LAS 2001 NOCHES ÍNDICE NÚMERO 16

FEDERICO GARCÍA LORCA
Ha nacido un poeta

MIGUEL HERNÁNDEZ

RAFAEL ALBERTI

JOSÉ PORTOGALO

ELEGÍA PRIMERA

REMOTO ENCUENTRO CON FEDERICO GARCÍA LORCA

FEDERICO GARCÍA LORCA

DAMASCO ALONSO

MARÍA TERESA LEÓN

FERIA DEL LIBRO

A UN POETA MUERTO

ANTONIO MACHADO

ALFONSINA STORNI

PABLO NERUDA

EL CRIMEN FUE EN GRANADA

RETRATO DE GARCÍA LORCA

ODA A FEDERICO GARCÍA LORCA

POESÍA ARGENTINA ACTUAL

TRISTAN TZARA

SALVADOR DALÍ

VENÍ A CONOCER BUENOS AIRES EN EL MEJOR MOMENTO

EN EL CAMINO DE LAS ESTRELLAS

LEOPOLDO PANERO

VII CONGRESO INTERNACIONAL GRUPO CERO

SOCIOS DE HONOR

ESPAÑA HASTA LO HUESOS

PSICOANALIZARSE TAMBIÉN ES  UN ACTO POÉTICO

FEDERICO GARCÍA LORCA
Ha nacido un poeta

JOSE PORTOGALO


FEDERICO GARCÍA LORCA

1

Ay, Capitán de palomas,
ay, niño, qué niño, y ángel.

Pienso que un bosque de estrellas
madura, fiel, en tu sangre.
Oh, Capitán de palomas:
¡qué frío, qué duro el aire!
Y tú mezclado a la tierra
con la raíz de los árboles,
con golondrinas los ojos,
la lengua, acero multánime,
cintura de estrella virgen
entremezclada con sales,
luna y no en los cabellos
y hasta el zapato vibrante.
Ay, Federico, qué guardia,
qué guardia la de tu sangre.

2

Ay, Capitán de palomas,
ay, niño, qué niño, y arde.

Agrio rumor de cobre agita el canto,
sé de la maldición y del esputo
y al alto mediodía me levanto
desde el grito hasta el odio como un fruto.
 
De tanto horror de muerte y tanto espanto
oh, corazón, mi corazón de luto,
estoy casi en rodillas por el llanto
y en mí resuena el siglo en un minuto.
 
Porque así, fermentado en esta muerte
-tu muerte que nos quiebra y que nos liga-
ataco en mí lo inútil y lo inerte.
 
Sangre de sangre lúcida y fatiga
que en mi propia raíz se nutre y vierte
como en el pan el oro de la espiga.

3

Ay, Capitán de palomas,
ay, niño, qué niño, y ángel.

Potros de fuego que alumbran
como rosas de cristales
-duras crines de rocío,
belfos calientes, humeantes-,
desnudo viento de espadas,
noche ardiendo entre corales
y frío que se amontona
compacto en lejana calle:
con caracoles y grillos,
ordenan, lentos, tu sangre,
mientras que encienden tus venas
como a horizontes los ángeles,
y entre muertes, musgo y piedras,
está de pie tu coraje.
Ay, Federico, qué guardia,
qué guardia la de tu sangre.

4

Ay, Capitán de palomas,
ay, niño, que niño, y arde.

Así mi voz, hermano, así mi arteria,
así mi sangre tuya en mis rencores:
cielo metalizado en sinsabores,
sol agriado en el pus y la miseria.
 
Pero también crecido torbellino,
contradicción vital de los gusanos,
fuerza ascendente y limpia donde afino
mi caracol de sienes y de manos.
 
Muerte que en mí trabaja y se germina
como en la tierra el hueso y la corola
con el sordo clamor de una turbina.
 
Carnadura terrestre y caracola
de viento y lluvia, estrella y sal marina,
con sangre de pavor y de amapola.

5

Ay, Capitán de palomas,
Ay, niño, qué niño, y ángel

 

Ay, Federico, qué guardia,
qué guardia la de tu sangre.
Frente al mundo, reduciendo,
cómo es vivo tu mensaje,
tu poesía, cómo rueda
-mediodía, bosque, calle-,
y qué espantos, qué derrotas,
quisieron asesinarle.
Pero tu muerte no es muerte,
Federico, que es tu sangre
desparramada en el cielo
entre piedras y metales,
arquitectura de mundos
subterráneos, entre mármoles,
y confidencia de voces
de otra edad que ha de nombrarte
como a rocío o a fuego:
laurel eterno en el aire,
en la poesía, la aurora,
y en la guardia de tu sangre,
como a gota de rocío,
como a fuego de coraje.

6

Ay, Capitán de palomas,
ay, niño, qué niño, y arde.

Estrellas rotas y óxido de sierra.
Ya gusano y madera, ya resina.
Ya nos de grisú, de sal y orina:
muerte entre vida y lumbre que se aferra.
 
Sollozo y grito y párpado y colina,
mecha inconclusa y calcinada tierra,
campanas y ceniza, escombro y guerra,
substancia vegetal y de neblina.
 
Marfil y leche y pájaro que empluma
y pía y prueba, tímido, su vuelo
entre zonas de pólvora y de espuma.
 
Sangre vertida y móvil contra el sueño
que al fin calza su pie de sol y bruma
y en afilado envión llega hasta el cielo.

7

Ay, Capitán de palomas,
ay, niño, qué niño, y ángel.

Mitad entraña de tierra,
mitad entraña de aire
y todo revuelto cielo
y todo resuelta sangre,
entero de mediodía,
de alba, de noche y de árboles,
con su candor y su fuerza,
con su poesía y su carne,
entero como la vida
contra el crimen y el cobarde;
él, primavera y bandera,
rosa caliente y coraje.

8

Ay, Capitán de palomas,
ay, niño, qué niño, y arde.

Ya musical, sutil, ya fino y grave.
Perfil de estrella laminando ríos
y entre espesa humareda pecho de ave.
Eres poesía, lámpara de acento,
escolta de marfil, torre y colina
y brazada de grillos entre el viento.
Ya de pie como un canto, que es tu canto,
Jugo vital, de sangre, en movimiento,
guardia de acero y sal de nuestro llanto.
Bronce de cuerda en tenso aire profundo,
bloque de cielo entre ceniza y tierra,
ya laurel matinal naciendo al mundo.
 
Rosa que cruje como un hueso, entera;
ya luciérnaga viva sobre el alba,
que es lumbre y sueño y mármol de escollera
sobre la noche como un cielo malva
sobre tu sangre como una bandera.

9

Ay, Capitán de palomas,
ay, niño, que niño, y arde,
ay, Federico, qué guardia,
qué guardia la de tu sangre.

EN EL RETIRO DE MADRID
DEL 29 DE MAYO AL 14 DE JUNIO
FERIA DEL LIBRO
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Como todos los años, te esperamos para un diálogo cordial.
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ALFONSINA STORNI


RETRATO DE GARCÍA LORCA

 
Buscando raíces de alas
la frente
se le desplaza
a derecha
a izquierda.
 
Y sobre el remolino
de la cara
se le fija,
telón del más allá,
comba y ancha.
 
Una alimaña
le grita en la nariz
que intenta aplastársele
enfurecida...
 
Un griego
que sofocan de enredaderas
las colinas andaluzas
de sus pómulos
y el valle trémulo
de la boca.
 
Salta su garganta
hacia afuera
pidiendo
la navaja lunada
de aguas filosas.
 
Cortádsela.
De norte a sur.
De este a oeste.
 
Dejad volar la cabeza,
la cabeza sola,
herida de ondas marinas
negras...
Y de guedejones de sátiro
que le caen
como campánulas
en la cara
de máscara antigua.
 
Apagadle
la voz de madera,
cavernosa,
arrebujada
en las catacumbas nasales.
 
Libradlo de ella,
y de sus brazos dulces,
y de su cuerpo terroso.
 
Forzadle sólo,
antes de lanzarlo
al espacio,
el arco de las cejas
hasta hacerlas puentes
del Atlántico,
del Pacífico...
 
Por donde los ojos,
navíos extraviados,
circulen
sin puertos
ni orillas...

