, mira amenazante hacia la tierra,
mientras silenciosa mata los peces en el mar,
envenena las rocas y los musgos marinos
para que nadie nunca más, ni siquiera los peces,
pueda hacer el amor en el profundo mar.
Y tú ¿qué piensas? me preguntó antes de desmayarse
porque el alquitrán se le pegaba a la garganta
y, al mismo tiempo, le impedía respirar y cantar.

Estoy convulsionado, amada, y no digo roto
porque no corresponde a un hombre de mi edad.
Es cierto, mi pequeña, la marea negra
ha pegoteado y manchado
todos mis pensamientos,
desde la pequeña almeja enamorada
hasta el marisco varonil y encendido,
avergonzado de su belleza ennegrecida,
se esconde sucio
tras las rocas sucias
en un sucio mar.

Hoy mismo, dijo ella con fuerza,
dejaré de jugar y de comprar regalos
y enviaré ese dinero a Galicia
para que puedan limpiar dos o tres
mejillones o comprarse un buzón
y enviarse una carta
de un pescador gallego
pidiendo piedad:
Señores gobernantes, no queremos vuestro dinero,
queremos los medios adecuados para curar el mar.
Porque es necesario, Señor Presidente, para nosotros,
que haya mar, marineros, pescadores taciturnos.
Con vuestro dinero podríamos comprar algo de pan
y hasta festejar con algún alcohol la noche buena,
pero sin mar, ciudadanos del mundo, deben saberlo,
sin mar, sin pescadores, Galicia morirá y no de hambre,
morirá intoxicada de tristeza por la falta de mar.

Yo, querida, no puedo dejar de jugar
ni ninguna otra cosa, no puedo
dejar de vivir, de amar, de ilusionarme,
no puedo dejar ni mi trabajo ni mi dignidad,
debo llevar conmigo, en mi vida diaria,
todos mis vicios, que sólo son jugar,
y todos mis amores, mis cantos
y, si la hubiera, algo de libertad.

Y he de vagar por donde el mundo vaga
y, cuando el mundo todo se detenga,
yo escribiré, en un verso, ese silencio
y pediré a la rosa que florezca
en la estación precisa, con el color exacto
y amar humano amor y, también, las sombras,
los silencios a los que no llega ninguna humanidad.

Y, también como humano,
quiero poder amar el sexo,
cuando el sexo no tiene
de humano casi nada,
sino la fiera misma,
con su orgasmo,
siempre estrepitoso y a tiempo
y la vaca esperando detenida
hasta el nuevo ser.
Amar, le dije para cerrar,
con voluntad desesperada
del hombre su animal,
su fiera encadenada.

Así me gusta oírte hablar,
dijo ella entretenida en el espejo,
tal cual un macho de la especie,
nada de palabritas ni arrumacos,
ahí, tieso, siempre para adelante.
Tienes que tener más cuidado, le dije,
que estoy hablando de otra cosa.
Sí, hablando de otra cosa, sin embargo,
la vaca esperando detenida ¿no soy yo, acaso?
y ¿quién más encadenada que yo misma,
tu fiera, pero mansa, atada a tus caprichos?

El verso se complica, amada mía,
le dije, con ternura extasiada,
ten paciencia que, un día,
te resucitaré, haré de ti una mujer distinta,
un hombre bien plantado, diferente.

Ella comenzó a reír, mientras decía:
Cada nuevo filón de oro,
y me miraba y se reía,
está encarnado en un nuevo trabajo.
Una nueva ley, antes desconocida,
regula, ahora, el oro, la obra producida.

A mí, también, me gustaría, le dije,
vivir pegado a un árbol en plena selva virgen,
pegado por mi boca, chupando todo el día
la savia universal, la vida plena
y así descansaría y, al anochecer,
escupiría estrellas y cagaría
diamantes encendidos y mi semen
sería el misterioso ungüento blanco
que luchará sin tregua,
contra la asesina que en el mar acecha.
Marea negra es su nombre vulgar,
en el Gobierno la llaman
"pequeño error de apenas un milímetro"
que costará casi todo el poder
y, en algunas oficinas de correos,
sin explicar motivos, la llaman
"el mensaje trabado"
y chapapote quiere decir,
todo el mundo lo sabe,

125.001 ejemplares: NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA


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que el Gobierno no pudo con el mar.

¡Abrid los ojos, ciudadanos! Ahora,
que distraídos están los gobernantes
y recordad el chapapote
y la lujuria del dinero negro,
la negritud, espléndida, de las armas negras
y el chapapote del racismo, también,
contra los ciudadanos negros.

Hasta el Señor, Gran Dios,
tuvo su chapapote
cuando, muy bondadoso, exactamente justo
y exageradamente hermoso, tuvo que matar.
Y no está mal que se librara de morir matando
pero sus fieles quedamos condenados a vivir
con el Gran Dios que vive y su mitad que ha muerto.
El chapapote del Gran Dios que vive y muere,
siempre sin remedio, cada día, en nosotros.

No te creía tan creyente en Dios,
me dijo ella, vacilándome,
te hacía, sencillamente, un pagano,
un hombre de mucho mundo, sin Dios.
Me dio la espalda y, girando la cabeza, me dijo:
Vaya a saber en qué estarás pensando
cuando, en el verso, escribes la palabra Dios.

No quise discutir y me quedé cavilando
mas, de golpe, como saliéndome del alma,
"tal vez en mí mismo", le dije sonrojándome
y ella al hablar tensó la cítara
hasta el rasguido del silencio:
No me parece mal que, de tanto en tanto,
la vida te condene a que te creas Dios
porque, para mí, querido, lo eres todo el tiempo,
hasta cuando la bruma de un humo sombrío,
inexistente y dramático, me deja sin ti,
yéndote a galope tendido en el poema.

Le dije gracias, por decirle algo,
y me tiré por la ventana del piso 23
y nunca más pude llegar a tierra.

El chapapote pegajoso e inmundo
sobre la arena y el salitre,
sobre las piedras y el amor,
asqueroso, inextirpable,
tal cual cáncer maligno,
no me dejó llegar.

Ahí, me di cuenta del desastre
y ya no había tiempo para nada:
En un país rodeado por el mar,
habíamos elegido un Gobierno
que nada conocía del mar.

Miguel Oscar Menassa

 

FRESCORES

JUAN-JACOBO BAJARLÍA
 Argentina, 1914

MYRIAM DE AQUITANIA

Los secretos del cinturón de castidad Rudel de Aquitania, obcecado durante las cruzadas en acompañar a su padre Guillermo IX, dejó a Myriam, su mujer, al cuidado del caballero August D’Almancourt. Confiaba plenamente en éste por dos razones. D’Almancourt había sido mutilado en una batalla ganada por los sarracenos. Había perdido el trigémino sexual, y, por lo tanto, no tenía posibilidades de dedicarse a la melancolía. La otra razón se fundaba en el cinturón de castidad, fabricado con "cuero de toro curtido a la intemperie lunar", según lo consigna Ferdinand Lodge en The Human sexe (1713).

