LAS 2001 NOCHES ÍNDICE NÚMERO 24 |
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¿PERVERSIÓN? O ¿MUERTE DE LA PALABRA?LAS 2001 NOCHES. ÍNDICE DE PUBLICACIONES |
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Diría que esta es una pregunta moderna y antigua. |
superfluo, Miguel Oscar Menassa LA RAZÓN Cada vez nuevas palabras marcan el ritmo de lo
desconocido. Quiero decir, Todo es universal. |
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La guerra también. Termina, Si no puedes la paz, Uno contra el otro,
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una guerra de las palabras contra la biología, Es hora de zarpar, Quiero decir, Por ahora, Por ahora,
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y unas veces blanca y perfumada, danzando entre cisnes también blancos y olorosos, y otras veces, ensangrentada y nocturna, fría y natural, momificando su sonrisa siempre a una hora determinada, abre las ventanas de su corazón, abre desaforadamente sus flujos marinos. Ella en su casa también es poesía y entreabre su piel, porque la piel también es un agujero y en esas heridas, se petrifica el universo. Cuevas y salientes por doquier, deforman su cuerpo en el intento de abarcar, todo lo que produce. La marginalidad, aparente espacio donde zozobra su poderío, es también, un espacio de su propio cuerpo, alejado de su poder y estrechamente ligado a su corazón, ya que en esas márgenes que son todavía su cuerpo, viven, y cantan sus canciones los marginales. Sus apasionados amantes secretos. Viven como si fuera contra ella, para soñarla y en los sueños, ella no deja de reinar. Todo sueño es verdad. Toda verdad es sueño.
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Y cuando el mundo se llenó de verdades y de sueños, Miguel Oscar Menassa
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Una
vez, en una taciturna medianoche, mientras meditaba débil y fatigado, «Es
alguien que viene a visitarme -murmuré y llama a la puerta de mi habitación.
Sólo
eso, nada más.» Ah,
recuerdo claramente que era en el frío diciembre, Ardientemente
deseaba la aurora; raramente habría buscado extraer Y
el incierto y triste crujir de la seda de cada cortinaje de púrpura «Será
un visitante que quiere entrar y llama a la puerta de mi habitación. Algún
visitante retrasado que quiere entrar y llama a la puerta de mi habitación.
Eso
debe ser, y nada más.» De
repente, mi alma, se revistió de fuerza; y sin dudar más
dije: «Señor, o señora, les pido en verdad perdón; pero lo cierto es
que me adormecí y habéis llamado tan suavemente y tan débilmente habéis
llamado a la puerta de mi habitación Oscuridad
y nada más. Mirando
a través de la sombra, estuve mucho rato pensando preguntándome,
temiendo Esto
dije susurrando, y el eco respondió en un murmullo la palabra «¡Leonor!» Simplemente
esto y nada más.
Al
entrar de nuevo en mi habitación, toda mi alma abrasándose, «Seguramente»
-dije-, seguramente es alguien en la persiana de mi ventana. Déjame
ver, entonces, lo que es, y resolver este misterio; ¡Es
el viento y nada más!» Empujé
el postigo, cuando, con una gran agitación y movimientos de alas No
hizo ninguna reverencia; no se paró ni dudó un momento; pero, con una
actitud de lord o de lady, trepó sobre la puerta de mi habitación,
trepó en un busto de Palas, encima de la puerta de mi habitación. Se
posó y nada más. Entonces
aquel pájaro de ébano, induciendo a sonreír mi triste ilusión a
causa de la grave y severa solemnidad de su aspecto. «Aunque
tu cresta sea lisa y rasa -le dije-, tú no eres un cobarde.» Un
torvo espectral y antiguo cuervo, que errando llegas de la Dime:
«¿Cuál es tu nombre señorial en la orilla plutoniana de la
noche?» El
cuervo dijo: «Nunca más». Me
maravillé al escuchar aquella desgarbada ave expresarse tan claramente,
aunque
su respuesta tuviera poco sentido y poca oportunidad; Un
pájaro u otra bestia encima del busto esculpido encima de la puerta de su
habitación. Con
un nombre como «Nunca más». |
Pero
el cuervo, sentado en solitario en el plácido busto, sólo dijo aquellas
palabras, como si con ellas desparramara su alma. No dijo entonces nada
más, no movió entonces ni una sola pluma. Hasta
que yo murmuré: «Otros amigos han volado ya antes». En
la madrugada me abandonará, como antes mis esperanzas han volado. Entonces
el pájaro dijo: «Nunca más». Estremecido
por la calma, rota por una réplica tan bien dada,
dije: «Sin duda». Esto que ha dicho es todo su fondo y su bagaje, tomado de algún infeliz amo al que el Desastre cruel siguió rápido y siguió más rápido hasta que sus canciones formaron un
refrán único. Hasta que endechas de su Esperanza, llevaran la melancólica carga de «Nunca - nunca más». Pero el cuervo, sentado en solitario en el plácido
busto, sólo dijo aquellas palabras, como si con ellas
desparramara su alma. No dijo entonces nada más, no
movió entonces ni una En la madrugada me abandonará, como antes
mis Estremecido por la calma, rota por una réplica tan
bien dada, Me senté, ocupado en averiguarlo, pero sin pronunciar
una Entonces, creo, el aire se volvió más denso,
perfumado por un «Profeta -dije-, ser maligno, pájaro o demonio,
siempre «Profeta -dije-, ser maligno, pájaro o demonio,