TRISTAN TZARA


EN EL CAMINO DE LAS ESTRELLAS
MARINAS

a Federico García Lorca

QUÉ viento sopla en la soledad del mundo
Para que yo me acuerde de los seres queridos
Frágiles desolaciones aspiradas por la muerte
Más allá de las torpes persecuciones del tiempo
La tempestad se deleitaba ante su fin tan próximo
Que la arena no redondeaba ya su dura cadera
Pero en las montañas las bolsas de fuego
Vaciaban con seguridad su luz de presa
Pálida y corta como un amigo que se extingue
Del cual nadie puede decir ya su contorno con palabras
Y ninguna llamada en el horizonte tiene tiempo de socorrer
Su forma mensurable inicuamente a su desaparición
 
Y así de un relámpago a otro
El animal tiende siempre grupa amarga
A lo largo de los siglos enemigos
A través de los campos unos por ostentación otros por
avaricia
Y en su ruptura se perfila el recuerdo
Como el tronco que cruje en señal de presencia
Y de dispar necesidad
 
Existen también los frutos
Y no olvido los trigales
Y el sudor que les ha hecho crecer sube a la garganta
Sabemos sin embargo el precio del dolor
Las alas del olvido y las perforaciones infinitas
A flor de vida
Las palabras que no llegan a apoderarse de los hechos
Apenas por servirse de ellos para reír.
El caballo de la noche galopó desde los árboles al mar
Y unió las riendas de mil oscuridades piadosas
Se arrastró a lo largo de los setos
Donde pechos humanos contenían el asalto
Con todas las protestas colgadas a sus costados
Entre inmensos rugidos que se agarraban
Huyendo de la fuerza del agua
Inconmensurables ellos se sucedían mientras que muy
pequeños murmullos
No podían ser abogados y sobrenadaban
En la invencible soledad por donde desfilaban los túneles
Las selvas los rebaños de ciudades los mares enjaezados
Un solo hombre en el aliento de muchos países
Reunidos en cascada y resbalando sobre una ola lisa
De fuego desconocido que se introduce a veces en la noche
Por la pérdida de quienes el sueño congrega
En su profundo recuerdo

Pero no hablemos más de los que están unidos
A las frágiles ramas a los malos humores de la naturaleza
Aquellos incluso que sufren los golpes duros
Tienden la nuca y en la alfombra de sus cuerpos
Suenan las botas rígidas de los conquistadores
Ellos han salido de mi memoria
Los pájaros buscan otros primaverales empleos
En sus cálculos remunerados
Por rebaños deliciosos de enloquecimientos
Con el viento en sus talones
Que el desierto les sea contado
Al diablo las delicadas advertencias
Las diversiones amapolas y compañía
El frío escarba
El miedo sube
El árbol se seca
El hombre se agrieta
Los postigos golpean
El miedo sube
Ninguna palabra es bastante tierna
Para traer de nuevo al hijo de los caminos
Que se pierde en la cabeza
De un hombre al borde de la estación
Él mira la bóveda
Y mira al abismo
Tabiques estancos


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Un libro que leerlo duele y no leerlo es imperdonable
una obra de Miguel Oscar Menassa

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EDITORIAL GRUPO CERO
Buenos Aires: 328- 07 10 /06 14
Madrid: 91 542 33 49

El humo en la garganta
El techo se desmorona
Pero el animal célebre apuntalado
En la atención de los músculos y torcido bajo el espasmo
De la fuga vertiginosa del relámpago de roca en roca
Se desencadena en el gozoso apetito
La mañana rehace su mundo
A la medida de su yugo
 
Saqueador de mares
Tú te inclinas bajo la espera
Y te alzas y cada vez que saludas al mar ebrio a tus pies
Sobre el camino de las estrellas marinas
Depositadas en columnas de incertidumbre
Tú te inclinas te levantas
Saludos removidos por bandadas
Y en el tajo es preciso sin embargo que camines
Incluso evitando a las más bellas es preciso que camines
Tú te inclinas
Sobre el camino de las estrellas marinas
Mis hermanos aúllan de dolor al otro extremo
Es preciso cogerlas intactas
Son las manos del mar
Lo que se ofrece a los hombres sin importancia
Glorioso camino sobre el camino de las estrellas marinas
"Alcachofas alcachofas" es mi hermoso Madrid
Con ojos de estaño con voz aceitunada
Quien está abierto a todos los vientos
Olas de hierro olas de fuego
Se trata de los esplendores del mar
Es preciso cogerlas intactas
Las de las puntas rotas derribadas
Sobre el camino de las estrellas marinas
Adónde lleva este camino lleva al dolor
Los hombres caen cuando quieren levantarse
Los hombres cantan porque han saboreado la muerte
 
Es preciso sin embargo caminar
Pisa pisa
El camino de las estrellas marinas en columnas de
incertidumbre
Pero uno se enreda en la voz de las lianas
"Alcachofas alcachofas" es mi hermoso Madrid de fuegos
viles
Abierto a todos los vientos
Quien me llama -largos años- desde las ortigas
Es una cabeza de hijo de rey hijo de puta
Es una cabeza es la ola que se rompe
Es sin embargo sobre el camino de las estrellas marinas
Donde las manos están abiertas
No hablan de la belleza del esplendor
Sino de los reflejos de minúsculos cielos
Y los imperceptibles guiños de los ojos en torno
Las olas quebradas
Saqueadores de mares
Pero es Madrid abierto a todos los vientos
Quien pisotea la palabra en mi cabeza
"Alcachofas alcachofas"
Capiteles de los gritos tiesos
 
Ábrete corazón infinito
Para que penetre el camino de las estrellas
En tu vida innumerable como la arena
Y la alegría de los mares
Que contenga el sol
En el pecho donde brilla el hombre del futuro
El hombre de hoy sobre el camino de las estrellas marinas
Ha plantado el signo avanzado de la vida
Tal como la vida debe vivirse
El vuelo libremente escogido por el pájaro hasta la muerte
Y hasta el fin de las piedras y las edades
Los ojos clavados en la única verdad del mundo
Del cual chorrea la luz que rebota a ras del suelo

 

LAS 2001 NOCHES

DIRECTOR:
Miguel Oscar Menassa.

SECRETARIA DE REDACCIÓN PARA EUROPA:
Carmen Salamanca Gallego.
PRINCESA, 17 - 3º Izda. 28008 MADRID (ESPAÑA).
Teléfono: 91 542 33 49 - Fax. 91 548 33 01

SECRETARIA DE REDACCIÓN PARA AMÉRICA:
Alejandra Madormo.
MAIPÚ, 459 - 1.er piso. 1006 BUENOS AIRES (ARGENTINA)
Teléfono y Fax: 43 28 06 14 / 07 10

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MIGUEL HERNÁNDEZ


ELEGÍA PRIMERA

a Federico García Lorca, poeta

Atraviesa la muerte con herrumbrosas lanzas,
y en traje de cañón, las parameras
donde cultiva el hombre raíces y esperanzas,
y llueve sal, y esparce calaveras.
 
Verdura de las eras,
¿qué tiempo prevalece la alegría?
El sol pudre la sangre, la cumbre de asechanzas
y hace brotar la sombra más sombría.
 
El dolor y su manto
vienen una vez más a nuestro encuentro.
Y una vez más al callejón del llanto
lluviosamente entro.
 
Siempre me veo dentro
de esta sombra de acíbar rebocada,
amasada con ojos y bordones,
que un candil de agonía tiene puesto a la entrada
y un rabioso collar de corazones.
 
Llorar dentro de un pozo,
en la misma raíz desconsolada
del agua, del sollozo,
del corazón quisiera:
donde nadie me viera la voz ni la mirada,
ni restos de mis lágrimas me viera.
 
Entro despacio, se me cae la frente
despacio, el corazón se me desgarra
despacio y despaciosa y negramente
vuelvo a llorar al pie de una guitarra.
 
Entre todos los muertos de elegía,
sin olvidar el eco de ninguno,
por haber resonado más en el alma mía,
la mano de mi llanto escoge uno.
 
Federico García
hasta ayer se llamó: polvo se llama.
Ayer tuvo un espacio bajo el día
que hoy el hoyo le da bajo la grama.
 
¡Tanto fue! ¡Tanto fuiste y ya no eres!
Tu agitada alegría,
que agitaban columnas y alfileres,
de tus dientes arrancas y sacudes,
y ya te pones triste, y sólo quieres
ya el paraíso de los ataúdes.
 
Vestido de esqueleto,
durmiéndote de plomo,
de indiferencia armado y de respeto,
te veo entre tus cejas si me asomo.
 
Se ha llevado tu vida de palomo,
que ceñía de espuma
y de arrullos el cielo y las ventanas,
como un raudal de pluma
el viento que se lleva las semanas.
 
Primo de las manzanas,
no podrá con tu savia la carcoma,
no podrá con tu muerte la lengua del gusano,
y para dar salud fiera a su poma
elegirá tus huesos el manzano.

Cegado el manantial de tu saliva,
hijo de la paloma,
nieto del ruiseñor y de la oliva:
serás, mientras la tierra vaya y vuelva,
esposo siempre de la siempreviva,
estiércol padre de la madreselva.
 

¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla,
pero qué injustamente arrebatada!
No sabe andar despacio, y acuchilla
cuando menos se espera su turbia cuchillada.
 
