LAS 2001 NOCHES ÍNDICE NÚMERO 11

EDITORIAL CUANDO SOBREVENÍA EL ABURRIMIENTO ANTICIPO DEL LIBRO 
LAS 2001 NOCHES
EL CAMINO DE NUESTRA CASA EL PRIMER DÍA DE PRIMAVERA EN LA MAÑANA ALMA FUERTE
NOTAS DE DIRECCIÓN  JUNTO CON LA BATALLA PERDIMOS TODAS LAS ESPERANZAS CANTO AL PROGRESO
EL POBRE DE LA PALABRA LLEGASTE EN UN BARCO CUALQUIERA EDGAR BAYLEY
RAÚL GONZÁLEZ TUÑON JUGAR JUGAR HASTA MORIR UN HOMBRE TREPA POR LAS PAREDES Y SUBE AL CIELO
LA ANTIGUA CANCIÓN DE LA MARINA MERCANTE YO SOY MIGUEL EL NIETO DE NAUR Y DE FARIDE GONZALO ROJAS
LLUVIA ANGELA MI MADRE CARTA DEL SUICIDA
SAUDADE CON NOMBRES Y FLECHAS ABUELO SOCIOS DE HONOR
MIGUEL OSCAR MENASSA SALVE I O MARIA LA LOCA CARILDA OLIVER LABRA
ANTEPASADOS SALVE II O MARIA LA HECHICERA CUENTO
RAIF MI PADRE SALVE III O MARIA APASIONADA DESNUDO Y PARA SIEMPRE
MI PADRE HABLABA DE SU MAR ALEGREMENTE SALVE IV O MARIA DADORA LAS 2001 NOCHES

EL CAMINO DE
NUESTRA CASA

Nos eres familiar como una cosa
que fuese nuestra, solamente nuestra;
familiar en las calles, en los árboles
que bordean la acera,
en la alegría bulliciosa y loca
de los muchachos, en las caras
de los viejos amigos,
en las historias íntimas que andan
de boca en boca por el barrio
y en la monotonía dolorida
del quejoso organillo
que tanto gusta oir nuestra vecina,
la de los ojos tristes...

Te queremos
con un cariño antiguo y silencioso,
¡caminito de nuestra casa! ¡Vieras
con qué cariño te queremos!

¡Todo
lo que nos haces recordar!
Tus piedras
parece que guardasen en secreto
el rumor de los pasos familiares
que se apagaron hace tiempo... Aquellos
que ya no escucharemos a la hora
habitual del regreso.
 
Caminito
de nuestra casa, eres
como un rostro querido
que hubiéramos besado muchas veces:
¡tanto te conocemos!
 
Todas las tardes, por la misma calle,
miramos con mirar sereno,
la misma escena alegre o melancólica,
la misma gente... ¡Y siempre la muchacha
modesta y pensativa que hemos visto
envejecer sin novio... resignada!
De cuando en cuando, caras nuevas,
desconocidas, serias o sonrientes,
que nos oirán pasar desde la puerta.
 
Y aquellas otras que desaparecen
poco a poco, en silencio,
las que se van del barrio de la vida,
sin despedirse.
 
¡Oh, los vecinos
que no nos darán más los buenos días!
Pensar que alguna vez nosotros
también por nuestro lado nos iremos
quién sabe dónde, silenciosamente
como se fueron ellos...
 

EVARISTO CARRIEGO

 

PSICOANALIZARTE TAMBIÉN
ES UN ACTO POÉTICO

El PODER DE LA
PALABRA

El fenómeno del lenguaje es una de las manifestaciones más curiosas creadas por el hombre. Esa emisión de sonidos articulados o inarticulados que establecen el puente levadizo de nuestra comunicabilidad, tiene un poder que escapa a toda vigilancia.

Sin duda, el uso de la palabra ha prestado al megalómano que es el hombre, incalculables servicios. Pero constituye un instrumento cuyo verdadero alcance nunca nadie ha podido averiguar. Para descubrir el significado de las palabras se recurre habitualmente a los diccionarios. En éstos las vemos figurar como en un museo entomológico, igual que mariposas muertas atravesadas por alfileres y rigurosamente clasificadas por géneros, especies. Se lee algo sobre su significado, pero como en el caso de las mariposas, el clasificador nada nos puede decir de la misteriosa vida que han llevado, recorriendo el mundo y la historia de boca en boca, naciendo de nuevo cada vez que eran pronunciadas. Porque cada hombre pone un poco de sí mismo en cada palabra que utiliza, de modo que en ellas circula la sangre de todos los hombres y en ellas queda el recuerdo del temblor de todos los labios que las pronunciaron, y la carga afectiva de miles de millones de seres que las emitieron cuando en sus cuerpos ardía el amor o el odio, el horror, el miedo, la desesperación, el coraje o la indiferencia. Ellas transportaron secretamente esa esencia inexpresable que impulsa a los hombres: la esperanza, y cada palabra contiene apagado el grito de la soledad de los más altos: el desprecio.

De toda esa carga afectiva, de todos esos infinitos significados, nada dice el diccionario. El tiene que ver con las palabras muertas y disecadas. En éstas ya no queda la huella de los dientes que las mordieron antes de pronunciarlas.

Hablar de la palabra al servicio del hombre es enunciar la más cruda paradoja. Lo habitual es que el hombre esté al servicio de la palabra. Y aquí adquiere su verdadero significado la expresión: «Primero fue el Verbo». Donde la palabra se muestra como señora absoluta, dueña total del hombre, es en el campo de las ideas. ¿De dónde vienen las ideas? Un extraño poder que se origina en el menos controlable de los mecanismos espirituales del hombre, la razón, logra en determinadas circunstancias, unir una serie de palabras en una estructura sólida. Desde ese momento, la palabra que entra a formar parte de una idea pierde toda autonomía y todo significado.

La idea adquiere en cambio una vida propia e indivisible. El hombre mismo que la crea pierde desde el instante en que la lanza al mundo, todo poder sobre ella. La idea para él tiene un sentido, pero ella conquista, al liberarse de su creador, una vida personal, un nuevo sentido imprevisible. Se lanza entonces en una aventura cuyas consecuencias son asombrosas: una idea de libertad se convierte así en mecanismo de opresión, una idea de amor, en mecanismo de odio y de destrucción.

Las palabras agrupadas en ideas circulan libremente; pasan de un hombre a otro como parásitos, y habitan en el interior de cada uno absorbiendo toda su vida espiritual para transformara en nada, porque la idea sale de cada hombre menos personal que nunca, más informe, menos definida, 


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pero dotada de un poder corrosivo cada vez mayor. Pasan así de un hombre a otro in que ninguno de ellos participe en su vida invisible. Los ¿arome como el más venenoso de los microbios y entonces los abandona para saltar a otros. En ocasiones se difunde con la rapidez de una epidemia e invade en masa a los individuos Estos, en lugar de sentirse enfermos, aparecen verdaderamente poseídos, embargados por una exaltación y entusiasmo sin límites. Hasta hablan de poseer ideas. En verdad, nunca los hombres poseen a las ideas, son las ideas las que poseen a los hombres. Ellas son los grandes verdugos invisibles. Solapados verdugos que se presentan para dar un sentido a la vida y en cambio la destruyen. Y el destruido vive con exaltación su propio martirio, y cuando por acaso es abandonado por la idea, se siente hueco, como muerto, pues ella ha devorado todo lo que de viviente había en su interior.

En el vacío que separa a los hombres unos de otros la palabra ejerce la doble acción de puente y de muralla. Cuando dos miradas se encuentran y parecen descubrir bruscamente el sentido de una afinidad humana, de una verdadera comunión, llega oportunamente la palabra para destruir toda ilusión, para afirmar el derecho a la soledad inalienable del hombre.

Donde aparece más clara la reclusión del hombre en su soledad merced al uso de la palabra, es en los distintos lenguajes convencionales. No trato de discutir la enorme utilidad práctica de las convenciones. Nos permiten ponernos de acuerdo para satisfacer una serie de necesidades básicas. Creo en la importancia de la subsistencia. Pero no me inclino a aceptar que subsistir y vivir son equivalentes.