Este cinturón de castidad, siempre según el relato de Lodge, cubría el sexo de Myriam por ambos lados, mientras cuatro correas cruzadas se prolongaban sujetándose en la cintura. Hacia adelante había "un orificio de medio centímetro para orinar". Y hacia atrás, "una solapa con candado que ocultaba el otro orificio de un centímetro y medio para facilitar la expulsión de las heces". En estos casos, Myriam debía pedirle a D’Almancourt que utilizara la llave para bajarle la solapa trasera.

Como se ve, no había peligro de infidelidad. Las correas, a su vez, estaban remachadas en el cuero que ceñía la cintura, y no había manera de "hacerse la loca" para burlar a su señor. Era todo un artificio diabólico para medir el ingenio de las damas en la Edad Media.

Aquí comienza el drama, que relata, a su vez, Anthony Johnson en The Family History (1725), completando los datos de Lodge sobre este célebre caso. Myriam amaba a Jean de Villet, integrante de la secta de los Ángeles del Camino (salteadores al servicio de los señores feudales). Éste sabía que Rudel de Aquitania había marchado hacia la tierra de los infieles con un séquito de mujeres para su placer. Le propuso, entonces, una "justiciera infidelidad" a pesar del "cinturón de Diana". Vengarse en tales eventos era lo más adecuado para castigar al déspota.

Myriam cedió a los requerimientos de Villet, y una noche, aprovechando la borrachera de D’Almancourt, le pidió le abriera la solapa del trasero porque se hallaba "descompuesta".


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D’Almancout accedió al pedido de la dama y se echó en el primer jergón que halló a su paso para seguir acariciando sus ronquidos.

El Marqués de Sade que conoció esta historia (hecho no confirmado por Gilbert Lely), recordó intencionadamente, en el asilo de Charenton, estos versos:

Tú, que de las sectas conoces el secreto,
  dime ¿qué dogma es hacerse perforar?

Marcial, IX, 48

Lo cierto es que Myriam llevó a Villet a la torre del castillo, donde comenzó el enigma más notable de los cinturones de castidad.

El caballero verificó la entrada del cráter. Pero, ¿cómo introducirse en él sin peligro de suicidarse? Las emanaciones sulfurosas indicaban la proximidad del fuego. Sólo eso. Lo demás era imposible en un desfiladero que comenzaba con un orificio de un centímetro y medio en el cuero protector. No había espacio para emprender la travesía con el jumento. Aníbal, escalando los Alpes, no hubiera sido tan desdichado.

Tres horas trabajó en vano Jean de Villet, hasta que al fin, según Anthony Johnson, "dio repentinamente con la solución al ver la delgadez de una lombriz que se arrastraba por entre las piedras del piso".

Allí estaba la solución sugerida por el insecto, que Johnson remitió a la inteligencia del lector. La lombriz adelgazaba o se inflaba para sortear los vericuetos del piso.

Había que entrar, por lo tanto, estrictamente desinflado para engordar en el castillo de Venus que Rabelais confundió con el séptimo cielo de los truenos. Jean de Villet tuvo de este modo la evidencia, y con ella, la fama inalterable de ser el primer violador de los cinturones de castidad. En el monumento que le erigieron, Andrea Lamborghi esculpió una lombriz alimentándose de lentejas.

Final

Cuando Rudel de Aquitania volvió de la cruzada, en 1275, halló a Myriam embarazada. Esperó que diera a luz, y luego la hizo emparedar. Jean de Villet fue previamente decapitado, y D’Almancourt condenado al exilio. El hijo de Myriam, a su vez, al cumplir 14 años, asesinó de un hachazo a Rudel de Aquitania cuando éste dormía con una de sus amantes. Dijo el Marqués de Sade en Justine: "Perforar es fácil; perder la cabeza es un pecado".

Del libro "Historias de musas, putas y otras damas"

AFORISMOS

OSCAR WILDE 
Irlanda-1856

- Todos vivimos en el cieno, pero algunos levantamos los ojos hacia las estrellas.

- El camino de la paradoja es el camino de la verdad. Para probar la verdad de las cosas hay que verlas en la cuerda floja. Cuando las verdades se hacen acróbatas, entonces podemos juzgarlas.

- Para mí, la belleza es la maravilla de las maravillas. Sólo los superficiales no juzgan por las apariencias. El verdadero misterio del mundo es lo visible, no lo invisible.

- Son los escogidos aquellos para quienes las cosas bellas sólo significan belleza.

- El sentido de todas las cosas bellas creadas reside tanto, por lo menos, en el alma del que las contempla como en el alma que las produjo. Sí, más bien es el espectador quien presta a la cosa bella sus mil sentidos, y la hace maravillosa para nosotros, colocándola en una nueva relación con la época, de tal modo, que se convierte en una porción esencial de nuestra vida, y en un símbolo de aquello que deseamos o, acaso, de aquello que, deseándolo, tememos nos sea concedido.

- No hay libros morales ni inmorales. Los libros están bien escritos o mal escritos. Simplemente.

- Ningún artista desea demostrar nada. Hasta las verdades pueden ser demostradas.

- Es el espectador, y no la vida, lo que realmente el arte refleja.

- En asuntos de poca importancia, el estilo, y no la sinceridad, es lo esencial. En asuntos de gran importancia, el estilo, y no la sinceridad, es lo esencial.

- Nada tan peligroso como ser demasiado moderno. Corre uno el riesgo de quedarse súbitamente anticuado.

- El valor de una idea no tiene nada que ver con la sinceridad del hombre que la expresa.

- Hay dos maneras de aborrecer el arte. Una, aborreciéndolo; otra, amándolo razonablemente.

- Un eco es muchas veces más bello que la voz que repite.

- Un artista debe crear cosas bellas, pero sin poner nada en ellas de su vida. Vivimos en una época en que los hombres tratan el arte como si sólo fuera una forma de autobiografía. Hemos perdido el sentido abstracto de la belleza.

- El pasado no tiene ninguna importancia. El presente no tiene ninguna importancia. Sólo el futuro importa. Pues el pasado es lo que el hombre no debería de haber sido. El presente es lo que no debería ser. El futuro es lo que son los artistas.