Tú, el más firme edificio, destruido,
tú, el gavilán más alto, desplomado,
tú, el más grande rugido,
callado, y más callado, y más callado.
 
Caiga tu alegre sangre de granado,
como un derrumbamiento de martillos feroces,
sobre quien te detuvo mortalmente.
Salivazos y hoces
caigan sobre la mancha de su frente.
 
Muere un poeta y la creación se siente
herida y moribunda en las entrañas.
Un cósmico temblor de escalofríos
mueve temiblemente las montañas,
un resplandor de muerte la matriz de los ríos.
 
Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos,
veo un bosque de ojos nunca enjutos,
avenidas de lágrimas y mantos:
y en torbellino de hojas y de vientos,
lutos tras otros lutos y otros lutos,
llantos tras otros llantos y otros llantos.
 
No aventarán, no arrastrarán tus huesos,
volcán de arrope, trueno de panales,
poeta entretejido, dulce, amargo,
que al calor de los besos sentiste,
entre dos largas hileras de puñales,
largo amor, muerte larga, fuego largo.
 
Por hacer a tu muerte compañía,
vienen poblando todos los rincones
del cielo y de la tierra bandadas de armonías
relámpagos de azules vibraciones.
Crótalos granizados a montones,
batallones de flautas, panderos y gitanos,
ráfagas de abejorros y violines,
tormentas de guitarras y pianos,
irrupciones de trompas y clarines.
 
Pero el silencio puede más que tanto instrumento,
 
Silencioso, desierto, polvoriento,
en la muerte desierta,
parece que tu lengua, que tu aliento,
los ha cerrado el golpe de una puerta.
 
Como si paseara con tu sombra,
paseo con la mía,
por una tierra que el silencio alfombra,
que el ciprés apetece más sombría.
 
Rodea mi garganta tu agonía
como un hierro de horca
y pruebo una bebida funeraria.
Tú sabes, Federico García Lorca,
que soy de los que gozan una muerte diaria.

DAMASCO ALONSO


A UN POETA MUERTO

I

Dime, ¿te encuentras bien junto a esas flores?
Has muerto, y tu silencio nos rodea:
un enorme silencio (ayer, palabras
mágicas, invasoras profecías).
Hoy tu callar, redondo, nos envuelve
como un agua nocturna, ya sin aves,
como forma sin forma, como un vaho,
un desasido vaho en luz difusa.


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¿Qué fue de tu árbol ágil, todo viento?
¿Qué fue de ti, gallarda cresta viva?
 
Tu tierno ardor, que coronaba el éxtasis,
¿cristalizó en quietud? ¿Cómo cesaron
de expresar la belleza más intacta
tus manos, cazadoras de tesoros,
tus dos manos en búsqueda frenética?
Ese tu claro sueño desvelado,
profunda cabellera de la noche,
¿por qué espacios se irradia transparentes
o en qué turbio torpor de nebulosa
se congeló? Y aquella norma oscura
que encadenaba en música palabras,
¿qué números impone a las estrellas,
qué ley al Sol, qué signos a lo extenso?

Un enorme silencio nos circunda:
un mundo en omisión, un gran sudario.
¿Has muerto, di? ¿Te sueño yo, en la muerte?
El agua del espejo, más helada,
nos dice la verdad: somos los muertos.
Somos nosotros los perdidos, vamos,
muertos de ti, con luto de tu sombra,
a tientas de tu rastro, dando voces
a una ausencia, preguntas a un olvido.
Vacías estructuras funerales,
oh, cuán inexorablemente, cierran
un horizonte rojo. Nuestra angustia
quiere tu densa voz y tu sonrisa:
vacío, soledad, silencio, sombra.
A una oquedad sin puerta preguntamos,
a un alcázar de pausas, siempre mudo.

Ay hombre de mi sangre. Ay sal de España.
Aceite del olivo era tu verso
y harina y acemite de los panes
y un denso mosto de fervientes cubas
y del espino albar y la amapola
la flor, y del tomillo y la retama.
De mar a mar ya zumban tus cantares.

Pero el verso mejor se fue contigo
a una España del Oro, cuyas torres,
doradas por la gloria, se proyectan,
cúmulos en el día de un verano,
sin ansias, sin ayer: quieto futuro.
Un misterio de luz cela un recóndito
centro de eterna patria incontingente.
Te nos has vuelto a la matriz sombría,
de su más virgen vena soterraña
manabas, y, alumbrado, fuiste forma:
signo de un día, eternidad profunda.

Y ese más bello canto que contigo
a la entraña se fue de la armonía
donde en amor se buscan las estrellas,
será pauta de músicas veladas,
reverterá sobre los campos nuestros
al ritmo de la nueva sembradura,
flameará en poetas solitarios,
atónitos, de pronto, a alto sentido,
y cantará en la sal de nuestros mares,
eterno en ti, sobre mi España eterna.

II

Los muertos más profundos
aire en el aire, van.

JORGE GUILLÉN

Dinos, ¿te encuentras bien junto a esas flores?
Te miro en un paisaje al claroscuro,
por lentas avenidas solitarias,
en las que Dios con alas invisibles
roza apenas las copas de los árboles.
¿Adónde va, poeta, ese camino?
 
Hacia la noche lentamente avanzas.
Voy en tu alcance. En vano intento asirte:
viento no más entre mis brazos, sombra.
Te llamo, y un momento te detienes
como si recordaras de un espanto,
y vuelves, noche en noche, tu figura.
¿Me miras? No me ves. Son otras formas
las que en la hondura flotan del aljibe
vago de tus pupilas dilatadas.
Y esa rosa que llevas en la mano
es la rosa del mundo de los muertos.
¡Mírame! ¿No me ves? Yo soy tu amigo.
Ahora digo tu nombre. ¿No me escuchas?
¡Óyeme, aguarda!: yo también querría
irme de aquí, contigo siempre, siempre.
... Y te alejas, te alejas deshilándole
en hebrillas de niebla que se funden
por el azul sin luna de la noche.

¿Adónde va, poeta, ese camino?
¿Qué nostalgia te impulsa, qué agonía?
Cruzan navíos las oscuras aguas,
caballos al galope por las trochas,
cometas el espacio, ayes el aire,
¿adónde van? ¿Adónde vas, poeta?

 

Es la hora en que bullen las ciudades
de la ansiedad. Estúpidos cortejos
entre una palabrera algarabía
ventean avizor la prima noche,
como canes hambrientos, y se lanzan
en busca de placer. Monstruosos labios,
Molocs de piedra artificial, devoran
la frenética hilera interminable,
ávida de soñar (¡Cuán pobres sueños!)

Amarillos tranvías taciturnos
desflecan a intervalos la marea
en creciente del odio, entre las horas
estériles de no saber amar,
de no entender la luz.
(¡La luz, la hierba, el árbol,
el pájaro, la flor, el verso, el agua!)
Las gárrulas esfinges vocingleras
Los gárrulos altavoces y periódicos
proponen consignadas profecías
a torvos corazones harapientos. Y al conjuro,
en ojos mortecinos centellea
una ilusión aún. Ávidas manos
manos estériles
se aterran a jirones de la vida.
El prostíbulo brota en carcajadas
y arde en alcohol el árbol de la muerte.

¿Adónde va, poeta, ese camino?
Dios alienta en el aura de la noche,
y tú eres ya vilano de ese aliento.
Los rumbos de los muertos, en la noche,
¿adónde van? ¿Adónde, tu camino?

Un infinito anhelo, una tristeza
irreparable, una querencia oscura, turbia,
te arrastra, ¿hacia qué sierras o qué mares?
Bajo un tamiz de lunas en espectro,
se repelan pinadas a las cumbres,
en una fuga pánica; en lo hondo,
macizas sombras atenazan llanto:
agua, triste de noche. La llanura
es un lago de sombra y vaticinio.
¡Efluvios inmortales de un portento,
pausas de expectación, hálito alerta
de intactos seres surgen de la nada!
Los muertos, en la noche tienen rumbos.

Tristísima nostalgia hacia la carne.
¡Ser, ser, ansia de ser! Angustia, asfixia,
evocación, sin luces, de una ausencia,
arcos de puente, hacia la vida rotos,
¡oh rosas sumergidas, oh los lirios!
El desvaído mundo de los muertos
-¡ser!- quiere ser, y es sólo una memoria.

