LAS 2001 NOCHES ÍNDICE NÚMERO 18

YO TAMBIÉN NACÍ EN EL 98 GILÍS

EL POETA CANTA POR TODOS

CONTINENTE ALEIXANDRE

ENTRE DOS OSCURIDADES, UN RELÁMPAGO

VICENTE ALEIXANDRE

MATERIA HUMANA

ADOLESCENCIA

LA PIERNA

EL VALS

LA OSCURIDAD

CANCIÓN A UNA MUCHACHA MUERTA

NOVEDADES

SE QUERÍAN

AFORISMOS

NO EXISTE EL HOMBRE

JUAN-JACOBO BAJARLÍA

DESTINO TRÁGICO

CONDENSACIONES

DESTINO DE LA CARNE

SOCIOS DE HONOR

MANO ENTREGADA

...Y LLEGÓ EL PSICOANÁLISIS

EN LA PLAZA

PABLO MENASSA DE LUCIA

VICENTE ALEIXANDRE
Yo también nací en el 98, gilís

CONTINENTE ALEIXANDRE

Se cumplen los cien años del nacimiento de Vicente Aleixandre. Recuerdo que el malogrado poeta José Luis Gallego definía su encuentro con Aleixandre durante la guerra civil: «Es para mí como un continente», decía. Un continente alto, en efecto tal las cordilleras de su poesía hermosísima, tal el vuelo de las águilas que cruzan el cielo de «La destrucción o el amor».

Y el continente hablaba. Aleixandre logró que su palabra poética tuviera entraña de vieja raíz y levedad de ala joven. Sus poemas participan de la fulguración cósmica y de la pesadumbre telúrica. También la zozobra humana. En sus libros hallará el lector -el de hoy, el de mañana- esa virtud admirable.

Pero era su palabra diaria, su voz seguida por su gesto, su conversar amistoso, lo que tuvismos privilegiadamente sus lectores de ayer, participando de esa nobleza acompañada de rara sencillez, de naturalidad. Era difícil hablar siquiera una ocasión con Vicente Aleixandre y no sentir el encanto de una expresión singular, de un acento que parecía envolverlo todo como si lo asumiera en acumulada comprensión. Puede que fuera esa condición personal -añadida al poder turbador de su poesía misma- la clave de su largo influjo sobre los poetas de medio siglo. Aleixandre, cuando con cuarenta años era un poeta innovador y original, era ya, a la vez, un clásico. Se hermanaban en su obra vehemencia expresiva, audacia creadora y perfección, belleza, serenidad. Como esos amplios panoramas soliviantados por las fuerzas de la naturaleza y, tras su paso, aplacados y envueltos en luz matizada, en armónicas claridades. Mas toda esa realidad poética no era una isla de creación, era un continente de verdad humana.


Vicente Aleixandre y Leopoldo de Luis

Pocos poetas nos dan la sensación de lograr fundir así lo dionisiaco y lo apolíneo. Quizá fuera -digo de nuevo- el quid de su influencia indudable. No se la propuso: lejos de su talante la obsesión de un resabio magistral que trajo de cabeza a otros. Miraba a todos con benignidad. Pero el poeta que lo trataba no sabia alejarse, de suerte que resulta imposible arribar a la poesía española de este siglo, a partir de la guerra civil, sin llegar primero al continente Aleixandre.

Cuando recorremos las páginas de «Sombra del Paraíso» creemos haber penetrado en un territorio exótico y, sin embargo, familiar: paisajes nunca contemplados y que, misteriosamente, refluyen en nosotros mismos. Una creación nueva, en su doble razón de poesía original y de naturaleza inventada. Mas lo fabuloso estriba en que exultación y nostalgia por igual nos invaden. Felices y desgraciados a un tiempo, quienes realizan con el poeta tan extraordinario viaje se sienten atrapados por la complejidad del existir, en permanente contradicción.

Vicente Aleixandre, Leopoldo de Luis y el poeta marroquí Mohamed Saba

He dicho alguna vez que si Aleixandre no hubiera escrito más que ese libro, sería un poeta nostálgico, como si su única obra fuera «Pasión de la tierra» sería un poeta rebelde. De no escribir sino «La destrucción o el amor» sería un poeta de amor trágico. Y si contase sólo como autor de «Historia del corazón» sería un poeta existencias. Ser creador de todas esas versiones líricas es lo que le convierte en poeta de vasta comprensión cósmica y humana a la vez, y quizá la conciliación de todas ellas resida en un libro final donde la existencia, con toda su gravedad, donde el mundo, con toda su complejidad, convergen en el


Leopoldo de Luis y Vicente Aleixandre

 


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ser que medita y que contempla, sin llantos y sin elegías: con lucidez, casi con frialdad patética, la consumación. La poesía se hace no sensaciones, no percepciones sino idea o, mejor, conocimiento. Él mismo había escrito que «para un poeta en su primera juventud, la poesía, exenta y brillante, es como una diosa adorada, como un sueño; para un poeta en su madurez es como una diaria verdad, amasada en nuestra vida».

El continente Aleixandre es recorrido por multitud de lectores, en todos los idiomas de la cultura; explorado por la crítica más diversa. Mucho se andará sobre sus grandiosas dimensiones: lectores y críticos seguirán la aventura. Sin embargo, es ya en lo humano un continente perdido, una Atlántida engullida por ese mar de la muerte que él cantó -en la visión total de la armonía del Universo- como un misterioso concierto formado por los trinos de los ruiseñores del fondo.

LEOPOLDO DE LUIS

PSICOANÁLISIS 
EN MADRID
SEMINARIO 
SIGMUND FREUD

XXV CONVOCATORIA

TEMPORADA 1998/1999
ABIERTA MATRÍCULA

CLASE INAUGURAL
LUNES 19 DE OCTUBRE
A LAS 19,00 HORAS

Escuela de Psicoanálisis
GRUPO CERO
TEL. 91 542 33 49
FAX: 91 548 33 01

http://www.grupocero.org

VICENTE ALEIXANDRE


ADOLESCENCIA

Vinieras y te fueras dulcemente,
de otro camino
a otro camino. Verte,
y ya otra vez no verte.
Pasar por un puente a otro puente.
-El pie breve,
la luz vencida alegre-.
Muchacho que sería yo mirando
aguas abajo la corriente,
y en el espejo tu pasaje
fluir, desvanecerse.

EL VALS

Eres hermosa como la piedra,
oh difunta;
oh viva, oh viva, eres dichosa como la nave.
Esta orquesta que agita
mis cuidados como una negligencia,
como un elegante bendecir de buen tono,
ignora el vello de los pubis,
ignora la risa que sale del esternón como una gran batuta.

Unas olas de afrecho,
un poco de serrín en los ojos,
o si acaso en las sienes,
o acaso adornando las cabelleras;
unas faldas largas hechas de colas de cocodrilos;
unas lenguas o unas sonrisas hechas con caparazones de cangrejos.
Todo lo que está suficientemente visto
no puede sorprender a nadie.

Las damas aguardan su momento sentadas sobre una lágrima,
disimulando la humedad a fuerza de abanico insistente.
Y los caballeros abandonados de sus traseros
quieren atraer todas las miradas a la fuerza hacia sus bigotes.
Pero el vals ha llegado.
Es una playa sin ondas,
es un entrechocar de conchas, de tacones, de espumas o
de dentaduras postizas.
Es todo lo revuelto que arriba.

Pechos exuberantes en bandeja en los brazos,
dulces tartas caídas sobre los hombros llorosos,
una languidez que revierte,
un beso sorprendido en el instante que se hacía «cabello de ángel»,
un dulce «sí» de cristal pintado de verde.

Un polvillo de azúcar sobre las frentes
da una blancura cándida a las palabras limadas,
y las manos se acortan más redondeadas que nunca,
mientras fruncen los vestidos hechos de esparto querido.

Las cabezas son nubes, la música es una larga goma,
las colas de plomo casi vuelan, y el estrépito
se ha convertido en los corazones en oleadas de sangre,
en un licor, si blanco, que sabe a memoria o a cita.

Adiós, adiós, esmeralda, amatista o misterio;
adiós, como una bola enorme ha llegado el instante,
el preciso momento de la desnudez cabeza abajo,
cuando los vellos van a pinchar los labios obscenos que saben.
Es el instante, el momento de decir la palabra que estalla,
el momento en que los vestidos se convertirán en aves,
las ventanas en gritos,
las luces en ¡socorro!
y ese beso que estaba (en el rincón) entre dos bocas
se convertirá en una espina
que dispensará la muerte diciendo:
Yo os amo.