siempre «Que esta palabra sea la señal de nuestra
separación, pájaro Y el cuervo, sin revolotear, todavía posado, todavía
posado, Selección Amelia Díez Cuesta |
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CASARES (Fragmento) V La madre había muerto en 1994; desde entonces el padre seguía viviendo en la vieja casa de la calle Hortiguera al quinientos (en una casa donde funcionó una prestigiosa imprenta), a pocos pasos del Parque Chacabuco. Cuando Javier fue a despedirse lo encontró en el escritorio, jugando con un lápiz. Tenía buenos colores en la cara; su cabeza, que era grande, parecía desnuda porque estaba rapada. No usaba anteojos. En una jaula había un loro muy verde. -Vengo a despedirme, padre. Me voy de viaje. -¿Adónde? -preguntó el padre. -¿Adónde? -replicó el loro. -A ver si me ayudas -dijo el padre-. Se ocupa del campo: once letras. -Agropecuario -contestó Javier. -Gracias, estoy orgulloso de vos, hijo mío. Otra pregunta: curiosidad sexual. Nunca los hubo y siempre los hay. Doce letras. Concluye en A. -Hermafrodita. -¡Qué hijo tengo! -Tengo -dijo el loro. -No te alegres demasiado, padre. Me voy de viaje. Si me extrañás como yo te extraño cuando no te veo... -¿Qué vas a hacer en Montevideo? Antes de irte podrías darme otra mano. Raro. Empieza con H. Once letras. -No sé qué puede ser, padre: pero me voy, porque estás muy ocupado... -Cuando empiezo unas palabras cruzadas, no las dejo a medio llenar.. en fin, cuando puedo. Me parece que ha de ser heterogéneo. -Genio -dijo el
loro. -Bueno, padre, me voy. Tengo que dejar aquí todo
arreglado, porque la ausencia puede ser larga... -¿Vas lejos? ¿Por mucho tiempo? ¡Piensa que sin tus visitas no sé qué será de mí! -¿Qué le vamos a hacer? No creas que me voy muy contento. Hay que sobreponerse... Siempre te quedan las palabras cruzadas y el loro. -No seas tan severo conmigo. -No quiero serlo. Vine a despedirme. Trataré de que tengas noticias mías. -Mías -dijo el loro. -Sé que no bien te vayas -dijo el padre- me voy a arrepentir de no haberte, preguntado nada sobre tu viaje. -Prometo -dijo Javier, mientras abrazaba a su padre- tenerte informado. Cuando salió a la calle respiró profundamente. La visita a su padre lo había entristecido. Ya se sabe: la vida es implacable y cuando la vejez llega nos aísla, nos tapa los oídos, nos quita la luz de los ojos; por todo eso, por un tiempo, nos sumimos en la tristeza y, por último, lo que es mucho peor, caemos en la indiferencia. Sí, por un rato había sentido que su padre estaba fuera de alcance, pero, acaso afortunadamente, en el momento de la separación, o poco antes, dejó ver su tristeza y también su afecto. Después de caminar unas cuadras encontró un teléfono
público, pero no pudo comunicarse Con Margarita, porque
el aparato estaba descompuesto. Al anochecer cansadísimo, llegó a la Plaza Irlanda. Comentó consigo que las plazas de Buenos Aires eran hermosas y también la circunstancia extraña, pero desprovista de interés, de que las dos personas a quienes quería abrazar antes de partir vivían cerca de plazas: su padre y Castro, el amigo de toda la vida. Se dijo: estoy pensando en estas necedades, para olvidar lo que me espera. Dobló por la calle Neuquén y a pocos pasos encontró la casa de su amigo. Era diminuta, de techo rojo y en punta, como los de algunos campanarios, y precedida por un jardín exiguo, muy mal cuidado. Castro lo recibió afectuosamente. Muy pronto Javier, que no tenía secretos para él, le anunció el viaje y le explicó la situación con Margarita. El amigo le dijo: -Yo seré un tipo raro, pero sistemáticamente me opongo a que los otros me obliguen a hacer algo que no quiero. ¿Por qué aceptaste participar en ese viaje espantoso? Nada más que para no separarte de Margarita y ahora, que ella no va ¿por qué inexplicable razón arriesgas la vida? Te digo con la mano en el corazón: lo más probable es que no llegues a ninguna parte y que te pierdas en el espacio. Pero si llegaras a otro mundo, lo que me parece improbable ¿has pensado en lo que allá vas a encontrar? A lo mejor seres rarísimos, que los atacarán a ustedes y los matarán. Javier se había cuidado muy bien de explicar que por toda tripulación irían él y un astronauta encargado de la conducción de la nave. |
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En
la noche del jueves el profesor Roberto Ravenna suspiró varias veces,
pero a la una de la madrugada lanzó un quejido. Después de leer el último
trabajo había encontrado, en la maraña de su mesa, una pila con otros
diez. Hombre
de humor excitable, necesitaba, para reponer el desgaste cotidiano,
largas noches de sueño; todas las de aquella semana, por diversos
motivos, fueron demasiado cortas. Estaba cansadísimo. La lectura de las
monografías reavivó, como siempre, su rencor por los estudiantes. «No
es para menos» decía. «Están los que no saben nada y está el que sabe
algo pero redacta de un modo que da ganas de corregirlo a patadas». A
las tres y media había concluido. Tambaleando llegó al borde de la cama,
donde se desplomó, sin quitarse la ropa. Destemplados golpes en la puerta
lo despertaron. Tras un momento de perplejidad, comprendió que para
acallarlos no le quedaba otro remedio que levantarse e ir hasta la puerta.