- Con frecuencia se dice que la tragedia del artista es no poder realizar su ideal. Pero la verdadera tragedia que sigue los pasos de muchos artistas, es que realizan su ideal demasiado plenamente.

Pues el ideal cumplido queda despojado de su misterio y maravilla, y conviértese simplemente en un nuevo punto de partida hacia otro ideal.

- Sólo deberían cantar la muerte aquellos cuyo canto es más fuerte que la muerte.

- Aquél para quien el presente es la única cosa actual, no sabe nada de la época en que vive. Para comprender el siglo XIX es preciso comprender todos los siglos que le precedieron y que contribuyeron a su formación.

- Parecer discreto vale tanto como entender una cosa, y es mucho más fácil.

- Aunque la indignación pueda hacer un gran poeta, el mal carácter hace siempre un pobre crítico.

- Cuando los críticos están desacordes, el artista está de acuerdo consigo mismo.

- Es mucho más difícil hablar de una cosa que hacerla. Todo el mundo puede hacer historia: sólo un gran hombre puede escribirla.

- La verdadera escuela para estudiar el arte no es la vida, sino el arte.

- La realidad no debe ser más que un telón de fondo.

- Día fatal aquél en que el público descubrió que la pluma es más poderosa que el adoquín y puede ser arma tan ofensiva como un ladrillo.

- Vicio y virtud son para el artista materiales de un arte.

- Tener una norma estricta y severa respecto a lo que debe y no debe leerse, es absurdo. Más de la mitad de la cultura moderna depende de lo que no debería leerse.

- Los libros que el mundo llama inmorales son libros que muestral al mundo su propia vergüenza.

-El hecho de que un hombre sea un envenenador no dice nada contra su prosa. Las virtudes domésticas no son los verdaderos cimientos del arte.

- Mentir bellamente es un arte; decir la verdad es obrar según la naturaleza.

- Un hombre que no piensa en sí mismo, no piensa en nada.

- El descontento es el primer paso en el progreso de un hombre o una nación.

- Se puede resistir a todo, menos a la tentación.

- Una idea que no sea peligrosa es completamente indigna de ser llamada idea.

- La experiencia no tiene valor ético alguno. Es simplemente el nombre que damos a nuestros errores.

- La única ventaja de jugar con fuego es que aprende uno a no quemarse.

ASOCIACIÓN PABLO MENASSA DE LUCIA AULA DE POESÍA Y PSICOANÁLISIS

Soy lo que vuela
encadenadme y seré lo encadenado que vuela
matadme y seré lo encadenado, muerto, que

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JORGE LUIS BORGES 
Argentina, 1899

UN SÁBADO

Un hombre ciego en una casa hueca
fatiga ciertos limitados rumbos
y toca las paredes que se alargan
y el cristal de las puertas interiores
y los ásperos lomos de los libros
vedados a su amor y la apagada
platería que fue de los mayores
y los grifos del agua y las molduras
y unas vagas monedas y la llave.
Está solo y no hay nadie en el espejo.
Ir y venir. La mano roza el borde
del primer anaquel. Sin proponérselo,
se ha tendido en la cama solitaria
y siente que los actos que ejecuta
interminablemente en su crepúsculo
obedecen a un juego que no entiende
y que dirige un dios indescifrable.
En voz alta repite y cadenciosa
fragmentos de los clásicos y ensaya
variaciones de verbos y de epítetos
y bien o mal escribe este poema.

AQUÉL

Oh días consagrados al inútil
empeño de olvidar la biografía
de un poeta menor del hemisferio
austral, a quien los hados o los astros
dieron un cuerpo que no deja un hijo
y la ceguera, que es penumbra y cárcel,
y la vejez, aurora de la muerte,
y la fama, que no merece nadie,
y el hábito de urdir endecasílabos
y el viejo amor de las enciclopedias
y de los finos mapas caligráficos
y del tenue marfil y una incurable
nostalgia del latín y fragmentarias
memorias de Edimburgo y de Ginebra
y el olvido de fechas y de nombres
y el culto del Oriente, que los pueblos
del misceláneo Oriente no comparten,
y vísperas de trémula esperanza
y el abuso de la etimología
y el hierro de las sílabas sajonas
y la luna, que siempre nos sorprende,
y esa mala costumbre, Buenos Aires,
y el sabor de las uvas y del agua
y del cacao, dulzura mexicana,
y unas monedas y un reloj de arena
y que una tarde, igual a tantas otras,
se resigna a estos versos.

EL HACEDOR

Somos el río que invocaste, Heráclito.
Somos el tiempo. Su intangible curso
acarrea leones y montañas,
llorado amor, ceniza del deleite,
insidiosa esperanza interminable,
vastos nombres de imperios que son polvo,
hexámetros del griego y del romano,
lóbrego un mar bajo el poder del alba,
el sueño, ese pregusto de la muerte,
las armas y el guerrero, monumentos,
las dos caras de Jano que se ignoran,
los laberintos de marfil que urden
las piezas de ajedrez en el tablero,
la roja mano de Macbeth que puede
ensangrentar los mares, la secreta
labor de los relojes en la sombra,
un incesante espejo que se mira
en otro espejo y nadie puede verlos,
láminas en acero, letra gótica,
una barra de azufre en un armario,
pesadas campanadas del insomnio,
auroras y ponientes y crepúsculos,
ecos, resaca, arena, liquen, sueños.
Otra cosa no soy que esas imágenes
que baraja el azar y nombra el tedio.
Con ellas, aunque ciego y quebrantado,
he de labrar el verso incorruptible
y (es mi deber) salvarme.

EL ÁPICE

No te habrá de salvar lo que dejaron
escrito aquellos que tu miedo implora;
no eres los otros y te ves ahora
centro del laberinto que tramaron
tus pasos. No te salva la agonía
de Jesús o de Sócrates ni el fuerte
Siddharta de oro que aceptó la muerte
en un jardín, al declinar el día.
Polvo también es la palabra escrita
por tu mano o el verbo pronunciado
por tu boca. No hay lástima en el Hado
y la noche de Dios es infinita.
Tu materia es el tiempo, el incesante
tiempo. Eres cada solitario instante.

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EL CÓMPLICE

Me crucifican y yo debo ser la cruz y los calvos.
Me tienden la copa y yo debo ser la cicuta.
Me engañan y yo debo ser la mentira.
Me incedian y yo debo ser el infierno.
Debo alabar y agradecer cada instante del tiempo.
Mi alimento es todas las cosas.
El peso preciso del universo, la humillación, el júbilo.
Debo justificar lo que me hiere.

Soy el poeta.

