PEDRO SALINAS

España, 1891


CERO

Y esa Nada, ha causado muchos llantos,
Y Nada fue instrumento de la Muerte,
Y Nada vino a ser muerte de tantos.
Francisco de Quevedo
Ya maduró un nuevo cero
que tendrá su devoción.
Antonio Machado

I

Invitación al llanto. Esto es un llanto, ojos sin fin, llorando,
escombrera adelante, por las ruinas de innumerables días.
Ruinas que esparce un cero —autor de nadas,
obra del hombre—, un cero, cuando estalla.

Cayó ciega. La soltó,
la soltaron, a seis mil
metros de altura, a las cuatro.
¿Hay ojos que le distingan
a la tierra sus primores
desde tan alto?
¿Mundo feliz? ¿Tramas, vidas,
que se tejen, se destejen,
mariposas, hombres, tigres,
amándose y desamándose?
No. Geometría. Abstractos
colores sin habitantes,
embuste liso de atlas.
Cientos de dedos del viento
una tras otra pasaban
las hojas
—márgenes de nubes blancas—
de las tierras de la tierra,
vuelta cuaderno de mapas.
Y a un mapa distante ¿quién
le tiene lástima? Lástima
da una pompa de jabón
irisada, que se quiebra;
o en la arena de la playa
un crujido, un caracol
roto
sin querer, con la pisada.
Pero esa altura tan alta
que ya no la quieren pájaros,
le ciega al querer su causa
con mil aires transparentes.
Invisibles se le vuelven
al mundo delgadas gracias:
la azucena y sus estambres,
colibríes y sus alas,
las venas que van y vienen,
en tierno azul dibujadas,
por un pecho de doncella.
¿Quién va a quererlas

si no se las ve de cerca?
Él hizo su obligación:
lo que desde veinte esferas
instrumentos ordenaban,
exactamente: soltarla
al momento justo.
             Nada.
Al principio
no vio casi nada. Una
mancha, creciendo despacio,
blanca, más blanca, ya cándida.
¿Arrebañados corderos?
¿Vedijas, copos de lana?
Eso sería...
¡Qué peso se le quitaba!
Eso sería: una imagen
que regresa.
Él era un niño —allá atrás—
que en estíos campesinos
con los corderos jugaba
por el pastizal. Carreras,
topadas, risas, caídas
de bruces sobre la grama,
tan reciente de rocío
que la alegría del mundo
al verse otra vez tan claro,
le refrescaba la cara.
Sí; esas blancuras de ahora,
allá abajo
en vellones dilatadas,
no pueden ser nada malo:
rebaños y más rebaños
serenísimos que pastan
en ancho mapa de tréboles.
Nada malo. Ecos redondos
de aquella inocencia doble
veinte años atrás; infancia
triscando con el cordero
y retozos celestiales,
del sol niño con las nubes
que empuja, pastora, el alba.
Mientras,
detrás de tanta blancura
en la tierra —no era mapa—
en donde el cero cayó,
el gran desastre empezaba.

II

Muerto inicial y víctima primera:

LIBRO MÁS VENDIDO

La semana del 23 de marzo en Madrid:

250 ejemplares.

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125.001 ejemplares: NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA


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lo que va a ser y expira en los umbrales
—«¡pronto!», «¡en seguida!», «¡ya!»—, nuncios de dichas
Pero la anunciación jamás se cumple:
la que aguardaba el éxtasis, doncella,
se quedará en su orilla, para siempre
entre su cuerpo y Dios alma suspensa.
¡Qué de esparcidas ruinas de futuro
por todo alrededor, sin que se vean!
Primer beso de amantes incipientes.
¡Asombro! ¿Es obra humana tanto gozo?
¿Podrán los labios repetirlo? Vuelan
hacia el segundo beso; más que beso,
claridad quieren, buscan la certeza
alegre de su don de hacer milagros
donde las bocas férvidas se encuentran.
¿Por qué si ya los hálitos se juntan
los labios a posarse nunca llegan?
Tan al borde del beso, no se besan.
Obediente al ardor de un mediodía
la moza muerde ya la fruta nueva.
La boca anhela el más celado jugo;
del anhelo no pasa. Se le niega
cuando el labio presiente su dulzura
la condensada dentro, primavera,
pulpas de mayo, azúcares de junio,
día a día sumados a la almendra.

1900 - 2000

100 de la publicación del
libro que modificó la historia del pensamiento:

"La interpretación de los sueños"

Se impartirá en fines de semana del 24 y 25 de Junio en Madrid

Información: 91 542 33 49

 

Feria del Libro 
de Buenos Aires

Del 17 de abril al 8 de mayo de 2000

STAN 512

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Consumación feliz de tanta ruta,
último paso, amante, pie en el aire,
que trae amor adonde amor espera.
Tiembla Julieta de Romeos próximos,
ya abre el alma a Calisto, Melibea.
Pero el paso final no encuentra suelo.
¿Dónde, si se hunde el mundo en la tiniebla,
si ya es nada Verona, y si no hay huerto?
De imposibles se vuelve la pareja.
¿Y esa mano —¿de quién?—, la mano trunca
blanca, en el suelo, sin su brazo, huérfana,
que busca en el rosal la única abierta,
y cuando ya la alcanza por el tallo
se desprende, dejándose a la rosa,
sin conocer los ojos de su dueña?

¡Cimeras alegrías tremolantes,
gozo inmediato, pasmo que se acerca:
la frase más difícil, la penúltima,
la que lleva, derecho, hasta el acierto,
perfección vislumbrada, nunca nuestra!
¡Imágenes que inclinan su hermosura
sobre espejos que nunca las reflejan!

¡Qué cadáver ingrávido: un mañana
que muere al filo de su aurora cierta!
Vísperas son capullos. Sí, de dichas;
sí, de tiempo, futuros en capullos.
¡Tan hermosas, las vísperas!
¡Y muertas!

III

¿Se puede hacer más daño, allí en la tierra?
Polvo que se levanta de la ruina,
humo del sacrificio, vaho de escombros
dice que sí se puede. Que hay más pena.
Vasto ayer que se queda sin presente,
vida inmolada en aparentes piedras.

¡Tanto afinar la gracia de los fustes
contra la selva tenebrosa alzados
de donde el miedo viene al alma, pánico!
Junto a un altar de azul, de ola y espuma,
el pensar y la piedra se desposan;
el mármol, que era blanco, es ya blancura.
Alborean columnas por el mundo,
ofreciéndole un orden a la aurora.
No terror, calma pura da este bosque,
de noble savia, pórtico.
Vientos y vientos de dos mil otoños
con hojas de esta selva inmarcesible
quisieran aumentar sus hojarascas.
Rectos embisten, curvas les engañan.
Sin botín huyen. ¿Dónde está su fronda?
No pájaros, sus copas, procesiones
de doncellas mantienen en lo alto,
que atraviesan el tiempo, sin moverse.

Este espacio que no era más que espacio
a nadie dedicado, aire en vacío,
la lenta cantería lo redime
piedras poniendo, de oro, sobre piedras,
de aquella indiferencia sin plegaria
.