-¿Quién
es? -preguntó. -Abra. -¿Quién
es? -Abra,
abra. Soy Venancio. Venancio, el payaso. «El
6.º B» recapacitó Ravenna. En la casa, todo el mundo se conocía por el
número del piso y la letra del departamento. Doña Clotilde, la portera
así los llamaba y ellos, bajo ascendencia, adoptaron la modalidad. Sin
abrir preguntó: -¿Qué
le sucede? -Pero
¿cómo «Qué me sucede» doctor Ravenna? Lo mismo que a usted y al resto
del edificio. ¿No siente el olor? «Con
tal que no haya un incendio» pensó Ravenna, que vivía en el 7.º A, el
único departamento del último piso y ya se imaginaba corriendo escaleras
abajo, sofocado por el humo. Resignadamente entreabrió y en el acto debió
apelar a toda su fuerza para rechazar los embates del 6.º B que,
empleando el hombro como palanca, intentaba abrirse paso. A tiempo manoteó
el picaporte, con la otra mano se afirmó en el marco de la puerta y pudo
recuperar, a golpes de pecho, los centímetros de su departamento que el
payaso había invadido. Jadeante, pero con la satisfacción de la
victoria, exclamó: -No
le permito. -Le
juro, no soporto más el olor. Tengo que averiguar de donde viene. -No
huelo nada, y en casa no hay ningún incendio, le aclaro. -¿De qué
incendio me habla? Al
oír esto Ravenna se tranquilizó. Ya no tuvo más preocupación que la de
volver a la cama. En tono casi amistoso dijo: -Entonces
usted se va y me deja dormir. Yo me caigo de sueño. -Sin
ánimo de ofender, doctor ¿me cree estúpido? La pregunta lo sorprendió
por venir de un hombre tan extremadamente cortés que en los encuentros en
el ascensor podía volverse engorroso. Ravenna replicó: -Y
usted ¿qué me está sugiriendo? -Según
informaciones de buena fuente, el doctor da clases en la Facultad de
Veterinaria. Para ser exacto, en la Clínica de Animales Pequeños. -Exacto. -¿No
habrá traido algún animalito, llámelo perro o gato, en completo estado
de putrefacción? -Está mal de la cabeza. -¿Pretende
que el olor no viene de ninguna parte? -Le
repito: no siento el más mínimo olor. -Porque
se acostumbró. Cuando uno tiene la osamenta en casa, prontito se
acostumbra al mal olor. Usted trabaja, no lo discuto, en experimentos útiles
para el género humano. Permítame que entre y dé una ojeada. Le prometo,
doctor Ravenna: si pensé lo que no es, no vuelvo a molestarle. -Estaría
bueno que yo deje entrar en n-ú casa al primer loco que alega un olor
imaginario. El
6.º B contestó: -No
diga «imaginario», cuando no aguanto ese inmundo olor en las narices. Si
no descubro de dónde viene me vuelvo loco. -¿Por
qué no prueba con la señora Octavia, del 6.º A? -¿Le
parece? Una señora tan altanera, señorona es la palabra, que impone
respeto. Créame doctor: yo no me atrevo. -Atrévase. A lo mejor tiene suerte. Cerró con llave y colocó la tranca. Miro el reloj. «Qué desastre» dijo. Eran las cuatro y cinco de la madrugada. Esa noche había dormido un cuarto de hora. Aunque sentía dolorosamente el peso del sueño, la curiosidad prevaleció: tratando de no hacer ruido volvió a abrir, salió al rellano en puntas de pie, bajó por la escalera hasta promediar la curva y, parapetado en la baranda, observó cómo el 6.º B golpeaba la puerta del 6.º A, primero con timidez, luego frenéticamente. Al rato, la señora asomó la cabeza con lo que parecía una corona de espinas; eran ruleros. El 6.º B se apresuró a explicar: |
-Es
por el olor, señora. El olor que viene de acá, de su departamento. La
señora lo apartó de un empujón, o puñetazo, en el pecho y, antes de
cerrar, exclamó: -Cómo
se le ocurre. En
puntas de pie Ravenna subió los peldaños que había bajado, entró en su
departamento, cerró la puerta y se tiró en la cama, con una sensación
de alivio parecida a la dicha. En algún momento soñó con los hechos que
un rato antes habían ocurrido. Cuando oyó de nuevo los golpes,
astutamente se dijo que podía no hacer caso, porque sólo eran parte de
un sueño; entonces la violencia de los golpes lo despertó. Se dijo: -Tengo
que parar a ese animal antes de que me rompa la puerta. Salió
de la cama, corrió y, al abrir, recibió un puñetazo en la nariz.
Mientras la palpaba, para cerciorarse de que no estaba sangrando, el 6.º
B se excusó: -No
quise pegarle, doctor. Golpeaba para que me abriera y usted apareció tan
de golpe... -Lo
que usted realmente quiere es que yo no duerma. -No,
no señor. En ese punto se equivoca. Yo quiero entrar para retirar el
animal muerto. -¿Qué
animal muerto? -preguntó Ravenna, que a pesar, o tal vez a causa, de la
trompada seguía medio dormido. -El
que despide el olor. No puedo vivir un minuto más con este olor tan
espantoso. -No
lo dejo entrar. Bajo ningún concepto. -No
me fuerce, doctor Ravenna, que sin la menor intención ya lo he golpeado
una vez. Retiramos el bichito en mal estado o yo no respondo. El
forcejeo entre el que pretendía entrar y el que procuraba impedirlo
progresó con violentísima prontitud. Los contendientes cayeron. Cada
uno, varias veces tuvo al otro de espaldas contra el piso. En
una de esas oportunidades Ravenna se golpeó la nuca y por instantes quedó
anonadado. Sin demora el 6.º B se incorporó. Tras cumplir una veloz
recorrida por el departamento, reapareció cuando Ravenna se despabilaba. -Tenía
razón -dijo el 6.º B, muy triste- No encontré el cadáver, doctor
Ravenna, no encontré el cadáver -Lo
que es yo, voy a encontrar mi revólver marca Eibar para pegarle un
balazo. -Si
usted supiera lo que estoy pasando, no hablaría así. Nadie puede vivir
con semejante olor en las fosas nasales. Le juro: o me lo saco de encima o
salto por la ventana. Mientras
Ravenna empujaba afuera al intruso, le decía: -Ahora
quiere que le tenga lástima. Usted se va antes que lo agarre a patadas. Cerró
la puerta, se tiró en la cama y cuando la campanilla del teléfono lo
despertó, vio en el reloj de la mesa de luz que eran las ocho y media. No
se enojó, porque lo llamaba el doctor Garay, un amigo de toda la vida.
Aunque siguieron carreras distintas (Garay era psiquiatra), nunca dejaron
de verse. Garay le propuso: -Hoy
a las siete y media te paso a buscar. Dormimos en el recreo de siempre y
mañana y pasado pescamos el santo día. ¿De acuerdo? -De
acuerdo. Me vendrá bien un poco de calma después de lo ocurrido. Refirió
los episodios de la noche y describió cómicamente el frenesí del 6.º B
por el supuesto olor. Preguntó Garay: -¿Cómo
se llama el 6.º B? -Venancio.
Creo que Venancio Aldano. -Por
lo que me contaste y para evitar males mayores, lo mejor es que lo mande a
buscar. -¿Que
lo mandes a buscar? -Con
una ambulancia, para que me lo traigan al Borda. Quedate tranquilo; yo me
ocupo de él. En
todo hombre sobrevive un chico. En los años del Nacional, Garay y
Ravenna, más de una vez, habían organizado bromas que se hicieron
famosas. Aquella mañana, cada cual junto a su teléfono, echaron a reír,
sintiéndose superiores a todo el mundo, por las ocurrencias que tenían. La
entrevista en la Facultad con los estudiantes fue desagradable. Al oír
las notas se disgustaron. Por su parte Ravenna sentía compasión y furia.