LA SUMA

Ante la cal de una pared que nada
nos veda imaginar como infinita
un hombre se ha sentado y premedita
trazar con rigurosa pincelada
en la blanca pared el mundo entero:
puertas, balanzas, tártaros, jacintos,
ángeles, bibliotecas, laberintos,
anclas, Uxmal, el infinito, el cero.
Puebla de formas la pared. La suerte,
que de curiosos dones no es avara,
le permite dar fin a su porfía.
En el preciso instante de la muerte
descubre que esa vasta algarabía
de líneas es la imagen de su cara.

LA TARDE

Las tardes que serán y las que han sido
con una sola, inconcebiblemente.
Son un claro cristal, solo y doliente,
inaccesible al tiempo y a su olvido.
Son los espejos de esa tarde eterna
que en un cielo secreto se atesora.
En aquel cielo están el pez, la aurora,
la balanza, la espada y la cisterna.
Uno y cada arquetipo. Así Plotino
nos enseña en sus libros, que son nueve;
bien puede ser que nuestra vida breve
sea un reflejo fugaz de lo divino.
La tarde elemental ronda la casa.
La de ayer, la de hoy, la que no pasa.

Las 2001 Noches
ES UNA REVISTA Y TAMBIÉN UN CICLO POÉTICO–MUSICAL
Todos los martes a las 20,30 h. en el
BAR CELTA
de Buenos Aires (Sarmiento y Rodríguez Peña)
Último martes de cada mes se presenta 
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CESARE PAVESE 
Italia, 1908

LOS MARES DEL SUR

(a Monti)

Caminamos una tarde por la ladera de un cerro,
en silencio. En una sombra del tardo crepúsculo
mi primo es un gigante vestido de blanco,
que se mueve pausado, con faz bronceada,
taciturno. Callar es nuestra virtud.
Algún antepasado nuestro debió encontrarse muy solo
-un gran hombre entre idiotas o un pobre insensato-para
enseñar a los suyos tanto silencio.

Mi primo ha hablado esta tarde. Me ha preguntado
si ascendería con él: en las noches serenas
desde la cumbre se avista el reflejo del faro
lejano, de Turín. "Tú que vives en Turín..."
me ha dicho "...pero tienes razón. La vida debe vivirla uno
lejos de su tierra: se saca provecho y se goza
y después, al regreso, como yo a los cuarenta,
todo se encuentra nuevo. Las Langas no se mueven de sitio".
Todo esto me ha dicho y no habla italiano,
sino que usa, pausado, el dialecto que, como las piedras
de este mismo cerro, es tan áspero
que veinte años de idiomas y de distintos océanos
no se lo han rasguñado. Y asciende el repecho,
con la abstraída mirada que vi, de pequeño
en labriegos algo fatigados.

Durante veinte años dio vueltas por el mundo.
Marchó siendo yo un niño en brazos de mujeres
y le dieron por muerto. Después oí a mujeres
hablando de él, a veces, como en fábula;
pero los hombres, más serios, le olvidaron.
Un invierno llegó una postal para mi padre ya muerto
con un gran sello verdoso de barcos en un puerto
y votos por una buena vendimia. El asombro fue grande,
pero el niño, ya crecido, explicó ávidamente
que la tarjeta venía de una isla llamada Tasmania,
rodeada de un mar azulísimo, bravío de escualos,
en el Pacífico, al sur de Australia. Y añadió que, a buen
seguro,
el primo pescaba perlas. Y despegó el sello.
Dieron todos su opinión, pero todos concluyeron
que, si aún no estaba muerto, moriría.
Todos después le olvidaron y pasó mucho tiempo.

¡Oh, cuánto tiempo ha pasado desde que jugaba
a piratas malayos! Y, desde la vez postrera
en que bajé a bañarme en un sitio mortal
y en que, persiguiendo a un compañero de juegos, trepé a
        un árbol,
quebrando sus hermosas ramas, y le rajé la cabeza
a un rival y fui apaleado,
¡cuántas vida ha pasado! Otros días, otros juegos,
otros arrebatos de la sangre ante rivales
más escurridizos: los pensamientos y los sueños.
La ciudad me ha enseñado infinitos pavores:
un gentío, una calle me han hecho temblar,
a veces un pensamiento, atisbado en un rostro.
Noto aún en los ojos la luz escarnecedora
de miles de faroles sobre la barahúnda de pasos.

Mi primo regresó, concluida la guerra,
gigantesco, entre unos pocos. Y tenía dinero.
Los parientes musitaban: "En un año, a lo sumo,
lo dilapida todo y se larga de nuevo.
Así concluyen los desesperanzados."
Mi primo tiene un semblante decidido. Compró una
         planta baja
en el pueblo y allí hizo prosperar un garaje de cemento
con un flamante surtidor de gasolina ante él
y con una grandiosa placa de anuncio en la curva del puente.
Después contrató a un mecánico que cobrase el dinero
y recorrió las Langas enteras fumando.
Mientras tanto, se había casado en el pueblo. Se desposó
          con una muchacha
grácil y rubia como las extranjeras,
que seguramente había encontrado algún día por esos mundos.
Pero continuó saliendo solo. Vestido de blanco,
con las manos en la espalda y la faz bronceada,
por la mañana acudía a las ferias y con aire socarrón


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contrataba caballos. Después me explicó,
cuando el proyecto hizo aguas, que su plan consistía
en arrebatar al valle todos sus animales
y obligar a la gente a comprarle motores.
"Pero el animal más grande de todos" decía
"he sido yo por pensarlo. Debería haber visto
que aquí bueyes y gentes son de la misma raza".

Llevamos andando más de media hora. La cima está cercana,
arrecian en torno nuestro el fragor y el silbido del viento.
Mi primo se para en seco y se vuelve: "Este año
escribo en el cartel: -
Santo Stefano
ha sido siempre el primero en las fiestas
del valle de Belbo
- y que vayan diciendo
los de Canelli." Acomete después el repecho.
Un perfume de tierra y de viento nos envuelve en la oscuridad,
algunas luces lejanas: alquerías, automóviles
que apenas se oyen; y yo pienso en la fuerza
que me ha restituido a este hombre, arrancándolo al mar,
a las tierras lejanas, al silencio que dura.
Mi primo no habla de los viajes efectuados.
Dice, displicente, que ha estado en tal sitio o en tal otro
y piensa en sus motores.
Sólo un sueño
permanece en su sangre: una vez cruzó el mar
como fogonero en una embargación pesquera holandesa, el
Cetáceo,
y bajo el sol vio volar los pesados arpones,
vio ballenas que huían entre espumas de sangre
y cómo las perseguían y cómo alzaban las colas y bregaban
con el bote.
A veces me lo evoca.
Pero cuando le digo
que está entre los afortunados que vieron la aurora
sobre las islas más bellas de la tierra,
sonríe ante el recuerdo y responde que el sol
se alzaba cuando ya el día era viejo para ellos.

