LAS 2001 NOCHES ÍNDICE NÚMERO 30

LEOPOLDO DE LUIS

1964 DE "LA LUZ A NUESTRO LADO"

La sal perdida

1966 DE "CORREO ESPAÑOL"

Querida y vieja lengua

1970 DE "CON LOS CINCO SENTIDOS"

1946 DE "ALBA DEL HIJO"

1971 DE "DE AQUÍ NO SE VA NADIE"

1948 DE "HUÉSPED DE UN TIEMPO SOMBRÍO"

1979 DE "IGUAL QUE GUANTES GRISES"

1949 DE "LOS IMPOSIBLES PÁJAROS" 

1981 DE "ENTRE CAÑONES ME MIRO"

1951 DE "LOS HORIZONTES"

1983 DE "UNA MUCHACHA MUEVE LA CORTINA"

1952 DE "ELEGÍA EN OTOÑO"

SOCIOS DE HONOR

1954 DE "EL ÁRBOL Y OTROS POEMAS"

1985 DE "DEL TEMOR Y LA MISERIA"

1954 DE "EL PADRE"

1990 DE "REFORMATORIO DE ADULTOS"

1955 DE "EL EXTRAÑO"

1996 DE "CASISONETOS DE LA ÚLTIMA TUERCA"

1957 DE "TEATRO REAL"

ENTREVISTA AL POETA
LEOPOLDO DE LUIS

1961 DE "JUEGO LIMPIO"

CONCURSO DE POESÍA 1999
ASOCIACIÓN PABLO MENASSA DE LUCIA
AULA DE POESÍA Y PSICOANÁLISIS

PRIMER PREMIO

LEOPOLDO DE LUIS

POR LA OBRA "GENERACIÓN DEL 98"

Ha pasado un año.
Un año más desde el día aciago donde Pablo expiraba herido de muerte en una calle céntrica de Arganda del Rey, no una calle cualquiera, como diría González Tuñón, sino la última calle que recibió el calor de su cuerpo, que guarda el sonido de su último suspiro.
 Un año desde la publicación de lo que no pudieron matar, su poesía.
En este mismo Centro, el pasado 3 de Noviembre, en ocasión de la presentación de su libro "POETA ASESINADO", el Dr. Miguel Oscar Menassa, su padre, anunciaba la creación del Aula de Poesía y Psicoanálisis Pablo Menassa de Lucia, cuyo lema:

Soy lo que vuela.
Encadenadme y seré lo encadenado que vuela.
Matadme y seré lo encadenado muerto que vuela.

es producto de su exquisita pluma.
  Un verso suyo también, soporta la idea de la Asociación y es: Un hombre muere apenas si otro hombre lo nombra.
   La Asociación, Aula de Poesía y Psicoanálisis, es una Asociación Cultural, sin fines de lucro, cuyos objetivos son:
– Enseñar y difundir la cultura en todas sus manifestaciones.
– Publicar la producción escrita que determinen sus organismos.
– Convocar anualmente dos concursos, uno de Poesía y otro de Psicoanálisis, que lleven el nombre de Pablo Menassa de Lucia.
   Y aquí estamos para nombrarlo y para levantar muy alto el estandarte
de la Poesía adjudicando en su nombre el PRIMER PREMIO
DE POESÍA, al reconocido poeta LEOPOLDO DE LUIS, por su
libro "GENERACIÓN DEL 98", a quien agradecemos haber presentado al concurso su obra. Enhorabuena, querido poeta.
Antes de hacer una pequeña reseña biográfica de D. Leopoldo de Luis y de leeros una semblanza del libro premiado realizada por el Dr. Juan Carlos De Brasi, quisiera leeros el primer poema del libro, que dice así:

MUERTE DE POETA JOVEN

(A Pablo Menassa)

…si la sal fuera desvaída ¿con qué
se sazonaría de nuevo?
Mar. c. 9 ver. 50

La sal perdida

Pedro de Lorenzo

La sal perdida. No se saborean
ya bien la luz, el viento, la mañana.
Saben menos el trigo y la manzana,
las aves menos por el cielo orean.

Madre del mar y madre de la gracia
la sal perdida. Insípida la brisa.
Desazonada y neutra la sonrisa,
la esperanza inventando su falacia.

La sal perdida. Joven el lamento,
oscura la palabra rota al viento
y el labio mudo, la mirada huída.

La sangre en la insumisa cordillera,
la muerte silenciosa compañera.
Desabrido el amor. La sal perdida.

 

  Leopoldo de Luis nació en Córdoba el 11 de Mayo de 1918. Pasa su infancia y adolescencia en Valladolid. Desde los 17 años reside en Madrid.
 Casado en 1944, con su actual compañera María Gómez Sierra.
 Publica su primera obra poética "Alba del Hijo" en 1946 y hasta el día de hoy 21 títulos más. Ha obtenido numerosos premios, destacándose el Premio Nacional de Literatura por su libro "Igual que guantes grises" –1979– y más recientemente, el Premio León Felipe, el Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández, Comunidad de Valencia, en octubre de 1999, por su obra, y el Premio de Poesía Pablo Menassa de Lucia por su libro "Generación del 98".
  Se le ubica en la primera generación de postguerra y su poesía es calificada de social y de testimonio.
  Como crítico, publica sus trabajos en las revistas Ínsula, Poesía Española, Revista de Occidente y otras. En el campo de la biogra-fía destacan la de Vicente Aleixandre y Antonio Machado. Es compañero y de León Felipe. Ha publicado antologías, sobre la poesía social (1965) y poesía religiosa (1969).
 Por encima de todo, Leopoldo de Luis es poeta. Desde su primer libro en 1946 hasta hoy transcurren más de 45 años de creación constante y entrega total a la palabra. Es uno de los poetas más representativos de la poesía española actual.

– ALBA DEL HIJO. Madrid. 1946.

– HUÉSPED DE UN TIEMPO SOMBRÍO. San Sebastián.
   1948

– LOS IMPOSIBLES PÁJAROS. Madrid. 1949.

– LOS HORIZONTES. Las Palmas. 1952.

– ELEGÍA EN OTOÑO. Santander. 1954.

– EL PADRE. Melilla. 1954.

– EL EXTRAÑO. Madrid. 1955.

– TEATRO REAL. Madrid. 1957.

– JUEGO LIMPIO. Madrid. 1961.

– LA LUZ A NUESTRO LADO. Barcelona. 1962.

– CON LOS CINCO SENTIDOS. Zaragoza. 1970.

– DE AQUÍ NO SE VA NADIE. Gandía. 1971.

– TEATRO REAL Y JUEGO LIMPIO. Madrid 1975.

– IGUAL QUE GUANTES GRISES. Sevilla. 1979. 
   (2ª ed.1980). ENTRE CAÑONES ME MIRO. Madrid. 1981.

– UNA MUCHACHA MUEVE LA CORTINA. Rota. 1983.

– DEL TEMOR Y LA MISERIA. Madrid. 1985.

– LA SENCILLEZ DE LAS FÁBULAS. Guadalajara. 1988.

– REFORMATORIO DE ADULTOS. Madrid. 1990.

– AQUÍ SE ESTÁ LLAMANDO. Rociana. 1990.

– DESPEDIDA DE SAN ROQUE. San Roque (Cádiz). 1994.

– EL VIEJO LLAMADOR. Málaga. 1996.

– ELEGÍAS DE STRUGA. "Las 2001 Noches". Madrid. 1998.

125 ejemplares: NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA


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Son, entre otros, los títulos publicados con intervalos entre dos o tres años a lo sumo.
 Su obra ha sido objeto de estudio de autores españoles y extranjeros.
 Leopoldo de Luis define la poesía, en una entrevista realizada
por la poeta Carmen Salamanca, diciendo: La poesía es como respirar por la herida. Entendamos herida como vivencia, como experiencia personal. La poesía nace de los sentimientos subjetivos, nace de la MISMA PROSA DE LA VIDA, pero consiste en lograr que esos sentimientos y esa prosa trasciendan a valores estéticos mediante un lenguaje peculiar, una palabra cargada de contenido y una forma armónica y rigurosa. Todo ello debe ir envuelto en un ritmo que nace del propio poema, sin el cual la comunicatividad del poema puede frustrarse.
  Y agrega, cuando le cuestiona sobre el futuro de la poesía:
Porque la poesía nace de la prosa, por ese lado no hay temor. Por otra parte, en un tiempo de guerras, de hambres, de injusticias como el mundo actual, en un tiempo enloquecido, la poesía es lo único que pone un poco de paz y de esperanza. Estamos a punto de entrar en un nuevo siglo. En los anteriores la humanidad no ha sido capaz de eliminar tan graves lacras. Me temo que tampoco lo va a lograr en los venideros. Pero siempre habrá un ser humano que enarbole desde la poesía una palabra de paz, de libertad, de protesta, de belleza, de amor. Esa es la esperanza.
  A continuación, leeremos SEMBLANZA DEL LIBRO
"GENE-RACIÓN DEL 98" del Dr. De Brasi.