Existen innumerables lenguajes convencionales y en cada uno de ellos la palabra más corriente se despoja de sentido para convertirse en un signo de determinada cosa, signo que permite el acuerdo entre dos o más personas. Así, sobre las bases de estos diversos lenguajes convencionales, se desarrolla la posibilidad de vivir en grupos activos, estabilizar y propagar el conocimiento, organizar la sociedad y la familia en sólidas estructuras, etc. La filosofía, la religión, las diversas ciencias, la política, el comercio, las relaciones internacionales, todas poseen su sistema particular de convenciones, sistema absolutamente incomprensible para el hombre común. Los distintos grupos humanos se entienden también mediante un lenguaje particular para cada caso; así hay un lenguaje de las reuniones de alta sociedad, otro para la pequeña burguesía, otro para los ladrones, otro para los relojeros. Los médicos utilizan un lenguaje distinto del de los abogados o del de los traficantes de blancas. Los pescadores emplean uno absolutamente incomprensible para los matemáticos y viceversa. Nadie puede discutir la enorme utilidad de todos estos lenguajes: ellos permiten subsistir a los médicos y a los pescadores, justifican la organización racional de la justicia sobre la base de la comprensión de los ladrones entre sí, y permiten la existencia del amor mercenario, base de la organización de la familia.

Pero en todos estos lenguajes convencionales nadie pone absolutamente nada personal: el lenguaje resulta exterior al hombre. Lo vital queda definitivamente excluido. Las palabras son como cáscaras sin contenido, con un signo dibujado en el exterior que las hace reconocibles por los iniciados.

Lo realmente vital del lenguaje se encuentra fundamentalmente en tres situaciones: en el lenguaje popular, en el lenguaje del amor y en la poesía. En el lenguaje popular, el hombre del pueblo, rechazado por todas las convenciones, vive en lo que dice directamente sus sufrimientos o sus alegrías; el lenguaje es para él un modo inmediato de volcarse íntegramente, pues no encuentra sentido sino en la gran comunión con los otros. Es el ente anónimo, el ser que participa con su insignificante aporte en el gran sufrimiento y la alegría universales. Y cuanto más bajo es el hombre del pueblo más intenso y vital resulta su lenguaje.

En cuanto al amor (me refiero a aquellos para quienes al amor se sacrifica todo, capaces del suicidio o el crimen, del renunciamiento a todos los bienes o de la conquista de todas las riquezas), es el mecanismo por el cual los seres enredados en la maraña de un lenguaje convencional pueden conquistar su lenguaje vital, salir de la cárcel de su soledad. Así pueden salvarse el político y el matemático, el juez y el ladrón.

Pero es a la poesía a la que corresponde el lugar de privilegio en un verdadero lenguaje de comunicación humana. La poesía incorpora la esencia vital del lenguaje popular y del lenguaje de los amantes, pero les agrega una exaltación de todos los contenidos posibles de la palabra.

El poeta descubre en la palabra la vibración imperceptible que han dejado todos aquellos que han volcado en ella su sufrimiento o su pasión desde que por primera vez fue lanzada hasta que atravesando la historia y las generaciones la encuentra en su interior. Y a esa infinita suma de destinos humanos el poeta le agrega su propio destino que los resume todos.

El poeta logra hacer revivir las palabras agotadas por el uso y en ellas descubre un reto de vida reanimándolo, haciéndolo resplandecer nuevamente. Recoge las frases hechas, los lugares comunes, fragmentos muertos del lenguaje, y mediante un proceso particular de fricción conocido sólo por el poeta, desarrolla en ellos una incandescencia sorprendente, les da una jerarquía insospechada.

Pero todas estas propiedades corresponden sólo a la verdadera poesía que nada tiene que ver con el conocido fabricante de versos a quien en el lenguaje convencional de la sociedad se designa habitualmente como poeta. Este curioso personaje vacío de sentido y de vida utiliza ciertas convenciones literarias para organizar una sustancia que a veces tiene cierto interés decorativo, y que como los bibelots y ornamentos de las mansiones acomodadas sirven de adorno en las aburridas veladas convencionales de las distintas capas sociales. Utiliza en esencia el lenguaje convencional.

Hay un signo evidente e inmediato que revela a la verdadera poesía. Ella provoca instantáneamente la irritación y el encono de los mediocres, mistificadores, vacíos e impotentes. En ese sentido la poesía se convierte en la gran moralizadora, posee una violenta actividad agresiva frente a lo falso y trivial por más disimuladamente que se presente. Estalla como una bomba incendiaria cuando se pone en contacto con el lenguaje convencional.

La poesía por su íntima vinculación con lo estrictamente humano se encuentra en el extremo opuesto de lo que se ha dado en llamar literatura, es decir, de todo juego verbal intrascendente y decorativo, de todo acto de simulación de estados de ánimo, de toda intención fríamente descriptiva. Con un discreto aparato retórico, el literato puede realizar una obra aceptable, que no deje de ser un juego y que no diga absolutamente nada. Utilizando las convenciones corrientes encontrará una inmediata aceptación —ya que no compromete ninguna actitud esencialmente humana— y permitirá a su aprovechado autor ocupar un lugar más o menos destacado en la historia literaria. Lo que jamás ocupará será un lugar en el espíritu del hombre.

Es del poeta la misión de llamar directamente al espíritu más allá de toda literatura. Su voz abre la puerta de la comunicabilidad, derribando la muralla de las convenciones. Y en el oscuro rincón a que ha quedado limitado lo realmente humano sólo la poesía se atreve a aportar su esperanza de salvación, su esperanza de integración final de lo humano en la vida.

ALDO PELLEGRINI

LAS 2001 NOCHES

DIRECTOR:
Miguel Oscar Menassa.

SECRETARIA DE REDACCIÓN PARA EUROPA:
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PRINCESA, 17 - 3º Izda. 28008 MADRID (ESPAÑA).
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MAIPÚ, 459 - 1.er piso. 1006 BUENOS AIRES (ARGENTINA)
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MADRID: grupocero@grupocero.org
BUENOS AIRES: grupocero@arnet.com.ar

 

MADRID- BUENOS AIRES
Presentación SIMULTÁNEA de este número de
 "Las 2001 Noches"
Jueves, 18 de Diciembre. a las 21.00 horas
Poetas invitados: Evaristo carriego, Aldo Perregrini, Carilda Oliver, Edgar Bayley, Almafuerte, Gonzalo Rojas, Raúl Gonzaléz y Miguel Oscar Menassa.

C/ Ferraz, 22 - 2ºizq. 28008 Madrid
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RAÚL GONZALEZ TUÑÓN


LA ANTIGUA CANCION
DE LA MARINA MERCANTE

ESCRIBIRÉ para vosotros, vosotros, mis amigos, mis camaradas (nos afeitamos todos los días, todos los días entramos a la ciudad como a un túnel luminoso seguros de encontrar la aventura, oh, ¡aventureros sin un cobre!).

-¡La credulidad nos hace falta, el fervor!

Escribiré para vosotros la sinfonía de la ciudad.

****
Hombres de paso apresurado porque ignoran que todos caminamos hacia la muerte. Las columnitas de colores. Las manicuras son hermosas pero tienen manos heladas, de goma, y olor a pasillo de sanatorio. Conozco hombres de gran memoria, y por eso estúpidos, profesores graves, por eso ridículos, que han tomado en serio la vida y a las manicuras.

Un traspié, un ladrillazo a tiempo, todo lo echa a perder.

****
Hablo del ruido que hacen los niños en los parques al caer sobre la arena desde lo alto de los toboganes. De las nodrizas que conversan con los guardias; de las nodrizas feas y virtuosas.

De los ómnibus que salen de la boca del día y en cuyos pescantes viajan los infelices.

De los covachuelistas encorvados que atraviesan la orilla del día llevando bajo el brazo pesados manuscritos amarillentos y misteriosos.

De las casas en construcción y la música de las alcantarillas.

(Los estudiantes suelen dar bromas a las autoridades arrojando cráneos humanos).

Oh, esta ciudad del río impuro, esta ciudad del cemento, en el esqueleto de los hormigones ha quedado prensado el sudor de los obreros que hablan todas las lenguas y a quienes la esperanza trajo de viejos países.

Sobre los rieles aceitados huye el camino.

Sólo los obreros de la electricidad se hallan en peligro.

El mundo es pequeño, dicen, pero en el pueblecito de Cassel han reñido dos tribus bohemias. Y Miss Margaret Reed, de Cincinnati, vive dentro de un zapato.

(Pero ya sé que todo esto no te divertirá gran cosa, querida.)

****

Ventanas que se abren a la mañana dejando escapar en el aire grisado las últimas mariposas borrachas de las tulipas verdes.

La taberna de Peter Christophen es pequeña, fresca, cuelgan en sus ángulos cuadros de nieve con barcos y hombres envueltos en trajes de pieles.

