LAS 2001 NOCHES ÍNDICE DE NÚMERO 28 |
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II | ||
IV | ||
V | VI | INTERROGACIONES |
VII | VIII | CONCEPCIÓN SILVA BELINZÓN |
IX | X | CONCEPCIÓN SILVA |
XI | ||
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EDITORIAL |
CUANDO FUE NECESARIO PARA SEGUIR PSICOANALIZÁNDOLA, DEJE DE QUERERLA |
UNA CUESTIÓN SEXUAL EN
PSICOANÁLISIS |
No habiendo encontrado, después de intensa búsqueda, el tiempo donde fuera posible decirte algunas palabras fundamentales para que puedas alcanzar en más oportunidades un estado creativo gozoso, he decidido, ya lo ves, que ese tiempo sea el tiempo de la escritura. El encuadre, estas páginas blancas, donde te iré diciendo del En el decir de Freud, haremos el amor seis veces por semana, en
principio, porque después, vendrán los largos seminarios donde
estaremos todo el día juntos y los grandes congresos
internacionales donde nos reuniremos con el mar. ¿Te das cuenta? Tú, yo y el
mar: como si el mundo fuera esa belleza. Y volveríamos a nuestra
ciudad, a nuestros hogares y, cada vez, seríamos más jóvenes y
aún más hermosos y terminaríamos sepultados vivos, y ahí lo siniestro,
por un millón de palabras en varios idiomas y sus combinaciones Sé, me has dicho, que tus intenciones son alcanzar del corazón su centro. Urdir en el propio corazón del hombre una maniobra que, aunque en ella se rompa el corazón, atestigüe tu presencia en el mundo. Hablar tiene el encanto de no hacer y ahí tu maldición. Porque no hacer no se consigue con el cuerpo, sino con las palabras. Tendidos sin mirarnos, porque los ojos son los que ponen colores a la muerte. Sin ojos, no hay posibilidad de engaño: la muerte siempre es negra. Tu cuerpo muerto, tendido y vacío, sólo forma y belleza, tratando de alcanzar sin conseguirlo, ese otro cuerpo, también muerto, mi cuerpo, a tu lado, pleno, condenado por tu carencia a poseer lo que te falta. Inalcanzable cuerpo muerto, por ser tu propia voz su canto. He sabido por tu madre, que te gustaría que antes de fin de año rocemos las aristas del espanto. Quiero decirte que la familia es un hecho concreto tal, que sin familia, es como una ciudad sin agua. Es imposible vivir sin ella, se la lleva afuera o se la lleva adentro; quiero decir: ahora, para evitar términos tan sugerentes entre nosotros como adentro y afuera, que la familia está presente en nosotros como forma de modelo ideológico social o bien está consolidada como modelo ideológico inconsciente. Seré, «te lo prometo» antes del acontecimiento, entre nosotros, del verbo enamorado, el arrebato perfecto de una mirada. Tu madre enamorada, encandilada por tu belleza, enajenada de poder transformarte según su algarabía, en su falta, su hombre, su deseo o, peor todavía, su envidia, su desprecio, su lejanía.