Se dijo: «Lo peor es que no saben que no saben». Almorzó en un restorancito del barrio y sin demora volvió a la casa: el cuerpo le pedía una siesta. Cuando iba a tomar el ascensor, la portera se interpuso para anunciarle:
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Al
6.º B se lo llevaron al Borda. Alguien habrá pasado la denuncia. ¿No oyó
el alboroto que metió anoche? Para que un hombre como él se porte así,
tiene que estar loco. -Dos
veces me despertó. Se da cuenta: a mitad de la noche quería entrar en
casa. -Un
desubicado. -Un
demente. ¿Sabe por qué pretendía entrar? Según él, yo tenía un
animal muerto. -Una
locura. -Le
cuento otra. Porfiaba que había un olor asqueroso. ¿Usted lo olió? -Yo
no. -Yo
tampoco. -Más
que locura, calumnia. ¿Cómo puede haber mal olor en esta casa donde una
se desloma para tener todo limpio? Femanda,
la del 5.º B, entró de la calle, con los trillizos y los gemelos. Era
joven, rubia y divorciada. Dio las buenas tardes a Clotilde y partió
hacia arriba en el ascensor. «Qué poca suerte» pensó Ravenna. «No
existo para la mujer que me gusta». -La
gente es muy rara -comentó doña Clotilde-. El mismo Venancio, que a
usted le estropeó la noche, a la hora del chocolate divirtió a los
chicos y grandes en el cumpleaños de los gemelos. -No me diga que también
se desmandó en casa de la señora Femanda -preguntó Ravenna, que apenas
escuchaba y estaba dispuesto a indignarse. -Ni
soñarlo. Para su gobierno le aclaro que Venancio es buena persona. Un pan
de Dios que trabaja de payaso en fiestas infantiles. Finalmente
pudo Ravenna tomar el ascensor. Al promediar el 6.º piso notó que había
un olor nauseabundo. En el 7.º revisó el lavadero. No encontró nada. A
toda velocidad entró en su departamento, corrió al baño, se empapó la
cara con una loción para después de afeitarse. Reflexionó: «En otro
tiempo tenía siempre a mano agua de Colonia. Una buena costumbre que
hemos perdido». Se dijo que el perfume de la loción no valía nada; en
todo caso, parecía impregnado del horrible olor que había en la parte
alta del edificio. Mientras tuviera ese olor en la nariz no le sería
posible llevar una vida normal. «Con cuánta razón el 6.º B pensaba que
en uno de estos departamentos tiene que estar la causa del olor»
recapacitó. «Mi nariz no me engaña: hay por acá un animal muerto o el
cadáver de un ser humano. ¿Un crimen? Tal vez porque sospechaba eso
porfiaba tanto el 6.º B. No; simplemente porfiaba porque no aguantaba el
olor. Yo tampoco lo aguanto.» Estas consideraciones provocaron en el
profesor Ravenna, que en el fondo era buena persona, alguna simpatía, no
libre de remordimiento, hacia el 6.º B. Llamó al Borda y pidió a Garay:
-Por favor te pido que lo sueltes. He descubierto que no está loco. En
esta casa hay un olor inmundo. Yo mismo lo huelo. Garay
respondió: -Me
sacás un peso de encima. Aquí no se quejó nunca de mal olon No creo que
sea menos cuerdo que nosotros. Arrebatado
por un impulso incontenible corrió a golpear la puerta del 6.º A. La señora
Octavia, reluciente en su escultural vestido de raso negro, apareció muy
pronto. Sin perder el aplomo, Ravenna dijo: -¿Puedo
entrar? Tal
vez porque no había pasado bastante tiempo desde el episodio con el
6.º B, la señora replicó: -Cómo se le ocurre. -Pero
soy el 7.º A, su vecino. Hablando
con marcado movimiento de labios, preguntó la señora: -¿Podría
explicarme qué derecho eso le confiere? -le dio la espalda, miró hacia
arriba, exclamó-: Ni que fuera mi amante. Como
si a influjo de esas palabras entrara en funcionamiento en su cabeza el
mecanismo de una máquina tragamonedas a punto de soltar el premio,
Ravenna reflexionó y llegó a una conclusión. Dijo: -Con
todo respeto, es lo que más deseo en el mundo. -No
calla lo que siente y es fino -comentó la señora-. Una actitud que me
gusta. Ravenna
vio que los labios de la señora Octavia temblaban, se mojaban. -Permítame-
dijo. La
besó, la abrazó, empezó a desvestirla. La
señora observó: -Mejor cerrar la puerta -y mientras repetía, gimiendo- No tan pronto, no tan pronto
-lo llevó a la cama. Tardó
poco Ravenna en levantarse y revisar la casa. Como no encontró ningún
animal muerto, tiró un beso a la señora y salió a continuar la
investigación. Precipitadamente bajó por la escalera al 5.º piso y
golpeó a la puerta marcada con la letra A. Vivía ahí el doctor Hipólito
Reiner, especialista en nariz, garganta y oído. « En estas
circunstancias, muy adecuado» pensó Ravenna, un poco en broma. Se abrió
la puerta. -¿Qué lo trae por aquí, doctor?
-preguntó Reiner. No era joven, estaba
despeinado, tenía la mirada vaga, parecía débil. |
Ravenna
miró como si fuera a contestar, pero calló, por encontrarse de repente
desprovisto de la razón que lo llevó a llamar a la puerta. En efecto,
con incredulidad, con júbilo, advirtió que el olor había desaparecido.