"Ortega y Gasset señalaba que cada cinco años se perfiliba una generación. Un lustro es el lustre, la pátina del tiempo, según él, en que podía abarcarse el concepto de "generación". Para el poeta Leopoldo de Luis, en cambio, una generación es un "punctum", el punto preciso de lo que abre o cierra, las historias que propicia o las que bloquea, los ríos que hace fluir o las aguas estancadas de su aletargamiento. Pero no sólo esos empujes y detenciones, des-pliegues o repliegues, sino también la medida inmanente de sus faltas, el agotamiento de los recursos, los excesos de las transformaciones deseadas o simplemente evocadas. Todo ello y aún más, sitúa a una generación fuera del tiempo del reloj, convirtiéndola así, en un contratiempo.
 
Situada en una fecha, la del "98", intenta trastornar los calendarios, revertir la miseria en su mirada, opacar la mirada de la miseria, "y miré en los pinceles que fueron ojos luminosos, denuncia-dores ojos de color y dolor". Aquí la "generación" no remite a lo que fue un dato –el 98–, por el contrario, se des-data y desata, busca romper en el poema las cadenas de humillantes eslabones, de ilotas rutinarios, de lares portuarios habitados por sus huelgas, de reivindicaciones laborales agonizando con sus gestos encrespa-dos, de lanzaderas clavadas en carne propia "por los textiles de
Antequera" y otros relampagueos de dolor, tan extendidos como la
geografía que diseñan cotidianamente. La generación es, ahora, la carne y el laceramiento donde el dolor se afinca; un dolor que rebasa el territorio orgánico para convertirse en materia poética, en pincelada transhumante y evocadora. Sin embargo, no se trata de "testimoniar" una serie de hechos desgarradores, macilentos, sombríos en tanto muestras de luchas y represiones más brutales toda-vía. La poetización del 98 rompe el número y la descripción, el periodismo y la historia archivista ya se encargan de ello. Las zagas, las modulaciones narrativas, los momentos épicos, etc, no
alcanzan para componer una ofrenda del tiempo trabajada, rotura-da por los hombres, los millones de hombres anónimos, silentes, presentes por su definitiva ausencia del escenario de las decisiones y reparto de bienes. Es decir, de aquello que, convencionalmente, denominamos "historia". En el libro de Leopoldo de Luis la historia es un
participio, participa de la "nuànce" de Nietzsche ("Yo soy un matiz" –decía en "Ecce Homo") y del bello subrayado que le dedica a Azorín donde se convierte en "una pequeña estría en la corteza del tiempo", leve marca que talla comparativamente a los seres y aciagas circunstancias,

"seres oscuros, como el carbón,
desgarrados, como los trapos,
acuitados, como el luto,
desolados como el hogar pobre…"

 

  Las propiedades –y su falta– del estado de cosas y de las cosas de los estados van impregnando toda la existencia, hasta volverla contra sí misma en el límite donde aquella peligra "como" inexistencia efectiva, "una frase como una herida: Andalucía trágica".
  El sentimiento trágico de la vida, una estética y una ética de la sensibilidad, donde encaja perfectamente el puño de la denuncia otra manera: el vívido pensamiento de la transformación socio-personal, transformando todos los sentimientos de lo pensado hasta la aparición de esa poética finisecular.
  El fresco, usando un término de la época, generacional, actualiza una duda del poeta, que se interroga reflexivamente, "¿más bien será una crónica este intento o poema?". En el corazón de la pregunta "luchan dos bandos", ya no sólo clases, sectores o estratos sociales, sino también estructuras discursivas o géneros que tradicionalmente se opusieron, combatieron y se expulsaron de sus respectivos territorios. ¿Pero si los sellamos, "con qué llave abriremos la escuela y la despensa"?, es decir, la esperanza de un saber y su alimento. La respuesta no brota de los mismos signos o de los campo cultivados por el conocimiento y la creación, sino de la
contaminación y el ensamble entre los mismos. Y, en varias dimensiones, todas ellas portadoras de otra "lógica" ante el que hacer poético, la del "fermento rebelde" que coloreó los estados, afectos y realizaciones del 98.
  Entonces comprendemos que la pregunta es poética, juega y se responde en su autoreferencia. Su exceso, su don realizativo, no la excede hacia una sucesión de hechos o situaciones localizables, fechadas y fetichizadas, pues se resuelve en su propio que hacer, en la propuesta de su estilo y lenguaje. ¿Cómo estampa el poeta el maridaje de lo aparentemente extraño?, ¿bajo qué color lo destaca?
Bajo el que está al alcance de la mano, que hace de la poesía
un
oficio manual,

"el gris que de la tierra
sube a manos y rostros que predicen ceniza
sellará en contubernio de pintura y poesía".

  Así la duda se torna "una chispa. Y todo corre hacia la nada", y desde ella retorna eternamente, para la visión poética, "vivir es ver volver". La frase es el hilo donde se ensartan las cuentas que enhebraron la "tradición" de una compleja problemática generacional, que por ella se revuelve hacia nosotros como "carne activa", como legado imponderable. Generación que entendió –junto con la del 27– de manera inigualable que donde crece la miseria y el peligro, crece también aquello que nos salva de sus designios".

Gracias, querido poeta. Como Presidenta de la Asociación tengo el honor de hacerle entrega del premio tan merecido y autorizo la publicación en Madrid y en Buenos Aires de su libro, que esperamos esté para la Feria del Libro, Abril del 2000 en Buenos Aires y Junio del mismo año en Madrid.
Quiero agradecer a los 200 poetas y 50 psicoanalistas que se
presentaron e invitarles para la segunda convocatoria.
Asimismo, a LAS 2001 NOCHES por la difusión que nos presta y por el número de Noviembre que dedicará a la poesía de Leopoldo de Luis.
Invito al poeta a tomar la palabra.
Gracias.

Olga de Lucia Vicente
Presidenta de la Asociación
Madrid, 3 de noviembre de 1999

Leopoldo de Luis, Olga de Lucia y Carlos Fernández


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PALABRAS DEL POETA LEOPOLDO DE LUIS

Queridos amigos, estoy emocionado con este premio que se concede a mi compañera, la Poesía. Mis primeras palabras, cómo no, tienen que ser de gratitud para el jurado y las pronuncio con gratitud en efecto, también con humildad.

 Decía D. Antonio Machado que, cuando se recibe un honor y no se está muy seguro de merecerlo, se siente cierta zozobra y se presenta en uno cierta inquietud. Si esto decía el gran poeta, el más grande poeta quizá del siglo XX español ¿qué no tendré que decir yo, que en realidad no soy más que un poeta que ha resistido mucho el paso del tiempo?

  En mi dilatada vida literaria he recibido algunos premios, unos mayores, otros menores, pero todos igualmente honrosos para mí. Recuerdo que el primero fue allá por los años 50, y éste es ahora, 40 años más tarde, pero resulta curioso que entre ambos, aquél primero y éste de hoy, haya algunas semejanzas. El de los años 50 llevaba el nombre de un poeta, Pedro Salinas; éste de hoy lleva el nombre de otro poeta, Pablo Menassa. Aquél era un poeta maduro que moría a los 60 años, éste de hoy es un poeta joven que muere a los 20. Si el primero me ayudó con su ejemplo y con su fervor poético, el de hoy me ayuda también con su muerte trágica y, desde luego, con la melancolía que viene también a unirse al mismo fervor poético. Además, el primero, Pedro Salinas, llegó a mí desde un país hispanoamericano, México; el Premio Pablo Menassa me llega de una Institución que se encuentra también, en cierto modo, enraizada en otro país hispanoamericano, la Argentina. Con los poemas de los años 50, yo me unía a la tierra, al aire, a la luz, a todo eso que une al hombre con la naturaleza; con los poemas de ahora, yo me siento solidario con mi tierra española en una de sus crisis públicas, y tanto políticas cuanto espirituales.

