LAS 2001 NOCHES ÍNDICE NÚMERO 13

EDITORIAL TIEMPO ARTE POÉTICA
AJEDREZ HIJA DEL VIENTO BUENOS AIRES
NOTAS DE DIRECCIÓN CANTO POEMA CONJETURAL
LUNES 23 DE FEFBRERO DE 1998, ARGANDA DEL REY NOCHE LA FAMA
26 DE ENERO DE 1998, MÁLAGA FIESTA EN EL VACIO ROBERTO JUARROZ
27 DE ENERO DE 1998, MÁLAGA LA DANZA INMOVIL SOCIOS DE HONOR
28 DE ENERO DE 1998, MÁLAGA LA UNICA HERIDA VICENTE HUIDOBRO
POESÍA ESPAÑOLA ACTUAL JORGE LUIS BORGES ALTAZOR
ALEJANDRA PIZARNIK BORGES Y YO POEMA DE LOS DONES MIGUEL OSCAR MENASSA
LA ENAMORADA EL OTRO TIGRE AMOR PERDIDO LA JUVENTUD
SOLAMENTE FUNDACIÓN MITICA DE BUENOS AIRES LAS 2001 NOCHES
LA JAULA  LOS ESPEJOS 24 FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO

AJEDREZ

I

En su grave rincón, los jugadores
Rigen las lentas piezas. El tablero
Los demora hasta el alba en su severo
Ámbito en que se odian dos colores.

Adentro irradian mágicos rigores
Las formas: torre homérica, ligero
Caballo, armada reina, rey postrero,
Oblicuo alfil y peones agresores.

Cuando los jugadores se hayan, ido,
Cuando el tiempo los haya consumido,
Ciertamente no habrá cesado el rito.

En el Oriente se encendió esta guerra
Cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra.
Como el otro, este juego es infinito.

II

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
Reina, torre directa y peón ladino
Sobre lo negro y blanco del camino
Buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada
Del jugador gobierna su destino,
No saben que un rigor adamantino
Sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero
(La sentencia es de Omar) de otro tablero
De negras noches y de blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza
De polvo y tiempo y sueño y agonías?

 

JORGE LUIS BORGES

LUNES 23 DE FEBRERO DE 1998,

ARGANDA DEL REY

El número 12 fue terrible, difícil de elaborar.

Producto de una censura estuvo a punto de producir enfermedad. Ahora, decidido por el buen tiempo y los éxitos en la presentación del libro LAS 2001 NOCHES y la realización del VI Congreso Internacional Grupo Cero, sobre la depresión, una enfermedad sin rostro, intento un número más, el trece, sin saber, todavía, los efectos que ha producido en mí la publicación del número 12.

26 DE ENERO DE 1998, MÁLAGA

He pensado estos días en el mar, que no competiré más con los grandes diarios ciudadanos, las cadenas de televisión oficiales o de las otras, los Estados modernos y, tampoco, competiré más con otras escuelas o con otros grupos que, en realidad, lo único que podrían hacer bien es comenzar a estudiar conmigo.

Yo, en realidad, compito y creo que ya he ganado, con mis amigos de juventud, con otros colegas similares, con algunos grupos de pensamientos, la mayoría de los grandes poetas, y en lo que respecta al vivir, ya lo hago mejor que mis padres. Algo es algo.

Después, todavía, queda que quiero ser un escritor. Eso, todavía, no lo tengo solucionado del todo. Y eso no quiere decir que tengo que ser bueno o grandioso. Como soy, para ser un escritor tengo que ser como soy, amar lo que me tocó ser, vivir de eso.

Hacer escalas en mí mismo y decir: Yo reconozco este lugar, hablo las palabras de este sitio y cuando alguien me llame por mi nombre de pila, reconoceré con un saludo ese pasado y aceptaré haber vivido. Haber sido todo tripa, todo corazón, pero el resto del tiempo, os aseguro, me la pasaré volando más allá de mis versos, para encontrar algo de paz (pan para todo el mundo) un poco de esperanza (algo de poesía con el pan) y cantaré y con mis iguales aceptaré cualquier tipo de competencia y aceptaré perder, cuantas veces sea necesario perder para aprender algo de la vida, algo del goce.

Con los poderosos, con los verdaderos dueños del mundo no hará falta que los enumere, no competiré nunca más con ellos, es decir, no gastaré ningún dinero en que los poderosos me reconozcan.

A partir de ahora con los poderosos, sólo dos cosas serán posibles, someterme o, cuando sea grande, hacer la guerra.

El resto de las cosas, imposibles, educar, escribir, amar, andar por los aires, todo eso lo haré con las mujeres, con los hombres como yo, como tú, quiero decir, como mi mujer, como el frutero de la esquina o el camarero o la muchacha de la blusa azul, o la adolescente perversa que después de chupar con fruición, durante quince minutos, la polla de un hombre maduro lo acusa, en su fantasía, de acoso sexual.

28 DE ENERO DE 1998, MALAGA

Todavía, a pesar de todo lo que trabajo, sigo pensando que, algún día, podré vivir sin trabajar. Es decir para que se entienda, tengo ilusiones que, algún día, dinero y trabajo no tengan nada que ver, eso quiero decir cuando digo vivir sin trabajar. Trabajar en sentido estricto es maravilloso, producir con los instrumentos precisos, transformaciones en una materia prima determinada.

El alma, por ejemplo, el lenguaje.

Hacer del acero piedra y de la piedra cántaro.

He aprendido, y he gozado con ello, que lo que tengo es una pequeña suerte que me ayuda a no perderlo todo, a ganar un pedazo. Esa es mi suerte, el resto lo tendré que hacer trabajando.

El sol me llama la atención, me hace bien, me gustaría vivir en el sol, adentro del sol, iluminando el mundo, haciendo del mundo luz.

Me dejo estar como los sapos o los cerdos, pero me siento un hombre trabajando por su libertad.

Trabajo día y noche estudiando cuales son mis encadenamientos y esa es mi libertad. Saber a qué, a quién, debo mi vida, mi propia inteligencia.

Un suave viento me hace sentir que estamos en pleno invierno. Esto de escribir al sol me parece un invento, más que verdadero, real.

Siento haber retrasado mi gloria más de 30 años pensando que yo era un hombre de ciudad y resulta que, ahora, me doy cuenta que, yo, soy un hombre de mar.

La presencia del mar, del sol, reordena toda mi vida de manera manera diferente, cambia, a veces, de manera radical mi pensamiento sobre las cosas.


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Cerca del mar, garchar, follar, es lo menos importante de mi vida, cerca del mar mi único amor es la poesía.

Tengo, francamente calor, esto es extraordinario. Estoy descalzo, en bañador y la parte superior de un pijama de tela invernal.
    No tengo ninguna dimensión de mi grandeza como tampoco tengo ninguna dimensión de mi pequeñez. y así voy por la vida, sin saber cuántos escalones subí y, tampoco, a qué abismos bajé.

El verdadero drama de mi vida es que nunca me pude dedicar, plenamente, a la escritura, porque siempre tuve qué  mantener a alguien. Proveniente de capas populares de la población tuve siempre que trabajar el doble para conseguir la mitad.

Ahora, por fin, me doy cuenta que me hace bien vivir como un escritor.

Garchar y jugar se empequeñecen frente al mar, sin  embargo, me conmovió sentir que podría festejar mi cumpleaños número 100 corriéndome en el mar alegremente, rodeado de mujeres extranjeras.

Cuando se nubla en el mar todo es peligroso. Pienso en esos grandes maremotos del alma que pueden ahogar el amor Danne cuenta que necesito el sol para vivir cambiará mi vida. Desde hace unos días no me resulta difícil pensar ir en busca del sol. Algo así como una primavera permanente.

Si lo puedo hacer enseñaré a todo e! mundo las virtudes de! mar, del sol, de la escritura.

Ahora escribo detrás de la ventana. Estoy desnudo yescribo con una pluma de ganso fabricada en serie.

Veo lucir mis partes morenas al sol.

Es invierno. Es invierno, me repito a cada instante pero el dinero hace relativo todo clima, toda soledad.

 

LAS 2001 NOCHES
TAMBIÉN TE ESPERA EN LA 
24 FERIA INTERNACIONAL 
DEL LIBRO,
DEL AUTOR AL LECTOR

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26 DE ENERO DE 1998, MÁLAGA

Moderación era, en definitiva, una manera de poder pensar en vivir 200 años.