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Fiera luz, la del sumo mediodía,
claridad, toda hueca, de tan clara
va aprendiendo, ceñida entre altos muros
mansedumbres, dulzuras; ya es misterio.
Cantan coral callado las ojivas.
Flechas del alba cruzan por los santos
incorpóreos; no hieren, les traen vida
de colores. La noche se la quita.
La bóveda, al cerrarse abre más cielo.
Y en la hermosura vasta de estos límites
siente el alma que nada la termina.
Tierra sin forma, pobre arcilla; ahora
el torno la conduce hasta su auge:
suave concavidad, nido de dioses.
Poseidón, Venus, Iris, sus siluetas
en su seno se posan. A esta crátera
ojos, siempre sedientos, a abrevarse
vienen de agua de mito, inagotable.
Guarda la copa en este fondo oscuro
callado resplandor, eco de Olimpo.
Frágil materia es, mas se acomodan
los dioses, los eternos, en su círculo.

Y así, con lentitud que no descansa,
por las obras del hombre se hace el tiempo
profusión fabulosa. Cuando rueda
el mundo, tesorero, ya sumando
—en cada vuelta gana una hermosura—
a belleza de ayer, belleza inédita.
Sobre sus hombros gráciles las horas
dádivas imprevistas acarrean.
¿Vida? Invención, hallazgo, lo que es
hoy a las cuatro, y a las tres no era.
Gozo de ver que si se marchan unas
trasponiendo la ceja de la tarde,
por el nocturno alcor otras se acercan.
Tiempo, fila de gracias que no cesa.
¡Qué alegría, saber que en cada hora
algo que está viniendo nos espera!
Ninguna ociosa, cada cual su don;
ninguna avara, todo nos lo entregan.
Por las manos que abren somos ricos
y en el regazo, tierra, de este mundo
dejando van sin pausa
novísimos presentes: diferencias.
¿Flor? Flores. ¡Qué sin fin de flores, flor!
Todo, en lo igual, distinto: primavera.
Cuando se ve la tierra amanecerse
se siente más feliz. La luz que llega
a estrenarle las obras que este día
le acrece su plural. ¡Es más diversa!

IV

El cero cae sobre ellas.
Ya no las veo, a las muchas,
las bellísimas, deshechas,
en esa desgarradora
unidad que las confunde,
en la nada, en la escombrera.

Por el escombro busco yo a mis muertos;
mas me duele su ser tan invisibles.
Nadie los ve; lo que se ve son formas
truncas; prodigios eran, singulares,
que retornan, vencidos, a su piedra.
Muertos añosos, muertos a lo lejos,
cadáveres perdidos,

en ignorado osario perfecciona
la tierra, lentamente, su esqueleto.
Su muerte fue hace mucho. Esperanzada
en no morir, su muerte. Ánima dieron
a masas que yacían en canteras.
Muchas piedras llenaron de temblores.
Mineral que camina hacia la imagen,
misteriosa tibieza, ya corriendo
por las vetas del mármol,
cuando, curva tras curva, se le empuja
hacia su más, a ser pecho de ninfa.
Piedra que late así con un latido
de carne que no es suya, entra en el juego
—ruleta son las horas y los días—:
el jugarse a la nada, o a lo eterno
el caudal de sus formas confiado:
el alma de los hombres, sus autores.
Si es su bulto de carne fugitivo,
ella queda detrás, la salvadora
roca, hija de sus manos, fidelísima,
que acepta con marmóreo silencio
augusto compromiso: eternizarlos.
Menos morir, morir así: transbordo
de una carne terrena a bajel pétreo
que zarpa, sin más aire que le impulse
que un soplo, al expirar, último aliento.
Travesía que empieza, rumbo a siempre;
la brújula no sirve, hay otro norte
que no confía a mapas su secreto;
misteriosos pilotos invisibles,
desde tumbas los guían, mareantes
por aguja de fe, según luceros.
Balsa de dioses, ánfora.
Naves de salvación con un polícromo
velamen de vidrieras, y sus cuentos.
Mármol, que flota porque viste de Venus.
Naos prodigiosas, sin cesar hendiendo
inmóviles, con proas tajadoras
auroras y crepúsculos, espumas
del tumbo de los años; años, olas
por los siglos alzándose y rompiendo.
Peripecia suprema día y noche,
navegar tesonero
empujado por racha que no atregua:
negación del morir, ansia de vida,
dando sus velas, piedras, a los vientos.
Armadas extrañísimas de afanes,
galeras, no de vivos, no de muertos,
tripulaciones de querencias puras,
incansables remeros,
cada cual con su remo, lo que hizo,
soñando en recalar en la celeste
ensenada segura, la que está
detrás, salva, del tiempo.

V

¡Y todos, ahora, todos,
qué naufragio total, en este escombro!
No tibios, no despedazados miembros
me piden compasión, desde la ruina:
de carne antigua voz antigua, oigo.

Desgarrada blancura, torso abierto,
aquí, a mis pies, informe.
Fue ninfa geométrica, columna.
El corazón que acaban de matarle,
Leuquipo, pitagórico,
calculador de sueños, arquitecto,
de su pecho lo fue pasando a mármoles.
Y así, edad tras edad, en estas cándidas
hijas de su diseño
su vivir se salvó. Todo invisible,
su pálpito y su fuego.
Y ellas abstractos bultos se fingían,
pura piedra, columnas sin misterio.

Más duelo, más allá: serafín trunco,
ángel a trozos, roto mensajero.
Quebrada en seis pedazos
sonrisa, que anunciaba, por el suelo.
Entre el polvo guedejas
de rubia piedra, pelo tan sedeño
que el sol se lo atusaba a cada aurora
con sus dedos primeros.
Alas yacen usadas a lo altísimo,
en barro acaba su plumaje célico.
(A estas plumas de ángel desalado
encomendó su vuelo
sobre los siglos el hermano Pablo,
dulce monje cantero.)


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Sigo escombro adelante, solo, solo.
Hollando voy los restos
de tantas perfecciones abolidas.

Años, siglos, por siglos acudieron
aquí, a posarse en ellas; rezumaban
arcillas o granitos,
linajes de humedad, frescor edénico.
No piso la materia; en su pedriza
piso el mayor dolor, tiempo deshecho.
Tiempo divino que llegó a ser tiempo
poco a poco, mañana tras su aurora,
mediodía camino de su véspero,
estío que se junta con otoño,
primaveras sumadas al invierno.
Años que nada saben de sus números,
llegándose, marchándose sin prisa,
sol que sale, sol puesto,
artificio diario, lenta rueda
que va subiendo al hombre hasta su cielo.
Piso añicos de tiempo.
Camino sobre anhelos hechos trizas
sobre los días lentos
que le costó al cincel llegar al ángel;
sobre ardorosas noches,
con el ardor ardidas del desvelo
que en la alta madrugada da, por fin,
con el contorno exacto de su empeño...
Hollando voy las horas jubilares:
triunfo, toque final, remate, término
cuando ya, por constancia o por milagro,
obra se acaba que empezó proyecto.
Lo que era suma en un instante es polvo.
¡Qué derroche de siglos, un momento!
No se derrumban piedras, no, ni imágenes;
lo que se viene abajo es esa hueste
de tercos defensores de sus sueños.
Tropa que dio batalla a las milicias
mudas, sin rostro, de la nada; ejército
que matando a un olvido cada día
conquistó lentamente los milenios.