   Hay una experiencia lectora, si la poesía nace de la experiencia de vida, leer también es vivir y, por tanto, este libro nace de haber vivido la literatura de unas grandes figuras que me acompañaron desde muy pequeño. Al comienzo del libro, dedico este pequeño poema a Pablo Menassa que acaba de leer la Presidenta de la Asociación, la poetisa Olga de Lucia.

  La vida de Pablo Menassa fue, antes de tiempo y casi en flor, cortada, que diría Garcilaso. Para él podían haberse escrito aquellos versos de Miguel Hernández: "un manotazo duro, un golpe dado, un hachazo invisible y homicida, un empujón brutal, me ha derribado". Y también: "temprano levantó la muerte el vuelo, temprano madrugó la madrugada".

  Cuando muere un poeta joven, el mundo se queda un poco más oscuro. La poesía es la sal de la vida, al morir un poeta, algo de sal se pierde. La sal perdida es el título que he puesto al poema que acaba de leer Olga, su nombre me enorgullecerá desde hoy en la portada de mi libro merced a estos poemas. Si no lo toman ustedes a vanidad, les diré que he tenido mucha suerte en los nombres de algunos de los premios que he recibido. Este mismo año he recibido el premio León Felipe y el premio Miguel Hernández, así como el de Pablo Menassa ¿Qué más puedo pedir, sino ir acompañado por estos nombres extraordinarios?".

  Hablando de nombres extraordinarios, acaba de morir un gran poeta, uno de los más grandes poetas en lengua castellana y no puedo hablar de poesía sin rendirle mi homenaje. Fui amigo suyo, para mi honor, desde el año 1936. Al desaparecer Rafael Alberti como cuando desapareció ese otro gran poeta, Vicente Aleixandre, de cuya muerte se cumplirán 15 años el próximo diciembre, pienso inevitablemente que con ellos se ha cerrado un ciclo de poesía y me pregunto, hoy, al borde del siglo XXI, ¿qué será de la poesía en el siglo que llega? Quizá, como decía en una entrevista que ha leído Olga, quizá haya que pensar que, si durante siglos y siglos la humanidad no ha podido quitarse de encima esas lacras que son la guerra, el hambre y la injusticia, es muy dudoso que en los siglos
venideros lo vaya a conseguir. Pero, como quisiera ser esperanzado, pienso que siempre habrá un ser humano que levante frente al dolor y frente a la injusticia una palabra de esperanza y de amor.

  Ahora mismo hay poetas jóvenes que lo hacen, acabo de leer algún poema de esa índole en el último libro de la poetisa Alejandra Menassa. La poesía no termina, el poeta no es antorchero del fuego de la poesía, el poeta es el fuego mismo.

  Hace poco, ha habido un fenómeno astral en el que la luna pretendió tapar al sol; pues es posible que en el mundo haya alguna vez una luna de sangre demasiado grande, pero estoy seguro de que no conseguirá eclipsar del todo al sol de la poesía.

  Volviendo al premio, he dicho que lo recibo con gratitud y con
humildad: con gratitud porque el jurado me hace el favor de seleccionar, destacar mi libro; con humildad porque seguramente otros muchos lo merecían también.

Vuelvo a dar las gracias al jurado en la persona de Olga de Lucia, de sensibilidad exquisita y de gran delicadeza y quisiera también un agradecimiento doble y especial a la poetisa Carmen Salamanca, tan activa, tan inteligente cuidadora de esta revista literaria, y al gran poeta Miguel Oscar Menassa, cuya poesía torrencial y vivencial a la vez, a la vez imaginativa y realista, violenta y tierna, tiene una fabulosa capacidad de creación. Con la poesía de Menassa encontramos una especie de daga relajadora, una suerte de cuchillo o escalpelo que pasa sobre una carne raramente lírica, nos estimula desde sus páginas y además desarrolla una labor cultural de primer orden.

Y nada más, con emoción, les digo a todos, muchas gracias.

Querida y vieja lengua

Yo soy aquél que ayer no más leía
cantos de vida y esperanza, era
un aire suave. Hoy, en lo fatal
encuentra hecho de piedra su destino.
Soñé claustros de mármol con Martí
y novias muertas con Asunción Silva.
Juan de Dios Peza me hizo amar a México
y con Gutiérrez Nájera pensé
morir en alta mar un día hermoso.
Leí con Nervo páginas del Kempis
y fue Enrique González Martínez quien me dijo
que hay un cisne engañoso
al que debemos retorcer el cuello.
De un ciego un día me apiadé en Granada
porque Francisco Icaza hizo su copla
inolvidable, y fue Torres Bodet
el que me descubrió que soy yo mismo
la fosa donde está aún vivo mi padre.
Me hubiera suicidado con Lugones
al que me unió cadena de oes y eles,
pero Raúl González Tuñón ya había visto
una Asturias en llamas, y a la puerta
del Madrid roto golpeó el romance.
Cabalgué en los caballos de Quesada
y Hernán Cortés, mientras Santos Chocano
sujetaba las riendas.
Con Palés Matos escuché las danzas
de Martinica y esperé con Borges
a que al fin se fundara Buenos Aires.
"Eres la compañía con quien hablo",
dijo a la Poesía Villaurrutia
y lo aprendí, como con Pellicer
aprendí que no hay nada más difícil
que acordarse uno mismo de su nombre.
Besé rojos carbones de Delmira
y recé el padre nuestro de Gabriela.
Me asomé de Alfonsina al mar oculto
y vi las manos florecer de Juana,
vigilias de Rosario Castellanos
y pasiones de luz de Sara Ibáñez.
Han pasado los años, pero aún sigo
entrando en residencias de Neruda
y a Machu Picchu subo todavía.
Aún oigo a Juan Ramón hablar de Eugenio
Florit. Siento los golpes violando
las puertas carcomidas de Vallejo
y escucho sus heraldos de amargura.
Percibo el aire azul que con sus alas
mueven las golondrinas de Huidobro
y entre los brazos de Lezama Lima
sé que muere Narciso. Y aún me acerco
hasta el taller de Octavio Paz y doy
la vuelta a sus palabras, a su piedra
de sol y sus semillas para un himno.
"No hay ornamentos en el pensamiento",
rezó un día Francisco Luis Bernáldez,
mientras en el confín de las vanguardias
Oliverio Girondo proclamó
que volver a ser joven es posible.
No obstante Marechal nos descubría
que en el número dos nace la pena.
Le pregunté a Ricardo Molinari
cómo cantó cuanto él echaba en falta.
Nicanor Parra me brindó el refugio
de sus antipoemas y Germán
Pardo García la emoción telúrica
de la imponente noche americana.
Aún piso con Vicente Gerbasí
tierra de inmigraciones, y aún escucho
a Elvio Romero y su guitarra dura.
Reconozco los rostros de los viejos
abuelos que confiesa Nicolás
Guillén. Alzo plegarias
por Marilyn Monroe con Ernesto
Cardenal, y a mí mismo me pregunto
igual que se pregunta José Emilio
Pacheco, la razón de mi escritura
tan inútil. No obstante miro en torno,
veo el rostro y escucho la palabra
de Oscar Menassa y de Gastón Baquero,
de Alberto Baeza Flores
y de cuantos pronuncian
ahora el nombre de España, con su ritmo,
con su música propia y su cadencia.
¿Son los barcos que vuelven? me pregunto.
Los navíos que fueron a su orilla
regresan con el verso y la esperanza,
con la flor inmarchita del poema.
¿Son el retorno musical del alma?
Y recuerdo a Sor Juana con Octavio
Paz, y con Sologuren reconozco
al Inca Garcilaso.
Entonces vuelve
a mí mismo la voz para decirme
¡qué bien suenas y cómo de mi sangre
suenas, querida y vieja lengua mía!

Leopoldo de Luis

Madrid 3 de noviembre de 1999


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Miguel Oscar Menassa y Leopoldo de Luis.

1946
DE "ALBA DEL HIJO"

PRIMERA DEDICATORIA

SOMBRA apenas de vida. Imperceptible aliento.
Sólo vago aleteo de mi amor o latido.
Susurro que arrebata un milagroso viento
del árbol de mi sangre triste y estremecido.

Hálito débil, sombra tan sólo adivinada
en la oscura penumbra lejana de la vida,
donde el milagro es carne virgen de la mirada
y el misterio es el alba de la entraña dormida.

Pálpito de mis pulsos más allá de mí mismo.
Eco de mis latidos y sombra de mis tactos.
Proyección de mi vida hacia un nuevo heroísmo
por rutas indecibles y caminos exactos.

