LAS 2001 NOCHES ÍNDICE DE  NÚMERO 28

 NOTAS DE DIRECCIÓN

GABRIELA MISTRAL

 I                                                                    

II

EL COSTADO DESNUD

III                                                                  

IV

UNA PALABRA

 V                                         VI  INTERROGACIONES
 VII      VIII   CONCEPCIÓN SILVA BELINZÓN
 IX                                        X  CONCEPCIÓN SILVA

 XII

XI 

LOS ENANO

 XIII

EL HOMBRE VERDADERO

ALFONSINA STORNI

SE INSTALA PROFECÍA

MUNDO DE SIETE POZOS

ANTICIPANDO LA REALIDAD

LA PALABRA

LA POESÍA NOS CUNDE

AGRIO ESTÁ EL MUNDO

HUELLAS DEL AMOR

ROSA CHACEL

DE LA MANO DEL AMOR

ODA AL HAMBRE

LETRAS DE FUEGO

LA CULPA

POESÍA CALLEJERA

ENCRUCIJADA

TIERRA DE AMANTES

OLGA OROZCO

ENTRE PALABRAS

RECOGE TUS PEDAZOS

PRIMERA INQUIETUD

¿ERES TÚ QUIEN LLAMA?

CUANDO ESTÁ POR LLOVER LOS PÁJAROS 
NO VUELAN

ALLÁ LEJOS, ¿PARA QUÉ?

DE TANTOS VUELOS

GLORIA FUERTES

BELLA DE SIESTA

ME DUELE EL ALMA

...Y LLEGÓ EL PSICOANÁLISIS

LABRADOR

TEMPORADA 1999- 2000

PENA DE VIDA

SOCIOS DE HONOR

LA VIDA ES UNA HORA

MÁS HONOR QUE DINERO

EDITORIAL

CUANDO FUE NECESARIO PARA SEGUIR PSICOANALIZÁNDOLA, DEJE DE QUERERLA

NOTAS DE DIRECCIÓN

UNA CUESTIÓN SEXUAL EN PSICOANÁLISIS
EL CUERPO, EL TIEMPO, LA POESÍA

I

  No habiendo encontrado, después de intensa búsqueda, el tiempo donde fuera posible decirte algunas palabras fundamentales para que puedas alcanzar en más oportunidades un estado creativo gozoso, he decidido, ya lo ves, que ese tiempo sea el tiempo de la escritura.

El encuadre, estas páginas blancas, donde te iré diciendo del
Otro tu mensaje, de otros, para otros, hundiéndose en la niebla acústica que producen las palabras y sus esotéricas combinaciones.

En el decir de Freud, haremos el amor seis veces por semana, en principio, porque después, vendrán los largos seminarios donde estaremos todo el día juntos y los grandes congresos internacionales donde nos reuniremos con el mar. ¿Te das cuenta? Tú, yo y el mar: como si el mundo fuera esa belleza. Y volveríamos a nuestra ciudad, a nuestros hogares y, cada vez, seríamos más jóvenes y aún más hermosos y terminaríamos sepultados vivos, y ahí lo siniestro, por un millón de palabras en varios idiomas y sus combinaciones
perfectamente engarzadas al azar.

Sé, me has dicho, que tus intenciones son alcanzar del corazón su centro. Urdir en el propio corazón del hombre una maniobra que, aunque en ella se rompa el corazón, atestigüe tu presencia en el mundo.

Hablar tiene el encanto de no hacer y ahí tu maldición. Porque no hacer no se consigue con el cuerpo, sino con las palabras.

Tendidos sin mirarnos, porque los ojos son los que ponen colores a la muerte. Sin ojos, no hay posibilidad de engaño: la muerte siempre es negra.

Tu cuerpo muerto, tendido y vacío, sólo forma y belleza, tratando de alcanzar sin conseguirlo, ese otro cuerpo, también muerto, mi cuerpo, a tu lado, pleno, condenado por tu carencia a poseer lo que te falta.

Inalcanzable cuerpo muerto, por ser tu propia voz su canto.
Voz de tu voz, palabra de tu palabra,
enredadera atada sin piedad sobre ti.

II

He sabido por tu madre, que te gustaría que antes de fin de año rocemos las aristas del espanto.

Quiero decirte que la familia es un hecho concreto tal, que sin familia, es como una ciudad sin agua. Es imposible vivir sin ella, se la lleva afuera o se la lleva adentro; quiero decir: ahora, para evitar términos tan sugerentes entre nosotros como adentro y afuera, que la familia está presente en nosotros como forma de modelo ideológico social o bien está consolidada como modelo ideológico inconsciente.

Seré, «te lo prometo» antes del acontecimiento, entre nosotros, del verbo enamorado, el arrebato perfecto de una mirada. Tu madre enamorada, encandilada por tu belleza, enajenada de poder transformarte según su algarabía, en su falta, su hombre, su deseo o, peor todavía, su envidia, su desprecio, su lejanía.

Antes de fin de año, mi pequeña, quiero hacerle saber, que ya no volveremos a estar los dos a solas. El tiempo, para entonces, habrá partido nuestra razón de ser. Un pozo de silencio, el tiempo, entre nosotros, mi deseo, arrancándola brutalmente de mis brazos, empobrecidos ahora, por su ausencia. Aleja su mirada de mi mirada, empobrecida ahora por su lejanía y estrella tu mirada, querida, contra lo que no habrá en tu aurora, ni aún después de los grandes
acontecimientos. Contra lo que no podrá ser tu forma, ni, aún después,
de las más bellas poesías.

Mutilado porque mi cuerpo es otro que tu cuerpo, desprestigiado, incluso, para tu mirada detenida por el horror de mi ser, impotente de ser mi cuerpo y mi palabra, mi forma y mi sentido. Tu mirada helada, en un rincón del alma, para siempre.

Por el horror de mi ser, impotente de ser, exactamente, tu imagen deshilachada en el espejo negro de la muerte. En el espejo muerto del negro silencio. En el silencio muerto y negro en el espejo. En el silencioso espejismo negro de la muerte, donde tus caderas comienzan a bailar al ritmo de macumba.

Negra de magia, abierta, silenciosa, al sonido espectral de los tambores, delicada y altiva, como una rosa entreabierta puesta en su lugar. Insolente, enamorada de ti misma y, todavía, antes de desear, te abrazas a la muerte para no morir nunca ¡CONDENADA! Tu silencio es negro. Tu silencio es la señal que te quedó en el cuerpo de aquel abrazo con la muerte, para no morir nunca, para nunca desear, para nunca ser otra que tu voz.

Y no queriendo llegar muy lejos o, por el contrario, quiero decirte, que ponerte a llorar, enfermarte gravemente o enamorarte de algún desconocido, no te servirá de mucho, a menos que puedas entender, que tus resistencias, cuando lo nuestro se trata, simplemente, de una conversación, siempre son exageradas.

Recuerdo que la primera vez que me animé a decirte, rodeado de precauciones, que era bonito conversar contigo, te pusiste a llorar al estilo de las lloronas sicilianas, interrumpiste el encuentro antes de tiempo e intentando pegarme con la cartera en la cabeza (golpe que esquivé con un paso atrás y un directo a la mandíbula) me dijiste con rabia: Usted es un desgraciado.

Al otro día volviste encandilada por la posibilidad de poder sentir y expresar esos sentimientos.

Mientras te desnudabas, pedías perdón por lo del día anterior y tus manos al borde del silencio me dijiste: Usted es un hijo de puta. No sé por qué se lo digo, pero me hace bien que sufra, sépalo. Soy la peor de todas, tengo sarna. Voy por la vida enarbolando mi fracaso, su fracaso, doctor, ¿se da cuenta? Conmigo no puede nadie. Yo soy la flema ardiente del deseo y no sigo adelante porque tengo miedo que usted me aumente los honorarios.

III 

Oh, cuerpos del calor extremo, perfectas mariposas desesperadas, tenues ruiseñores alocados y ciegos, como usted, cantores de los días más espectaculares de nuestro proceso de fracasar, de nuestro gran error.

Yo soy el que se hunde silenciosamente en mí, para que puedas volar.

Ya tenés alas, volá para donde quieras, yo sigo en mi rincón a pan y mate, el resto es triste, lo cantaré a solas cuando tú ya no estés.

Querida, quiero que comprendas, ¿cómo decirle a Dios que deje de serlo, cuando ya ha sido amado como tal?

Cuando ella me insulta es porque me pertenece, cuando ella me injuria es cuando más me ama. Está desesperada de amor, por eso me insulta, tiene celos de las letras de la máquina, porque las letras de la máquina tomadas en su conjunto son más que ella.