Dijo lo primero que se le ocurrió: -Quería
avisarle que no es imposible que aparezca algún vecino y le pida
permiso para entrar en su departamento, a causa de un olor nauseabundo. Reiner declaró que no entendía. Con escasos cambios repitió Ravenna
lo que había dicho, manteniendo por cierto la referencia al olor
nauseabundo. -¿Qué
insinúa? -preguntó Reiner, sofocado por la indignación- ¿Que tengo
mi departamento sucio? La
dificultad de explicar verosíniilmente los hechos, de antemano cansó a
Ravenna y muy pronto lo exasperó. Dijo: -No insinúo nada, pero como
estoy un poco harto me voy. Todavía subía hacia el 7.º piso cuando vio,
a través de la puerta enrejada del ascensor, a la señora Octavia, que
bajaba. Tras vacilar un momento, salió del ascensor y procuró seguir por
la escalera a la señora. Esta había desaparecido. «Tiempo de llegar
abajo no tuvo» pensó. «Entró en el 5.º A o en el 5.º B.» Dominado
por la curiosidad, esperó en un recodo. No bien oía el funcionamiento
del ascensor, o pasos en alguna parte, bajaba o subía un tramo, para que
no lo sorprendieran espiando. Sus movimientos le recordaban las ¡das y
venidas de una fiera enjaulada. Por
último Octavia salió del 5.º A; al verlo, exclamó: -Si
todavía te sigue la molestia nasal, el doctor Reiner es tu salvación. Te
confieso: cuando apareciste
en casa, creí que todo era un pretexto. Al
rato no más empecé a oler. Qué castigo. -¿Todavía
te molesta? -Me
curó el doctor Reiner. Un brujo. Tendrías que verlo. -Yo estoy sano. Me
sané al contagiarte. -Fuiste malísimo, pero ahora no importa, porque el
doctor Reiner me curó. Es un brujo. No me dió ningún remedio. Yo creía
todo el tiempo que estaba auscultándome con sus cornetines de metal. Me
miró la nariz por dentro y me examinó la boca en sus últimos detalles. -¿Para
qué? -El
lo sabrá, porque es un brujo. Bastó una visita para que me sanara. Ravenna
dijo: -Bueno,
me voy. Subió
a su departamento. Pensó que debía arreglar los papeles de la Facultad,
antes que se le extraviaran en el desorden de la mesa. «No puedo mantener
los ojos abiertos» murmuró. Se dejó caer en la silla, miró la ventana,
el azul del cielo, y cuando hizo el ademán de recoger los papeles quedó
profundamente dormido. Despertó
renovado. Se arrimó a la ventana y más allá de infinidad de casas
desparejas vio una portentosa puesta de sol. Como quien saca una conclusión,
pensó que si la tuviera a mano a Femanda, la del 5.º B, la de los
trillizos y los gemelos, la convencería. Seguro de que había llegado la
hora de actuar, corrió escaleras abajo. Se encontró con Femanda -lo que
interpretó como un buen augurio- que salía del 5.º A -un augurio menos
auspicioso. Sin
darle tiempo a reaccionar, Femanda dijo: -Qué
suerte encontrarlo. «Por
primera vez me habla» pensó Ravenna. Contestó: -Para mi también es una
suerte. -Quiero que me felicite. Me caso con Hipólito. El doctor Reiner,
usted sabe. Es para morirse de risa. Llegó fuera de sí, desesperado por
el mal olor, y a los pocos minutos nos queríamos con locura. Sintió
un cansancio muy grande. Procuró sobreponerse, para intentar una última
defensa, y argumentó: -Ese olor es contagioso. -¡A
quién se lo dice! Parece evidente que yo traje el morbo a la casa. Ahora
he de estar inmunizado. Interrumpió
este diálogo la llegada del ascensor, con doña Clotilde, que anunció: -Doctor
Ravenna: el doctor Garay lo espera abajo. -Me
había olvidado -exclamó con desconsuelo. Se despidió, se cuadró y partió a enfrentar su largo fin de semana. En una de susu guerra. Allí a un hombre y se arrodilló sobre su pecho para decapitarlo. El hombre le escupió en la cara. Allí se incorporó y lo dejó. Cuando le preguntaron por qué habia hecho eso, respondió: -Me escupió en la cara y temí matarlo estando yo ennojado. Sólo quiero matar a mis enemigos estando en estado puro. Allí llegó a un inmenso castillo, en cuyo frontispicio estaba grabado:" A nadie pertenezco, y a todos; antes de entrar, ya estabas aquí: quedarás aquí cuando salgas". La hermosa Hsi Shih frunció el entrecejo. Una aldeana feísima que la vió, quedó maravillada. Anhelo imatarla; asiduamente se puso de mal humor y frunció el entrecejo. Luego pisó la calle. Los ricos se encerraron bajo llave y rehusaron a salir; los pobres cargaron con sus hijos y sus mujeres y emigraron a otros países. |
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Cuentan
que un hombre compró a una muchacha por cuatro mil denarios. Un día la
miró y se echó a llorar. La muchacha le preguntó por qué lloraba; él
respondió: -Tienes
tan bellos ojos que me olvido de adorar a Dios. Cuando quedó sola. la
muchacha se arrancó los ojos. Al verla en ese estado el hombre se afligió
y le dijo: -¿Por
qué te has maltratado así? Has disminuido tu valor. Ella respondió: -No
quiero que haya nada. en mí que te aparte de adorar a Dios. A
la noche, el hombre oyó en sueños una voz que le decía: «La muchacha
disminuyó su valor para ti. pero lo aumentó para nosotros y te la
hemos tomado». Al despertar. encontró cuatro mil denarios bajo la
almohada. La muchacha estaba muerta. En
las Islas Canarias se levantaba una enorme estatua de bronce. de un
caballero que señalaba. con su espada. el Oeste. En el pedestal estaba
escrito «Volveos. A mis espaldas no hay nada». Selección
Karina Pueyo
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CÉSAR FERNÁNDEZ MORENO El
tiempo me desgarra por sus dos puntas Basta
tiempo no quiero seguir No
deberías dejarme solo si
ayudaste a la tarde a cambiar sus colores derribado
es más fácil estar solo Estábamos
en una de las habitaciones favoritas de mi infancia yo
quería besarte entonces
dije no sé qué frase pero
mientras mi beso premioso se cumplía
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Cuando
el aire me tiene y
si el aire me artoja así
vas rodeándome cuando
el aire por fin yo
no puedo vivir
Dans
les rues de la ville René
Char La
ciudad es un círculo cuanto
te quiero sin apuro la ciudad es el ámbito preciso adecuado se mueve
segura y sin trabas todo adquiere una especial cohesión escorzánse las
avenidas hacia el río los colores se funden graciosamente el trolebús
lanza su grito excitante cada cintura es un poco la tuya eres la fuerza de
la nafta el tono para discar el conmutador del mundo cuanto te quiero más la ciudad se despuebla se enfría es una capital abandonada yo camino agachado entre ráfagas de arena todo está silencioso cada persona es tu fantasma no
es preciso que me digas recuerda en
tu ausencia el tiempo es culpable Selección
Norma Menassa
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-La
duración de nuestras pasiones no depende más de nosotros que la duración
de nuestra vida. -Esas
grandes y magníficas acciones que deslumbran los ojos nos las representan
los políticos como la consecuencia de grandes proyectos, cuando son de
ordinario efectos del humor y de las pasiones. Así la guerra de Antonio y de Augusto, que refieren a la
ambición que tenían ambos de ser dueños del mundo, no tuvo quizás otro
motivo que los celos. -Las
pasiones son los únicos oradores que persuaden siempre.
Son como un arte de la naturaleza, de reglas infalibles.