¿Dónde te lleva tu memoria ausente?
¿Siente quizá tu nada el alto soplo,
las agrias cresterías intangibles
de la sierra de plata, que recoge
de aquella vega (donde aún galopan
sombras de caballeros en algara)
el aroma y la luz dormida? ¿Acaso
te lleva el viento sobre los remates
de tu ciudad, que pueblan maravillas?
Tal vez sube la flor de la ribera
como un vaho hacia ti, y oyes las voces
y las quietas esquilas del ganado
y el cantar de las fuentes; ves tu casa,
la casa de tus sueños cuando niño.
Por la dulce ventana luminosa,
la rutinaria escena de otros días:
ya ponen tus hermanas los manteles;
la menor ahora canta, ahora se queda
pensativa, ahora ríe... (¿Un amor nuevo?)
¡Llegar! ¡Volver!

Pero en la brisa pasas,
y el imposible beso se deshace
en vedijas de aroma entre la noche.

Las horas lentas caen sobre tu olvido.
Y en el estanque, junto a los cipreses,
ni un pliegue, ni una luz.

¡Oh vida! ¡Oh vida!

III

Morir es aspirar una flor nueva,
un aroma que es sueño y nos invade
como un agua densísima. La Nada
acoge dulcemente a los vencidos.

Oh la Nada absoluta.
Los mortales temblamos a sus luces.
En esas claras horas del insomnio
he mirado sus ojos frente a frente:
es un amor, es un furor de hielo,
es una tromba quieta, sobre un mundo
sin extensión, sin forma, sin rumores.
Una idea de viento huracanado,
como el soplo de un dios posible, surge
del inminente hueco impenetrable.
¡Qué negras cabelleras derramadas,


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qué ángulos estériles, qué augurios,
qué entrecortadas nieves, qué siseos!
Tristes aves sin sombra huyen perdidas
por cielos sin espacio. Desasidos
sueños sin soñador dejan estelas
inexistentes. Van con rotas jarcias
fantásticos navíos, a deshora,
cruzando un mar sin tiempo, proejando
hacia puertos sin nombre. Y en el fondo
del espectral laboratorio gélido,
en el alto alambique, borbotean
tiempo y eternidad.

Oh, no: la Nada
acoge dulcemente a los vencidos.
Tiene amores de madre, y es la madre
adonde vuelve todo lo que vive.
Este gran frenesí siempre en futuro,
este anhelo insaciable de mañana,
por hondos tajos, por ignotas hoces
de sombra y luz, de espanto y de prodigio,
esta angustia de ser que es nuestra vida,
un día rompe el dique y se desborda
sobre el remanso oscuro del reposo
en el lago sin tiempo y sin ribera.
¡Pausas, fragor, susurros! Y la Nada
acoge dulcemente a los vencidos.

Oh qué felicidad, cerrar los párpados
y entregarse a ese beso, el más hermoso
beso de nuestra vida. Oh noche quieta,
mudo testigo de la gran dulzura
en que se adensan nuestros claros días.
Oh gran sosiego, puerta negra al fondo,
cuando miran las pálidas estrellas
benignamente al que cruzó la linde.

Oh muerte, amada de este fiel amante
que es el que vive y en tu busca avanza
para saciarse en ti. Oh muerte, dulce,
leal enamorada y sin engaño:
recibe en tu reposo a nuestro amigo.
Siempre te amó, puesto que amó la vida.

¡Corónale de flores funerales,
mientras aquí esparcimos violetas
y lágrimas sobre una piedra muda!

A ti buscaba aquel sentido ignoto
de sus juegos de niño; a ti, los sueños
turbios de su terrible adolescencia.
Vio el mar, los bosques, las montañas súbitas
Sobre lentas llanuras dilatadas;
vio en los cielos las luces temblorosas
de las profundas noches de verano,
y le subía al alma una marea
de deseos oscuros: no sabía
que tú con mudas voces le llamabas.
Y conoció el amor. Vencidos cuerpos
se desplomaban sobre la delicia.
¿Lo fugaz conquistó lo permanente?

Allá abajo, en la veta más profunda
espiaba tu faz inescrutable.

¡Tú, muerte, tú, el amor; tú, en el amigo;
tú, la melancolía, los presagios,
los tímidos avances temblorosos;
tú, los rojos carbones y las llamas;
tú, el espasmo dulcísimo, tú oculta
amante, único amor, eterna amante!
Amó. Gritaba: "¡Vida! ¡Más, más vida!"
¡Amor, amor, principio de la muerte!

¡Terrible diosa de ojos dulces, sácialo!
Ya es sólo para ti: ya siempre tuyo.
Siempre. Ya es inmortal, ya es dios, ya es nada.

PABLO MENASSA DE LUCIA

Homenaje en el número de noviembre
30 de septiembre de 1998

Fecha límite para contribuir con tu nombre y/o dinero
     C/ Maipú, 459, 1º  
Buenos Aires
  TEL Y FAX: 328 06 14/07 10
C/Ferraz, 22 ,2izq    28008 Madrid
TEL.91542 33 49  FAX: 91 548 3301 

Digital:
http://www.grupocero.org
grupocero@grupocero.org

PABLO NERUDA


ODA A FEDERICO GARCÍA LORCA

Si pudiera llorar de miedo en una casa sola,
si pudiera sacarme los ojos y comérmelos,
lo haría por tu voz de naranjo enlutado
y por tu poesía que sale dando gritos.

Porque por ti pintan de azul los hospitales
y crecen las escuelas y los barrios marítimos,
y se pueblan de plumas los ángeles heridos,
y se cubren de escamas los pescados nupciales,
y van volando al cielo los erizos:
por ti las sastrerías con sus negras membranas
se llenan de cucharas y de sangre,
y tragan cintas rojas, y se matan a besos,
y se visten de blanco.

Cuando vuelas vestido de durazno,
cuando ríes con risa de arroz huracanado,
cuando para cantar sacudes las arterias y los dientes,
la garganta y los dedos,
me moriría por lo dulce que eres,
me moriría por los lagos rojos
en donde en medio del otoño vives
con un corcel caído y un dios ensangrentado,
me moriría por los cementerios
que como cenicientos ríos pasan
con agua y tumbas,
de noche, entre campanas ahogadas:
ríos espesos como dormitorios
de soldados enfermos, que de súbito crecen
hacia la muerte en nos con números de mármol
y coronas podridas y aceites funerales:
me moriría por verte de noche
mirar pasar las cruces anegadas,
de pie y llorando,
porque ante el no de la muerte lloras
abandonadamente, heridamente,
lloras llorando, con los ojos llenos
de lágrimas, de lágrimas, de lágrimas.

Si pudiera de noche, perdidamente solo,
acumular olvido y sombra y humo
sobre ferrocarriles y vapores,
con un embudo negro,
mordiendo las cenizas,
lo haría por el árbol en que creces,
por los nidos de aguas doradas que reúnes,
y por la enredadera que te cubre los huesos
comunicándote el secreto de la noche.

Ciudades con olor a cebolla mojada
esperan que tú pases cantando roncamente,
y silenciosos barcos de esperma te persiguen,
y golondrinas verdes hacen nido en tu pelo,
y además caracoles y semanas,
mástiles enrollados y cerezos
definitivamente circulan cuando asoman
tu pálida cabeza de quince ojos
y tu boca de sangre sumergida.

Si pudiera llenar de hollín las alcaldías
y, sollozando, derribar relojes,
sería para ver cuando a tu casa
llega el verano con los labios rotos,
llegan muchas personas de traje agonizante,
llegan regiones de triste esplendor,
llegan arados muertos y amapolas,
llegan enterradores y jinetes,
llegan planetas y mapas con sangre,
llegan buzos cubiertos de ceniza,
llegan enmascarados arrastrando doncellas


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atravesadas por grandes cuchillos,
llegan raíces, venas, hospitales,
manantiales, hormigas,
llega la noche con la cama en donde  
muere entre las arañas un húsar solitario,
llega una rosa de odio y alfileres,
llega una embarcación amarillenta,
llega un día de viento con un niño,
llego yo con Oliverio, Norah,
Vicente Aleixandre, Delia,
Maruca, Malva Marina, María Luisa y Larco,
la Rubia, Rafael Ugarte,
Cotapos, Rafael Alberti,
Carlos, Bebé, Manolo Altolaguirre,
Molinari,
Rosales, Concha Méndez,
y otros que se me olvidan.

Ven a que te corone, joven de la salud
y de la mariposa, joven puro
como un negro relámpago perpetuamente libre,
y conversando entre nosotros,
ahora, cuando no queda nadie entre las rocas,
hablemos sencillamente como eres tú y como soy yo:
para qué sirven los versos si no es para el rocío?

Para qué sirven los versos si no es para esa noche
en que un puñal amargo nos averigua, para ese día,
para ese crepúsculo, para ese rincón roto
donde el golpeado corazón del hombre se dispone a morir?

Sobre todo de noche,
de noche hay muchas estrellas,
todas dentro de un río
como una cinta junto a las ventanas
de las casas llenas de pobres gentes.