Alguna vez dirás que escribo porque escribo, y tendrás tus razones. Sin mucho dinero como para que las muertes cotidianas sean más breves o insignificantes, la mejor muerte a mi alcance es morir escribiendo. Se pierden con la escritura las necesidades pequeñas y el hombre escribiendo está hambriento de libertad más que de pan y cuando está hambriento de pan, siempre es algo general, muchos hombres y millones de niños mueren por falta de pan. 
El que escribe si no lo matan antes, los Estados o los medios de comunicación
social, termina amando cosas grandes, praderas inmensas como las palmas del cielo, varios millones de piojos queriendo rescatar el picor que producen, un verdadero ejército de piojosos queriendo rescatar del mundo la mugre que padecen. Y, mientras tanto, una estrella se parte entre los ojos de los amantes.

Y todo es grande para el que escribe, cometas enarbolando banderas invisibles, espacios subterráneos, cárceles abiertas como brazos abiertos.

Velocidades supersónicas donde cada música encuentra su palabra.

El vuelco de los días, querida, ha de ser para adelante, nadie
morirá del pasado.

Mis manos vuelcan sobre el papel palabras condenadas a morir en mí. Desarticulado aluvión de nuevas combinaciones para detener la muerte del moribundo.

Sólo tu madre puede más que la muerte.

IV 

Doctor, sabe una cosa, puedo llegar a ser una escritora genial. Ayer a la tarde le dije a mi marido que me había acostado, perdón por la palabra, con usted, con mi psicoanalista. Y yo, sabe doctor, asombrada, con los ojos abiertos por sus gritos le pregunté, ¿por qué, querido, es más grave que haya sido con mi psicoanalista?

La pregunta detuvo mi corazón, mi pensamiento, la pregunta estaba dirigida a mí. ¿Por qué?, me pregunté yo a mi vez, habría de ser malo hacer el amor con el psicoanalista y entonces le pregunté a. Ella, ¿y cómo le fue? Pero si todavía no hemos hecho el amor, doctor, qué me pregunta ¿Cómo le fue? ¿Sintió acaso deseos de morir, deseos de ser otra? No, doctor, usted ya sabe cómo me fue, se lo digo yo, para que usted no se gaste, si hiciéramos el amor a mí, su pequeña reina, me iría mal, yo sólo puedo con mi madre, con Ella en general, con la Muerte, con usted, si fuera capaz de llevarme toda la vida con usted. Pero usted es más que un cobarde, usted es una fruta madura a punto de pudrirse, ya casi no desea y sin embargo este arrebato que siento por usted, pero no, no podría.

Y a usted, doctor, ¿cómo le fue?
Hasta aquí y sin saber del todo por qué, te he complacido más que
lo que tu propia salud mental podía soportar, sin sufrir los desequilibrios que en el momento actual te aquejan. Yo he sido tu madre y, ahora, te pasa como a ese niño que la madre tiene en sus brazos hasta los siete años y después lo lleva al médico porque el niño tiene un retraso para caminar. Acepto sin dilación tus reproches a mi trabajo, por no haberme dado cuenta antes de semejante situación entre nosotros, para poder decirte inmediatamente, que en muchas otras oportunidades hablamos estas mismas palabras y quiero recordarte, que tú rechazabas la idea, te ponías muy nerviosa, encendías un cigarrillo y por fin me decías que me dejara de decir tonterías y que si yo seguía trabajando de esa manera tan brutal, no me volverías a pagar nunca más 200 dólares la página.

Hoy no podré llegar hasta el final, hoy será preferible que guarde cierto silencio, ella ya dirá cuando diga.

Señor, somos las tristes marionetas amordazadas. El tiempo se ha roto, las horas huyen despavoridas unas de otras.

Ha llegado el amor. Los minutos son siglos, usted es el sol: su calor llega a mí desde lejos, cuando estoy enamorada, su luz, me acompaña todo el día y gran parte de la noche en mis sueños, por eso, doctor, yo prefiero odiarlo, alejarme de usted, olvidarlo.

V

 Enaltecido por la sombra de llevar conmigo la poesía, te diré que ella se ha vuelto loca, en un tiempo donde ya casi no tiene sentido la revolución, ella me pide que me mate por ella. Ella, como verás, es una consejera peligrosa. Debemos tener cierto cuidado para no transformarla en una mujer mortal. Para que esto no ocurra debemos mantenerla alejada de los negocios, del juego, de la sexualidad, del viento de poesía que llevaremos con nosotros los días por venir.

A pesar de considerarme el mejor psicoanalista de gente grande y sana, me atrevo a tus pendientes milagrosas, cada vez más profundas y negras. A pesar de considerar mi retórica diabólica entre diabólicos, me animo a tus silencios, más negros aún, que tus profundidades.

Antes de seguir quiero aclararte un mal entendido, lo que estamos produciendo en esta conversación, no va ni para atrás, ni para adelante, ni para arriba, ni para abajo, ya que lo que transcurre entre nosotros y en dirección prohibida, es el tiempo; el lugar y nosotros, somos siempre los mismos.

125.000 ejemplares: NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA


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Me respondiste a la aclaración, con un no sé qué será de mí entre tanta niebla, pero si usted lo dice, algo ha de ser. Y con la violencia de quien, todavía, no ha llegado al mundo, se desnuda en medio de la página, y me pregunta: ¿quién ha hecho esto para ti? Por mí, le respondí, ni siquiera usted, he visto a muchos hacerlo por el Otro.

Y qué, vas a cerrar los ojos para no verme. Y qué, vas a morir, todavía más, para que mi cuerpo no abrigue ninguna esperanza de liberación. Y sus piernas eran tambores gráciles, bailes febriles, sobre mi propia manera de ser, sobre mis puntos de vista. Cuando ella cayó derrumbada, partida en dos por su propia energía a mis pies, le dije: Mira, nena, hoy que el odio ya me llega a las tripas, te diré quién es la peor: Antes, si tú y Ella me lo permiten hablará mi experiencia. Dos mujeres es todas, quería decir, que con dos mujeres alcanzaba para darse cuenta cómo eran todas El resto fue todo galantería de mi parte. Y como soy grande tuvimos grandes amores y grandes deseos y parecía, que ninguna otra cosa sería posible y, sin embargo, te digo a vos para que a tu vez le digas a.
Ella, que deben tener mucho cuidado conmigo, soy un hombre capaz de cualquier disociación, me propongo poder escribir algo que nada tenga que ver con mi vida: Tu amor por Ella.

Darme cuenta que la que menos podía con la nueva situación fueras precisamente tú, me deprimió todos los renglones anteriores. Ahora debería poder alejarme de todo, también de mi propio pensamiento. Cuando llego a este estado, Ella se siente agradecida, de que por fin, después de tantas vueltas, yo esté preparado para escucharla.

VI

 Usted ya se dio cuenta, soy una paloma despedazada por
pequeños deseos infantiles. Por mi ambición, extrema, de tenerlo todo para mí.

Soy la que sufre en vano. El dolor ardiente de la noche y, también, de la mañana. Cuando consigo alejarme de mí, me sigo viendo a mí misma, retorciéndome, con ganas de hacer pis, temblando de miedo, sintiendo que le estaba transmitiendo mis perversidades. Porque yo soy perversa. No se dio cuenta cómo me duelen las tetas cuando lo miro. No se dio cuenta, que después de hacer el amor, soy la hiena capaz de comerse a sí misma, para que nadie la vea sonreír.

Soy incurable, doctor, en el centro propio de su inteligencia de la vida, un cáncer maligno, su pequeña nenita enamorada le envía de regalo esta hermosa mierda tallada para usted.

Espero que usted sepa interpretar apropiadamente mi desacuerdo con su lengua materna, cuando pretendo insinuarle que sin mi ayuda, usted, no podrá ser famoso o tardará mil años.

Mi vértigo, doctor, lo ayudará a crecer. Mis ansias por las pasiones celestiales lo ascenderán al cielo. No tema, doctor, soy una hembra poderosa. Mi madre vive en mi dolor, abierta a los perfumes de la muerte.

VII

Hoy, después de un encuentro prolongado, aún más que nuestros encuentros prolongados, me hiciste reconocer que, yo, estaba equivocado.

Ahora, a solas, sin la presencia de tu voz temblorosa, no puedo recordar ni los motivos de tu tristeza, ni el argumento de mi equivocación. Lo que recuerdo es que tú lloraste toda la noche y gran parte del día siguiente y que yo tuve angustia como cuando niño le tocaba el culo a una vecina y mi madre al verme me pegaba una cachetada.