El problema no era que los órganos o el alma no aguantarían. Lo que realmente pasaba era que no había dinero o nadie quería gastar su dinero en vivir 200 años.

Cuando haya dinero los órganos aguantarán y el alma será libre.

Mientras en el resto de España nieva, aquí está un poco nublado pero detrás de la ventana, escribiendo, mirando el mar y con una manta cubriéndome las piernas, todo parece verano, verano intenso, lujurioso verano. El mar está sereno y pequeñas barcas pescan pequeños peces, pero nada se mueve, todo es quietud en este mar, como en los crueles veranos de la pampa argentina.

Hago de cuenta, haber llegado a algún lugar y, por ahora, dejo de escribir.

27 DE ENERO DE 1998, MALAGA

QUERIDA OLGA:

Hoy he decidido, económicamente hablando, vivir 200 años y un temblor ha recorrido toda mi mirada futura.

Quería comunicarte que ese era mi deseo y esperaba que tú, también, desearas para la poesía lo mejor.

Ahorrar, no era ahorrar, era no gastar en fanfarronerías, en falsos reconocimientos. Yendo a lugares cada vez más caros, nos alejaremos de nuestro pasado.

Los fantasmas raquíticos y sin documentos no pueden acceder a lugares cada vez más caros.

Con estas teorías me imagino que un rico puede terminar viviendo en una cloaca, sólo para alejarse de su pasado, de su familia. Qué barbaridad.

Le digo que me duele todo y, ella, plenamente, desnuda comienza a recitar en voz alta poemas de Vicente Aleixandre.

Me conmuevo, mientras me con-muevo no me duele nada. La miro de reojo por el espejo. Ella recita en voz alta... «Un paisaje de corzas suspendido» y detiene su respiración varios minutos hasta que yo la vuelvo a mirar de reojo por el espejo.

Ella lee cosas terribles, la misma muerte habla en voz alta por su voz. Aleixandre crece a medida que su voz se levanta más allá de los sonidos del mar.

Ella termina de leer y suspira, levemente, agitada. Se aclara la voz, pero siente latir en su propio sexo la carne alada del poema. Suspira y calla y lee en voz alta: «Así la muerte es flotar sobre un recuerdo. No vida …»


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Déjame aquí, le dije, yo bajo en esta esquina.

Hoy basta de volar.

Volar eternamente es tan aburrido como no volar eternamente.

Las molestias han desaparecido, pero mantengo la sensación de no poder moverme. Ella lee en voz alta, tercamente, «no se evaden las almas ... » y calla y suspira y yo me acuerdo haber bailado el tango con alegría, con mucho sentimiento, con todo el mundo metido en la muñeca.

Oh, bella del mar, bella de las tinieblas, nadie te escuchará y, sin embargo, sólo habrá futuro, en tu voz que nadie escuchará.

Varón, creo que fui un varón, espléndido, en tus brazos.

Cuando ninguno de nosotros sabía conseguirse su pan para comer, tú me mirabas a los ojos y yo arañaba la corteza de la tierra y extraía todo el pan necesario y, después, me quedaba mirando la lejanía y en el temblor de una noche cualquiera amaba, sin límites, la vida que vivía.

 Una hora después

Yo mismo soy el que no tolera todo lo que se transformó mí vida.

Yo mismo soy el que no tolera separarme de la gente para escribir, para pensar.

Yo mismo soy el que no tolera ganar y gastar tanto dinero en mantener mi propia inteligencia.

Yo mismo soy el que no tolera ser amado por tantas personas a la vez.

El psicoanálisis, también, habla para mi. Estoy contento.

Un pequeño sol ilumina todo el mar. Así me gustaría que fueran mis versos.

  Una hora después

Se van encadenando soledades.

Trato de explicarte, tal vez, sin conseguirlo, que el amor cuenta poco para llegar a viejos.

Que hubo grandes amantes que murieron antes de conocer el amor y hubo garchadores crónicos que nada les importaba y vivieron más de cien años y hubo señoritas vírgenes que cumplieron 120 años y mujeres grandotas con más de seis hijos pasaron la barrera de los cien. Hubo vírgenes que murieron violadas antes de los 25 años y madres de familia que después de dar de mamar a 15 hijos, murieron de un cáncer chupador en pleno pecho.

Decidimos, entonces, que una vez instalada la vejez, el amor es, también, un entretenimiento, pero el amor no sabe cómo llegar a la vejez.

Ayer disfruté con mi pequeña suerte y perdí con mis grandes ambiciones de tener una suerte mayor.

Gasté con la fantasía lo que había ganado con mi trabajo.

El resultado, una paridad exasperante.

Me gustaría ser el niño bien de una condesa enamorada. Yo podría vivir sin remordimientos, sin culpa. Alejado de todos, estudiando la inclinación exacta de la caída del mundo occidental, bebiendo naranjas heladas y una voz, una ilusión, un amor, siempre habrá en mis ojos.

Dirán de mí: No se aburría ni consigo mismo. Toda realidad era apasionada. Todo misterio tenía su alegría.

Recién es enero, la gente apenas puede con la cuesta y yo ya estoy volando por las nubes.

Me empiezo a dar cuenta que tengo una vida que, a primera vista, no parece para nada una vida interesante. Algo así como un hombre trabajador que después de 40 años de trabajo consigue llegar al mar como lo ambicionaba a los 17 años.

Algo he podido y, sin embargo, no estoy conforme. Y esto no quiere decir que he trabajado más que lo que recibo sino que prometo, comprometo mi vida en ello, trabajar más fuerte, mejor encaminado para ver si esta vez merezco más.

No estoy conforme pero estoy contento, alegre de haber podido, esperanzado por haber comprendido que otros, también, podrán.

Alcanzo cierto poder sobre mis cosas pero no sobre mí.

Cuando me hacen sufrir con alguna guerra, con la prepotencia armada de los poderosos, me siento al mismo tiempo de sufrir, un animal herido, un caballo marchito, una vaca sin leche. Tal vez pueda arrancar de mi débil garganta un murmullo de paz. Quitad vuestras sucias manos del tesoro. ¡Bestias, fuera de Babilonia!

MIGUEL OSCAR MENASSA

LAS 2001 NOCHES

DIRECTOR:
Miguel Oscar Menassa.

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Carmen Salamanca Gallego.
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POESÍA ESPAÑOLA  ACTUAL

ENTRE PALABRAS

 

 

 

 


Carmen Salamanca

DES-NUDOS

 

 

 

 


Amelia Diéz

CONTANDO PIEDRAS

 

 

 

 

Carlos Fernández 

PRIMERA INQUIETUD

 

 

 

 

Alejandra Menassa

EN LAS MEJORES LIBRERÍAS
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BUENOS AIRES: TEL. Y FAX: 328 06 14/ 07 10

ENTRE PALABRAS

 Autora: Carmen Salamanca
PTS. 1.000; 10 US.

Carmen Salamanca, poeta, ha sentado sus nuevas leyes con hallazgos finamente recogidos y cuidadosamente preservados. Una vez más, preciara, prístina, pausada, la verdad poética nos invita a recorrerla para enriquecemos mutuamente.
 Cuando se saluda con ganas algo singular, toda admiración ha de ser poca. y cualquier agradecimiento, inútil. En «Entre palabras» nos esperan los versos concisos, sopesados, fraguados con intensidad por la rica poética de Carmen Salamanca. Debieran tentarlos. Abrirse indefensos sobre ellos para que, a su
 vez, ellos se abran sobre ustedes.


 DES-NUDOS

Autora: Amelia Díez Cuesta
 PTS. 1.000; 10 US.

Es anudándose y desanudándose que se hace el camino de la poesía. Es contando el vacío entre lo pleno que la poesía teje y desteje los mundos habitados. Es cuando me vacío de todo menos del vacío que puedo ser tomado por la poesía.
 El cuerpo de la poesía se abre para todo aquel que no tema mirarse en el espejo oscuro de las palabras, donde el silencio es palabra plena, estallido.
  Llegar al silencio es tan importante como haber tomado la decisión de hablar.
  DES-NUDOS es un poemario que produce un silencio donde puedes habitar siempre que quieras abismarte en el acto de leer.