Alguien se les ha muerto, tal vez
han perdido sus colocaciones en las oficinas,
en los hospitales, en los ascensores,
en las minas,
sufren los seres tercamente heridos
y hay propósito y llanto en todas partes:
mientras las estrellas corren dentro de un río interminable
hay mucho llanto en las ventanas,
los umbrales están gastados por el llanto,
las alcobas están mojadas por el llanto
que llega en forma de ola a morder las alfombras.

Federico,
tú ves el mundo, las calles,
el vinagre,
las despedidas en las estaciones
cuando el humo levanta sus ruedas decisivas
hacia donde no hay nada sino algunas
separaciones, piedras, vías férreas.
Hay tantas gentes haciendo preguntas
por todas partes.

Hay el ciego sangriento, y el iracundo, y el
desanimado,
y el miserable, el árbol de las uñas,
el bandolero con la envidia a cuestas.

Así es la vida, Federico, aquí tienes
las cosas que te puede ofrecer mi amistad
de melancólico poeta.
Ya sabes por ti mismo muchas cosas,
y otras irás sabiendo lentamente.

SALVADOR DALÍ


Cuatro meses habían pasado desde mi llegada a Madrid, y mi vida continuaba siendo tan metódica, sobria y aplicada como el primer día. No digo la verdad completa al decir esto -pues en realidad mi sobriedad, mi capacidad para el estudio y el minucioso rigor a que sometía mi espíritu, crecían de semana en semana-, sentía que estaba alcanzando aquel limite de disciplina cotidiana, compuesta del ritualizado perfeccionamiento de cada momento, que conduce por atajo directo al borde mismo del ascetismo. ¡Me habría gustado vivir en una cárcel! Estaba seguro de que, si hubiese vivido en una cárcel, no habría echado de menos un solo ápice de mi libertad. Todo en mis pinturas iba tomando un sabor cada vez más severo y monástico, y era en la superficie, como enyesada, de las telas que, desdichadamente, había preparado con una capa tan espesa de pintura mezclada con cola, donde pintaba estas cosas.

Digo "desdichadamente", porque las dos pinturas cubistas que ejecuté durante estos primeros cuatro meses de mi estancia en Madrid eran dos obras magníficas, tan impresionantes como un auto de fe -que es lo que eran-. La preparación excesivamente espesa hizo que se agrietasen y empezaran a caer a trozos, y así las dos pinturas quedaron completamente destruidas.

 

 Pero antes de esto, un día, fueron descubiertas, y yo con ellas. La Residencia de Estudiantes, donde yo vivía, estaba dividida en gran cantidad de grupos y subgrupos. Uno de estos grupos era el de la vanguardia artística y literaria, el grupo inconformista, estridente y revolucionario, del cual emanaban ya los miasmas catastróficos del período de posguerra. Este grupo habla heredado recientemente una tradición estrecha, negativista y paradójica, procedente de un grupo de literatos y pintores "ultristas" -uno de esos "ismos" indígenas nacido de los confusos impulsos creados por los movimientos europeos de vanguardia y más o menos relacionado con los dadaistas-. Este grupo estaba compuesto de Pepin Bello, Luis Buñuel, García Lorca, Pedro Garfias, Eugenio Montes, Rafael Barradas y muchos otros. Pero, de todos los jóvenes que habla de conocer en esta época, sólo dos estaban destinados a alcanzar las vertiginosas cumbres de las jerarquías superiores del espíritu -García Lorca, en la biológica, hirviente y deslumbrante substancia de la retórica poética posgongorina, y Eugenio Montes, en las escalinatas del alma y los cánticos pétreos de la inteligencia. El primero era de Granada, y el último, de Santiago de Compostela.

Un día en que me hallaba fuera, la camarera habla dejado mi puerta abierta, y Pepin Bello vio, al pasar, mis dos pinturas cubistas. No pudo esperar a divulgar tal descubrimiento a los miembros del grupo. Estos me conocían de vista y aún me hacían blanco de su cáustico humor. Me llamaban el "músico", o "el artista", o "el polaco". Mi manera de vestir antieuropea les había hecho juzgarme desfavorablemente, como un residuo romántico más bien vulgar y más o menos velludo. Mi aspecto serio y estudioso, completamente desprovisto de humor, hacíame aparecer a sus sarcásticos ojos como un ser lamentable, estigmatizado por la deficiencia mental y, en el mejor de los casos pintoresco. En efecto, nada podía formar un contraste más violento con sus ternos a la inglesa y sus chaquetas de golf, que mis chaquetas de terciopelo y mis chalinas flotantes; nada podía ser más diametralmente opuesto que mis largas greñas, que bajaban hasta mis hombros, y sus cabellos elegantemente cortados en que trabajaban con regularidad los barberos del Ritz o del Palace. En la época en que conocí al grupo, especialmente, todos estaban poseídos de un complejo de dandismo combinado con cinismo, que manifestaban con consumada mundanidad. Esto me inspiró al principio tanto pavor, que cada vez que venían a buscarme a mi pieza creía que me iba a desmayar.

Vinieron en grupo a mirar mis pinturas y, con el esnobismo que llevaban ya agarrado al corazón, amplificada su admiración en gran manera, su sorpresa no conocía limites. ¡Que yo fuera pintor cubista era lo último que se les hubiera ocurrido! Admitieron francamente su antigua opinión de mi y me ofrecieron incondicionalmente su amistad. Yo, mucho menos generoso, mantuve todavía una distancia especulativa. Me preguntaba qué beneficio podría sacar de ellos y si realmente tendrían algo que ofrecerme.

Bebían literalmente mis ideas, y en una semana la hegemonía de mi pensamiento empezó a hacerse sentir. Siempre que estaban presentes los del grupo, la conversación era salpicada por "Dalí dijo..." "Dalí contestó..." " Dalí piensa..." "¿Qué le pareció a Dalí?" "Parece cosa de Dalí". "Es daliniano.." " Dalí debería verlo" " Dalí debería hacerlo..." ¡Y Dalí esto, Dalí aquello y Dalí todo!

Aunque advertí en seguida que mis nuevos amigos iban a tomarlo todo en mi sin poder darme nada en cambio -pues realmente no poseían nada de que yo no tuviera dos, tres, cien veces más que ellos-, por otra parte la personalidad de Federico García Lorca produjo en mi una tremenda impresión. El fenómeno poético en su totalidad y en "carne viva" surgió súbitamente ante mí hecho carne y huesos, confuso, inyectado de sangre, viscoso y sublime, vibrando con un millar de fuegos de artificio y de biología subterránea, como toda materia dotada de la originalidad de su propia forma. Yo reaccioné y adopté en seguida una actitud rigurosa contra el "cosmos poético". No decía nada que no fuese definible, nada cuyo "contorno" o "ley" no pudiera establecerse, nada que no se pudiera "comer" (esta era ya entonces mi expresión favorita). Y cuando sentía el fuego incendiario y comunicativo de la poesía del gran Federico elevarse en locas llamaradas desgreñadas, intentaba sofocarlas con la rama de olivo de mi prematura vejez antifáustica, mientras ya preparaba las parrillas de mi prosaismo trascendente, sobre las cuales, al llegar el día, cuando sólo quedasen las ascuas brillantes del fuego inicial de Lorca, llegaría yo para asar las setas, chuletas y sardinas de mi pensamiento (que, como yo lo sabía, estaban destinadas a ser servidas algún día -en su punto y sazón, calentitas- sobre el blanco mantel de la mesa del libro que están ustedes leyendo), para satisfacer por unos cien años el hambre espiritual, imaginativa, moral e ideológica de nuestra época.

Nuestro grupo iba tomando un color cada vez más antiintelectual; por ello empezamos a frecuentar los intelectuales de todas clases y a rondar los cafés de Madrid donde todo el futuro artístico, literario y político de España empezaba a cocerse con un fuerte olor a aceite hirviente. Los vermuts dobles con aceitunas contribuían generosamente a la cristalización de esta floreciente confusión de "posguerra", poniendo una dosis de sentimentalismo mal disimulado, que era el elemento más propicio a las escurridizas transmutaciones del heroísmo, mala fe, grosera elegancia y digestiones hiperclorhídricas, todo mezclado con antipatriotismo; y de toda esta amalgama, un odio arraigado en la mentalidad burguesa, que estaba destinado a prosperar, creció y enriquecióse, abriendo nuevas sucursales cada día, respaldado por un crédito ¡limitado, hasta el día del famoso estallido de la entonces lejana guerra civil.


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LEOPOLDO PANERO


ESPAÑA HASTA LOS HUESOS

Tu dulce maestría sin origen
enseñas, Federico García Lorca;
la luz, la fresca luz de tus palabras,
tan heridas de sombra.