¡Cómo explicarle a mi madre, entonces, que yo en verdad la amaba a Ella y que con la vecina era por puro juego, por pura diversión.
Cómo explicarte, compañera mía, de este viaje insondable, que el amor nunca renunció a nada y, por eso, no existe.

Renunciemos mi amor a nuestro amor, para poder amarnos.

Renunciemos mi amor a ser el uno para el otro, para poder tenernos.

Renunciemos mi amor a nuestras mezquinas ambiciones, para poseer, junto con el poeta, lo más grande.

Vivimos en un mundo, querida, que el que no necesita dinero, necesita amor. Y es en este mundo desesperado y perplejo por no poder, donde te planteo el arrebato de un diálogo. Una antigua manera de encontrarle nuevos caminos a la vida. Te propongo un diálogo mantenido a cierta distancia, una verdadera prueba de fuego. En principio nos miraremos como pesando cada uno su propio peso. Encontrar en el otro en esa mirada el lugar donde será vencido. No ya la muerte, sino el espacio infinito y negro de la locura será nuestro lugar de trabajo. Todo será maravilloso y siniestro, ganaremos y perderemos varias veces, en varias situaciones. Podremos y no podremos con el amor. Triunfaremos y seremos vencidos jugando el mismo juego con los mismos rivales. Quiero que lo recuerdes para siempre, en esos momentos, Ella se parece a la máscara de una alegría pasada. Ella es impenetrable cuando está muerta y, sin embargo, tu cuerpo se contrae bajo tus ropas, tu cuerpo se quiebra por debajo de tus más viejos sentimientos. Se trata, querida, de la repetición de una frase que Ella más que hablar, prefiere temblar. Un viejo rito se establece en los contornos de tu cuerpo, como cuando en mi barrio encendíamos la fogata de San Juan. Ahí, como hoy en tu cuerpo, querida, se quemaba todo lo viejo. Ahí, se quemaba cada vez, el pasado. Ahí se quemaban los tibios rencores, los azulejos brillantes de la muerte.


VIII 

A veces, tu egoísmo me parte el corazón y, sin embargo, sigo ambicionando esta maravillosa, a mi entender, conversación contigo, aunque para que eso sea posible, yo tenga que llegar al borde mismo de la soledad.

A veces, quiero decirte, te veo más obligada que apasionada.
Como si nuestra conversación fuese un paso necesario, obligatorio para tu vida y no una terrible, tremenda decisión.

A pesar de haber clamado con todas tus fuerzas por una situación semejante a la que estamos construyendo, ahora, te pasa como si no pudieras soportar bien la cristalización de tus propios deseos.

Tu destino antes de conocerme estaba sellado.

Un día después de muchos intentos, lograrías enamorarte de un hombre y ese mismo hombre, propiamente enamorado de vos, te mataría.

Quiero decirle, que usted sabe que de mí puede enamorarse sin temores. Soy el hombre que ha decidido no matar. Ahora, claro está, usted, para que nuestro amor sea posible, tiene que abandonar la idea de suicidarse entre mis brazos.

Salvados estos deseos absurdos de matarte y matarte, la
conversación podría llegar hasta el mismo centro de la filosofía.

Quiero decirle que tendremos tiempo para todo.

Nos pasaremos dando vueltas alrededor de lo mismo durante largos años, hasta que un día la luz ilumine tus ojos y cierre los ojos de tu madre, mis ojos, para siempre. Mis ojos, aquellos ojos inmensamente abiertos, escrutadores y felinos, ¿te imaginas?, cerrados para siempre.

Para que tú puedas volar, querida, el universo se
quedará sin una luz.

No blasfemes, mi amor, no blasfemes, contra esta virtud inmaculada que te ofrezco. Aprieta contra mis palabras tus últimas esperanzas. Vamos a saltar hacia adelante, hacia un futuro que el hombre en general, todavía, no puede.

Todo circula a velocidades más allá del sol. Un mundo donde todo retrocede, porque más allá, sólo el vacío negro del sol agonizando.

Un mundo, querida, donde todo el pasado se hace carne viviente, ¿te das cuenta?, un mundo donde los viejos amores vengan constantemente a instalarse en nosotros, donde nos persiguen los viejos fantasmas, donde la vieja humanidad nos sobrecoge cada vez. Un mundo, querida, donde nadie podrá perder sus sentidos, porque los sentidos ya fueron perdidos.

IX

 El impacto que te produjeron mis primeras cartas, me hizo dudar acerca de seguir escribiendo de nuestra apasionante aventura, por temor a dañar tu sensibilidad, tu orgullo.

Tu silencio es aún más hondo, tu disociación más extrema.

Tratando de ayudarte te diré, que las últimas veces hablamos del dinero, de la relación entre el dinero y tu cuerpo, y eso, siempre te perturba de alguna manera espectacular.

Tú hubieses preferido que fuese todo por amor.

Si hubiese sido todo por amor, mi pequeña, ahora no habría ninguna necesidad de separarnos. Pero quiero recordarle, querida, que usted llegó hasta mí para volar y no para morir, como a veces parece que usted quisiera, pequeña, y muerta de miedo entre mis piernas.

«No me deje, doctor, espere un tiempo más, todavía no pude ni escribirle un poema a mi madre. Yo vine a usted, es cierto, porque quería ser como las grandes escritoras que no temen a nada. Esas escritoras que no mueren en la guerra, esas escritoras que no sucumben frente a ningún amor, esas que se ponen a llorar, sólo, en presencia de un poema bien escrito. No me deje, doctor, justo ahora, que había comprendido que usted no era el bramido del viento, llamándome a la muerte, ni la superficie helada de los vientos donde, al anochecer, plasmaba mi locura.»

No dije que se fuera, sólo que el tiempo se abre camino 
entre nosotros.

«Sí, el tiempo, doctor, claro… nuestro adiós, la propia muerte de nuestras cosas, doctor, nosotros y el tiempo.»

X

Encuentro estos momentos de nuestra relación propicios para  comenzar a decirte cómo es que a mí me gustarían las cosas entre nosotros. Y, sin embargo, elijo el silencio entrecortado de mis versos para no decirte del todo, para dar cabida, una vez más, a tu frondosa imaginación, sin la cual, debo reconocerlo, ya me sería muy difícil seguir viviendo.

Soy, mi querida señora, el que quiso matar la paloma de la paz.

El buitre ensangrentado lleno de furia por haber sido maltratado en el amor desde pequeño. Por eso, en los encuentros mortales, en la desavenencia nocturna del alba, allí puedo decirle los olores de las tristes mariposas muertas antes de volar verdaderamente.

Esas almas sin destino.
Voladoras para recreación de algún espíritu volador,
sin nada para ellas en ese arte de volar.
Quisiera, junto contigo, amada,
ser el estruendo mortal de la ineficacia.
Portero de la nada, del viento contra el viento,
un ser confundido con las más airadas protestas de
libertad.

 


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Embelesado de no saber volver a ningún sitio,
abierto después de la tremenda ineficacia, en llamas multicolores, envuelto entre las razones de su odio, la espero. Malherido, lleno
de horror por lo inevitable.

Envuelto en ramas, sacrificando algún olor, conteniendo la ira y el miedo, el amor ha permanecido en mí, inalterable. Lo sé, en los odios y las envidias más fuertes, en los desgarros más profundos, ahí, anida la poesía.

No es a un imbécil liberado a quien se le entrega la poesía, sino a quien le costó la vida liberarse, es a quien se le entrega la poesía.

Me ama cuando le muestro mi rostro ensangrentado. Cuando en mi cara aparece la mueca de la muerte, me adora.

XI 

A medida que voy entendiendo lo que nos pasó. Lo que hice que pasara con mi vida estos 30 años pasados, me quiero morir, cada vez más y, sin embargo, sé que no lo haré y con el tiempo terminaré recordando con cariño y benevolencia a mis torturadores. Algún poema rendirá homenaje, también, al mal.

Ya verás, cuando termine de desnudarme, también saldrán
corriendo, pero esta vez impactados por mi pureza.

Nunca he sido tocado sino por mí mismo.

Cuando ella me besaba, en realidad besaba la imagen que yo proyectaba, amándome, sobre ella.

Siempre mentí, querida, siempre engañé, nunca dije, exactamente, una verdad, a nadie. Ni a mi madre, ni a Dios.

Y si ahora quieres que te diga la verdad te la digo:

He mentido siempre.