CONTANDO PIEDRAS 

Autor: Carlos Fernández
  PTS. 1.000; 10 US.

El título aparece como la primera piedra a tener en cuenta en este libro, pues en él, en su elección, se puede aventurar un rasgo acerca de la ideología del autor. Preguntado sobre el mismo, nos cita un poema de León Felipe que dice así: «Sistema, poeta, sistema contando piedras, contarás las estrellas.»
  Sistema, puede ser interpretado de forma diversas. En este caso, podría traducirse por el infinitivo de un verbo, el verbo «contar». Sistema donde lo esencial sería el trabajo, contar una tras otra las piedras de la vida. El autor maneja o, mejor dicho, es manejado, es utilizado por un concepto de escritura que implica la realización de un trabajo. «Prestamos los cuerpos a las palabras». nos dice el autor.


PRIMERA INQUIETUD

 Autora: Alejandra Menassa de Lucía
  PTS. 1.000; 10 US.

 Poesía inquieta e inevitable, por escrita, joven y aguda, donde la mujer es protagonista por tratarse de una joven poeta y porque cada mujer habita en sus poemas. También habitan en ellos la injusticia, las revoluciones, la ciudad, la medicina y lo cotidiano.
   Una avidez por la letra hace que tome partido cada vez y en cada página, por la poesía. Se tiende en su lecho, se enamora, entra y sale en la casa de la poesía con la pasión de su primera inquietud.
   Esta joven poeta se anima a la poesía lírica y también a la poesía social, y aunque lo que cambie sea el tema, no por eso cambia el tono de la poesía.

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ALEJANDRA PIZARNIK


LA ENAMORADA

esta lúgubre manía de vivir
esta recóndita humorada de vivir
te arrastra alejandra no lo niegues

hoy te miraste en el espejo
y te fue triste estabas sola
la luz rugía el aire cantaba
pero tu amado no volvió

enviarás mensajes sonreirás
tremolarás tus manos así volverá
tu amado tan amado

oyes la demente sirena que lo robó
el barco con barbas de espuma
donde murieron las risas
recuerdas el último abrazo
oh nada de angustias
ríe en el pañuelo llora a carcajadas
pero cierra las puertas de tu rostro
para que no digan luego
que aquella mujer enamorada fuiste tú

te remuerden los días
te culpan las noches
te duele la vida tanto tanto
desesperada ¿adónde vas?
desesperada ¡nada más!

CANTO

el tiempo tiene miedo
el miedo tiene tiempo
el miedo

pasea por mi sangre
arranca mis mejores frutos
devasta mi lastimosa muralla

destrucción de destrucciones
sólo destrucción

y miedo
mucho miedo
miedo

NOCHE

Quoi, toujours? Entre moi sans cesse et
le bonheur!

G. de Nerval

Tal vez esta noche no es noche,
debe ser un sol horrendo, o
lo otro, o cualquier cosa...
¡Qué sé yo! ¡Faltan palabras,
falta candor, falta poesía
cuando la sangre llora y llora!

¡Pudiera ser tan feliz esta noche!
Si sólo me fuera dado palpar
las sombras, oír pasos,
decir «buenas noches» a cualquiera
que pasease a su perro,

miraría la luna, dijera su
extraña lactescencia, tropezaría
con piedras al azar, como se hace.

Pero hay algo que rompe la piel,
una ciega furia
que corre por mis venas,
¡Quiero salir! Cancerbero del alma:
¡Deja, déjame traspasar tu sonrisa!

¡Pudiera ser tan feliz esta noche!
Aún quedan ensueños rezagados.
¡Y tantos libros! ¡Y tantas luces!
¡Y mis pocos años! ¿Por qué no?
La muerte está lejana. No me mira.
¡Tanta vida Señor!
¿Para qué tanta vida?

SOLAMENTE

ya comprendo la verdad
estalla en mis deseos

y en mis desdichas
en mis desencuentros
en mis desequilibrios
en mis delirios

ya comprendo la verdad

ahora
a buscar la vida

LA JAULA

Afuera hay sol.
No es más que un sol
pero los hombres lo miran
y después cantan.

Yo no sé del sol.
Yo sé la melodía del ángel
y el sermón caliente
del último viento.
Sé gritar hasta el alba
cuando la muerte se posa desnuda
en mi sombra.

Yo lloro debajo de mi nombre.
Yo agito pañuelos en la noche
y barcos sedientos de realidad
bailan conmigo.
Yo oculto clavos
para escarnecer a mis sueños enfermos.

Afuera hay sol.
Yo me visto de cenizas.

FIESTA EN EL VACIO

Como el viento sin alas encerrado en mis ojos
es la llamada de la muerte.
Sólo un ángel me enlazará al sol.
Dónde el ángel,
dónde su palabra.

Oh perforar con vino la suave necesidad de ser.

LA DANZA INMOVIL

Mensajeros en la noche anunciaron lo que no oímos.
Se buscó debajo del aullido de la luz.
Se quiso detener el avance de las manos enguantadas
que estrangulaban a la inocencia.


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Y si se escondieron en la casa de mi sangre,
¿cómo no me arrastro hasta el amado
que muere detrás de mi ternura?
¿Por qué no huyo
y me persigo con cuchillos
y me deliro?

De muerte se ha tejido cada instante.
Yo devoro la furia como un ángel idiota
invadido de malezas
que le impiden recordar el color del cielo.

Pero ellos y yo sabemos
que el cielo tiene el color de la infancia muerta.

TIEMPO

a Olga Orozco

Yo no sé de la infancia
más que un miedo luminoso
y una mano que me arrastra
a mi otra orilla.

Mi infancia y su perfume
a pájaro acariciado.

HIJA DEL VIENTO

Han venido.
Invaden la sangre.
Huelen a plumas,
a carencia,
a llanto.
Pero tú alimentas al miedo
y a la soledad
como a dos animales pequeños
perdidos en el desierto.

Han venido
a incendiar la edad del sueño.
Un adiós es tu vida.
Pero tú te abrazas
como la serpiente loca de movimiento
que sólo se halla a sí misma
porque no hay nadie.

Tú lloras debajo de tu llanto,
tú abres el cofre de tus deseos
y eres más rica que la noche.

Pero hace tanta soledad
que las palabras se suicidan.

LA ÚNICA HERIDA

¿Qué bestia caída de pasmo
se arrastra por mi sangre
y quiere salvarse?

He aquí lo difícil:
caminar por las calles
y señalar el cielo o la tierra.

PSICOANALIZARSE
TAMBIÉN 
ES UN ACTO POÉTICO

JORGE LUIS BORGES


BORGES Y YO

Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVIII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que les convierte en atributos de un actor. Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir, para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mi podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga, y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro.

No sé cuál de los dos escribe esta página.

FUNDACIÓN MÍTICA
DE BUENOS AIRES

¿Y fue por este río de sueñera y de barro
que las proas vinieron a fundarme la patria?
Irían a los tumbos los barquitos pintados
entre los camarotes de la corriente zaina.

Pensando bien la cosa, supondremos que el río
era azulejo entonces como oriundo del cielo
con su estrellita roja para marcar el sitio
en que ayunó Juan Díaz y los indios comieron.

Lo cierto es que mil hombres y otros mil arribaron
por un mar que tenía cinco lunas de anchura
y aun estaba poblado de sirenas y endriagos
y de piedras imanes que enloquecen la brújula.

Prendieron unos ranchos trémulos en la costa,
durmieron extrañados. Dicen que en el Riachuelo,
pero son embelecos fraguados en la Boca.
Fue una manzana entera y en mi barrio: en Palermo.

Una manzana entera pero en mitad del campo
expuesta a las auroras y lluvias y suestadas.
La manzana pareja que persiste en mi barrio:
Guatemala, Serrano, Paraguay, Gurruchaga.


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Un almacén rosado como revés de naipe
brilló y en la trastienda conversaron un truco;
el almacén rosado floreció en un compadre,
ya patrón de la esquina, ya resentido y duro.

El primer organito salvaba el horizonte
con su achacoso porte, su habanera y su gringo.
El corralón seguro ya opinaba Yrigoyen,
algún piano mandaba tangos de Saborido.

Una cigarrería sahumó como una rosa
el desierto. La tarde se había ahondado en ayeres,
los hombres compartieron un pasado ilusorio.
Sólo faltó una cosa: la vereda de enfrente.