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GRUPO CERO
LO INVITA A LA PRESENTACIÓN DE
"LAS 2001 NOCHES REVISTA DE POESÍA, AFORISMOS, FRESCORES"

Dirigida por Miguel Oscar Menassa
Miércoles 11 de diciembre 
de 2002 a las 20:30 hs.

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PENSAMIENTOS
DE DINA

Es un placer lanzarse al agua que fluye límpida
y fresca de sol: a esta hora no hay nadie.
Al rozarlas, las cortezas de los chopos te hacen estremecer
mucho más que el agua crepitante de un chapuzón. Bajo el
           agua todavía está oscuro
y hace un frío que pela, pero basta emerger al sol
y se vuelven a mirar las cosas con ojos lavados.

Es un placer tenderse desnuda sobre la hierba ya caliente
y buscar con los ojos entornados las grandes colinas
que sobrepasan los chopos y me ven desnuda
y nadie de allí se percata. Aquel viejo en ropa interior
y sombrero, que iba de pesca, me ha visto zambullirme,
pero ha creído que era un muchacho y no ha dicho ni pío.
Esta noche regreso como mujer, vestida de rojo
-aquellos hombes que me sonríen por la calle no saben
que ahora estoy tendida aquí, desnuda-, regreso vestida
a recoger sonrisas. Aquellos hombres no saben
que esta noche tendré caderas vigorosas bajo el vestido rojo
y seré otra mujer. Nadie me ve aquí abajo:
y más allá de las plantas hay dragadores más fuertes
que aquellos que sonríen: nadie me ve.
Son necios los hombres -esta noche, bailando con todos,
será como si estuviese desnuda, como ahora, y nadie sabrá
que podría encontrarme aquí sola. Seré como ellos.
Tan sólo que, los muy necios, querrán abrazarme estrechamente,
susurrarme pícaras proposiciones. ¿Pero qué me importan
sus caricias? Sé hacerme caricias yo sola.
Esta noche deberíamos poder estar desnudos y vernos
sin pícaras sonrisas. Yo sonrío sola
al tenderme aquí entre la hierba y nadie lo sabe.

MANÍA DE SOLEDAD

Ceno con frugalidad junto a la clara ventana.
En la estancia está oscuro y se ve aún en el cielo.
Al salir a la calle, los caminos tranquilos conducen,
al cabo de un rato, hasta campo abierto.
Como y examino el cielo -¡quién sabe cuántas mujeres
cenarán a esta hora!-, mi cuerpo está tranquilo;
el trabajo atolondra mi cuerpo y también las mujeres.
Fuera, después de cenar, las estrellas vendrán a tocar
la tierra sobre la ancha llanura. Están vivas las estrellas,
pero no valen lo que estas cerezas que me como a solas.
Veo el cielo, pero sé que entre los techos herrumbrosos
brilla ya alguna luz y que, debajo, se advierten ruidos.
Una gran bocanada y mi cuerpo degusta la vida
de plantas y ríos y se siente desprendido de todo.
Basta un pequeño silencio y todo se para
en su puesto real, al igual que mi cuerpo se para.
Todas las cosas quedan aisladas ante mis sentidos,
que las aceptan sin desconcentrarse: un rumor de silencio.
Todas las cosas puedo saberlas en la oscuridad
como sé que mi sangre circula por las venas.
La llanura es un inmenso flujo de agua entre las hierbas,
una cena de todas las cosas. Viven inmóviles
guijarros y plantas. Siento que mis alimentos me nutren
las venas
con todas las cosas vivientes de esta llanura.
No importa la noche. El retazo de cielo
me susurra todos los fragores y una estrella menuda
se agita en el vacío, lejos de la comida,
de las casas, distinta. No se basta a sí misma
y requiere compañía excesiva. Aquí, solo y a oscuras,
mi cuerpo está en calma, se siente todo un dueño.


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CELOS
 1º

Uno se sienta de frente y se vacían los primeros vasos
lentamente, contemplando fijamente al rival con adversa
     mirada.
Después se espera el borboteo del vino. Se mira al vacío,
bromeando. Si tiemblan todavía los músculos,
también le tiemblan al rival. Hay que esforzarse
para no beber de un trago y embriagarse de golpe.

Allende el bosque, se oye el bailable y se ven faroles
bamboleantes -sólo han quedado mujeres
en el entarimado. El bofetón asestado a la rubia
congregó a todo el mundo para regodearse con el lance.
Los rivales notaban en la boca un gusto de rabia
y de sangre; ahora notan el gusto del vino.
Para liarse a golpes, es preciso estar solos,
como para hacer el amor, pero siempre está la noche.

En el entarimado, los faroles de papel y las mujeres
no están quietos con el aire fresco. La rubia, nerviosa,
se sienta e intenta reír, pero se imagina un prado
en que los dos contienden y se desangran.
Les ha oído vocear más allá de la vegetación.
Melancólica, sobre el entarimado, una pareja de mujeres
pasea en círculo; alguna que otra rodea a la rubia
y se informan acerca de si en verdad le duele la cara.

Para liarse a golpes es preciso estar solos.
Entre los compañeros siempre hay alguno que charla
y es objeto de bromas. La porfía del vino
ni siquiera es un desahogo: uno nota la rabia
borboteando en el eructo y quemando el gaznate.
El rival, más sosegado, coge el vaso
y lo apura sin interrupción. Ha trasegado un litro
y acomete el segundo. El calor de la sangre,
al igual que una estufa, seca pronto los vasos.
Los compañeros en derredor tienen rostros lívidos
y oscilantes, las voces apenas se oyen.
Se busca el vaso y no está. Por esta noche
-incluso venciendo- la rubia regresa sola a casa.

BUENOS AIRES
POESÍA
FACULTAD de PSICOLOGÍA
TALLER DE POESÍA
COORDINADO POR LA LIC. MARCELA VILLAVELLA
Martes a las 16:30 hs.
Fac. de Psicología-UBA: Independencia 3065
Informes: 4966-1713/10 (De 10 a 19 hs.)
grupocero@sinectis.com.ar - www.grupocero.org
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POR REYES
REGALE
POESÍA

FIN DE FANTASÍA

Este cuerpo no volverá a empezar de nuevo. Al tocar las
       cuencas de sus ojos,
uno nota que un montón de tierra está más vivo,
ya que, incluso al alba, la tierra no hace sino guardar
silencio en su interior.
Pero un cadáver es un resto de demasiados despertares.