Antes de fin de año, mi pequeña, quiero hacerle saber, que ya no
volveremos a estar los dos a solas. El tiempo, para entonces, habrá
partido nuestra razón de ser. Un pozo de silencio, el tiempo, entre
nosotros, mi deseo, arrancándola brutalmente de mis brazos,
empobrecidos ahora, por su ausencia. Aleja su mirada de mi mirada,
empobrecida ahora por su lejanía y estrella tu mirada, querida, contra lo que no habrá en tu aurora, ni aún después de los grandes Mutilado porque mi cuerpo es otro que tu cuerpo, desprestigiado, incluso, para tu mirada detenida por el horror de mi ser, impotente de ser mi cuerpo y mi palabra, mi forma y mi sentido. Tu mirada helada, en un rincón del alma, para siempre. Por el horror de mi ser, impotente de ser, exactamente, tu imagen deshilachada en el espejo negro de la muerte. En el espejo muerto del negro silencio. En el silencio muerto y negro en el espejo. En el silencioso espejismo negro de la muerte, donde tus caderas comienzan a bailar al ritmo de macumba. Negra de magia, abierta, silenciosa, al sonido espectral de los tambores, delicada y altiva, como una rosa entreabierta puesta en su lugar. Insolente, enamorada de ti misma y, todavía, antes de desear, te abrazas a la muerte para no morir nunca ¡CONDENADA! Tu silencio es negro. Tu silencio es la señal que te quedó en el cuerpo de aquel abrazo con la muerte, para no morir nunca, para nunca desear, para nunca ser otra que tu voz. Y no queriendo llegar muy lejos o, por el contrario, quiero decirte, que ponerte a llorar, enfermarte gravemente o enamorarte de algún desconocido, no te servirá de mucho, a menos que puedas entender, que tus resistencias, cuando lo nuestro se trata, simplemente, de una conversación, siempre son exageradas. Recuerdo que la primera vez que me animé a decirte, rodeado de precauciones, que era bonito conversar contigo, te pusiste a llorar al estilo de las lloronas sicilianas, interrumpiste el encuentro antes de tiempo e intentando pegarme con la cartera en la cabeza (golpe que esquivé con un paso atrás y un directo a la mandíbula) me dijiste con rabia: Usted es un desgraciado. Al otro día volviste encandilada por la posibilidad de poder sentir y expresar esos sentimientos. Mientras te desnudabas, pedías perdón por lo del día anterior y tus manos al borde del silencio me dijiste: Usted es un hijo de puta. No sé por qué se lo digo, pero me hace bien que sufra, sépalo. Soy la peor de todas, tengo sarna. Voy por la vida enarbolando mi fracaso, su fracaso, doctor, ¿se da cuenta? Conmigo no puede nadie. Yo soy la flema ardiente del deseo y no sigo adelante porque tengo miedo que usted me aumente los honorarios. |
Oh, cuerpos del calor extremo, perfectas mariposas desesperadas, tenues ruiseñores alocados y ciegos, como usted, cantores de los días más espectaculares de nuestro proceso de fracasar, de nuestro gran error. Yo soy el que se hunde silenciosamente en mí, para que puedas volar. Ya tenés alas, volá para donde quieras, yo sigo en mi rincón a pan y mate, el resto es triste, lo cantaré a solas cuando tú ya no estés. Querida, quiero que comprendas, ¿cómo decirle a Dios que deje de serlo, cuando ya ha sido amado como tal? Cuando ella me insulta es porque me pertenece, cuando ella me injuria es cuando más me ama. Está desesperada de amor, por eso me insulta, tiene celos de las letras de la máquina, porque las letras de la máquina tomadas en su conjunto son más que ella. Alguna
vez dirás que escribo porque escribo, y tendrás tus razones. Sin
mucho dinero como para que las muertes cotidianas sean más
breves o insignificantes, la mejor muerte a mi alcance es morir escribiendo.