A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires:
La juzgo tan eterna como el agua y el aire.

POEMA DE LOS DONES

a María Esther Vázquez

Nadie rebaje a lágrima o reproche
Esta declaración de la maestría
De Dios, que con magnífica ironía
Me dio a la vez los libros y la noche.

De esta ciudad de libros hizo dueños
A unos ojos sin luz, que sólo pueden
Leer en las bibliotecas de los sueños
Los insensatos párrafos que ceden.

Las albas a su afán. En vano el día
Les prodiga sus libros infinitos,
Arduos como los arduos manuscritos
Que perecieron en Alejandría.

De hambre y de sed (narra una historia griega)
Muere un rey entre fuentes y jardines;
Yo fatigo sin rumbo los confines
De esa alta y honda biblioteca ciega.

Enciclopedias, atlas, el Oriente
Y el Occidente, siglos, dinastías,
Símbolos, cosmos y cosmogonías
Brindan los muros, pero inútilmente.

Lento en mi sombra, la penumbra hueca
Exploro con el báculo indeciso,
Yo, que me figuraba el Paraíso
Bajo la especie de una biblioteca.

Algo, que ciertamente no se nombra
Con la palabra azar, rige estas cosas;
Otro ya recibió en otras borrosas
Tardes los muchos libros y la sombra.

Al errar por las lentas galerías
Suelo sentir con vago horror sagrado
Que soy el otro, el muerto, que habría dado
Los mismos pasos en los mismos días.

¿Cuál de los dos escribe este poema
De un yo plural y de una sola sombra?
¿Qué importa la palabra que me nombra
Si es indiviso y uno el anatema?

Groussac o Borges, miro este querido
Mundo que se deforma y que se apaga
En una pálida ceniza vaga
Que se parece al sueño y al olvido.

LOS ESPEJOS

Yo que sentí el horror de los espejos
No sólo ante el cristal impenetrable
Donde acaba y empieza, inhabitable,
Un imposible espacio de reflejos.

Sino ante el agua especular que imita
El otro azul en su profundo cielo
Que a veces raya el ilusorio vuelo
Del ave inversa o que un temblor agita.

Y ante la superficie silenciosa
Del ébano sutil cuya tersura
Repite como un sueño la blancura
De un vago mármol o una vaga rosa.

Hoy, al cabo de tantos y perplejos
Años de errar bajo la varia luna,
Me pregunto qué azar de la fortuna
Hizo que yo temiera los espejos.

Espejos de metal, enmascarado
Espejo de caoba que en la bruma

De su rojo crepúsculo disfuma
Ese rostro que mira y es mirado,

Infinitos los veo, elementales
Ejecutores de un antiguo pacto,
Multiplicar el mundo como el acto
Generativo, insomnes y fatales.

Prolongan este vano mundo incierto
En su vertiginosa telaraña;
A veces en la tarde los empaña
El hálito de un hombre que no ha muerto.

Nos acecha el cristal. Si entre las cuatro
Paredes de la alcoba hay un espejo,
Ya no estoy solo. Hay otro. Hay un reflejo
Que arma en el alba un sigiloso teatro.

Todo acontece y nada se recuerda
En esos gabinetes cristalinos
Donde, como fantásticos rabinos,
Leemos los libros de derecha a izquierda.

Claudio, rey de una tarde, rey soñado,
No sintió que era un sueño hasta aquel día
En que un actor mimó su felonía
Con arte silencioso, en un tablado.

Que haya sueños es raro, que haya espejos,
Que el usual y gastado repertorio
De cada día incluya el ilusorio
Orbe profundo que urden los reflejos.

Dios (he dado en pensar) pone un empeño
En toda esa inasible arquitectura
Que edifica la luz con la tersura
Del cristal y la sombra con el sueño.

Dios ha creado las noches que se arman
De sueños y las formas del espejo
Para que el hombre sienta que es reflejo
Y vanidad. Por eso nos alarman.

EL OTRO TIGRE

And the craft that createth a semblance
MORRIS: SIGURD THE VOLSUNG (1876)

Pienso en un tigre. La penumbra exalta
La vasta Biblioteca laboriosa
Y parece alejar los anaqueles;
Fuerte, inocente, ensangrentado y nuevo,
Él irá por su selva y su mañana
Y marcará su rastro en la limosa
Margen de un río cuyo nombre ignora
(En su mundo no hay nombres ni pasado
Ni porvenir, sólo un instante cierto.)
Y salvará las bárbaras distancias
Y husmeará en el trenzado laberinto
De los olores el olor del alba
Y el olor deleitable del venado;
Entre las rayas del bambú descifro
Sus rayas y presiento la osatura
Bajo la piel espléndida que vibra.
En vano se interponen los convexos
Mares y los desiertos del planeta;
Desde esta casa de un remoto puerto
De América del Sur, te sigo y sueño,
Oh tigre de las márgenes del Ganges.

Cunde la tarde en mi alma y reflexiono
Que el tigre vocativo de mi verso
Es un tigre de símbolos y sombras,
Una serie de tropos literarios
Y de memorias de la enciclopedia
Y no el tigre fatal, la aciaga joya
Que, bajo el sol o la diversa luna,
Va cumpliendo en Sumatra o en Bengala
Su rutina de amor, de ocio y de muerte.
Al tigre de los símbolos he opuesto
El verdadero, el de caliente sangre,
El que diezma la tribu de los búfalos
Y hoy, 3 de agosto del 59,
Alarga en la pradera una pausada
Sombra, pero ya el hecho de nombrarlo
Y de conjeturar su circunstancia
Lo hace ficción del arte y no criatura
Viviente de las que andan por la tierra.

Un tercer tigre buscaremos. Éste
Será como los otros una forma
De mi sueño, un sistema de palabras
Humanas y no el tigre vertebrado
Que, más allá de las mitologías,
Pisa la tierra. Bien lo sé, pero algo,
Me impone esta aventura indefinida,
Insensata y antigua, y persevero
En buscar por el tiempo de la tarde
El otro tigre, el que no está en el verso.


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ARTE POETICA

Mirar el río hecho de tiempo y agua
Y recordar que el tiempo es otro río,
Saber que nos perdemos como el río
Y que los rostros pasan como el agua.

Sentir que la vigilia es otro sueño
Que sueña no soñar y que la muerte
Que teme nuestra carne es esa muerte
De cada noche, que se llama sueño.

Ver en el día o en el año un símbolo
De los días del hombre y de sus años,
Convertir el ultraje de los años,
En una música, un rumor y un símbolo,

Ver en la muerte el sueño, en el ocaso
Un triste oro, tal es la poesía
Que es inmortal y pobre. La poesía
Vuelve como la aurora y el ocaso.

A veces en las tardes una cara
Nos mira desde el fondo de un espejo:
El arte debe ser como ese espejo
Que nos revela nuestra propia cara.

Cuentan que Ulises, harto de prodigios,
Lloró de amor al divisar su Itaca
Verde y humilde. El arte es esa Itaca
De verde eternidad, no de prodigios.

También es como el río interminable
Que pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito inconstante, que es el mismo
Y es otro, como el río interminable.

LA FAMA

Haber visto crecer a Buenos Aires, crecer y declinar.
Recordar el patio de tierra y la parra, el zaguán y el aljibe.
Haber heredado el inglés, haber interrogado el sajón.
Profesar el amor del alemán y la nostalgia del latín.
Haber conversado en Palermo con un viejo asesino.
Agradecer el ajedrez y el jazmín, los tigres y el hexámetro.
Leer a Macedonio Fernández con la voz que fue suya.
Conocer las ilustres incertidumbres que son la metafísica.
Haber honrado espadas y razonablemente querer la paz.
No ser codicioso de islas.
No haber salido de mi biblioteca.
Ser Alonso Quijano y no atreverme a ser don Quijote.
Haber enseñado lo que no sé a quienes sabrán más que yo.
Agradecer los dones de la luna y de Paul Verlaine.
Haber urdido algún endecasílabo.
Haber vuelto a contar antiguas historias.
Haber ordenado en el dialecto de nuestro tiempo las cinco
o seis metáforas.
Haber eludido sobornos.
Ser ciudadano de Ginebra, de Montevideo, de Austin y
(como todos los hombres) de Roma.
Ser devoto de Conrad.
Ser esa cosa que nadie puede definir: argentino.
Ser ciego.
Ninguna de esas cosas es rara y su conjunto me depara una
fama que no acabo de comprender.