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CANCIÓN A UNA
MUCHACHA MUERTA

Dime, dime el secreto de tu corazón virgen,
dime el secreto de tu cuerpo bajo tierra,
quiero saber por qué ahora eres un agua,
esas orillas frescas donde unos pies desnudos se bañan
con espuma.

Dime por qué sobre tu pelo suelto,
sobre tu dulce hierba acariciada,
cae, resbala, acaricia, se va
un sol ardiente o reposado que te toca
como un viento que lleva sólo un pájaro o mano.

Dime por qué tu corazón como una selva diminuta
espera bajo tierra los imposibles pájaros,
esa canción total que por encima de los ojos
hacen los sueños cuando pasan sin ruido.

Oh tú, canción que a un cuerpo muerto o vivo,
que a un ser hermoso que bajo el suelo duerme,
cantas color de piedra, color de beso o labio,
cantas como si el nácar durmiera o respirara.

Esa cintura, ese débil volumen de un pecho triste,
ese rizo voluble que ignora el viento,
esos ojos por donde sólo boga el silencio,
esos dientes que son de marfil resguardado,
ese aire que no mueve unas hojas no verdes...

¡Oh tú, cielo riente que pasas como nube;
oh pájaro feliz que sobre un hombro ríes;
fuente que, chorro fresco, te enredas con la luna;
césped blando que pisan unos pies adorados!

SE QUERÍAN

Se querían.
Sufrían por la luz, labios azules en la madrugada,
labios saliendo de la noche dura,
labios partidos, sangre, ¿sangre dónde?

Se querían en un lecho navío, mitad noche, mitad luz.

Se querían como las flores a las espinas hondas,
a esa amorosa gema del amarillo nuevo,
cuando los rostros giran melancólicamente,
giralunas que brillan recibiendo aquel beso.

Se querían de noche, cuando los perros hondos
laten bajo la tierra y los valles se estiran
como lomos arcaicos que se sienten repasados:
caricia, seda, mano, luna que llega y toca.

Se querían de amor entre la madrugada,
entre las duras piedras cerradas de la noche,
duras como los cuerpos helados por las horas,
duras como los besos de diente a diente sólo.

Se querían de día, playa que va creciendo,
ondas que por los pies acarician los muslos,
cuerpos que se levantan de la tierra y flotando...
Se querían de día, sobre el mar, bajo el cielo.

Mediodía perfecto, se querían tan íntimos,
mar altísimo y joven, intimidad extensa,
soledad de lo vivo, horizontes remotos
ligados como cuerpos en soledad cantando.

Amando. Se querían como la luna lúcida,
como ese mar redondo que se aplica a ese rostro,
dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida,
donde los peces rojos van y vienen sin música.

Día, noche, ponientes, madrugadas, espacios,
ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas,
mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal,
metal, música, labio, silencio, vegetal,
mundo, quietud, su forma. Se querían, sabedlo.

NO EXISTE EL HOMBRE

Sólo la luna sospecha la verdad.
Y es que el hombre no existe.

La luna tantea por los llanos, atraviesa los ríos,
penetra por los bosques.
Modela las aún tibias montañas.
Encuentra el calor de las ciudades erguidas.
Fragua una sombra, mata una oscura esquina,
inunda de fulgurantes rosas
el misterio de las cuevas donde no huele a nada.

La luna pasa, sabe, canta, avanza y avanza sin descanso.
Un mar no es un lecho donde el cuerpo de un hombre puede tenderse a solas.
Un mar no es un sudario para una muerte lúcida.
La luna sigue, cala, ahonda, raya las profundas arenas.
Mueve fantástica los verdes rumores aplacados.
Un cadáver en pie un instante se mece,
duda, ya avanza, verde queda inmóvil.
La luna miente sus brazos rotos,
su imponente mirada donde unos peces anidan.
Enciende las ciudades hundidas donde todavía se pueden oír
(qué dulces) las campanas vividas;
donde las ondas postreras aún repercuten sobre los pechos neutros,
sobre los pechos blandos que algún pulpo ha adorado.

Pero la luna es pura y seca siempre.
Sale de un mar que es una caja siempre,
que es un bloque con límites que nadie, nadie estrecha,
que no es una piedra sobre un monte irradiando.
Sale y persigue lo que fuera los huesos,


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lo que fuera las venas de un hombre,
lo que fuera su sangre sonada, su melodiosa cárcel,
su cintura visible que a la vida divide,
o su cabeza ligera sobre un aire hacia oriente.

Pero el hombre no existe.
Nunca ha existido, nunca.
Pero el hombre no vive, como no vive el día.
Pero la luna inventa sus metales furiosos.

DESTINO TRÁGICO

Confundes ese mar silencioso que adoro
con la espuma instantánea del viento entre los árboles.

Pero el mar es distinto.
No es viento, no es su imagen.
No es el resplandor de un beso pasajero,
ni es siquiera el gemido de unas alas brillantes.

No confundáis sus plumas, sus alisadas plumas,
con el torso de una paloma.
No penséis en el pujante acero del águila.
Por el cielo las garras poderosas detienen el sol.
Las águilas oprimen a la noche que nace,
la estrujan -todo un río de último resplandor va a los mares-
y la arrojan remota, despedida, apagada,
allí donde el sol de mañana duerme niño sin vida.

Pero el mar, no. No es piedra,
esa esmeralda que todos amásteis en las tardes sedientas.
No es piedra rutilante toda labios tendiéndose,
aunque el calor tropical haga a la playa latir,
sintiendo el rumoroso corazón que la invade.

Muchas veces pensásteis en el bosque.
Duros mástiles altos,
árboles infinitos
bajo las ondas adivinasteis poblados de unos pájaros de
espumosa blancura.
Vísteis los vientos verdes
inspirados moverlos,
y escuchasteis los trinos de unas gargantas dulces:
ruiseñor de los mares, noche tenue sin luna,
fulgor bajo las ondas donde pechos heridos
cantan tibios en ramos de coral con perfume.

Ah, sí, yo sé lo que adorasteis.
Vosotros pensativos en la orilla,
con vuestra mejilla en la mano aún mojada,
mirásteis esas ondas, mientras acaso pensabais en un cuerpo:
un solo cuerpo dulce de un animal tranquilo.
Tendísteis vuestra mano y aplicasteis su calor
a la tibia tersura de una piel aplacada.
¡Oh suave tigre a vuestros pies dormido!

Sus dientes blancos visibles en las fauces doradas,
brillaban ahora en paz. Sus ojos amarillos,
minúsculas guijas casi de nácar al poniente,
cerrados, eran todo silencio ya marino.
Y el cuerpo derramado, veteado sabiamente de una onda poderosa,
era bulto entregado, caliente, dulce solo.

Pero de pronto os levantasteis.
Habíais sentido las alas oscuras,
envío mágico del fondo que llama a los corazones.

Mirásteis fijamente el empezado rumor de los abismos.
¿Qué formas contemplásteis? ¿Qué signos, inviolados,
qué precisas palabras que la espuma decía,
dulce saliva de unos labios secretos
que se entreabren, invocan, someten, arrebatan?
El mensaje decía...

Yo os vi agitar los brazos. Un viento huracanado
movió vuestros vestidos iluminados por el poniente trágico.
Vi vuestra cabellera alzarse traspasada de luces,
y desde lo alto de una roca instantánea
presencié vuestro cuerpo hendir los aires
y caer espumante en los senos del agua;
vi dos brazos largos surtir de la negra presencia
y vi vuestra blancura, oí el último grito,
cubierto rápidamente por los trinos alegres de los ruiseñores del fondo.

DESTINO DE LA CARNE

No, no es eso. No miro
del otro lado del horizonte un cielo.
No contemplo unos ojos tranquilos, poderosos,
que aquietan a las aguas feroces que aquí braman.
No miro esa cascada de luces que descienden
de una boca hasta un pecho, hasta unas manos blandas,
finitas, que a este mundo contienen, atesoran.
 
Por todas partes veo cuerpos desnudos, fieles
al cansancio del mundo. Carne fugaz que acaso
nació para ser chispa de luz, para abrasarse
de amor y ser la nada sin memoria, la hermosa redondez de la luz.
Y que aquí está, aquí está, marchitamente eterna,
sucesiva, constante, siempre, siempre cansada.