Y no puedo ya sino mentir.

El no decir del todo. El decir a medias. Decirlo, pero metafóricamente. Decir, diciendo otra cosa. Enredar, enrrollar, desrealizar, forma parte fundamental de mi estilo.

La palabra me había comido el corazón.

Llegué a ser una llanura infinita de sinsentidos.

Habían desaparecido las normas que mantenían unidas unas
palabras a otras. La precisión dependía de imponderables. La
belleza del azar.

Después, me encontré con un montón de cocodrilos y les dije, cómo era que se hacían los versos y los cocodrilos me dijeron que sí y se comieron todos los frutos que yo había conseguido reunir cerca de mí.

Después, pretendieron escribir y se hundieron, sin más, en sus remordimientos de cocodrilos.

¡Estoy vivo! ¡Estoy vivo! y eso es lo que cantaré.

XII 

Se trataba de llevar la relación adelante a cualquier costo, así me lo había dicho ella en la primera entrevista. Después fue duro explicarle que así no se podía vivir.

Alguien, de los dos, tendría que reconocer algún día que nos
equivocamos mil veces y que no sería justo decir que hicimos las
cosas bien. Aunque estemos contentos, aunque el hecho de haber sido derrotados nos haga mucha gracia, sería injusto decir que hicimos las cosas bien.

Yo soy el hombre que se comió la almeja envenenada con radiación atómica. Escupo isótopos como piedras abrillantadas de locura, tengo en mi alma espinas asesinas, luces de ceguera. Soy el arrebato final de un envenenamiento masivo. El cristal más puro, la partícula más sangrienta.

Huyamos hacia el sur, me dijo una tarde con la boca helada y, todavía, antes de morir, huyamos hacia el infierno, mi amor.

Yo en estas ocasiones no le decía nada, después, por su insistencia, le cantaba al oído canciones orientales y le metía el dedo medio en la vida y mi cadencia la llevaba a los límites del amor y oriente medio reventaba en una guerra, tan importante y tan estúpida como todas las guerras.

Ella en penumbras vigilaba por el sonido todos mis movimientos.

Yo no sabía qué hacer: seguir escribiendo o morir en sus brazos y, por fin, le dije muy entusiasmado, por qué no estudiamos duelo y melancolía.

Ella no quiso aceptar, bajo ningún concepto, que yo me cortara las manos, delante de todo el mundo. Tus versos, me dijo, son como puñales de fuego y de locura.

Como puñales abiertos en mil cataratas de volcanes.

Puñales como enamorados dragones infinitos, 
lenguas de fuego enloquecidas
 
contra la helada muerte, arrogante y quieta.

Tus versos,
puñales arrojados sin ninguna compasión
puñales de fuego,
contra la inmensa bestia, blanca y helada.

 

XIII 

Suelo por las tardes tenderme sobre páginas blancas.

Comienzo mi baile con contorsiones infinitas como de danzas.
Músicas, totalmente, perpendiculares a mi fortuita manera de amar.

Corazones distorsionados por pasiones mal habidas y crueldad. Pasiones exaltadas y antiguas se refugian en tu mirada.

Son los dioses de la bondad y la tristeza en tu piel.

Aunque no deje de besarla, sus ojos se desploman, llegan hasta mis pies sedientos, casi sin mirada. Y para despedirme te recuerdo que nunca sé, exactamente, qué debo hacer. Estoy parado en el centro del habla. Cuando camino se mueven todos los sentidos. Cuando escribo, nada es seguro de ser, ni nuestro amor.

Miguel Oscar Menassa. Psicoanalista
Madrid. Tel. 91 542 33 49
Buenos Aires. Tel. 43 28 06 14

 

ALFONSINA STORNI 
Suiza, 1892


MUNDO DE SIETE POZOS

Se balancea,
arriba, sobre el cuello,
el mundo de las siete puertas:
la humana cabeza…

Redonda, como dos planetas:
arde en su centro
el núcleo primero.
Ósea la corteza;
sobre ella el limo dérmico
sembrado
del bosque espeso de la cabellera.

Desde el núcleo
en marcas
absolutas y azules,
asciende el agua de la mirada
y abre las suaves puertas
de los ojos como mares en la tierra.
…tan quietas
esas mansas aguas de Dios
que sobre ellas
mariposas e insectos de oro
se balancean.

Y las otras dos puertas:
las antenas acurrucadas
en las catacumbas que inician las orejas;
pozos de sonidos,
caracoles de nácar donde resuena
la palabra expresada
y la no expresa;
tubos colocados a derecha e izquierda
para que el mar no calle nunca,
y el ala mecánica de los mundos
rumorosa sea.

Y la montaña alzada
sobre la línea ecuatorial de la cabeza:
la nariz de batientes de cera
por donde comienza
a callarse el color de vida;
las dos puertas
por donde adelanta
—flores, ramas y frutas—
la serpentina olorosa de la primavera.

Y el cráter de la boca
de bordes ardidos
y paredes calcinadas y resecas;
el cráter que arroja
el azufre de las palabras violentas,
el humo denso que viene
del corazón y su tormenta;
la puerta
en corales labrada suntuosos
por donde engulle, la bestia,
y el ángel canta y sonríe
y el volcán humano desconcierta.

Se balancea,
arriba,
sobre el cuello,
el mundo de los siete pozos:
la humana cabeza.

Y se abren praderas rosadas
en sus valles de seda:
las mejillas musgosas.

Y riel
sobre la comba de la frente,
desierto blanco,
la luz lejana de una luna muerta…


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LA PALABRA

Naturaleza: gracias por este don supremo
Del verso, que me diste;
Yo soy la mujer triste
A quien Caronte ya mostró su remo.
¿Qué fuera de mi vida sin la dulce palabra?
Como el óxido labra
Sus arabescos ocres,
Yo me grabé en los hombres, sublimes o mediocres.

Mientras vaciaba el pomo, caliente, de mi pecho,
No sentía el acecho,
Torvo y feroz, de la sirena negra.

Me salí de mi carne, gocé el goce más alto:
Oponer una frase de basalto
Al genio oscuro que nos desintegra.

AGRIO ESTÁ EL MUNDO

Agrio está el mundo,
inmaduro,
detenido;
sus bosques
florecen puntas de acero;
suben las viejas tumbas
a la superficie;
el agua de los mares
acuna
casas de espanto.

Agrio está el sol
sobre el mundo,
ahogados en los vahos
que de él ascienden,
inmaduro,
detenido.

Agria está la luna
sobre el mundo;
verde,
desteñida;
caza fantasmas
con sus patines
húmedos.

Agrio está el viento
sobre el mundo;
alza nubes de insectos muertos,
se ata, roto,
a las torres,
se anuda crespones
de llanto;
pesa sobre los techos.

Agrio está el hombre
sobre el mundo,
balanceándose
sobre sus piernas…

A sus espaldas,
todo,
desierto de piedras;
a su frente,
todo,
desierto de soles,
ciego…

 

ROSA CHACEL 
España, 1931


ODA AL HAMBRE

A nadie duela o pese esta cadena…

La mente, con temor iba abriendo los ojos
y ya sorbías tú las chispas sustanciales
que se unían, por ti, en un beso recóndito.
¡Oh virtud vigilante! ¡Oh nupcial luminaria!

Te obedece el rebaño de toda carne dócil…
Pero aquel que la perla de tu verdad alcanza
te eleva y te contempla, porque olvidarte es muerte,
porque en el paraíso que los párpados guardan,
en el edén secreto que los labios custodian
eres la primavera, el iris de la sangre.

Por ti el hombre abandona su soledad altiva
porque el cuerpo se pudre como un fruto cortado
sin el hilo granate con que tú lo encadenas,
le enlazas a las fuentes de potencia y dulzura.

LA CULPA

Tarde en el Zoo de La Plata

La culpa se levanta al caer de la tarde,
la oscuridad la alumbra,
el ocaso es su aurora…

Se empieza a oír la sombra desde lejos
cuando el cielo está limpio aún sobre los árboles
como una pampa verdeazul, intacta,
y el silencio recorre
los quietos laberintos de arrayanes.

Llegará el sueño: alerta está el insomnio.
Antes que caiga la cortina oscura,
gritad al menos, hombres,
como el pavón metálico que grazna su lamento
desgarrado en la rama de araucaria.
Gritad con voces múltiples,
piad entre la enredadera,
entre las hiedras y rosales trepadores.
Buscad refugio en las glicinas
con los gorriones y zorzales
porque avanza la onda de la noche
y su ausencia de luz,
y su implacable huésped
de suaves pasos, el peligro…


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ENCRUCIJADA

Pasamos cerca de la primavera
y más abajo de las noches de luna.
Pasamos a la izquierda de la aurora
y ¡ay!, sobre todo, a espaldas del deseo.