 

BUENOS AIRES

¿Qué será Buenos Aires?
Es la Plaza de Mayo a la que volvieron, después de haber
guerreado en el continente, hombres cansados y felices.
Es el dédalo creciente de luces que divisamos desde el avión
y bajo el cual están la azotea, la vereda, el último patio,
las cosas quietas.
Es el paredón de la Recoleta contra el cual murió, ejecutado,
uno de mis mayores.
Es un gran árbol de la calle Junín que, sin saberlo, nos depara
sombra y frescura.
Es una larga calle de casas bajas, que pierde y transfigura el
poniente.
Es la Dársena Sur de la que zarpaban el Saturno y el Cosmos.
Es la vereda de Quintana en la que mi padre, que había
estado ciego, lloró porque veía las antiguas estrellas.
Es una puerta numerada, detrás de la cual, en la oscuridad,
pasé diez días y diez noches, inmóvil, días y noches
que no son en la memoria un instante.
Es el jinete de pesado metal que proyecta desde lo alto su
serie cíclica de sombras.
Es el mismo jinete bajo la lluvia.
Es una esquina de la calle Perú, en la que Julio César
Dabove nos dijo que el peor pecado que puede cometer
un hombre es engendrar un hijo y sentenciarlo a esta
vida espantosa.
Es Elvira de Alvear, escribiendo en cuidadosos cuadernos
una larga novela, que al principio estaba hecha de
palabras y al fin de vagos rasgos indescifrables.
Es la mano de Norah, trazando el rostro de una amiga que es
también el de un ángel.
Es una espada que ha servido en las guerras y que es menos
un arma que una memoria.
Es una divisa descolorida o un daguerrotipo gastado, cosas
que son del tiempo.
Es el día en que dejamos a una mujer y el día en que una
mujer nos dejó.
Es aquel arco de la calle Bolívar desde el cual se divisa la
Biblioteca.
Es la habitación de la Biblioteca, en la que descubrimos,
hacia 1957, la lengua de los ásperos sajones, la
lengua del coraje y de la tristeza.
Es la pieza contigua, en la que murió Paul Groussac.
Es el último espejo que repitió la cara de mi padre.
Es la cara de Cristo que vi en el polvo, deshecha a
martillazos, en una de las naves de la Piedad.
Es una alta casa del Sur en la que mi mujer y yo traducimos a
Whitman, cuyo gran eco ojalá resuene en esta página.
Es Lugones, mirando por la ventanilla del tren las formas que
se pierden y pensando que ya no lo abruma el deber
de traducirlas para siempre en palabras, porque este
viaje será el último.
Es, en la deshabitada noche, cierta esquina del Once en la
que Macedonio Fernández, que ha muerto, sigue
explicándome que la muerte es una falacia.
No quiero proseguir; estas cosas son demasiado individuales,
son demasiado lo que son, para ser también Buenos
Aires.
Buenos Aires es la otra calle, la que no pisé nunca, es el
centro secreto de las manzanas, los patios últimos,
es lo que las fachadas ocultan, es mi enemigo, si lo
tengo, es la persona a quien le desagradan mis versos
(a mí me desagradan también), es la modesta librería
en que acaso entramos y que hemos olvidado, es esa
racha de milonga silbada que no reconocemos y que
nos toca, es lo que se ha perdido y lo que será, es lo
ulterior, lo ajeno, lo lateral, el barrio que no es tuyo
ni mío, lo que ignoramos y queremos.


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POEMA CONJETURAL

El doctor Francisco Laprida, asesinado el día
22 de setiembre de 1829 por los montoneros
de Aldao, piensa antes de morir:

Zumban las balas en la tarde última.
Hay viento y hay cenizas en el viento,
se dispersan el día y la batalla
deforme, y la victoria es de los otros.
Vencen los bárbaros, los gauchos vencen.
Yo, que estudié las leyes y los cánones,
yo, Francisco Narciso de Laprida,
cuya voz declaró la independencia
de estas crueles provincias, derrotado,
de sangre y de sudor manchado el rostro,
sin esperanza ni temor, perdido,
huyo hacia el Sur por arrabales últimos.
Como aquel capitán del Purgatorio
que, huyendo a pie y ensangrentando el llano,
fue cegado y tumbado por la muerte
donde un oscuro no pierde el nombre,
así habré de caer. Hoy es el término.
La noche lateral de los pantanos
me acecha y me demora. Oigo los cascos
de mi caliente muerte que me busca
con jinetes con belfos y con lanzas.

Yo que anhelé ser otro, ser un hombre
de sentencias, de libros, de dictámenes,
a cielo abierto yaceré entre ciénagas;
pero me endiosa el pecho inexplicable
un júbilo secreto. Al fin me encuentro
con mi destino sudamericano.
A esta ruidosa tarde me llevaba
el laberinto múltiple de pasos
que mis días tejieron desde un día
de la niñez. Al fin he descubierto,
la recóndita clave de mis años,
la suerte de Francisco de Laprida,
la letra que faltaba, la perfecta
forma que supo Dios desde el principio.
En el espejo de esta noche alcanzo
mi insospechado rostro eterno.
El circulo se va a cerrar. Yo aguardo que así sea.

Pisan mis pies la sombra de las lanzas
que me buscan. Las befas de mi muerte,
los jinetes, las crines, los caballos,
se ciernen sobre mí... Ya el primer golpe,
ya el duro hierro que me raja el pecho,
el íntimo cuchillo en la garganta.

Selección de Roberto Molero.
Buenos Aires

Donaciones, sugerencias y corespondencia:
Escuela de Poesía y Psicoanálisis Grupo cero

Princesa, 17 -3 izq - 28008 Madrid
Tel: 91 542 3349 - Fax: 548 33 01

Maupú, 459, 1º piso - (1006) Buenos Aires
Tel:328 06 14 / 07 10

POESÍA 
TRAICIÓN
SEXO
LOCURA
PSICOANÁLISIS
EXILIO

Un libro que leerlo duele y no leerlo es imperdonable
una obra de Miguel Oscar Menassa

En las mejores librerias
EDITORIAL GRUPO CERO
Buenos Aires: 328 - 07 10 /06 14
Madrid: 91 542 33 49

ROBERTO JUARROZ


44

Porque esta noche duermes lejos
y en una cama con demasiado sueño,
yo estoy aquí despierto,
con una mano mía y otra tuya.  

Tú seguirás allí
desnuda como tú
y yo seguiré aquí
desnudo como yo.

Mi boca es ya muy larga y piensa mucho
y tu cabello es corto y tiene sueño.

Ya no hay tiempo para estar
desnudos como uno
los dos.

45

La soledad se adueña de mi sombra
como una deuda mía.

Y más como una deuda de otro,
alguien que de poder vendría.

46

No debiera ser posible
dormirse sin tener cerca
una voz para poderse despertar.

No debiera ser posible
dormirse sin tener cerca
la propia voz para poderse despertar.

No debiera ser posible
dormirse sin despertar
en el momento justo en que el sueño se encuentra
con esos ojos abiertos
que ya no necesitan dormir más.

47

Comunicar la tarde con las venas,
reconocer los nombres con los dedos,
mientras se mezcla el cuerpo con el signo,
la tos y el pensamiento.

No es posible crecer ni arrodillarse,
pero queda la cruz de no estar muerto
y enarbolar la sangre densamente,
aunque no alcance el tiempo.

No se reza sin uñas mal cortadas
y para no morir basta estar muerto.

Llueve en la esquina. Quizá aquí no llueva.
Pero yo no estoy seco.

30

De dónde nos viene esta veta de materia gastada,
esta espiral de cansancio siempre en acecho,
esta zona de pergamino enfermo
que sin aviso nos desabotona el saco,
nos afloja el abrazo,
nos tuerce de repente los ojos
o nos hace callar en la mitad de una palabra.
De dónde nos viene este ariete precursor,
esta fisura ubicua,
bautista del agujero eterno.
De dónde esta filiforme anticipación
que se nos cuela como el revés de la ternura de una
amante
y nos empuja un poco más el párpado,
nos roba lo que íbamos a decir
o nos calca el derroche de los rostros.
De dónde esta humorada, esta espuma de jabón del
abismo,


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este rapto ínfimo,
este buche de la muerte,
esta ocasión de meter el dedo en la grieta
que esculpe subrepticiamente la piel interior de cuanto
existe.
Un minúsculo monigote, un dios enano
anda rondando el pecho enfermo
de esta minúscula claridad que llamamos vida.
Habría que cortarle las manos.
O habría que clausurar la claridad.