Se pierden con la escritura las necesidades pequeñas y el
hombre escribiendo está hambriento de libertad más que de pan y
cuando está hambriento de pan, siempre es algo general, muchos hombres
y millones de niños mueren por falta de pan. Y todo es grande para el que escribe, cometas enarbolando banderas invisibles, espacios subterráneos, cárceles abiertas como brazos abiertos. Velocidades supersónicas donde cada música encuentra su palabra. El
vuelco de los días, querida, ha de ser para adelante, nadie Mis manos vuelcan sobre el papel palabras condenadas a morir en mí. Desarticulado aluvión de nuevas combinaciones para detener la muerte del moribundo. Sólo tu madre puede más que la muerte. Doctor, sabe una cosa, puedo llegar a ser una escritora genial. Ayer a la tarde le dije a mi marido que me había acostado, perdón por la palabra, con usted, con mi psicoanalista. Y yo, sabe doctor, asombrada, con los ojos abiertos por sus gritos le pregunté, ¿por qué, querido, es más grave que haya sido con mi psicoanalista? La pregunta detuvo mi corazón, mi pensamiento, la pregunta estaba dirigida a mí. ¿Por qué?, me pregunté yo a mi vez, habría de ser malo hacer el amor con el psicoanalista y entonces le pregunté a. Ella, ¿y cómo le fue? Pero si todavía no hemos hecho el amor, doctor, qué me pregunta ¿Cómo le fue? ¿Sintió acaso deseos de morir, deseos de ser otra? No, doctor, usted ya sabe cómo me fue, se lo digo yo, para que usted no se gaste, si hiciéramos el amor a mí, su pequeña reina, me iría mal, yo sólo puedo con mi madre, con Ella en general, con la Muerte, con usted, si fuera capaz de llevarme toda la vida con usted. Pero usted es más que un cobarde, usted es una fruta madura a punto de pudrirse, ya casi no desea y sin embargo este arrebato que siento por usted, pero no, no podría. Y
a usted, doctor, ¿cómo le fue? Hoy no podré llegar hasta el final, hoy será preferible que guarde cierto silencio, ella ya dirá cuando diga. Señor, somos las tristes marionetas amordazadas. El tiempo se ha roto, las horas huyen despavoridas unas de otras. Ha llegado el amor. Los minutos son siglos, usted es el sol: su calor llega a mí desde lejos, cuando estoy enamorada, su luz, me acompaña todo el día y gran parte de la noche en mis sueños, por eso, doctor, yo prefiero odiarlo, alejarme de usted, olvidarlo. Enaltecido por la sombra de llevar conmigo la poesía, te diré que ella se ha vuelto loca, en un tiempo donde ya casi no tiene sentido la revolución, ella me pide que me mate por ella. Ella, como verás, es una consejera peligrosa. Debemos tener cierto cuidado para no transformarla en una mujer mortal. Para que esto no ocurra debemos mantenerla alejada de los negocios, del juego, de la sexualidad, del viento de poesía que llevaremos con nosotros los días por venir. A pesar de considerarme el mejor psicoanalista de gente grande y sana, me atrevo a tus pendientes milagrosas, cada vez más profundas y negras. A pesar de considerar mi retórica diabólica entre diabólicos, me animo a tus silencios, más negros aún, que tus profundidades. Antes de seguir quiero aclararte un mal entendido, lo que estamos produciendo en esta conversación, no va ni para atrás, ni para adelante, ni para arriba, ni para abajo, ya que lo que transcurre entre nosotros y en dirección prohibida, es el tiempo; el lugar y nosotros, somos siempre los mismos. |
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125.000 ejemplares: NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA |
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Me respondiste a la aclaración, con un no sé qué será de mí entre tanta niebla, pero si usted lo dice, algo ha de ser. Y con la violencia de quien, todavía, no ha llegado al mundo, se desnuda en medio de la página, y me pregunta: ¿quién ha hecho esto para ti? Por mí, le respondí, ni siquiera usted, he visto a muchos hacerlo por el Otro. Y qué, vas a cerrar los ojos para no verme. Y qué, vas a morir,
todavía más, para que mi cuerpo no abrigue ninguna esperanza de liberación. Y sus piernas eran tambores gráciles, bailes febriles,
sobre mi propia manera de ser, sobre mis puntos de vista. Cuando ella cayó derrumbada, partida en dos por su propia energía a mis
pies, le dije: Mira, nena, hoy que el odio ya me llega a las tripas, te diré quién es la peor: Antes, si tú y Ella me lo permiten hablará
mi experiencia. Dos mujeres es todas, quería decir, que con dos mujeres alcanzaba para darse cuenta cómo eran todas El resto fue
todo galantería de mi parte. Y como soy grande tuvimos grandes amores y grandes deseos y parecía, que ninguna otra cosa sería
posible y, sin embargo, te digo a vos para que a tu vez le digas a. Darme cuenta que la que menos podía con la nueva situación fueras precisamente tú, me deprimió todos los renglones anteriores. Ahora debería poder alejarme de todo, también de mi propio pensamiento. Cuando llego a este estado, Ella se siente agradecida, de que por fin, después de tantas vueltas, yo esté preparado para escucharla.