Proyección de mi vida, hoy sólo dulce peso.
Sólo extraño vahído por la materna frente.
Estagnación del aire suspirado del beso.
Perennidad de un sueño que nace diariamente.

Remanso de mi esfuerzo. Calma de mi arrebato.
Sosiego de mi frente. Silencio de mi grito.
Te presiento en el aire mudo de mi retrato,
jalón de mi entusiasmo, de mis angustias hito.

Ella, en la luminosa penumbra de su sueño,
ya te da dulces nombres con que vestir la rosa,
la ternísima rosa de tu cuerpo pequeño
que hoy llena esa penumbra del sueño luminosa.

Yo, te veo en mi torno, intuyo tu presencia,
mas tu al lado suspiro a precisar no acierto.
Te adivino en el gesto de su leve indolencia,
dulcemente cansado, vagamente despierto.

Te adivino en la sombra cárdena que sus ojos
agranda y hermosea de un fulgor fugitivo.
En la breve caricia de sus vestidos flojos
bajo el delgado aliento recientemente vivo.

¿Eres más que ese triste fulgor de sus pupilas?
¿Más que esa desvelada ansia de su ternura?
Como una clara sombra de realidad te afilas
y entre los sobresaltos la emoción se apresura.

El río de mi vida se ahíla y se adelgaza
para ser esa dulce gota de tu existencia
que desde el silencioso recinto nos emplaza
por este emocionado periplo de impaciencia

¿Cómo verás las cosas desde ese mundo interno,
tan ignoto aunque dentro de toda cosa viva?
Desde ese silencioso recinto tibio y tierno
donde cobra la sangre su voluntad creativa.

¿Cómo llamarte ahora que eres sólo una sombra,
un suspiro de vida interna, imperceptible?
¿Cómo llamarte si eres lo que sólo se nombra
con íntimas palabras de lenguaje indecible?

Huella de amor en prados de escondida ternura,
en ocultos jardines donde empieza la vida.
Mi corazón vestido con su emoción más pura
—sombra, temblor o hijo— te da su bienvenida.

1948
DE "HUÉSPED DE UN
TIEMPO SOMBRÍO"

ESPERA

COMO tras de las losas fugitivas
donde el agua, corcel blanco, se aquieta
torna el campo a sus gracias primitivas
y la rosa a su línea o luz concreta.
Como tras del oscuro toro lento
que cornea la seda azul del alba
un claro mayoral de viento a viento
dorado va por la mañana malva.

Después del hielo de este invierno o llanto,
de este toro nocturno de amargura,
de este desnudo y dolorido canto,
de estas flores sin gracia ni hermosura,

sólo ese sol de la palabra espera
baña de luz el corazón cobarde,
sólo esa evocación de primavera
su rosa o fuego aquí en el pecho arde.

No es ya ni la esperanza, es solamente
una palabra o cuerda en la que suena
un eco de metal lejano, ausente,
bajo esta opaca y triste voz de arena.
Esperaré. Ya sé que en vano se hace,
como en vano la noche espera al día
que sólo al alcanzarlo, se deshace;
como es nada al llegar al mar la ría.
Canto mi soledad, álamo triste.
Lo que me abrasa canto, mientras muero.
¿Detrás del llanto un mundo nuevo existe?
Todos los días de mi edad espero.

1949
DE "LOS IMPOSIBLES PÁJAROS"

AUNQUE SIEGUE LA VOZ...

AUNQUE siegue la voz con que tu nombre
digo, tu nombre irá, como una hoguera
abrasando estos huesos y esta carne de hombre
con perpetuo verdor de primavera.

Aunque ciegue la herida de mis ojos
donde vive la luz de tus paisajes
en los del alma, de ceguera rojos,
siempre se estrellarán tus oleajes.

Aunque duela el silencio, como espada
fundida en lentas fraguas de amargura,
sonará esta verdad desesperada,
mordida tierra entre mi dentadura.

Sorda la voz, el sueño enarenado,
las pupilas, el alma, la garganta arañadas,
ronco, diré que hay en mi pecho, hincado,
un árbol que florece rosas ensangrentadas.

Respiro por la herida.
Por esta viva herida de mi muerte;
por esta mortal llaga de mi vida
que años y sueños y fracasos vierte.

Respiro por la herida este aire triste
empapado de humana pesadumbre.
Y un claro viento insiste
contra muros de tedio y de costumbre.

Pisando mi dolor, legiones de hombres pasan
ciegos, hacia esta misma hoguera mía.
¿Para siempre se salvan? ¿Para siempre se abrasan?
Yo sólo sé que busco mi verdad día a día.


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1951
DE "LOS HORIZONTES"

OSCUROS HOMBRES

OSCUROS hombres, vamos a la luz,
vamos a remontar los hoscos sueños.
Sé que lleváis irremediablemente
un tigre encadenado en vuestro pecho.
Pasivos agonistas de una vida
que sorda pasa y os escuece dentro
como un río de sal por vuestras venas,
como una roja ortiga en vuestro ceño.
Montón de soledades asediadas
por la injusticia, por el hambre, el miedo.
Solitarias angustias, hombres solos,
vamos, hacia la luz, a comprendernos.

Acaso la verdad, arriba, bate
sus alas cerca; abajo, acaso, lejos.
Acaso dentro de nosotros mismos
vuela, y llevamos nuestro propio cielo.

Tal vez amor. Tal vez se niegue el árbol
a florecer desde su pobre leño.
Absorto el hombre, estéril la ternura,
los ojos, puras fuentes, están secos.
Tal vez el corazón sólo es de tierra
y falta llanto para darle riego.
Tal vez si nos herimos las pupilas
liberadora lágrima alumbremos.

Oscuros hombres: vamos a la luz.
Solitarios alzáis vuestros silencios,
vuestro rencor, vuestra sombría nada,
vuestros helados y terribles fuegos.
A la impávida luz de la amargura
mirémonos: vamos a comprendernos.

Vista de la sala

1952
DE "ELEGÍA EN OTOÑO"

VÍA MUERTA

COMO trenes lejanos nos cruzan los recuerdos
en la noche, a través de los campos del alma.
Nos huyen. Los sentimos. El tiempo los conduce
a la remota oscuridad sonámbula.
Quedamos silenciosos, como estaciones solas,
frías en la desnuda madrugada.
Dios es a veces sólo el párpado amarillo
de esa única luz que no se apaga.

Sordos, en qué profundas vías muertas de olvido
los vagones del sueño se topan y se encallan
en la inmovilidad de la tiniebla
mientras la vida sigue silbando en la distancia.

Vías muertas de olvido, donde los guardagujas
del tiempo hunden la risa y la esperanza.
Raíles herrumbrosos por donde no es posible
transitar hacia el alba.

Oh tristes vías muertas
donde va la alegría condenada,
en las que descarrila definitivamente
aquel tren de juguete de la infancia.

 

1954
DE "EL ÁRBOL Y
OTROS POEMAS"

LA CAJA DE MÚSICA

NOS sentimos sonar día tras día
en el silencio cóncavo del pecho.
Nos oímos la vida, resonancias
de música, de sueños,
de olvidadas, perdidas melodías,
de remotos, oscuros, tristes ecos.

Levantamos la tapa de la caja
con la memoria de insumisos dedos
y unas íntimas músicas oímos
remontando los años hacia dentro.

Rumorosos paisajes de armonía
que un niño cruza. Acentos
que dulcemente nos envuelven, manos
melodiosas. La luz en los almendros.
Las voces del verano. Aquellas tardes
que nos iban de carne y música vistiendo.

Oímos el amor como una hermosa
canción, ocultos árboles meciéndonos,
y unas lejanas flautas de nostalgia
sonando entre las cañas de los huesos.

Pautada luz de abril. Agosto en llamas.
Cobre de octubre. Otoño pone cerco
al corazón. Arroyos de noviembre.
Aguas huyentes en las que bebemos.

Cuán armoniosamente la esperanza
se hunde en la fronda de jardines secos
con su leve chascar de lento olvido
bajo los olmos cenicientos.

Música antigua.
Canción remota. Violines trémulos
que en repentinos llantos sueltan, rotas,
bajo los arcos de infundible hielo,
cuerdas heridas, venas musicales
donde la sangre pulsa sus lamentos.

¿Qué orquestas suenan?
¿Qué sones se armonizan, qué patéticos
tonos nos estremecen, qué invisibles
manos tañen los hondos instrumentos?