El hombre más simple movido por la pasión, convence mejor que el
más elocuente sin ella. -Las
pasiones llevan consigo una injusticia y un interés propios, que hace
sea peligroso el seguirlas, y se deba desconfiar de ellas aún en los
momentos en que más razonables parecen. -En
el corazón humano hay una gestación perpetua de pasiones, de suerte que
la ruina de una coincide casi siempre con el establecimiento de otra. -Las
pasiones engendran a menudo otras que les son contrarias.
La avaricia produce a veces la prodigalidad, y la prodigalidad la
avaricia. Se es con
frecuencia firme por flaqueza y osado por timidez. -Si
resistimos las pasiones es más por su debilidad que por nuestra
fortaleza. -La
salud del alma no está más segura que la del cuerpo, y aunque uno se
crea a cubierto de las pasiones, no estamos menos en peligro de dejarnos
arrastrar por ellas que de caer enfermos cuando estamos sanos. -Es engañarse creer que sólo las pasiones violentas, como la ambición y el amor, son capaces de arrollar a las demás. La pereza, tan lánguida como parece, no deja por ello de ser a veces la dominadora. Socava los designios todos y todas las acciones de la vida, destruye y consume insensiblemente las pasiones y las virtudes. -De
todas las pasiones, la más desconocida de nosotros mismos es la pereza;
pero es la más ardiente y maligna de todas, aunque su violencia sea
insensible y los perjuicios que ocasiona permanezcan muy ocultos.
Si consideramos atentamente su poder veremos cómo se hace dueña
en todas las circunstancias de nuestros sentimientos, nuestros intereses
y nuestros placeres; es Iz rémora, con fuerza suficiente para detener las
más grandes naves esta bonanza es más peligrosa a los negocios
importantes que los escollos y las mayores tempestades.
El reposo de la pereza es ur encanto secreto del alma que suspende
momentáneamente las más ardientes diligencias y las resoluciones más
tenaces. En suma. para dar la
idea verdadera de esta pasión: la pereza es como una beatitud del alma,
que la consuela de todas sus pérdidas y suple todos los bienes. -La
ausencia disminuye las pasiones mediocres y acrecienta las grandes, como
el viento apaga las candelas y atiza las hogueras. -Las
almas grandes no son las que poseen menos pasiones y mayores virtudes que
los espíritus vulgares, sino aquellas que alientan designios más
grandes. -Nunca
se desea ardientemente lo que sólo se desea por razón. -Si no tuviéramos
orgullo no nos quejaríamos del ajeno. -El orgullo es igual en todos los
hombres; se diferencia sólo en los medios y en la manera de ponerlo en práctica.
-Parece como si la naturaleza, que tan sabiamente ha dispuesto los órganos
de nuestro cuerpo para hacemos dichosos, nos hubiese dado también el
orgullo para evitarnos el dolor de conocer muestras imperfecciones. -El
orgullo se resarce siempre, y hasta cuando renuncia a la vanidad nada
pierde. -No
se elogia, en general, sino para ser elogiado. -Hay
reproches que ensalzan y alabanzas que vituperan. -Rechazar
un elogio es deseo de ser elogiado dos veces. |
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DES-NUDOS AUTORA: El cuerpo de la poesía se
abre para todo aquel que no tema mirarse en el espejo oscuro de las
palabras, donde el silencio es palabra plena, estallido. ARTIFICIOS AUTOR: Una copa antecediendo como
portada a los artificios que veremos desplegarse a salvas a lo largo del
libro, componiéndolo en cinco apartados que tendrán cada uno un tiempo y
una manera de decir alguna cosa diferente. CONTANDO PIEDRAS AUTOR: La inspiración, la musa universal y eterna, ese lugar a contar estrellas es posible porque antes, humilde, empecinadamente, el poeta usó una y otra vez palabras, contó una y otra vez, piedras. ENTRE PALABRAS AUTORA: Carmen Salamanca, poeta, ha sentado sus nuevas leyes con hallazgos finamente escogidos y cuidadosamente preservados. Una vez más pleclara, préstina, pausada, la verdad poética nos invita a recorrerla para enriquecernos mutuamente.
PRIMERA INQUIETUD AUTORA: Poesía inquieta e inevitable, por escrita, joven y aguda, donde la mujer es protagonista por tratarse de una joven poeta y porque cada mujer habita en sus poemas. También habitan en ellos la injusticia, las revoluciones, la ciudad, la medicina y lo cotidiano.
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TALLERES DE POESÍA I
AUTORA: Este libro, que reúne a 46
poetas de todas las edades y de varias nacionalidades, es producto del
trabajo de cada uno de los integrantes de los talleres de poesía que
tienen lugar en la Escuela de Psicoanálisis y Poesía Grupo cero. CANTO A NOSOTROS MISMOS, TAMBIÉN SOMOS AMÉRICA AUTOR: Esclavo por definición, lujurioso beso en las sombras, entre llagas y el dolor a podrido, el poeta ama la libertad. Entregado todo el poder, frondosa telaraña de lo perenne, pisotea toda belleza huaraní y sin embargo, el poeta ama la libertad. Una raza de fieras, sin territorio, humanos sexos al aire libre, violenta creencia en la palabra inalcanzable, porque el poeta ama la libertad. YO PECADOR AUTOR: Nadie puede venir a la belleza si la belleza no la trae,
nadie puede venir a la poesía, sino de la mano de la poesía . Palabras
iniciales para representar este libro. Aparece en su primera edición tres
veces prologado. AMORES PERDIDOS AUTOR: AMORES PERDIDOS es un libro esperanzado, que deja sufrir el futuro como claridad, sin caer en la promesa y mucho menos en la profecía. Es un libro que señala, que nombra, pero no declara ni reivindica. EL AMOR EXISTE Y LA LIBERTAD AUTOR: El amor existe y la libertad es todo un organismo vivo. Un ser que palpita. Porque la poesia es eso. Un ser que nos mira con sus imágenes, al que podemos tratar como un amigo, esconderlo en un estante y sacarlo y sacarlo subrepticiamente. Sus labios serán sus versos. Y por esos labios sentiremos el fervor o el reproche. |
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CUANDO ESTA POR LLOVER LOS PÁJAROS NO VUELAN AUTORA: La poeta no pide nada al lector. Le exige bajar con ella a los territorios intocados por la voz humana. le exige entrega en sus vértigos, testimonio de sus caidas bajo las balas, bajo las palabras amontonándose como nubes grises sobre su cielo. DE TANTOS VUELOS AUTORA: Estoy aquí,
BELLA DE SIESTA AUTORA: Dos manchas salpicadas sobre
el corazón. MANUAL DE VUELO AUTOR: El poeta, jugando en su propio vuelo entre la caída y vuelo rasante, nos propone "una prevención de la muerte prematura", la cotidiana "ceremonia de la creación del alma". Poco importan los obstáculos, los demonios encontrados en el camino: los poemas son la vida aunque la vida gaste. POEMAS Y CARTAS A MI AMANTE LOCA JOVEN POETA PSICOANALISTA AUTOR: Cuando envejezca
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(Viene
del
número anterior) 1.-¿PERVERSIÓN?