Ascensores, cloacas, teatros cerrados, cinematógrafos que ostentan cartelones chillones, mujeres que vuelven con atados de ropa, jóvenes que hacen gimnasia, carros cargados de verduras, muchachas que sacuden alfombras en los balcones. (Podemos decirles: Los leones se sacan la cabeza en el circo y saludan, porque son muchachas simples y nos creerán todo.)

¿Qué podemos gritar, cuál es nuestro canto, nuestro santo y seña, quién «nos enseñará el fervor?» No sabemos otra cosa que andar, andar a través de los ruidos y cuando viene la noche a achicar la ciudad, acordarnos, acordarnos de lo que pudimos ser, de lo que pudimos haber hecho, de todos esos rostros que se han esfumado en el tiempo y de un pueblo de calles angostas que conocimos. El único rumor que adornaba la atmósfera era el rumor siempre igual de las acequias.

Chilecito, Catuna, Ambil, El Milagro. Había tiradores 

famosos, ingenieros franceses, ranchos de quinchas, lunas rojas, minúsculas estaciones. Conozco también Zapala. Hubo un asesinato, en aquel entonces. Yo amaba los motores Deering y era íntimo amigo de un cazador de zorros

****
¿De quién es la vida? ¿Quién está haciendo la vida?

Oh, nosotros, nosotros somos comparsas. La vida es de los millonarios, de los atletas, de los perfumistas, de los aviadores, de los contrabandistas y de los escribanos. Somos comparsas, comparsas, como los leones que se sacan la cabeza en el circo y saludan.

Amo los puertos (es el único sitio en donde puede aguardarse algo, un barco, un sueño, una mujer, un camarada, un pájaro). Amo los puertos arrugados por-todos los acordeones del mundo. Siempre hay un tugurio con un globo de luz roja a la puerta.

Omnibus, tranvías, subterráneos, vidrieras, y el mapa de las estaciones del ferrocarril, el mapa percudido por el dedo innumerable de los viajeros.

A esta hora los mochuelos chillan en las ventanas de la Calle del Agujero en la Media.

Kiki, mascando goma, entra a la casa, y al subir por la escalera torcida, húmeda y sucia, canta, empolvada, inconsciente y feliz, la Antigua Canción de la Marina Mercante.

Victor Mac Laglen la conoce y él mismo se la enseñó a Kiki, mientras le mostraba los curiosos tatuajes de su brazo izquierdo:

SINGAPUR RAMYANI LUCE ETIQUETA NEGRA CABO WILKES AURORA.

Mientras vosotros trabajáis en las ciudades, nosotros cantamos en el mar, en el mar grande, montaña, llanura, verde y azul, negro y celeste. A vuestro lado pasan los millonarios con sus mujeres mientras para nosotros el filipino suena su banjo melancólico y es lindo balancearse en el aire dorado, con un porrón de ginebra al pie y los labios salados y el alma despierta. Nosotros, nosotros bajaremos al puerto, y en la taberna, sentiremos todavía el rumor del mar como en los caracoles. Pero la noche tendrá que venir a tender un puente entre nosotros y la ciudad, y entre nosotros y vosotros, camareros, contrabandistas, ladrones, guardas de ómnibus y policías, será frontera el silencio.

LLUVIA

ENTONCES comprendimos que la lluvia también era hermosa.
Unas veces cae mansamente y uno piensa en los cementerios abandonados.
Otras veces cae con furia y uno piensa en los maremotos que se han tragado tantas espléndidas islas de extraños nombres.
De cualquier manera la lluvia es saludable y triste.
Sus tambores acunan nuestras noches y la lectura corre a su lado por los canales del sueño.
Tú venías hacia mí y los otros seres pasaban.
No habían despertado todavía al amor, no sabían nada de nosotros.
De nuestro gran secreto.
Ignoraban la intimidad de nuestros abrazos voluptuosos, la ternura de nuestra fatiga.
Acaso los rostros amigos, las fotografías, los paisajes que hemos visto juntos, tantos gestos que hemos entrevisto o sospechado, los ademanes y las palabras de ellos. Todo, todo ha desaparecido y estamos solos bajo la lluvia, solos en nuestro compartido, en nuestro apretado destino, en nuestra posible muerte única, en nuestra posible resurrección.
Te quiero con toda la ternura de la lluvia.
Te quiero con toda la violencia de la lluvia.
Te quiero con todos los tambores de la lluvia.
Te quiero con todos los violines de la lluvia.
Aún tenemos fuerzas para subir la callejuela empinada. Recién estamos descubriendo los puentes y las casas, las venas y las luces, los barcos y los horizontes.
Tú estás arriba, suntuosa y bíblica, pero tan humana; increíble, pero tan real; numerosa, pero tan mía.
Yo te veo hasta en la sombra imprecisa del sueño.
Oh, visitante.
Ya es seguro que ningún desvío nos separará.
Iguales luces señaleras nos atraen hacia la compartida vida, hacia el destino único.
Ni en nuestra carne ni en nuestro espíritu nunca pasaremos línea del otoño.
Porque la intensidad de nuestro amor es tan grande, tan 


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poderosa que no nos daremos cuenta cuando todo haya muerto, cuando tú y yo seamos dos sombras y todavía estemos pegados, juntos, subiendo siempre la callejuela sin fin de una pasión irremediable.
Oh, visitante.
Estoy lleno de tu vida y de tu muerte. Estoy tocado de tu destino.
Al extremo de que nada te pertenece sino yo. Al extremo de que nada me pertenece sino tú.
Sin embargo yo quería hablar de la lluvia, igual, pero distinta, ya al caer sobre los jardines, ya al deslizarse por los muros, ya al reflejar sobre el asfalto las súbitas, las fugitivas luces rojas de los automóviles, ya al inundar los barrios de nuestra solidaridad y de nuestra congoja, los humildes barrios de los trabajadores.
La lluvia es bella y triste y acaso nuestro amor sea bello y triste, y acaso esa tristeza sea una manera sutil de la alegría. Intima, recóndita alegría.
Estoy tocado de tu destino.
Oh, lluvia. Oh, generosa.

SAUDADE CON
NOMBRES Y FECHAS

I

EN LA ESTACIÓN de las hojas vacías y los muelles desiertos,
delante de la lluvia, heme aquí de regreso de los lúcidos viajes.
Soy Juancito Caminador y vuelvo, preguntando:
¿Dónde estará el retrato mío de aquel tiempo?
Sí, señor Rilke, el pensador es un solitario,
pero únicamente cuando crea, escribe, pinta, canta, compone, esculpe y muere.
Antes de entrar en mí, antes de ir a encerrarme al gabinete de la rosa,
anduve por donde están la luz, la sombra y los sucesos mágicos y corrientes,
divagué por el parque silencioso para salir de allí con el poema virgen,
nacido de la contemplación, el amor a la vida y a la nostalgia.
Once, Constitución, infancia, adolescencia, el parque de Lezama con su templete griego.
De la profundidad umbría en que descansan los monumentos pálidos y las tristes violetas,
venían los cantos de los ansiosos pájaros y los gritos de los niños feroces
a acariciar mi frente, el recóndito fuego.
El Nacional Central era un gigante pétreo que me mataba de álgebra.
Yo solía mirar por la ventana las nubes vagabundas, las azoteas sórdidas,
los techos que embellecen los súbitos chubascos.
Algún gris profesor sin pasado, sin ángel, me llamó distraído.
Yo miraba la vida.
Los domingos, con Rafael, huíamos a un pueblecito verde y azucena,
tan pequeño, que cabía en el atrio de su iglesia.
Directora de aulas y jardines, allí estaba la madre de Jijena,
cultivando mirasoles y brocales y patios de hondas galería.
Ya escribíamos versos, bello y amargo oficio.
¿Cuántos de aquellos seres, la querida maestra, la modista de Temperley,
el cuidador de plantas, los alegres linyeras
y la enferma del piano cuyo candor agónico traía dulces
recuerdos del fondo de las quintas
verán ahora crecer las madreselvas desde la azul raíz?
¿Dónde estará el retrato mío de aquel tiempo?
¿En el cajón de la cómoda antigua de la primera novia,
junto con las alhajas que dejan los ausentes, la ropa íntima, el espliego
-Adrogué, un corso, noches, Montevideo, andanza trágica y creadora-,
La Rioja, el vestíbulo de la gran aventura, suelas gastadas, hambre, sueño?
Entonces como ahora amaba yo los días radiantes y las densas cerrazones,
el vino que bebían los blancos albañiles y su merienda fría,
el silbato del tren en la inmensa estación del Gran Sur y su crudo ladrillo
y su esqueleto de hierro enmohecido adonde iban a morir las golondrinas.
Y amaba andar las dársenas y los barcos funámbulos,
porque el puerto es un viaje que siempre está de viaje,
porque el viaje es poeta, porque luchar, amar y soñar son viajeros.
Sólo las catedrales, las estatuas, las fábricas cerradas están quietas.
Me gustaba morder las frutas ácidas y la niebla de las calles
sin tránsito
y en las calientes siestas asomarme a las sonoras herrerías,
a los aserraderos con perfume de bosques trashumantes,
a las estrechas librerías de viejo de misteriosos libros amarillos.
¿Dónde estará el retrato mío de aquel tiempo?