Tu empezado granar, tu voz intacta,
tu sed desparramada hacia las cosas,
tu oración hacia España, transparente
de verdad, como loca.

Tu intimidad de sangre como un toro;
tu desvelada esencia misteriosa
como un dios; tu abundancia de rocío;
la ebriedad de tu copa.

Por la anchura de España, piedra y sueño,
secano de olivar, rumor de fronda,
cruzó la muerte y te arrimó a su entraña
de fuente generosa.

... De valle en valle su cansancio tienden
viejas puentes que el tiempo desmorona,
sosiego denso del azul manado,
resol de loma en loma.

Las bravas sierras; los sedientos cauces;
el alear de España a la redonda:
granito gris entre encinares, pardos,
bajo la luna absorta.

Ligeros jaramagos amarillos,
movidos por el aire, la coronan
de paz, mientras sacude sus entrañas
seco aullido de loba.

... Noticias han venido de las torres
del Genil y del Darro, y una ignota
dulzura se apodera de mi pecho
como en viviente forma.
Así, desde la Alhambra caen las aguas,
el sonido de un árbol que se corta,
el rumor de los pájaros ocultos,
al empezar la aurora.

Hacia dentro la música deslumbra,
como un abrazo, mi tristeza, en ondas
de amor, que por el alma se dilatan,
y mis palabras rozan.

Temblor de ti mi pensamiento tiene,
mientras fluye en mi verso gota a gota,
la sorpresa, el dolor de recordarte
trágicamente ahora.

Noticias han venido de los árboles
cortados por el hacha sigilosa,
y han venido rumores de la hierba,
y del bordón, la nota.

Cantaste lo dormido de tu raza;
la nieve insomne de tu infancia toda;
la historia que es amor, y hasta los huesos
España, España sola.

El dolor español de haber nacido,
la pena convencida y española
de abrir los ojos a la seca brisa
que cruje en la memoria.

Cantaste la ribera apasionada,
la santa piel de fiera que se agosta,
el yermo de ansiedad, la tribu ibera
que hace del pan limosna.

Tú eras como una mano con rocío,
llena de amor, de plenitud, de sombra;
de simiente de España; de hermosura
que en el surco se arroja.

Tú eras la lengua alada del espíritu,
y el gozo vegetal: la fe que ahonda
su primera raíz en la mañana
adánica, en la obra

tierna de Dios, reciente todavía,
acabada en pecado, en carne fosca
de pecado, en la tristeza que se oculta,
desamparada, en otra.

En tu rincón de sed y de preguntas
hacia Dios te levantas en persona
desde la noble mansedumbre lenta
que la tierra atesora.

Te levantas; te pones en sus manos;
te acuerdas en sus ojos;
te perdonas en su mirada para siempre;
tiemblas en su amor; muerto, lloras.

Del beso abandonado, de la risa,
sólo conservas la tristeza atónita,
el impulso de amor que te llevaba
como el viento a las hojas.

Cantaste la locura genesíaca,
el brío del dolor, la gente honda
donde suena la muerte, y bebe el hombre
quietud, de la amapola.

RAFAEL ALBERTI


SONETO

a Federico García Lorca

Sal tú, bebiendo campos y ciudades
en largo ciervo de agua convertido,
hacia el mar de las altas claridades
del martin-pescador mecido nido.
 
Que yo saldré a esperarte amortecido,
hecho junco, a las altas soledades,
herido por el aire y requerido
por tu voz sola entre las tempestades.
 
Deja que escriba, débil junco frío,
mi nombre en esas aguas corredoras,
que el viento llama, solitario, río.
 
Disuelto ya en tu nieve el nombre mío,
vuélvete a tus montañas trepadoras,
ciervo de espuma, rey del monterío.

A
FEDERICO GARCIA LORCA
POETA DE GRANADA

I
(OTOÑO)

En esta noche en que el puñal del viento
acuchilla el cadáver del verano,
yo he visto dibujarse en mi aposento
tu rostro oscuro de perfil gitano.
 
Vega florida. Alfanje de los ríos
tintos en sangre pura de las flores.
Adelfares. Cabañas. Praderíos.
Por la sierra cuarenta salteadores.
 
Despertaste a la sombra de una oliva,
junto a la pitiflor de los cantares.
Tu alma de tierra y aire fue cautiva...
 
Abandonando dulces sus altares,
quemó ante ti una anémona votiva
la musa de los cantos populares.


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ENRIQUE MOLINA


REMOTO ENCUENTRO CON
FEDERICO GARCÍA LORCA

La memoria es unánime:
No escoge sino funde en un instante el cielo y el
infierno,
anula el tiempo en el torrente del tiempo.
Ahora vuelve su imagen.
Hondo como el amor, después del vocerío,
era el que exorcizaba la humeante flor de la sangre
del toro.
 
Trágica e inocente canción.
hasta que surge amarrado a la luna,
en un círculo de cigüeñas de los campanarios,
gitanerías, merodeos de zorro,
y brilla la cebolla de la Virgen, la barrica de vino del
mesón.
¿Pero quién redime ese sonido que nada apaga
nunca,
su final en la aterrada noche?
 
Macilentas aguas del Plata y Buenos Aires,
aquí me habló del deseo y su energía inmune:
"la última gracia bendita del mundo" -dijo.
"Y sea alabada La Verbena de la Paloma como un
cascabel estival" -dijo.
Un hechizo nocturno lo condujo de nuevo a Sevilla y
lo vendaron las nodrizas de la tierra,
palmoteo de cante-jondo dentro de un ataúd,
y el taconeo de oliváceas piernas calzadas con llamas,
el coro de mujeres sonámbulas.
Llega su voz desde lo eterno mezclada con el polvo,
¿y qué orgullo es ese, sin clemencia, sin ninguna
vacilación sino poesía?
Pero no es eso, tampoco es eso,
sino el estremecido corazón de su raza, de un lado
la nube y el beso, la fascinación del sol más alta
que el bautismo,
el emplumado resplandor de la luna sobre la
Alhambra,
del otro la navaja en la mano, la sangrienta guitarra
del desierto.
Y tu voz resucita como el viento, inocente, más allá
de tu perfil funeral y la herida,
libre de toda sombra, en lo más peligroso del amor.

Todo lo que usted quiso saber sobre la mujer
y no se atrevió a preguntar

"EL ENIGMA DE LO FEMENINO"

EDITORIAL GRUPO CERO

MARÍA TERESA LEÓN


Nos dejan en la mano muchos libros. Ande, léalo, suplican a Rafael. Soy un poeta joven como usted lo era cuando Juan Ramón le escribió la carta aquella que fue como el espaldarazo que los caballeros medievales recibían antes de lanzarlos a la arena de la Historia. Cartas, libros. Se nos ocurre, al leerlos, maravillosas cartas de esperanza. Es como cuando se abre la ventana y hay nieve o todas las flores se han abierto. Son las nuevas generaciones, las que envejecerán mucho más tarde, en otoños diferentes de los nuestros, otoños que no podemos adivinar. Quisiéramos decirles: no penséis más en nosotros, somos nada mas aquellos que perdimos el dulce rostro de España. En alguna carta nos han preguntado: ¿Cómo era Federico?

Federico era el hombre que siempre llegaba tarde. Cuando se le decía: Vente a comer con nosotros, a veces no llegaba nunca. En Buenos Aires, dejó compuesta y sin novio poeta a toda la mejor sociedad reunida en casa de Capdevila, un escritor muy importante. Pero tal vez llegó luego, a las mil y quinientas. Improvisaba su vida. ¿Vienes? Sí, sí. Pero ¿por qué no fuiste anoche a casa de ... ? Porque es una anfistora. ¿Y qué es eso? Pues, ella. Anfistora fue el nombre que bautizó el teatro experimental que dirigía Pura Ucelay. Cuando se caminaba junto a Federico había que detenerse para reír y para cruzar la calle. Sufría una cierta vacilación al andar. ¡No, no pases! ¡Aún, no! Pero, hombre, si ya no hay ningún coche. Eso no se sabe nunca. ¡Qué grande debía parecerle la calle de Alcalá! Tal vez por esa su incertidumbre en los cruces, Federico iba rodeado de amigos. Los amigos eran la aureola de cierto torerismo, de cierta soledad que combatía hablando. Federico necesitaba ataduras, ligaduras, respuestas, espejos. Su amistad, tierna y flexible, era dicha en voz alta. Si la gente no le gustaba mucho, se la sacudía: ¡zape, zape! Y qué bien escuchaba cuando le hablaban seriamente. Federico, ¿por qué no vienes al mitin que por la libertad de Carlos Prestes se va a celebrar en la Casa del Pueblo? Hablaremos nosotros, estará la madre del líder brasileño encarcelado. ¿Vienes? Fue y dijo uno de los poemas de su libro Poeta en Nueva York. Era el año 1936. Algo diferente se respiraba por las calles madrileñas. Federico se sentaba sin miedo junto a los políticamente comprometidos. Puede que antes los criticase, pero en aquel momento en que comenzaban a prenderse las hogueras, no. Su sonrisa de entonces iba siempre acompañada de un joven muchacho serio y tranquilo que se llamaba Rapún. Parecía un poco asombrado de la predilección que tenia por él Federico. 