Es inútil que un viento remoto, con forma vegetal, o una lengua,
lama despacio y largo su volumen, lo afile,
lo pula, lo acaricie, lo exalte.
Cuerpos humanos, rocas cansadas, grises bultos
que a la orilla del mar conciencia siempre
tenéis de que la vida no acaba, no, heredándose.
Cuerpos que mañana repetidos, infinitos, rodáis
como una espuma lenta, desengañada, siempre.
¡Siempre carne del hombre, sin luz! Siempre rodados
desde allá, de un océano sin origen que envía
ondas, ondas, espumas, cuerpos cansados, bordes
de un mar que no se acaba y que siempre jadea en sus orillas.

Todos, multiplicados, repetidos, sucesivos, amontonáis la carne,
la vida, sin esperanza, monótonamente iguales bajo los
cielos hoscos que impasibles se heredan.
Sobre ese mar de cuerpos que aquí vierten sin tregua, que aquí rompen
redondamente y quedan mortales en las playas,
no se ve, no, ese rápido esquife, ágil velero
que con quilla de acero, rasgue, sesgue,
abra sangre de luz y raudo escape
hacia el hondo horizonte, hacia el origen
último de la vida, al confín del océano eterno
que humanos desparrama
sus grises cuerpos. Hacia la luz, hacia esa escala ascendente de brillos que
de un pecho benigno hacia una boca sube,
hacia unos ojos grandes, totales que contemplan,
hacia unas manos mudas, finitas, que aprisionan,
donde cansados siempre, vitales, aún nacemos.

 


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MANO ENTREGADA

Pero otro día toco tu mano. Mano tibia.
Tu delicada mano silente. A veces cierro
mis ojos y toco leve tu mano, leve toque
que comprueba su forma, que tienta
su estructura, sintiendo bajo la piel alada el duro hueso
insobornable, el triste hueso adonde no llega nunca
el amor. Oh carne dulce, que sí se empapa del amor
hermoso.

Es por la piel secreta, secretamente abierta,
invisiblemente entreabierta,
por donde el calor tibio propaga su voz, su afán dulce;
por donde mi voz penetra hasta tus venas tibias,
para rodar por ellas en tu escondida sangre,
como otra sangre que sonara oscura, que dulcemente
oscura te besara
por dentro, recorriendo despacio como sonido puro
ese cuerpo, que ahora resuena mío, mío poblado de mis
voces profundas,
oh resonado cuerpo de mi amor, oh poseído cuerpo, oh
cuerpo sólo sonido de mi voz poseyéndole.

Por eso, cuando acaricio tu mano, sé que sólo el hueso
rehusa
mi amor -al nunca incandescente hueso del hombre-.
Y que una zona triste de tu ser se rehusa,
mientras tu carne entera llega un instante lúcido
en que total flamea, por virtud de ese lento contacto de
tu mano,
de tu porosa mano suavísima que gime,
tu delicada mano silente, por donde entro
despacio, despacísimo, secretamente en tu vida,
hasta tus venas hondas totales donde bogo,
donde te pueblo y canto completo entre tu carne.

EN LA PLAZA

Hermoso es, hermosamente humilde y confiante,
vivificador y profundo,
sentirse bajo el sol, entre los demás, impelido,
llevado, conducido, mezclado, rumorosamente arrastrado.

PABLO MENASSA DE LUCIA

Homenaje en el número de noviembre
30 de septiembre de 1998

Fecha límite para contribuir con tu nombre y/o dinero
                
C/Ferraz, 22 ,2 º izq                28008 Madrid
TEL.91542 33 49                   FAX: 91 548 3301 

C/ Maipú, 459, 1º                     Buenos Aires
TEL Y FAX: 328 06 14/07 10

Digital:
www.grupocero.org
grupocero@grupocero.org

No es bueno
quedarse en la orilla
como el malecón o como el molusco que quiere
calcáreamente imitar a la roca.
Sino que es puro y sereno arrasarse en la dicha
de fluir y perderse,
encontrándose en el movimiento con que el gran corazón
de los hombres palpita extendido.

Como ese que vive ahí, ignoro en qué piso,
y le he visto bajar por unas escaleras
y adentrarse valientemente entre la multitud y perderse.
La gran masa pasaba. Pero era reconocible el diminuto
corazón afluido.
Allí, ¿quién lo reconocería? Allí con esperanza, con
resolución o con fe, con temeroso denuedo,
con silenciosa humildad, allí él también
transcurría.

Era una gran plaza abierta, y había olor de existencia.
Un olor a gran sol descubierto, a viento rizándolo,
un gran viento que sobre las cabezas pasaba su mano,
su gran mano que rozaba las frentes unidas y las
reconfortaba.

Y era el serpear que se movía
como un único ser, no sé si desvalido, no sé si poderoso,
pero existente y perceptible, pero cubridor de la tierra.

Allí cada uno puede mirarse y puede alegrarse y puede
reconocerse.
Cuando, en la tarde caldeada, solo en tu gabinete,
con los ojos extraños y la interrogación en la boca,
quisieras algo preguntar a tu imagen,

no te busques en el espejo,
en un extinto diálogo en que no te oyes.
Baja, baja despacio y búscate entre los otros.
Allí están todos, y tú entre ellos.
Oh, desnúdate y fúndete, y reconócele.

Entra despacio, como el bañista que, temeroso, con
mucho amor y recelo al agua,
introduce primero sus pies en la espuma,
y siente el agua subirle, y ya se atreve, y casi se decide.
Y ahora con el agua en la cintura todavía no se confía.
Pero él extiende sus brazos, abre al fin sus dos brazos y
se entrega completo.
Y allí fuerte se reconoce, y crece y se lanza,
y avanza y levanta espumas, y salta y confía,
y hiende y late en las aguas vivas, y canta, y es joven.

Así, entra con pies desnudos. Entra en el hervor, en la
plaza.
Entra en el torrente que te reclama y allí sé tú mismo.
¡Oh pequeño corazón diminuto, corazón que quiere latir
para ser él también el unánime corazón que le alcanza!

 


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El POETA CANTA POR
TODOS

I

Allí están todos, y tú los estás mirando pasar.
¡Ah, sí, allí, cómo quisieras mezclarte y reconocerte!

El furioso torbellino dentro del corazón te enloquece.
Masa frenética de dolor, salpicada
contra aquellas mudas paredes interiores de carne.
Y entonces en un último esfuerzo te decides. Sí, pasan.
Todos están pasando. Hay niños, mujeres. Hombres serios.
   Luto cierto, miradas.
Y una masa sola, un único ser, reconcentradamente desfila.
Y tú, con el corazón apretado, convulso de tu solitario
dolor, en un último esfuerzo te sumes.
Sí, al fin, ¡cómo te encuentras y hallas!
Allí serenamente en la ola te entregas. Quedamente derivas.
Y vas acunadamente empujado, como mecido, ablandado.
Y oyes un rumor denso, como un cántico ensordecido.
Son miles de corazones que hacen un único corazón que te
   lleva.

II

Un único corazón que te lleva.
Abdica de tu propio dolor. Distiende tu propio corazón
   contraído.
Un único corazón te recorre, un único latido sube a tus ojos,
poderosamente invade tu cuerpo, levanta tu pecho, te hace
   agitar las manos cuando ahora avanzas.
Y si te yergues, si un instante levantas la voz,
yo sé bien lo que cantas.
Eso que desde todos los oscuros cuerpos casi infinitos se
   ha unido y relampagueado,
que a través de cuerpos y almas se liberta de pronto en
   tu grito,
es la voz de los que te llevan, la voz verdadera y alzada
donde tú puedes escucharte, donde tú, con asombro, te
   reconoces.
La voz que por tu garganta, desde todos los corazones
   esparcidos,
se alza limpiamente en el aire.

III

Y para todos los oídos. Sí. Mírales cómo te oyen.
Se están escuchando a sí mismos. Están escuchando una
   única voz que los canta.
Masa misma del canto, se mueven como una onda.
Y tú sumido, casi disuelto, como un nudo de su ser te
   conoces.
Suena la voz que los lleva. Se acuesta corno un camino.
Todas las plantas están pisándola.
Están pisándola hermosamente, están grabándola con su
   carne.
Y ella se despliega y ofrece, y toda la masa gravemente
   desfila.
Como una montaña sube. Es la senda de los que marchan.
Y asciende hasta el pico claro. Y el sol se abre sobre las
   frentes.
Y en la cumbre, con su grandeza, están todos ya cantando.
Y es tu voz la que les expresa. Tu voz colectiva y alzada.
Y un cielo de poderío, completamente existente,
hace ahora con majestad el eco entero del hombre.