Usted
ya se dio cuenta, soy una paloma despedazada por Soy la que sufre en vano. El dolor ardiente de la noche y, también, de la mañana. Cuando consigo alejarme de mí, me sigo viendo a mí misma, retorciéndome, con ganas de hacer pis, temblando de miedo, sintiendo que le estaba transmitiendo mis perversidades. Porque yo soy perversa. No se dio cuenta cómo me duelen las tetas cuando lo miro. No se dio cuenta, que después de hacer el amor, soy la hiena capaz de comerse a sí misma, para que nadie la vea sonreír. Soy incurable, doctor, en el centro propio de su inteligencia de la vida, un cáncer maligno, su pequeña nenita enamorada le envía de regalo esta hermosa mierda tallada para usted. Espero que usted sepa interpretar apropiadamente mi desacuerdo con su lengua materna, cuando pretendo insinuarle que sin mi ayuda, usted, no podrá ser famoso o tardará mil años. Mi vértigo, doctor, lo ayudará a crecer. Mis ansias por las pasiones celestiales lo ascenderán al cielo. No tema, doctor, soy una hembra poderosa. Mi madre vive en mi dolor, abierta a los perfumes de la muerte. Hoy, después de un encuentro prolongado, aún más que nuestros encuentros prolongados, me hiciste reconocer que, yo, estaba equivocado. Ahora, a solas, sin la presencia de tu voz temblorosa, no puedo recordar ni los motivos de tu tristeza, ni el argumento de mi equivocación. Lo que recuerdo es que tú lloraste toda la noche y gran parte del día siguiente y que yo tuve angustia como cuando niño le tocaba el culo a una vecina y mi madre al verme me pegaba una cachetada. ¡Cómo explicarle a mi madre, entonces, que yo en verdad la amaba
a Ella y que con la vecina era por puro juego, por pura diversión. Renunciemos mi amor a nuestro amor, para poder amarnos. Renunciemos mi amor a ser el uno para el otro, para poder tenernos. Renunciemos mi amor a nuestras mezquinas ambiciones, para poseer, junto con el poeta, lo más grande. Vivimos en un mundo, querida, que el que no necesita dinero, necesita amor. Y es en este mundo desesperado y perplejo por no poder, donde te planteo el arrebato de un diálogo. Una antigua manera de encontrarle nuevos caminos a la vida. Te propongo un diálogo mantenido a cierta distancia, una verdadera prueba de fuego. En principio nos miraremos como pesando cada uno su propio peso. Encontrar en el otro en esa mirada el lugar donde será vencido. No ya la muerte, sino el espacio infinito y negro de la locura será nuestro lugar de trabajo. Todo será maravilloso y siniestro, ganaremos y perderemos varias veces, en varias situaciones. Podremos y no podremos con el amor. Triunfaremos y seremos vencidos jugando el mismo juego con los mismos rivales. Quiero que lo recuerdes para siempre, en esos momentos, Ella se parece a la máscara de una alegría pasada. Ella es impenetrable cuando está muerta y, sin embargo, tu cuerpo se contrae bajo tus ropas, tu cuerpo se quiebra por debajo de tus más viejos sentimientos. Se trata, querida, de la repetición de una frase que Ella más que hablar, prefiere temblar. Un viejo rito se establece en los contornos de tu cuerpo, como cuando en mi barrio encendíamos la fogata de San Juan. Ahí, como hoy en tu cuerpo, querida, se quemaba todo lo viejo. Ahí, se quemaba cada vez, el pasado. Ahí se quemaban los tibios rencores, los azulejos brillantes de la muerte.