II

¿Lo llevó a Francia Lucy Demailly, viuda de un médico, loco en la guerra del 14?
Permítanme una clara sonrisa para aquella mi insigne profesora de besos.
¿Lo habré perdido cuando escapaba sin pagar de las fondas y los turbios hoteles
y las tibias trastiendas de baraja curtida y gruesa sopa de ajo,
donde solían cantar los carreros criollos y los obreros asturianos?
¿Quedó entre virutas y albayalde, el camarín bajo la antigua carpa
y la blusa, primor de lentejuelas, de la ecuyere en el circo furtivo?
Pues yo amaba también la gracia buscavidas, la sinfonía tonta, bandalisa de barrio,
y sabía lo penoso que es ver partir al circo.
Partir, llegar, yo inventé esas palabras. Vislumbro la silueta
de los buques insomnes anclados en la orilla del Riachuelo ilustre,
cuando rompían el húmedo silencio de la noche saudosos acordeones
en las rancias cantinas tocaban mis amigos italianos.
Pero ¿y aquella foto? ¿Cómo fue, dónde fue, cómo era yo?
¿Cómo sería de encantador o atroz?

III

En la primera juventud, salto a Europa, descubro el otro nuevo mundo
después de haber andado mi país de ancha espalda y de verde robusto.
Fueron tan sólo las Canarias, Cádiz, Málaga, Valencia, Barcelona, en camino a Lutecia.
París era el destino de la aventura, entonces. Conocí su secreto
y gocé la taberna y el Louvre, los sucios malecones y la limpia avenida
y la usina oxidada y el caminado Sena y la gorra torcida del arrabal altivo
y el bal mussette y aquella que me enseñó un dialecto de luna y boardilla.
¿Lo dejé en la maleta extraviada a la aurora?
¿Por distraerme, oyendo cantar a los huelguistas portuarios en el Havre?
¿Se lo llevó a la orilla del Támesis la extraña inglesa que me regaló un caballo?
Se lo robó mi amiga del «Noctambules» que leía a Horacio?
¿Se lo llevó consigo Shangai Lily a Shangai?
Entonces yo sabía del martirio de China (el poeta es profeta,
se escapa de estos versos o penetra en su entraña más celeste,
para ver cómo allá la libertad se instala, la tierra se reparte,
el más remoto pueblo joven recobra su mañana, va detrás de Tchu Te,

el victorioso Ejército que desbordó los ríos venerables,
la silvestre y alborotada cuenca del Yangtzé,
las riberas del Mar Amarillo y carabelas y golondrinas y...
de un esplendor de arroz el gran silencio blanco).
¿Se lo llevó consigo Shangai Lily a Shangai aquel retrato?

IV

¿Se me extravió en Brasil, allá en Curvello,
en el tranvía de circunvalación?
Brasil, ancho Brasil, novia de selva y cielo,
austral resplandeciente, preferida del sol.
La profunda saudade me lastima los ojos.
Nisse, Mario, Raquel, la inminencia de Prestes
y en Paty do Alferes una menina morta,
su cochecito blanco, su corazón de leche.

V

Una calle en Madrid, Rosso de Luna (lindo nombre de astrólogo),
la casa inolvidable y el vino de la tierra.
Aún llegaban los ecos del festín de los moros en la cuenca de Asturias.
Entonces conocí a la Pasionaria, su bello rostro, la faz del desvelo.
¿Lo habré olvidado allí, o en la Cervecería de Correos,
con tantos camaradas más tarde devorados por exilios y muertes?
Y en ese año, otro salto a París; primer Congreso de Intelectuales,
Barbusse vivo, defensa de la cultura, fiebre, canción, ardientes vísperas,
los hermanos Roselli asesinados por sicarios del Duce y cagoulards,


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a marcha al cementerio del Pére Lachaise, mi cementerio,
cuyos nobles muros los Federados pintan cada año los geranios de sangre
la brisa discurre suavemente donde yacen Abelardo y Eloisa.
¿Allí lo habré perdido? ¿Entre esa multitud que cantaba los himnos populares
tono fúnebre pero levantado, de odio, fe, combate y devenir?
Entre esa muchedumbre de crespón ondulante y bandera infinita?

VI

Y dos años pasaron y otra casa en Madrid, los aviones, la
pólvora violeta por las calles,
poetas y soldados en la Alianza de Intelectuales, los obuses.
Camiones que llevaban legiones voluntarias hacia el frente,
hacia la muerte, hacia la vida, hacia el anonimato de la gloria magnífica y solemne.
¿Habrá quedado allá junto a la fuente desplomada o dentro de una cacerola muerta?
¿En la trinchera del sector de Usera donde encontramos el primer cadáver?
¿Cayó al río Jarama cuando fuimos allá
mientras en sus orillas aceradas morían de pie los ínclitos soldados?
Y aun retorné a París y otra vez desde España henchida de fusiles.
El Segundo Congreso y en medio de la fecha memorable una muchacha tierna y poderosa,
Gerda Taró, que había caído en Brunete, llegó a París de paso, oh voluntaria,
en un cajón de pino, de regreso a su patria, espectro errante,
su militante corazón yacente.
Y se murieron todas las palomas.
Adiós, adiós. ¡Fueron tantos los muertos!
Ahora los veo a todos si recuerdo tu cara.

VII

Va allí a través de ese gran ciudadano del mundo que se llama Ilya Eremburg
y el sorpresivo encuentro con Chkalov que venía curtido por los aires polares,
entreví a la sexta parte del mundo, victoriosa capitana florida,
el nuevo nombre que tiene la esperanza.

VIII

Amberes, las Azores, el Mar de los Sargazos, Martinica, Guadalupe, el Canal,
aquel navío de carga lento y amontonado de carbón y de espuma,
fecunda singladura de amistad y prodigio de vehementes trópicos.
¿En qué Muelle, en qué Bar, en qué Café Concert, en qué Mercado,
en qué lámpara rota quedó el retrato mío de aquel tiempo?

IX

Chile, una angosta y larga faja de tierra viva.
Mar a un lado y al otro montaña azul. Seis años.
Yo fui huésped de Lota, tuve casa con Pablo.
Lo demás está escrito, no vale que lo diga.
Sé que no durarán la entrega y el escarnio
y en mi segunda patria se aclarará la sombra
el día en que el pueblo pueda conducir con su mano
verdadera, inmortal, su destino y su historia.
En Chile está mi hija. ¿Tendrá ella aquel retrato?

X

¿Estará en mi prontuario? ¿En el archivo de la gente combatiente y cabal?
Porque un día oligárquico, un día fraudulento,
detienen y procesan al poeta, embadurnan las yemas de sus dedos
todavía calientes de las tecla! heroicas de aquella maquinita que se llevó el empeño...
lo arrojan a los sótanos del Tribunal, lo llevan esposado ante el Juez,
y éste pide el balduque, una carpeta grande, repleta de recortes,
plena de poesía, de aventura y de honor,
cartas de todas partes, cantos civiles y poemas de amor.
Luego allanan su casa y se llevan los libros y el barco en la botella.
¿Estaría entre esos documentos de una vida apasionada y armoniosa,
entre esas tristes cosas del poeta más pobre de la Argentina,
la foto que Juancito Caminador perdiera?
Si un día se viene abajo la estantería oscura,
tal vez ese retrato mío de aquellos tiempos
ruede sobre la tierra como una rosa pura.

MIGUEL OSCAR MENASSA


ANTEPASADOS

Antiguos pescadores, viejos espías del dolor
aquellos que nacieron para que yo naciera
aquellos que traían la orden de matar,
eran inocentes.
                        Buscadores de oro
artesanos de las buenas costumbres
para ellos
             vivir
                   había sido duro aprendizaje.

No tenían, en verdad, la elegancia de los Normandos
y sus mujeres incapaces para las tareas domésticas
habían nacido para amar.