 

ENTRE
DOS OSCURIDADES,
UN RELÁMPAGO

Y no saber adónde vamos, ni de
Dónde venimos

Rubén Darío.

Sabemos adónde vamos y de dónde venimos. Entre dos
oscuridades, un relámpago.
Y allí, en la súbita iluminación, un gesto, un único gesto,
una mueca más bien, iluminada por una luz de estertor.

Pero no nos engañemos, no nos crezcamos. Con humildad
con tristeza, con aceptación, con ternura,
acojamos esto que llega. La conciencia súbita de una
compañía, allí en el desierto.
Bajo una gran luna colgada que dura lo que la vida, el
instante del darse cuenta entre dos infinitas
oscuridades,
miremos este rostro triste que alza hacia nosotros sus
grandes ojos humanos,
y que tiene miedo, y que nos ama.
Y pongamos los labios sobre la tibia frente y rodeemos
con nuestros brazos el cuerpo débil, y temblemos,
temblemos sobre la vasta llanura sin término donde sólo
brilla la luna del estertor.

Como en una tienda de campaña,
que el viento furioso muerde, viento que viene de las
hondas profundidades de un caos,
aquí la pareja humana, tú y yo, amada, sentimos las
arenas largas que nos esperan.
No acaban nunca, ¿verdad? En una larga noche, sin
saberlo, las hemos recorrido;
quizá juntos, oh, no, quizá solos, seguramente solos, con
un invisible rostro cansado desde el origen, las
hemos recorrido.
Y después, cuando esta súbita luna colgada bajo la que
nos hemos reconocido
se apague,
echaremos de nuevo a andar. No sé si solos, no sé si
acompañados.
No sé si por estas mismas arenas que en una noche hacia atrás
de nuevo recorreremos.
Pero ahora la luna colgada, la luna como estrangulada,
un momento brilla.
Y te miro. Y déjame que te reconozca.
A ti, mi compañía, mi sola seguridad, mi reposo
instantáneo, mi reconocimiento expreso donde yo
me siento y me soy.
Y déjame poner mis labios sobre tu frente tibia -oh,
cómo la siento-,
Y un momento dormir sobre tu pecho, como tú sobre el
mío,
mientras la instantánea luna larga nos mira y con piadosa
luz nos cierra los ojos.

MATERIA HUMANA

Y tú que en la noche oscura has abierto los ojos y te
has levantado.
Te has asomado a la ventana.
La ciudad en la noche. ¿Qué miras? todos van lejos.
Todos van cerca.
Todos muy juntos en la noche. Y todos y cada uno en su
ventana, única y múltiple.
Si tú mueves esa mano, la ciudad lo registra un
instante y vibra en las aguas.
Y si tú nombras y miras, todos saben que miras, y
esperan y la ciudad recibe la onda pura
de una materia.


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Toda la ciudad común se ondea y la ciudad toda
es una materia:
una onda única en la que todos son, por la que todo es,
y en la que todos están; llegan, pulsan, se crean.
Onda de la materia pura en la que inmerso te hallas, que
por ti existe también y que desde lejísimos te ha
alcanzado.
Allí respira en la extensión total -¡ah, humanidad!-
con toda su dimensión profunda casi infinita.
Ah, qué inmenso cuerpo posees.
Toda esa materia que viene del fondo del existir,
que un momento se detiene en ti y sigue tras ti,
propagándote y heredándole y por la que tú
significadamente sucedes.
Todo es tu cuerpo inmenso, como el de aquél, como el
de ese otro, como el de aquella niña, como el de
aquella vieja,
como el de aquel guerrero que no se sabe, allá en el fondo
de las edades, y que está latiendo contigo.
Contigo el emperador y el soldado, el monje y el
anacoreta. Contigo
la cortesana pálida que acaba de ponerse su colerete en la
triste mejilla, ah, cuán gastada. Allí en la infinitud
de los siglos.
Pero aquí sonríe contigo, bracea en la onda de la materia
pura, y late en la virgen.
Como ese gobernante sereno que fríamente condena, allá
en la lejanísima noche, y respira ahora también en la boca
pura de un niño.
Todos confiados en la vibración sola que a todos suma,
o mejor, que a todos compone y salva, y hace y envía, y
allí
se pierde todavía íntegra hacia el futuro.
Oh, todo es presente.
Onda única en extensión que empieza en el tiempo, y
sigue y no tiene edad.
0 la tiene, sí, como el Hombre.

LA PIERNA

I

A veces
una robusta afirmación
toma la forma de la pierna humana.
Erguido un árbol cruje, se abre súbito,
se dispersa en ramaje.
Pero la pierna es concreción y no predice
rama, vapor o nube.
Desde la inicial finura (el árbol es ancho en su base)
se concentra al ensancharse fuerte,
y en su dorso se agolpa;
un momento creyérase
que allí se iba a acabar; sigue, persigue
su misma soledad, con un esfuerzo
de nueva concentración nudosa alcanza
su más compacto instante.
Allí juega, podría por dentro jugar, resbalar cual partirse,
pero con nueva decisión toda su fuerza viva se concentra
ensanchándose,
todavía despacio, y muscularmente se abre rauda
hacia un cielo inmediato: el fin o techo o tronco
o templo del estar de los hombres.

II

Así hemos visto crecer
la pierna fuerte
o la pierna templada,
la pierna femenina que delicada asciende,
igual pero más cauta,
o la erguida palabra hecha masa concreta
con que se afirma el hombre.

No confundáis la piedra
con una pierna humana.
El pensamiento arriba, muy lejos, señorea
bajo la nube airosa.
Para su pierna, el hombre
piensa casi en el cielo:
tan alta va su frente.
Mas si se inclina
con carga de trabajo,
con edad o con pena,
la materia es la misma,
y al final, sí, la pierna,
la cabeza, extendidas,
a un nivel mismo duermen.

LA OSCURIDAD

No pretendas encontrar una solución. ¡Has mantenido
tanto tiempo abiertos los ojos!
Conocer, penetrar, indagar: una pasión que dura lo que
la vida.
Desde que el niño furioso abre los ojos. Desde que rompe
su primer juguete.
Desde que quiebra la cabeza de aquel muñeco y ve, mira
el inexplicable vapor que no ven los otros ojos
humanos.
Los que le regañan, los que dicen: «¿Ves? ¡Y te lo
acabábamos de regalar! ... »
Y el niño no les oye porque está mirando, quizá está
oyendo el inexplicable sonido.
Después cuando muchacho, cuando joven.
El primer desengaño. El primer beso no correspondido.

Y luego de hombre, cuando ve sudores y penas, y tráfago,
y muchedumbre
Y con generoso corazón se siente arrastrado
y es una sola oleada con la multitud, con la de los que
van como él.
Porque todos ellos son uno, uno solo: él; como él es todos.
Una sola criatura viviente, padecida, de la que cada uno,
sin saberlo, es totalmente solidario.

Y luego, separado un instante, pero con la mano tentando
el extremo vivo donde se siente y hasta donde llega
el latir de las otras manos,
escribir aquello indagar esto, o estudiar en larga vigilia,
ahora con las primeras turbias gafas ante los ojos, ante
los cansados y esperanzados y dulces ojos que
siempre preguntan.

Y luego encenderse una luz. Es por la tarde. Ha caído
lentamente el sol y se dora el ocaso.
Y hay unos salpicados cabellos blancos, y la lenta
cabeza suave se inclina sobre una página.

Y la noche ha llegado. Es la noche larga.
Acéptala. Acéptala blandamente. Es la hora del sueño.
Tiéndete lentamente y déjate lentamente dormir.
Oh, sí. Todo está oscuro y no sabes. Pero ¿qué importa?
Nunca has sabido, ni has podido saber.
Pero ya has cerrado blandamente los ojos
y ahora como aquel niño,
como el niño que ya no puede romper el juguete,
está tendido en la oscuridad y sientes la suave mano
quietísima,
la grande y sedosa mano que cierra tus cansados ojos
vividos,
y tú aceptas la oscuridad y compasivamente te rindes.


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NOVEDADES 
EDITORIAL GRUPO CERO

LA EXPLOSIÓN DEL SUJETO

AUTOR:
Juan Carlos De Brasi 
PTS. 2.000; 16 US.