Se abre por fin la tumba a que escaparon;
les llega aquí la muerte de que huyeron.
Ya encontré mi cadáver, el que lloro.
Cadáver de los muertos que vivían
salvados de sus cuerpos pasajeros.
Un gran silencio en el vacío oscuro,
un gran polvo de obras, triste incienso,
canto inaudito, funeral sin nadie.
Yo solo le recuerdo, al impalpable,
al NO dicho a la muerte, sostenido
contra tiempo y marea: ése es el muerto.

Soy la sombra que busca en la escombrera.
Con sus siete dolores cada una
mil soledades vienen a mi encuentro.
Hay un crucificado que agoniza
en desolado Gólgota de escombros,
de su cruz separado, cara al cielo.
Como no tiene cruz parece un hombre.
Pero aúlla un perro, un infinito perro
—inmenso aullar nocturno ¿desde dónde?—,
voz clamante entre ruinas por su Dueño.

LUIS ROSALES
España, 1891


CÁNTICO DEL DESTINO

¿Esto es mirar o morir?
CALDERÓN

I

Mira el paso escondido de la luz, el sigilo del campo,
la vigilia del agua que el silencio hermosea,
la maravilla cándida del cielo entre los pinos,
el reposo admirable, la tranquila alabanza que es aroma en
       las cosas.
Mira el polvo y verás que es la niebla el camino.

Voy a ser el apóstol de tu melancolía,
de tu sueño de claustro con ventanas muriendo,
de tu llanto que sabe de la muerte más honda,
de tu fe sin contorno, de tu angustia que tiene los párpados
       de niño
y ese color de sueño que enciende la tristeza.

Mira que no eres tiempo.
Ante ti canta el mundo,
su presencia más clara te será concedida si esperas con
       los ojos.
Mira bien.
La esperanza es el modo de tener el milagro.
Voy a hablarte de ti porque Dios me lo ordena,
de tu llanto que mira la suavidad
       y el cielo.

Mira profundamente para que la sonrisa se resuelva en
       paciencia;
los colores, las cosas son amores vencidos.
Mira bien.
El destino es llevar la mirada en los ojos.

II

Hablo de la ternura que siento en tu presencia.

¡Qué confesión de arroyo martiriza tu sangre!
Los barcos lentos, giran sobre tu piel, los barcos.
La gozosa marea de tu risa indeleble,
y el agua de tus miembros.
Son tus ojos, cargados de palomas, como estanques
       sembrados de luna,
como una brisa triste de color persuasivo,
duermen bajo la frente su plenitud de hoja.
Tus dientes son tan blancos que escarchan la sonrisa,
y tus labios son olas fragantes que me envuelven
y empujan suavemente mi cuerpo hacia la playa,
y me enredan el sueño de carne amanecida.
Sobre el espacio triste, rumoroso y pequeño,
tu voz es como una ciudad bajo la niebla,
como un tranquilo asombro de cristal obediente.
Tu carne, que insiste en el aroma para lograr el vuelo,
tu carne, ¡qué continuo rebato sin campanas!
¡qué descuido moreno de jazmín sobre el mundo!
Tus manos, como un enredo tibio de verbena y acanto,
tan tranquilas de cisnes en la gloria del pelo.
Tu garganta impasible de espuma pasajera
como una palma joven que saludara con la cintura.
Tu piel, con un blanco suave de yerba con escarcha
en la mansa locura de su fervor moreno,
y tu clara presencia apasionada
con un joven escorzo de relámpago grave.

Era entonces Abril, cuando no tenías piel, porque eras niña
       y sola,
sólo niña que puede convertirse en mujer al tornarse


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  paisaje,
era entonces Abril, cuando mirabas con la sonrisa,
con aquella sonrisa insistente de montaña o de lago.
Y ha mirado tu cuerpo de cristal y manzana,
te he pensado hasta el fin, ribera sola
no importa de qué sol ni en qué momento.
Los barcos lentos, giran sobre tu piel, los barcos
navegando tu cuerpo de rosario sin prisa.
Tú serás mi desierto sin arena con el vasto silencio
       necesario.

Yo me acerco a la tierra recordando el presente.

III

Ahora quiero decirte lo que pienso de ti.

Tú sabes que en mis manos está tu Abril intacto.
Yo comprendo tu nombre,
pero no te recuerdo
porque no puedo suscitar la presencia de ese agua súbita, inasible,
que persiste en el abandono cándido de las conchas.
Como eres la mujer no puedo imaginarte.
Voy pensando en las cosas para soñar contigo,
porque no puedo representar plásticamente el viento, que en
       las playas va esparciendo amoroso la arena enloquecida.
Tú estás en la serena ordenación que despierta tu paso.
Tú eres lo que persiste en el abandono de la 
       presencia amada.
Tú eres lo que nos queda después de la visión aromando los
       ojos.
Tú la sola caricia que persevera y canta
su asombro de mujer, que define la ausencia.
Porque tú eres la siesta del corazón,
tú sientes el temblor de la sangre en la piel convencida,
tú incorporas el mundo y das paciencia al sueño,
y mirarte es sentir que me pierdo en la sombra,
que me nacen violetas en los ojos y muero,
y mueres tú, y el mundo se privilegia en lluvia,
y creemos y somos hermanos en la nada.

Pero tú eres también esa oscura angustia ante la cual el mar 
       se siente solo.
Tú eres esa dulzura que convierte mis manos en pájaros
       dormidos.
Tú insistes en los ojos como insiste la nieve diluyendo el color
       por la gracia del agua.
Tú eres la caridad sin esfuerzo del número que agota en la
       presencia su sentido.
Tú eres paisaje limpio como incienso quemado para aromar 
       mis ojos.
Tú eres temblor y arroyo que desposa de nieve el tránsito del
       agua del sueño a la locura.
Tú llevas en la frente esa triste impaciencia de 
       cielo castellano
que suprime la tierra, la sangre, los caminos.
Y tú eres, finalmente, ese misterio de las cosas claras que
convencen con la presencia.

IV

Ahora te quiero hablar del movimiento del corazón a ti.
Mira,
voy a perderme
por la arena de vidrio que ha inventado el ocaso.
Hoy he sido cortado de la tiniebla
       y sufro
la tentación del aire, su olorosa indulgencia,
su soledad morena de temblor y fatiga,
y este luto sin sangre del silencio en la nieve,
y pienso en el olvido, porque soy hombre y sufro,
y siento en las pupilas la mirada del tiempo.
Abril, las hojas caen y hay olvidos profundos
con risa de cristal en las copas heladas.

La muerte es la impaciencia de caminar,
el hombre como un ciego en el agua sin descanso del río,

como el ciego que nada para olvidar un gesto
en el jardín de estatuas que imaginó en el campo.
La tierra sueña y pasa.
Y la presencia olvida
la visión que sostiene con su yerba la sangre,
pero tú eres la siesta del corazón,
       tú eres
la sombra sin distancia posible y con aroma
de clavel en los brazos y con muertes reunidas,
y con resurrecciones de campana en el aire,
que me hacen recordar el presente y morir
y ser contigo, amor, anterior a mí mismo.