Vamos por un camino próximo
que ni sigue, ni ataja, ni conduce;
un camino olvidado
de todos menos de la brisa
que trae el aura de la ventura,
el polen áspero de los recuerdos
y torbellinos de plumas azules
que sobraron del lujo de los pavos reales…

¿Cuál fue la encrucijada
de faz impenetrable donde erramos?…

Hay una malla en falso
que turba la armonía del dibujo
y la memoria tira del estambre
deshaciendo el dechado hasta su origen…
¡tantos intentos, tantas guirnaldas diseñadas,
monogramas, enlaces, nomeolvides!…

En mi alma hay un olor parecido al pecado,
pero no encuentro la semilla,
ese grano escarlata, diminuto,
que se pierde entre innúmeras,
cotidianas lentejas…

Negar o maldecir sería fácil,
pero la hiedra reverdece
por entre la muralla derruida,
la savia de la fe en las ruinas retoña,
sola se muestra, prófuga del trío
de las hermanas teologales.

Ella es la pertinaz,
la siempre en vano decapitada.
Como el imán al Norte,
Ella mira al amor
por encima del vaho de la marisma,
le mira ciegamente.

La fe, como una flor hambrienta,
agarrada a las rocas cascarudas,
secas, sin poros,
que no trasudan linfa de esperanza,
se quema en su amarillo
sin trascender a caridad.
Como el clavel de muerto,
acremente obstinada,
ardiente contra el viento impío,
le ve pasar, puesto que es viento y pasa.

Y el viento trae y lleva una nube de barro
turbia, sangrienta o desangrada, a veces,
que amenaza y no llega a descubrir su nombre:
aquel error o enigma de torpeza…
¿Cómo saber en qué vuelta del huso
se formó el grumo de la culpa,
en qué azar o vaivén de lanzadera
se interpuso la brizna
que sobre el hoy proyecta su guadaña?

Punto por punto atrás van desnudándose
perfiles por el musgo recubiertos,
trazos bajo la niebla guarecidos,
gradas, umbrales
por donde el pie pasaba y no advertía
el sabor de la piedra ni el del trébol.

La oruga, devanando el laberinto
en torno, con su hilo
cada vez más delgado y doloroso,
se extenúa y se exprime, retrayéndose…

Una vez más, un giro nuevamente
antes que se haga oscuro.

APERTURA DE MATRÍCULA
 TEMPORADA 1999 - 2000

 Recital poético del
Director de la Escuela

SÁBADO 18 de septiembre de 1999
a las 20,00 horas

GRUPO CERO -c/ Princesa, 17-3ºIzda.
28008 Madrid  - Tel.:91 542 33 49

OLGA OROZCO
Argentina, 1920


RECOGE TUS PEDAZOS

a Susy

No, no lloro por ti
que ya cerraste "la tarde y la mañana en el último día de los
                      [siglos";
lloro por la niñita blanca de dos viejos retratos;
esa de la que eras el porvenir erróneo,
el presente negado por dos veces en el reverso oscuro:
"A Olga, la que no fui".
De pie, detenida en tu paso frente a las pirotecnias de la luz,
¿qué te impidió llegar hasta el columpio que oscila entre las
                        [ nubes?,
¿quién te cruzó el camino con una soga negra trenzada por los
[perros del infierno?
¿y en quién recae ahora esta desgarradura insoportable?
De frente y de perfil, la indefensa sonrisa de estupor a punto
                       [de nacer,
comenzabas tu inicuo prontuario de inclemencias con 
                       [los brazos caídos
y una mano apoyada levemente en el terciopelo que se va,
en la dulzura que huye.
¿Qué mirabas entonces tan absorta
como si contemplaras faunas desconocidas en un torpe dibujo
                       [indescifrable?
Tal vez vieras proyectarse en el muro formas vertiginosas del
                       [destino:
los vuelos insensatos de la madre trazando cada vez círculos
                       [más distantes,
unas sombras chinescas creciendo como
                       [monstruos domesticados por el padre,
la confabulación de los espejos donde se ocultan siempre las
                       [hermanas,
y al final el amor, el laberinto ciego que lo confunde todo,
el puñado de polvo brillando entre los dedos,
la sanción con el látigo, la hoguera y el cuchillo.
Aún no lo sabías.
Aún eras una cinta fulgurante detrás de la cometa inalcanzable
la niñita que gira como un sol entre acacias, coronada de 
                       [lluvias amarillas;
la intérprete del zorro, de la piedrecita y de la hormiga;
la comensal de honor de los conejos, que desmigaja el pan
                       [junto con su risa;
la que alza los ojos azorados hacia la noche incomprensible
y tiembla entre las sábanas cuando escucha la voz de un dios
                       [desconocido amenazando con el rayo.
Yo he visto a esa criatura del pavor asomarse a tu cara
como si resurgiera desde el fondo sombrío hasta la superficie
                       [de las aguas
para espiar otra vez entre los listones del carruaje una escena 
                       [inaudita;
la veo todavía sacudirse de nuevo en tus sollozos, deslizarse 
                       [en tus lágrimas,
mientras la mano atroz la precipita por la cuesta sin fin contra
                       [el acantilado.
¿Dónde estaban los ángeles insomnes? ¿dónde, la diligente
                       [providencia?
Recoge los pedazos.
Yo te presto a mi abuela, esa que ya querías
y que andará tan atareada por todos los hospitales de los cielos.
Sabrá unir los fragmentos con sus costuras invisibles, con su
                      [santa paciencia.
Y deja que te conduzca en tus dos tiempos hasta la que no fuiste, allá donde se fusionan sin duda los modelos del intenso deseo con los borradores de las frustaciones y la consumación.
Después, en un día cualquiera, cuando te acuerdes, cuando quieras, que puedas estampar tu rostro único en algún cristal que mire hacia este mundo,
aunque sea un instante; aunque sea un instante
que yo pueda leer en el reverso de la nube más alta:
"A Olga, la que ya soy".

PSICOANALIZARSE
TAMBIÉN 
ES UN ACTO POÉTICO


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¿ERES TÚ QUIEN LLAMA?

Sin un solo fulgor que acompañe mi noche
–no hay nadie junto a mí; hace mil años que tu silencio es 
                              [sombra–,
vuelvo a oír otra vez, como en esos insomnios de brujas y de
                             [lobos,
el oscuro, insistente llamado contra el vidrio.
Pero tampoco ahora, como entonces, cuando mi 
                             [casa comunicaba con el cielo,
veo pájaro herido ni rama desvelada que reclamen abrigo.
«Sólo un golpe de lluvia o un puñado de arena contra los                              [malos sueños,
o algún ánima errante en busca de perdón y de plegarias»
–dijo la voz del viento en mis recuerdos–.
¿Y si fuera esta vez el visitante siempre convocado, tan sólo
                             [con estar,
sin que haga falta un nombre, ni siquiera una lágrima?
(He llorado ya tanto, de cara contra el muro,
que mi alma fue barrida por la sal, lo mismo que Cartago.)
Ahora tiembla el aire, se convulsiona, se condensa en gasas,
me presencia, me mira.
Hay alguien transparente que retorna desde un leve 
                             [depósito de niebla
o quizás del reflejo de mis propios ojos.
¿Acaso no encontramos lo perdido oculto en los confusos
                             [inventarios del mundo,
aun en los relatos de las nubes y en los tatuajes de las piedras, sin haberlo buscado?
Así te vi pasear como un relámpago por ansiosas paredes,
y fuiste alguna vez el resplandor de un ángel borroso en mi
                            [costado
y la ráfaga tibia y perfumada que me abrazó en la noche más
                            [hostil del invierno.
Creo que eras entonces y eres también ahora.
Y aunque basten los juegos de una llama o 
                [los desplazamientos de una pluma en la brisa
para que reaparezca de pronto alguna ausencia,
puede ser que las almas anden en ese fuego, en esa 
brisa, a la espera de la nostálgica mirada que los devuelva por                              [un instante al mundo,
nada más que un instante,
un parpadeo apenas en la vigilia de la eternidad.
Tal vez aquel remoto llamado contra el vidrio, entre asedios 
                            [de brujas y de lobos,
allá lejos, entonces, cuando el destino era un tapiz en 
                            [blanco, fuera un eco anterior,
el anuncio de que vendrías hoy, después del tiempo,
a golpear con tus manos de siempre, con tus manos
de nunca en mi ventana.