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A veces, tu egoísmo me parte el corazón y, sin embargo, sigo ambicionando esta maravillosa, a mi entender, conversación contigo, aunque para que eso sea posible, yo tenga que llegar al borde mismo de la soledad. A
veces, quiero decirte, te veo más obligada que apasionada. A pesar de haber clamado con todas tus fuerzas por una situación semejante a la que estamos construyendo, ahora, te pasa como si no pudieras soportar bien la cristalización de tus propios deseos. Tu destino antes de conocerme estaba sellado. Un día después de muchos intentos, lograrías enamorarte de un hombre y ese mismo hombre, propiamente enamorado de vos, te mataría. Quiero decirle, que usted sabe que de mí puede enamorarse sin temores. Soy el hombre que ha decidido no matar. Ahora, claro está, usted, para que nuestro amor sea posible, tiene que abandonar la idea de suicidarse entre mis brazos. Salvados
estos deseos absurdos de matarte y matarte, la Quiero decirle que tendremos tiempo para todo. Nos pasaremos dando vueltas alrededor de lo mismo durante largos años, hasta que un día la luz ilumine tus ojos y cierre los ojos de tu madre, mis ojos, para siempre. Mis ojos, aquellos ojos inmensamente abiertos, escrutadores y felinos, ¿te imaginas?, cerrados para siempre. Para
que tú puedas volar, querida, el universo se No blasfemes, mi amor, no blasfemes, contra esta virtud inmaculada que te ofrezco. Aprieta contra mis palabras tus últimas esperanzas. Vamos a saltar hacia adelante, hacia un futuro que el hombre en general, todavía, no puede. Todo circula a velocidades más allá del sol. Un mundo donde todo retrocede, porque más allá, sólo el vacío negro del sol agonizando. Un mundo, querida, donde todo el pasado se hace carne viviente, ¿te das cuenta?, un mundo donde los viejos amores vengan constantemente a instalarse en nosotros, donde nos persiguen los viejos fantasmas, donde la vieja humanidad nos sobrecoge cada vez. Un mundo, querida, donde nadie podrá perder sus sentidos, porque los sentidos ya fueron perdidos. El impacto que te produjeron mis primeras cartas, me hizo dudar acerca de seguir escribiendo de nuestra apasionante aventura, por temor a dañar tu sensibilidad, tu orgullo. Tu silencio es aún más hondo, tu disociación más extrema. Tratando de ayudarte te diré, que las últimas veces hablamos del dinero, de la relación entre el dinero y tu cuerpo, y eso, siempre te perturba de alguna manera espectacular. Tú hubieses preferido que fuese todo por amor. Si hubiese sido todo por amor, mi pequeña, ahora no habría ninguna necesidad de separarnos. Pero quiero recordarle, querida, que usted llegó hasta mí para volar y no para morir, como a veces parece que usted quisiera, pequeña, y muerta de miedo entre mis piernas. «No me deje, doctor, espere un tiempo más, todavía no pude ni escribirle un poema a mi madre. Yo vine a usted, es cierto, porque quería ser como las grandes escritoras que no temen a nada. Esas escritoras que no mueren en la guerra, esas escritoras que no sucumben frente a ningún amor, esas que se ponen a llorar, sólo, en presencia de un poema bien escrito. No me deje, doctor, justo ahora, que había comprendido que usted no era el bramido del viento, llamándome a la muerte, ni la superficie helada de los vientos donde, al anochecer, plasmaba mi locura.» No
dije que se fuera, sólo que el tiempo se abre camino «Sí, el tiempo, doctor, claro… nuestro adiós, la propia muerte de nuestras cosas, doctor, nosotros y el tiempo.» Encuentro estos momentos de nuestra relación propicios para comenzar a decirte cómo es que a mí me gustarían las cosas entre nosotros. Y, sin embargo, elijo el silencio entrecortado de mis versos para no decirte del todo, para dar cabida, una vez más, a tu frondosa imaginación, sin la cual, debo reconocerlo, ya me sería muy difícil seguir viviendo. Soy, mi querida señora, el que quiso matar la paloma de la paz. El buitre ensangrentado lleno de furia por haber sido maltratado en el amor desde pequeño. Por eso, en los encuentros mortales, en la desavenencia nocturna del alba, allí puedo decirle los olores de las tristes mariposas muertas antes de volar verdaderamente. Esas
almas sin destino.