Abril, los ojos mueren para mirar rendidos,
y me cubre la mar
al sentirme en tus brazos como sal en la limpia virginidad
       del agua,
y me estrecha la sombra, la pálida frescura
con presencia de amor anterior a la sangre,
anterior a tu nombre de número sencillo,
y anterior al olvido que nos deja en la mano
la mortal certidumbre de sus aguas tranquilas,
y no ver, no gustar, no sentir el contacto
que ilumina los cuerpos con su cándido vidrio,
no sentir la locura de ese manso perfume que me viene de
ti, porque todo milagro está dentro del hombre para darle
       consuelo.
¡La nieve, Abril, la nieve con su cándido asombro!
La soledad del hombre que contempla el destino,
y este morir constante del espacio en los ojos
que le brinda a mi carne la angustia necesaria,
la tiniebla precisa
para que mis sentidos no maduren, y sólo
quede erguida esta fe de sentir en la sombra
que el corazón se mueve asombrado hacia ti.
Mira,
voy a perderme
sobre un andamio triste levantado de venas.
Yo no quiero que nazcan arañas en mis ojos,
ni contemplar mi sangre como un patio que se cubre de
       musgo.
Y ahora quiero decirte que el asombro es el milagro del
       hombre,
ahora quiero decirte:
vivir es asombrarse
ante el cielo y la espiga y la brizna de yerba,
recorrer el temblor,
como insiste la sangre en las venas con asombrado júbilo
       continuo.
Y quiero amarte sobre la ternura que ha ordenado sus aguas
       para cubrir mis ojos,
amarte con la grave ingenuidad de mis huesos sencillos,
amarte con desesperación tranquila y confiada,
amarte como si estuviéramos muertos.

V

Mi palabra será como un golpe de arado.
Yo digo
la moral del amor, pero tened en cuenta
que un minuto no puede llenarse con un nombre.
Siempre la soledad, pero sabed de cierto que toda soledad
       solamente es camino.
Si se quiebra en tu boca la palabra ruina
besarás sus escombros, como una lluvia grata,
tu soledad, amor, víspera de ti sola,
y el misterio que dobla las espigas del trigo.
Mientras el polvo tenga desdoblamiento en fruto,
hay que darse a la vida como el agua a la arena.
Yo digo:
que todo paso tenga repercusión suave
sobre la sangre anclada del corazón del mundo.
La sangre es unidad derramada en el tiempo,
yo la siento en mis pulsos como un viento interior.
No ausentaros de nada, porque la ausencia hiere la
        afirmación del hombre que hace ambiente el desierto,
calvario de Jesús transido en dulcedumbre,
pasionaria en la cruz y hombre tan sólo
para sentirse plenamente ausente.

VI

Mira el paso escondido de la luz.
Ante ti Dios existe.
Mira con un temblor de sueño en las rodillas,
cayéndote y llorando para encontrar consuelo,
para ver más allá de la muerte, que brinda
el olvido asombrado de su vasta entereza.
Mira que no eres tiempo.
Toda la paz del mundo reposa en la mirada.
Mira bien,
¿es mirar o morir esta visión humilde
que nos colma de sombra la carne dolorida?
¡Es mirar o morir de abandono en los ojos!


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      PRESENTACIÓN DEL LIBRO «GENERACIÓN DEL 98»
           De Leopoldo de Luis, el día 23 de marzo de 2000 en el Círculo de Bellas Artes de Madrid

 

Para la Editorial Grupo Cero este libro, «Generación del 98», tiene un significado muy especial. 
Que el autor sea Don Leopoldo de Luis, más allá de la importancia de esta obra para la historia de la literatura española, para nosotros supone la realización de un viejo deseo: unir a su poesía nuestro sello editorial. 
Hace años le pedimos alguna obra inédita, algún libro para publicar y se negó con diversos argumentos. Insistimos con tesón en la demanda y debo admitir que él no cedió nunca, no se entregó hasta que el nombre de un joven poeta, asesinado, se cruzó en su camino. 
Como en psicoanálisis, nada supimos hasta el final, hasta que el fallo del jurado eligió Septiembre como mejor momento. 
Sobre un vivo y desafiante fondo negro (porque la muerte, más bien, es gris) el título nos recuerda que la poesía es una finísima criba donde la Historia rinde cuentas, aunque la intención del poeta sea apartar su mirada, es decir, su particular lectura. 
«La poesía es emoción y sensación, memoria y pálpito», dice el autor en la nota previa. Con sutileza pero decisión, hace transitar esas cuatro palabras por todo el libro, trasladando al lector a un escenario diferente a lo conocido, le incluye en la intrahistoria, en ese «oscuro ejército que labra / sin saberlo los campos de la Historia.» 
En este libro, la historia es un fugaz instante donde sólo la escritura permanece, es la única constancia de algún pasado. Así, cuando el viajero pregunta por las raíces, «¿En dónde está Castilla?» sólo le responden «...contra el capó del coche algunas hojas/de unos libros antiguos y queridos.» 
«Generación del 98» contiene los ingredientes ocultos, desconocidos o ignorados que marcaron la poesía de principios de siglo y que exceden lo meramente literario. Tanto escritores como pintores, los artistas, son vistos en relación a sus obras: nombres y títulos se acompañan haciendo realidad la frase del señor de la Montaña: «Yo soy mi libro.» 
Una obra llena de claves, secretas combinaciones de palabras sin las cuales es imposible acceder a las historias de la intrahistoria. Podríamos decir que, también aquí, el corazón herido de España va en cada ejemplar. 
Después de leer «Generación del 98», algo en nuestra memoria queda profundamente conmovido y nace un afán por conocer los entresijos de aquel movimiento social «irredento», por leer las obras que han marcado tan profundamente nuestra cultura actual. 
Agradecemos a Leopoldo de Luis, poeta y crítico, su generosa trasmisión de saber, su pálpito social hecho poesía. 