Amar en primavera
los colores azules persistentes y por las noches,
cantos de extraños pájaros nocturnos y el dolor.

Hablaban cuando los acontecimientos naturales
quebraban la paz.

RAIF MI PADRE

Cuando Raif, mi padre, hablaba de los hombres
hablaba siempre de los árabes.

Bebedores de alcohol
capaces de dar la vida por una mujer
o ensañarse al atardecer
a causa del olor de los azahares.

Un árabe nunca mata sin pasión.

Frente a la incertidumbre
abandona a sus seres queridos y busca
en el silencio del desierto, su destino.

Ama las flores y los cigarros
y al amanecer
sentado sencillamente en la puerta de su casa
espera que el sol toque la vida con sus manos.

MI PADRE HABLABA DE
SU MAR ALEGREMENTE

Mi padre hablaba de su mar alegremente.

Del mar de mi país puedo decirlo todo.
Hablar de sus colores y de su mansedumbre.
El mar de mi país parece una pradera.
Crecen en plena mar acacias y malvones
como en la casa del abuelo Antonio.

Esa pradera azul estalla de colores
cuando en primavera florecen sus mujeres.

Al alba tendían las redes tejidas en el hogar
a mano por viejas mujeres con ropa de seda
y grandes peinetones de marfil;
que nunca, dice mi padre, ni aún en las fiestas
besaban a sus hijos varones.

Cuando los hombres volvían con sus presas del mar
cobraban su sentido aquellas ceremonias.

CUANDO SOBREVENIA
El ABURRIMIENTO

Cuando sobrevenía el aburrimiento
nos tendíamos en la arena con los niños
a la espera de nuestros buenos pescadores.

Todo era fácil en la tierra del sol.

Sin embargo el mar en tiempo del otoño
echaba sobre nuestros hombres su mirada
llamándolos a unirse con él y para siempre.


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No te embarques en las desoladas mañanas
cuando siento en mi corazón la sudestada
cuando golpea contra mi cabeza el viento sur.

Sin hombres nuestro destino sería diferente.

EL PRIMER DIA DE
PRIMAVERA EN LA
MAÑANA

El primer día de primavera en la mañana
hincábamos nuestras rodillas en la arena
y nos despedíamos para siempre
de aquellos
que habían muerto en el invierno.

Faride, la abuela
tomando a los más pequeños de la mano
mostraba el mar y les decía:
el mar está maldito,
mata a nuestros hombres por placer
su perversidad no tiene límites.

El llano nos espera.
Nuestro porvenir
                  la guerra
                               contra el llano

Dominaremos la pradera.

Todo era difícil sin violencia
Faride empecinad
quería que los elegantes hombres del llano
casaran con nuestras mujeres.
Todo era difícil
cuando con lo único que contábamos
era con el amor.
Faride empecinada
montada en un caballo blanco
como la nieve de los Alpes,
abrió sus brazos hacia el cielo
estrelló su mirada contra el enemigo
y ordenó avanzar.
Avancemos
                hijas
                         todo está perdido.

JUNTO CON LA BATALLA
PERDIMOS TODAS LAS
ESPERANZAS

Junto con la batalla perdimos todas las esperanzas.

Me ofrecieron para quedarme con ellos
un arcón lleno de libras esterlinas
y una muerte segura en el mar
al amanecer, un día de tormenta.

Faride permanecía en silencio
y un gesto de dolor cruzaba su rostro.

Me ofrecieron impregnar mi cuerpo
con olor a jazmines para siempre
regalarme una capa de seda natural
y un anillo que atestiguara mi poder.

Faride rasgó sus finas vestiduras
para mostrar su pecho acribillado
por la metralla enemiga.

Hijo mío
en el mar no hay destino para los hombres.

Viajarás por el desierto hacia el sur
cruzarás el misterioso océano
hasta llegar al Río de la Plata.
Cerca de sus orillas fundarás tu ciudad.
Te nacerá un hijo en primavera
que llamarás Miguel.
pondrás en su piel el color de los olivos
y en su mente el poder de descifrar los sueños.

LLEGASTE EN UN BARCO
CUALQUIERA

Llegaste en un barco cualquiera
en tercera, con otros inmigrantes.
Con piedras y viejas maderas de cajones
pusiste, en Barracas, tu ciudad.

En tu primera carta a Faride le decías:
que estabas en el sur
le hablabas de tus amigos los feriantes
como si hablaras de guerreros.

Faride Faride estrella luminosa
tengo en mi corazón tu pecho ametrallado.

Aquí estoy en el sur
donde el amor sólo acontece al amanecer
cuando recuerdo tu mirada.

Del Río de la Plata puedo decirte
que es ancho y generoso como nuestro mar
sin embargo
no tiene embarcaciones
y nadie muere en él a causa de la pesca.

JUGAR JUGAR HASTA
MORIR

Jugar Jugar hasta morir
como decía el testamento del abuelo Naur
que no puede mentir
                       porque Naur ha muerto.

Ha muerto de tristeza en el desierto
y no de sed huyendo temeroso
como cuentan algunos extranjeros.

Naur, es cierto, tenía en su semblante
restos de algún pasado misterioso
—homosexual o sádico decían las mujeres—
Sin embargo Naur hablaba siete idiomas
y tenía
en los surcos de la cara marcada inteligencia.

Cuando hacía el amor
no era precisamente un hombre del desierto
se le notaba, se veía en el alboroto de sus cabellos
un aire ciudadano.

 


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YO SOY MIGUEL
EL NIETO DE
NAUR Y DE FARIDE

Yo soy Miguel el nieto de Naur y de Faride
pero también a causa de los ojos de mi madre nieto
y bisnieto de araucanos
fruto abierto al sol hijo de los ángeles.

Cuando mi madre recuerda a Valdivia, el asesino
puede verse en sus ojos al trasluz
a Caupolicán en pie de guerra
dueño de todo el horizonte.

ANGELA MI MADRE

Angel de ángeles
Angela bien amada
Hija de Antonio bisnieta de Lautaro
tenías cuando joven de los indios
la forma de pintarte los cachetes
y tus redondos pechos campesinos
donde bebí la leche destinada
al rey de los arcángeles.

Cuando tu voz llamaba mi nombre
en la penumbra
todo era luminoso en torno de tus ojos.

ABUELO

El humo de tu pipa nos hacía toser
o se metía en nuestros ojos
junto con el verde color de los olivos
y la parra
              cayendo a pique
como los aviones y como los pájaros
cazados con la gomera o a mano
según las estaciones.

De tu pipa salían el humo y las historias
que nos ponían lágrimas en los ojos.

Era una mujer hermosa, nos decías
desnuda
         traída por el viento
envuelta entre las hojas del otoño.

SALVE I
O MARIA LA LOCA

Para recordar reúno las palabras
de la alegría de otros tiempos
                             tu cara de mujer.
Vivías simplemente en el cordón de la vereda
con tus pies bañados por el agua podrida de la calle
y el corazón
violento corazón donde mis años corrían lentamente.

Te llamaban la loca María
María la bruja
María la que alojaba en su mirada
 el tiempo de morir.
Aquella opaca y misteriosa señora
que tenía en sus brazos ágiles bailarinas.

Como una maga María, como una dulce maga
encantabas mis sueños infantiles
y arrojabas en mis desolados castillos, tu presencia.

SALVE II
O MARIA LA HECHICERA

Cuántas veces perdido en tus amables brazos
María la hechicera
recorrimos los canteros donde crecía la alegría
donde el amor y los malvones se regaban
con la misma firmeza
                              con que las aguas
bajan de las montañas en primavera
para regar los campos araucanos.

Tú reinabas tu reino, allá en Pompeya
tu mar y tus espumas
eran las manos del abuelo Antonio
tocando la guitarra o encendiendo su pipa
con el rojo carbón entre sus dedos
y un corto silbido, para llamar a Juana
la oveja, su inseparable compañera.

Cuántas veces tu sol era los ojos ciegos del abuelo.
En Mon y Tabaré te sentabas
con un pañuelo negro en la cabeza
y en tu falda
                 doce panes calientes
 cocidos en el barro con tus manos
como cuando eras niña
y a orillas del Limay
Caupolicán pasaba su belleza.

SALVE III
O MARIA APASIONADA

Tendidos en el patio
cuando me enseñabas tu nombre y los colores
esas raras combinaciones del verde con María
en las desoladas tardes del verano
cuántas veces besé tus pómulos salientes.

María
roja como la sangre
María apasionada.