Y son las nuestras. Pasan
sobre pianos infantiles, viejos,
por quejumbrosas cajas, por metales
sensuales y frenéticos.

Son nuestras mismas manos
pálidamente azules por el tiempo
arrancándonos vida como notas
por escalas de lluvia y de recuerdo.

Esta caja de música del alma
se nos destapa lentamente dentro.
Nos sentimos sonar. Nos escuchamos
canción, música, ecos.

Acaso somos sólo nuestro propio sonido
con el que entre los años juega el viento.
Tal vez vivir no sea más que oírse
en la caja de música del tiempo.

Olga de Lucia y Leopoldo de Luis en el domicilio de este


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1954
DE "EL PADRE"

LA PELEA

CRUELMENTE te callas, padre mío,
te sacudo con fuerza entre mis brazos.
Aunque te tengo siento que huyes como un río,
que de mí te deshaces a oscuros aletazos.

Como contra la vida golpeo contra el lecho
y te arranco estas ropas queriendo arrancar muerte,
queriendo arrancar vida contra el bosque del pecho
porque la roja rama del corazón liberte.

No te suelto. No puedes escaparte.
Con toda el alma clavo en ti mi dentadura.
Treinta años de mi vida tengo aquí de mi parte.
Contra tu muerte pongo mi ciega mordedura.

Quieres ensordecer, pero aunque sea.
Mi voz también contra el silencio lucha:
te sube por el cuerpo como una honda marea.
Dime que sí, que mi dolor se escucha.

Te callas ferozmente. Eres de roca.
O te haces sombra que invisible huya.
Te tengo aquí, al alcance de mi boca,
y ya no estás...

Te sales con la tuya.

LA IMPOSIBLE VUELTA

SI quisieras volver, padre, verías
todo en el aire inmóvil del recuerdo.
Los menudos asuntos cotidianos,
celulillas del breve mundo nuestro,
diario pan de amor y sacrificio,
alimentando al fiel y dulce perro
de la costumbre, que al llegar a casa
nos lamerá las manos.

Cae el tiempo

desde las familiares paredes derramándose
como luz de tristeza en nuestros pechos.
Madre volvió a coserte la camisa
con su hilo de paciencia y de silencio.
Tere te trajo el libro que esperabas.
La semanal tarjeta de Luis trajo el correo.
María ha preparado tu café.

Ya los niños

llegaron del colegio,
vacían sus carteras de pequeñas conquistas,
de nuevos mundos descubiertos,
y aguardan que corrijas sus deberes.
Yo, junto a la ventana, en este estrecho
rincón que tú conoces,
donde entre libros sueño,
voy hablándote, estoy
escribiendo estos versos,
estos prosaicos versos tan sencillos
como si hubieses vuelto
y estuviera contándote las cosas
que en estos días han pasado…

Pero

no volverás…
Hoy es ocho de abril,
la tarde, alondra herida por el cielo,
como un dolor antiguo va sangrando
lentamente. Se escucha un río lejos…
Pero no hay río, padre, tú lo sabes,
y oigo su canto inédito…
¿Será la muerte como un río?

          Estoy

escribiendo estos versos
tan prosaicos… Ya sé que a nadie importa
mi dolor frente a un mundo que millones de muertos
devora cada día, pero yo necesito
contarte todo esto
y estoy llorando, padre, mientras inútilmente
aguardo tu regreso.

D. Leopoldo de Luis en una entrevista televisiva

1955
DE "EL EXTRAÑO"

LA PAREJA

TENERTE cerca. Hablarte.
Y besarte en silencio.
Y sentir el contacto
caliente de tu cuerpo.
Sentir que vives, trémula,
aquí, contra mi pecho.
Que mis brazos abarcan
tus límites perfectos.
Que tu piel electriza
las yemas de mis dedos.
Que la vida se ahoga
en el hilo de un beso.
Que así, en la sombra, a tientas,
bajo la noche, ciegos,
topándonos a oscuras
mientras todo es silencio,
nos amamos y somos
casi dioses, rugiendo.

Vuelvo a palpar tu carne,
vuelvo a besarte, vuelvo
a estrecharte en la sombra
ciega contra mi pecho.
Vuelvo a sentir tu vida
trémulamente. Siento
que el desamparo pone
su soledad, su cerco,
en torno de nosotros.
El mundo está desierto.

Mudo. Tú y yo arrojados
a un destino violento,
aquí, sobre la tierra,
abrazándonos ciegos.

Y entonces te recojo,
te amparo, te sujeto,
pequeña, débil, mía,
cobijada en mi aliento,
sostenida en mis brazos,
cubierta con mis besos.

Pero mi pequeñez
en seguida comprendo.
Mi inútil protección,
castillo sin cimientos,
rueda deshecha frente
al enorme Universo.

¡Qué poco puede el hombre!
Y me refugio en medio
de tanta soledad
en tu caliente cuerpo,
para que entre tus brazos
me mezas con tu tierno
amor. Niño asustado,
busco tu amor materno.

Los dos en la tiniebla
abrazados, pequeños,
frente a la eternidad,
lloramos en silencio.
La noche continúa
mudamente cubriéndonos.

Miguel Oscar Menassa con sus hijos Fabián y Alejandra


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1957
DE "TEATRO REAL"

LA REPRESENTACIÓN

No se baja el telón. Alguien silencia,
no gesticula más, ha terminado.
Pero la función nunca. Los actores
repiten sus papeles ¿hasta cuándo?

Llegan en fila, gritan, se amontonan
o se persiguen por el escenario,
por el gran escenario, lloran, hablan,
se ríen, caen. La luz les hace extraños.

Monótonos repiten sus papeles:
viejísimos monólogos, no hay diálogos.
Cada cual clama por su propia herida.
Nadie escucha las voces del contrario.

Tartamudean torpes, trenzan torpes
hilos de voz, nudos de voz, de llanto;
o bien recitan de corrido, sueltan
su lengua de grotescos papagayos.

De cara a esta implacable batería
que los alumbra mortalmente, cardo
de luz que los araña, inician gestos
que se desploman tristes de sus labios.

Entre remotas muestras de fatiga
arrastran sus disfraces empolvados,
descoloridos, sus arcaicos trucos
que ensayan con mirada de cansancio.

Y van y vienen aturdidos, hoscos,
indiferentes, lentos, tropezando,
moviendo leves nubes de ceniza,
lloviendo un agua gris de sueño y llanto.

Súbitamente un fuego los conmueve,
los ciega. Se rechazan como hermanos.
Se desconocen, se odian, se abalanzan…
La luz sigue implacable contra sus rostros blancos.

¿Quién gobierna esta escena, quién apunta?
El director habrá tenido un fallo.
¿Nadie dirige, aquí, entre bastidores?
La luz, sólo la luz sigue alumbrando.

Hay un viejo traspunte que ahora nadie
ve, que nadie ha visto nunca, acaso.
Pero ya nadie atiende. Pasan, gritan,
desesperadamente alzan los brazos.

¿Quién mira a estos actores, quien escucha
sus voces repetidas, su viejo acento trágico?
Una gran sala en sombra, una gran noche,
una gran muerte enfrente.

No alcanzamos

a ver si hay en la sombra espectadores.

Sólo la luz, la luz sigue alumbrando.

UNA VENTANA

Dementes artesanos, albañiles
locos, enajenados constructores,
levantando una tapia, cientos, miles
de tapias entre sueños y rencores.

¿Quién dirige esta ciega arquitectura,
estas casas de sombra, esta muralla
de soledad, la torre de negrura
donde la vida el vuelo libre encalla?

¿Quién dibujó la araña de este plano
que repite paredes y paredes?
¿Quién alza estas ciudades, con qué mano
se tejen esta niebla y estas redes?

Alguien ha emborronado absurdamente
en los viejos diseños. Esta puerta
no da a ninguna parte. Un muro enfrente
ahoga el sol de la ventana abierta.

Y cruzamos oscuras galerías
que nos devuelven a la misma estancia.
Habitaciones múltiples, vacías,
repitiendo su inútil resonancia.

Y queremos salir, pero buscamos
la puerta, recorremos la escalera

no se acaban sus desnudos tramos,
ni nada abrimos, porque no hay afuera.

No hay afuera, no hay calle, no hay ciudades,
no hay mundo; hay esta sola inmensa casa,
estas eternas, solas vecindades
de corredor donde la vida pasa.

No hay más que estos enormes corredores
por los que nos cruzamos ciegamente
vecinos de una casa de rencores
con la pared de un odio sordo enfrente.