CARMEN SALAMANCA GALLEGO 
Gerente de la Editorial Grupo Cero

LEOPOLDO ANTE NOVENTAYOCHO 

Leopoldo de Luis, a su larga lista de premios, entre los cuales destaca el Nacional de Literatura, añade en su más reciente etapa tres nuevas distinciones que considero definen su actual inserción en la poesía española. Una es el premio «Miguel Hernández» con el que se reconoce su labor de investigación sobre la vida y la obra del poeta oriolano; otro es el «premio del Festival Internacional de Las Palmas» que consagra la unidad cualificada de su obra a lo largo de más de 40 años de vocación poética y otro es éste que aquí nos congrega para celebrar el premio otorgado a su libro más reciente, «Generación del 98», publicado por Editorial Grupo Cero
No es un libro de ensayo como pudiera parecer por su título, sino una aproximación lírica de curiosa identificación con un movimiento intelectual que informa en cierta manera su talante humano. 
Leopoldo de Luis no podría aventurar como escritor una declaración de principios sin recurrir a los nombres de quienes fueron sus principales maestros. No olvidemos que en el dintel de esa puerta —¿generacional?— se quedó sin entrar don Antonio Machado. 
El 98 es un signo meramente referencial. Un número que tiende a completarse en el infinito. Cuando digo Leopoldo sin añadir su patronímico, estoy hablando del Poeta sin más referencia que su propia personalidad. Si algo define el estilo del poeta es su virtud inherente de equilibrio. El poeta es ante todo justo. Sus juicios críticos parecen ordenarse en el vacío para que el equilibrio se consiga a toda costa. Un juicio ecuánime equivale a una verdad relativa que, en contacto con el aire, podría convertirse en pasión estética, o quizá en ese instante grave en que se acaba la mera definición y se acredita el concepto. No olvidemos que definir es nombrar y la especulación es la corrupción inevitable sobre la realidad del hecho estricto. 
Cuando el poeta habla de Maeztu se está incorporando a la estructura con que el ideólogo recubre sus conceptos. De Maeztu se nos queda como hecho revelador y positivo lo que en materia plástica se entiende por constructivismo. Es decir, aquel mensaje que, en su diversificación, se implica en una rara geometría de interrelación conceptual. 
Pero el orden ideológico no apasiona y lo que a menudo sucede es que el poeta prefiere la pasión elocuente a la razón sombría. El noventayocho es un poliedro de infinitas aristas que polariza opiniones dispersas sustentadas en circunstancias históricas coyunturales. Esa variedad es la que hace que el poeta prefiera a la voz heróica, la voz docente, la voz estética, la voz delirante e incluso la voz perdida entre todas esas voces que van a servir para asociar


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        PRESENTACIÓN DEL LIBRO «GENERACIÓN DEL 98»
           De Leopoldo de Luis, el día 23 de marzo de 2000 en el Círculo de Bellas Artes de Madrid

 

los dígitos de un milenio cuya referencia nos está sirviendo para determinar una etapa literaria. Generación, no. Grito en el caos podría ser el lema histórico para situar en un mismo fenómeno nombres tan importantes que ni siquiera necesitan parecerse entre ellos pero que surgen y se asocian ante un mismo fenómeno social. 

El Poeta lo ha visto con toda claridad y ha sorprendido al médico anónimo que no receta remedios para soluciones críticas sino que se manifiesta más bien como un diablo de las reboticas que todo lo charla con intención sardónica y, como buen panadero, consagra con desdén el pan de su tahona. No olvidemos que Baroja se apostaba, en las reyertas callejeras, en los portales de París alabando por lo bajo la figura del Káiser. 

¿Qué hombre del noventayocho seduce al Poeta hasta el punto de hacerle claudicar como paradigma de ecuanimidad? Se me ocurren varios pero sólo citaré el más heterodoxo. Podría valer incluso para desahogar mi propia conciencia. Me refiero a don Miguel de Unamuno que en su vertiente negativa arrastra defecto de oído, falta de vocación de futuro, con creatividad insolente pero que nunca rebasa la inercia de lo tradicional, hablando de tú a tú con el propio Dios, desde la convicción de que el hombre es su único argumento. 
Después de estas conclusiones abruptas surge don Antonio Machado en este libro que hoy presentamos bajo el título de GENERACIÓN DEL 98. Ese hombre sencillo, desaliñado y disfrazado de desolación perpetua ha nacido en Sevilla bajo su cielo azul como causa ecológica con motivo del viaje de unos delfines navegando a contracorriente para ovar en las aguas del Betis. Porque para contemplar tan curioso espectáculo fueron a Sevilla los que habían de ser sus padres y allí se conocieron. 
De lo que ese suceso ha significado en la vida del poeta Leopoldo, nos vamos a enterar repasando al sesgo el capítulo Poema de amor leyendo a Machado o aquel otro todavía más explícito en cuanto a concepto se refiere, Don Antonio Machado termina su libro de 1912. También habría que recurrir a la biografía del poeta hispalense, a sus estudios machadianos y a su alma también machadiana. El poeta que hoy tenemos como invitado tiene como referencia de su propia obra el ejemplo y lección del lírico más profundo del siglo XX. 
Yo diría que el noventayocho es un grito y que el veintisiete es su adecuado crisol. Varía la forma de decir pero lo que más asombra a Leopoldo es el oleaje que teje el simbolismo, el modernismo, salpicando a Rubén, a Bradomín, a Machado. Lo curioso de los noventayochistas y los regeneracionistas es que se ven en la obligación de recurrir a la antítesis de la fe, del nihilismo que ya en las aulas suple la ordenación mental de los tópicos tradicionales. Se repite Nietzsche como la cebolla, pero es sabido que los sabores duros no se cualifican en cuestiones de estilo. Esa sensación de alma huérfana casa perfectamente con la sangre del holocausto amenizada con música de Wagner. Se adapta a esa ceremonia Ramiro de Maeztu a quien el Poeta llama piadosamente «aquel Nietzsche español». 
El poeta cita otra fuerza conciliadora, Ángel Ganivet en un poema que arranca con dos versos del autor de El Duina

«Parte de la substancia de nosotros 
deberá ser la poesía» 

y continúa: 

«El Duina es un poema trágico 
una elegía de agua donde llega 
la lírica sustancia del preludio 
más desolado del noventayocho» 

Es un silencio triste el que se produce con la muerte de Ganivet.
  Es como si hubiera pasado un ángel pero para siempre. Granada se pone de color violeta como si sobre ella hubiese descendido toda la niebla de Riga invadiendo el rocío de sus cármenes. 
Cita el Poeta algún punto lívido, sin demasiada significación pero no se olvida de Azorín que se inventa Castilla y la llena de colores sosegados y desnuda sus encantos ocultos y pone al descubierto su cháchara locuaz que yacía oculta en las alacenas y nos explica el vuelo de las picazas mientras vuelve don Quijote de regreso y hace su gloriosa crónica don Miguel de Unamuno. El poeta se inventa poemas de amor al pairo de Machado, Valle-Inclán, Azorín. Se acuerda de Solana y el Greco por distintos motivos y termina con Julio Romero de Torres cuya pintura es tópica y realista pero le sirve como referencia cronológica para llevar a cabo él mismo con sus propias palabras, una pintura social. Es como un mural que desmiente la estética habitual de Julio Romero. Se refiere al Congreso de 1897 que promulga una ley contra el anarquismo. Dice el poeta «la represión es un caballo ciego» y como documento de la tragedia del proletariado, Julio Romero pinta su «conciencia tranquila». Deja la suya sosegada también y como apunta Leopoldo: 

«Por rincones andaluces de sombra y drama, 
hermosas mujeres desnudas esperan la consagración 
de la copla» 

Azorín pintó Castilla con su palabra. Leopoldo de Luis, a través de sus versos ha pintado con gravedad y condescendencia senequista el grave contencioso social que tanto tiempo ha afectado a España. Voces como la suya han servido como complemento a la queja constante de don Antonio Machado y como prueba de que lo primero de todo es esa sustancia poética preconizada por Ángel Ganivet. 
No haría falta decir que el premio concedido a este libro Generación del 98, no hay que entenderlo como una acción generosa de la Editorial Grupo Cero, sino como una apelación a la justicia. 