ALLÁ LEJOS, ¿PARA QUÉ?

Ni mi carne fue triste ni tampoco leí todos los libros.
Sé que es triste la carne que interroga tan sólo por ausencia,
porque toda respuesta de otro cuerpo la sume en el error y el
                          [desencuentro
y la devuelve oscura, vacía, desolada, a su playa desierta.
Pero cuando dos cuerpos elegidos para el amor se buscan 
                         [y se encuentran,
cada cuerpo es entonces una respuesta exacta para 
                         [cada pregunta del deseo
y la carne vertiginosa asciende por el revés de la caída
y es delirio de fuego y alabanza, un aluvión de soles,
hasta precipitarse en el suspenso donde se vuelan juntas las dos almas y hay un solo aleteo enamorado contra las puertas
                            [de la eternidad.
No, ninguna tristeza, sino la bendición de un prodigioso encuentro que nos lleva más lejos que todas las victorias sobre los límites del mundo.
Y tampoco leí todos los libros,
pero abrí muchos libros como puertas que daban a circulares
                           [laberintos de puertas.
¿No cambia cada página el eco de otras páginas y lo envía
                           [más lejos
y es el mismo y es otro cuando vuelve?
Eso es lo que hace el mar con cada ola, el viento con el 
                           [olvido y los recuerdos.
¡Asombrosa tarea la de este desmesurado, ilegible universo!
Nunca sentí el hastío del jardín atrapado en su estación sombría, ni el del ciego papel que me interroga en vano.
No pasó por mi casa la costumbre con su alevosa ráfaga
                           [congelando los años
ni me arrojó a la cara su enrarecido aliento de animal enjaulado.
Solamente el milagro, amargo, deslumbrante o tormentoso,
–no la hierba oxidada–, creció bajo mis pies.
¿De quién huir? ¿y adónde? ¿y para qué?
Dondequiera que vaya soy yo misma pegada a mi aventura,
a mi ansioso destino tan ajeno a quedarme o a partir 
                           [con mi bolsa de fábulas
y el impreciso mapa de lo desconocido.
Allá lejos estoy tan cerca de las revelaciones y las dichas
como aquí, como ahora,
donde no logro descifrar jamás el confuso alfabeto de este mundo

GLORIA FUERTES 
España, 1918


ME DUELE EL ALMA

Me duele el alma más aún que el cuerpo
me decía un leproso enamorado;
me duele allí, allí en el costado
del mar donde mi amor habita.
Me duele la distancia, es infinita
para mí ya sin piernas desahuciado
me duele más su pena que mis costras
me duele más la suya que mi cortada mano.

LABRADOR

Labrador,
ya eres más de la tierra que del pueblo.
Cuando pasas, tu espalda huele a campo.
Ya barruntas la lluvia y te esponjas,
ya eres casi de barro.
De tanto arar, ya tienes dos raíces
debajo de tus pies heridos y anchos.
Madrugas, labrador, y dejas tierra
de huella sobre el sitio de tu cama,
a tu mujer le duele la cintura
por la tierra que dejas derramada.
Labrador, tienes tierra en los oídos,
entre las uñas tierra, en las entrañas;
labrador tienes chepa bajo el hombro
y es tierra acumulada,
te vas hacia la tierra siendo tierra
los terrores te tiran de la barba.
Ya no quiere que siembres más semillas,
que quiere que te siembres y te vayas,
que el hijo te releve en la tarea;
ya estás mimetizado con la parva,
estás hecho ya polvo con el polvo
de la trilla y la tralla.
Te has ganado la tierra con la tierra
no quiere verte viejo en la labranza,
te abre los brazos bella por el surco
échate en ella, labrador, descansa.

PENA DE VIDA

Pena de vida tiene aquel que nace
por no sé qué delito que habrá hecho.
Pena de muerte tiene el que, derecho,
lo mal hecho deshace.
Pena más pena tiene el que lo sabe
y, acompañado solo, va a morirse.
Pena más pena cuando quiere irse
el que en tu casa cabe.
Y no hay sereno, no, que tenga llave
para abrirte una noche la alegría
y ni la mano amiga va y te fía
cuando el casero-Muerte te desahucia.
Es necesaria mucha, mucha audacia
para ser cosa tuya siendo mía.
Pena de muerte tiene aquel que nace
y tan sólo el amor pena de vida.

LA VIDA
ES UNA HORA

La vida es una hora,
apenas te da tiempo a amarlo todo,
a verlo todo.
La vida sabe a musgo,
sabe a poco la vida si no tienes
más manos en las manos que te dieron.
Al final escogemos un lugar peligroso,
un pretil, una vía,
la punta de un puñal donde pasar la noche.


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GABRIELA MISTRAL 
Chile, 1889


EL COSTADO DESNUDO

Carta a Inés María Muñoz Marín

Otra vez sobre la Tierra
llevo desnudo el costado,
el pobre palmo de carne
donde el morir es más rápido
y la sangre está asomada
como a los bordes del vaso.

Va el costado como un vidrio
de sien a pies alargado
o en el despojo sin voz
del racimo vendimiado,
y más desnudo que nunca,
igual que lo desollado.

Va expuesto al viento sin tino
que lo befa sobre el flanco,
y, si duermo, queda expuesto
a las malicias del lazo,
sin el aspa de ese pecho
a la torre de ese amparo.

Marchábamos sin palabra,
la mano daba a la mano,
y hablaban las sangres nuestras
en los pulsos acordados.

Ahora llevo sin habla
esa diestra, ese costado.
Ahora es el tantear
con pobres ojos de ocaso,
preguntando por mi senda
a las bestias y a los pájaros,
y el oír que la respuesta
le dan el pinar o el traro.

Otra vez la escarcha helada
más dura que el aletazo,
el rayo que va siguiéndome
de fuego envalentonado
y la noche que se cierra
en puño oscuro de tártaro.

Ya no más su vertical
como un paso adelantado
abriéndome con su mástil
los duros cielos de estaño
y conjugando en la marcha
el álamo con el álamo.

Voy solo llevando el vaho
o el hálito apareado,
sin perfil ni coyunturas
en que llega mi trocado,
niebla de mar o de sierra,
rasando dunas y pastos.

Aunque el naranjal me dé,
cuando cruzo, brazo a brazo,
y se allegue el Cireneo
o dé el niño un grito blanco,
¿quién consigue que no vea
con volverme, mi costado?

Cargo la memoria viva
en el tuétano envainado
y a cada noche yo empino
y vierto el profundo vaso,
siendo yo misma la Hebe
y siendo el vino que escancio.

Me acuerdo al amanecer
y cuando el mundo es soslayo,
y subiendo y descendiendo
los azules meridianos.
Y a cada día camino
lenta, lenta, por el diálogo
en que la memoria mana
a turnos con mi costado.

Cuando me volví memoria
y bajé a tiniebla y vaho,
arañando entre madréporas
y pulpos envenenados
volví sin él, pero traje,
desde el Hades, como dádiva,
la anémona que es de fuego
de la verdad al costado.

Ahora que supe puedo
con lo que falta de tránsito:
apenas tres curvas, tres
blancas lejías de llanto
y se me va apresurando
el correr como el regato.

Han de ponernos en valle
limpio de celada y garfio,
claros, íntegros, fundidos
como en la estrella los radios,
en la blanca geometría,
del dado junto del dado,
como fuimos en la luz,
el costado en el costado.

Van a descubrirse, juntos,
el sol y el Cristo velados,
y a fundírsenos enteros
en río de desagravio,
rasgando mi densa noche,
hebra a hebra y gajo a gajo,
y aplacando con respuestas
el grito de mi costado.

Hacia ese mediodía
y esa eternidad sin gasto,
camino con cada aliento,
sin la deuda del tardado,
en este segundo cuerpo
de yodo y sal devorado,
que va de Gea hasta Dios
rectamente como el dardo,
¡así ligero de ser
solo el filo de un costado!

UNA PALABRA

Yo tengo una palabra en la garganta
y no la suelto, y no me libro de ella
aunque me empuje su empellón de sangre.
Si la soltase, quema el pasto vivo,
sangra al cordero, hace caer al pájaro.

Tengo que desprenderla de mi lengua,
hallar un agujero de castores
o sepultarla con cales y cales
porque no guarde como el alma el vuelo.

No quiero dar señales de que vivo
mientras que por mi sangre vaya y venga
y suba y baje por mi loco aliento.
Aunque mi padre Job la dijo, ardiendo
no quiero darle, no, mi pobre boca
porque no ruede y la hallen las mujeres
que van al río, y se enrede a sus trenzas
y al pobre matorral tuerza y abrase.