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Embelesado
de no saber volver a ningún sitio, Envuelto en ramas, sacrificando algún olor, conteniendo la ira y el miedo, el amor ha permanecido en mí, inalterable. Lo sé, en los odios y las envidias más fuertes, en los desgarros más profundos, ahí, anida la poesía. No es a un imbécil liberado a quien se le entrega la poesía, sino a quien le costó la vida liberarse, es a quien se le entrega la poesía. Me ama cuando le muestro mi rostro ensangrentado. Cuando en mi cara aparece la mueca de la muerte, me adora. A medida que voy entendiendo lo que nos pasó. Lo que hice que pasara con mi vida estos 30 años pasados, me quiero morir, cada vez más y, sin embargo, sé que no lo haré y con el tiempo terminaré recordando con cariño y benevolencia a mis torturadores. Algún poema rendirá homenaje, también, al mal. Ya
verás, cuando termine de desnudarme, también saldrán Nunca he sido tocado sino por mí mismo. Cuando ella me besaba, en realidad besaba la imagen que yo proyectaba, amándome, sobre ella. Siempre mentí, querida, siempre engañé, nunca dije, exactamente, una verdad, a nadie. Ni a mi madre, ni a Dios. Y si ahora quieres que te diga la verdad te la digo: He mentido siempre. Y no puedo ya sino mentir. El no decir del todo. El decir a medias. Decirlo, pero metafóricamente. Decir, diciendo otra cosa. Enredar, enrrollar, desrealizar, forma parte fundamental de mi estilo. La palabra me había comido el corazón. Llegué a ser una llanura infinita de sinsentidos. Habían
desaparecido las normas que mantenían unidas unas Después, me encontré con un montón de cocodrilos y les dije, cómo era que se hacían los versos y los cocodrilos me dijeron que sí y se comieron todos los frutos que yo había conseguido reunir cerca de mí. Después, pretendieron escribir y se hundieron, sin más, en sus remordimientos de cocodrilos. ¡Estoy vivo! ¡Estoy vivo! y eso es lo que cantaré. Se trataba de llevar la relación adelante a cualquier costo, así me lo había dicho ella en la primera entrevista. Después fue duro explicarle que así no se podía vivir. Alguien,
de los dos, tendría que reconocer algún día que nos Yo soy el hombre que se comió la almeja envenenada con radiación atómica. Escupo isótopos como piedras abrillantadas de locura, tengo en mi alma espinas asesinas, luces de ceguera. Soy el arrebato final de un envenenamiento masivo. El cristal más puro, la partícula más sangrienta. Huyamos hacia el sur, me dijo una tarde con la boca helada y, todavía, antes de morir, huyamos hacia el infierno, mi amor. Yo en estas ocasiones no le decía nada, después, por su insistencia, le cantaba al oído canciones orientales y le metía el dedo medio en la vida y mi cadencia la llevaba a los límites del amor y oriente medio reventaba en una guerra, tan importante y tan estúpida como todas las guerras. Ella en penumbras vigilaba por el sonido todos mis movimientos. Yo no sabía qué hacer: seguir escribiendo o morir en sus brazos y, por fin, le dije muy entusiasmado, por qué no estudiamos duelo y melancolía. Ella no quiso aceptar, bajo ningún concepto, que yo me cortara las manos, delante de todo el mundo. Tus versos, me dijo, son como puñales de fuego y de locura. Como puñales abiertos en mil cataratas de volcanes. Puñales
como enamorados dragones infinitos, Tus
versos,
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Suelo por las tardes tenderme sobre páginas blancas. Comienzo
mi baile con contorsiones infinitas como de danzas. Corazones distorsionados por pasiones mal habidas y crueldad. Pasiones exaltadas y antiguas se refugian en tu mirada. Son los dioses de la bondad y la tristeza en tu piel. Aunque no deje de besarla, sus ojos se desploman, llegan hasta mis pies sedientos, casi sin mirada. Y para despedirme te recuerdo que nunca sé, exactamente, qué debo hacer. Estoy parado en el centro del habla. Cuando camino se mueven todos los sentidos. Cuando escribo, nada es seguro de ser, ni nuestro amor. Miguel
Oscar Menassa. Psicoanalista
ALFONSINA
STORNI Se
balancea, Redonda,
como dos planetas: Desde
el núcleo Y
las otras dos puertas: Y
la montaña alzada Y
el cráter de la boca Se
balancea, Y
se abren praderas rosadas Y
riel |
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Naturaleza:
gracias por este don supremo Mientras vaciaba
el pomo, caliente, de mi pecho, Me salí de mi
carne, gocé el goce más alto: Agrio está el
mundo, Agrio está el
sol Agria está la
luna Agrio está el
viento Agrio está el
hombre A sus espaldas,
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ROSA
CHACEL A nadie duela o pese esta cadena… La
mente, con temor iba abriendo los ojos Te
obedece el rebaño de toda carne dócil… Por
ti el hombre abandona su soledad altiva Tarde en el Zoo de La Plata La
culpa se levanta al caer de la tarde, Se
empieza a oír la sombra desde lejos Llegará
el sueño: alerta está el insomnio.