LAS 2001 NOCHES
UN LIBRO QUE 
LEERLO DUELE
Y NO LEERLO
ES IMPOSIBLE


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Políticamente era socialista. Cuando el Madrid del Frente Popular empezó a sentir los zarpazos de los falangistas, la agresión organizada del señoritismo madrileño, cuando mataron a Juanita Rico y después a cualquier muchacho indefenso de los que vendían Mundo Obrero, Federico se emocionaba y hasta fue con nosotros y con Rapún al entierro de una de estas víctimas en medio de la desazón que iba ganando Madrid y de la que nadie podía librarse.

Federico y Rapún y nosotros llegamos hasta el cementerio. Poca gente recuerda hoy estas cosas. Los libros ya ni las cuentan. Nosotros estábamos en Ibiza cuando se oscureció España. Recibimos allí la noticia del alzamiento militar. Luego de salvarnos de milagro llegamos a Madrid. Nos dijeron que si Federico... Federico se habla ido a pasar el verano a Granada a casa de sus padres, pero... Un día llegó a la Alianza de Intelectuales un muchacho delgado y aún trémulo por las fatigas pasadas. Se llamaba Antonio Orgaz, era arquitecto.

También consiguió alcanzar Madrid un diputado comunista cuyo nombre he olvidado. Contaron la muerte de Montesinos, cuñado de Federico, alcalde de la ciudad, que había querido organizar la resistencia en el Albaicín. Yo no sé dónde está hoy el arquitecto Orgaz ni siquiera si vive. El nos dijo que había estado refugiado, con Federico, en casa de los Rosales. ¿Por que los Rosales no han hablado de él nunca? 

Orgaz nos contó que Federico no quiso huir con él, tratando de pasar a las líneas republicanas. Le dio miedo. Tal vez pensó que nadie se atrevería en Granada a tocarle. Yo me trepé por no sé dónde y salí al campo. Ni sé cómo pude llegar a las posiciones republicanas. Al hablar se le acentuaba más la delgadez de las mejillas. Creo que temía no dormir más en su vida después de tantas horas de alerta. Pero ¿lo han matado? Rafael recibió una llamada telefónica de la hermana de Federico, de Isabelita: Soy Isabel. Por favor, que los periódicos no hablen de Federico. Está bien. Escondido. Mejor no hablar. Pero el diputado comunista insistía: Está muerto. Poco a poco nos fuimos acostumbrando a que Federico habla sido asesinado:

No tuviste tu muerte, la que a ti te tocaba...

Rafael repetía a todos: Es un crimen monstruoso. Si me hubieran matado a mí por mis ideas políticas... pero, ¡a él! Federico era como un niño.

Cuando Wells, en nombre de los escritores del mundo mandó un telegrama al capitán general de Andalucía, preguntando por el paradero del poeta, se vio contestado despectivamente: "No conocemos el paradero de dicho señor".

Volvimos a ver a Rapún. Nadie como este muchacho silencioso debió sufrir por aquella muerte. Terminadas las noches, los días, las horas. Mejor morirse. Y Rapún se marchó a morir al frente del Norte. Estoy segura que después de disparar su fusil rabiosamente se dejó matar. Fue su manera de recuperar a Federico.

ANTONIO MACHADO


EL CRIMEN FUE EN GRANADA
 

I
EL CRIMEN

Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aun con estrellas, de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no oso mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
-sangre en la frente y plomo en las entrañas-
...Que fue en Granada el crimen
sabed -¡pobre Granada!-, en su Granada...

II
EL POETA Y LA MUERTE

Se le vio caminar solo con Ella
sin miedo a su guadaña.
-Ya el sol en torre y torre; los martillos
en yunque- yunque y yunque de las fraguas.
Hablaba Federico,
requebrando a la muerte. Ella escuchaba.
"Porque ayer en mi verso, compañera,
sonaba el golpe de tus secas palmas,
y diste el hielo a mi cantar, y el filo
a mi tragedia de tu hoz de plata,
te cantaré la carne que no tienes,
los ojos que te faltan,
tus cabellos que el viento sacudía,
los rojos labios donde te besaban...
Hoy como ayer, gitana, muerte mía,
que bien contigo a solas,
por estos aires de Granada, ¡mi Granada!"

III

Se le vio caminar..
Labrad, amigos,
de piedra y sueño, en el Alhambra,
un túmulo al poeta,
sobre una fuente donde llore el agua,
y eternamente diga:
el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!

 

POESÍA ARGENTINA ACTUAL

CUANDO ESTA POR LLOVER

BELLA DE SIESTA

DE TANTOS VUELOS

HUELLAS DEL AMOR

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CUANDO EST Á POR LLOVER
LOS PÁJAROS NO VUELAN

Autora: Nonna Menassa
PTS. 1.000; 10 US.
Nos introduce en un cielo de nubes cargadas de palabras, aluviones, hasta hacerlas precipitar en su querido Buenos Aires, ciudad de puertos, de tangos, de barrios arrabaleros.
La nubes nos van presagiando tiempos, nos introducen en una escritura profunda, su estilo: «Ponía en aire mis caderas para poder trotar y congraciarme con la estirpe animal...»
«No vendrás y me quedé desangelada flotando en la burbuja soplada por tu viento.»
La autora se abre en este libro a lo múltiple para abismarse en el universo de los símbolos, hecho luz en el poema, atravesada por el amor, la muerte, la tristeza, esperanza y vida.
Son 80 páginas de exquisita poesía, NUBES como hojas de vida dividen la primera parte del libro en tres para caer precipitándose  en el hechizo final. Final que nos sorprende y nos atrapa en una vorágine de sucesos donde la tarde es siempre protagonista.
Nonna Menassa, una poeta de nuestro tiempo que se somete a las leyes de la escritura para ser portavoz de lo por venir. Mujer de fuerte voz, pluma certera que traza sobre la última cuartilla la línea de una belleza imaginable, escuchando sentidos de lo que no pasó.

BELLA DE SIESTA

Autora: Marcela Villavella
PTS. 1.000; lO US.
Una poeta puesta en relación con su primer libro me remite al sueño maravilloso del contacto inicial entre su mano y el deseo de escribir, de trascender. Conversación con sus poetas mediando las páginas, mitad en sueños, mitad...
EL ANGEL AZUL, palabras azules que se le escapan a pesar de un intento de apresarlas en un verso. Frente a esta relación con el alfabeto la medida de su ser es la escritura.
Una y otra mujer se abre delante de sus ojos, a veces no habla, a veces cruza una mirada de deseo, un color Gauguin sobre grises siluetas. BELLA DE SIESTA, todo cuanto se despliega huele, tiene perfume propio, porta un balanceo de amor secreto, de viajes pisando piedras, cristales, pétalos.

DE TANTOS VUELOS

Autor: Inés Barrio
PTS. 1.000; lO US.
Una vez más la mujer poeta es protagonista, y se deja, se escurre deseosa, se alimenta de palabras, deja al trasluz un cuerpo que se anima al decir y su vuelo. Al publicar su primer libro toma la decisión de quedarse entre las hojas hilando los quehaceres del poeta y su tinta. Escribir es el reto, aunque más no sea por escribir.
DE LAS LLEGADAS, nada puede decir fuera de una piel donde se enquistan hombres y mujeres, llegadas y también ausencias latiendo en un macizo territorio, sábanas como hojas en blanco. y son tantos los viajes, tantos los vuelos para poder escribirlo todo...
Es cierto, un pájaro en pleno vuelo puede llegar a un estremecimiento de alas cuando por todas partes lo rodea la lejanía. Mas, también es cier- to que aquel pájaro que se atreve a volar a pesar de ello, sosteniéndola con la mirada podrá llegar y también podrá partir y hacer de eso su 
destino y entonces, amor, ¿Qué ocurre con los pájaros? Frente a la lejanía no retroceden jamás.

HUELLAS DEL AMOR

Autora: Karina Pueyo
PTS. 1.000; 10 US.
La lectura de este poemario resulta una exquisita aventura guiada por sutiles y precisas Huellas. Huellas en el cuerpo, Huellas del amol; Huellas en el mal; encontrando Palabras como huellas para rozar el particular aroma de la poesía.
Buscadora de enigmas, la autora va dibujando señales en todas las páginas, pues los sentidos no alcanzan para ver el mundo.
Amante de la intemperie busca desesperadamente un verso que alcance algún rastro de amor, para caer rendida sobre la tinta y dejarse, enamorada, tocar por el poema, «soy en este verso el corte preciso sobre el cuello de la noche, un tajo rasante y todas las preguntas».