No tenemos más que esta virtud: comenzar
cada día la vida -ante la tierra,
bajo un cielo que calla-, esperando un despertar.
Se asombra alguien de que el alba implique tanto esfuerzo;
de despertar en despertar, una labor ha sido efectuada.
Pero vivimos solamente para darnos en un estremecimiento
al trabajo futuro y despertar, de una vez, la tierra.
Y alguna vez ocurre. Después vuelve a callar con nosotros.

Si al rozar aquel rostro la mano no estuviese insegura
-viva mano que siente la vida si toca-,
si de veras aquel frío no fuese otra cosa que el frío
de la tierra, en el alba que hiela la tierra,
tal vez eso sería un despertar y las cosas que callan
bajo el alba dirían todavía palabras. Pero tiembla
mi mano y entre todas las cosas se asemeja
a la mano inmóvil.
                        Otras veces, despertarse al alba
era un dolor seco, un jirón de luz,
pero era asimismo una liberación. La avara palabra
de la tierra era alegre, en un rápido instante,
y morir era todavía regresar a ella. Ahora, el cuerpo que
        espera
es un resto de demasiados despertares y no regresa a la tierra.
Ni siquiera lo dicen los labios endurecidos.

TRABAJAR CANSA

Cruzar una calle para escaparse de casa
lo hace sólo un muchacho, pero ese hombre que transita
todo el día las calles, ni es ya un muchacho
ni escapa de casa.

                            Hay tardes estivales
en que incluso las plazas se quedan vacías, tendidas
bajo el sol que se va hacia el ocaso, y ese hombre, que llega
por una avenida de inútiles plantas, se para.
¿Vale la pena estar solo para seguir siempre aún más solo?
Al transitarlas, las calles y plazas
se encuentran vacías. Hay que abordar a una mujer
y hablarle y decidirla a hacer vida en común.
En caso contrario, se acaba hablando solo. Es por eso que,
        a veces,
hay borrachos nocturnos que traban conversación
y cuentan sus proyectos de toda la vida.
No es verdad que te encuentres con alguien
esperando en la plaza vacía, pero quien transita las calles
de vez en cuando se para. Si formasen pareja,
aun callejeando, estaría la casa
donde está esa mujer y valdría la pena.
Por la noche, la plaza se vacía de nuevo
y ese hombre, que pasa, no advierte las casas
entre inútiles luces, no alza la vista:
sólo nota la calzada, hecha por otros hombres
de encallecidas manos, al igual que las suyas.
No está bien quedarse en la plaza desierta.
Sin duda, en la calle estará aquella mujer
que, de rogárselo, nos ayudaría en el hogar.


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EL VINO TRISTE

Lo difícil es sentarse sin hacerse notar.
Lo demás viene por añadidura. Tres sorbos
y retorna el deseo de imaginarse solo.
Se abre de par en par un fondo de zumbidos distantes,
todo se dispersa y haber nacido y contemplar la copa
constituye un milagro. El trabajo
(el hombre solo no puede dejar de pensar en el trabajo)
vuelve a ser el antiguo destino que es hermoso sufrir
para poder pensar en él. Después los ojos clavan
su mirada en el aire, dolientes, cual si estuviesen ciegos.

Si este hombre se alza de nuevo y va a acostarse a su casa,
parece un ciego que ha extraviado el camino. Cualquiera
puede salir de un rincón y machacarlo a golpes.
Puede salir una mujer y tenderse en la calle,
joven y bella, bajo otro hombre, gimiendo
igual como gimió una mujer con él hace tiempo.
Pero este hombre no ve. Va a su casa a acostarse
y la vida no es más que un zumbido de silencio.

Al desnudar a este hombre, se encuentran miembros exhaustos
y pelo brutal, aquí y allá. ¿Quién diría
que por este hombre circulan venas tibias
en que hace tiempo quemaba la vida? Nadie creería
que una mujer hubiese acariciado, hace tiempo,
aquel cuerpo y besado aquel cuerpo, que tiembla,
y lo hubiese bañado con lágrimas, ahora que el hombre,
que ya ha llegado a su casa, no consigue dormir, pero gime.

CELOS 

El viejo tiene la tierra durante el día y, de noche,
tiene una mujer que es suya -que hasta ayer fue suya.
Le gustaba desnudarla, como quien abre la tierra,
y mirarla largo tiempo, boca arriba en la sombra,
esperando. La mujer sonreía con sus ojos cerrados.

Se ha sentado el viejo esta noche al borde
de su campo desnudo, pero no escruta la mancha
del seto lejano, no extiende su man

para arrancar la hierba. Contempla entre los surcos
un pensamiento candente. La tierra revela
si alguien ha colocado sus manos sobre ella y la ha violado:
lo revela incluso en la oscuridad. Mas no hay mujer viviente
que conserve el vestigio del abrazo del hombre.

El viejo ha advertido que la mujer sonríe
únicamente con los ojos cerrados, esperando supina,
y comprende de pronto que sobre su joven cuerpo
pasa, en sueños, el abrazo de otro recuerdo.
El viejo ya no contempla el campo en la sombra.
Se ha arrodillado, estrechando la tierra
como si fuese una mujer que supiera hablar.
Pero la mujer, tendida en la sombra, no habla.

Allí donde está tendida, con los ojos cerrados, la mujer no habla
ni sonríe, esta noche, desde la boca torcida
al hombro lívido. Revela en su cuerpo,
finalmente, el abrazo de un hombre: el único
que podría dejarle huella y que le ha borrado la sonrisa.

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SECRETARIA DE REDACCIÓN PARA EUROPA:
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DUQUE DE OSUNA, 4.º (locales). 28015 MADRID (ESPAÑA).
Teléfono: 91 758 19 40

SECRETARIA DE REDACCIÓN PARA AMÉRICA:

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C/ Mansilla 2686 - Planta Baja
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Dpto. 2 - Escuela y Editorial
Buenos Aires
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NUESTROS LIBROS, NUESTROS LIBROS, NUESTROS LIBROS...


A GOLPE DE LLUVIA
Autores:
Pilar García, Andrés González, Cruz González, Ruy Henríquez, Hernán Kozak
120 PÁGS.
4 EUROS; 6 $

Esta vez son cinco los autores que se encuentran en torno a la poesía: Pilar García, Andrés González, Cruz González, Ruy Henríquez y Hernán Kozak. Cinco gotas de lluvia que humedecen nuestros ojos, quizá por la palabra compañeros, compañeros de la poesía, de este manto impregnado de verdad que nos reúne y abriga, que nos sacude y nos lanza hacia un destino del que no somos responsables.

Amar, soñar, conciliar trabajo y creación son muescas que encontramos en el marco de un libro traído de la mano de la Editorial Grupo Cero.