0 ¿POESÍA? Si
todo está destruido cuando se comienza, no caben dudas,
la posibilidad es poética. Miguel
Oscar Menassa No
nos bastan todas nuestras manos agarradas a una cuerda
de fuego alrededor de la montaña negra. ¿Quién habla de disponer
de nosotros, de hacemos contribuir a la abominable comodidad
terrestre? Nosotros queremos,
y tendremos, el «Más allá» en vida. André
Bretón Al
principio es todo naturaleza: la ciudad es un paisaje, son
rocas, alturas, cielo, claros improvisados; la mujer es una fiera,
una carne, un abrazo. Después
se vuelve palabras: lo natural era sólo un símbolo y al conocer
lo selvático verdadero, hay que aullar. Cesare
Pavese CAMA
REDONDA: 23
hs. He
puesto debajo de la máquina de escribir, una toalla.
El ruido de la máquina parece ahora el ruido de un tambor. Escuchad
su violencia que es vuestra violencia, escuchad la furia contenida durante
tanto tiempo, como un ruido ensordecedor, escuchad los acordes de la ronda
final. Serán tal vez los
potros de bárbaros atilas o los heraldos negros que nos manda la muerte.
Será que el mar me llama porque hoy desea una gran víctima. 24
hs.
Acabamos
de transgredir la primera ley, perdón, acabamos de transgredir por
primera vez una ley.
Espero que no tengamos que pagar con nuestra vida dicha transgresión.
Durante la tarde esperé con ansiedad el momento de este encuentro.
Durante la tarde me hizo bien sentir que a la noche debería, como
una obligación, pensar en ustedes. Mi
ser se derrumba en estos maremotos. ¿A
quién habrá que obligar algún día que diga toda la verdad? ¿Y si al
que le toca miente de rabia y de dolor? Yo
mentiría.
Me pararía delante de todos los estúpidos y les diría a gritos
que amo la vida y el sol de primavera. Ohs. 30'. Mi escritura es extraordinariamente lenta, espero algo, sin dudas estoy a la espera de algún acontecimiento. Lento es el andar de los que saben que el oro es mierda pura. Cada palabra es un repaso de todas las anteriores. 0 hs. 55'.
Y yo, dónde estoy, en qué enredadera estoy colgado.
Qué decir de lo que todavía creo no conocer.
Cómo decir el horror de nuestros cuerpos mutilados. 1hs.
20'. ¿Qué
diferencia hay entre los locos y nosotros? Es
necesario permanecer juntos, estoy dispuesto a cualquier mutilación
cuando la promesa es llegar juntos al final. Me
está empezando a dejar de interesar la hora. Ya
no tengo ni odio ni amor, intentaré entonces empezar a escribir. El
cielo siempre es azul a orillas del mar.
Cualquier persona sin ser escritor conoce historias acerca del mar. 1
hs. 35': Todo el mundo quiere psicoanalizarse rápidamente. La
guerra está por estallar. Queridos,
sepan que he aprendido a amar y comprender vuestros pobres gestos, porque
ellos también forman parte de mi ser. |
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Y
si puedo imaginarme en las tardes de locura y falta de fe, que entre
nosotros crecerán algunos idiotas, algunos locos malhumorados por su
lugar, algunos maricones.
Hoy me pregunto, ¿qué tiene que ver el más allá con estas
idioteces que le ocurren a los pequeños hombres masculinos y
femeninos?¿O acaso el más allá son las tristes historias que contarán
de nosotros aquellos que nunca pudieron soportar nuestra mirada? Emblemas,
hoy
se me da por tener asco de todos los emblemas.
Hoy se me puede dar cualquier cosa y eso siempre es bueno para la
salud. 2
hs.
Ciertas
palabras provocan aunque más no sea una pequeña inhibición.
La palabra dos se me apareció cargada de sentido, me indica
primero una torpe unión entre quienes no se conocen por estar demasiado
juntos.
Pero también me indica que está formada por tres letras.
Dos consonantes custodiando, una a cada lado, a A
dos también hay que agregarle otro, otro cualquiera, algún idiota que
tenga como misión, siempre la misma, hacer añicos los espejos.
Y si forzamos y en esta noche de arrebatos todo es posible, si el otro
es la letra podemos formar la palabra dios y entonces, no es el tercero el
que aparece, sino la muerte. 2
hs. 50'. Siento que
falta muy poco tiempo para las seis de la mañana, siento que nunca
terminaremos de decirlo todo. Mi
pobre alma vocifera contra el inexorable tiempo del reloj.
Le temo más a los días que pasan que a la inmortalidad. La
lujuria, qué mierda será la lujuria entre nosotros, acaso una vieja chupándonos
el culo o mordiendo con mordaces sonrisas nuestros cachetes. ¿O acaso la
lujuria serán las rosas rojas sobre la tumba de alguna amada muerta?
Y el poeta, ¿qué está haciendo el poeta en este instante?
El poeta teje y desteje sus sueños infantiles, el poeta teje y
desteje su amor por los objetos inútiles. El
poeta ama la vida, cree en el hombre ciegamente. 3
hs. 50'. Una
fresca brisa marina entra por la ventana abierta.
El olor a mar me recuerda el olor de las vaginas sublimes donde mi
locura se transforma en el aullido animal del que sabe que todo se parece
a la muerte. El ruido del mar
entorpece mi escritura. El
ruido del mar me suena a vacaciones malolientes e inútiles.
Amor mío, subamos a la higuera de la infancia y comamos hasta el
hartazgo todos los higos maduros, hasta el hartazgo, digo, hasta la
indigestión. Una
especie de sueño mortal invade mi mente. Muero cuando no puedo tener en la cabeza todos los nombres
que pronuncio. Muero de
espanto cuando no puedo pronunciar todos los nombres que tengo en la
cabeza. Acabo
de
perder todo contacto con la realidad mi madre era una prostituta?