SALVE IV
O MARIA DADORA

Tal vez no sea necesario decirles que los amo
con la misma violencia de las lanzas
matando al enemigo blanco en las praderas
o la empecinada suavidad de los interminables telares
azules contra el viento.

Tal vez no sea necesario decirles que en mi piel
—territorio de paz donde se anidan
los espejos del tiempo—
vuestros rostros más puros se reflejan
violentos de placer.

Tal vez no sea necesario decirles que he gozado
como gozan los niños cuando se zambullen
exactamente en medio de la torment
entre los pechos de María Dadora
Diosa lechera
bruja nacida para amar.

1974, Buenos Aires


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ANTICIPO DEL LIBRO 
LAS 2001 NOCHES

DE RECIENTE APARICIÓN, EN ESPÑA, 
ARGENTINA, CHILE, URUGUAY, 
COLOMBIA Y CUBA

En las 2001 Noches también está lo que te interesa: poesía, locuras, tardes apacibles, psicoanálisis, sexo, traición, hortalizas, exilio. grupos, huecos insondables, garche sencillo y complicados poemas de amor.

NOCHE 817
Llevar todo a un paroxismo inexistente: Secar la última lágrima del último hombre.

NOCHE 820
Lo fuerte siempre es un conjunto, una articulación de más de un ser.
Como mínimo, el ser y el maestro de ser
Poner al alcance del pensamiento el pensamiento 
inconsciente, esa es nuestra tarea. Pensamos que en los intrincados mecanismos grupales se dibujan los intrincados mecanismos de la lengua.

NOCHE 842
Miguel Oscar Menassa, Nació en un barrio de Buenos Aires, de padre árabe y madre maravillosa, creció sin problemas. Conoció Europa y desde entonces estudia, apasionadamente, los procesos de decadencia.
A los 50 años vive aún y mantiene diariamente relaciones con los libros y con las mujeres.

NOCHE 1082
Si es algo que va a pasar por primera vez en el mundo, le dije, con calma, no puede pasar de un día para otro.

NOCHE 1084
Mis estudios médicos me lo confirman: soy una epidemia imparable.
El que no pueda este siglo podrá el siglo que viene.

NOCHE 1281
No os preocupéis, es el mundo que se derrumba y quedan otros.

NOCHE 1611
Todo el mundo quiere ser yo y yo soy otro. Esto debe ser el fundamento de toda la confusión actual.

NOCHE 1613
Aceptar que lo que digo hoy, ya me pasó hace 20 años, me permitirá vivir mucho mejor, escribir, hacer el amor como entonces.

NOCHE 1304
Ella me dijo: Con el trabajo he perdido mi sonrisa.
y yo le dije: No has perdido, has abandonado tu sonrisa, por
inútil.

NOCHE 1306
Al cine, quiero ir al cine, eso quiero.
Todas las mujeres semidestruidas por hombres que no pueden amarlas. Qué barbaridad, una verdad atada a sus escombros.

ALMA FUERTE


CANTO AL PROGRESO

Composición laureada con una rama de laurel de plata en los juegos florales realizados en Mercedes el 24 de septiembre de 1879, por un jurado integrado por Guillermo Rawson, Bartolomé Mitre, Antonio Bermejo, Miguel Navarro Viola, Lucio Vicente López, Adolfo Rawson, Estanislao Ceballos y Carlos Guido Spano.
 

Es la imagen eterna del Progreso
El insaciable beso
En que viven los átomos asidos.

Era la noche —¡la tremenda noche!—
En el vacío inmenso de los mundos;
Operando en los ámbitos profundos
La máquina perfecta de la tierra;
 
Era un fulgor que el cielo atravesaba
Y se hundía entre nieblas,
Dejando en pos de su, carrera ignota
Como rastros de lava,
Como polvo de luz en las tinieblas;
 
Era el fragor de la materia errante
Que en átomos ardientes
Bullía en el espacio fulgurante;
Y una frígida onda sollozante
De otro cielo sin soles desprendida
Azotando la mole vacilante
Del planeta gigante,
Y templando su carne derretida;
 
Era el globo de luz —¡eterno globo!—
Que a la inerte materia dominaba;
Su poder subyugaba,
Y sus fauces ciclópeas atraían;
A través de los siglos del vacío
Se lanzaba en olímpica carrera
Llevando en pos, cual nube de
A su carne brillante enderezadas,
Y en su atmósfera ardiente esclavizadas,
Un cortejo sumiso de planetas;
 
Era el primero y temeroso giro
Que en torno de ese sol aventuraba
La tierra conmovida;
El más tierno suspiro
Con que el astro feraz la acariciaba,
Fermentando en su ser la eterna vida;
 
Y era el hervor de la colmena humana
Que de su entraña férvida surgía;
La materia villana
Que al estado de ser se ennoblecía;
El sol, el firmamento,
Daban luz a su virgen pensamiento
Palpitando en su cráneo modelado
Y las ondas del viento
Repetían su voz, estremecidas;
Y era un mágico acento,
Como ningún acento modulado!...
 
Rugía el mar; —¡el mar embravecido
Por la ocasión primera!—
Y el aquilón sobre su espalda fiera,
Con bélico alarido,
Gobernaba sus tumbos de pantera.
El cielo encapotado—
Virgen aún de truenos y centellas—
Las tímidas estrellas,
Que inocentes aún resplandecían
Sobre la tierra virgen como ellas.
 


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Por el ábrego rudo sacudidos
Los árboles potentes
Atronaban la selva pavorosa,
Como un coro siniestro de silbidos,
Como un dantesco enjambre de serpientes!
Y en la cárdena raya
De la tierra y el cielo,
Se destacaban las informes fieras
Que trepaban al monte, 
y a la pálida luz del horizonte
Proyectaban sus sombras en el llano
Como bandada negra de quimeras 
Atravesando el pensamiento humano!
 
Y fue la noche —¡la primera noche
Que al hombre sorprendía
Era el primer misterio
Que ejercía su imperio
Y a la humana razón sobrecogía!—
¡Y el hombre huyó!... Sus crines vigorosas
Cual bélico plumero,
Desparramaba al viento,
LLevando en sus espaldas poderosas
Su cachorro primero,
Fruto gigante de su amor violento!
 
De peñasco en peñasco desprendido
Iba como las piedras derrumbadas,
Juntando su alarido
Al salvaje rugido
De las fieras del bosque atribuladas;
 
Y en el peñón más árido y desierto,
Colgado, allá, sobre el abismo abierto,
Fue a sepultar la sudorosa frente,
En el seno turgente
De su atlética esposa,
Al resplandor de su pupila ardiente,
Bajo los besos de su boca ansiosa!
 
La mañana primera
Le halló en su lecho púdico dormido...
Desde entonces el águila altanera,
Como el primer,varón sobrecogido,
Sólo cuelga su nido
De la roca más áspera y más fiera.
 
Quién es aquel que tala y que destroza
El bosque virgen bajo el hacha impía,
Para elevar sobre el labrado suelo
Esa gruta modelo
Que al furor de los siglos desafía;
 
Quién es aquel que doma y que devora
Las fieras de la tierra
Y las aves altísimas del cielo,
Y en frágil barquichuelo
Surca las aguas de la mar traidora;
Quién es aquel que intenta
Medir la inmensidad del firmamento,
Y palpar sus arcanos,
Y pulsar con sus manos
La pulsación eterna de los mundos;

Y en los cielos profundos
Verles surgir, crecer, aproximarse,
Pasar ante sus ojos
Cual procesión de monstruos desbocados,
Y en los antros ignotos abismarse!
Quién es aquel que vive sobre el mundo
Sin más ley ni más Biblia que su antojo,
Cuyo potente arrojo
Enfrenta el rayo y encamina el viento,
Quién es aquel que doma y que sujeta
Su propio corazón en un momento;
Quién es aquel, quién es, que no respeta
Más Dios, que la Razón y el Pensamiento!

¡Helo aquí! ¡Con el rostro misterioso
Echado sobre el pecho,
Como un Dios meditando caviloso!
Bajo su pobre techo
Fermenta el rayo y explosiona el trueno;
Y en su cráneo saliente y ojeroso,
Que el escalpelo del estudio labra,
Se anida la palabra,
La estrofa del poeta,
Y la nota brillante y cristalina,
Su potencia divina
Engendra con el verso y la paleta!
 