31

La luna negra del día
les fabrica rumbos escondidos a las cosas.
Una gota se vuelve la mitad del aire
y el sitio de tu sueño pega un salto.
Un montón de tiempo inesperado
duplica las ventanas.
La sombra se convierte en el tacto más intimo
y el cuerpo tiernamente grotesco del mundo
se palpa entonces a sí mismo.

Las mareas se internan así en el pensamiento
y tu pasión comienza,
nido y limite a la vez del mediodía.

2

El desconocedor se sube al muro,
antes de que trepen los ojos
que sentía correr al otro lado
como mandíbulas furtivas.
No va a conocer más:
Va a alzar los túneles
de su propia ficción,
va a consumarlos.

El desconocedor ha hallado el giro
que las preposiciones ignoraron:
ver sin más ver,
ver antes que el ojo vea,
aprender a caerse del ojo
hasta el sonambulismo de la propia visión.
O a remontar el ojo abierto
hasta ninguna.

El muro es un pretexto,
el ojo es otro.
Y la visión también es un pretexto.

6

La serpiente de todas las esperas
que han anillado la vida
desenrosca de pronto su sibilante inminencia
y muerde como el calco de un dios el pan del tiempo.
 
Vuelve después a enrollar su antigua ceremonia,
ese rito de la materia misma,
mapa dormido en su elasticidad,
que no tendrá nunca un anillo de más o uno de menos.
 
Juego adentro del juego,
el tiempo aguarda esas periódicas mordeduras
para seguir girando en el vacío.
 
Y el vacío,
que está afuera del juego,
lo completa y lo nutre con su espera.  

A Paul Eluard

7

Una mosca anda cabeza abajo por el techo,
un hombre anda cabeza abajo por la calle
y algún dios anda cabeza abajo por la nada.
 
Tan sólo tú no andas esta tarde,
a menos que las ausencias puras
inventen otra forma de andar que no sabemos:
andar cabeza arriba.
 
Exploraremos el encuentro del amor y la piedra,
el viaje de la mano a su duelo,
la playa de banderas con que sueña la sangre,
la fiesta de ser hombre cuando el hombre despierta
y se cae en el hombre,
la fábula que se convierte en niño,
la mujer necesaria para amar lo que amamos
y hasta lo que no amamos.
Y exploraremos también el espacio vacío que dejaste en
tu poema,
el espacio vacío que dejaste en cada palabra
y hasta en tu propia tumba
para alzar el futuro.
 
Allí te encontraremos
y juntos echaremos a andar cabeza arriba.

17
 
Un muro, una canción
y un aire como barniz de duende
para que la canción descanse sobre el muro.
Del otro lado, un hombre.
No ha levantado el muro
ni canta la canción,
ni siquiera la escucha.
Pero el aire barniz cava en su sombra un círculo
en donde la canción es justamente el centro.
El hombre está agachado
(tal vez lo estuvo siempre).
El muro baja entonces
y le sube los ojos.
 
Una canción
(no importa quien la cante),
un muro
(no importa quien lo ha hecho)
y un aire liso y vivo
(no importa adonde vaya).
 
Si el hombre no existiera,
ellos lo habrían creado.

SOCIOS DE HONOR EUROPA

Miguel Oscar Menassa (Madrid) 100.000 ptas.
Amelia Díez Cuesta (Madrid) 40.000 ptas.
Stella Cino Nuñez (Madrid) 30.000 ptas.
Emilio A. González (Madrid) 25.000 ptas.
Carlos Fernández del Ganso (Madrid) 20.000 ptas.
Olga de Lucia (Madrid) 20.000 ptas.
Miguel Martínez Fondón (Madrid) 20.000 ptas.
Cristina Barandiarán (Madrid) 15.000 ptas.
Claire Deloupy  (Madrid) 15.000 ptas.
Pilar Iglesias (Madrid) 15.000 ptas.
Lidia Andino (Madrid) 10.000 ptas.
Jose María Blasco (Ibiza) 10.000 ptas.
Raúl Bravo(Madrid) 10.000 ptas.
María Chévez (Madrid) 10.000 ptas.
Paola Duchên (Madrid) 10.000 ptas.
Jaime Icho Kozak (Madrid) 10.000 ptas.
Carmen Salamanca Gallego (Madrid) 10.000 ptas.
Luis Schnitman (Madrid) 10.000 ptas.
Alejandra Menassa de Lucia (Madrid) 7.000 ptas.
Fernando Améz (Madrid) 5.000 ptas.
Helene Barnier (Madrid) 5.000 ptas.
Bibiana Degli Esposti (Madrid) 5.000 ptas.
Joaquin Luzón (Ibiza) 5.000 ptas.
Concha Osorio(Madrid) 5.000 ptas.
Rosa Puchol (Madrid) 5.000 ptas.
Montse Rovira (Ibiza) 5.000 ptas.
Cruz González (Madrid) 4.000 ptas.
Pilar Nouvillas (Valencia) 3.500 ptas.
Lucia Serrano (Buenos Aires) 3.500 ptas.
Carmen Pelletier (Madrid) 3.000 ptas.
Feli Reimondez (Segovia) 3.000 ptas.
Rosa Alonso Fernández  (Madrid) 2.000 ptas.
Ricardo Artíguez Iglesias (Madrid) 2.000 ptas.
María Angela (Madrid) 2.000 ptas.
Pablo J. García Muñoz (Madrid) 2.000 ptas.
Francisco García Palancar (Madrid) 2.000 ptas.
Jose García (Mallorca) 2.000 ptas.
Mónica Gorember (Zaaragoza) 2.000 ptas.
Enrique Iglesias (Madrid) 2.000 ptas.
Hernán Kozak (Madrid) 2.000 ptas.
Carmen Liberal (Ibiza) 2.000 ptas.
Fabián Menassa de Lucia (Madrid)

2.000 ptas.

Manuel Menassa de Lucia (Madrid) 2.000 ptas.
Juan Felipe Simón (Algeciras) 2.000 ptas.
Helena Trujillo (Málaga) 2.000 ptas.
Magdalena Salamanca (Madrid) 2.000 ptas.
María Pereda Velasco y Perello (Mallorca) 1.500 ptas.
Paula Alvarez (Madrid) 1.000 ptas.
Gloria Carrocera (Madrid) 1.000 ptas.
Concha Cortés  (Madrid) 1.000 ptas.
Isabel Escudero (Madrid) 1.000 ptas.
Luis Gras Tous (Madrid) 1.000 ptas.
Esther Gallego Navarro (Madrid) 1.000 ptas.
Ruy Henríquez (Madrid) 1.000 ptas.
Maribel Jimenez (Málaga) 1.000 ptas.
Griselda Kozak Cino (Madrid) 1.000 ptas.
Ichka León Deloupy (Madrid) 1.000 ptas.
Cloe León Deloupy (Madrid) 1.000 ptas.
Mercedes Millán Esteban (Madrid) 1.000 ptas.
Javier Rueda (Madrid) 1.000 ptas.
Rafael Trujillo (Madrid) 1.000 ptas.
Gema Crespo (Madrid) 500 ptas
Pilar García Puerta (Madrid) 500 ptas
Andrés González (Madrid) 500 ptas
Sebastian González (Madrid) 500 ptas
Elisabet González (Alemania) 500 ptas.
María Jose Moreno (Madrid) 500 ptas.
Daniel San Martín Duchên (Madrid) 500 ptas.
Javier Romero (Benidorm) 500 ptas.