JOSÉ GERARDO MANRIQUE DE LARA 
Presidente de la Asociación de Escritores 
y Artistas Españoles


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LA ASOCIACIÓN PABLO MENASSA DE LUCIA
 AULA DE POESÍA Y PSICOANÁLISIS 
TAMBIÉN TIENE SU COLUMNA 

En este segundo año de funcionamiento la Asociación Pablo Menassa de Lucia. Aula de Poesía y Psicoanálisis, en aras de cumplir sus objetivos, sigue cuidando y difundiendo la cultura, vale decir: la poesía, la medicina, el cine, la música, el psicoanálisis, la educación y cualquier manifestación donde lo humano esté tocado por el deseo. 
Realizamos en enero de 2000, nuestra primera Asamblea General después de un año de funcionamiento y contentos de los resultados nos propusimos redoblar esfuerzos y así, en el mes de marzo, la Asociación colaboró económicamente en la realización del acto de entrega del Premio a la Mujer Trabajadora, que en esta primera convocatoria recayó en la actriz española Antonia San Juan. Evento en el que Antonia quiso leer poemas del libro La Poesía y Yo junto al autor del poemario, el poeta Miguel Oscar Menassa. El acto tuvo lugar en la Sala de las Columnas del Círculo de Bellas Artes con gran afluencia de público y enorme expectación por parte de la prensa (más de 50 medios de difusión acreditados acudieron al acto). Y desde aquí animamos, recomendamos asociarse al Aula de Poesía y Psicoanálisis, al Alcalde de Madrid, a Felipe González por querer para los suyos lo que no quiso para él, a José María Aznar por ganar las elecciones como un caballo de carreras, a los directivos del Real Madrid para prevenir la depresión, a los directivos de TVE para que contraten a nuestros psicoanalistas y puedan aumentar los niveles de audiencia, a Pedro Almodóvar el grande, a Radomir Antic y a Jorge Valdano, que nos viene leyendo desde hace tanto tiempo, admiradores, actores, directores decepcionados y espectadores ambiciosos, ya que sabemos que la fuerza de lo grupal facilita que tus sueños se cumplan. 
El día 23 del mismo mes de marzo, presentamos el libro del Primer Premio de Poesía de la Asociación, GENERACIÓN DEL 98, del poeta Leopoldo de Luis, también en el Círculo de Bellas Artes, en una sala llena a rebosar donde el poeta leyó poemas del libro y nos contó lo importante que para él era recibir este galardón, que lleva el nombre de un poeta, Pablo Menassa de Lucia, en un año en el que también había recibido otros dos galardones con nombre de poetas: León Felipe y Miguel Hernández. 
Ya tenemos programadas actividades para el resto del año: 
ABRIL.– Presentación del libro EL INDIO DEL JARAMA, EDITORIALES 19921997
15 ABRIL.– Charla Coloquio: «Pronóstico de las enfermedades psicosomáticas, con tratamiento psicoanalítico». 
MAYO.– Presentación de «LAS 2001 NOCHES». FERIA DEL LIBRO DEL RETIRO, MADRID. Del 26 de mayo al 11 de junio. 
JUNIO.– Homenaje a Sigmund Freud «Cien años de LA INTERPRETACIÓN DE LOS SUEÑOS», por psicoanalistas de la Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero. ENTRADA LIBRE. 
17 JUNIO.– II Campeonato de Mus. 
JULIO.– Presentación de novedades de la Editorial Grupo Cero 31 
JULIO.– Finalización del plazo de entrega de originales para los premios de Poesía y Psicoanálisis Pablo Menassa de Lucia. 
SEPTIEMBRE.– Homenaje a Sigmund Freud «Cien años de LA INTERPRETACIÓN DE LOS SUEÑOS», por psicoanalistas de la Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero. ENTRADA LIBRE. 
OCTUBRE.– Presentación de novedades de la Editorial Grupo Cero. 3 
NOVIEMBRE.– Entrega del premio Pablo Menassa de Lucia. 
DICIEMBRE.– Recital de poesía «LAS 2001 NOCHES». Maratón poético. 
Somos una asociación cultural y joven y ambicionamos, con vuestra colaboración, transformarnos en una asociación adulta lo más rápidamente posible. 
La Asociación, además de no tener fines de lucro, quiere evitar en su discurso todo delirio de cómo va a ser la realidad del hombre, poniendo todos sus esfuerzos en buscar nuevos socios. 
Ya está abierto el plazo de entrega de originales para concursar en la segunda convocatoria de los Premios de Poesía y de Psicoanálisis, les recordamos que aquellos que lo deseen deben enviar tres copias a la sede de la Asociación hasta el 31 de Julio de 2000. 
Seguiremos informando.

 

LOUIS ARAGON

Francia, 1897


HABITACIONES

Que venga aquél que me odie y que me mate
Le daré las gracias con toda mi sangre

Dicen que a la hora de morir la memoria
Pasa revista a la vida
Apartad de mí esa prueba apartad
De mí esa prueba del tiempo al revés
Qué le hice al cielo para tener que acordarme

Sólo quiero errar en esas habitaciones de tiempos condenados
Abro las puertas sobre el silencio de nosotros
Escucho el pasado huir de un jarrón rajado
Y la flor marchitarse por carencia de agua borrarse el perfume
       en su fango
Sólo preciso estar en tus brazos tus dobles brazos de olvido

Habitaciones de ropa tirada sobre una silla
Esta noche no buscaré el zapato perdido
No abriré las cartas que me esperan sobre la mesa
Mi labio en tu hombro ahoga los sollozos de antiguas noches
Habitaciones donde ya no hablan sino los muebles
       abandonados a la sombra

Llegamos al final del viaje Los caballos
No pueden más Hasta los cascabeles
Se apagan
Cuán largo y lento fue todo para mí
He caminado de rodillas mis años
Mis caminos sangran
El paisaje en torno nuestro ya no tiene
Más árboles que piedad
No se oyen más que sollozos por el siglo Así
Espantosamente no habremos podido hacer nada
Sino ver el martirio y el crimen
Había creído sin embargo había creído
Oh tus tiernos dedos sobre mi boca
No es a mí mismo a quien compadezco niña mía sino
A los demás al trigo agujereado apaleado por el granizo de
       los demás
Y no poder nada sino quedar descuartizado por ello
Ahora sé cómo las cosas poco a poco
Se desgranan
No queda en torno nuestro sino esa bruma de la mirada
Que no acaba de acabarse
Cuáles son sin embargo las palabras postreras
Después de eso nada tiene lugar y el corazón está helado
Ya no escucho los pasos apresurados de la gente
El portero no subió los periódicos de la tarde

Ah no te alejes no te duermas antes de que te diga
Por fin lo esencial hay que
Decírtelo
Ese secreto de toda la vida a la hora en la que
El aire de mi labio aún palpita entre nosotros
Desde las pálidas alas de la confesión y se dispersa
El polen sin peso de las palabras

No tendré no habría tenido el tiempo de decir por fin lo
que sé lo que sé por fin Emprendí esta tarea estando
Al final de mí mismo oh el tiempo
Perdido el tiempo de reconocer
El bien del mal el tiempo de ser
Empezado tan tarde

La tela

Despedazada Por ello
Me ahogo

Vivir después de todo sé por fin lo que fue
Mi amor
y lo que es aunque se evite
Creerlo y aunque se rechace
Creerlo y aunque se muera
Sin creer en ello