Azul como la lluvia caída del cielo, aunque transparente como las gotas de agua que forman la lluvia; el contenido de este libro deja pasar la luz a través de sus páginas en las cuales se producen, como en el arco iris, cinco colores únicos que tan sólo unidos completan ese misterio de la naturaleza que estremece el alma por su belleza.

Reflejos de un grupo que nacen en virtud de la escritura, custodiados por una dedicatoria que no sólo agradece, sino que también reconoce las diferencias: A Carmen Salamanca, por su deseo.

Como el ruido de las gotas al caer sobre la tierra, se nos abren en esta oportunidad las secciones que corresponden cada una de ellas, a un autor.

"Hilos de agua" de Pilar García que con la pericia del agua deslizándose por las aceras de una gran ciudad llega a las profundidades de la poesía, ese lugar al que sólo acceden aquellos que habiendo renunciado al desorden, hacen el amor con las palabras para producir encuentro, en un lugar otro, del común. Quizá nuestra poeta más surrealista logre en este viaje: "Ser dedos,/caer del centro de amor:/morir entre palabras".

La segunda sección: "Perdidos sures" de Andrés González Andino, es una lección de que la poesía es fuente de saber. Andrés nos trae en sus versos verdades del conocimiento, conocimiento que hasta él mismo desconoce, poesía apasionada, entregada a la idea de poder, sabiendo que es poder sólo si no se utiliza:

"Yo haré el primer movimiento/hacia el borde,/un estilo para morir es/un estilo para comenzar."

En el ecuador del libro: "Marejadas" de Cruz González; mujer, en apariencia, escondida, sumergida en los confines de sí misma.

Poeta, sin embargo, con la fuerza del viento, más que marejada, como ella dice: "Estremecido huracán de palabras,/vertiente esmerilada del tiempo,/en tu rostro fluye la quietud del mar,/el inquietante bramido de la noche."

La cuarta sección "En el término del agua" de Ruy Henríquez se intuye una despedida, un adiós para que el comienzo parta de un saber que nada tiene que ver con lo conocido: "Hoy supe que no es así./Hoy supe que del trabajo,/de las palabras anudadas a la piel/nacen los órganos/los cuerpos soñados del futuro,/el deseo atravesando la carne."

La última sección "Ecos de lluvia" de Hernán Kozak, es ese silencio que nace cuando la lluvia ha pasado y tan sólo los pies sobre el suelo recuerdan que hubo lluvia. El poeta de esta sección es el que enamorado, tropieza en la nostalgia de aquella lluvia que cayó sin esperar que vuelva a caer. Versos de amor y dolor donde sentir es lo único que importa: "Sentir los bordes de tu vida/necesitándome."

"A golpe de lluvia" es ese sonido de las gotas al caer, erosión de sus versos en mi piel, el producto de un huracán que me lleva a sus páginas, como un imán atrapa el frío hierro entre sus brazos.

Son vuestros versos, queridos compañeros, el encuentro del tra-bajo, la firmeza del destino, el poder de la unión de polos opuestos que se conjugan en palabras.

Felicidades a todos por hacer de la lluvia una bella canción para el alma.

Magdalena Salamanca Gallego
Integrante de la Escuela de Poesía Grupo Cero
y candidata al Psicoanálisis
Madrid: 91 758 19 40

HACIA EL POEMA
Autora:
Teresa Poy
64 PÁGS.
4 EUROS; 6 $

 

 

Bajo la rubrica Editorial Grupo Cero, presentamos hoy para ustedes el primer poemario de Teresa Poy.

Integrante de uno de los talleres de poesía Grupo Cero, emprende este viaje Hacia el poema, donde la preposición hacia, determina la dirección del movimiento al poema, como si en una dimensión temporal equivaliera a cerca de o alrededor de ese lugar donde el hombre nace a la escritura. Desde el título intuimos la humildad de la autora frente a lo escrito.

En el índice nos encontramos con tres secciones que desde la metáfora podemos atribuirle la temporalidad del tiempo lógico, otorgándole a la primera sección Desde el escrito el instante de ver, a la segunda En el verbo el tiempo para comprender y a la última Hacia el poema el momento de concluir. Y quizá sea éste el motivo de que el nombre de la tercera sección dé título al libro, ya que sabemos que tan sólo desde el final todo lo anterior toma sentido.

Desde el escrito contiene 13 poemas donde la autora se observa en el producto del trabajo donde el vocablo encuentra en nombre de la palabra tramas y fisuras, y después, el silencio. Pero no es el silencio lo que nos llevará hasta la última página, poema donde nos trae el antídoto: "Escribir será llevar el vocablo,/en ascuas,/a tientas,/ sin saber./Asir el setimiento/a la frase,/hasta la última página."

La segunda parte del libro En el verbo, comienza con un poema titulado "Para el verbo", y esta vez, de la preposición, viene la diferencia. La preposición en nos acerca el lugar o el tiempo en que se determina una acción, es decir, no hay otro lugar posible para la poesía que no sea el verbo, la palabra, mientras que la preposición para en este caso nos da una idea de finalidad, quizá la dirección de un proyecto, nos dice: "Para el verbo,/para obrar con el verbo,/sorprendo de tu presencia/la frase que/escribe en mi cuerpo".

Un tiempo para comprender que se despliega en diez poemas donde la tentación y la materia carnal nos acercan al futuro de la poesía, futuro siempre al oído de quien quiera oír.

En la tercera y última sección, Hacia el poema nos trae el momento de concluir, este momento propicio, inasequible e inquebrantable que irrumpiendo acontece en el oficio de escribir. Quizá se trate del punto final, sin el cual, un poema no sería un poema, la vida no sería vida y Eros nos asfixiaría en el abrazo.

GRUPO CERO
GETAFE
Departamento de Clínica
Tel. 91 682 18 95
Previa petición de hora

Pero además de dar sentido a lo escrito, el punto nos facilita un comenzar, nos da la posibilidad de seguir deslizándonos entre las letras, en un viaje infinito que muere y nace cada vez. Y así nos lo dice en el poema "El oficio de escribir": "Característica/de quien abre/una brecha/a la vida/de la escritura,/en el trazo."

Podemos decir que este libro es ese trazo que la autora hace en el encuentro del hombre con la escritura.

Gracias Teresa por permitirnos descubrir a la poeta que se ha producido en ti.

Magdalena Salamanca Gallego
Integrante de la Escuela de Poesía Grupo Cero
y candidata al Psicoanálisis
Madrid: 91 758 19 40

* * * * * * * * * *

Primer poemario de Teresa Poy, española nacida en Buenos Aires. Pertenece a la Escuela de Poesía Grupo Cero y vive en Madrid, donde trabaja de psicoanalista.