Este libro es una vía regia que pone en relación la indagación freudiana con la producción de subjetividad actual. Así se muestra en el índice: Acto y actualidad de "Psicología de las Masas". 
Devenires I: Complejidad, movimiento y diseminación, donde la complejidad anuda movimiento y diseminación, y II: El laberinto de las identificaciones, texto que puntúa y articula el pensamiento que atraviesa a De Brasi desde hace más de 30 años y que se materializa en diferentes artículos publicados en revistas y libros. Podríamos decir que son condiciones de posibilidad del pensamiento que se despliega en un movimiento propio y singular en cada autor.

  La Explosión del Sujeto parte de la siguiente convicción: lo conocido por demasiado bien conocido se toma ignorado. Y, desde ese impensado, se propone otros devenires, nuevas imprevisiones.

Así se produce un giro inédito en el acontecer de las masas, la grupalidad y el campo de producción de subjetividadés. Y, en el mismo movimiento, reubica la exploración de la perspectiva psicoanalítica y sus dimensiones identificatorias en un plano de sorprendente actualidad.

EL ENIGMA DE LO FEMENINO

AUTORA:
Bibiana Degli Esposti 
PTS. 2.000; 16 US.

El enigma de lo femenino apunta no sólo a que las 
protagonistas a estudiar se debaten frente al enigma de su propia femineidad, sino también al enigma que lo femenino plantea al sujeto hablante. Ante eso que no se sabe, los mitos intentan responder y lo hacen signando siempre a la mujer como peligrosa, desestabilizante. Al respecto dice Lacan que los hombres se enfrentan más fácilmente a la rivalidad con otro hombre, que a la verdad que la mujer les arroja a la cara.

Algunas de las mujeres protagonistas, Madame Bovary o Nora, se han constituido metáforas para nombrar modos de enfrentar el amor y la libertad sexual. Emma nos propone y denuncia un modo de amar por el que se deba morir. Frases que fueron y son banderas de los movimientos de liberación femenina. Emma Zunz, está escrita en un bellísimo cuento de Borges. Una muchacha que organiza toda su vida con el fantasma de vengar a su padre. Matar al hombre que lo humilló será para ella el organizador de sus pasos. Vacilando entre dos hombres muertos, surge su propio deseo: ¿ lo hizo por él, o lo hizo por ella?

DE LAS 2001 NOCHES

 Aquí estoy una vez más apostando mi vida a la inteligencia de mis manos. Porque no es que pensando se hizo mi hombre, todo lo que toqué de humano y de verdad, lo conseguí escribiendo.

 Algo de mí se perderá para siempre con la publicación de este libro. Rasgos etéreos de un pasado olímpico, ya nunca podré decir: no pude, no he podido,

 En el ejemplo de vivir, vivir es el ejemplo.

 Todo virtuosismo ha de ceder algo de su virtud a las palabras.

 Algo me llama la atención de mí mismo, es la nada que represento para mí. Un espejo invisible donde se refleja una luz inexistente. Algo brilla, algo se refleja, mas en algún lugar que desconozco.

 Pero mi amor es nada para ella. Mis deseos se evaporan entre las ráfagas de su indiferencia. Voy a olvidarme de ella, esta misma noche me entregaré.

 Hay un poeta en ti, mas vive encadenado y yo he de sentirme pequeño cerrajero abriendo las puertas de tu corazón para dar libertad a tu poeta.

 Destruyo todo ser para dejar amarme.

 Altero mi razón para penetrar en la belleza.

 Busco sin buscar nada, ni lo que encuentro.

 Me gusta, cuando hablo, entrar en escena después de mis palabras.

 Ella, que hoy estaba terrible, antes de partir, me lo dijo claramente:

Después que se maten millones para conseguir pan y libertad dará comienzo el proceso revolucionario de los terráqueos.

Un Dios, anida en el corazón del hombre, concluyó, ella con solvencia, y un Dios no genera deseos, sino obligaciones.

 Hoy dejaré todo sueño para poder soñar.

Dejaré toda ilusión de futuro para tener futuro.

Lejanas tierras desconocidas, penetraré en vuestras entrañas silenciosamente.

Sólo se escuchará el rumor del verso.

Sólo el sencillo dolor de la mentira.

La sencilla caída de todo objeto.

 Hoy lo que habría de ser dicho fue un silencio.


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Algo así como un compás caído.

Algo que debería ser, es otra cosa.

Por un capricho del deseo, el goce tocó los bordes del amor. Algo propio del silencio. No un vacío, ni siquiera un agujero, algo sin bordes.

La verdad de la música. Eso que nunca fue música, silencio que será causa y deseo de toda música.

 Hubo algo imposible en nuestras miradas y eso era nuestro amor. Había algo en nuestras miradas que por no ser deseo era goce. Y había algo, aún, en nuestros cuerpos que era todo goce, más allá del amor, más allá de todo deseo. ¡Qué barbaridad!

 Voy hacia ti, flor encarnada en lo no realizado.

Para hacerte imposible toco tu rostro con mis manos.

Se desvanece el alma y todo ser es una apertura inconsolable. Más que registro, rasgadura sin armonía.

 La soledad, querida, es patrimonio de rufianes. Algo, querida, que le queda bien a los comerciantes y a las putas. El poeta después del primer verso ya es otros.

 Después, algún tonto, haciendo su camino, me denunciará, sin darse cuenta, y tendré que comenzar todo de nuevo. No diré gran cosa, pero algo diré: Nuevos caminos otorgan nuevas libertades y eso cualquiera lo sabe.

 La pija, una vez establecida, deja de crecer no de pararse. ¡Boludos!

 La medida de los años, también, es una ambición.

 Dejar que las vertientes de la sabiduría me atraviesen: los ejemplos, no son la vida. Y hasta aquí ha llegado mi saber.

 Ubiquemos el delirio en su justo lugar y ya no será enfermedad, aunque todavía, tampoco poesía.

 Tengo que poder realizar nada y, esa, será mi mejor coordinación.

 El yo considera la curación como un nuevo peligro ya que no es él, el que cura, sino Otro.

Es por eso que un psicoanalista nunca debe esperar que el paciente tenga una gran convicción sobre el poder curativo del análisis.

 Decir análisis terminable para un psicoanalista es una mala traducción ya que se trata del análisis en cuanto finaliza para situarse en una especie de alcance infinito, relevando lo que al fin de cuentas hay de irreductible para el hombre y la mujer en el complejo de castración.

Deseo entonces, que no es deseo de ningún objeto, sino deseo de esa carencia que, en el otro, designa otro deseo.

Cuando las verosimilitudes de una ciencia alcanzan los límites de su propio devenir, tenemos que tener en cuenta que ya nada la detendrá en su lujuria por alcanzar alguna filosofía que la sostenga en el poder conseguido.

Busca el terror, que no lo encontrarás fuera de ti.

 El tiempo no es el viento que corre. Me gustaría vivir como un hombre de 50 años, algo así como un otoño desesperado por su saber.

 El dinero no necesita ningún manejo. Después de cierta cantidad, es el dinero el que maneja.

 Asombroso, lo mínimo, a veces, hace lo máximo.

 Tengo que poder proyectarlo antes de realizarlo.

Concepto de trabajo, muchacho. Concepto de trabajo.

 La distancia es, en psicoanálisis, la única posibilidad de ver o no ver algo.

 Pero no siempre lo psicoanalítico es ver.

 El placer fija los límites del alcance humano.

 Si no me pongo en el centro de la cuestión no habrá cuestión.

 No va la vida en eso, si eso no fuera la vida que nunca fue.

 Algo no fue y tengo registro de eso y, aceptar eso, es todo el porvenir del sujeto.

 Hoy le dije: Mirá nena, vos tenés una sexualidad de mierda, y ella me dio un beso antes de irse.

 La realidad se aborda con los aparatos del goce. Sabiendo que aparato no hay otro que el lenguaje.

 Así se apareja el goce en el ser que habla.

Luego todavía se debe diferenciar escritura de los intentos.

Oscilo entre lo que ya soy y lo que habré de ser y eso es todo el tiempo.

 Trabajamos con un real que en lo sucesivo será situado en el campo de la ciencia, como lo que el sujeto está condenado a no alcanzar, pero que ese no alcanzamiento mismo revela.

 Superado el drama de la soledad, un hombre puede ser todo lo grande que quiera.

 Vivimos desesperados, tratando de libramos de los mismos prejuicios que nosotros mismos construimos.

Me parece mentira que se gaste dinero en esas porquerías.

 Huellas hambrientas de la noche, tiemblan, aseguran ser tantas como las estrellas. Tiemblan de inmensidad, más que de soledad.

 Que el otro es estructuralmente desplegable está claramente manifestado en el delirio.