Miguel Oscar Menassa (Madrid)Pero de repente qué es ese galope en mi cabeza
Ese pesado cargamento a pesar mío de versos alejandrinos
Esos cascos que me pisotean el pensamiento
Esas herraduras que martillean
Mis sienes Es el tiempo que pasa
El tiempo que ya no soporta no
Pasar El tiempo al fin de los fines
Que pasa

Vivir después de todo lo iba a decir pero
Acaso me queda tiempo tengo acaso el papel
Necesario para decirlo el tiempo de papel
Los minutos de las palabras
Vivir después de todo


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Vivir después de todo no habrá sido sino un
Interminable error judicial y he vivido
Para decirlo en el instante sin respuesta
Por lo menos decirlo en el instante sin respuesta
Donde nadie puede sino gritar la nada
Me oyes me oyes pero tal vez
Esté ya mudo las palabras en mí
Ya mueren ya me oyes

Es exactamente Dice la voz sin rostro

LLEGO DONDE
SOY EXTRANJERO

Nada es precario como vivir
Nada es pasajero como ser
Es un poco derretirse para la escarcha
Y para el viento ser ligero
Llego donde soy extranjero

Un día pasas la frontera
De dónde vienes pero a dónde vas
Mañana qué importa y qué importa ayer
El corazón cambia con el cardo
Todo es sin rima ni perdón

Pasa tu dedo ahí sobre tu sien
Toca la infancia de tus ojos
Más vale dejar las lámparas bajas
La noche más tiempo nos va mejor
Es el pleno día que se hace viejo

Los árboles son hermosos en otoño
Pero el niño qué fue de él
Me miro y me sorprendo
De ese viajero desconocido
De su rostro y de sus pies descalzos

Poco a poco te haces silencio
Pero no bastante rápido sin embargo
Para no sentir tu desemejanza
Y sobre el ti mismo de antaño
Caer el polvo del tiempo

Es largo envejecer a fin de cuentas
La arena huye entre nuestros dedos
Es como un agua fría que sube
Es como una vergüenza que crece
Un cuero de gritar curtiéndose

Es largo ser un hombre una cosa
Es largo renunciar a todo
Sientes acaso las metamorfosis
Que se hacen dentro de nosotros
Lentamente doblar nuestras rodillas

Oh mar amargo oh mar profundo
Cuál es la hora de tus mareas
Cuántos años-segundos son necesarios
Al hombre para renegar del hombre
Por qué por qué tantos remilgos

Nada es precario como vivir
Nada es pasajero como ser
Es un poco derretirse para la escarcha
Y para el viento ser ligero
Llego donde soy extranjero

Traducción Claire Deloupy Marchand

 

LAS 2001 NOCHES

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Feria del Libro de Buenos Aires
Del 17 de abril al 8 de mayo — STAND 512

Novedades 1999
para la Feria

«Cuando ella no gozaba, él agonizaba
 como los hombres hambrientos.
 Se mordía a sí mismo y no conseguía despertar.»

Autor: Miguel Oscar Menassa
96 pg., 900 pts., 9 US

 


«No cualquiera, como se creía y se sigue creyendo actualmente, puede enfermar de cualquier enfermedad»

Varios Autores
386 pg., 1.000 pts., 10 US

 

 


«Soñé, y mi sueño
me amarraba a la vida,
arrastraba mi cuerpo
lejos del abismo.»

Autora: Alejandra Menassa
72 páginas, 600 pts., 6 US

 



«Si hay vida aún hay
esperanza.
Un cuerpo también 
es palabra.»

Autora: Olga de Lucia
72 páginas, 600 pts., 6 US

 


«Cae la noche y en mi piel
hierven huracanes enfurecidos
y, sin embargo, son estas letras
los rostros de mi ser.»

Autora: Carmen Salamanca
72 páginas, 600 pts., 6 US

 


«Defines el ocaso cada tarde.
Tus raíces son piedra en carne viva.»

Varios Autores
72 páginas, 600 pts., 6 US

 


 

«Entonces, todo nos vendrá desde el pasado como porvenir absoluto. Un tiempo que es también historia y que también es mundo.»

Autora: Norma Menassa
128 páginas, 900 pts., 9 US

 


GRUPO CERO
A LA CONQUISTA
DEL DESIERTO

En pleno corazón de 
Tel Aviv

 

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LAS 2001 NOCHES

EXTENSIÓN UNIVERSITARIA

 

 


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Novedades 2000
para la Feria

«Recuerdo haber soñado
poemas vidas
luciérnagas desesperadas
clavándose
levemente en mi pecho.»

Autor: Miguel Oscar Menassa
206 pg., 900 pts., 9 US


«Abro mis ojos a plena mañana
y el sol no me enceguece.
Abro mis manos
pero nunca me quedo con las manos
vacías»

Varios Autores
184 pg., 900 pts., 9 US


«No es posible creer que es fantasía
todo el amor. ¿Acaso
fue una invención Leonor
o un sueño Guiomar?.»

Autor: Leopoldo de Luis
72 páginas, 600 pts., 6 US


«Cada cual se encadena a lo que necesita encadenarse y a lo que puede encadenarse...»

Varios Autores
96 páginas, 500 pts., 5 US


 

«No hay crueldad más cruel que la locura. Ni hay bondad ni amor que puedan contenerla. Es, sencillamente la palabra, la que tocada por el lazo establecido le quitará al psicótico lo que le sobra.»

Autor: Miguel Oscar Menassa
128 pg., 900 pts., 9 US


 

«Un hombre, una mujer,
turban cualquier encuentro
en juegos paralelos de fuegos,
...»

Varios Autores
80 páginas, 600 pts., 6 US

 

LA POESÍA Y YO
un libro de MIGUEL OSCAR MENASSA

«Nada sé de la magia que transforma mi propia carne en versos» 

Como un cuerpo inflamable, al menor contacto con el estímulo, sea fuego, aire o palabra, este libro quema. 

«Te toco y te hago fuego 
y así no se puede vivir.»
 

¿Cómo puede ser posible el pacto de no intentar nada, sólo dejarse mirar por las letras? Como pacto llevado a cabo en una tarde cualquiera, silencia un imaginario y la escucha no perdona, es fiel a sus deseos y esto también habla de una estética y es la estética de este libro de Miguel Oscar Menassa.

«Temblar es lo que necesita el hombre para vivir.» 

 

Aquel que sabe esperar verá aparecer en este libro el tiempo, oportuno para algún deseo. Hay una luz que deja de vivir para que viva el amor, dice el poeta, pero también el psicoanálisis. El cuerpo del poeta también es un cuerpo pulsional. 

«No debemos calmar el hambre nunca.»

La Poesía y Yo hace que algo se haga deseable y cuando fue necesario pintar, el poeta pintaba hasta cansarse de los colores fáciles. La mano del poeta no es una mano de letra fácil, la letra se manifiesta en el trabajo del poeta. 

«Me moriría por hacer el amor en esas noches donde la poesía entre las sombras me dibujaba como un hombre haciendo el amor.» 

¿Qué será del poema, qué deseo impulsor? ¿Esa fuerza que se interpone entre el «yo» y la escritura? Por qué se poduce lo que se produce, y responder fue imposible. 