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Pasamos cerca de
la primavera Vamos por un
camino próximo ¿Cuál fue la
encrucijada Hay una malla en
falso En mi alma hay un
olor parecido al pecado, Negar o maldecir
sería fácil, Ella es la
pertinaz, La fe, como una
flor hambrienta, Y el viento trae y
lleva una nube de barro Punto por punto
atrás van desnudándose La oruga,
devanando el laberinto Una vez más, un
giro nuevamente
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OLGA
OROZCO a Susy No, no lloro por ti
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Sin un solo fulgor que acompañe mi noche Ni mi carne fue triste ni tampoco leí
todos los libros. |
GLORIA
FUERTES Me
duele el alma más aún que el cuerpo Labrador, Pena
de vida tiene aquel que nace La
vida es una hora, |
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GABRIELA
MISTRAL Carta a Inés María Muñoz Marín Otra
vez sobre la Tierra Va
el costado como un vidrio Va
expuesto al viento sin tino Marchábamos
sin palabra, Ahora
llevo sin habla Otra
vez la escarcha helada Ya
no más su vertical Voy
solo llevando el vaho Aunque
el naranjal me dé, Cargo
la memoria viva Me
acuerdo al amanecer |
Cuando
me volví memoria Ahora que supe
puedo Han de ponernos
en valle Van a
descubrirse, juntos, Hacia ese
mediodía Yo tengo una
palabra en la garganta Tengo que
desprenderla de mi lengua, No quiero dar
señales de que vivo Yo quiero echarle
violentas semillas Y volver a mi
casa, entrar, dormirme, ¡Sin saber más
que tuve una palabra ¿Cómo quedan,
Señor, durmiendo los suicidas? |
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CONCEPCIÓN
SILVA BELINZÓN Puedes
reconocerme Todo
perdido o casi todo En
avance secreto, Puedes
reconocerme Viva
masa total Pocos
pueden cumplir los mandamientos El
poeta recoge sus lamentos Las
verdaderas tumbas aquí adentro; Su
lámpara en el suelo y dos almohadas; Hagamos
un paquete con la mente El
hombre verdadero te desmiente La
evidencia palpable en sus develos; Soy
el Sol que fermenta toda espera; Estaba todo gris
hasta las sedas Amarrado a un
madero sin veredas |
Con los pies menos
Negros acostados; Tu río estaba
allí, y yo segura;
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El autor, el dueño de la autoría, no el narrador, se mete en el texto y va introduciendo finales, sin temor a un final y sin intención de completar ningún final ni siquiera con la justificación que a veces trae Poe cuando dice que los capítulos que faltan para completar su libro tal vez… se hayan perdido irremediablemente en algún accidente fatal. Ningún accidente y llena de accidentes como el amor, como el sexo. Una bifurcación en el mismo texto, por un lado algo que tiene la categoría del recuerdo, una ciudad que tiene algo vago e insistente crea una atmósfera que acompaña todos los paisajes. Es algo que no está en las palabras, sino que está entre las palabras, en una conversación inaudible, en lo que sería el clima de ensoñación que acompaña a una mirada con los ojos entrecerrados, sin distinguir exactamente el contorno de las cosas, todo es como la niebla del riachuelo o el vapor de temperaturas elevadas mezcladas con humos desprendido de alcoholes y cigarros. Esta ciudad es Buenos Aires, y no podría ocurrir de ninguna manera en otro lugar del mundo porque ésta es la manera del decir. Es desde este sendero que se va a elevar la voz del poeta que se dirige a lo universal y que diluye la escena en una frase que recupera el tiempo, ya no la búsqueda de un tiempo perdido, sino un encuentro, un encuentro