SOCIOS DE HONOR AMÉRICA

Miguel Oscar Menassa  (Buenos Aires) 1.000 us.
Norma Menassa (Buenos Aires) 150 us.
Karina Pueyo (Buenos Aires) 100 us.
Jorge Dini (Buenos Aires) 100 us.
Marcela Villavella (Buenos Aires) 75 us.
Inés Barrio (Buenos Aires)  50 us.
Maria Iturrieta(Buenos Aires) 50 us.
Roberto Molero (Buenos Aires) 50 us.
Roberto Rossi (Buenos Aires) 50 us.
Ricardo Aquino (Buenos Aires) 30 us.
Claudia  García de Acuña (Chaco) 30 us.
Juana Koslo (Buenos Aires) 30 us.
Guillermo Yanco (Buenos Aires) 30 us.
Angela Cascini (Buenos Aires) 25 us.
Alejandra Madormo 25 us.
Alejandro Baigorrí 20 us.
Luis Madormo 20 us.
Dante Bustos (Azul Buenos Aires) 10 us.
Violeta Cortez (Buenos Aires) 10 us.
Leonor Elvira Peralta (Buenos Aires) 10 us.
Emilio Fernández Emiliani (Bahia Blanca) 10 us.
Lorgio Duchên Alcalá (Bolivia) 10 us.
Rosario  Lombard Nandez  (Buenos Aires) 10 us.
Rosbalda Pelle (Buenos Aires) 10 us.

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VICENTE HUIDOBRO


ALTAZOR

PREFACIO

Nací a los treinta y tres años, el día de la muerte de Cristo; nací en el Equinoccio, bajo las hortensias y los aeroplanos del calor.

Tenia yo un profundo mirar de pichón, de túnel y de automóvil sentimental. Lanzaba suspiros de acróbata.

Mi padre era ciego y sus manos eran más admirables que la noche.

Amo la noche, sombrero de todos los días.

La noche, la noche del día, del día al día siguiente.

Mi madre hablaba como la aurora y como los dirigibles que van a caer. Tenía cabellos color de bandera y ojos llenos de navíos lejanos.

Una tarde, cogí mis paracaídas y dije: «Entre una estrella y dos golondrinas». He aquí la muerte que se acerca como la tierra al globo que cae.

Mi madre bordaba lágrimas desiertas en los primeros arcos-iris.

Y ahora mi paracaídas cae de sueño en sueño por los espacios de la muerte.

El primer día encontré un pájaro desconocido que me dijo: «Si yo fuese dromedario no tendría sed. ¿Qué hora es?» Bebió las gotas de rocío de mis cabellos, me lanzó tres miradas y media y se alejó diciendo: «Adiós» con su pañuelo soberbio.

Hacia las dos de aquel día, encontré un precioso aeroplano, lleno de escamas y caracoles. Buscaba un rincón del cielo donde guarecerse de la lluvia.

Allá lejos, todos los barcos anclados, en la tinta de la aurora. De pronto, comenzaron a desprenderse, uno a uno, arrastrando como pabellón jirones de aurora incontestable.

Junto con marcharse los últimos, la aurora desapareció tras algunas olas desmesuradamente infladas.

Entonces oí hablar al Creador, sin nombre, que es un simple hueco en el vacío, hermoso como un ombligo.

«Hice un gran ruido y este ruido formó el océano y las olas del océano.

»Este ruido irá siempre pegado a las olas del mar y las olas del mar irán siempre pegadas a él, como los sellos en las tarjetas postales.

»Después tejí un largo bramante de rayos luminosos para coser los días uno a uno; los días que tienen un oriente legítimo o reconstituido, pero indiscutible.

»Después tracé la geografía de la tierra y las líneas de la mano.

»Después bebí un poco de cognac (a causa de la hidrografía).

»Después creé la boca y los labios de la boca, para aprisionar las sonrisas equívocas y los dientes de la boca para vigilar las groserías que nos vienen a la boca.

»Creé la lengua de la boca que los hombres desviaron de su rol, haciéndola aprender a hablar... a ella, ella, la bella nadadora, desviada para siempre de su rol acuático y puramente acariciador».

Mi paracaídas empezó a caer vertiginosamente. Tal es la fuerza de atracción de la muerte y del sepulcro abierto.

Podéis creerlo, la tumba tiene más poder que los ojos de la amada. La tumba abierta con todos sus imanes. Y esto te lo digo a ti, a ti que cuando sonríes haces pensar en el comienzo del mundo.

Mi paracaídas se enredó en una estrella apagada que seguía su órbita concienzudamente, como si ignorara la inutilidad de sus esfuerzos.

Y aprovechando este reposo bien ganado, comencé a llenar con profundos pensamientos las casillas de mi tablero:

«Los verdaderos poemas son incendios. La poesía se propaga por todas partes, iluminando sus consumaciones con estremecimientos de placer o de agonía.

»Se debe escribir en una lengua que no sea materna.

»Los cuatro puntos cardinales son tres: el Sur y el Norte.

»Un poema es una cosa que será.

»Un poema es una cosa que nunca es, pero que debiera ser.

»Un poema es una cosa que nunca ha sido, que nunca podrá ser.

»Huye del sublime externo, si no quieres morir aplastado por el viento.

»Si yo no hiciera al menos una locura por año, me volvería loco.»

Tomo mi paracaídas, y del borde de mi estrella en marcha, me lanzo a la atmósfera del último suspiro.

Ruedo interminablemente sobre las rocas de los sueños, ruedo entre las nubes de la muerte.

Encuentro a la Virgen sentada en una rosa, y me dice:

«Mira mis manos: son trasparentes como las bombillas eléctricas. ¿Ves los filamentos de donde corre la sangre de mi luz intacta?

»Mira mi aureola. Tiene algunas saltaduras, lo que prueba mi ancianidad.

»Soy la Virgen, la Virgen sin mancha de tinta humana, la única que no lo sea a medias, y soy la capitana de las otras once mil que estaban en verdad demasiado restauradas.

»Hablo una lengua que llena los corazones según la ley de las nubes comunicantes.

»Digo siempre adiós, y me quedo.

»Ámame, hijo mío, pues adoro tu poesía y te enseñaré proezas aéreas.

»Tengo tanta necesidad de ternura, besa mis cabellos, los he lavado esta mañana en las nubes del alba y ahora quiero dormirme sobre el colchón de la neblina intermitente.

»Mis miradas son un alambre en el horizonte para el descanso de las golondrinas.

»Ámame».

Me puse de rodillas en el espacio circular y la Virgen se elevó y vino a sentarse en mi paracaídas.

Me dormí y recité entonces mis más hermosos poemas.

Las llamas de mi poesía secaron los cabellos de la Virgen, que me dijo gracias y se alejó, sentada sobre su rosa blanda.

Y heme aquí solo, como el pequeño huérfano de los naufragios anónimos.

Ah, qué hermoso... qué hermoso.

Veo las montañas, los ríos, las selvas, el mar, los barcos,

las flores y los caracoles.

Veo la noche y el día y el eje en que se juntan.

Ah, ah, soy Altazor, el gran poeta, sin caballo que coma alpiste, ni caliente su garganta con claro de luna, sino con mi pequeño paracaídas como un quitasol sobre los planetas.

De cada gota del sudor de mi frente hice nacer astros, que os dejo la tarea de bautizar como a botellas de vino.

Lo veo todo, tengo mi cerebro forjado en lenguas de profeta.

La montaña es el suspiro de Dios, ascendiendo en termómetro hinchado hasta tocar los pies de la amada.

Aquél que todo lo ha visto, que conoce todos los secretos sin ser Walt Whitman, pues jamás he tenido una barba blanca como las bellas enfermeras y los arroyos helados.

Aquél que oye durante la noche los martillos de los monederos falsos, que son solamente astrónomos activos.

Aquél que bebe el vaso caliente de la sabiduría después del diluvio obedeciendo a las palomas y que conoce la ruta de la fatiga, la estela hirviente que dejan los barcos.

Aquél que conoce los almacenes de recuerdos y de bellas estaciones olvidadas.

El, el pastor de aeroplanos, el conductor de las noches extraviadas y de los ponientes amaestrados hacia los polos únicos.

Su queja es semejante a una red parpadeante de aerolitos sin testigo.

El día se levanta en su corazón y él baja los párpados para hacer la noche del reposo agrícola.

Lava sus manos en la mirada de Dios, y peina su cabellera como la luz y la cosecha de esas flacas espigas de la lluvia satisfecha.

Los gritos se alejan como un rebaño sobre las lomas cuando las estrellas duermen después de una noche de trabajo continuo.


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El hermoso cazador frente al bebedero celeste para los pájaros sin corazón.

Sé triste tal cual las gacelas ante el infinito y los meteoros, tal cual los desiertos sin mirajes.

Hasta la llegada de una boca hinchada de besos para la vendimia del destierro.