«Reina la noche y Ella, todavía, es Poesía» 

Las cosas que ocurren a nivel del amor rodean una ilusión. Alguien vivirá cada uno de estos poemas, escritos aún por la vida de alguien. Es el acto vanidoso por excelencia, es el período de amor por el que necesita atravesar para sobrevivir. 

«...esas noches donde la página escrita 
era el único sobreviviente.» 

Este libro es una velada para los pensamientos, algo que excede en él, lleva a vivir sus páginas boquiabierto. Sucede el vértigo cada vez. Los labios del poeta intimidan siempre, siempre invitan a progresar. Ni siquiera el poeta está preparado para la tempestad que invoca. Caído sobre el poema y en tinieblas sin distinguir exactamente, nada. Miguel, confía sus conocimientos a otra memoria, su mirada crea luz. 

«Un amor por los brotes permanentes
 por los gajos en carne viva 
un amor por los incendios 
por el encuentro de nivel.» 

El libro habla y no disimula nada. La tormenta se desencadenará también en el lector. Algo de él es inmoral, no le importa adonde volar. 
La poesía es puesta en el centro de la sublimación, por eso el destino del poeta en la tierra siempre inquieta más profundamente que cualquier otro de sus caminos. Un hombre que escribe no existe, es un poeta que va a existir.

«Vivo en el mundo 
por encargo de la poesía.» 

El mundo es aún muy joven, todo debe acontecer para que llegue el poeta. El poeta viene a serlo y no posee elementos para otra cosa, es aquél que se siente tocado por un resplandor venido de otra parte. Toda su imaginación se emplea en anticipar su destino de poeta. 

«Más allá de los cuerpos 
es necesario hacer de la palabra 
nuestra residencia.» 

Un verso directo a las cosas. El poeta escribe y la vida del hombre se derrumba bruscamente: «Un poeta asesinó su hombre para escribir este poema y eso es un hombre». No sabe qué le arrastra, es siempre territorio inexplorado, no sabe a qué cuerpo entrará cada vez. Miguel asegura la permanencia de un diálogo, da la señal permanente del deseo. Allí donde la soledad y el deseo se parecen.

«Ambiciono una orquesta de cámara 
para mis silencios.» 

Miguel Menassa cuando comienza a golpear las teclas, vacío de prevención, dedicado sencillamente a escribir, se suspende, borrándose, sin ser «yo», y tiene por un momento, si no la posibilidad de ser otro, la certeza, por lo menos, de no ser nadie, nada. 
Ahora no hay más que el gran espacio amplísimo en el que todo está nítido, acabando de brotar y hormigueando el futuro. 

«Entre la vida que no me pertenece 
el amor 
y la vida que soy 
la locura 
la Poesía puede llenar 
todo ese vacío.»

Karina Pueyo.


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La Editorial Grupo Cero nos presenta esta vez, un libro de poesía de carácter excepcional, incluso teniendo en cuenta la colección de poemarios ya publicados donde se lleva a cabo y con eficacia una selección tan cuidada como la edición. 
Agrupados bajo el título de LA POESÍA Y YO más de 100 poemas en los que encontramos un subtítulo abarcativo: Poemas del exilio, que preside el orden de las secciones en que los poemas se agrupan: 25 de abril de 1982/El diario vivir de la sangre/1 de mayo de 1981/Socorro no puedo detener mis palabras/Si es posible el poema es posible la vida. 
En los poemas de la primera sección, el poeta dice de su arribo a una ciudad donde la poesía lo aguarda y la muerte lleva el compás de sus pasos... La poesía de Miguel Oscar Menassa cubre de imágenes el paisaje por donde el poeta se aventura. Entre el amor y la rabia apuntan los versos que nos indican una decisión irrevocable: tierra prometida la de la poesía que el poeta podrá transitar, marcando en ella las marcas de su camino, ruta y derrotero de su pluma fresca y atrevida. 
La poesía, a veces nos ilumina. Y esto es lo que sucede con ella, lo humano por excelencia en las 200 páginas de este libro. 
A veces severa y estricta, casi irrevocable, otras vestida de Caperucita o de vedette, brilla y se impone en cada página. Todos los sentimientos y aun su gama, tejen entre las palabras de Menassa, tejido de horizonte, tejido amable e intrépido, un territorio donde el que lo habite será el poeta, sin más. 
Polifónico e inmarcesible el poeta de esta escritura es libre de encadenarse al poema o hundirse en los abismos inaugurales del alma. 
Es libre para recorrerla por los caminos conocidos o las marcas inaccesibles de un cuerpo múltiple y eterno. Ella no lo abandona ni lo olvida y el poeta le paga con su corta vida de alondra o ruiseñor. Vuela entre los jardines y la inmundicia, llevando esa unión en un pacto que se sella, mortal y certero, fidedigno. 
Y si la ambigüedad o lo banal lo acosan, este poeta es capaz de hacer con cualquier basura, cuerpo y bagaje para «El verdadero viaje», donde la locura es confiada al amor y a la muerte para que la destartalada del lenguaje pueda, si no habitar, sobrevolar la «extensión marítima» del poema.  

Despegarse, separarse, ser siempre distinto a lo mismo es lo que en la encrucijada de su publicación nos indica esta obra, construida en forma tan esencial por el autor.
Si el exilio es protagonista no podremos dejar de recordar que la poesía se fecunda en un terreno extraño al nacimiento del poeta. La Poesía es un territorio independiente y limitado, porque la Poesía es precisión y grandeza. Amalgama exótica, las peculiaridades de un vivir ciudadano y salvaje, que se hace verso lírico en la voz excepcional del poeta. 

«Harto de comparsas y murgas ambiciono una orquesta de cámara para mis silencios.


Una nota encerrada en su altura»

Este libro nos habla de la intimidad del poeta con la Poesía, gran dama de lo exquisito y también mujerzuela miserable que se arrastra en pos del amor.
Menassa escribe: 

«Ella tiene la amplitud de los misterios. 
Todo vibra y enmudece en ella 
siempre al compás sonoro de su cuerpo. 
Nunca ningún mortal amó esa libertad 
Alma y fuegos y delirios todo el tiempo.» 

En el poema el poeta habita su historia, donde la poesía es la galaxia que invita al poeta a su exilio, a vivir, como dice Menassa, de forma inigualable. 

«Mi patria es el poema, las páginas escritas». 

Donde el poeta es capaz de entregar vida para obtener una relación inobjetable, un amor sin medida que nadie osará mensurar. 
Allí ella es POESÍA y también es él. 
Así de abrazados e inconmensurables LA POESÍA Y EL POETA HABITAN UNA PATRIA a la que es posible llegar, aunque no sea tan fácil de habitar. 
Abandonamos no sin pesar esta lectura donde el universo del poeta y la poesía ha sido recreado y extendido por la pluma de Miguel Oscar Menassa. No sin antes hacer la reflexión. Es verdad que a la Poesía se llega o no se llega. Hay pocos escritores que son capaces de tender un puente por el cual cualquier mortal transitará hacia esa tierra prometida. 
Este libro que hoy nos entrega la Editorial Grupo Cero, es uno de esos. Leedlo bien. 

María Chévez

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