No es el Adán salvaje
De las vírgenes horas de la tierra,
 
Saltando fugitivo,
Como cervato esquivo,
De risco en risco en la escarpada sierra;
 
El rayo, la tormenta y el estruendo
Del huracán helado,
Que atribulan al mar en sus barreras,
Hacen temblar de espanto a las panteras
Y al secular abeto bambolean
En su tronco de lavas y granito,
No le arrancan un grito,
Ni su gigante espíritu flaquean!
El hueco de las tumbas,
Do sólo anida el pájaro sombrío,
Y el mismo cráneo disecado y yerto
De cóncavo desierto,
Sólo dicen a su alma,
Que el alma en esos cóncavos no ha muerto.
 
El trono ebúrneo do dictaban leyes
Los poderosos reyes,
Bajo su brazo hercúleo bambolea
Para hundirse en la cripta del olvido:
Guerrero envejecido
Que desarman las armas de la Idea!
 
El olimpo desierto de los dioses
No tiene rayos que a la tierra vibre,
Y al yugo de los hombres
No rinden hombres su cabeza libre!


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¡Todo progresa! ¡Hasta la estrella errante
que los orbes eternos atraviesa,
Juntando la materia a la materia,
Y el átomo a los átomos, progresa!...
El cielo que no acaba—
Que no acaba jamás— con sus meteoros,
Sus soles que fecundan
Y a millares de mundos iluminan,
Sus escuadrones de astros que caminan,
Cual errantes vestigios,
En órbitas de siglos y de siglos;
Y el insaciable beso
En que viven los átomos asidos,
Son la imagen eterna del Progreso!
 
¡Allá vuela, allá va! Sobre su frente
 
Desterrando las sombras del averno—
Como la luz del sol en el oriente:
Bajo su planta atlética espolea
El monstruo volador de férreas carnes,
Y en su diestra gigante,
Cual Júpiter tonante,
Vibra el rayo bendito de la Idea...
Helo, sobre la cumbre,
Sin que el empíreo mismo le deslumbre,
Hablar con Dios de ciencia cara a cara,
ígneos los ojos de inspirada lumbre,
Y la sandalia humana sobre el ara!

Como se salvan en la cruel borrasca—
Cuando el bajel de guerra
A su furor desolador se humilla
La indefensa barquilla
Y la verde hojarasca
De las flotantes algas del océano:
Quedó prendida al corazón humano,
Como entre abismos la violeta alpina,
Una pasión divina,
Para reinar con cetro soberano!
 
¡Todo pasó! Pero su fuego santo,
Como mística tea
Al sombrío ramaje
Del bosque a las deidades consagrado,
Alumbró el casto pecho delicado
Del trovador en el luciente traje,
Y el pecho abierto del Adán salvaje,
De cortantes guijarros adornado!
 
¡Todo progresa! El hombre primitivo
No deja ya sobre la tierra nuestra
Más que el mudo esqueleto
Que la mano del geólogo secuestra
Del seno de la tierra, carcomido;
Pero, en su pecho cóncavo y callado,
Como un altar desierto y derruido,
También un corazón enamorado,
Como late en los nuestros, ha latido!
 
Y cuando al labio del rencor ajeno
Nuestra vida envenena:
El casto labio de la esposa amante
Nos absorbe el veneno,
Como al primer varón atribulado
El primer beso de su esposa errante!

EDGAR BAYLEY


UN HOMBRE TREPA
POR LAS PAREDES
Y SUBE AL CIELO

Colgado de una soga
el hombre que escala las paredes
tiene fuertes zapatones con clavos
Escala las paredes
porque ha olvidado las llaves de su casa
y mientras escala las paredes
hasta llegar al piso trece
se detiene algunos momentos
en los balcones de cada piso
donde aspira al olor de los geranios
las madreselvas
las hortensias
y los malvones
Hay sol
gallardetes
vendedores ambulantes
y más allá está el río
y más allá los puentes
por donde se va a la pampa
Abajo están los niños
que salen de las escuelas
y por el cielo pasan aviones y pájaros
y sombreros de anchas alas
que el viento arrancó a los desprevenidos
La soga ha sido atada a la viga
que sobresale en la azotea
Un hombre la ciñó a su cintura
y asciende tomándose de la soga
con sus manos enguantadas
Usa un chaleco floreado y una gorra a cuadros
Debe llegar al piso trece
donde tiene que regar unos claveles
pisar maíz
escribir unas cartas
y preparar una cazuela
Sube lentamente
y en cada piso se detiene un rato para descansar
Entra en el balcón de cada piso
y se sienta en un sillón
o se extiende sobre una reposera
y conversa con la vecina o los vecinos
y acepta un café o un mate
o deja caer un chorro de una bota de vino
en su garganta
o juega a las cartas
o escucha confidencias y da consejos
y cuenta algún episodio de su vida
hasta que saluda y se va
y sigue trepando por las paredes
colgado de una soga
Es el hombre que tiene fuertes zapatones con clavos
y un chaleco floreado y una gorra a cuadros
que olvidó las llaves de su casa
y aspira el olor de los geranios


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y debe llegar al piso trece
antes de que aparezcan los búhos
y se iluminen las ventanas
Están los pájaros y el río allá lejos
y el césped del parque
y los caballos que galopan por la llanura
y esta silla desvencijada
y la bañera
fuera de uso
llena de tierra y de flores
y el mar y el navío que se acerca
y la lagartija que se escurre entre las rocas
y el vendedor de diarios que desde abajo
le grita consejos y advertencias
mientras el hombre vuela
asciende
conquista cada piso con esfuerzo
y mira siempre hacia arriba
la tierra está lejos
el cielo está lejos
El hombre que trepa por las paredes
colgado de una soga
cuando entra en una casa por el balcón
es bien recibido por los vecinos
y él trata de ser útil
pero en uno de los pisos
una mujer inesperada
que es una sola
y al mismo tiempo
todas las mujeres de su vida
le pide que la lleve con él
Entonces ella se ata también con la soga
y sube con el hombre
más allá del piso trece
hacia las nubes
el aire libre
el cielo
el viento
entre los geranios
las sombrillas
las reposeras
sobre puentes y puestos de diarios
y mástiles
y enredaderas
y algunas gotas
y semillas
y sueños
con su gorra a cuadros
con su chaleco floreado
con su enamorada de siempre

 GONZALO ROJAS


CARTA DEL SUICIDA

JURO que esta mujer me ha partido los sesos,
porque ella sale y entra como una bala loca,
y abre mis parietales, y nunca cicatriza,
así sople el verano o el invierno,
así viva feliz sentado sobre el triunfo
y el estómago lleno, como un cóndor saciado,
así padezca el látigo del hambre, así me acueste
o me levante, y me hunda de cabeza en el día
como una piedra bajo la corriente cambiante,
así toque mi cítara para engañarme, así
se abra una puerta y entren diez mujeres desnudas,
marcadas sus espaldas con mi letra, y se arrojen
unas sobre otras hasta consumirse,
juro que ella perdura, porque ella sale y entra
como una bala loca,
me sigue adonde voy y me sirve de hada,
me besa con lujuria
tratando de escaparse de la muerte.
y, cuando caigo al sueño, se hospeda en mi columna
vertebral, y me grita pidiéndome socorro,
me arrebata a los cielos, como un cóndor sin madre
empollado en la muerte.

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Rosa Alonso Fernández  (Madrid) 2.000 ptas.
Ricardo Artíguez Iglesias (Madrid) 2.000 ptas.
Pablo J. García Muñoz (Madrid) 2.000 ptas.
Francisco García Palancar (Madrid) 2.000 ptas.
Jose García (Mallorca) 2.000 ptas.
Mónica Gorember (Zaaragoza) 2.000 ptas.
Enrique Iglesias (Madrid) 2.000 ptas.
Hernán Kozak (Madrid) 2.000 ptas.
Carmen Liberal (Ibiza) 2.000 ptas.
Paula Malugani (Ibiza) 2.000 ptas.
Helena Trujillo (Málaga) 2.000 ptas.
Jorge Peribánez (Ibiza) 2.000 ptas.
Magdalena Salamanca (Madrid) 2.000 ptas.
Paula Alvarez (Madrid) 1.000 ptas.
Gloria Carrocera (Madrid) 1.000 ptas.
Isabel Escudero (Madrid) 1.000 ptas.
Luis Gras Tous (Madrid) 1.000 ptas.
Esther Gallego Navarro (Madrid) 1.000 ptas.
Ruy Henríquez (Madrid) 1.000 ptas.
Maribel Jimenez (Málaga) 1.000 ptas.
Griselda Kozak Cino (Madrid) 1.000 ptas.
Ichka León Deloupy (Madrid) 1.000 ptas.
Cloe León Deloupy (Madrid) 1.000 ptas.
Fabián Menassa de Lucia (Madrid)

1.000 ptas.