 Dónde se sitúa ese saber, ese saber inconsciente por el que somos trabajados en el discurso analítico?

 Siempre lejanos cielos abarcan toda posible mirada. Nada hay en mis ojos para darte luz, amada. Toda mi mirada es mirada perdida.

 Algo se retuerce a mi alrededor a punto de morir. De cualquier manera me defiendo, diciendo que el goce es efímero. Algo que no adviene sino en la disolución del sujeto como tal.

 La conciencia, en su ilusión de verse, encuentra su fundamento, como toda mujer, en la estructura invertida de la mirada.

 A veces, la locura es, sencillamente, la exageración de una frase, la mayoría de las veces, normal.

 Un golpe de azar puede alterar el juego de la vida para siempre. Hundirlo todo o significarlo todo como triunfo.

 Mucha ambición y poca capacidad de trabajo, es malo y enferma, mas mucha capacidad de trabajo y poca gratificación, no sólo enferma, también es estúpido.

 Déjame vivir, no ves que estamos muriendo.

 Es un sistema escalofriantemente pobre. Entre todos no juntan un par de millones.

Son gordos del alma. No tienen dinero pero sí ambiciones.

 Debemos tratar a todas las mujeres por igual, a toda las mismas posibilidades y ésa ha de ser nuestra revolución. De cualquier manera, ya lo sabemos, alguna no podrá.

 Con tanta luz espero que, ahora, no se queden todos ciegos.


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POESÍA 
TRAICIÓN
SEXO
LOCURA
PSICOANÁLISIS
EXILIO

Un libro que leerlo duele y no leerlo es imperdonable
una obra de Miguel Oscar Menassa

En las mejores librerias
EDITORIAL GRUPO CERO
Buenos Aires: 328- 07 10 /06 14
Madrid: 91 542 33 49

EL BALLET INFINITO

Somos, yendo y viviendo
por nuestro propio escándalo,
amantes presurosos
en bosque encendido,
insensatas criaturas
que se olvidan del tiempo,
el tiempo sin piedad
que le falta a la muerte
para ser importante.

Raúl Gustavo Aguirre

ELLA LEJOS

Mi voz vive de acuerdos
de luces temblorosas
de manos que se saben

cuando ella rueda lejos
a orillas de la sed
mi corazón se inclina
como el viento más alto

Rodolfo Alonso

FRESCORES

JUAN - JACOBO BAJARLÍA


MYRIAM DE AQUITANIA
Los secretos del cinturón de castidad

Rudel de Aquitania, obcecado durante las cruzadas en acompañar a su padre Guillermo IX, dejó a Myriam, su mujer, al cuidado del caballero August D'Almancourt. Confiaba plenamente en éste por dos razones. D'Almancourt había sido mutilado en una batalla ganada por los sarracenos. Había perdido el trigémino sexual, y, por lo tanto, no tenía posibilidades de dedicarse a la melancolía. La otra razón se fundaba en el cinturón de castidad, fabricado con «cuero de toro curtido a la intemperie lunar», según la consigna Ferdinand Lodge en The Human Sexe (1713).

Este cinturón de castidad, siempre según el relato de Lodge, cubría el sexo de Myriam por ambos lados, mientras cuatro correas cruzadas se prolongaban sujetándose en la cintura. Hacia adelante había «un orificio de medio centímetro para orinar». 

Y hacia atrás, «una solapa con candado que ocultaba el otro orificio de un centímetro y medio para facilitar la expulsión de las heces». En estos casos, Myriam debía pedirle a D'Almancourt que utilizara la llave para bajarle la solapa trasera.

Como se ve, no había peligro de infidelidad. Las correas, a su vez, estaban remachadas en el cuero que ceñía la cintura, y no había manera de «hacerse la loca» para burlar a su señor. Era todo un artificio diabólico para medir el ingenio de las damas en la Edad Media.

Aquí comienza el drama, que relata, a su vez, Anthony Johnson en The Family History (1725), completando los datos de Lodge sobre este célebre caso. Myriam amaba a Jean de Villet, integrante de la secta de los Ángeles del Camino (salteadores al servicio de los señores feudales). Éste sabía que Rudel de Aquitania había marchado hacia la tierra de los infieles con un séquito de mujeres para su placer. Le propuso, entonces, una «justiciera infidelidad» a pesar del «cinturón de Diana». Vengarse en tales eventos era lo más adecuado para castigar al déspota.

Myriam cedió a los requerimientos de Villet, y una noche, aprovechando la borrachera de D'Almancourt, le pidió le abriera la solapa del trasero porque se hallaba «descompuesta». D'Almancout accedió al pedido de la dama y se echó en el primer jergón que halló a su paso para seguir acariciando sus ronquidos.

El Marqués de Sade que conoció esta historia (hecho no confirmado por Gilbert Lely), recordó intencionadamente, en el asilo de Charenton, estos versos:

Tú, que de las sectas conoces el secreto,
dime ¿qué dogma es hacerse perforar?
Marcial, IX, 48

Lo cierto es que Myriam llevó a Villet a la torre del castillo, donde comenzó el enigma más notable de los cinturones de castidad. El caballero verificó la entrada del cráter. Pero, ¿Cómo introducirse en él sin peligro de suicidarse? Las emanaciones sulfurosas indicaban la proximidad del fuego. Sólo eso. Lo demás era imposible en un desfiladero que comenzaba con un orificio de un centímetro y medio en el cuero protector. No había espacio para emprender la travesía con el jumento. Aníbal, escalando los Alpes, no hubiera sido tan desdichado.

Tres horas trabajó en vano Jean de Villet, hasta que al fin, según Anthony Johnson, «dio repentinamente con la solución al ver la delgadez de una lombriz que se arrastraba por entre las piedras del piso».

Allí estaba la solución sugerida por el insecto, que Johnson remitió a la inteligencia del lector. La lombriz adelgazaba o se inflaba para sortear los vericuetos del piso. Había que entrar, por lo tanto, estrictamente desinflado para engordar en el castillo de Venus que Rabelais confundió con el séptimo cielo de los truenos. Jean de Villet tuvo de este modo la evidencia, y con ella, la fama inalterable de ser el primer violador de los cinturones de castidad. En el monumento que le erigieron, Andrea Lamborghi esculpió una lombriz alimentándose de lentejas.

Final

Cuando Rudel de Aquitania volvió de la cruzada, en 1275, halló a Myriam embarazada. Esperó que diera a luz, y luego la hizo emparedar. Jean de Villet fue previamente decapitado, y D'Almancourt condenado al exilio. El hijo de Myriam, a su vez, al cumplir 14 años, asesinó de un hachazo a Rudel de Aquitania cuando éste dormía con una de sus amantes. Dijo el Marqués de Sade en Justine: «Perforar es fácil; perder la cabeza es un pecado».


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16. VI. 98, Buenos Aires

(...)

Tu inmensa Las 2001 Noches, Revista de Poesía, perfora ya los espacios siderales. Es un agujero luminoso que devora y muestra al mismo tiempo esos quásares, en este caso, inextinguibles, que son los grandes poetas. Tu indetenible fuerza demoníaca, tu ingente fervor ha reducido a polvo las barreras. Has reducido a la nada a los señores de horca y cuchillo, agazapados en esas letrinas mediáticas donde sólo se concibe el acomodo coprofágico y la defecación incesante de envidiosa tintitis.