¿Quién es quién en este enjambre donde los animales salvajes quieren
compartir mi lecho? A quién tendré que preguntarle por mi saber, a quién por mi talento, a quién por mi sumisión, a quién tendré que pedirle que sostenga el espejo que transforme definitivamente mi saber de mí. 5
hs. Sólo una hora para decir lo que no podemos decir.
Me hablan de separaciones y yo amo con toda la pasión de mi hombre
los encuentros, amo con una estupidez exagerada la ilusión de un
encuentro mortal entre nosotros, Y
mortal quiere decir un encuentro definitivo, con luz y sombras, con los
excrementos rondando a cada paso, con la mezquindad de los insectos y la
generosidad de las bestias en saciedad. Abramos
las compuertas antes de que sea demasiado tarde.
Quiero decirte que te amo, que vos sos mi mujer, que tu deber es
seguirme a todos lados, al cielo y al infierno, a la cumbre donde el poeta
oculta su dolor y a los abismos donde la bestia ama todos los cuerpos y se
regocija con el plaf plaf de los líquidos orgánicos y la humedad de las
cavernas donde mi ser estalla en monosílabos incomprensibles. Volver
de esos lugares para amamos y arrastramos sin piedad por el camino del
goce hacia la muerte, es en definitiva el destino de la bestia. Atentar
hay que atentar contra todo. Amar
una posición, entrechocar las copas de alegría por el lugar que
ocupamos, no servirá de nada. El
infierno interior que nos habita no cederá ni ante la fama. No
peleamos, vivimos. Lo
insoportable debe ser nuestra vida. De
la perversión, tendremos que decirlo por fin, ella es nuestra máscara. Suprema
máscara en las más ambiciosas ceremonias. Diosa
del olvido, dame tus palabras. Tu
tono mayor, el tono para arrancar una sonrisa del idiota, el tono de los
Andes nevados, la luz que enceguezca definitivamente a los ciegos. Marzo
ha llegado, las brujas deben partir y sin embargo, ellas están
propiamente en nosotros. Ni
una mirada. Ni un gesto que
nos permita hablar de él durante años y sin embargo el niño ha huido
por los matorrales, el niño ha traído el viento de los cabellos, el niño ya ha dado su primer paso.
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Ya
somos perversos. Palabras
de papá en el corazón. Palabras
de mamá en el corazón. La guerra ha comenzado. Cuando
rozo tu voz, el ronco bramido del mar habla de tu presencia. Cuando
rozo tu piel, nocturna y amable, cuando recuerdo tu vientre mal herido,
pequeña madre, ave de rapiña. Vive
el dolor. Tu
voz entre los troncos, tu piel entre las mariposas del color de las flores
del naranjo. Cuerpo
de tierra, hollín, masticación feroz, ocultan su presencia, ocultan su
bello rostro entre mis manos. El
niño no quiere morir, pide clemencia.
Las palabras estallan como granadas en su corazón.
El niño deberá para sobrevivir desviar la mirada, el niño
deberá morir mil veces para no morir.
El niño terminará enjaulando su corazón. La
perversión acecha. El
niño ha dado su segundo paso pero no ha conseguido avanzar, ha caminado
para uno de los dos costados de su corazón.
Bebed mi sangre y comed mi carne y el niño abraza por primera y única
vez en toda su vida el cuerpo de su madre.
En medio de esta carnicería ella me recuerda tu voz entre los
troncos. Serás
estas palabras, serás mi nombre y mientras tanto ella me habla de amor,
muestra su cuerpo perforado. Cálida
presencia, amante de las desviaciones, curiosa e inútil marca en el
tercer paso del niño que ahora llora desesperadamente frente al nuevo
fracaso. Al borde del abismo,
palabras de papá en el corazón anuncian pequeñas y tibias mutilaciones
y el campo de ciruelos donde ella era el color de los frutos y su sabor. Me
pregunto si los obstáculos son propios del saber o Ella es su música. El
terror es no poder decir, ese es todo el terror. Ni
luciérnagas, ni mis viejas alcántaras, ni valles de pasión.
Odres de mierda y de saber, olvidos del olvido, entretelones de lo
cierto. Sólo
tu voz cuando ni la locura ni los abismos me pertenecen y sólo tu
arrogancia y sólo tu indómita figura, fondo de la nada. Mujer
del vientre dorado, de la dorada juventud, del semen profundo entro los
cabellos, de los animales abiertos en la boca y todo el dolor; dime madre
amada. ¿Cuánto
dolor? Amo
el delirio de las rosas, fragancia milenario, abierta sed. Detengo
mi palabra. ¿Serán los pechos de mi madre, o los olores del pan, o la
tibieza del sol al mediodía contra los ojos ciegos? Perverso
o ciego, y
esas fueron las palabras del cielo. Días
y días sin poder salir de estos territorios donde el amo absoluto es una
mirada vacía, unos ojos resecos y ciegos. Ceguera
frente a la cual lo bello pierde su poder.
Territorio donde la lujuria consiste en agotar las diferencias.
Antro de los demonios y los malos espíritus maternales.
Lugar donde el deseo pertenece al futuro. Ojos
ensangretados por la visión de lo siniestro: madres destrozadas por la
verdad. Agujereadas para
siempre en el centro mismo de su ser. Ojos
sin piedad ocultos por el lodo y la cálida mierda de primavera para no
ver. Matar para no ver. Y
la ceguera fue el destino del hombre. Madre,
devuélvenos la vista. Madre
el goce fue morir. SU
VOZ O ES ELLA Mi
propia madre. Rosa
profunda del verano que
el sol no matará Lloro
por el suceso que trastocará mi razón definitivamente. Lloro
por la muerte del padre. El
poeta tiene en su sangre los ocasos, tiene en su sangre el tiempo.
Alondras explosivas arrancadas del alma. No
aparecen escenas extraordinarias, veo, porque de ver se trata, una milimétrica
desviación, un fugaz sin sentido de los tonos.
Recuerdo en la pequeña pieza de mi infancia, con mis años,
violentos desperados, con una rueda gigante todo el día en los ojos y su
voz y todas las novelas acerca de su voz. Todo
mi amor era para su cuerpo de gacela. Y sin embargo sólo recuerdo con alegría aquellas palabras que me hablaban de un hombre y tu perfume de violetas. Continuará |
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