Antes de abrir el libro, me detengo en el cuadro de portada, mejor dicho, quedo literalmente atrapada en la escena: Cómplices de la noche, misteriosas figuras avanzan sigilosamente, casi de puntillas, como queriendo traspasar el límite de la tela. ¿Se dirigen, quizá, hacia el poema?

El libro está dividido en tres partes: DESDE el escrito, EN el verbo y HACIA el poema, siendo éste también el título del libro.

Es llamativo que todas las secciones comiencen con una preposición.

En gramática, las preposiciones son palabras invariables que tienen por función relacionar dos términos de la misma oración.

Sabemos que el objetivo es el poema, lo que no se especifica es quién realiza la acción ni en qué consiste. Cuestión ésta que la poeta deja abierta, podríamos pensar que intencionadamente. Pero también podemos dar un paso más, pues sabemos que la poesía es ese acontecimiento que da vida al poeta.

Esa será la labor: descubrir al poeta que nace con la publicación de este libro. Poeta que será diferente para cada uno de nosotros puesto que la lectura de estos versos pondrá en juego, en cada uno, diferentes "...historias/en trozos de tiempo atrincherados".

Un lugar que no existía antes y que, por lo tanto, es desconocido, también, para quien presta sus manos a la experiencia. Es por eso que no tiene nombre.

Este libro nos habla de un tiempo donde, sin saber, la poesía palpita más allá de convencionalismos, de apariencias. "Cuando todo miente" es el momento de desprenderse de viejas excusas y recuperar lo que de humano pulsa en nuestras manos, porque "... lo que destruye/adolece de pasado".

Pero ¿en qué tiempo, en qué lugar se produce la poesía? ¿O es la poesía quien produce tiempo, vida? La autora, con gran capacidad de síntesis, nos lo dice así en uno de los poemas cortos: "En el instante,/ presente en fuga,/la poesía/hace futuro".

Versos breves, contundentes, cortos y, algunos, cortantes, que nos colocan al borde del abismo, en permanente caída hacia otro universo.

Como si de una larga escalera se tratara, cada verso es un peldaño para lo imposible, "atrapar el instante".

Y Teresa Poy sabe de esa imposibilidad, por eso "después hay que seguir escribiendo". También después de publicar el primer libro.

Carmen Salamanca Gallego
Gerente de la Editorial Grupo Cero y
Coordinadora de Talleres de Poesía
Madrid: 91 758 19 40

* * * * * * * * * *

Frente al primer libro de un autor, la cultura siempre se pregunta por la continuidad de su producción. Sin embargo en este caso, no puedo dejar de pensar que Teresa Poy, hace ya varios años que publica en nuestras revistas aspectos paciales de su trabajo, acuñado en los Talleres de Poesía Grupo Cero, a los que pertenece.

Por lo tanto, sé que nos alegramos profundamente de esta concrección de Teresa en el camino de la Poesía.

Y coincidimos con la autora en su afirmación cuando escribe:

En el instante
 presente en fuga
 la poesía
 hace futuro.

Coincidiendo con su coincidencia, con los poemas ya escritos y titulados creemos que sí hubo guerra. Que los cuerpos arrancaron de la carne hasta el último grito, alguna frase, algún poema.

Nosotros lo sabemos y no olvidamos. Intentamos el poema para que fuera posible la vida.

Amar a la poesía o abrazarse a ella no da lo mismo, como no es lo mismo vivir en un país que pasar por el aeropuerto. Es decir, no es lo mismo ser extranjero que nativo. Sin embargo, la Poesía reina en el territorio de lo humano y su potencia productiva nos llega a todos. O sea, con ella es posible una cierta lejanía si se quiere, pero nunca es posible la indiferencia. Este libro de Teresa Poy nos lleva a pensar, quizás por ser el primero, en una manera de poetizar que-riendo además decir, y en sus versos las palabras intrincadas o llanas nos hablan de su búsqueda especialmente cuando leemos:

Recorro en el camino de mis pasos
 la expresión que viaja el recorrido
 de vestigios
 que claman
 un sesgo en la retórica.

El último poema "El oficio de escribir" da cuenta de la tentativa poética, la autora parce haber hallado allí algún refugio, alguna pequeña verdad titilante, destellos del océano tumultuoso de las palabras.

Cuando el sonido se perfila, un poeta abandona el contorno de la carne para deslizarse, mecerse o estrujarse, viaja por la lengua madre en pos del poema.

Escribir es sobre todo un trabajo del que el libro da cuenta.

Aquí sobre la mesa, del trabajo de Teresa Poy la primera muestra.

Leedlo y disfrutadlo. La Editorial Grupo Cero ha publicado a otro nuevo autor, nos congratulamos por ello.

María Chévez. Psicoanalista
Madrid: 91 541 75 13

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ALCALÁ DE HENARES
Departamento de Clínica
Tel. 91 883 02 13
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GRUPO CERO BUENOS AIRES
ESCUELA DE PSICOANÁLISIS
PRE-INSCRIPCIÓN AÑO 2003

-SEMINARIO SIGMUND FREUD
I: "LA INTERPRETACIÓN DE LOS SUEÑOS"
II: "LA SEXUALIDAD"

- SEMINARIO DE JACQUES LACAN
I: "CUERPO, YO Y SUJETO"
II: "SEMINARIO DEL ACTO"
ARANCELES:  $ 30

- CUROSO BREVES: "INTRODUCCIÓN AL PSICOANÁLISIS
Todos los jueves de Marzo a las 20:00 hs. - Todos los viernes de Junio a las 20:30 hs - Todos los viernes de Noviembre a las 20:30 hs.

-SEMINARIO DE MEDICINA PSICOSOMÁTICA- MAESTRÍA-: 
Durante 2 años- MIÉRCOLES DE 20 A 22 HS- Inicio: 9 de Abril.
Dirección: Dra. Norma Menassa . Docentes: Dra. Inés Barrio, Dr. Roberto Molero

INCRIPCIÓN E INFORMES:
Mansilla 2686 PB 2 Buenos Aires - Teléfono: 4966-1710/13 (de 10 a 19hs)
grupocero@sinectis.com.ar - www.grupocero.org -
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GRUPO CEROMADRID
CIERRE DE LA MUESTRA DE PNTURA
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NO DEBEMOS 
CALMAR 
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Primera Muestra de los integrantes del taller de Pintura Grupo Cero

GRUPO CERO
C/ Duque de Osuna, 4
28015 Madrid
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grupocero@grupocero.org
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91 758 19 40

Martes, 4 de Febrero de 2003
a las 20:00 horas


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