Juan-Jacobo Bajarlía

SOCIOS DE HONOR EUROPA

Miguel Oscar Menassa (Madrid) 50.000 ptas.
Fernando Ámez Miña (Madrid) 40.000 ptas.
Lidia Andino (Madrid) 40.000 ptas.
Cristina Barandiarán (Madrid) 40.000 ptas.
José María Blasco (Barcelona) 40.000 ptas.
Stella Cino Nuñez (Madrid) 40.000 ptas.
María Chévez (Madrid) 40.000 ptas.
Bibiana Degli Esposti (Madrid) 40.000 ptas.
Claire Deloupy  (Madrid) 40.000 ptas.
Amelia Díez Cuesta (Madrid) 40.000 ptas.
Paola Duchên (Madrid) 40.000 ptas.
Carlos Fernández del Ganso (Madrid) 40.000 ptas.
Emilio A. González (Madrid) 40.000 ptas.
Jaime Icho Kozak (Madrid) 40.000 ptas.
Pilar Iglesias (Madrid) 40.000 ptas.
Fermín Lejarza (Bilbao) 40.000 ptas.
Joaquín Luzón (Ibiza) 40.000 ptas.
Paola Maugani (Ibiza) 40.000 ptas.
Miguel Martínez Fondón (Madrid) 40.000 ptas.
Concepción Osorio (Madrid) 40.000 ptas.
Pilar Nouvillas (Valencia) 40.000 ptas.
Rosa Puchol (Madrid) 40.000 ptas.
Montse Rovira (Ibiza) 40.000 ptas.
Carmen Salamanca Gallego (Madrid) 20.000 ptas.
Olga de Lucia (Madrid) 20.000 ptas.
Cruz González (Madrid) 10.000 ptas.
Alejandra Menassa de Lucia (Madrid) 10.000 ptas.
 Helene  Barnier (Madrid) 5.000 ptas.
Rosa Alonso (Madrid) 2.000 ptas.
Ricardo Artíguez Iglesias (Madrid) 2.000 ptas.
Iván Avena (Francia) 2.000 ptas.
María angela (Madrid) 2.000 ptas.
Gloria Carrocera (Madrid) 2.000 ptas.
Gema Crespo (Madrid) 2.000 ptas.
Pablo J. García Muñoz (Madrid) 2.000 ptas.
Francisco García Palancar (Madrid) 2.000 ptas.
Enrique Iglesias (Madrid) 2.000 ptas.
Hernán Kozak (Madrid) 2.000 ptas.
Fabián Menassa de Lucia (Madrid)

     2.000 ptas.

Manuel Menassa de Lucia (Madrid) 2.000 ptas.
Helena Trujillo (Málaga) 2.000 ptas.
Magdalena Salamanca (Madrid) 2.000 ptas.
Ichka León Deloupy (Madrid) 1.500 ptas.
Cloe León Deloupy (Madrid) 1.500 ptas.
Marylene Bodin (Madrid) 1.000 ptas.
María Pereda Velasco y Perello (Mallorca) 1.000 ptas.
 Isabel Escudero (Madrid) 1.000 ptas.
Clemence Loonis (Madrid) 1.000 ptas.
Esther Gallego Navarro (Madrid) 1.000 ptas.
Ruy Henríquez (Madrid) 1.000 ptas.
Griselda Kozak Cino (Madrid) 1.000 ptas.
Leopoldo J. Reaño (Madrid) 1.000 ptas.
Mercedes Millán Esteban (Madrid) 1.000 ptas.
Javier Romero Nouvilas (Benidorm) 1.000 ptas.
Pilar García Puerta (Madrid) 500 ptas.
Elisabet González (Alemania) 500 ptas.
Daniel San Martín Duchên (Madrid) 500 ptas.

SOCIOS DE HONOR AMÉRICA

Miguel Oscar Menassa  (Buenos Aires) 500 us.
Inés Barrio (Buenos Aires) 200 us.
Alejandra Madormo (Buenos Aires) 200 us.
Norma Menassa (Buenos Aires) 200 us.
Roberto Molero (Buenos Aires) 200 us.
Karina Pueyo (Buenos Aires) 200 us.
Lucia Serrano (Buenos Aires) 200 us.
Marcela Villavella (Buenos Aires) 200 us.
Jorge Dini (Buenos Aires) 100 us.
Angela Cascini (Buenos Aires) 50 us.
Roberto Rossi (Buenos Aires) 50 us.
Juana Koslo (Buenos Aires) 30 us.
Alejandro Baigorri (Buenos Aires) 20 us.
Liliana Capello (Buenos Aires) 20 us.
Jose Gonzalez (Buenos Aires) 20 us.
Dante Bustos (Azul Buenos Aires) 10 us.
Leonor Elvira Peralta (Buenos Aires) 10 us.
Luciano Passolini (Buenos Aires) 10 us.
Renata Passolini (Buenos Aires) 10 us.
Augusto Passolini (Buenos Aires) 10 us.
Lidia Vidale (Buenos Aires) 10 us.

Los hechos sólo existen después de ser interpretados.
Si es posible el poema es posible la vida.

He sabido por tu madre, que te gustaría que antes de fin de año rocemos las aristas del espanto.

Quiero decirte que la familia es un hecho concreto tal, que sin familia, es como una ciudad sin agua. Es imposible vivir sin ella, o se la lleva afuera o se la lleva adentro; quiero decir: ahora, para evitar términos tan sugerentes entre nosotros como adentro y afuera, que la familia está presente en nosotros como forma de modelo ideológico social o bien está consolidada como modelo ideológico inconsciente.

Seré, «Te lo prometo» antes del acontecimiento, entre nosotros, del verbo enamorado, el arrebato perfecto de una mirada. Tu madre enamorada, encandilada por tu belleza, enajenada de poder transformarte según su algarabía, en su falta, su hombre, su deseo o, peor todavía, su envidia, su desprecio, su lejanía.

Antes de fin de año, mi pequeña, quiero hacerle saber, que ya no volveremos a estar los dos a solas. El tiempo, para entonces, habrá partido nuestra razón de ser. Un pozo de silencio, el tiempo, entre nosotros, mi deseo, arrancándola brutalmente de mis brazos, empobrecidos ahora, por su ausencia. Aleja su mirada de mi mirada, empobrecida ahora por su lejanía y estrella tu mirada, querida, contra lo que no habrá en tu aurora, ni aún después de los grandes acontecimientos. Contra lo que no podrá ser tu forma, ni, aún, después de las más bellas poesías.

Mutilado porque mi cuerpo es otro que tu cuerpo, desprestigiado, incluso, para tu mirada detenida por el horror de mi ser impotente de ser mi cuerpo y mi palabra, mi forma y mi sentido. Tu mirada helada, en un rincón del alma, para siempre.

Por el horror de mi ser, impotente de ser, exactamente, tu imagen deshilachado en el espejo negro de la muerte. En el espejo muerto del negro silencio. En el silencio muerto y negro en el espejo. En el silencioso espejismo negro de la muerte, donde tus caderas comienzan a bailar al ritmo de macumba.

Negra de magia, abierta, silenciosa, al sonido espectral de los tambores, delicada y altiva, como una rosa entreabierta puesta en su lugar. Insolente, enamorada de ti misma y, todavía, antes de desear, te abrazas a la muerte para no morir nunca ¡CONDENADA! Tu silencio es negro. Tu silencio es la señal que te quedó en el cuerpo de aquel abrazo con la muerte, para no morir nunca, para nunca desear, para nunca ser otra que tu voz.

Y no queriendo llegar muy lejos o, por el contrario, quiero decirte, que ponerte a llorar, enfermarte gravemente o enamorarte de algún desconocido, no te servirá de mucho, a menos que puedas entender, que tus resistencias, cuando lo nuestro se trata, simplemente, de una conversación, siempre son exageradas.

Recuerdo que la primera vez que me animé a decirte, rodeado de precauciones, que era bonito conversar contigo, te pusiste a llorar al estilo de las lloronas sicilianas, interrumpiste el encuentro antes de tiempo e intentando pegarme con la cartera en la cabeza (golpe que esquivé con un paso atrás y un directo a la mandíbula) me dijiste con rabia: Usted es un desgraciado.

Al otro día volviste encandilada por la posibilidad de poder sentir y expresar esos sentimientos.

Mientras te desnudabas, pedías perdón por lo del día anterior y tus manos al borde del silencio me dijiste: Usted es un hijo de puta. No sé por qué se lo digo, pero me hace bien que sufra, sépalo. Soy la peor de todas, tengo sarna. Voy por la vida enarbolando mi fracaso, su fracaso, doctor, ¿se da cuenta? Conmigo no puede nadie. Yo soy la flema ardiente del deseo y no sigo adelante porque tengo miedo que Usted me aumente los honorarios.

MIGUEL OSCAR MENASSA

LUNES 27 DE JULIO DE 1998
ARGANDA DEL REY

El aire y el sol, el mar absoluto y el 35 como última bola de la noche han minado definitivamente mi corazón.

Eso de meterme en el mar y arrancarle a las olas esos sonidos abiertos, esos pensamientos abiertos, esas piernas abiertas de mi amada. Nunca tan abiertas como cuando las olas golpean, en tropel, su pequeño corazón enamorado de toda nuestra juventud, eso de meterme en el mar como un animalito ya lo había hecho, ya tenía una práctica en ello, pero que el Estado, el departamento de Hacienda, rubro Casinos, decidiera pagar mis escapadas al mar, eso nunca me había pasado.

¡Se dan cuenta! darle a un jugador, empedernido y empecinado, que juega toda la noche al 35, el 35 como última bola, se dan cuenta ¡qué locura!, ¡qué bravura!, ¡qué macho!