Yo quiero echarle violentas semillas
que en una noche la cubran y ahoguen
sin dejar de ella el cisco de una sílaba.
O rompérmela así, como a la víbora
que por mitad se parte con los dientes.

Y volver a mi casa, entrar, dormirme,
cortada de ella, rebanada de ella,
y despertar después de dos mil días
recién nacida de sueño y olvido.

¡Sin saber más que tuve una palabra
de yodo y piedra-alumbre entre los labios
ni saber acordarme de una noche,
de una morada en país extranjero,
de la celada y el rayo de la puerta
y de mi carne marchando sin su alma!

INTERROGACIONES

¿Cómo quedan, Señor, durmiendo los suicidas?
¿Un cuajo entre la boca, las dos sienes vaciadas,
las lunas de los ojos albas y engrandecidas,
hacia un ancla invisible las manos orientadas?
¿O Tú llegas, después que los hombres se han ido,
y les bajas el párpado sobre el ojo cegado,
acomodas las vísceras sin dolor y sin ruido
y entrecruzas las manos sobre el pecho callado?


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CONCEPCIÓN SILVA BELINZÓN 
Uruguay, 1903


CONCEPCIÓN SILVA

Puedes reconocerme
(eternidad enorme sin verdugos)
falta comida
y gatos
cuán brutal era el amo que tenía.

Todo perdido o casi todo
abierta perspicacia.

En avance secreto,
liberadas por manos las glicinas
quedaron sostenidas
contempladas;
limpiaremos los nudos que yo adoro.

Puedes reconocerme
cuando buscas refugio
bajo sedas que aún hinchan
mis terrores;
porque entre tantos seres
me elevo rectilínea
entre mil ingredientes de penumbras.

Viva masa total
con que adherí mis puentes
en la noche sin vendas
ni caprichos.
Una rosa de pan a este mendigo.

LOS ENANOS

Pocos pueden cumplir los mandamientos
el alma más hundida que un pescado;
entre vidrio y papel aplazamientos
los periódicos callan Tu pasado.

El poeta recoge sus lamentos
el oro de tu escudo maltratado
¡oh pudor! que defiende agotamientos
nuestro fardo de lodo tan clavado.

Las verdaderas tumbas aquí adentro;
el perfecto sarcófago no visto,
hacemos el amor sin ningún centro.

Su lámpara en el suelo y dos almohadas;
la pareja no mira lo imprevisto
los monstruos enanos sin espadas.

EL HOMBRE VERDADERO

Hagamos un paquete con la mente
lugares asfaltados, sangre espesa;
conozco el calendario de tu frente
para reunir la furia, qué destreza.

El hombre verdadero te desmiente
devuélveme el silencio que es riqueza,
y donde éstas, es donde estás demente
porque el barco es más frágil que tu mesa.

La evidencia palpable en sus develos;
y algo mucho por cierto indiscernible
hacia el final desvío paralelos.

Soy el Sol que fermenta toda espera;
el color del destino es invisible
el presidio del cuerpo la barrera.

SE INSTALA PROFECÍA

Estaba todo gris hasta las sedas
adentro de una caja muy oscura;
ademanes de engaños y monedas
un gastarse por dentro la cordura.

Amarrado a un madero sin veredas
vive sobre tu frente la angostura;
aún lleno de pájaros y ruedas
se instala profecía en tu estructura.

Con los pies menos Negros acostados;
coches muy rojos pasan como quiera
barridos por el Viento y asustados.

Tu río estaba allí, y yo segura;
con máscaras y guantes primavera
como tambor callado, mi amargura.

ANTICIPANDO

LA REALIDAD

X Congreso Internacional

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HUELLAS DE AMOR

              

AUTORA:
Karina Pueyo
Pts: 600; 6 US.

 

 

La lectura de este poemario resulta una exquisita
aventura guiada por sutiles y precisas
Huellas. Huellas
en el cuerpo, Huellas del amor, Huellas en el mar,
encontrando Palabras como huellas para rozar el particular aroma de la poesía. Buscadora de enigmas, la autora va dibujando señales en todas las páginas, pues los sentidos no alcanzan para ver el mundo.
Amante de la intemperie busca desesperadamente un verso que alcance algún rastro de amor, para caer rendida sobre la tinta y dejarse, enamorada, tocar por el poema, «soy en este verso el corte preciso sobre el cuello de la noche, un tajo
rasante y todas las preguntas».


DE LA MANO DEL AMOR

 

AUTORA:
MARÍA CHÉVEZ
PTS. 600; 6 US.

 

 

Recorrer las páginas del nuevo poemario de esta autora,
una lectura indispensable en este final de siglo que es
presencia
constante en el pensamiento que nos brinda a
través de sus versos. Si la poesía es el mejor testimonio de la existencia humana, el
vehículo es el amor; esta afirmación se nos propone cada vez que leemos sus libros,
aunque es en éste donde el enigma se despliega. Páginas habitadas por hombres, mujeres, niños, donde el universo intenta introducirse y palpitar en el amor a la palabra


LETRAS DE FUEGO

AUTORA:
Cruz González
Cardeñosa
PTS. 600; 6 US.

 

 

Acercarse a los poemas de Cruz González puede ser un
recorrido atrevido y gozoso por los torrentes del lenguaje.
Un viaje estético por los primeros poemas de una autora
que al nacer como tal nos promete habitar y permanecer en el universo poético. "Para ti estos versos que se quiebran
estas manos que temblorosas escriben letra a letra el reconocimiento de los hombres futuros, de las mujeres que algún día escribirán el mundo"


POESÍA CALLEJERA

AUTORA:
Stella Cino Núñez
PTS. 600; 6 US.

 

 

Las calles de la poesía, las esquinas del tiempo se
entrecruzan en este libro donde Stella Cino, en su primer
poemario, abre su casa, su vida poética, para todos.


TIERRA DE AMANTES

AUTORA:
Claire Deloupy
PTS. 600; 6 US.

 

 

Perlas ágiles, livianas.
Perlas para acompañar momentos breves y profundos.
Perlas bellas, cuidadas, Claire Deloupy en su primer poemario, nos recuerda el mar.

 

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POR TELÉFONO O PERSONALMENTE

MADRID: 91 542 33 49
 BUENOS AIRES:
328 06 14/07 10

ENTRE PALABRAS

AUTORA:
Carmen Salamanca
PTS. 600; 6 US.

 

 

 

Carmen Salamanca, poeta, ha sentado sus nuevas
leyes con hallazgos finamente recogidos y cuidadosamente
preservados. Una vez más, preclara, prístina,
pausada, la verdad poética nos invita a recorrerla para enriquecernos mutuamente.

PRIMERA INQUIETUD

 

AUTORA:
Alejandra Menassa
de Lucia
PTS. 600; 6 US.

 

 

Poesía inquieta e inevitable, por escrita, joven y aguda,
donde la mujer es protagonista por tratarse de una joven
poeta y porque cada mujer habita en sus poemas. También
habitan en ellos la injusticia, las revoluciones, la ciudad, la medicina y lo cotidiano

CUANDO ESTÁ POR LLOVER LOS PÁJAROS NO VUELAN

AUTORA:
Norma Menassa
PTS. 600; 6 US.

 

La poeta no pide nada al lector. Le exige. Le exige
bajar con ella a los territorios intocados por la voz humana.
Le exige entrega en sus vértigos, testimonio de sus caídas
bajo las balas, bajo las palabras amontonándose como nubes grises sobre su cielo.


DE TANTOS VUELOS

AUTORA:
Inés Barrio
PTS. 600; 6 US.

 

 

Estoy aquí,
sin saber quién
me propuso el juego delirante
de la vida,
y a quién le dije sí.


BELLA DE SIESTA

AUTORA:
Marcela Villavella
PTS. 600; 6 US.

 

 

 

Dos manchas salpicadas sobre el corazón.
Dos mares zumbando en el sueño.
Dos hombres que se aman sin saberlo...
y tantos brazos abrazados en el aire
que ya no sé qué cuerpo...