No hay más que estas paredes donde deja
sus amarillas manchas el olvido
como la mano de una humedad vieja
en el yeso mortalmente mordido.

No hay más que ciegas puertas que abre el viento
descubriendo la sombra desdentada.
Los picaportes rompen su lamento
y giran las fallebas para nada.

Y lo sabemos. Pero nos decimos:
"En la otra habitación habrá salida."
De portazo en portazo repetimos
la esperanza fingida.

Porque vamos soñando abiertos muros,
grietas en donde el sol se precipite;
inventando avenidas y paisajes futuros,
tierras feraces que la luz habite.

Y sentimos un fuego en nuestras manos,
la sangre en nuestras manos, de ansia hechas,
para cavar, oscuros artesanos,
en las paredes de la casa brechas.

Con las manos heridas, la ventana
soñamos construir, a la luz pura,
que nuestro hijo pueda abrir mañana

1961
DE "JUEGO LIMPIO"

HISTORIA

Han pasado los años y las cosas
que nos vieron crecer jóvenes nada
más que recuerdo son. La tierra ha vuelto
a abrir ya veinte veces sus entrañas
bajo las duras manos que no logran
sino sufrir, pero jamás llamarla
suya, las manos que aún descubren
un cerco oscuro en sus muñecas, manchas
antiguas.

Transcurrieron años;

hijos nos han nacido que levantan
al sol los ojos y preguntan. Saben
que un día... Vagamente hablan
de lo que fue nuestro vivir,
la carne misma nuestra, sepultada
en el tiempo.

Miramos lentamente

hacia la luz que dora la ventana.
El sol ha vuelto ya, miles de veces,
a hundir sus naves en el agua
de la noche y hermosa, limpiamente,
se salvó del naufragio con el alba.

La Tierra, el Sol, los hijos...
La vida, un oleaje. No se para
en nuestras manos. Sigue, se va, rompe
barreras, ilusiones, vallas,
deseos...

Han pasado años.

Otras guerras han puesto su pisada
de sangre y cieno sobre el mundo, otras
paces soltaron sus palomas blancas.
Naciones han surgido. Pueblos nuevos
se congregan en torno de las brasas
de su reciente libertad. Pequeña
y enorme, en la materia agazapada
una fuerza fue vista por los ojos
del hombre y sus terrores amenazan
el mundo. Entre la rueda de los astros
giran estrellas con la huella humana
en su esqueleto...

Han pasado años.

Angustia comprenderlo. Tanta
vida...

Miramos lentamente.


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La Tierra, el Sol, los hijos...
¿Qué palabras
desdecirán la realidad? ¿Qué hielo
sujetará este río?
Un llanto habla
solo al revés; remonta el cauce; ahonda
la antigua herida.
Todavía sangra.

1964
DE "LA LUZ A
NUESTRO LADO"

LOS QUE PASAN

A Jorge Campos

NO pasa nada. Sólo nosotros sí pasamos.
Nos vamos alejando en un tren sin agujas
que no cambia su marcha ciegamente prevista.
¿Qué son esos paisajes que no hemos visto nunca?

La tierra cambió un poco su faz por nuestras manos.
Para que las oyésemos sonaron otras músicas.
Los que iban a hacer otro mundo fuimos nosotros.
Ni siquiera con gloria la torre hoy se derrumba.

Dices: «Hacemos tiempo»; pero es él quien nos hace.
«Estoy matando el tiempo» pero él nos ejecuta.
«Cómo se pasa el tiempo»; pero somos nosotros
los que pasamos bajo su inevitable lluvia.

Mojados por el tiempo hasta los huesos
del alma, es imposible ya la espuma
de aquel verano, su corola ardiente,
el corazón solar de su aventura.

Eso que hemos tenido en nuestras manos,
eso que defendimos con qué lucha,
sentimos de repente que otras manos lo agitan
y que la realidad toman por suya.

Veníamos de tierras en donde todo pudo
granar otras cosechas, y de ferias oscuras
donde con nuestras solas monedas juveniles
pagamos otras deudas y otras culpas.

Volvimos a la casa. Por las habitaciones
cundía espesamente una sombra nocturna.
Habíamos tenido la luz en nuestras manos.
Alguien tras de nosotros nos hacía preguntas.

Mas nuestro tren recorre estaciones de olvido.
Alguien hace que nuevas luminarias reluzcan.
Somos los mismos pero la soledad nos cerca.
—Estuvimos un día... Ya nadie nos pregunta.

 

Miguel Oscar Menassa y Alejandra Menassa

1966
DE "CORREO
ESPAÑOL"

CARTA AL POETA COLOMBIANO
GERMÁN PARDO GARCÍA

(Por sus poemas)

GERMAN Pardo García, voz al rojo
vivo de América, te escucho
cual si escuchara al viento lóbrego
sobre los páramos desnudos,

como si oyera desgarrarse
la entraña ciega, lo profundo
de los montes y de las rocas
clamando un grito ronco y último,

como si oyese despeñarse
la catarata de un diluvio
porque quien oye llover sabe
que el agua puede ahogar el mundo.

Tu voz es última y profética
como ardida en viejos chamuscos,
voz de la tierra, tierra misma
que rezuma remotos jugos,

germinales substancias, agrias
maceradas raíces, grumos
vegetales, como estallidos
hacia la patria de los frutos.

Voz de la tierra. Tierra misma
que se hace lengua, ardiente surco
por donde suenan sangre y vida
irguiéndose contra lo injusto.

Entre tus versos el calcáreo
indio atraviesa ardiendo, oscuro,
con su irredenta pesadumbre
y las llagas del escorbuto.

Por tus versos el pan fermenta
amantes féculas, regustos
sufridos. Pasan silenciosos
obreros a un compacto grupo
de esfuerzo diario. Abre homicida
la flor atómica su luto.
La americana noche extiende
su salvaje aliento telúrico.
Tú, Germán Pardo, eres con todo
lo que cantas, fraterno, uno
mismo, materia solidaria,
trozo vivido, grito único.

Tus poemas son como rocas
calcinadas. Riscos abruptos.
Minerales versos, de piedra
en planetarios yermos mudos.

O como tallos vegetales
que en los légamos alzan húmedos
su cereal astronomía,
sus largos brazos de bejucos.

O humanos cuerpos que respiran
bajo la pena hacia un anuncio
claro y difícil de esperanza,
de paz, detrás del infortunio.

Germán Pardo, tu voz de América,
tu maciza palabra escucho.
Sólo canta la verdad quien
con tierra y pueblo se hace uno.

La poesía es tierra viva
carne viva, hueso profundo.
Hemos de alzarla vivamente.
Igual que quien levanta un puño.


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1970
DE "CON LOS CINCO
SENTIDOS"

CREO EN LA REALIDAD0

Me han llorado los ojos, pero he visto.
Caminé con los párpados alerta
y con ellos abiertos aún resisto.
Que lo real encuentre así una puerta.

Sé cómo suena el mundo cuando gira
alrededor de un hombre en pie de lucha.
Sé también cómo suena la mentira
y el corazón que escucha.
Sápida fue la vida poco a poco
dejándome dulzuras y amargores.
La vida al fin es como un barman loco
jugando a hacer alquimia de sabores.

He percibido bajo los aromas
el husmo de las cosas al ocaso.
El olfato conoce los idiomas
de todo, a redroviento, paso a paso.

Y nacieron las formas dulces, suaves,
ásperas, esquinadas, en mis dedos.
Alguna vez toqué y quemé mis naves.
Otras toqué, y me llené de miedos.

Mi lengua y mis oídos y mis manos,
mi nariz y mis ojos, interrogan.
La realidad les da sus soberanos
argumentos. Dialogan.

Ante estos cinco jueces he tenido
frente a las cosas un duro careo.
Olí, toqué, gusté, vi y he oído.
Testigo soy. En la realidad creo.

1971
DE "DE AQUÍ NO
SE VA NADIE"

DE AQUÍ NO SE VA NADIE

De aquí no se va nadie nadie.
Ni el místico ni el suicida.
Y es inútil,
inútil toda huida.

León Felipe

De aquí no se va nadie. Ni tú ni yo tampoco.
De aquí nadie nos mueve. Ésta es nuestra condena.
Ha echado ya raíces cuanto tocas y toco
y hasta el aire, tan leve, nos pone una cadena.

Es una ilusión vana escapar a otra vida.
Ni los muertos se van: son plomo oscuro
y cal bajo la tierra y una invisible herida,
un invisible hueco que dejan en el muro.