Aire, sol, el absoluto mar y el 35 como última bola, han hecho de mí el genio del mar.

Es por todo eso que esta mañana relajada de lunes, sentado en medio de mi pequeño jardín en un pequeño pueblo, Arganda del Rey, debajo de mi pequeño cedro del Líbano, que recuerda a mi padre de origen libanés, escribo estas líneas para agradecer al Estado Español y a todos los periodistas, también, a los de Babelia, que hayan pensado tanto en mí como para que el 35 fuera la última bola de la noche.

Si me lo hubieran contado no lo hubiera creído. Pero el haberlo vivido me da ciertas garantías que cosas así pueden ocurrirme, también, a mí. Es decir, que la poesía puede, aunque nadie lo quiera, tener su suerte.


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Después, hablando con Don Artemidoro, él me dijo que en todos los casinos del mundo el 35 corona alguna de las tres últimas bolas de la noche, pero yo no lo sabía, es decir que puede haber sido hasta una iluminación, algo fuera de lo común, algo que le ocurre a cierto tipo de seres.

En lo del 35, insistía Don Artemidoro, todos los Casinos del mundo y todos los trabajadores se han puesto de acuerdo.

Don Artemidoro, nunca daba una información sin material clínico, es decir, una información sin la historia de la información, era necedad en su pensamiento.

En el verano del 68, prosiguió don Artemidoro, junto con Marlem, visitamos 135 Casinos, esparcidos, podemos decir, por todo el mundo. Y lo del 35 no fallaba nunca, o Marlem o yo, o los dos a la vez, acertábamos el 35. Tal fue así que en el verano siguiente, y ya termino la reflexión, comíamos, hacíamos el amor y dormíamos y llegábamos al Casino a las 4 y media de la mañana, ganábamos y perdíamos como cualquiera pero en las tres últimas bolas el 35 hacía que nuestras vidas fueran cada vez más cómodas, más lujosas, hasta llegamos a beber té de rosas escandinavas.

Dejamos de jugar porque ya no perdíamos y eso nos inquietó hasta tal punto que dejamos de jugar y yo me hice escritor y Marlem, creo que después fundó un asilo para poetas ricos, porque no pudo bajar el nivel de vida y ella sola no podía controlar todas las mesas para saber en cuál saldría el 35.

Yo pensé, por lo bajo, que a mí no me daría ninguna culpa ganar, porque el psicoanálisis me había curado de eso, así que puedo decir que por primera vez miré con cierto desprecio (menos valor) a Don Artemidoro, a él, que era un invencible, un inmortal, sin embargo, la neurosis lo había vencido. A mí no me va a pasar eso y si usted no quiere que le pase lo que le pasó a Don Artemidoro, que no pudo seguir ganando porque le daba culpa, pida una entrevista psicoanalítico ya mismo* a los teléfonos: Madrid 91 542 33 49 y Buenos Aires 328 06 14/07 10. Y eso no sólo le pasa a los jugadores en el Casino, también, y a veces con mayor claridad, les pasa a los entrenadores de fútbol y a los jugadores y si no me creéis, podéis estudiar un poco a Clemente y a los muchachos que formaron parte de la Selección Española. El uno dice que la culpa la tienen los periodistas y los muchachos dicen que su mamá, por Clemente, siempre fue muy buena con ellos. Mi mamá, también, fue muy buena conmigo pero, tampoco, servía para dirigir una selección de fútbol.

Mientras pequeñas hormigas ponen en cuestión la existencia de un rosal antiguo, dibujo entre las hojas del magnolio, los perfiles posibles de una vida a pleno sol. El cedro del Líbano, el ligustro japonés y las rosas chinas me traen recuerdos orientales, esa muchacha judía, en los bosques de Palermo, con aquellas tetas sobresalientes. Recuerdo haber besado esas tetas con la devoción de un niño hambriento.

Luego venía el atardecer y yo le recitaba mis versos y ella sentía, como en una especie de delirio de amor, que mis versos eran la tierra prometida y entreabría sus labios y entreabría sus piernas y se dejaba llevar por el olor de tierra cultivada y mi padre nos recordaba haber plantado el primer olivo en el sur de España y nos dejaba con la boca abierta llena de aceitunas negras bañadas por el amor.

Es por eso que desde esta mañana apacible en mi pequeño jardín, en un pequeño pueblo del Este de Madrid, recuerdo grandes olas oceánicas, arrebatadas mejillas, por el ardor del sol, muñecos de porcelana haciendo el amor hasta hacerse pedazos, y grandes porrones de barro, con agua fresca, para calmar la sed de los muertos queridos, para que se tranquilicen y puedan esperarnos sin ansiedad, sin prontitud, a la larga, todos estaremos muertos, pero no está en nuestro sencillo oficio de vividores natos (jugadores de todo, amantes de todo, locos por todo lo imposible) adelantar la muerte.

Así, que vengan los porrones llenos de agua fresca, para tranquilidad de nuestros muertos queridos, que han de saber que todos moriremos algún día, en su justo momento, como todos, pero nosotros, vividores de todo lo vivible, nos arrastraremos hasta el último momento, pidiendo un día más, un polvo más, un poema más aunque sea el último, algún amor y a la noche, en plena madrugada, para sellar mi pacto con la vida, el 35 coronando una de las tres últimas bolas de la noche.

Hasta la próxima y les recuerdo que una manera de pagar parte de su propio psicoanálisis, es hacerse Socio de Honor de la revista LAS 2001 NOCHES, por la miserable suma (hablando entre nosotros, Alcaldes y Ministros) de 40.000 pesetas para Europa o 200 dólares para América. 

Trátese de un psicoanalista jubilado, un poeta errante, un jugador culpable, un entrenador encaprichado, unos jugadores desolados, una mujer perdida o encontrada, un juez, un menor desorientado, un policía con complejo de libertad, un abogado sin ley, un eurodiputado con trastornos sexuales, un Presidente de Gobierno que nadie sabe de qué carajo se ríe, o un Ex-Presidente de Gobierno que nadie sabe porqué carajo llora, y usted señora y usted señor, sencillo carnicero enamorado de una vaca, o para usted, adolescente enternecido por los árboles, hongos, desesperados que te comen el alma sin darte la pasión ambicionada, muchacha pobre doblegada a su marido o a su padre, que no puede escribir versos inmortales, y a usted señor Director, de lo que sea, para demostrarle que ese implicarse todo del psicoanálisis, tiene como resultado no implicarse. Vivir alegremente.

Amemos juntos esa libertad desenfrenada, pidamos una entrevista de pareja, amor mío, entremos en lo múltiple del amor para seguir viviendo este amor en soledad toda la vida, pequeñas familias reunidas alrededor de una conversación se transformaron en grandes familias, tuvieron educación, formaron parte de la civilización, escribieron libros, hicieron el amor como los privilegiados, hicieron de cuenta que elegían su hombre, su mujer, su lugar de residencia, llegaron a creer que tenían algo que ver con la educación de sus hijos, fueron burgueses, crearon un mundo totalmente imaginario que nunca existió para nadie, ni siquiera para ellos.

El psicoanálisis puede curarnos de nuestra clase social.

Así que perdularios, intelectuales, pequeños burgueses, aristócratas creyentes en sí mismos, monjes deshabitados, escritores sin tema, o con mucho tema y ningún estilo, mujer desesperada, enamorada o sola, poema o bala, mujer de los momentos más felices, mujer aquella noche de verano, envuelta entre las sedas serenas, donde la vida, borda sin cesar, sin interrupciones, los momentos especiales de la historia del hombre:

Un beso, una caricia, unas piernas al viento, un cañón, un barco, un trasero, un trébol infinito, otro beso, mis manos rozando el porvenir en tu cuerpo de violeta imperial, diosa de los colores más abiertos.

Mis manos apoyadas sin compasión en tu culo marinero (porque habíamos estado tantas veces en el mar), esas mañanas, esos amaneceres infinitos donde todo el mundo sumergido estaba en tus entrañas, esas mañanas (por haber estado tantas veces en el mar), en posesión de mi gran pija marinera, penetraba todos los misterios de la noche y en plena madrugada, a las cinco en punto, el 35, coronaba la última jugada de la noche. Hasta la próxima.

MIGUEL OSCAR MENASSA

(*) Para futbolistas, entrenadores, perdularios de todo tipo y afines, primera entrevista: 50.000 pts. para Europa; 375 US. para América.

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