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EN EL  MEJOR MOMENTO

VII CONGRESO 

INTERNACIONAL

GRUPO CERO

CLÍNICA PSICOANALÍTICA

-LAS PATOLOGÍAS DE FIN DE SIGLO-

del 20 al 30 de Agosto de 1998

AUSPICIADO POR LA SECRETARÍA DE SALUD DEL GOBIERNO DE BUENOS AIRES

 PASEO LA PLAZA 

Sala Julio Cortázar
Av. Corrientes 1660 - Buenos Aires

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 VII CONGRESO INTERNACIONAL 
GRUPO CERO

CLINICA PSICOANALITICA

 -Las Patologías de Fin de Siglo-

PROGRAMA DE ACTIVIDADES

JUEVES 20 DE AGOSTO

09.00 horas: Acreditación y entrega de credenciales.
09.30 horas: Acto de apertura.
                Dr. Jorge Fernández Landoni. Director General de Programas Especiales y Salud Mental. Secretaría de Salud    Pública del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Miguel Oscar Menassa. 
Director de la Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero.
10.45 horas: Coffee Break.
11.00 horas: Violencia y stress.
                   María Chévez. (Madrid). 
11.20 horas: El psicosomático o la locura de un órgano.
                   Ejemplo: hipertensión y diabetes.
                   Carlos Fernández del Ganso (Madrid).
11.40 horas: La transferencia en la esquizofrenia.
                   Fernando Amez Miña (Madrid).
12.00 horas: La histeria: 1898- 1998. 
                   Karina Pueyo. (Buenos Aires).
12.20 horas: La transferencia en Freud. 
                  
Rosa Puchol. (Madrid).
12.40 horas: Mujer de pantalla
                   Bibiana Degli Esposti.  (Madrid).
13.30 a 15.30 horas: Coctail de apertura.
16.00 horas: La miseria en la neurosis.  
                   Mónica Deluccio (Buenos Aires).
16.20 horas: La agresividad en los síntomas.  
                   Lidia Andino  (Madrid).
16.40 horas: Transferencia y repetición. 
                  
M.o Jesús García  Polo (Madrid).
17.00 horas: La iniciación al tratamiento y la                      transferencia. 
                    Pilar Iglesias (Madrid).
17.20 horas: Fobia y Fetiche.  
                    Cruz González (Madrid).
17.40 horas: Proceso de identificación en la                       homosexualidad masculina. 
                  
Miguel Martínez (Madrid).
18.00 horas: Coffee Break.
18.15 a 21.00 horas: Comentarios y supervisión de 
                               casos clínicos.

                               Prof. Juan Carlos De Brasi. 
                               Dr. Miguel Oscar Menassa.

VIERNES 21 DE AGOSTO

09.00 horas: Locura en transferencia.  
                   Cristina Barandiarán (Madrid).
09.20 horas: Psicosomáticas: la marca muda.
                  
Gabriela  Tancovich (Buenos Aires).
09.40 horas: Escucha en la que habla el deseo. 
                  
Eva Méndez (Madrid).
10.00 horas: Sueños de transferencia.  
                  Pilar Nouvilas  (Valencia).
10.20 horas: La realidad en la psicosis
                  Concepción Osorio  (Madrid).
10.40 horas: La neurosis obsesiva: un despliegue de 
                    impedimentos. 

                   Stella Cino Núñez (Madrid).
11.00 horas: Coffee Break.

11.20 a 13.30 horas: Comentarios y supervisión de 
casos clínicos.
                    Prof. Juan Carlos De Brasi.
                    Dr. Miguel Oscar Menassa.
16.00 horas: Resistencia y demanda en psicoanálisis.                     Raúl  Alberto Bravo (Madrid).
16.20 horas: Transferencia y pensamiento paranoico. 
                    Ruy Henríquez (Madrid).
16.40 horas: El placer, el más allá y la regla fundamental.  
                   Emilio A. González (Ibiza).
17.00 horas: Sexualidad y cáncer.
                   Alejandra Madormo (Buenos Aires).
17 .20 horas: Una mirada actual sobre la paranoia. 
                    Alejandra Menassa de Lucia (Madrid).
17.40 horas: La transferencia en el drogodependiente:
Heroína, cocaína, alcohol. 
                    Luis Schnitmann (Madrid).
18.00 horas: Hacia una clínica de lo real.
                   Amelia Díez Cuesta  (Madrid).
18.30 horas: Cofee Break.

19.00 horas: Mesa Redonda: Salud mental y medios de
comunicación. Participantes: Guillermo Andino (periodista), Fanny Mendelbaum (periodista), Osva1do Quiroga (periodista), Miguel Oscar Menassa (psicoanalista). Moderadores: Marcela Villavella (psicóloga-psicoanalista), Guillermo Yanco (abogado-periodista).

SÁBADO 22 DE AGOSTO

09.00 horas: Repetición y transferencia
                   Caries Fabregat (Ibiza).
09.20 horas: Mito y estructura en las fobias. José María          Blasco (Barcelona).
09.40 horas: Deseo, demanda y necesidad en las       patologías alimentarlas. 
                   Betina Alfieri (Buenos Aires).
10.00 horas: Transferencia e identificación. 
                   Carmen Liberal (Ibiza).
10.20 horas: La transferencia y el diálogo analítico. 
                  Jorge Peribáñez (Ibiza).
10.40 horas: La muerte: ¿paro cardiaco o estallido del    deseo?       
                  
Inés Barrio (Buenos Aires).
11.00 horas: Las adicciones. Norma Cirulli (Ibiza).
11.20 horas: Coffee Break.
11.30 a 13.30 horas: Comentarios y supervisión de 
casos clínicos.

                   Prof. Juan Carlos De Brasi. 
                   Dr. Miguel Oscar Menassa.
16.00 horas: Sobredeterminación histórica en 
                   psicoanálisis.
C1audia García (Buenos Aires).
16.20 horas: Enfermedad mental y escritura
                   Carmen Salamanca Gallego (Madrid).
16.40 horas: Enigmas del hombre.  
                   Jorge Montironi  (Buenos Aires).
17.00 horas: Interpretación y función poética. 
                   Jaime Icho Kozak (Madrid).
17.20 horas: Un intento de psicogénesis.  
                   Norma Menassa (Buenos Aires).
17.40 horas: Psicoanálisis: el arte de una ciencia. 
                   Lucía Serrano (Buenos Aires).
18.00 horas: Coffee Break.
18.15 a 21.00 horas: Comentarios y supervisión de 
                     casos clínicos.

                     Prof. Juan Carlos De Brasi. 
                     Dr. Miguel Oscar Menassa.

DOMINGO 23 DE AGOSTO

09.00 horas: El post modernismo: la depresión 
                   de la filosofía.   

                   Eleonora D' Alvia (Buenos Aires).
09.20 horas: Los celos y el deseo. 
                    Claire Deloupy Marchand (Madrid).
09.40 horas: Transferencia y escritura. 
                   Paola Duchen (Madrid).
10.00 horas: Hacia la salud del siglo XXI. 
                   Joaquín Luzón. (Ibiza).
10.20 horas: Psicoanálisis de la violencia de fin de siglo.               
                   Ferrnín Lejarza (Bilbao).
10.40 horas: Interpretar en transferencia. 
                   Montse Rovira. (Ibiza).
11.00 horas: Coffee Break.
11.15 a 13.30 horas: Comentarios y supervisión de 
                               casos clínicos.

                               Prof. Juan Carlos De Brasi.
                               Dr. Miguel Oscar Menassa.
16.00 horas: Los celos. 
                  
Paula Malugani (Ibiza).
16.20 horas: Las dictaduras y el autoritarismo: 
                   olvido y daño.
 
                   Guillerrno Yanco (Buenos Aires).
16.40 horas: Educación y psicoanálisis: 
                   Una articulación posible. 

                   Angela Cascini (Buenos Aires).
17.00 horas: La cuestión del goce en el
                   drogodependiente.
 
                   Roberto Molero (Buenos Aires).
17.20 horas: Sexualidad de fin de siglo. 
                   Marcela Villavella (Buenos Aires).
 17.40 horas: Coffee Break.
 18.00 a 19.30 horas: Comentarios y supervisión de 
                                casos clínicos.
                               
Prof. Juan Carlos De Brasi.
                                Dr. Miguel Oscar Menassa.
 19.30 a 21.00 horas: Conclusiones del VII Congreso            
                                Internacional.
                                Acto de clausura.

 

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