Somos los habitantes sin regreso
de una ciudad sitiada y en acoso.
De aquí no se va nadie. Todo el peso
de los siglos nos lastra. Somos su oscuro poso.

El amor es un círculo cerrado.
Si nos precipitamos en su sima
del amor no nos saca ya ni todo lo odiado.
No hay que esperar que el odio nos redima.

Somos dos desertores atrapados, cogidos
huyendo, casi en la frontera.
Nunca hemos sido, nunca, perseguidos
ni nadie nos impide ir hacia afuera.

¿Por qué estamos entonces prisioneros de nuevo
si nada nos retiene ni nadie nos vigila?
¿Por qué tú no te atreves, por qué yo no me atrevo,
por qué no nos salimos de la fila?

A lo mejor estamos ahora muertos
—tal vez aquel abrazo fue la muerte—.
Acaso porque estamos con los ojos abiertos
del todo, puedes verme, puedo verte.
Aunque se alce esta losa no salimos.
Estamos enterrados. Eso es todo.
De aquel agua de amor no somos más que limos,
no somos de aquel agua más que lodo.

EN ESTE TROZO DE PAPEL

En este trozo de papel escribo
la verdadera fábula de un hombre.
Es una carta sin destinatario
o es su destinatario el universo.
De pronto el papel crece.
Se hace inmensa llanura
y labro surcos vivos.
Se hace un inmenso mar
y trazo unas estelas.
El lápiz y la pluma se convierten
en obuses. Disparan.
A cada letra le abro un hondo cráter
como si disparase los cañones
de una desesperada artillería.
Quizá los cosmonautas deletreen
mañana sobre el rostro del planeta
de un trozo de papel, el alfabeto
con que escribí esta fábula resumen
de la vida de un hombre. Desde lo alto
leerán
esperanza donde puse
angustia. Y una banda de palomas
cruzará de repente la mañana.

1979
DE "IGUAL QUE
GUANTES GRISES"

LA PALABRA

LA libertad está aquí, en este hueco
sonoro,
en esta breve concha pronunciada.
Saberla, darle un orden, entenderla,
cuidarla como a madre o como a hija,
potenciar su fervor y su sentido,
vivificarla con la propia sangre,
sentarla en las rodillas de las gentes,
acunarla en el pecho hondo del pueblo,
templarla al sol rugoso de los campos,
airearla en las puras arboledas,
pasarla por las piedras ancestrales,
proyectarla a la lumbre de mañana,
dejarla que jadee entre fabriles
maquinismos, en tráfagos mineros,
asociarla al trabajo y a la pena,
a la rosa inicial de la alegría
y al gris rosario de las decepciones,
acompasar su música al latido
del corazón de todos, masticarla
como el pan que se suda, hacerla trago
de agua o de vino para sed y seca
garganta, convertirla en guante oscuro
para agarrar el hierro incandescente
del ansia de justicia, hacerla paño
para las cotidianas vestiduras,
dejarla recorrer como un zafiro
líquido entre los dientes defensores,
como un diamante blando y moldeable
mojarla entre los labios sensualmente.
Decirla y repetirla: pronunciarla.
Es el más subversivo y más humano
de los pronunciamientos.

LAS AVES

"Las aves de rapiña se lanzan sobre nuestras sombras".
(Cuadro de J. Miró)

LOS días como gotas reiteradas,
las palabras igual que guantes grises
el tiempo como extraña dentadura
nos han hecho de pronto carne expuesta
a los desgarramientos injuriosos.


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Centímetro a centímetro cedemos
la piel al alcotán que se descuelga
desde sus inhumanas cetrerías.
Nos asedian sus pardos aletazos.
A la vez somos pieza amenazada
y desnuda planicie de un gran pecho
donde los espolones se ejercitan.

Y planean las aves predispuestas
a su caza cruel, nublan fugaces
la luz de nuestros ojos, traen los restos
de antiguas presas, el olor confuso
de un sol como de pólvora y el viento
como de temblorosos homicidios.

Siento que han extendido nuestra piel
tal una vieja res ensangrentada
y una lluvia de curvas herramientas
desencadena su furiosa estirpe,
su hambre tradicional, su tiranía
de garras y de picos por la sombra
donde nos desdoblamos mudamente.

No somos prometeos, sino tristes
y pálidas siluetas abatidas,
casi pobres pastores que abandonan
sus mejores lechales por el miedo
cuando el azor metálico en el raso
azul coloca infame su belleza.

Pasa soberbia un águila o un garfio
alado, un halcón rojo, un neblí altivo.
Desde nuestras entrañas se alimentan.
Está el milano atento a nuestra sombra
y un cóndor desde el cielo nos domina.
Sentimos a la arpella cómo incuba
sus huevos en los hondos llamazares
por los que sin remedio nos hundimos
y hay buitres que aprendieron nuestros nombres
y que vuelven oscuros cada tarde.

1981
DE "ENTRE CAÑONES
ME MIRO"

LOS ENCUENTROS

NOS hemos encontrado con la pena.
Una mujer cruzando mudamente.
De pronto pareció que nos miraba
pero sus ojos lo indagaban todo
y hasta el fondo del mundo recorrían.

Nos hemos encontrado con el llanto.
Fuimos un poco de agua de su río
que traspasa la tierra de amargura
y mantiene los ojos como nubes
para sus torrenciales avenidas.

Nos hemos encontrado con el tedio.
Es una yedra antigua que carcome
la columna del tiempo y su constancia.
Se acogió alguna vez a las paredes
donde quisimos instaurar la rosa.

Nos hemos encontrado la injusticia
imponiendo su puño contrahecho,
sembrando sal, talando primaveras,
helando en nuestros labios las palabras.

Nos hemos encontrado con el perro
herido del rencor. Su piel quemaba.

Mas también encontramos la alegría,
niña un poco asustada, con sus ojos
como pequeños soles de verano.
De nuestra mano vino entre alamedas
que aún se mecen al aire del recuerdo.

Entre tantos encuentros tal vez fuese
más propio que escribiera:
nos hemos encontrado con la vida.

1983
DE "UNA MUCHACHA
MUEVE LA CORTINA"

EL FUSILAMIENTO

EXPLANADA de pitas como espuma
de lava verde, y el volcán es mío,
el pelotón redobla y se despliega,
el capitán del sol abrasa el áspero
dril de los uniformes y refluye
calor en la madera de fusiles
ya contra el suelo ya contra los hombros.
El día duele de alto y de amarillo
y la luz es espejo que se rompe
furioso entre las piedras, mil pedazos
vuelven a reflejar el mismo cenit,
el mismo mediodía sin sonrisa.
El sudor baña rostros y se enfunda
en la miseria de los corazones.
Así me van a fusilar, debieron
de fusilarme ayer el tiempo pasa.
"Un instante
primero que la voz de mando suene."
Los amigos me buscan en las fosas
comunes y sortean mi cadáver
porque así debió ser y vuelvo a casa
seguramente tarde, demasiado,
y tal vez expulsado del colegio
y lloro en brazos de una madre, niño,
que en la sombra me llama y no es la mía
o es que acaso no soy yo quien acude
con el traje escolar que se parece
al que llevaba el mediodía aquél
cuando las quince bocas me apuntaban
la lección de la muerte y sus respuestas
de plomo y sangre y sueño y odio acaso
por la explanada de la pita, entonces
al volver he caído, el niño nunca
lo pensó: era la guerra. Hubiera sido
mi padre quien cayera... al fondo emerge
la casa familiar, joven encuentra
su muerte en una guerra no cumplida,
enlutados los hijos ahora cruzan,
ahora cruzamos. Tuvo un hijo, éste
que persigue el semblante y unos ojos
que miraron serenos a mi madre.
Está a la puerta de un destino extraño,
un destino no suyo que se pone
igual que una guerra y reglamenta
usada vida impropia y tal vez muerte
impostora, porque era quien caía
yo y bien que lo noto ahora en el pecho
y en la frente. Las quince no acertaron,
cinco sueños perforan aquel cuerpo
que tuve, al que llegué desde un endeble
esqueleto de niño que soñaba
escenas de una guerra aún no ocurrida.
De la explanada del fusilamiento
llego con sangre seca por las sienes
con la camisa rígida de sangre
—lávala, madre, y el botón sujeta
con tu hilo de paciencia y sacrificio—
seca sangre en el borde de los huecos
por donde resbaló la vida leve
de aquella adolescencia entre fusiles.
Has metido los dedos en las simas,
pequeñas, restañadas, tan oscuras
madre, que son la noche hecha de pétalos
heridos y co]gados de tus manos
¿te las miras ahora todavía
con inconmensurables ojos secos
de un llanto exterminado por la muerte?
Y cruzan los soldados voluntarios
formando el pelotón que me ejecuta,
van a dejar sus armas en los viejos
arsenales del odio y a la sombra
de un volcán apagado por mis ojos.
Arrastro desde entonces tanto cuerpo
acribillado que me pongo fuera
del tiempo carretera tan angosta
para andar a favor de la esperanza
y comprender que soy sólo un cadáver.