Manuel Menassa de Lucia (Madrid) 1.000 ptas.
Mercedes Millán Esteban (Madrid) 1.000 ptas.
Javier Rueda (Madrid) 1.000 ptas.
Rafael Trujillo (Madrid) 1.000 ptas.
Carmen Pelletier (Madrid) 800 ptas
Gema Crespo (Madrid) 500 ptas
Pilar García Puerta (Madrid) 500 ptas
Andrés González (Madrid) 500 ptas
Sebastian González (Madrid) 500 ptas
Elisabet González (Alemania) 500 ptas.
Daniel San Martín Duchên (Madrid) 500 ptas.
Javier Romero (Benidorm) 500 ptas.

SOCIOS DE HONOR AMÉRICA

Miguel Oscar Menassa  (Buenos Aires) 1.000 us.
Norma Menassa (Buenos Aires) 150 us.
Karina Pueyo (Buenos Aires) 100 us.
Jorge Dini (Buenos Aires) 100 us.
Marcela Villavella (Buenos Aires) 75 us.
Inés Barrio (Buenos Aires)  50 us.
Maria Iturrieta(Buenos Aires) 50 us.
Roberto Molero (Buenos Aires) 50 us.
Roberto Rossi (Buenos Aires) 50 us.
Miguel Angel Márquez (Córdoba) 40 us.
Ricardo Aquino (Buenos Aires) 30 us.
Claudia  García de Acuña (Chaco) 30 us.
Bertha Leyva (Buenos Aires) 30 us
Daniel Ustarroz (Buenos Aires) 30 us.
Guillermo Yanco (Buenos Aires) 30 us.
Angela Cascini (Buenos Aires) 25 us.
Alejandra Madormo 25 us.
Alejandro Baigorrí 20 us.
Juana Koslo(Buenos Aires) 20 us.
Luis Madormo(Buenos Aires) 20 us.
Dante Bustos (Azul Buenos Aires) 10 us.
Violeta Cortez (Buenos Aires) 10 us.
Leonor Elvira Peralta (Buenos Aires) 10 us.
Emilio Fernández Emiliani (Bahia Blanca) 10 us.
Lorgio Duchên Alcalá (Bolivia) 10 us.
Rosario  Lombard Nandez  (Buenos Aires) 10 us.
Renata Passolini (Buenos Aires) 10 us.
Luiano Passolini (Buenos Aires) 10 us.
Rosbalda Pelle (Buenos Aires) 10 us.

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CARILDA OLIVER LABRA


CUENTO

Yo era débil,
rubia, poetisa, bien casada.
Tenía deudas
y una salud de panetela blanca.
Hicimos una casa pobremente,
muchas ventanas:
para enseñar nuestros besos a las nubes,
para que el sol entrara.
 
La casa era tan bella
que tú nunca dormías.
Ya no eras abogado ni poliomielítico ni nada.
Nunca dije:
¿cuándo vas a poner esa demanda?
porque yo tampoco
cocinaba.
Fueron días
como no quedan otros en las ramas.
Yo me empeñaba en sembrar algo en el patio:
tus gatos lo orinaban,
pero era tan feliz que no podía
decir malas palabras.
 
Ay, una tarde...
(septiembre tomó parte en la desgracia),
Ay, una tarde (Dios estaría sacando crucigramas);
 
ay, una tarde
pusiste tantas piedras en mi saya
que desde entonces ando inventándome la cara.
El cuchillo
tenía la forma de tu alma;
yo quería ser otra, hablar de las estrellas...
(sobraron noche y cama).
Yo me empeñaba en sembrar algo en tu pecho:
tus gatos lo orinaban,
y era tan infeliz que no podía
decir buenas palabras.
 
Tarde en otoño.
Miré las sábanas amargas,
el jarro de la leche,
las cortinas,
y el crepúsculo me convirtió en su mancha.
(Yo era un clavel podrido de repente,
un canario botado).
Con empujones que lo gris me daba
entre temblores,
volví a la falda
de mi madre.
 
Pasaron tantas cosas
mientras yo me bebía la soledad a cucharadas...
 
Un viernes
—un viernes en que tu olvido me enterraba—
llegué a la esquina de la casa.
Estaba allí como una tumba diferente,
se veía otra luz por las ventanas.
Tuve miedo de odiar...
(Ya era hasta mala).
 
Pasaron tantas cosas;
el tiempo fue cosiendo mi mirada.
 
Ahora no pueden asustarme con los truenos
porque la luz me alza.
Ahora no pueden confundirme con un libro.
Soy la palabra recobrada.
 
¡Ríanse,
agujas que en mi carne se desmandan;
ríanse,
arañas que me tejen la mortaja;
ríanse,
que a mí, también, carajo, me da gracia!

Donaciones, sugerencias y corrspondencia:
escuela de Poesía y Psicoanálisis Grupo Cero

Ferraz, 22 - 2 izq. - 28008 MADRID
Teléf.: 91 542 33 49 - Fax: 548 33 01
Maupú, 459, 1º piso - (1006) Buenos Aires
Teléf.: 328 06 14 / 07 10

DESNUDO Y
PARA SIEMPRE

Errática,
sin vino,
profesional del fósforo,
cuando tú
haciendo un remolino de ilusiones,
con ese estruendo del laurel,
desnudo y para siempre entraste bajo el agua.
 
Un poco desasida,
como mirándome los pies,
cuando tú,
domingo rápido,
parada del vidrio,
hincaste el baño con tu gesto de animal profundo.
 
El agua,
ay,
quedó colgando entre mis ojos y tu carne
como una telaraña,
desnudándote más.
Entendida por el demonio,
bárbara,
tuve un acceso de locura,
un punto apenas de explosión atómica,
un apogeo del clavel preciso
y creí.
 
(Creer es desear tu sexo y darle de comer a una paloma)
 
Se fue cayendo
la mañana.
El vicio de la estrella
saliendo así de entre tus párpados
era la luz
que yo he llamado lágrima;
relámpago que empieza aquí y después de verle
no morimos.

(Vete,
dolor que lo menciona:
al innombrable se le pone tumba,
en paz quedamos
y luego va una por el mundo como quien nunca tuvo
cosas inmortales).
 
Estaba, sí, después del beso,
pidiéndole perdón a las paredes;
estaba como pariéndome otra vez,
como de niña bajo el vientre,
como palideciendo mucho,
como casi,
como empezando a ser
cuando
desnudo y para siempre entraste bajo el agua.

Todo el naufragio se paró de pronto,
todo en octubre se hizo pan,
misericordia el tiempo.
 
Otoño,
estatua germinal del cuarto,
lúgubre hermosura de los huesos;
sin usarme,
sin yo misma,
naciendo a los temblores importantes,
a la pequeña abertura de la dicha
si llueve y canto;
más tú que nada,
médula del presagio,
sólo un negocio del asombro,
sólo un trémulo palacio donde goteaban
noes ineluctables,
sólo la música que escuchó el verdugo,
azucenado nervio,
estaba
cuando
desnudo y para siempre entraste bajo el agua.

 Tengo que insistir en el psicoanálisis de los candidatos, por lo menos hasta que quedan cuatro sesiones semanales
************************************************************
Si no hubiera habido nada de amor, ella me tendría que agradecer casi todo.
************************************************************
No me nequé a nadie y, sin embargo, no me terminaron de hacer lo peor,
***********************************************************
Se queja de todo y yo no puedo decirle nada.

Cuando se renuncia hay que saberlo, se renuncia a nada.

 

LAS 2001 NOCHES

POESÍA, AFORISMOS, FRESCORES

1976-1997
Es un libro de Miguel Oscar Menassa:
500 páginas , 350 dibujos, y 393 noches de repuesto

"En este libro, hace el amor un 
hombre como yo"

En Las 2001 noches también está lo que te interesa: Poesía, Locuras, Tardes apacibles, Psicoanálisis, Sexo, Traición, Hortalizas, Exilio, Grupos, Huecos insondables, Garche sencillo y complicados poemas de amor.

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¡¡¡ POR ÚNICA VEZ!!!

"LAS 2001 NOCHES
PIDE COLABORACIÓN"

Necesitamos nos envíen los poemas que encuentren, de grandes  poetas, dedicados a Lorca para el número homenaje correspondiente a enero de 1998, antes del día 25 de diciembre de 1997.

Por favor, no nos envíen porquerías

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