Sé triste, pues ella te espera en un rincón de este año que pasa.

Está quizá al extremo de tu canción próxima y será bella como la cascada en libertad y rica como la línea ecuatorial.

Sé triste, más triste que la rosa, la bella jaula de nuestras miradas y de las abejas sin experiencia.

La vida es un viaje en paracaídas y no lo que tú quieres creer.

Vamos cayendo, cayendo de nuestro zenit a nuestro nadir y dejamos el aire manchado de sangre para que se envenenen los que vengan mañana a respirarlo.

Adentro de ti mismo, fuera de ti mismo, caerás del zenit al nadir porque ese es tu destino, tu miserable destino. Y mientras de más alto caigas, más alto será el rebote, más larga tu duración en la memoria de la piedra.

Hemos saltado del vientre de nuestra madre o del borde de una estrella y vamos cayendo.

Ah, mi paracaídas, la única rosa perfumada de la atmósfera, la rosa de la muerte, despeñada entre los astros de la muerte.

¿Habéis oído? Ese es el ruido siniestro de los pechos cerrados.

Abre la puerta de tu alma y sal a respirar al lado afuera. Puedes abrir con un suspiro la puerta que haya cerrado el huracán.

Hombre, he ahí tu paracaídas maravilloso como el vértigo.

Poeta, he ahí tu paracaídas, maravilloso corno el imán del abismo.

Mago, he ahí tu paracaídas que una palabra tuya puede convertir en un parasubidas maravilloso como el relámpago que quisiera cegar al creador.

¿Qué esperas?

Mas he ahí el secreto del Tenebroso que olvidó sonreír.

Y el paracaídas aguarda amarrado a la puerta como el caballo de la fuga interminable.

LAS 2001 NOCHES

POESÍA, AFORISMOS, FRESCORES

1976-1997
Es un libro de Miguel Oscar Menassa:
500 páginas , 350 dibujos, y 393 noches de repuesto

"En este libro, hace el amor un 
hombre como yo"

En Las 2001 noches también está lo que te interesa: Poesía, Locuras, Tardes apacibles, Psicoanálisis, Sexo, Traición, Hortalizas, Exilio, Grupos, Huecos insondables, Garche sencillo y complicados poemas de amor.

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MIGUEL OSCAR  MENASSA


AMOR PERDIDO
LA JUVENTUD

I
 
Al ir viviendo y sólo por vivir
lo fui creyendo casi todo
y así viví el amor, como si fuera eterno
y así juré, por la amistad, en falso.
 
Después vinieron las noches de la soledad,
donde amistad y amores caían sin cesar,
hasta llegar al fondo de abismos imposibles,
hasta quedar fundidos en nubes del pasado.
 
Y nadie nunca más recordaría el tiempo,
donde con mi propia pasión enamorada,
de la muerte rescataba amores y amistades.
 
Y ahora estoy, a solas, con mis versos
y vivo, intensamente, la lujuria del verbo,
como si conmigo vivieran amores, amistades.
 
 
III
 
Nace de mi una fuerza incontenible,
y te llevo, conmigo, en esa fuerza,
sin saber dónde voy, mas voy contigo
y eso, aunque nada sabe, tranquiliza.
 
Después, seguramente, al separamos
preguntaremos a cualquier ciudadano
en qué lugar del mundo hemos caído,
adónde hemos llegado llenos de amor.
 
Y no han de responder ni las estrellas,
ninguna palabra llegará hasta nosotros,
nadie nos dirá que estamos en el mundo.
 
Y, sin embargo, ciegos y sordos, solos,
ignorando el punto de llegada, pobres,
nos sentiremos libres, letras muertas.
 
 
IV
 
Nunca te dejes llevar por torpes sentimientos.
No ames, demasiado, el puro amor del alba
ni bebas, demasiado, del néctar de los labios
ni mires, demasiada, televisión por las noches
ni vayas a la guerra ni mates por la espalda.
 
No te dejes coger por la miseria de los ricos
ni por las ambiciones malignas de los pobres.
Tú tranquilo, hombre, que no pasa nada.
No te dejes engañar por el amor de una mujer
y mucho menos por el amor de un hombre.
 
Lo mejor de todo es no servirle a nadie y
trabajar duro, por las dudas nadie te sirva a ti.
Y después si todo lo bueno no te alcanza
escribe versos de costado, sin caer en el abismo,
sin derramarle en lágrimas, sin morir en el final,
sin abrirte, sin llamar la atención, un verso sólo,
fuerte, que desgarre las fibras de las letras,
pero que a ti te pase por encima, más allá de tu carne.
 
Después, descansa, toca la lira y canta en extranjero,
así, cuando ya nadie, nadie, pueda comprenderte,
serás, enteramente, libre, abierto a la vejez.
 
 
V
 
Salta, corre brincando hacia el amor y déjate caer,
sin respirar siquiera, sin pensar en el tiempo, sin fe.
 
Caído, agítate con dulzura extrema, aúlla.
 
 
Deja que el tiempo se persigne avergonzado,
enfrentado a tu danza vital, lejanía insondable,
movimiento de ave o potro enloquecido.

Deja que la miseria te empape con su olor a desgracia,
que la vida y los colores de la vida te dejen ciego.
Y así, sabiéndolo, has de morir tranquilo,
sin deberle a la vida, ni a ningún Dios extraño,
ni a espíritus modernos, ni a la carne, nada.
 
Sin deudas, alborozado por el movimiento de los astros,
abrazado a cuanto amor se precie de moverse o volar,
así, sin nerviosismos o cálculos perfectos,
así, se muere y se vuelve a nacer, si es necesario,
cada vez, todos los días, algunas noches, siempre.
 
VI
 
No estamos, exactamente, en ningún sitio,
somos esos arcángeles negros,
que sólo aparecen para enfrentarse con la muerte.


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Vivir, vivir en el deseo, sin hambre, sin sueño,
invencibles en nuestro empecinamiento de vivir.
Y así comenzamos cada día, ciegos amantes del sol,
pero, también, enloquecidos amantes de la lluvia
y nos dejamos llevar por el viento de los huracanes
y nunca necesitamos volver a ningún sitio
porque de ningún sitio somos o hemos partido.
 
La vida nos entra por los ojos, casi siempre
y nos burlamos de todo lo que nos circunda,
sin otra razón que estas crueles lágrimas,
que no pensamos derramar,
que no pensamos ofrecer a ningún Dios,
porque nosotros somos dioses en nuestra burla
y ni siquiera ambicionamos morir
porque de alguna manera ya hemos muerto.

VII
 
Somos la noche quieta,
la noche que no se ve ni en los sueños,
la noche partida, despedazada, abierta.
Cuando partimos, detrás de nosotros,
las arenas movedizas se lo tragan todo.

Es para no vernos partir,
que la noche se alumbra de dolor.
 
Viejos del mar, nos llaman
y ninguno de nosotros ha conocido el mar.
Nuestra penumbra es clara,
el manantial que nos abraza es el suburbio del desierto,
más adentro imposible, más perdidos que nosotros,
más sumergidos en la nada de nada, imposible.
 
Llegamos a lo más profundo sin hacer movimientos,
hacemos el amor,
prolongando nuestras frases hasta el paroxismo.
Nadie se resiste a nuestra manera de gozar,
por eso quieren eliminarnos.

XI
 
Vino de tarde y me contó su vida,
con todo lujo de detalles, íntimos.
 
Sin esperar siquiera que yo hablara,
me contó sus amores.
 
Al rato bostecé y ella sin más me dijo:
¿entonces no me amas?
¿es mentira que has estado escuchándome?
¿es tan brutal la vida?
 
Yo terminé el bostezo
y le cogí la cara con mis manos.
 
 
Ella convulsionó sus ojos,
tembló todo su cuerpo,
abrió, sin compasión, sus labios.

Yo dejé caer mis manos al viento
y el viento devoró nuestras miradas.
 
Sin mirada, sin brazos,
caímos, sin esperanzas, de rodillas,
uno encima del otro
y comenzamos a llorar.
 
 
XII
 
Cuando te miro,
veo detrás de ti,
me dijo ella sin pensarlo
y cuanto más te miro
veo más lejos.
 
Si te quedaras quieto para siempre,
vería hasta el confín,

vería al hombre nuevo,
nacer en la distancia.