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SOCIOS DE HONOR EUROPA

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1985
DE "DEL TEMOR Y LA
MISERIA"

LOS CUENTOS

"... y que el miedo del hombre
ha inventado todos los cuento

León Felipe

Un hombre en lo remoto de los siglos
debió de ver alguna noche el miedo.
Yo lo he sabido porque entre las sombras
de mi cuarto aún fulgir sus ojos siento.
Un hombre en lo remoto de los siglos
debió de estremecer de horror su cuerpo.
Yo lo he notado porque algunas veces
no sé por qué también yo me estremezco.
Un hombre en lo remoto de los siglos
debió de sollozar entre sus sueños.
Yo me percato porque muchas noches
de súbito llorando me despierto.
Un hombre en lo remoto de los siglos
debió perder su realidad, su peso.
Yo lo percibo porque me doy cuenta
de que no soy sino un extraño hueco.
Un hombre en lo remoto de los siglos
para tranquilizarse inventó un cuento.
Yo lo descubro porque día a día
repito sus historias sin quererlo.

1990
DE "REFORMATORIO
DE ADULTOS"

LO MISMO QUE CANSADOS

Todos somos lo mismo que cansados
leones. Entornamos los ojos. Pasa el tiempo
su látigo. Otro día. Lentamente
el circo estrecha el cerco.
Giró otra vez la vida en nuestro eje
un poco. Sostuvimos un momento
el mundo en nuestras manos. Un segundo
en nuestro hombro gravitó su peso.
Hubiera sido todo al fin posible
—todos somos gastados sueños—
pero la mano —la que un día
tocó el amor— no conquistó más que esto.
Por la ventana ves pasar ahora
la vieja historia o bien el nuevo cuento.

Todos somos una ventana
que da a la realidad, o da al espejo
de nuestra soledad tan repetida
como cada uno de nosotros. Dentro
se sublevan oscuras poblaciones,
se rebelan sombríos pueblos
ocultos. Nada grave. Todos somos
abortados pronunciamientos.
La tarde aplaca al sol, reduce brillos
y armoniza los desconciertos.

 

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Estás cansado. Estamos. Somos todos
fatigados leones. Callan lejos
las máquinas. Cerrados los oficios,
se acurruca en la sombra gris el perro
de la costumbre. Todavía quedan
batallas por librar en el recuerdo.
Desde su fondo ascienden lodo, llanto,
sangre, como un día llovieron,
como llueve aún. Mientras, la luna
sobre nuestra cabeza. Ahora sabemos
que esas sencillas flores tan difíciles:
paz, libertad, justicia, en sus barbechos
no vamos a encontrarlas. Su materia
es esta misma costra oscura. Menos
mal. Otras lunas hay. Planetas
quedan para ahuyentar el miedo.
Fuera mejor no saber nada. Acaso
es la felicidad este silencio
de atardecer. Pobres protagonistas
de un repetido y trágico argumento.

D. Leopoldo de Luis respondiendo a una entrevista radiofónica

1996
DE "CASISONETOS
DE LA ÚLTIMA
TUERCA"

EL ESPEJO

Miré mi rostro en el espejo: ¿ése
soy yo?, me pregunté. Y algo pasaba
por la luna, una sombra que empañaba,
que empaña mi cristal, aunque me pese.
Salí. Otra habitación. Unos instantes
contemplé las paredes como tumbas,
como sombrías y hondas catacumbas
que me volvieron al espejo de antes.
Y cuando volví a verme en el espejo
comprobé con asombro que el reflejo
de mi rostro era otro diferente.
¿Cuál de los dos seré? ¿O será acaso
que somos otro siempre, a cada paso,
y el verdadero yo siempre está ausente?

ENTREVISTA AL POETA LEOPOLDO DE LUIS
PRIMER PREMIO DE POESÍA
"PABLO MENASSA DE LUCIA"
24 de octubre de 1999

Por Carmen Salamanca

P- ¿Qué significa para usted el premio?

R- Todo premio significa una satisfacción en cuanto supone el
reconocimiento de un trabajo. Pero éste, al estar colocado al amparo del nombre de un malogrado joven poeta, lleva consigo la exaltación de su memoria que enfunde, por encima de la melancolía de su desaparición, un nuevo fervor poético.

P- ¿Qué nos puede decir de su libro?

R- Los poemas de "Generación del 98" son, en primer lugar, un
homenaje a las grandes figuras de la poesía española conocidas bajo ese nombre. Representan mucho en nuestra cultura y yo, personalmente, les admiro y les debo buena parte de mi formación estética e incluso moral. Por eso hay también una identificación con sus valores que dé paso a la
interpretación lírica. Por eso, a las referencias historiográficas, con ciertos aspectos que llamaríamos "culturalistas", se une la emoción lírica que nace de las lecturas personales. La poesía nace de la vida, pero también de lo que se lee, porque la lectura, asimismo, es vivir. Dicho de otro modo: en el libro se narra, esto es: se cuenta, pero a la vez se siente, esto es:
se canta. En resumen: en estos poemas intento que hechos históricos y emoción lírica caminen de consuno.

P- Pregunta inevitable: ¿qué es para usted
la poesía?

R- Alguna vez la he definido como respirar por la herida.
Entendamos herida como vivencia, como experiencia personal. La poesía nace de los sentimientos subjetivos, nace de la misma prosa de la vida, pero consiste en lograr que esos sentimientos y esa prosa trasciendan a valores estéticos mediante un lenguaje peculiar, una palabra cargada de contenido y una forma armónica y rigurosa. Todo ello debe ir envuelto en un ritmo que nace del propio poema, sin el cual la comunicatividad del poema puede frustrarse.

P- ¿Qué es lo que más le influye al momento
de escribir el poema? ¿La vida? ¿La
belleza? ¿El dolor? ¿O acaso otros poetas?

R- De todo y de todos es tributario el poeta. Cuanto le llega del
mundo interior o del exterior le enriquece y le estimula. No sólo la belleza, porque también hay una estética de lo feo. El dolor suele ser más motivador que la alegría, como la duda es más fecunda que la fe. Pero, en último término, uno escribe de sus obsesiones, de sus preocupaciones. A mí, especialmente, me preocupa la condición humana, lo que somos y nuestros condicionamientos. Nuestra fisiología y nuestra psicología. De qué manera se enlazan el ser y el pensar. Por qué y cómo se alían la materia que resiste y la materia que insiste
intelectualmente. Mente y materia, ¿no son, en el cuerpo humano, una misma cosa?
  En cuanto a la presencia en mí de otros poetas, no hay duda.
Todos los que he leído han tenido peso, en mayor o menor medida,
en mi formación. Cada vez que tomo la pluma están gravitando
sobre mi mano cuantos me precedieron. Quizá tendría que decir, con Borges, que me importa más lo que he leído que lo que he escrito, ya que importar quiere decir llevar dentro, y yo llevo dentro mis lecturas, en tanto que mis escritos ya están fuera. (Claro que no estoy seguro de que Borges lo dijera en este mismo sentido).

P- ¿Qué destino cree que le espera a la
Poesía en estos tiempos tan prosaicos?

R- Ya he dicho que la poesía se hace desde la prosa, de modo que por ese lado no hay temor. Por otra parte, en un tiempo de guerras, de hambres, de injusticias como el mundo actual, en un tiempo enloquecido, la poesía es lo único que pone un poco de paz y de esperanza. Ya ve: estamos a punto de entrar en un nuevo siglo. En los anteriores, la Humanidad no ha sido capaz de eliminar tan graves lacras. Me temo que tampoco lo va a lograr en los venideros.
Pero siempre habrá un ser humano que enarbole desde la poesía una palabra de paz, de libertad, de protesta, de belleza, de amor. Esa es la esperanza. Como dice un verso del poeta Jorge Padrón, se le puede decir a la poesía: "sólo muere la mano que te escribe".

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