temporal, en lo que se transforman todos los encuentros que vemos en la novela. Por otro lado hay una alternancia de miradas que se suceden rápidamente, miradas para adelante, para atrás, para el costado, para arriba y que son esos movimientos narrativos donde las escenas se componen apenas sostenidas por conversaciones casi banales, pero no carentes de sentido. La trama es un entretejido de miradas que apuntan a la lente microscópica con las que se enfocan las escenas y la trama no tiene principio ni final, es al mismo tiempo siempre toda la trama, ese entretejido. Como en la construcción de los grandes poemas de amor algo se repite con la insistencia de un estribillo, una libertad de la palabra y un coraje en escribirlas y en volverlas a escribir en esa insistencia sexual que por insistir busca lo nuevo y lo diferente y que aquí son esas escenas donde el sexo se manifiesta con esa diversidad del sentido común de todos los encuentros sexuales, y que podría pensarse que |
tienen la monotonía que los transformaría en técnicas descriptas de libros leído con avidez, pero el amor se mete, un amor no puntual, un amor sin escena y reconvierte toda la polémica dramática. El drama del amor con sus pasiones bajas destrona la crueldad de los celos y lo sexúa definitivamente, un desplazamiento esencial y el romance, es decir la novela deja de ser una novela de amor, pierde toda reciprocidad y se establece una circulación de cálculos indefinibles, como un verso libre, como un largo poema. Pero no es solamente la valentía de escribir lo que nadie se atreve a escribir, es también un manejo del tiempo en manos de este autor que ha llevado la narración de la descripción, a sostenerla en el tiempo que puede ser contado en minutos de lectura de una escena como si existiese un efecto de lentitud muy sutil, donde el discurso es un moderador del tiempo y de la rapidez de la Historia de esas vidas contadas desde el fragmento. Hay una estrategia textual totalmente inconsciente. La minuciosidad de las señas particulares de lo narrado sexual, no tiene una función de representación, se transforma en una moderación del tiempo, no para que el lector tenga el tiempo de seguirlo, sino para producirle una alteración del tiempo. En este sentido no cede frente al lector, no le hace concesiones. No es una dilación para llegar a ninguna solución dramática, no hay tono arrebatado que acentúe lo esencial ni tono bajo para lo superfluo, todo está en la superficie de una escritura que delata al poeta y al psicoanalista. Una puntuación que corresponde a los dos géneros, el masculino y el femenino, diluyendo de esta manera la correspondencia al género, se da en dos capítulos donde por separados El y Ella, tocados por la muerte lloran la irremediable finitud de lo humano. La muerte final que rompe de una patada la puerta para poder ver a la inmortalidad arrodillada. Ésta es la conjunción que marca esta tercera novela del autor, donde el sexo y la muerte, "como un destierro de luz dentro de la propia luz", dan movimiento a los cuerpos que se van definiendo en las conversaciones de los personajes de la misma manera que el deseo en el mismo movimiento del habla. Norma Menassa
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ESCUELA DE PSICOANÁLISIS Y POESÍA GRUPO CERO Fundada en Madrid en 1981. Director: Miguel Oscar Menassa SEMINARIO SIGMUND FREUD SEMINARIO JACQUES LACAN HEGEL-MARX-HEIDEGGER MÁSTER EN CLÍNICA
PSICOANALÍTICA GRUPO TERAPÉUTICO DIDÁCTICO TALLERES DE POESÍA |
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