 

ASOCIACIÓN PABLO MENASSA DE LUCIA
AULA DE POESÍA Y PSICOANÁLISIS
PREMIOS DE POESÍA Y PSICOANÁLISIS
 — Primera Convocatoria

ENTREGA DE PREMIOS
3 DE NOVIEMBRE A LAS 19,30 HORAS
MUSEO NACIONAL CENTRO DE ARTE REINA SOFIA
c/ Santa Isabel, 52 – MADRID


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Cristina Barandiarán (Madrid) 40.000 ptas.
José María Blasco (Barcelona) 40.000 ptas.
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...y llegó el psicoanálisis

"EL SEXO DEL AMOR"

una novela de Miguel Oscar Menassa

¿Y qué buscaba el hombre primitivo cuando escribió en la roca señales de su suerte? Qué ficción, qué drama palpitante lo abismaba para dejar grabado aquello contra lo que seguramente se resistía. Qué dolor hacía que en el mismo momento en que aceptaba la fuerza del impacto, tuviera que cumplir una misión del arte: dejar el testimonio de una realidad hecha pedazos y vuelta ceremonia para volver de nuevo al hombre y así humanizarlo.

Fue al escritor al que se le impuso una y otra vez, volver, retomar vuelo y volver a caer sobre la misma palabra hasta romperla. Repetir la visión, hacerse un visionario hasta el relato escrito, única manera de quebrar la visión con la palabra.

En esto me quedé pensando al terminar de leer esta novela. Qué propuesta de repetición, qué ritmo nuevo imponerle a esas imágenes que hasta me recordaba haberlas visto en esculturas hechas en arcillas en los antepasados Incas. A qué la representación si en esas escenas justamente lo que se amalgamaba era lo imposible de representar. Pero hay algo que el escritor propone, decirle al mundo una vez más que el romance, la verdadera escritura del romance, es sexual.

Que se comienza a narrar lo posible, eso nos dice, pero que inmediatamente cae en una dimensión cósmica donde la escritura se atreve a decir aquello que casi nadie puede decir, aquello de lo que casi nadie habla.

Que lo inenarrable está casi en los últimos capítulos, cuando la muerte viene a anudar lo sexual en un final verdaderamente humano.

La ficción narrativa queda cuestionada.

De ella se dice que es fatalmente rápida, porque si bien construye un mundo, no puede totalmente ponerlo en palabras. Entonces alude, y para el resto le pide al lector que colabore rellenando una serie de espacios vacios. Umberto Eco, dice que todo texto es una máquina perezosa que le pide al lector que le haga parte de su trabajo.

En cambio Miguel Oscar Menassa pone la máquina a trabajar en todo su poder, y hace como autor un desafío a las alusiones, que en este caso están reemplazadas por escenas donde la propuesta es decirlo todo, para que al lector no le quede margen a ninguna suposición imaginaria, ya que la fuerza de las imágenes están para capturarlo hasta el lugar primitivo del deseo, ese lugar donde el deseo puro tiene que ver con las coordenadas extremas donde el sexo y la muerte se muestran sin opacidades, sin recubrimientos. Este estado de pureza, casi sin tamizar es lo que anonada lo imaginario, donde no hay explícitos ni implícitos, pero sí hay verdadera implicación del lector, como la hubo del autor en ese sometimiento extremo a la escritura que no dejó espacios vacíos de la escena, pero sí brechas por las que el que se mete forma parte de una máquina que de perezosa no tiene nada, sino que toma el viso de maquinal sin maquiavélico con toda naturalidad.

La complejidad no está en el argumento "como no lo está en el cerebro humano, cuando la humanidad es dejada en libertad para que determine la vida de los hombres". El argumento más que una estructura armada con meditación, es un argumento roto, quebrado por las interrupciones que lo irán creando de una manera sutil, como enhebrando los días y los sueños, sin esperar que el lector colabore con la rapidez o con la dilación de los acontecimientos. Ella tiene su propio tiempo, su propia circulación, es una novela de la que puede decirse que tiene un tiempo rápido y de la que también puede decirse que tiene un tiempo lento, pero no concede otro tiempo que el presente, como si todo se realizarse allí, delante de los ojos.

Los protagonistas no son los que dicen ni de más ni de menos, no es el protagonista el que habla, el protagonismo es la escena y detrás de una percepción que hiende y lastima la vista y los oídos, casi una mudez provocativa o vocativa en el sentido de una escena que termina a veces en una invocación, que tiene su broche en una frase que el mismo texto va armando en su transcurso aunque el autor la escribe al comienzo del capítulo.

La construcción de la frase no es literal, es poética en el sentido deese largo trabajo de escenas condensadas que se desplaza con suavidad hasta ese punto que no es sino sólo abrochadura.


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El autor, el dueño de la autoría, no el narrador, se mete en el texto y va introduciendo finales, sin temor a un final y sin intención de completar ningún final ni siquiera con la justificación que a veces trae Poe cuando dice que los capítulos que faltan para completar su libro tal vez… se hayan perdido irremediablemente en algún accidente fatal.

Ningún accidente y llena de accidentes como el amor, como el sexo.

Una bifurcación en el mismo texto, por un lado algo que tiene la categoría del recuerdo, una ciudad que tiene algo vago e insistente crea una atmósfera que acompaña todos los paisajes. Es algo que no está en las palabras, sino que está entre las palabras, en una conversación inaudible, en lo que sería el clima de ensoñación que acompaña a una mirada con los ojos entrecerrados, sin distinguir exactamente el contorno de las cosas, todo es como la niebla del riachuelo o el vapor de temperaturas elevadas mezcladas con humos desprendido de alcoholes y cigarros.

Esta ciudad es Buenos Aires, y no podría ocurrir de ninguna manera en otro lugar del mundo porque ésta es la manera del decir.

Es desde este sendero que se va a elevar la voz del poeta que se dirige a lo universal y que diluye la escena en una frase que recupera el tiempo, ya no la búsqueda de un tiempo perdido, sino un encuentro, un encuentro temporal, en lo que se transforman todos los encuentros que vemos en la novela.

Por otro lado hay una alternancia de miradas que se suceden rápidamente, miradas para adelante, para atrás, para el costado, para arriba y que son esos movimientos narrativos donde las escenas se componen apenas sostenidas por conversaciones casi banales, pero no carentes de sentido. La trama es un entretejido de miradas que apuntan a la lente microscópica con las que se enfocan las escenas y la trama no tiene principio ni final, es al mismo tiempo siempre toda la trama, ese entretejido.

Como en la construcción de los grandes poemas de amor algo se repite con la insistencia de un estribillo, una libertad de la palabra y un coraje en escribirlas y en volverlas a escribir en esa insistencia sexual que por insistir busca lo nuevo y lo diferente y que aquí son esas escenas donde el sexo se manifiesta con esa diversidad del sentido común de todos los encuentros sexuales, y que podría pensarse que 

tienen la monotonía que los transformaría en técnicas descriptas de libros leído con avidez, pero el amor se mete, un amor no puntual, un amor sin escena y reconvierte toda la polémica dramática.

El drama del amor con sus pasiones bajas destrona la crueldad de los celos y lo sexúa definitivamente, un desplazamiento esencial y el romance, es decir la novela deja de ser una novela de amor, pierde toda reciprocidad y se establece una circulación de cálculos indefinibles, como un verso libre, como un largo poema.

Pero no es solamente la valentía de escribir lo que nadie se atreve a escribir, es también un manejo del tiempo en manos de este autor que ha llevado la narración de la descripción, a sostenerla en el tiempo que puede ser contado en minutos de lectura de una escena como si existiese un efecto de lentitud muy sutil, donde el discurso es un moderador del tiempo y de la rapidez de la Historia de esas vidas contadas desde el fragmento.

Hay una estrategia textual totalmente inconsciente. La minuciosidad de las señas particulares de lo narrado sexual, no tiene una función de representación, se transforma en una moderación del tiempo, no para que el lector tenga el tiempo de seguirlo, sino para producirle una alteración del tiempo.

En este sentido no cede frente al lector, no le hace concesiones. No es una dilación para llegar a ninguna solución dramática, no hay tono arrebatado que acentúe lo esencial ni tono bajo para lo superfluo, todo está en la superficie de una escritura que delata al poeta y al psicoanalista.

Una puntuación que corresponde a los dos géneros, el masculino y el femenino, diluyendo de esta manera la correspondencia al género, se da en dos capítulos donde por separados El y Ella, tocados por la muerte lloran la irremediable finitud de lo humano. La muerte final que rompe de una patada la puerta para poder ver a la inmortalidad arrodillada.

Ésta es la conjunción que marca esta tercera novela del autor, donde el sexo y la muerte, "como un destierro de luz dentro de la propia luz", dan movimiento a los cuerpos que se van definiendo en las conversaciones de los personajes de la misma manera que el deseo en el mismo movimiento del habla.

Norma Menassa

 

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